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viernes, 12 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (12) [Misericordia selectiva-1](María Teresa Moretti )



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Acerca de los Franciscanos de la Inmaculada ya se ha hablado anteriormente en este blog, en varias ocasiones. Es un caso clarísimo de misericordia selectiva, lo que en términos coloquiales suele denominarse también la ley del embudo. Hay una serie de artículos (siete, para ser precisos) escritos recientemente por María Teresa Moretti  cuya lectura nos puede situar un poco con relación a este gran problema surgido en el seno de la Iglesia Católica; y del que apenas si se habla, siendo así que es de una importancia capital. En estas dos entradas me voy a limitar a entresacar (o bien resumir) algunos párrafos de dichos escritos.
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Desde que en 1969 el Padre Stefano Maria Manelli, hijo espiritual de San Pío de Pietrelcina, en la estela de la invitación conciliar a volver a las fuentes originarias para reavivar la vida religiosa, fundara una pequeña comunidad franciscana, la Congregación de los Franciscanos de la Inmaculada, ésta floreció hasta ser reconocida, en 1998, de derecho pontificio. A finales de 2012 se contaban 384 frailes (en 55 comunidades) y 400 monjas (en 48 conventos), además de muchos grupos de terciarios con votos.

En el invierno eclesial que se abatió sobre la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, los Franciscanos y las Franciscanas de la Inmaculada eran uno de los pocos “brotes verdes” en el gélido panorama de abandono de la vida religiosa y de apostasía generalizada. Su caso era la prueba fehaciente de que precisamente la austeridad y pobreza evangélicas, el testimonio coherente de oración y penitencia, el seguimiento de la Tradición de la Iglesia Católica y, sobre todo, la fidelidad a la Cruz siguen atrayendo no sólo a vocaciones jóvenes, sino a toda alma sedienta de encontrarse con Cristo en su Iglesia.

Los Franciscanos de la Inmaculada representaban la vitalidad del escándalo de la Cruz en una Iglesia empeñada primero en disimularla, luego en ocultarla y, finalmente, si fuera posible, en borrarla de su historia y de la historia del mundo.
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Stefano Manelli: Nuevo mártir de la Tradición

Resumen de los sucesos principales ocurridos después de la promulgación, el 11 de julio de 2013, del Decreto de nombramiento del Capuchino Padre F. Volpi como Comisario Apostólico de los Franciscanos de la Inmaculada. Nos ceñiremos, exclusivamente, a los acontecimientos de la trama principal, aquella urdida desde el principio para destruir una Orden religiosa floreciente culpable de “desviacionismo tradicionalista” y hasta de “cripto-lefebvrismo”. Lo haremos en varios puntos:

1. Prohibición de celebrar la Misa según el Vetus Ordo


Es una manifestación directa de la voluntad del Papa Francisco que comienza a ser efectiva a partir del 11 de agosto de 2013. Tal prohibición es una sanción en evidente contraste con la legislación vigente de la Iglesia en materia de liturgia, recogida en la Bula "Quo primum" de San Pío V (1570) y en el Motu Proprio "Summorum pontificum" de Benedicto XVI (2007). La prohibición sigue aún vigente y es acatada con obediencia por parte del Instituto


2. Confinamiento del Padre Manelli


Considerado implícitamente culpable de haber alejado a sus hijos espirituales del “sentire cum Ecclesia” (especialmente por la aplicación del Motu Proprio ‘Summorum pontificum’ de Benedicto XVI), el Padre Manelli, fundador del Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada, gravemente enfermo, es enviado a un convento del sur de Italia, con la prohibición de recibir visitas, incluso de sus familiares, bajo pena de pecado grave, y también de recibir llamadas telefónicas o cualquier otro tipo de contacto directo con el mundo exterior. 


El aislamiento al que está sometido el Padre Manelli es tan estrecho que el Comisario Apostólico le ha prohibido incluso, el día de su 81º cumpleaños (1 de mayo de 2014), ir a visitar la tumba de sus padres (Settimio Manelli y Licia Gualandris, ambos declarados Siervos de Dios) y de celebrar la Santa Misa por ellos. Desde el primer momento, el Padre Manelli obedece en silencio, siguiendo también en esta prueba tan dolorosa las huellas de su padre espiritual, San Pío de Pietrelcina


El “martirio blanco” que está padeciendo lo acerca aún más a la larga lista de fundadores que, al final de su vida, se vieron perseguidos ferozmente por sus propios discípulos y por la Jerarquía eclesiástica: de San Benito de Nursia a San Francisco de Asís, de San Juan de la Cruz a San Alfonso María de Ligorio, de Santa Teresa de Jesús a San Juan de la Cruz. Desde luego, el Padre Manelli está en buena compañía.


3. Gran Purga en la cúpula de la Orden


Después del nombramiento del Padre Volpi, se procede rápidamente a la destitución de los cargos del Instituto. Los frailes fieles al carisma de los Padres Fundadores son transferidos y alejados, con furia y precipitación, a la vez que se promocionan, en todos los niveles de la Orden, a los hermanos que apoyan la “nueva” orientación.


- En esta línea, sin motivos claros, se aparta de la enseñanza al Padre Alessandro Maria Apollonio, Procurador General, Presidente del Seminario Teológico y Guardián del convento de Roma-Boccea, y se le traslada a Portugal


- También se aleja de la enseñanza y de toda actividad, enviándolo a Austria, al Padre Serafino Maria Lanzetta, Superior de la Casa Mariana de Florencia y Profesor de Teología Moral en el Seminario Teológico “Inmaculada Mediadora”, fecundo organizador de congresos, jornadas de estudio e iniciativas pastorales. 


- Igualmente, al Padre Francesco Maria Budani, que estaba estudiando Derecho Canónico, se le traslada, de la noche a la mañana, a África impidiéndole así continuar sus estudios. 


