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sábado, 13 de junio de 2015

Diálogo inter-religioso ¿Por qué? ¿Para qué? (Luis Segura)


Este artículo de Luis Segura es sumamente instructivo; y, sin embargo, tan solo utiliza el sentido común ... eso sí: muy bien expresado. Ideas claras y rotundas. Eso es lo que necesitamos ...algo de lo que hoy tanto se carece... aunque hay excepciones. Ésta es una de ellas.
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Todos los que nos hemos acercado a la Sagrada Escritura con afán inquisidor —no pocos ciertamente si tenemos en cuenta a todos los lectores de los últimos veinte siglos—, hemos seguido alguna vez un método poco apropiado: probar por medio de la palabra de Dios lo que en un momento determinado nos convenía. Es decir, indagar en la palabra de Dios con la esperanza de que ésta diga lo que nos gustaría que dijese, y no con la intención de asumir lo que en realidad dice. Lo que ocurre es que al salirnos del Magisterio de la Iglesia y de la Tradición, que son los cauces correctos para entender el mensaje evangélico, las interpretaciones teológicas normalmente se toman licencias que no proceden. El intérprete de la Sagrada Escritura asume por tanto un gran riesgo si indaga y examina por su cuenta todo aquello que le inquieta o de lo que espera obtener respuesta.

Yo asumiré con este trabajo ese riesgo. Porque no recurriré al Magisterio para defender lo que sigue. Y también me acusaré de antemano de haber acudido muchas veces a la palabra de Dios con el juicio previamente informado. Aunque huelga decir que la subjetividad humana entra en juego cuando se trata de ventilar cuestiones intelectuales. Por eso diré que en relación con el tema del que me propongo reflexionar a continuación, el diálogo interreligioso, partía de una posición de rechazo que no he decidido moderar. En realidad me propongo estudiar la conveniencia de tal diálogo más que su razón de ser bíblica. No obstante, sospecho que la Sagrada Escritura no favorece la interpretación que mantiene que en la Biblia se aprueba el diálogo interreligioso; en realidad pienso lo contrario, es decir, que éste no es visto con buenos ojos. 


He decidido por tanto optar por un camino distinto al habitualmente trazado, un camino también quizá menos agradable a los oídos contemporáneos, a los promotores de consensos, a los constructores de parloteos baldíos e innecesarios. Me tocará seguramente hacer de abogado del diablo. No me queda otra. Temo que dialogar hoy es llenar de ruido el espacio.

Quizá porque asumo las palabras de Baudelaire y no soy ingenuo, ya que la comunicación humana reposa, nos pese o no, sobre el malentendido. Y al mismo tiempo porque compruebo a diario, hasta el hartazgo, que el mundo cada vez está más dividido y tensionado, a pesar de que nunca se ha hablado tanto.

Bien, no menos cierto también es que los hombres están condenados a entenderse o a destruirse mutuamente. ¿Qué hacer entonces? Presentar en primer lugar alguna explicación autorizada de por qué las religiones deben intercambiar opiniones y reconocerse recíprocamente. [Diálogo interreligioso será tratado aquí como sinónimo de diálogo ecuménico. No se entendería de otra manera la cita del cardenal Ratzinger]. Pues bien, de la siguiente manera se pronunciaba el cardenal Joseph Ratzinger en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París sobre el sentido del diálogo interreligioso:

«Con el paso del tiempo, los cristianos advirtieron lo inadecuado que era describir a los representantes de otras religiones simplemente como paganos o en términos puramente negativos como no cristianos. Era necesario familiarizarse con los valores distintivos de las otras religiones. Inevitablemente, los cristianos comenzaron a preguntarse si tenían derecho a destruir simplemente el mundo de las otras religiones o si no era posible o incluso imperativo comprender a las otras religiones desde adentro e integrar su legado en la cristiandad. De este modo, el ecumenismo pasó a expandirse al diálogo interreligioso. Ciertamente, el objeto de este diálogo no era simplemente repetir los conocimientos eruditos de religiones comparadas del siglo XIX y comienzos del XX, que a partir de alturas dominadas por el punto de vista liberal racionalista, había juzgado a las religiones con la seguridad en sí misma propia de la razón ilustrada. Actualmente existe amplio consenso en el sentido de que semejante punto de vista es una imposibilidad, y que para comprender la religión es necesario experimentarla desde adentro, y por cierto únicamente esa experiencia, inevitablemente particular y ligada a un punto de partida histórico claro, puede mostrar el camino hacia la mutua comprensión y por consiguiente hacia una profundización y purificación de la religión» [http://humanitas.cl/html/biblioteca/articulos/d0454.html]

Éste es actualmente el discurso de la Iglesia Católica con respecto al diálogo con otras religiones. Un discurso al que pueden hacérsele sin embargo algunas objeciones. Por ejemplo las siguientes: 

- ¿Es el objetivo de la Religión cristiana la purificación de la Religión? 
- ¿Es su finalidad la comprensión de otras religiones y que ella a su vez sea comprendida? 
- ¿Le vale con ser comprendida por todas las demás religiones? - ¿Cuál es la finalidad última de la Iglesia en el mundo?

Leemos en el Evangelio de Lucas las últimas palabras de Jesús a los Apóstoles, justo después de abrirles las inteligencias para que entendieran las Escrituras: «Estaba escrito que el Mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que hay que predicar en su Nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (Lc 24, 45-47). Luego si los Apóstoles hubieran seguido los consejos del cardenal Ratzinger, ¿qué hubiera sido de los paganos que abrazaron el Evangelio al escuchar sus prédicas? Los Apóstoles no se hubieran podido mover de sus lugares de origen por aquello de no “destruir el mundo de las otras religiones”. Tal vez, y sin molestar demasiado, podrían haber solicitado a las autoridades locales el uso de algunos espacios para celebrar sus reuniones, y pedido permiso, si se veían con arrojo, para intervenir en los foros públicos con la intención de departir con sus iguales y enriquecerse personalmente.

Lo anterior puede mover a la risa pero es perfectamente coherente con la postura dominante de la Iglesia en relación al diálogo con las demás religiones. Una postura que de hecho, en mi opinión —en absoluto relevante, pero no por eso inexistente—, puede hacer sonrojar a los espíritus más circunspectos si se toman muy en serio la misión que el Señor confió a los suyos antes de regresar al cielo junto a su Padre: «Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20)

Le faltó decir al Señor que a los discípulos había que tratar de conseguirlos en todas partes pero sin molestar demasiado, y siempre en un ambiente distendido y fraternal, alcanzando consensos de amplias mayorías; eso sí, preguntando primero si allá donde fueren había ya cristianos o habrían de convertirlos ellos, porque entonces lo correcto sería respetar las creencias de los no cristianos y como mucho dejarles unas octavillas en las puertas de sus casas. En realidad el Señor mandó a sus Apóstoles a cazar gamusinos. Entonces no había cristianos, pero tampoco había gran necesidad de ellos, porque vistas las sombras de las Cristiandad y comprendido con el paso del tiempo la importancia de no destruir los mundos de las demás religiones, casi mejor estarse quietos; clavar como mucho –al estilo Lutero- unos opúsculos en los templos paganos y al anfiteatro corriendo, que combate Efialtes.

Bien, realmente la cuestión es muy seria, y seriamente ha de tomarse también por los que creen, con buena voluntad sin duda, que el diálogo entre religiones sirve para algo importante. Pues no es preciso en modo alguno dialogar para que dos no se maten, basta con que sean civilizados. Esta reflexión, por otro lado, como se precisó al principio de la misma, no es un ejercicio teológico formal. Pero las acusaciones anteriores son suficientes para complicar el discurso de los defensores del diálogo interreligioso. Pues nunca se ha hablado tanto como hasta ahora y nunca ha habido mayor confusión. Y no parece serio alegar que lo que falta precisamente es más diálogo.

Dialogar, llamemos a las cosas por su nombre, es discutir puntos de vista para lograr un acuerdo, o también, conversar intercambiándose el turno de palabra. No tiene más sentidos aquí el término dialogar. Entonces, si como cualquiera es capaz de comprender y, como el propio Ratzinger reconoce en el texto mencionado antes, «el diálogo no es conversación al azar, sino algo dirigido a la persuasión, a descubrir la verdad, pues de lo contrario es inútil», dialogar significará discutir puntos de vista para lograr un acuerdo. Así pues, aquí se revela de nuevo la inutilidad del diálogo religioso. Si en lo que consiste en el fondo dialogar es llegar a acuerdos, ¿a qué acuerdo religioso pueden llegar dos personas que confiesan credos esencialmente antagónicos? «El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama» (Mt 12, 30) ¿Acaso se ha olvidado la Iglesia de esto? Duras son, a veces, las palabras de Jesucristo, como éstas, que revelan una exigencia absoluta y que lo identifican automáticamente con su divina persona.

