BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



martes, 9 de agosto de 2022

El ‘indietrismo’ es cuestión de fechas (Carlos Esteban)



Acusado por el zar de Rusia de ser un traidor, Charles Maurice de Tayllerand, que había servido bajo todos los regímenes que se sucedieron en la Francia revolucionaria y en la restauración posterior, respondió: “La traición es una cuestión de fechas”. Y es que la historia solo reconoce como traidor al que se equivoca de bando.

Y se me ocurre que el “indietrismo”, la involución, que últimamente tanto denuncia el Santo Padre, tiene la misma característica: es cuestión de fechas. Es decir, todo el mundo es ‘indietrista’ porque todo el mundo tiene una fecha pasada que considera el inicio correcto.

El Papa es indietrista del Vaticano II tanto como los odiados y rígidos tradicionalistas lo son de un tiempo anterior a lo que, numéricamente, al menos, fue una catástrofe sin precedentes para la práctica católica.

La diferencia más notable, aunque solo sea desde el punto de vista secular, histórico, es que a los tradicionalistas no se les puede ya motejar de nostálgicos, porque nadie puede sentir nostalgia de lo no vivido. No quieren volver a un rito y a una práctica de culto que les recuerde a su juventud, porque ha pasado ya más de medio siglo, y los jóvenes abundan entre los seguidores del rito tridentino. Más bien, aspiran a reconectar con la Iglesia de siempre, con una forma de adoración ininterrumpida, reflejo de una doctrina perenne.

El indietrismo vaticano, en cambio, quiere volver a los tiempos del ‘Espíritu del Concilio’, que sí vivieron, que sí fue para muchos añosos clérigos el espíritu de su juventud. El resultado tiene algo de patético, como volver a los pantalones de campana, si se me perdona la frivolidad de la analogía. Y es que el Concilio, por voluntad expresa, pretendía un ‘aggiornamento’, una puesta al día, una adaptación al mundo de los años sesenta y setenta.

Y lo que hace parecer especialmente envejecida esta estrategia es un doble problema. El primero es que los retos que planteaba ese tiempo no son los que vivimos ahora; sus circunstancias son muy otras, y se nota.

El segundo es aún más llamativo: ante la crisis de la Iglesia en esa época convulsa, para detener una sangría ya en marcha, se ensayaron soluciones que habría de darle la vuelta y propiciar una ‘primavera de la Iglesia’. Y en ese momento aún podía sostenerse que las innovaciones serían eficaces. Hoy, no. Este medio siglo es testimonio demasiado expresivo del fracaso, y volver a él, dar dos tazas de arroz a quien no quiere una, resulta desconcertante, cuando menos.

Carlos Esteban