- Misma suerte para el Padre Settimio Maria Manelli y el Padre Paolo Maria Siano, respectivamente Rector y Vice-Rector del Seminario, que son destituidos de sus cargos y reemplazados por dos hermanos de la “nueva” línea, uno de ellos ni siquiera bachiller en Teología (…)


[Hay, además, un dato a tener en cuenta: el Padre Siano, Profesor de Historia de la Iglesia, es un experto en masonería y autor de dos importantes libros sobre los orígenes, la ritualidad y el simbolismo de esta peligrosa institución sectaria violentamente anticristiana y anticatólica. Una de sus últimas conferencias antes del nombramiento del Comisario tuvo lugar precisamente en Florencia, el 1 de marzo de 2013. Pues bien, según Giovanni Pallanti (ex vice-Alcalde de Florencia, historiador y periodista) detrás del susodicho nombramiento estaría también la irritación tanto de las logias como de ciertos sectores de la Iglesia empeñados en el “diálogo” con la masonería. Los Franciscanos de la Inmaculada pagarían caro su valiente activismo contra la virulencia de esta asociación iniciática que, tras casi tres siglos desde su fundación, sigue aún infectando la sociedad con sus ideas ponzoñosas (…)]


Es importante destacar que tanto los fundadores como los miembros de los órganos directivos del Instituto de los Franciscanos de la Inmaculada han obedecido y están viviendo su exilio en los lugares a los que les ha trasladado el Comisario Apostólico, sin poner ningún tipo de trabas

[Esto, para mí, es muy significativo, pensando en la fe auténtica de estas personas, que obedecen, aunque estén convencidos de que sea una injusticia lo que están haciendo con ellos. No discuten y obedecen: el juicio se lo dejan a Dios. Estas medidas no se toman, sin embargo, con otros (teólogos, sacerdotes, frailes, monjas o cardenales) que se han decantado claramente por difamar y mentir acerca de las verdades fundamentales de la Iglesia; entre otras cosas porque, caso de producirse (como ha ocurrido en algún caso), no acatan la autoridad de sus superiores. Como digo, el juicio acerca de cada persona le corresponde a Jesucristo, que es infinitamente misericordioso e infinitamente justo].


4. Se recogen firmas en favor de los FFI y son desoídas las apelaciones.


La consternación y la inquietud no sólo de los que, de un modo u otro, estaban en contacto con los Franciscanos de la Inmaculada, sino de todos los católicos sinceramente angustiados por los desgarros internos de la Iglesia, han empujado varias recogidas de firmas en apoyo de los FFI. 


- La primera de ellas la lanza la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” y, entre el 1 y el 7 de agosto de 2013, 3515 mensajes llegan a las direcciones de correo electrónico del Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, del Secretario de la misma Congregación, Arzobispo José Rodríguez Carballo, del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, del Vice-Presidente de la Pontificia Comisión “Ecclesia Dei”, Arzobispo Augustine Di Noia y del mismo Comisario Apostólico de los FFI, Rev. Padre Fidenzio Volpi.


- En febrero de 2014, “Corrispondenza Romana” y otras asociaciones de laicos católicos lanzan una segunda recogida de firmas para pedir la dimisión del Comisario Apostólico, el Padre Volpi, llegando a cosechar unos 8000 avales


El 8 de febrero de 2014 parte otra iniciativa de la web “Ecclesia Dei” para la defensa de los FFI y del Motu Proprio “Summorum Pontificum”.


Lamentablemente, a estas interpelaciones de parte de los fieles de todo el mundo la Santa Sede no ha dado otra respuesta más que lacónicos comunicados (como el del Padre Lombardi el 2 de agosto de 2013 ), embarazosos silencios o, peor aún, un recrudecimiento de las medidas vejatorias contra el Instituto


Además, los que han estado en primera línea desde el comienzo de toda esta lamentable historia, han pagado y siguen pagando su compromiso en defensa de los Franciscanos de la Inmaculada, con retorsiones y querellas, como por ejemplo, el Profesor Roberto de Mattei, que por sus, siempre respetuosas y filiales, críticas al Papa Francisco y a la gestión de casos como el de los FFI, fue despedido de Radio María.

(Continuará)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (11) [Violencia cristiana-2]



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Aquellos que han puesto su total confianza en el Señor y que están convencidos de que Jesús no les va a fallar nunca y que pueden decir, con san Pablo: "Sé muy bien de quien me he fiado" (2 Tim 1, 12); estos cristianos, que "conservan el buen depósito" (1 Tim 1, 14) [es decir, el depósito de la fe que han recibido] son los que harán posible que la Iglesia no se desplome. 

Así ocurrió, por ejemplo, con el caso de San Atanasio, obispo de Alejandría, de quien Dios se sirvió [y él cooperó, jugándose la vida, pues fue encarcelado y expulsado cuatro veces de su sede] para salvar a Su Iglesia, pues ésta se había desviado del recto camino debido a la influencia de la herejía arriana. Su intervención en el Concilio de Nicea (año 325) fue decisiva para que se proclamase solemnemente la divinidad de Jesucristo. 

Hoy la herejía dominante es la modernista, suma de todas las herejías, según proclamó el papa San Pío X, en su encíclica "Pascendi", puesto que rechaza lo sobrenatural. Tenemos una urgente y vital necesidad de santos que, como San Atanasio, estén dispuestos a jugarse la vida para que la Palabra de Dios no sea desfigurada, escamoteada o adulterada, tal y como está ocurriendo en la actualidad, para desgracia nuestra. Dios está necesitado de pastores que "expongan con rectitud la doctrina verdadera" (2 Tim 2, 15), sin miedo, y que no se avergüencen de Jesucristo. 


Y, desde luego, suscitará estos pastores santos [como siempre lo ha hecho en las épocas en las que todo parecía estar perdido para la Iglesia, tal y como hoy ocurre]. Pero para ello es preciso que se lo pidamos, con fe y con ardor, con lágrimas, si es preciso, porque está en juego el destino eterno de millones de personas. Se me viene a la mente el pasaje evangélico en el que Jesús, "al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Y cómo "entonces dijo a sus discípulos: 'La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 37-38). 