Por tanto, dialogar con el otro “en términos de igualdad” puede dar la impresión a éste de que efectivamente quien está en posesión de la verdad [¿o no es Cristo la Verdad?] no posee tal verdad. Pensemos en alguien que afirma la Trinidad, y en otro que la niega: ¿Deberían aceptar ambos que la divinidad la forman dos personas, y no una ni tres, para lograr el anhelado acuerdo? ¿No es esta forma de diálogo entre religiones, además, una forma de decir que no se está dispuesto a sumar ni un solo fiel más al bando de la Verdad; que si éste ha de venir que lo haga por aquellos caminos inescrutables que solo Dios conoce, porque es preferible respetar a los no creyentes que anunciarles la superioridad del Dios revelado por el Hijo? Si no es así, lo parece.

En fin, conozcámonos mutuamente. Y que no se preocupe nadie. Bautizarse no es tan importante. Ante todo el folclore y los remilgos humanos.

Se escucha por otra parte, entre los defensores del diálogo interreligoso, que «la humanidad necesita que ni una injusticia más lleve el sello de la religión» [J. Avilés, “El jardín de los senderos que se bifurcan”: RUT]. Sin embargo, esto es un ensueño que podrá regalar los oídos del mundo moderno, pero olvida lo fundamental: las religiones son obra de hombres, y allá donde éstos imponen sus manos se proyectan sombras y luces. La finalidad de tal diálogo, o uno de los objetivos clave, al parecer, consistiría en «pronunciar juntas el voto del bodhittsava Dharmakara: no entrar en el nirvana sin conseguir facilitar dicha entrada a todos los hombres y mujeres» [Idem http://teologiarut.com/articulos_ver.php?ref=35]. 

Pero resulta que Jesús en la cruz prometió la entrada en el paraíso a uno de los ladrones —justamente al que lo había confesado—, y del otro no dijo nada (Lc 23, 43). Así que si Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie va al Padre sino a través de Él, ¿en qué lugar quedan quienes no creen en su mensaje? (Jn 14, 6) 

«Al recorrer vuestra ciudad y contemplar vuestros monumentos sagrados, me he encontrado incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”. Pues bien, lo que veneráis sin conocerlo, eso es lo que yo os vengo a anunciar» (Hch 17, 23).  Pablo, antes de hablar en el Areópago se interesó por las creencias de los ciudadanos de Atenas: es cierto ... pero no para compartir después experiencias entre unos y otros, sino para poder anunciarles mejor a su Señor, el Hijo del hombre, el Hijo de Dios, el Redentor.

Para dar por acabada esta reflexión informal acerca del diálogo interreligioso, sería conveniente centrar el problema. Decía al principio que no iba a echar mano del Magisterio, ni del pasado ni del más reciente. Y no por desconocimiento. Sé perfectamente qué se dice por ejemplo en Nostra Aetate. Me proponía sencillamente plantear algunas dificultades a lo que propone este documento sobre el diálogo interreligioso, un diálogo que la mayor parte del clero está dispuesto a defender con uñas y dientes

Pues bien, más allá de dimes y diretes, me parece a mí que lo fundamental es resolver por qué es preciso el diálogo entre religiones y para qué ha de fomentarse. Las respuestas sólo pueden ser trascendentes, no nos engañemos. Decir para conocerse siempre tiene el inconveniente de que te pueden replicar, ¿y para qué es oportuno conocerse?

Como decía, para que dos personas no lleguen a las manos no hace falta dialogar, basta con ser civilizados. Si dialogar es llegar a acuerdos, un diálogo religioso sólo traerá consigo que las partes implicadas en el diálogo renuncien a ser lo que son. En todo o en parte.

A la Iglesia se le encargó anunciar al Señor y hacer discípulos suyos en todos los pueblos, bautizándolos en su nombre, no llevarse bien con otras religiones ni acomodar el magisterio de Jesucristo al gusto de quienes han elegido «otros caminos» para llegar al Padre.

Luis Segura

Teología de los arrabales (Fray Gerundio)

El original de este artículo puede encontrarse pinchando aquí


Papa Francisco en la Universidad Católica de Argentina
La Teología es la ciencia de Dios. La Ciencia por antonomasia, tal como definió y estructuró Santo Tomás de Aquino. Por su objeto, es la ciencia más elevada. Y por su finalidad es la Ciencia más digna. Nos lleva nada más y nada menos que a conocer a Dios y a profundizar en su Ser, a la luz de la Revelación

De ahí brota necesariamente el conocimiento de la Creación material, los ángeles y el hombre. La búsqueda por parte del hombre de su Fin Último que es Dios, la Gracia por la cual recibimos el impulso necesario para obrar bien, Jesucristo -el Verbo Encarnado-, que nos da la Gracia por medio de sus sacramentos. Tanto los Santos Padres, con su Teología más incipiente de los primeros siglos, como luego la Teología Sistemática especulativa (con Santo Tomás de Aquino a la cabeza), han configurado el Cristianismo buceando en la Revelación. Y siempre, por suspuesto, con la necesaria ayuda de la Fe.

Todo parece indicar que ahora, en lo que podríamos llamar el decurso de la actualidad, conviene elaborar una Teología distinta a la que siempre se ha hecho. En los tiempos que corren y que vivimos, el Hombre anda como loco exigiendo sus derechos, mientras la ONU y todos sus bajos fondos mundiales van imponiendo sus deberes, sus propósitos macabros de planificación e ingeniería social de todo tipo: Educativa y Familiar. Individual y Cultural. Ética y Religiosa. 


Y eso crea unas expectativas para el hombre, que dejan muy en último lugar lo que algunos cursis -a la vez que malvados-, llaman el fenómeno religioso. Así, con estos prolegómenos, hacer Teología-de-la-de-siempre, resultaría bastante aburrido porque (de nuevo, según los malvados), no reflejaría los problemas del hombre actual, enredándose en cuestiones inservibles e indigestas para sus entendederas modernas.

Está claro que si esto viene de la UNESCO o de Madame Clinton, es una postura perfectamente lógica, puesto que cae dentro de sus planteamientos y proyectos. Esta aspirante a Presidenta quiere acabar con la influencia de la Religión en las costumbres que tiene la Humanidad y no la deja avanzar. Piensa que es mucho mejor que se dejen influenciar por ella misma y su progresismo pagano e insolente. 


Lo peor es que estos planteamientos andan rondando por nuestros ambientillos cristianos, apareciendo claramente en algunas consignas muy extendidas en los medios católicos. Esto ya no me deja indiferente. Por ejemplo, el pasado mes de marzo, el Papa escribía una breve carta al Cardenal Poli con motivo del Centenario de lo que en otro tiempo fue la Universidad Católica Argentina, antes de las rebajas. Carta que suscitó una contundente respuesta-comentario de mi querido hermano de Religión, Fray Tomás de Aquino, muy bien elaborada y aportando argumentos concluyentes. Merece la pena leer las dos para comprobar la Nouvelle Theologie de estos tiempos, que denuncia Fray Tomás, con el contraste de fondo de la Teología Populista o Popular que se desea imponer (cargándose, claro está, la de siempre).

Hay párrafos, en la carta del Papa, que podrían haber sido escritos por un grupo de teólogos indignados -en jeans y chaquetilla vaquera, con barba y alguna cruz franciscana colgando de la zamarra- resueltos a acabar con la Teología de Siempre. Claro está que todo esto viene aderezado -cómo no-con la necesidad de la misericordia (que para eso estamos en-el-año-de-la-misma). Se plantea todo como un binomio cuya primera parte hay que promocionar, al tiempo que hay que evitar (puaj!!) la segunda parte. Y a mí que me da la nariz que los segundos calificativos van dirigidos a la Teología de Santo Tomás de Aquino, o sea, a la pérfida Teología Pre-conciliar: (otro puaj!!). Así, vemos en la susodicha carta los dos ejes (el bueno y el malo) que definirán al teólogo (bueno o malo):

-Teología de Fronteras versus Teología de Castillo de Cristal.
-Teología de las Necesidades de las personas versus Teología de Disputa Académica.

