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martes, 3 de febrero de 2015

Rabbitgate (1/2) [Christopher A. Ferrara]


El título original es Rabbitgate: Could This Be a Good Thing y hace referencia a una especie de Watergate en el seno de la Iglesia. Así me ha parecido entenderlo, al menos. Se trata de un artículo extraordinario y de alto interés, que dice la verdad sin ambages y con valentía, llamando a las cosas por su nombre. Altamente esclarecedor para todo aquel que quiera ver, porque los hechos están ahí: son indiscutibles. Y todos apuntan en el mismo sentido: en el de una Iglesia que se ha arrodillado ante el mundo, tomando los "valores" del mundo como propios ...¡algo que la Iglesia no puede hacer! No obstante lo hace, traicionando así la misión que recibió de Jesucristo, su Fundador. 

Lo propio en un cristiano es ser odiado por el mundo. Esto no lo digo yo, lo dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os dije: 'No es el siervo más que su señor'. Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán. Si guardaron mi palabra, también guardarán la vuestra" (Jn 15, 18-20). Y les dijo también: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6, 26). 


¿Qué observamos hoy en día? Está muy claro, para todo el que quiera ver. Y es que, con el pretexto de "abrirse" a todos los hombres, se está haciendo, en la Iglesia, un uso fraudulento del Mensaje de Cristo; en su Nombre, y bajo la excusa de que lo importante es la "pastoral" (¡otra palabra adulterada!) se intenta destruir la verdadera y única doctrina de Jesús, cambiándola por otra más en consonancia con los "tiempos modernos". La Iglesia está acobardada porque se ha perdido la fe en Jesucristo, como verdadero Dios y hombre verdadero; a consecuencia de lo cual no es la Iglesia la que está ganando adeptos, sino que es el mundo el que, de hecho, está penetrando en la Iglesia, intentando "transformarla" por todos los medios. Pero, transformarla, ¿en qué? No lo sabemos, pero desde luego, lo que fuese no sería ya la verdadera Iglesia de Cristo! 

Lo que ocurrirá sólo Dios lo sabe. Si es la legítima Iglesia, no habría más remedio que adherirse a ella, pero sólo de modo oficial, pues por encima de todo está la obediencia a la Palabra de Dios, fielmente interpretada por la Iglesia de veinte siglos, hasta que llegó el Vaticano II. La Iglesia no comenzó hace 50 años. No nos podemos inventar una nueva Iglesia. De manera que si llegáramos a esa situación, no nos quedaría otra opción que hacer nuestras las palabras de san Pedro: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29); y, por lo tanto, seguir manteniéndonos fieles al depósito recibido, que no engaña, pues "Jesucristo es el mismo ayer y hoy; y lo será siempre" (Heb 13, 8)

Si Dios así lo permite, siempre nos queda la esperanza de saber que " todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28). Es de reconocer, sin embargo, que Dios nos lo está poniendo muy difícil ... se trata de una prueba de fuego, tal vez para que salgan a relucir aquellos que de verdad quieren a Jesús; y que no se avergüenzan de Él, en medio de un mundo -y de cierta parte de la Iglesia- que le ha dado la espalda; y se ha cerrado a la Verdad. Pero contamos con su ayuda, la cual nunca nos va a faltar. Eso es motivo de alegría. Las persecuciones nos sirven para participar en la misma vida de Jesús. En ellas - más que cuando todo nos sale a pedir de boca- se hace patente la autenticidad del amor que le tenemos a nuestro Maestro y Señor. Y sus Palabras resuenan en nuestro corazón: "No os dejaré huérfanos" (Jn 14, 18). "Confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33).  No estamos solos: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).   

(Continuará)