Aunque Dios podría sacarlos de las piedras, cuenta, sin embargo, con nosotros, con nuestra oración confiada y constante, para que envíe santos a su Iglesia y ésta vuelva a resurgir: santos del estilo de San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, San Vicente Ferrer, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz, etc ...; es decir, auténticos santos, de virtud probada, que amen fervientemente a Jesucristo y que lo den a conocer a este mundo, cuya mayor desgracia es que no se dan cuenta, ni siquiera, de que la padecen. 
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Si volvemos, otra vez, a las palabras del Papa, cuando dice -hablando de los cristianos fieles a la Tradición, a los que llama fundamentalistas- que "su estructura mental es violenta; violencia en nombre de Dios", y si se piensa un poco, tal vez tenga razón el Papa, aunque habría que introducir un matiz esencial en el uso de esa palabra, un matiz de tal calibre que cambiaría por completo el significado con el que normalmente se la entiende, y que es también como el mismo Papa la entendió en su entrevista con Cymerman, al contestarle a una de sus preguntas. Dijo: El saludo del fundamentalista es ... ¡a ver dónde te puedo pegar! ... al menos ideológicamente. No es un saludo que acerque".  

Como se ve -y esto es lo habitual- la violencia se entiende siempre, implícitamente, como violencia hacia los demás para hacerles daño. Pues bien: en este sentido, ningún cristiano que se precie de tal puede ser violenta; menos aún los llamados cristianos tradicionalistas. Se sobreentiende que esto es así en tanto en cuanto actúen como cristianos. Si actuasen con violencia, su acción sería pecaminosa y no estarían actuando conforme a la voluntad de Dios: su actuar no sería cristiano. 

El Papa erró por completo, con relación a estos cristianos, [cuyo único delito es el de ser fieles a la Tradición de la Iglesia], pues la violencia que, efectivamente, se da en los fundamentalistas judíos y musulmanes, el Papa la hizo extensiva a los que él llama fundamentalistas cristianos. Esto es una grave injusticia. Y no sólo no ha pedido perdón por ello, sino que se ha reafirmado, como hemos podido ver en sus recientes declaraciones.



Vamos, pues, a considerar ahora la violencia de los cristianos dándole ese matiz esencial al que antes aludíamos, un matiz que hace que tal palabra posea un significado diferente al que todos le damos siempre. Nos podríamos preguntar si esto es posible ... y por qué quiero introducir aquí esa palabra con otro sentido distinto del usual. Mi punto de partida son unas palabras pronunciadas por Jesús, que siempre me han llamado la atención, y que nunca he acabado de entender del todo: "El reino de los cielos padece violencia y son los violentos los que lo arrebatan" (Mt 11,12).


¿A qué violencia se refiere el Señor? Es fundamental dar una respuesta adecuada a esta pregunta, dada la afirmación rotunda que hace Jesús, según la cual sólo los violentos arrebatarán el Reino de Dios. ¿Acaso debemos ser violentos los cristianos? La clave para poder entender estas palabras se encuentra en el verbo que Jesús ha utilizado: "padecer". Los cristianos no son violentos -ni pueden serlo- en el sentido de ejercer violencia contra los demás, sino en cuanto que padecen esa violencia: "Todos los que aspiren a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución"  (2 Tim 3, 12). 

Y de aquí se puede sacar una conclusión, si aplicamos la lógica; y es que si un cristiano no sufre persecución -de alguna manera- es una muestra evidente de que no posee, como debería de poseer, esa aspiración a vivir santamente en Cristo Jesús. La persecución parece ser, así, una nota esencial que sirve para identificar si nos encontramos o no ante un cristiano de verdad, una persecución que no tiene por qué ser necesariamente cruenta [aunque un cristiano debería de estar dispuesto a dar su vida, también físicamente, si se encontrase ante la disyuntiva de negar a Jesús o morir]. Se da, por ejemplo, en las burlas y en las incomprensiones por parte del mundo; las cuales tienen lugar incluso por parte de otros "cristianos", sin excluir a "algunos" pastores y Jerarcas; en particular -aunque no sólo- tal ocurre cuando salen a relucir temas controvertidos y de los que no se quiere hablar, pero que están ahí: divorcio, aborto, homosexualidad, etc..., que están condenados por la Iglesia desde siempre, como no podía ser de otra manera, pues atentan contra la ley de Dios.


Sea como fuere, ahí están las palabras de nuestro Señor, cuando dice:  "¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6, 26). De manera que si, por lo que fuese, tuviéramos el aplauso del mundo, deberíamos de estar seriamente preocupados, pues sería una clara señal de que nos estábamos desviando del recto camino; y, que, por lo tanto, deberíamos reflexionar sobre lo que hay de errado en nuestra conducta, puesto que según las palabras de Jesús "nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá odio a uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mt 6, 25). 


Dios no nos pide mucho, sino que nos lo pide todo, aunque sea poco lo que podamos darle. Pensemos en lo que decía san Pablo: "¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4, 7). Todo es gracia y todo es don de Dios; y si Dios nos lo ha dado todo (¡se ha dado a Sí mismo, por Amor, para salvarnos!) ¿qué de extraño tiene que también nos lo pida todo? El amor supone totalidad, no se queda nada para sí. No se puede amar a medias: "Quien no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30). 


Sin embargo, nuestra naturaleza está herida por el pecado original, resultando así que tenemos tendencias contrarias a lo que realmente queremos, lo que le ocurría también a san Pablo: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rom 7, 19). Y anteriormente a San Pablo, el poeta romano Ovidio, muerto en el año 17, coincide con lo dicho por san Pablo: Video meliora; proboque. Deteriora sequores decir, veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor. Así somos los humanos; todo ello, como consecuencia del pecado original (que algunos niegan y el que muchos no creen). Pero esto no es motivo de pena, pues nos podemos aplicar a nosotros mismos las palabras que san Pablo dirigía a los corintios, a quienes animaba, diciéndoles: "fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación, os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10, 13). 


Toda prueba o tentación lleva consigo un sufrimiento, un "hacerse violencia" a uno mismo pues, como se ha dicho, nuestra naturaleza humana es una naturaleza caída, debido al pecado, y tendemos a lo más fácil, a lo cómodo. Pero es precisamente, a través de las pruebas (si las superamos, con la ayuda del Señor, que no nos va a faltar) como le demostramos al Señor que lo queremos de verdad, pues obras son amores y no buenas razones. 