-Teología basada en los Procesos culturales versus Teología basada en la Revelación y la Tradición.
-Teología de los Conflictos que se viven en las calles, versus Teología de Despacho.

En cuanto a los teólogos, necesitamos …


-Teólogos que huelan a pueblo.
-Teólogos que derramen ungüento y vino en las heridas de los hombres
-Teólogos de hospital de campo.
-Teólogos que no quieran domesticar el misterio

No a los Teólogos de museo. No a los Teólogos balconeros

Como puede verse con facilidad, los términos y expresiones suponen un elaboradísimo análisis de la situación y un conocimiento profundo de la Teología, digna de acabar con todo el tesoro secular de lo que es y significa el conocimiento teológico.

Y un consejo o perla final:

"El teólogo formado en la Universidad Católica Argentina, ha de ser una persona capaz de construir en torno a sí la humanidad, de transmitir la divina verdad cristiana en una dimensión verdaderamente humana, y no un intelectual sin talento, un eticista sin bondad o un burócrata de lo sagrado".

Todo esto se encuentra en el texto de la brevísima pero intensa carta. Creo que los referentes de las segundas partes del binomio deben tener, con toda seguridad, cara de pepinillos en vinagre. Porque no puede ser de otra manera si están en un castillo de cristal, en constantes disputas académicas, sin olor a calle, sin conflictos ni fronteras. La verdad es que dedicar hoy día algunos ratos de estudio o de reflexión teológica al Ser Divino no es aconsejable. Mejor darse una vuelta por los arrabales, las periferias y las fronteras.

Una vez promocionada y aupada la Pontificia Universidad de los Arrabales, será más fácil estudiar allí (pero fuera de las aulas, sentados en el césped), la Teología de Rodillas y la Teología del Conflicto. Me parece estar viendo ya a mis novicios modernistas volver de Roma con su título doctoral bajo el brazo. Doctores en Teología de Barrio con la especialidad en Olor a Conflicto. O con un Master en la Madre-Tierra, basado en el estudio pormenorizado de la nueva publicación que se nos viene encima un día de éstos.

Con esta teología de fondo, se puede entender mejor un breve episodio ocurrido durante la visita del Papa a Bosnia esta semana. Ante la pregunta de alguien sobre los consejos para enfrentarse el cristiano con Internet, el Santo Padre dice claramente que no hay que entrar en contenidos sucios porque quitan la dignidad de las personas.

"Si tú, joven, vives pegado al ordenador, y te haces esclavo del ordenador, pierdes tu libertad. Y si con el ordenador buscas contenidos sucios, pierdes tu dignidad. Ved televisión y usad el ordenador, pero para cosas buenas, cosas grandes, cosas que nos hagan crecer".

Esta es la Teología de los Arrabales con olor a pueblo. Porque antiguamente, alguien habría dicho (desde la Teología de Despacho), que enredarse en suciedades de Internet es un pecado mortal. Cualquier pastor al que todavía le quede tiempo para confesar, sabe que las ovejas están cayendo como moscas en el pecado mortal habitual y repetitivo, por culpa del manejo de Internet. Hablar de perder la dignidad sin referirse al pecado, me parece algo extremadamente grave. Así que yo me quedo con la Teología de Siempre: aunque sea de museo para algunos y de despacho para otros. Quizá por ese lado se puedan salvar más almas.

Fray Gerundio

miércoles, 10 de junio de 2015

Mariano Fazio, nuevo Vicario General del Opus Dei


Monseñor Mariano Fazio es el nuevo Vicario General del Opus Dei, desde el 9 de diciembre de 2014, habiendo sustituido en su labor al sacerdote Fernando Ocariz, Vicario General del Opus Dei, desde el 23 de abril de 1994, que ahora pasa a ser Vicario auxiliar del Prelado Monseñor Javier Echevarría. "Estamos para apoyar al Papá", dice el argentino Monseñor Fazio.

En esta entrada vamos a realizar un repaso rápido acerca de la "evolución" del Opus Dei, pues comienza a ser preocupante, en mi modesta opinión. Me limitaré, básicamente, a colocar enlaces a distintas páginas web, de reconocida solvencia. El que desee informarse más a fondo, lógicamente, tendrá que hacer clic en los enlaces en los que esté especialmente interesado; y haciéndolo entenderá el motivo de mi preocupación, por lo que puede afectar al futuro de la Iglesia.


Haciendo un repaso breve de la reciente historia, hay que decir que Monseñor Mariano Fazio Fernández, cuando era Vicario del Opus Dei en la Argentina (siendo entonces Papa Benedicto XVI), publicó un artículo en el diario Clarín el 20 de agosto de 2011, titulado "El Papa nos dice que la vía es Jesús". El contenido completo del mismo puede encontrarse pinchando aquí  o bien aquíMariano Fazio comenta el mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes del mundo, en la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011No obstante lo dicho, reproduzco también a continuación ese artículo, que ya salió a relucir en una entrada de este mismo blog 
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Todos los tiempos de la historia plantean un desafío a nuestra fe. Para nosotros, los cristianos del siglo XXI, radica en la apertura y la autenticidad. En reconocer y valorar la diversidad de dones y de formas de vivir la unión con Dios, y con sencillez dar testimonio de nuestro encuentro con Él, el testimonio vivencial de que Dios llena el alma de felicidad y redunda en bien de los que tenemos al lado.

Una vida que incluye, que abre las puertas e invita a entrar; una Iglesia que refleje a Cristo que perdona y abre los brazos para recibir a todos: esa Iglesia debemos ser cada uno.

Quizá en otro tiempo, la luz de Dios resplandecía en las catedrales, las mitras, las cátedras, las leyes: hoy debe relucir en los cristianos comunes y corrientes. Juan Pablo II, siguiendo a Pablo VI, ha dicho que nuestra época necesita testigos antes que maestros, más poner el hombro que dar sermones. Para recuperar la luz de la fe, los demás deberían poder ver a Dios cuando miran a los ojos de los cristianos. Deberían encontrar paz, compresión, ánimo, ilusión, humildad, generosidad, alegría.

Vivimos días de búsqueda, en los que palabras como indignación, revuelta, manifestación, insatisfacción, poseen una especial resonancia. La sociedad de consumo no logra saciar al hombre, y los jóvenes lo denuncian. Ese es nuestro eclipse. Sin embargo, los hombres y las mujeres de hoy no renunciamos a los ideales grandes, queremos gritar con fuerza lo mismo que hace tantos años “¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!”. No queremos ceder al cinismo o al conformismo.

Benedicto XVI nos dice que Jesús es el camino para llenar estas expectativas: la vida cristiana es encuentro personal con Cristo. No es una ideología, una doctrina, un programa ético. Es diálogo, confianza, amor. “El hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti”. En medios de estas tinieblas, los cristianos debemos ser luz: este es el mensaje del Papa. Luz que haga brillar a los demás, con sus talentos y sus aportes.

San Josemaría dejó escrito: “Estas crisis mundiales son crisis de santos”. ¡Qué distintos sería el mundo si más cristianos fuéramos santos! Si hubiera más Madres Teresas, más Juan Pablos II, más Ceferinos, más Juanes Bosco… personas como nosotros que reflejaron en su vida la vida de Jesús y fueron fuentes inagotables de paz y esperanza, dejando a su paso un sendero luminoso y alegre.

La juventud no es solo una cuestión de edad, es una cualidad del alma. El alma que tiene proyectos, que piensa que los sueños se pueden lograr, que se ilusiona con que un mundo mejor es posible. Benedicto XVI nos desafía a todos y nos muestra su juventud: un mundo distinto es posible, que tu vida no sea una vida estéril, que sea algo grande, depende de vos: si dejás entrar a Dios en ella, puede ser como la vida de Dios.


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Este artículo ha tenido ya varios comentarios. Citaremos algunos de ellos, especialmente importantes:

En Infocaótica, con fecha 2 de septiembre de 2011, un artículo titulado: La insoportable levedad de Monseñor Mariano Fazio.