El sufrimiento, junto a Jesús, y a causa de Él, nos une aún más con Él, pues nos lleva a compartir su Vida. No hablo del sufrimiento en sí (que no es bueno y que es consecuencia del pecado de Adán, pecado de naturaleza, con el que todos nacemos) sino del sufrimiento a causa de Jesucristo, que es completamente distinto. Este sufrimiento es una demostración del máximo amor posible, pues el estar dispuestos a padecer por Jesús antes que negarle es un claro indicativo de que lo queremos de verdad y de que lo preferimos a Él antes que a las riquezas. [Éstas, las riquezas, se refieren a todo aquello que nos ata, sea lo que fuere, en tanto en cuanto nos pueda separar de Jesucristo]. 


El amor que decimos tenerle al Señor se hace más patente y auténtico conforme vamos superando las pruebas con las que siempre nos vamos a encontrar en el camino de nuestra vida, por el mero hecho de tomarnos en serio nuestro ser cristianos y nuestro amor al Señor. Y no vayamos a pensar que esto es algo por lo que debamos entristecernos: es todo lo contrario, pues junto al amor siempre se encuentra la alegría. Así se explica, por ejemplo, que los apóstoles "salían gozosos del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre de Jesús" (Hech 5, 41). Y también las palabras de Jesús, en el Sermón de la Montaña: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo mal por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será abundante en los cielos" (Mt 5, 11-12)
(Continuará)

sábado, 6 de diciembre de 2014

Fundamentalismo cristiano 2ª (10) [Violencia cristiana-1]



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Bien, continuamos analizando las palabras del papa Francisco en su entrevista con Cymerman, en junio de este mismo año, en donde afirmaba que algunos grupos cristianos, aunque pocos, son también fundamentalistas. Previo a lo cual había dicho que la estructura mental de un grupo fundamentalista es violenta, es violencia en nombre de Dios, aunque no pegue ni mate a nadie.  Como ya demostramos en su momento (y aunque parezca increíble), cuando el Papa habla de cristianos fundamentalistas se está refiriendo a los que son fieles a la Tradición de la Iglesia, y éstos no son, precisamente, cristianos violentos, desde ningún punto de vista (se incurre en una contradicción), equiparándolos (¡pues los mete a todos en el mismo saco!) a los grupos fundamentalistas judíos e islámicos, en los que sí se da tal violencia, particularmente en los últimos.

Podríamos pensar en que se trató de un "lapsus" por parte del Papa, pero lo cierto es que, en la conferencia de Prensa que dio durante su vuelo de regreso de Turquía a Roma el 30 de Noviembre de 2014, vuelve a utilizar la misma palabra "fundamentalista" refiriéndose a cierto grupo de cristianos, coincidiendo, como era de esperar, con lo que manifestó en la entrevista que le concedió al periodista Henrique Cymerman el pasado 13 de Junio de 2014, que es la que estamos tomando como referencia en este estudio, pues ahora dice, partiendo de que hay actos terroristas islámicos.

"Muchos, muchos musulmanes se sienten ofendidos, y dicen: «No, nosotros no somos así. El Corán es un libro de paz, es un libro profético de paz. Esto no es el Islam» Creo que – al menos yo lo creo, sinceramente – no podemos decir que todos los musulmanes son terroristas: no se puede decir. Como no se puede decir que todos los cristianos son fundamentalistas, porque también nosotros los tenemos. En todas las religiones existen estos pequeños grupos".  

Por lo visto, parece que todo el que no comulgue con las ideas del Papa es un fundamentalista. De entrada, como ya hemos comentado muchas veces en este blog, el Papa no es Jesucristo y puede equivocarse cuando no habla "ex cathedra". No se puede decir amén a todo cuanto diga el Papa en cualquier ocasión. Eso sería un insulto a nuestra inteligencia y a la capacidad de razonar que Dios nos ha dado. Porque resulta que los cristianos calificados por él como "fundamentalistas cristianos" no se dedican a violar, asesinar, degollar y crucificar como sí lo hacen los fundamentalistas islámicos. La comparación que realiza el Papa es, a todas luces, injusta para con estos cristianos que aman la Tradición y aman a Jesucristo.


Que todos los musulmanes no son terroristas ya lo sabemos. Aunque nunca nos viene mal que nos lo recuerden ... Hasta aquí, correcto. Pero es que esos musulmanes a los que se refiere el Papa, aquellos que dicen que "el Corán es un libro profético de paz", yerran completamente, porque lo que se lee en el Corán no es eso sino lo contrario, a saber:

Matadlos dondequiera que los encontréis y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La oposición [a vuestra creencia] es más grave que matar”[Corán 2:191]

Y no los matasteis vosotros, Alá los mató. Ni tirabas tú cuando tirabas sino que era Alá quien tiraba”.[Corán 8:17]

Como se ve aquí no aparece la idea de paz por ninguna parte. Es más, lo que podríamos deducir, en buena lógica, es que los buenos musulmanes, los que no son terroristas, lo son en tanto en cuanto no siguen las enseñanzas del Corán. Aunque ... lo peor de todo es que el mismo Santo Padre, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, piense que el Corán es un libro de paz:  " Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia (punto 253)". Esto es difícil de entender y de admitir; pues si nos atenemos a las palabras del Corán, que se han leído más arriba; y si ellos creen en esas palabras a pie juntillas ... la conclusión lógica a la que se llega es que los verdaderos creyentes del Islam son los más violentos de todos, en contra de lo que afirma el papa Francisco.



Lo más extraordinario de todo es que gracias a los llamados cristianos "fundamentalistas" la Iglesia no se derrumbará del todo. No es justo utilizar la palabra "fundamentalista" para referirse a aquellos cristianos que se toman en serio el Evangelio y que son completamente fieles a la Iglesia de veinte siglos; cristianos que tienen muy claro que "en cuanto al fundamento nadie puede poner otro distinto del que ya está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11). Tal vez habría que llamarles cristianos "fundamentistas", cristianos cuya vida tiene un fundamento y una razón de ser que es Jesucristo; pero nunca "fundamentalistas", pues tal palabra lleva consigo la idea de violencia, como bien dijo el propio Papa, y tales cristianos no son violentos para con los demás: tal vez lo sean para con ellos mismos, en tanto en cuanto "el Reino de los Cielos padece violencia" (Mt 11, 12) y es preciso hacerse violencia para alcanzarlo. 

No cabe duda de que Dios pondrá todas las cosas en el lugar que les corresponde, aunque se reserva para Sí el tiempo en el que hará efectivas tanto su justicia como su misericordia. Es asombroso e inaudito que tal acusación de "fundamentalistas" a los cristianos que viven conforme a la Tradición de la Iglesia, haya salido de la boca del propio Papa. Todo esto es grave y está llevando a poner en entredicho -y cada vez con mayor fuerza- si estamos o no ante el verdadero Papa. Puede leerse a este respecto el artículo de Fray Gerundio


La división interna que está teniendo lugar en el seno de la propia Jerarquía Eclesiástica es ponzoñosa y dañina para la Iglesia de Cristo y para sus fieles, que se encuentran -cada vez más- como "ovejas sin pastor" (Mt 9, 36). Las palabras de Jesús son clarísimas: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17). Es verdaderamente milagroso que la Iglesia aún perviva, lo cual ocurre porque las palabras de Jesucristo no pueden dejar de cumplirse: "El Cielo y la Tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31). Y entre esas palabras se encuentran las que pronunció con respecto a su Iglesia, y es que -pese a todas las dificultades- "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18).


La Iglesia no podrá ser destruida, por muy grande que sea el empeño de todos "los hijos del Diablo" (1 Jn 3, 10) en llevar a cabo esa labor, pero sí es cierto que serán muy pocos los cristianos que sigan manteniéndose fieles a Jesucristo y a su verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a su mínima expresión, según palabras del propio Jesús: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8). 

Los pocos que queden -además- serán perseguidos y considerados malditos por lo que podríamos denominar Iglesia "oficial": "Se acerca hora en la que quien os dé muerte piense que así está sirviendo a Dios" (Jn 16, 2). Una Iglesia que lo será sólo de nombre, puesto que habrá renegado de sus raíces, haciéndose mundana y arrastrando consigo a infinidad de cristianos, que ya no serán tales [aunque se les hará creer que lo son para adormilar su conciencia], pues -comenzando por los propios Jerarcas- cuestionarán las verdades fundamentales de la fe, entre ellas todas las relativas a los dogmas que, como sabemos, son intocables, así como la propia historicidad de los Evangelios. 


Todo lo sobrenatural será negado. De la Biblia se tomarán sólo aquellas sentencias o dichos que "interesen"  a los que --arbitrariamente- han decidido lo que es -o lo que debe ser- la Iglesia, intentando hacer así tabla rasa de la fe de dos mil años de Historia ... como si la Iglesia Católica verdadera fuese la que ha ido surgiendo a partir del Concilio Vaticano II que, como sabemos, data de hace sólo cincuenta años.


Y, lo que es más grave, a esta "nueva religión", inventada por los hombres (incluidos muchos jerarcas que han dejado de creer en Dios), se le pretenderá seguir llamando -de modo hipócrita- religión católica, para confundir a muchos, pero no será tal, pues nada tendrá ya que ver esa "religión" con la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, la que Él fundó. Ésta quedará reducida a un estado catacumbal, como en los primeros años de la era cristiana.


Los verdaderos cristianos serán perseguidos por la propia Jerarquía, aunada con el mundo, ante el cual habrá claudicado, pues se regirá únicamente por criterios meramente humanos y racionalistas, criterios sólo para este mundo, como si no existiera otro. 


Aparentemente, la victoria será de Satanás que es, al fin y al cabo, el Príncipe de este mundo (Jn 14, 30), como así lo llama el Señor en multitud de ocasiones. Y si así lo llama es porque lo es (se le ha permitido serlo, en razón del pecado). Pero tal victoria que será real [pues arrastrará consigo a millones de cristianos, que lo serán ya sólo de nombre por haber renegado de su fe en Jesucristo y en lo sobrenatural] no será definitiva. La última palabra la tiene reservada Jesucristo, Aquél que es "el lucero radiante de la mañana" (Ap 22, 16), quien "vendrá sobre una nube con gran poder y majestad" (Lc 21, 27)

(Continuará)

martes, 2 de diciembre de 2014

Torquemada y la Inquisición Española (Caponnetto)

La serie de RTVE "Isabel" hace referencia a la vida de Isabel la Católica (1451-1504) y de su tiempo. No es una serie para niños. Se ha emitido a lo largo de tres temporadas de 13 episodios cada una, siendo la duración de cada episodio de unos 70 minutos, aproximadamente. El último episodio se emitió ayer, 1 de diciembre. Los escenarios y paisajes están muy bien conseguidos, así como el vestuario, que es muy rico y abunda en infinidad de detalles que te sitúan muy bien en aquella época histórica. Respecto a la interpretación de los personajes es magnífica. En fin, es una serie que "engancha", por así decirlo. 

Quedaría, sin embargo, mucho mejor -y no perdería nada, sino todo lo contrario- si se hubieran suprimido algunas escenas de sexo explícito, que son innecesarias. Es cierto que no abundan y que, además, no se extralimitan en el tiempo que se les dedica, que es breve. En ese sentido, se podrían pasar por alto, pero ello -entre otras cosas- la hace no aconsejable para jóvenes. 

Por otra parte -y esto es lo más importante- se requiere de un mínimo de conocimientos y de formación histórica, así como de cierta madurez y visión crítica para no encandilarse demasiado y pensar que todo ocurrió tal y como se cuenta en la serie. Ciertamente, hay rigor histórico en lo que se refiere a las fechas de los distintos acontecimientos así como en lo que concierne a la existencia de todos los personajes que aparecen, lo que es digno de tener en cuenta.

Bien diferente es tragárselo todo, acríticamente y dar por sentado la veracidad de ciertas interpretaciones de la historia que forman parte de lo que suele denominarse leyenda negra. En la historia se dan muchas falsificaciones para influir en el ánimo de los ciudadanos en un determinado sentido, muy bien estudiado para conseguir el efecto que se desea. Eso no debemos olvidarlo. [No hay más que ver lo que está ocurriendo hoy en día con la famosa ley de memoria histórica que debería llamarse ley de mentira histórica]. Sobre Isabel la Católica hay abundante bibliografía. Es conveniente elegir aquellos que estén bien documentados y que posean, por lo tanto, una mayor objetividad. En particular, yo aconsejaría la lectura de Isabel íntima de José María Zavala. Es un libro ameno y merece la pena leerlo, pues te da una perspectiva realista de la Historia más en conformidad con los hechos que verdaderamente tuvieron lugar. Y es importante, sobre todo, porque lo que se cuenta -como digo, siempre muy bien documentado- no coincide, a menudo, con la versión que aparece en los libros de texto o bien con la que les transmiten en clase a los alumnos algunos profesores de historia [afortunadamente no todos, pero sí una inmensa mayoría] versión, con bastante frecuencia, muy ideologizada y falta, por lo tanto, de objetividad.