En Página católica, con fecha 2 de agosto de 2012, otro comentario a dicho artículo titulado: Confusión revolucionaria también en el Opus

En Germinans Germinabit, con fecha 25 de diciembre de 2014, un nuevo comentario a ese artículo, titulado: Nuevos rumbos del Opus Dei, el cual introduje en este blog con el mismo título, añadiendo algún comentario


Se observa una cierta "evolución" no deseable en el Opus Dei, manifestada cada día más abiertamente, tanto por no defender a aquellos de los suyos que viven conforme a la tradición de la Iglesia (caso de Monseñor Livières, 13 octubre 2014 Aceprensa) y dejarlos solos, aun a sabiendas de que se ha cometido una injusticia en su caso, como -y esto es aún más grave- por la irresponsabilidad y la dejadez que supone (por no decir palabras mayores) el consentir que enemigos declarados de la Iglesia, como Marina Geli, [ artículo de Germinans Germinabit, de fecha 5 marzo 2014] icono pro-gay y pro-abortista, entre otras cosas, haya sido invitada por la dirección del colegio de La Vall -conocido por todos como colegio femenino del Opus en Sant Cugat del Vallés- a darle a sus jóvenes alumnas una lección magistral (que además pretende ser magisterial) sobre el sistema de salud en Cataluña. Y esto mismo ocurrió también en dicho colegio con Pilar Rahola. Es posible que reproduzca en otras entradas algunos de estos artículos, pues muchas de las páginas web de referencia las están cerrando, de modo que los artículos en cuestión, en esos casos concretos, no podrían leerse, al haberse suprimido su origen.

En fin, siguiendo con el caso de Monseñor Mariano Fazio, son muy interesantes los siguientes artículos, en general más recientes que los anteriores, aunque el fondo de lo que se puede apreciar de su lectura sigue siendo el mismo. 

Hispanidad, 16 de diciembre 2014: El Papa Francisco ‘anima’ el relevo en la cúpula del Opus Dei

Hispanidad, 11 de mayo 2015: Opus Dei. Un trabajo con futuro: hermeneuta del Papa Francisco. Se habla aquí de una entrevista que concedió Pablo Ordaz, del diario el País, a Monseñor Mariano Fazio:

El País, 9 de mayo de 2015: Entrevista de Pablo Ordaz a Monseñor Mariano Fazio, a quien se considera como el nuevo hombre fuerte del Opus Dei. No puede dejar de leerse.

El mismo día 9 de mayo de 2015, sale otro artículo en el País, de Juan José Mateo, titulado El Opus diseña la era post-Escrivá

lunes, 8 de junio de 2015

LA POBREZA CRISTIANA Y LA "POBREZA" MARXISTA (Contiene audio del padre Alfonso Gálvez)


Los verdaderos pobres, los pobres según el Evangelio, son ignorados, en el mejor de los casos, cuando no perseguidos abiertamente: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12). La pobreza cristiana es una virtud expresiva del máximo amor posible. Y así lo dice san Pablo: "Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os enriqueciérais con su pobreza" (2 Cor 8,9). 


Pobre es aquel que lo deja todo por amor a Jesucristo, el que renuncia a todo, incluso a su propia vida, pues sabe que "sólo una cosa es necesaria" (Lc 10, 42). Estos son los pobres a los que Jesús se refiere cuando dice en el Sermón de la montaña : "Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5, 3). Y a ellos se refiere también cuando exclama: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien" (Mt 11, 25-26).


El pobre según el Evangelio, el que vive la pobreza cristiana, no es ningún miserable. Es pobre porque está dispuesto a ofrecer todas las cosas y a renunciar a ellas, e incluso a su propia vida, si tal es la voluntad de Jesucristo con relación a él. De este modo no desprecia nada sino que da a todas las cosas su auténtico valor. Y como san Pablo, "todo lo estima como pérdida y lo considera como basura ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús" (Fil 3, 8). 


Para eso vino, precisamente, Jesús: para "evangelizar a los pobres" (Lc 18), pues sólo éstos son los que reciben su Mensaje. O, lo que es igual, quien no recibe el mensaje de Jesús no es pobre, tal y como se entiende la pobreza en el Evangelio. La pobreza cristiana es una de las mayores gracias que Dios concede a quien lo ama de veras; en la pobreza se revela la autenticidad del amor que se dice tener, pues el que ama lo da todo a la persona amada y se queda sin nada. Toda la razón de ser de su vida, lo único que da sentido a su vida, es estar con Aquél a quien ama, por encima de todo, y por quien se siente, a su vez, amado. Pobreza cristiana, Amor evangélico, Alegría perfecta, ..., conforman un todo que sólo se conoce bien cuando se experimenta. 

Nada que ver con la pobreza marxista, que es la que todo el mundo entiende como pobreza y que, desde luego, no trae consigo la alegría ni nada que se le parezca, sino sólo miseria de todo tipo (económico, social, personal, ...), tristeza, depresión y desesperación. 


La pobreza marxista se basa en el odio y en la lucha de clases y lleva a la miseria más inhumana, como puede verse que ocurre en todos aquellos países gobernados por regímenes comunista, en los que el hombre es un mero instrumento y pierde todo su valor como persona, siendo reducido al papel de robot.  


son, precisamente, aquéllos que tanto hablan de "pobreza" y de "opción preferencial por los pobres"  los que se han enriquecido a costa del trabajo de esos pobres a los que "dicen" defender, hipócritamente: nada más lejos de la realidad. Sin ir más lejos, ahí tenemos a Fidel Castro, que introdujo en Cuba el régimen marxista, desde el 1 de enero de 1959: Cuba ya no es la que era. Fidel posee una de las mayores fortunas del mundo, mientras la población cubana se encuentra en la miseria. ¿Donde queda la preocupación por los pobres? Y si nos fijamos en Venezuela, se está llegando a unos niveles de miseria tales que se dice que no van a tener ni siquiera para papel higiénico en el mes de Julio. 


Todos los regímenes marxistas, basados en la mentira sobre el ser humano, y tomando como base de actuación el odio y la lucha de clases, han conducido siempre -y esto es historia comprobada- a la más tremenda de las miserias y a la alienación completa de las personas.


No son estos pobrecillos, que viven en la miseria, aquellos a los que se refiere el Evangelio, cuyo mensaje es de amor y de alegría auténtica, hecho realidad en los santos, que son los que han salvado a la Iglesia en los momentos más críticos de su historia. La pobreza cristiana no es la pobreza marxista. La primera rebosa amor, libertad y progreso. La segunda odio, esclavitud y miseria. 



Padre Alfonso Gálvez
A continuación coloco un enlace a un trozo de homilía del padre Alfonso Gálvez, de 9:45 min de duración, en donde habla, precisamente, de este tema tan importante de la pobreza cristiana que no debe confundirse jamás con la pobreza marxista. No tienen nada que ver la una con la otra. Se puede escuchar el audio pinchando aquíMerece la pena porque, entre otras razones, además del aprendizaje que conlleva la escucha de estas palabras del padre Alfonso, se nota que le salen del corazón, un corazón muy unido al de Jesucristo(1). Y por eso llegan también a nuestro corazón y podemos entenderlas. Rezuman verdadera sabiduría y un inmenso amor a la Iglesia Católica; y van dirigidas a todos los cristianos de buena voluntad.
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(1) Puedo dar fe de ello porque lo conozco desde que yo era un niño de 12 años ... y sé muy bien lo que digo. 

domingo, 7 de junio de 2015

Satanás se ríe ahora, pero venceremos, por Cristo y en Cristo (Luis F. Pérez Bustamante)


Cardenal Kasper

Al cardenal Kasper le parece fabuloso que Irlanda haya aprobado el “matrimonio” homosexual. Le parece igualmente necesario que la Iglesia reconozca las cosas buenas en las uniones homosexuales prolongadas. Pide, además, que se supere la, según él, discriminación injusta contra ellos. Y, faltaría más, reclama a la Iglesia que adopte un nuevo lenguaje. Es más, avisa que esa cuestión será central en el próximo Sínodo.

A mí no me cabe la menor duda de que Satanás está partiéndose de risa en estos momentos. Ni en su sueño más onírico llegó a pensar que alguna vez la Iglesia Católica asistiría al espectáculo de que en un sínodo, -o mejor dicho, en dos sínodos- se discutiría siquiera sobre la aprobación, siquiera sea parcial, de algo que se acerca mucho a la abominación desoladora descrita en la Escritura. Los textos sobre la homosexualidad en la Biblia y en la Tradición son tan claros y contundentes que solo alguien que desprecie la Revelación puede plantear cualquier reconocimiento a unas relaciones contrarias a la ley natural y que Dios considera abominables.