Algo que me llamó especialmente la atención al ver la serie fue el modo en el que se presentaba en ella la figura del Inquisidor General de Castilla y Aragón, fray Tomás de Torquemada (1483-1498). Aparece como un hombre cruel y despiadado, sin corazón y sin entrañas. En concreto puede observarse lo que digo en el episodio 7 de la temporada 2, en donde ordena quemar a un judío converso, a sabiendas de que es inocente de lo que se le acusa. Esto por poner sólo un ejemplo. Hay muchos puntos que se tocan en la serie cuya interpretación es, cuando menos, discutible. Y en el caso particular de Torquemada todo lo que se cuenta sobre su actuación es, sencillamente mentira. 

Si algo hay de malo en Fray Juan de Torquemada es su apellido [Tor- "quemada"]. Tal vez si le hubiesen bautizado con otro nombre no habría tenido tan mala fama como sigue teniendo, pues en torno a él surgió una leyenda negra que perdura hasta nuestros días y que se enseña a los alumnos en los Institutos, dándolo como un hecho establecido e indiscutible, sin concederle siquiera el beneficio de la duda. Eso es lo que ocurrió. Y punto 


El alumno podría preguntar: ¿Y si no ocurrió exactamente como nos lo cuentan? ¿Pero realmente sucedió así?. ¿No habría que tener en cuenta algún matiz que se omite? Y la respuesta, más que probable del profesor, sería algo como esto: ¡No hagas tantas preguntas, apréndete lo que te diga, que por algo está escrito así en los libros. Y olvídate del tema! Desde luego así no se estaría fomentando el espíritu crítico y la curiosidad científica, que son propios de cualquier persona medianamente inteligente.

Y claro, esto es grave porque, en cuestiones de historia, (y en realidad en cualquier disciplina) sólo sabemos lo que nos cuentan los profesores. Salvo rarísimas excepciones [caso de alumnos excepcionales que investiguen o de aquellos otros que se dediquen al estudio de la Historia], en la memoria del alumno [del alumno estudioso, se entiende] quedarán fijadas para siempre, como reales, la interpretación de los hechos históricos que leyeron en los libros de texto o las que les explicaron los profesores de turno. No cabe duda de que cuando el río suena, agua lleva. Razón de más para que se investigue, porque es la verdad (en este caso, la verdad histórica) lo que está en juego. Y eso es peligroso, un peligro del que tenemos que estar siempre muy alerta, porque también hoy sigue acechando: el peligro de las medias verdades, o si se quiere, de las medias mentiras que son aún peores que las mentiras descaradas, pues éstas saltarían a la vista y no podrían engañar tan fácilmente. 

En cualquier caso, es más que posible que el problema no sea sólo de los profesores (insisto en que no me refiero a todos los profesores, ni muchísimo menos) pues éstos, al fin y al cabo, hicieron su carrera de historia, en su momento y no se han dedicado a la investigación histórica; de modo que puede ocurrir perfectamente que ellos sean los primeros en estar convencidos de estarle diciendo la verdad a sus alumnos. Y el alumno, si no ha sido educado en "pensar", se tragará todo lo que le digan, puesto que se lo ha dicho el profesor, que es una persona muy culta y que sabe mucho. Craso error: nunca se sabe lo suficiente de nada. Y el alumno debe poseer un cierto espíritu crítico, como algo necesario para su formación.


De ahí la necesidad de elegir los libros de texto adecuados, en cuanto a contenido y a pedagogía; y de conocer lo más posible acerca de las personas que los han escrito. Éstas deben de ser personas de reconocido prestigio y, sobre todo, de una honradez intelectual a prueba de fuego. Y todos sabemos que abundan poco, para desgracia de todos: de los alumnos, de los mismos profesores y de la sociedad entera.

Y ciñéndonos ya al caso que nos ocupa de fray Tomas de Torquemada, es preciso decir que casi todo lo que se cuenta -por no decir todo- está a años-luz de la verdad. No porque lo diga yo, que no soy historiador. Pero, ante ciertos hechos que me parecen extraños me gusta investigar un poquito. Y esto es lo mejor que he encontrado, en lo que se refiere a Torquemada. 


Antonio Caponnetto
Se trata de unas conferencias del doctor Antonio Caponnetto, de entre las cuales he entresacado un archivo de audio muy interesante que pienso que puede servir, si no para clarificar completamente las ideas que se tienen acerca de Fray Juan de Torquemada -lo que me parece casi imposible- al menos para hacer reflexionar al lector, de modo que aprenda a no comulgar con todo lo que se le diga. Para conocer más sobre Antonio Caponnetto puedes hacer clic más arriba donde aparece su nombre subrayado en rojo o bien hacer clic aquí  y escuchar la presentación que hacen de él poco antes de comenzar su conferencia. Son tan solo 2 minutos y 20 segundos. Respecto a la duración del "trozo" de conferencia es también breve. Dura 7 minutos y 35 segundos. Tal vez, al oírla, más de uno se lleve una sorpresa, con respecto a lo que siempre había creído ser verdad.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Papa Francisco rezando en dirección a la Meca (Jean-Marie Guénois, Le Figaro)

(Del vaticanista de Le Figaro‘s, Jean-Marie Guénois)

El Papa Francisco ha rezado explícitamente, el sábado por la mañana, 29 de noviembre, en la mezquita azul de Estambul al lado del gran Mufti. Es la primera vez que ocurre tal cosa. En una misma situación en 2006, Benedicto XVI simplemente permaneció en contemplación, de una forma mucho más discreta, y fue suficiente para haber levantado una controversia. Algunos decían que el Papa alemán había “rezado” en la mezquita. Para otros no, porque un cristiano, el Papa con más motivo, no podía -afirmaban- rezar en un lugar de culto musulmán. Prudentemente, el Vaticano se decantó por la “contemplación” de Benedicto XVI


Es, sin duda, con el fin de evitar la ambigüedad pero, sobre todo, por profunda convicción [Francisco planteó el “diálogo” con los demás, y con otras religiones, como una prioridad de su pontificado] que el sucesor de Benedicto XVI, en la misma mezquita, cruzó visiblemente los dedos, e inclinó profundamente la cabeza hacia delante mientras cerraba los ojos profundamente, dos o tres minutos, para obviamente rezar. Y así… dejar claro que estaba rezando. Y esto en dirección del Mihra, ese nicho en la pared enmarcado por dos columnas que indica la Qibla, es decir, la dirección de la Kaaba en La Meca.



Un fuerte gesto en forma de mensaje que se inscribe en la línea [general] de este viaje, que se entiende como una mano tendida al Islam con el fin de luchar contra el “fundamentalismo“, como Francisco explicó ayer en Ankara, en el primer día de la visita. Se terminará mañana, 30 de noviembre, cuando el Papa asista a la Divina Liturgia Ortodoxa con el Patriarca Bartolomé.

Momentos después de esta espectacular oración, el mismo sábado por la mañana, el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, se apresuró a especificar que era, de hecho, una “adoración silenciosa”. El Papa, según Lombardi, también ha dicho a su anfitrión musulmán que “nosotros debemos adorar a Dios”

Esta parada en la mezquita, donde no se esperaba ninguna alocución, debe ser uno de los momentos fuertes de su visita de tres días a Turquía. Y lo ha sido tanto que permanecerá como un fuerte gesto de Francisco. Porque él se ha atrevido a hacer allí lo que ninguno de sus predecesores había hecho nunca: orar abiertamente en una mezquita codo a codo con un dignatario musulmán.

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Me gustaría hacer unas breves reflexiones al respecto. Con relación al Papa un católico debe de tener muy claro en su mente: primero, que el Papa es la máxima autoridad de la Cristiandad y como vicario y representante de Cristo en la Tierra que es, no puede ser juzgado por nadie: sólo Dios puede juzgarle; y segundo que al Papa se le debe respeto y obediencia, dado lo que representa y a quien representa. Esto no debemos olvidarlo.

Sin embargo, dicho esto, y puesto que todos los cristianos somos -por la gracia de Dios- miembros de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo; y dado, además, que la facultad de pensar es algo que de Dios hemos recibido para que la ejerzamos, no podemos menos que expresar nuestra preocupación y nuestro desconcierto ante ciertas palabras y ciertos modos de actuar del papa Francisco. No podemos juzgar de sus intenciones, cuyo propósito parece ser el de fomentar la unión entre las distintas religiones y el Ecumenismo. Pero estamos en nuestro derecho a expresar la confusión y la preocupación e inquietud que sentimos, y a manifestar que, sencillamente, no lo entendemos.

Por ejemplo, no se entiende que el Papa diga que "el Corán es un libro profético de paz", cuando se sabe que incita a la violencia y a la muerte de los que no creen en Alá. Este asunto ha sido abordado ya en este blog, en varias ocasiones (pinchar aquí y aquí)


No se entiende que el Papa "rece" junto al gran Muftí, en la mezquita azul de Estambul, mirando en dirección a la Meca, tal como hacen los musulmanes: ¿A qué Dios está rezando? Porque Alá no es el Dios de los cristianos. Para los musulmanes Jesucristo es un blasfemo y un falso profeta y, por supuesto, no es Dios. 


Y en las Sagradas Escrituras se puede leer, sin que haya lugar a ningún tipo de ambigüedad: "El que me odia a Mí -decía Jesús- odia también a mi Padre" (Jn 15, 23). "Nadie va al Padre si no es a través de Mí" (Jn 14, 6). "Todo el que niega al Hijo tampoco tiene al Padre" (1 Jn 2, 23), etc ... , donde queda suficientemente clara la necesidad de creer en Jesucristo, como verdadero Dios que es, además de ser perfecto hombre; y que no hay otro camino para salvarse: "En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvados" (Hech 4, 12). Además, decía también Jesús: "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de Él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8, 37). Las citas pueden multiplicarse. Y su interpretación no deja lugar a dudas, puesto que se trata de afirmaciones clarísimas y tajantes.

J.M.F.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Razones de la Encarnación (10 de 10)

Como colofón a este breve estudio anoto, en primer lugar, algunos párrafos de lo que dice Santo Tomás de Aquino en su obra Suma contra Gentiles libro 4, capitulo 27, que hablan sobre la Encarnación. Dice así:
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El misterio de la encarnación es, entre todas las obras divinas, el que más excede la capacidad de nuestra razón, pues no puede imaginarse hecho más admirable que éste de que el Hijo de Dios, verdadero Dios, se hiciese hombre verdadero. Y, siendo lo más admirable, se seguirá que todos los demás milagros estarán relacionados con la verdad de este hecho admirabilísimo (...).

Y confesamos esta admirable encarnación de Dios por enseñárnosla la autoridad divina. Porque dice San Juan: Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y el apóstol Pablo, hablando del Hijo de Dios, dice: Quien, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres (...)

También muestran suficientemente esto las palabras del mismo Señor Jesucristo, que a veces habla de sí humilde y llanamente; por ejemplo: El Padre es mayor que yo; y triste está mi alma hasta la muerte, y son cosas éstas que le convienen según la humanidad asumida; por el contrario, otras veces dice de sí cosas sublimes y divinas: Yo y el Padre somos una sola cosa y todo cuanto tiene el Padre es mío, que le competen ciertamente según la naturaleza divina.