Por otra parte, el argumento del cardenal Kasper para admitir el resultado del referendo en Irlanda valdría igual para aceptar el aborto, la eutanasia y cualquier barbaridad que surgiera de “la voluntad del pueblo". Para ese “príncipe” -ay, ay, ay- de la Iglesia, lo que importa de verdad es lo que diga el mundo,no lo que Dios haya dispuesto.

Satanás se carcajea de que el cardenal Pell tuviera razón al indicar en octubre pasado que:

«La comunión para los divorciados vueltos a casar es para algunos padres sinodales -muy pocos, ciertamente no la mayoría- solo la punta del iceberg, el caballo de Troya. Ellos quieren cambios más amplios, el reconocimiento de las uniones civiles, el reconocimiento de las uniones homosexuales. La Iglesia no puede ir en esa dirección».

Lucifer disfruta viendo como se cumplen las profecías de la Virgen en Akhita sobre su obra dentro de la Iglesia:

La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos.

Eso lo tenemos ya delante de nuestros ojos. Y recordemos que en junio de 1988, Joseph Cardinal Ratzinger, por entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, impartió el juicio definitivo sobre los eventos y mensajes de Akita, juzgándolos confiables y dignos de fe. Quien luego ha sido Papa con el nombre de Benedicto XVI, observó que Akita es una continuación de los mensajes de Fátima.

Poco imaginaba el beato Pablo VI que su afirmación sobre la entrada del humo de Satanás en la Iglesia, sería apenas una sombra de lo que la Iglesia está contemplando más de 40 años después. Estas fueron las palabras del papa beato:

Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en el primer profeta profano —que nos viene a hablar desde algún periódico o desde algún movimiento social— para seguirle y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida.

Y así explicó cómo ocurrió tal cosa:

¿Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: el Demonio. Este misterioso ser que está en la propia carta de San Pedro —que estamos comentando— y al que se hace alusión tantas y cuantas veces en el Evangelio —en los labios de Cristo— vuelve la mención de este enemigo del hombre. Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar…

Kasper, Marx, Bonny, Damasceno, Coccopalmerio, Monsalve, Agrelo, Radcliffe, etc, no son meras anécdotas. Y no son pocos. Son volutas oscuras, luciferinas, abrasadoras de almas. Por razones que a algunos se nos escapan, pero que sin duda Dios permite para sacar algún bien, han recibido vía libre para exponer sus planes al servicio del intento de destrucción de la Iglesia desde dentro de la misma.

Pero no desesperemos. Sigue firme la promesa de Cristo de que las puertas del Hades no prevalecerán. Aunque demasiados han optado por la peor de las actitudes, que es la tibieza y la cobardía, son también muchos los cardenales, obispos, sacerdotes y seglares que no están dispuestos a ceder. Satanás puede reír todo lo que quiera pero su derrota, y la de sus siervos, es segura. Y aunque esos autores de iniquidad llevarán a la perdición a muchos, ni uno solo de los elegidos del Padre se perderá, porque así lo ha dicho el Hijo:

Ésta es la voluntad de Aquel que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado (Jn 6,39). No es tiempo de debilidad, no es tiempo de tibiezas, no es tiempo de desesperanza. Al contrario: Por tanto, amados hermanos míos, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo no es vano en el Señor (1ª Cor 15,58)

Vigilad, estad firmes en la fe, sed fuertes, tened ánimo. (1ª Cor 16,13). Por eso, poneos la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y, tras vencer en todo, permanezcáis firmes. Así pues, estad firmes, “ceñidos en la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia” (Ef 6,13-14)

Por eso, hermanos, manteneos firmes y observad las tradiciones que aprendisteis, tanto de palabra como por carta nuestra (2ª Tes 2,15), sabiendo además que nuestra firmeza no depende de nuestras propias fuerzas: "el Señor es fiel y Él os mantendrá firmes y os guardará del Maligno".
(2ª Tes 3,3)

Hala, pues. Fuera todo temor estéril. No sabemos cómo Dios salvará a su Iglesia de esta brutal acometida de Satanás y sus huestes. Pero sabemos que la salvará. Y si para ello es necesario que entremos en la Parusía -solo el Padre lo sabe-, que así sea.  Hoy más que nunca: Santidad o muerte.

Luis Fernando Pérez Bustamante

INGENIERÍA SOCIAL: ONU y UNICEF (Doctor Bárcena)

D. Alberto Bárcena Pérez

A continuación se puede visualizar otro vídeo del doctor Bárcena en youtube o bien pinchando aquí. Su duración es de 23:25 min. Se trata de una entrevista que le realizó Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) y director de la página web Marcando el Norte. La temática de dicho vídeo está relacionada con el hombre nuevo que quieren crear los masones, a través de lo que se llama "ingeniería social", que incluye divorcio, aborto, ideología de género, planificación familiar, "matrimonios", dictadura del relativismo, etc... 


El doctor Bárcena nos explica ahí una serie de cosas que ignoramos la mayoría de la gente. Sirvan de muestra estos dos ejemplos:


- "Naciones Unidas" ( la ONU) tiene en marcha dos proyectos para imponer una Religión Universal


a) La Carta de la Tierra

b) La Ética Planetaria

"UNICEF", la "agencia de los niños", hace campañas de aborto y esterilización masiva en el tercer mundo


EDAD MEDIA: FUNDACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES (Alberto Bárcena)

Al igual que el vídeo de la entrada anterior, éste es también del profesor Alberto Bárcena y está sacado igualmente de Cristiandad vs Masonería. Tiene una duración de 3min 22 seg. Para acceder a él puedes pulsar aquí o bien escuchar desde 7:39 min a 11:01, más o menos, del vídeo de referencia.




viernes, 5 de junio de 2015

IDEOLOGÍA DE GÉNERO (Alberto Bárcena)





ALBERTO BÁRCENA PÉREZ  Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, doctor en Historia Contemporánea por la CEU San Pablo; profesor, desde 2001, del Instituto de Humanidades Ángel Ayala de la Universidad CEU San Pablo donde imparte y ha impartido las siguientes asignaturas: Historia de las Civilizaciones, Historia de España (coordinador), Historia Social de Europa, Historia y Sociedad y Doctrina Social de la Iglesia en las facultades de Derecho, Económicas y Humanidades; profesor de la Universitas Senioribvs desde el curso 2009-2010 donde imparte Historia III (Moderna) e historia IV (Contemporánea).
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El siguiente video está sacado de otro más extenso de 48:20 min titulado Cristiandad vs Masonería, desde 37:20 min a 39:06 min, aproximadamente

1 min 47 seg

Si se quiere tener más información acerca de la ideología de género puede escucharse el vídeo de Benigno Blanco, de duración 33: 41 min, dividido en cuatro trozos. La escucha del primer trozo puede que sea suficiente. Para ello se puede hacer clic en: Vídeo 1 (9:40 min) Vídeo 2 (8:41 min), Vídeo 3 (7:01 min) y Vídeo 4 (8, 19 min)


Desorientación doctrinal y post-Vaticano II (Ortiz de Zárate)


Este artículo está basado en una entrevista hecha a John Vennari, editor del periódico católico Catholic Family News, en el que se explican las razones por las cuales una inmensa mayoría de católicos han perdido su identidad y son incapaces de enfrentarse contra actitudes anti-católicas por parte del gobierno, de los media, e incluso de la misma Iglesia. Aquí nos limitaremos a resumir el contenido de la entrevista sin hacer referencia directa a las palabras de los interlocutores.

Nadie puede amar ni servir lo que no conoce, y mucho menos defenderlo. Uno de los grandes problemas del Catolicismo actual es que sus miembros son incapaces de identificar y mucho menos de responder o enfrentarse a ciertas actitudes y comportamientos tanto de católicos como de no-católicos. El catolicismo ha perdido su identidad como resultado de un proceso de descomposición en el seno de la Iglesia y de una pobrísima labor de catequización a partir del Concilio Vaticano II.

Los católicos necesitamos crecer en nuestra fe y recibir instrucción para poder conocer lo que siempre ha enseñado la Iglesia en materia doctrinal y moral; saber que las verdades enseñadas por el Magisterio son verdades objetivas dadas por Dios, que no cambian, y que no coartan nuestra libertad sino que nos libran de los miles de errores que nos rodean; saber que todas estas verdades de nuestra fe no son sólo un grupo de fórmulas en las que creer, sino que son perfectamente razonables y cohesionadas las unas con las otras. Junto con esto, el católico debe también ser educado en la oración y en los sacramentos, en el modo de recibirlos dignamente y en la reverencia hacia lo sagrado.


Para esto se necesita que la Jerarquía eclesiástica, especialmente la que reside en el Vaticano, tenga entre sus prioridades la de educar al pueblo católico, ofreciéndole buenos maestros en colegios, universidades, seminarios. Para lo cual es preciso que antes haya buenos y santos maestros espirituales, obispos, cardenales, etc.

Sin embargo, desde el Concilio Vaticano II esta estructura ha desaparecido por completo y los católicos ya no son instruidos en su fe. La Iglesia adoptó posturas totalmente contrarias a las anteriores al Concilio. Tal vez lo que más contribuyó a esto fue la idea modernista de que la verdad es susceptible al cambio, y que había que adaptarla al hombre moderno. Se abandonó por completo la precisión de la teología y filosofía tomista a la par que la Iglesia prefirió adherirse a un ecumenismo en el que ya no se trataba de convertir a nadie, sino de converger con todos en Cristo. Los pastores ya no se oponían a los gobernantes que propagaban crímenes contra Cristo y la Ley Natural. Se pasó a dialogar con ellos. A todas luces parecía como si este nuevo espíritu de aggiornamiento hubiera eclipsado la Iglesia de Cristo y la hubiera sumergido en las tinieblas y en la confusión.

Muchas actitudes de gobernantes y políticos que deberían causar respuesta y oposición masiva entre los católicos, pasan totalmente silenciadas por parte de éstos. Por poner un ejemplo, hace unas semanas el Gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, declaraba en una entrevista que todos aquellos que se opusieran a la legislación y estuvieran en contra del aborto y del matrimonio homosexual, “no tenían cabida en el Estado de Nueva York.” Esta declaración debió haber recibido la respuesta masiva por parte de los católicos con sus obispos a la cabeza. Sin embargo, no sólo ésta no fue masiva, sino que ni siquiera hubo respuesta. Pero, ¿dónde queda la enseñanza de la Iglesia? ¿Dónde están los Pastores que cuiden de su rebaño?

La Iglesia anterior al Concilio combatía contra la tiranía de los gobernantes y del Estado. Pío XII, por ejemplo, en señal de oposición ante la tiranía Hitleriana, mandó cerrar todas las iglesias, librerías e instituciones católicas cuando Hitler visitó Italia durante la Segunda Guerra Mundial


Hoy la tiranía opera de modo distinto, pero sigue siendo tiranía.

- Es tiránico un Estado que dice que el asesinato masivo de los no-nacidos está bien, porque así está legislado.

- Tiranía es también obligar a instituciones católicas a financiar la anticoncepción y esterilización, so pena de hacerlas desaparecer.


Y ante esta tiranía en la que el Estado asume total control de la vida íntima de las personas, ¿cuál es la actitud de los Pastores? Ciertamente no es la de Pío XII. Todo lo contrario. Así, por ejemplo, se ve al Cardenal Dolan riéndose y fotografiándose con Cuomo y con Obama, enemigos acérrimos de Cristo.

Obama y cardenal Dolan riéndose juntos

Y esto causa muchísima confusión entre los fieles, pues ven a sus Pastores dialogando y riéndose con los lobos y, como es natural, los fieles creen que eso está bien y ellos mismos se acercan al lobo y son devorados. 

Aquella actitud combativa de la Iglesia de antaño ha quedado totalmente eliminada y se ha pasado a una actitud de mano tendida al enemigo.

Los Obispos, si quisieran, ciertamente tendrían el poder de hacerse oír, y de parar este tipo de situaciones, o por lo menos de detener ciertos procesos. Lo mínimo que podrían hacer contra estos políticos pseudo-católicos y pro-abortistas es negarles la comunión cuando éstos vienen descaradamente a recibirla –quebrantando así la Ley Canónica y cometiendo un gravísimo sacrilegio.

Sin embargo, la inactividad por parte de la Jerarquía es abrumadora, y los fieles una vez más se quedan sin la doctrina clara de que un pecador público o quien esté en pecado mortal no puede acercarse a la comunión so pena de cometer un sacrilegio. El sacerdote que, sabiendo esto, distribuye la Sagrada Hostia a un pecador público es cómplice en el sacrilegio y también es culpable del pecado de escándalo al mostrar que algo malo es algo bueno. Pero a la Jerarquía actual no parece preocuparle nada de esto.

Lo mismo sucede con el tema de la homosexualidad. A los católicos ya no se les enseña que Dios los creó hombre y mujer, y que el fin del matrimonio y del acto marital es, en primer lugar, la procreación y educación de los hijos y, en segundo lugar, una muestra del amor mutuo de los cónyuges. Sin embargo, el hombre de hoy desconoce esto. Para él, todo acto carnal es una mera expresión de amor, entendido éste como autosatisfacción, que se puede llevar a cabo con cualquier persona, ya sea del mismo sexo o del sexo opuesto. Y mientras tanto la Iglesia calla, no emite juicios.

El mismo Santo Padre a su regreso de la Jornada Mundial de la Juventud, cuando se le preguntó por qué no había hablado a los jóvenes del aborto y de la homosexualidad, respondió que “no era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.” Pero la triste verdad es que no lo saben, porque nadie les ha adoctrinado.

Con todo, hay todavía sacerdotes, obispos y cardenales que tienen las ideas claras y se oponen a esto, pero son perseguidos, acusados de tradicionalistas, de retrógrados, de no estar en sintonía con la Iglesia moderna; con frecuencia se les transfiere, en el mejor de los casos, a asilos de ancianos, donde puedan hacer el menor "daño" posible. El Cardenal Burke, por ejemplo, a instancias del obispado Americano, fue depuesto de uno de sus cargos en Roma más importantes, por insistir en que hay que negar la comunión a políticos corruptos promotores de inmoralidad.

A causa del nuevo rumbo que ha adoptado la Iglesia en estos últimos años, muchos católicos carentes de todo alimento doctrinal actúan más bien movidos por sus sentimientos y por lo que les dicta el corazón. Se ha pasado, por decirlo así, de una religión fundada en el dogma y el magisterio a una religión puramente sentimentalista, centrándose principalmente en el aspecto humanitario de la misma.

Nuestro Santo Padre es quien mejor ejemplifica este giro humanitario que ha dado la Iglesia, pues no es tanto un hombre de doctrina como un hombre de acción, que se vuelca en sentimientos hacia los demás. Bien es cierto que nuestro Señor dijo: “Amad a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo” (Mt. 22, 36-40) , pero en este mandamiento lo primero es Dios, amarlo a Él. Y amar a Dios es conocer su doctrina, obedecerla, aceptarla, y vivir según sus mandamientos. Y una vez hecho esto, la consecuencia inmediata es amar al prójimo.

Pero hoy lo que tenemos es un énfasis exagerado en el aspecto humanitario. Hasta tal punto esto es así que nuestro Santo Padre llegó a decir que: “los males más graves que afligen al mundo en estos años son el desempleo de los jóvenes y la soledad en la que son abandonados los viejos.” ( Entrevista de Eugenio Scalfari, director de La Repubblica de Italia al Papa Francisco, publicada el 1 de octubre de 2013).

Nuestro Papa ha insinuado que la Iglesia Católica nunca se ha preocupado del aspecto humanitario en toda su larga historia. Lo cual no es más que una muestra del orgullo y la arrogancia de los revolucionarios del Vaticano II. Todos hablan de humildad, pero esto no es más que orgullo, arrogancia, e ignorancia. Y estas cualidades no son las que uno espera de un líder. ¿Qué hay entonces del trabajo de miles de misioneros que vinieron a América a evangelizar y que tuvieron que pasar por incontables penurias y calamidades? La Iglesia actual cree que es la única en la historia que ejerce la caridad con el prójimo.

Otro tema desconcertante es el desprecio general que los obispos, con el Santo Padre a la cabeza, muestran por la Tradición, junto con el rechazo de todos aquéllos que buscan estabilidad y certidumbre en la doctrina. El Papa se mofa de éstos y, sin embargo alaba a aquellos que justifican la homosexualidad como al difunto Cardenal Martini, a quien llama Padre de toda la Iglesia, y de quien el mismo Francisco ha tomado muchas de sus ideas.