Demuestran también esto los hechos que leemos del mismo Señor. Pues que temió, se entristeció, tuvo hambre, murió, pertenece a la naturaleza humana; pero que curó enfermos por su propio poder, resucitó muertos, ejerció un dominio eficaz sobre los elementos del mundo, expulsó a los demonios, perdonó los pecados, resucitó de entre los muertos cuando quiso y, finalmente, que subió a los cielos, demuestran en Él un poder divino.
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En segundo lugar; y como respuesta a la pregunta de si se hubiera encarnado Dios de no haber pecado el hombre, en la parte III de su Suma Teológica, artículo 1, cuestión 3 contesta Santo Tomás:
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Unos dicen que el Hijo de Dios se hubiera encarnado aunque el hombre no hubiera pecado. Otros sostienen lo contrario. Y parece más convincente la opinión de estos últimos. Porque las cosas que dependen únicamente de la voluntad divina, fuera de todo derecho por parte de la criatura, sólo podemos conocerlas por medio de la Sagrada Escritura, que es la que nos descubre la voluntad de Dios. Y como todos los pasajes de la Sagrada Escritura señalan como razón de la encarnación el pecado del primer hombre, resulta más acertado decir que la encarnación ha sido ordenada por Dios para remedio del pecado, de manera que la encarnación no hubiera tenido lugar de no haber existido el pecado
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Santo Tomás es, pues, de la opinión de que la Encarnación del Hijo de Dios no habría tenido lugar de no haber pecado el primer hombre. De ahí que en la bendición del cirio pascual, en la noche del sábado santo, se proclame: ¡Oh feliz culpa que mereció tener tan gran Redentor!. Santo Tomás se apoya en los textos bíblicos como Lc 19, 10: El Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido. O bien 1 Tim 1, 15: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Y en otros análogos. Y continúa:
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Si el hombre no hubiera pecado, el Hijo del hombre no habría venido (...) El motivo de la venido de Cristo el Señor no fue otro que salvar a los pecadores. Suprímanse las enfermedades, quítense las heridas, y no habrá motivo alguno para que exista la medicina.
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Al expresarse así Santo Tomás está señalando una opinión, muy bien argumentada, pero sólo una opinión. Esto viene avalado porque él mismo, una vez expuestas  las razones anteriores, acaba diciendo: 
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Sin embargo, no por esto queda limitado el poder de Dios, ya que hubiera podido encarnarse aunque no hubiera existido el pecado.
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Yo soy de la opinión de que el Hijo de Dios se habría encarnado, de igual modo, aun cuando el hombre no hubiese pecado. Por supuesto que estoy de acuerdo con lo que dice santo Tomás acerca del Poder de Dios, el cual estaría limitado si decimos que la encarnación es imposible. Pero, además de su Poder, pienso -sobre todo- en su Amor.

Ciertamente, no podríamos saber nada del Amor de Dios de no haberse encarnado el Verbo, pero ahora que ya lo sabemos, aunque sea a posteriori, podemos hacer uso de este conocimiento para argumentar de otro modo que considero que es igualmente válido.

Desde luego, partimos del hecho de que Adán pecó. Y por eso la naturaleza humana está herida por el pecado de origen. No podemos saber lo que habría ocurrido de no haberse producido ese pecado. Todo lo que digamos, en este sentido, no serán sino futuribles: podemos pensar en una situación de felicidad, sin dolores ni sufrimientos, que se transmitiría de padres a hijos y en donde el hombre iría al cielo directamente, cuando así lo dispusiera Dios, sin pasar por el trance de la muerte, etc... pero todas estas cosas no dejan de ser meras elucubraciones que -la verdad sea dicha- no nos sirven de mucho, si es que sirven de algo.

La pregunta que nos hacemos, en este estudio, va por otros derroteros aunque, por idéntica razón, no podemos sacar conclusiones definitivas, ni siquiera conclusiones útiles, pues lo que pasó, pasó. No obstante, nunca nos vendrá mal ejercitar un poco nuestra imaginación que es también una facultad recibida de Dios. Y manteniéndonos fieles a lo que ahora ya conocemos como verdad, pienso que podemos permitirnos hacer algunos pinitos.

Procuraré ser breve. Mi razonamiento es el siguiente:

Dios es Amor (lo es, en sí mismo: Santísima Trinidad)
Dios es soberanamente Libre (no estaba obligado a crear)
Dios decidió crearnos y hacernos partícipes de su dicha.
Dios nos puso a prueba y condicionó nuestra dicha a la superación de esa prueba. El hombre no superó la prueba. Y ya conocemos lo que hay.

¿Qué hubiese ocurrido si el hombre hubiese superado la prueba a la que fue sometido? Si habiendo fallado el hombre, como lo hizo, Dios lo llamó a ser su amigo y, para ello, se hizo hombre ... entonces, ¿por qué no iba a hacerlo también si el hombre hubiese actuado bien? ¿Acaso el Amor de Dios hacia el hombre sólo se daría si el hombre pecaba?

Yo lo pongo en duda. Pienso que el Amor de Dios hacia el hombre se habría manifestado, de manera análoga (aunque desconozco el cómo). Pienso que Dios se habría encarnado, igualmente porque, de no ser así su amor hacia nosotros (no habiendo pecado) hubiese sido menor que el que ahora nos tiene (habiendo pecado). ¿Por qué nos iba Dios a amar menos si el primer hombre no hubiese pecado?

El hombre no puede amar a un Espíritu, y Dios es Espíritu. Para que el hombre pudiese corresponder al amor de Dios, hubiera sido necesario que Dios se encarnase. De ese modo, entre Él y cada uno de nosotros se daría esa relación de amistad, de cariño, de enamoramiento, etc... que sólo son posibles si se da una cierta igualdad entre los que se aman: Vosotros sois mis amigos; y, por supuesto, la reciprocidad: Yo amo a Dios y soy amado por Él.

Ésta es nuestra situación actual gracias a la venida de Jesucristo, posterior al pecado del hombre: una situación maravillosa, sin lugar a dudas. ¿Por qué iba a ser menos maravillosa si no hubiese habido pecado? Yo me atrevo a pensar que, igualmente, Dios se habría hecho uno de nosotros, pues solamente así podríamos ser capaces de responder a su amor, tal y como ahora podemos hacer. 

Evidentemente todo esto no son sino meras especulaciones. Lo cierto y verdad es que nuestra naturaleza está herida a causa del pecado original; que Dios se hizo hombre en la Persona de su Hijo para salvarnos y porque quería mantener con nosotros una relación íntima de amor, como la que se da entre los enamorados, pero en un grado infinitamente mayor. Sólo nos queda el vivir agradecidos por haber conocido un "poquito" el amor que el Señor nos tiene. Y el pedirle, con insistencia, para que este conocimiento y este amor que le tenemos vaya "in crescendo" día a día, minuto a minuto, hasta encontrarnos con Él de un modo definitivo.