Definitivamente hemos perdido nuestras raíces, pero sólo hasta cierto punto, porque la Iglesia y la fe católica no han desaparecido.

Vivimos tiempos oscuros en los que da la impresión que el sol ya no brilla, y que todo parece perdido. Pero esto, en vez de desanimarnos, nos debería llenar de esperanza, porque el triunfo de Cristo y de su Iglesia están más cercanos. Y este triunfo será el triunfo sobre el Vaticano II, sobre el Modernismo, y sobre todos aquellos que, por omisión, permiten a los enemigos de Cristo causar tanto daño a la Iglesia.

Tenemos la promesa de Jesucristo de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. (Mt. 16, 18). Lo que nos queda a nosotros es rezar y aferrarnos más que nunca a la Tradición y a la Enseñanza doctrinal y moral trasmitida por la Iglesia durante siglos; es ahí donde encontraremos la verdad.

Ortiz de Zárate

martes, 2 de junio de 2015

IRLANDA: ¿QUIÉN TIENE LA CULPA DE LA APOSTASÍA? (Roberto de Mattei)

Un artículo extraordinario de Roberto de Mattei, con un análisis certero acerca de la realidad histórica que estamos viviendo. Puede leerse directamente en este blog [aunque los colores, tipo y tamaño de letra, cursivas, negritas, etc... , son míos] o bien pinchando aquí.


En su obra maestra El alma de todo apostolado, Jean-Baptiste Chautard (1858-1935), abad trapense de Sept-Fons, enuncia esta máxima: “A un sacerdote santo corresponde un pueblo fervoroso; a un sacerdote fervoroso un pueblo piadoso; a un sacerdote piadoso un pueblo honrado; y a un sacerdote honrado un pueblo impío”. Si es cierto que siempre hay un grado de diferencia en cuanto a vida espiritual entre el clero y el pueblo católico, después del plebiscito celebrado en Dublín el pasado 22 de mayo habría que añadir: “Y a un sacerdote impío corresponde un pueblo apóstata”.

Irlanda es, en efecto, el primer país en el que el reconocimiento legal de las uniones homosexuales no se ha introducido desde arriba, sino desde abajo, por medio de un referéndum. Pero Irlanda es también uno de los países con una tradición católica más antigua y arraigada, y en el que todavía existe relativamente una marcada influencia del clero sobre una parte de la población. No es una novedad que el sí al matrimonio gay gozara del apoyo de todos los partidos, ya fueran de derecha, centro e izquierda. No sorprende que todos los medios hayan apoyado la campaña pro LGTB, ni que haya habido una masiva intervención económica extranjera a favor de dicha campaña. Sin hablar de que, habiendo votado el 60 % de la población, sólo el 37,5 % de los ciudadanos se manifestó a favor de la propuesta y el gobierno había barajado hábilmente las cartas, aprobando en enero de este año una ley que consiente la adopción por parte de homosexuales, antes de reconocer el falso matrimonio gay. 


Lo que suscita el mayor escándalo son el silencio, las omisiones y la complicidad de los sacerdotes y obispos irlandeses durante la campaña electoral. Para muestra, un botón: antes de las elecciones, el arzobispo de Dublín Diamund Martin declaró que él habría votado en contra del matrimonio homosexual, pero no habría dicho a los católicos cómo debían votar (LifeSiteNews.com, 21 de mayo). Después del referéndum, ha declarado a la televisión nacional irlandesa que “no se puede negar la evidencia”, y que la Iglesia de Irlanda “debe tener en cuenta la realidad”. Lo que ha sucedido, añade monseñor Martin, “no ha sido sólo el triunfo de campañas a favor del sí o del no, sino que revela un fenómeno mucho más profundo” que “obliga a reevaluar la pastoral juvenil: en el referéndum ha ganado el voto de los jóvenes, y el 90% de los jóvenes que han participado ha asistido a colegios católicos” (www.corriere.it/esteri/. 15 de mayo).

En general y con pocas excepciones, esta postura refleja la del clero irlandés, que ha adoptado la línea que auspicia en Italia el secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Nunzio Galantino: evitar a toda costa polémicas y desencuentros: “No se trata de ver quién grita más, los fanáticos de ambas partes se excluyen ellos mismos” (Corriere della Sera, 24 de mayo). Lo que equivale a decir: arrinconemos la predicación del Evangelio y de los valores de la fe y la Tradición católica para buscar un punto de encuentro, y contemporicemos con los adversarios. 

Sin embargo, el 19 de marzo de 2010, en su carta a los católicos de Irlanda, Benedicto XVI había invitado al clero y al pueblo de la isla a volver “a los ideales de santidad, caridad y sabiduría trascendente … que en otros tiempos hicieron grande a Europa y que hoy pueden refundarla” (nº 3), así como a “sacar inspiración de la riqueza de una gran tradición religiosa y cultural” (nº 12), que no está superada, aunque a ella se oponga “una vertiginosa transformación social que con frecuencia ha tenido un efecto adverso en la tradicional adhesión del pueblo a las enseñanzas y valores católicos” (nº 4).

Más adelante en la carta, Benedicto XVI afirma que en los años sesenta fue determinante la tendencia de un sector de los sacerdotes y los religiosos a adoptar mentalidades y valoraciones propias de la realidad secular sin tomar suficientemente como referencia al Evangelio”. Esta tendencia es la misma que volvemos a encontrar hoy en día. En ella está la causa del proceso de degradación moral que desde los años del Concilio Vaticano II ha barrido como una avalancha las costumbres e instituciones católicas. 

Si hoy los irlandeses, a pesar de seguir siendo mayoritariamente católicos, abandonan la fe, la razón no es sólo la pérdida de prestigio de consenso en la Iglesia a raíz de los escándalos con relación a abusos sexuales. La verdadera causa es que sus pastores han capitulado cultural y moralmente ante el mundo, aceptan esa degradación como una evidencia sociológica sin plantearse el problema de su propia responsabilidad. En este sentido, su comportamiento es impío, falto de piedad, ofensivo para la religión, aunque no sea formalmente herético. Pero todo católico que ha votado sí, es decir, la mayoría de los católicos que se han expresado en las urnas, se ha manchado de apostasía. La apostasía de un pueblo cuya constitución se inicia todavía con una invocación a la Santísima Trinidad.

La apostasía es un pecado más grave que la impiedad, porque supone renegar explícitamente de la fe y la moral católicas. Y la mayor responsabilidad de este pecado público corresponde a los pastores que la han tolerado y fomentado con su conducta. Las consecuencias del referéndum de Irlanda serán devastadoras

Cuarenta y ocho horas después de la votación se reunieron en Roma, bajo la dirección del cardenal Reinhard Marx, los principales miembros de las conferencias episcopales alemana, suiza y francesa para planificar su actuación con miras al próximo Sínodo. Según el periodista allí presente, los temas que se trataron fueron “matrimonio y divorcio”, “la sexualidad como expresión del amor” (La Repubblica, 26 de mayo de 2015). La misma línea que trazó el cardenal Kasper: la secularización es un proceso irreversible al que debe adaptarse la realidad pastoral. Y para el arzobispo Bruno Forte, el mismo que pedía en el Sínodo “la codificación de los derechos homosexuales”, y al que el Papa ha confirmado en su cargo de secretario especial del Sínodo de la Familia, “se trata de un proceso cultural de secularización audaz en el cual participa de lleno Europa” (Corriere della sera, 25 de mayo de 2015).

Por último, hay una cuestión que no se puede eludir: el silencio sepulcral del papa Francisco sobre Irlanda. Durante la misa de apertura de la Asamblea de Cáritas el 12 de mayo pasado, el Sumo Pontífice tronó contra “los poderosos de la tierra”, recordándoles que “Dios los juzgará un día, y quedará manifiesto si realmente intentaron darle de comer en toda persona y se preocuparon por evitar la destrucción del medio ambiente, para que pueda producir los alimentos necesarios”. El 21 de noviembre de 2014, comentando el pasaje evangélico en que Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, el Papa lanzó su anatema contra una Iglesia que sólo piensa en hacer negocios y comete “pecado de escándalo”. Con frecuencia, Francisco denuncia la corrupción, el tráfico de armas y de esclavos, y la vanidad del poder y del dinero. El 11 de junio de 2014, aludiendo a los políticos corruptos, a los que lucran con “el trabajo de los esclavos” y los “mercaderes de la muerte”, el Vicario de Cristo les amonestó pidiendo que “el temor de Dios les haga entender que un día todo se acabará y deberán rendirle cuentas”. “El temor de Dios” abre el corazón de los hombres “a la bondad, a la misericordia y a la ternura” de Dios, pero “es también un toque de alarma ante la pertinacia del pecado”.

Ahora bien, la aprobación legal del vicio contra natura, ¿no es acaso incomparablemente más grave que los pecados que recuerda el Papa con tanta frecuencia? ¿Por qué en los días previos al plebiscito no hizo el Santo Padre una exhortación vehemente y fervorosa a los irlandeses recordándoles que infringir las leyes divinas y naturales es un pecado social del que un día deberán dar cuentas a Dios el pueblo y sus pastores? ¿No se hace también cómplice de este escándalo con su silencio?

Roberto de Mattei

lunes, 1 de junio de 2015

A propósito del referéndum de Irlanda (Varios autores)




Con relación a este tema del resultado del referéndum en Irlanda sobre el "matrimonio" homosexual hay un vídeo muy interesante del padre Santiago Martín, de 11:09 minutos de duración, al que puede accederse pinchando aquí

También he encontrado un audio de Monseñor Munilla, de 10:09 min, en el que habla sobre el mismo asunto.


El Padre Alfonso Gálvez, hablando de la grave situación en la que se encuentra la Iglesia se refiere también, entre otras muchas otras cosas, al referéndum de Irlanda. Podemos escucharlo en un audio de 3:32 min de duración que forma parte de una homilía.





Monseñor Rajoy (por Fray Gerundio)

El original de este artículo puede leerse también pinchando aquí


El descalabro monumental sufrido por el Partido Popular en las recientes elecciones y la desolación que sufren sus mandamases al sentirse abandonados por millones de votantes, deja claro que los españoles han castigado la traición perpetrada por unos líderes que abandonaron sus principios, ideales y modos de gobernar de las primeras épocas. Siendo católicos, la gran mayoría de aquellos votantes se sintieron antaño cobijados en él, con la esperanza de regenerar una España que acababa de salir de los años negros del Socialismo. 

Pero bueno, como yo no estoy sumergido en estas cuestiones de la política, ni es mi oficio hacer consideraciones más allá de mi celda, no analizaré en profundidad ni el resultado, ni las causas, ni lo que se nos puede venir encima en esta España otrora católica, y ahora más desangelada que el propio Partido Popular.

Si traigo hoy este tema como comentario, es porque me quedé divertidamente sorprendido al escuchar al día siguiente de las elecciones, las explicaciones de Mariano Rajoy, Presidente del Partido y Presidente del Gobierno:

Llevo muchos años en este partido, lo conozco bien y estoy muy cómodo y muy tranquilo. No tengo previsto hacer cambios en el Gobierno ni en el partido. No me parece que el problema venga de cambiar o dejar de cambiar


Y es que se me venían a las mientes las declaraciones descarnadamente optimistas -descaradamente optimistas-, que han venido haciendo tantos y tantos eclesiásticos (de alto y bajo rango), desde los últimos 40 años. No hay que cambiar nada, estamos tranquilos, todo va bien y nos sentimos cómodos.

El monumental desastre que ha sobrevenido a la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II, debería haber necesitado una auto-crítica (como se dice ahora) que pudiera explicar el desastroso resultado de aquella inspiración del Espíritu Santo al Papa Roncalli. Por lo visto estuvo muy poco inspirado, sea dicho con todos los respetos y si me permiten la ironía. Al menos, a la vista de los resultados.

Llevamos en la Iglesia 40 años diciendo -como ahora Rajoy-, que aquí no pasa nada, que nos sentimos cómodos, que no hay que hacer cambios, que el Concilio se ha malinterpretado, que no se han recogido los verdaderos frutos que salieron de él… y un largo etcétera de insensateces, bulos, mentiras y trolas de diverso calibre. Todo ello para intentar absolver al Concilio y sus secuaces de lo que se vino encima en los años inmediatamente posteriores.

Hasta hubo alguna lumbrera (cuyo nombre desconozco), que llegó a descubrir un maravilloso axioma: Post hoc, sed non proter hoc, para indicar que todo el desastre había venido después del Concilio (en el tiempo), pero NO a causa del Concilio. O sea, como Rajoy. Los Obispos se sentían cómodos, y su desvelo pastoral debía escorarse hacia el intento de hacer ver a sus ovejuelas que todo esto que pasó, pasó porque tenía que pasar, y pasó después de lo que pasó, pero no a causa de lo que pasó. No es extraño que desde entonces multitud de católicos entraran en el grupo de los tontos de capirote, pazguatos y bobalicones, desorientados y desnortados, o simplemente malvados, mientras muchos de los Pastores entraron en el grupo de los Timadores de Oficio y Estafadores Doctrinarios.

Y es que hoy día se sabe que para destruir una Institución, no hacen falta suicidas con una docena de bombas en el chaleco. Se puede destruir todo mucho mejor desde dentro: Obispos que quieren acabar con el depósito de la Fe, sacerdotes que no creen en el sacerdocio, catequistas que ni se saben el Catecismo ni les importa, tribunales matrimoniales que no creen en la indisolubilidad del matrimonio… y así podríamos seguir.

Éstos deberían fundar un partido político que se llamara Derribemos. Podrían presentarse como esos jueces que no creen en la judicatura, o los políticos que juran la Constitución y no creen en la Constitución, o los parlamentarios que no creen en el Parlamento y se pasan unos años cobrando, para poder cargarse desde dentro las susodichas instituciones.

Así pues, sigamos la consigna de que debemos estar tranquilos. Estamos en la Primavera de la Iglesia. Todo va bien desde 1965. La pérdida estrepitosa de vocaciones junto con la batalla emprendida contra el celibato sacerdotal, las catequesis convertidas en sesiones psicológicas para niños pazguatos, la obediencia de las ordenes religiosas completamente destruida, el Magisterio anterior eliminado, los sacramentos convertidos en eventos sociales (puesto que ya no se cree que den la Gracia), los dogmas puestos en duda, la juventud alejada de la práctica católica (aunque muy cercana a todas las JMJ que les organicen), el matrimonio anulado, la vida religiosa relajada, el marxismo, el populismo y las simpatías por los comunismos, promovidos desde lo Altotodo eso no son más que apariencias, infundios, engañifas y paparruchas. Porque en realidad, -dicen los Pastores con Olor a Oveja-, todo va bien. ¡¡ Y pobre de la oveja que no esté de acuerdo !!

Con este panorana, ¿alguien se puede extrañar de lo que ha pasado en Irlanda? La destrucción del catolicismo irlandés, ¿ha sido post hoc o ha sido propter hoc? Yo pienso que efectivamente también ha sido post hoc, como en España. O sea, después del abandono de las ovejas por parte de sus Pastores, que miraban a otro lado, mientras el lobo se ponía en plan gourmet a zamparse la merienda. Y por supuesto, ha sido a causa del terremoto ideológico que supuso aquella proeza de abrir las ventanas del Vaticano a todos los aires, corrientes, culturas y masonerías.

Mis novicios modernistas, que se pasan la vida de peregrinaciones, alternando con las chicas de las catequesis y pastorales cercanas (a veces excesivamente cercanas), completamente mundanizados y sumergidos en lo más granado de las últimas tecnologías, pero que no estudian nada, ni se espera que lo hagan, están encantados (como Rajoy) con la actual situación de la Iglesia y de España. Al fin y al cabo han percibido que en las Altas Esferas de la Iglesia, se ven con gusto los programas de Podemos y demás familia. Vamos, que si se consultara a alguna autoridad que yo me sé, imagino por dónde iría el sentido del voto.

Si al final reacciona el Partido Popular y manda a Rajoy a freir espárragos, creo que no hay que preocuparse por el futuro de tamaño personaje. Está perfectamente capacitado para recibir una mitra. Porque él, como tantos y tantos Obispos de la Católica Iglesia, se siente tranquilo y cómodo.

¡¡Enhorabuena por estos maravillosos resultados electorales, Monseñor Rajoy!!



Fray Gerundio