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sábado, 14 de noviembre de 2020

TESTIMONIO del 22 de agosto de 2018 de Su Excelencia Carlo Maria Viganò Arzobispo Titular de Ulpiana Nuncio Apostólico

EJÉRCITO VIGANÒ






En este trágico momento para la Iglesia en varias partes del mundo -Estados Unidos, Chile,

Honduras Australia, etc.- Los Obispos tienen una grave responsabilidad. Estoy pensando en

Estados Unidos de América en especial, a donde fui enviado como Nuncio Apostólico por

el Papa Benedicto XVI, el 19 de octubre del 2011, el onomástico conmemorativo de los

primeros mártires en Norteamérica. A los Obispos de los Estados Unidos se les ha

convocado, y yo entre ellos, a seguir el ejemplo de estos primeros mártires que trajeron el

Evangelio al Continente Americano, para ser testigos creíbles del inmenso Amor de Cristo,

el Camino, la verdad y la Vida.

Obispos y sacerdotes, abusando de su autoridad, han cometido horribles crímenes en

detrimento de sus fieles, menores, víctimas inocentes y hombres jóvenes dispuestos a

dedicar sus vidas a la Iglesia, o por su silencio no han evitado que tales crímenes continúen

siendo perpetrados.

Para restablecer la belleza de la santidad de la Novia de Cristo, que ha sido terriblemente

desfigurada por tantos abominables crímenes, y si en verdad quieren liberar a la Iglesia del

fétido pantano en el que ha caído, debemos tener el valor de derribar la cultura de la

secrecía y confesar publicamente las verdades que hemos mantenido escondidas. Debemos

derrumbar la conspiración de silencio con la que los Obispos y sacerdotes se han protegido

a expensas de sus fieles, una conspiración de silencio que a los ojos del mundo arriesga a la

Iglesia Católica asemejarse a una secta, una conspiración de silencio no muy diferente a la

que prevalece en la mafia. "Lo que hayas dicho en la oscuridad...será proclamado desde lo

alto de las casas"

(Lucas 12:3).

Yo siempre creí y tuve la esperanza de que la jerarquía de la Iglesia podría encontrar en su

seno los recursos espirituales y la fuerza para confesar toda la verdad, para enmendar y

renovarse. Es por esto que, aun cuando repetidamente se me había hecho la petición, había

evitado hacer declaraciones a los medios, aun cuando estaba en mi derecho de hacerlo, para

defenderme de las calumnias que se publicaron contra mi persona, incluso por altos

prelados de la Curia Romana. Pero ahora que la corrupción ha alcanzado la cima de la

jerarquía de la Iglesia, mi conciencia me dicta que revele las verdades en torno al triste caso

del Arzobispo emérito de Washington D.C., Theodore McCarrick, al que conocí dadas las

encomiendas que me confió San Juan Pablo II, como Delegado de las Representaciones

Pontificias, de 1998 al 2009, y por el Papa Benedicto XVI, como Nuncio Apostólico para

los Estados Unidos de América, desde octubre 19 del 2011 hasta el fin de mayo del 2016.

Como Delegado de las Representaciones Pontificias en el Secretariado de Estado, mis

responsabilidades no estaban limitadas a las Nunciaturas Apostólicas, sino que también

incluían al personal de la Curia Romana (empleos, promociones, procesos informativos de

los candidatos al Episcopado, etc.) y la revisión de casos delicados, incluídos aquellos

relacionados a Cardenales y Obispos, que se le confiaban al Delegado, de parte del




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Cardenal Secretario de Estado o por el Sustituto del Secretario de Estado.

Para allanar las sospechas insinuadas en varios artículos recientes, digo ahora mismo que

los Nuncios Apostólicos en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo y Pietro Sambi, ambos

fallecidos prematuramente, no omitieron informar a la Santa Sede, tan pronto tomaron

conocimiento de la conducta gravemente inmoral del Arzobispo McCarrick con los

seminaristas y sacerdotes. Ciertamente, de acuerdo a lo que el Nuncio Pietro Sambi

escribió, la Carta O.P. del Padre Boniface Ramsey, que había sido profesor en el seminario

diocesano en Newark desde finales de los ochentas hasta 1996, afirma que había un rumor

recurrente en el seminario de que el Arzobispo "compartía su cama con los seminaristas,"

invitando a cinco al mismo tiempo de pasar el fin de semana con él en su casa en la playa.

Y agregó que conocía a cierto número de seminaristas algunos de los cuales fueron

ordenados sacerdotes por la Arquidiocesis de Newark, que habían sido invitados a esta casa

en la playa y habían compartido cama con el Arzobispo.

La oficina que se me había encomendado como responsabilidad no fue informada de

ninguna medida tomada por la Santa Sede después de que los cargos fueran presentados por

el Nuncio Montalvo a finales del año 2000, cuando el Cardenal Angelo Sodano era

Secretario de Estado.

De la misma manera, el Nuncio Sambi transmitió al Cardenal Secretario de Estado,

Tarcisio Bertone, un memorando de acusación contra McCarrick por el sacerdote Gregory

Littleton de la Diócesis de Charlotte, que fue rebajado al estado laico por violación de

menores, junto con dos documentos de Littleton en los que hace el recuento de su trágica

história de abuso sexual por el entonces Arzobispo de Newark y varios otros padres y

seminaristas. El Nuncio agrega que Littleton ya había enviado su memorandum a alrededor

de veinte personas, incluyendo a autoridades judiciales civiles y eclesiásticas; policía y

abogados en junio del 2006, y que por lo tanto era muy probable que la noticia se haría

pública, en breve. Por lo tanto pedía por la pronta intervención de la Santa Sede.

Al escribir el memorando (1) sobre estos documentos que se me confiaron, como Delegado

de las Representaciones Pontificias, en diciembre 6 del 2006, le escribí a mis superiores, El

Cardenal Tarcisio Bertone y al Sustituto Leonardo Sandri, que los hechos atribuídos a

McCarrick, por Littleton, eran de tal gravedad y vileza que provocaban asombro, una

sensación de disgusto, profunda tristeza y amargura en el lector, y que eran constitutivos de

crímenes de seducción, petición de comisión de actos depravados de seminaristas y padres,

repetidamente y simultaneamente con varias personas; escarnio a un joven seminarista que

intentó resistir las seducciones del Cardenal en presencia de otros dos sacerdotes,

absolución de los cómplices de estos actos depravados, celebración sacrílega de la

Eucaristía con los mismos sacerdotes después de la comisión de dichos actos.

- En mi memorando, que entregué ese mismo diciembre 6 del año 2006 a mi superior

inmediato, el Sustituto Leonardo Sandri, propuse las siguientes consideraciones y curso de

acción a mis superiores:

___________________

(1) Todos los memorandos, cartas y otra documentación mencionada aquí están disponibles en la Secretaría

de Estado de la Santa Sede o en la Nunciatura Apostólica de Washington D.C.




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- Dado que parecía que era un nuevo escándalo de peculiar gravedad, pues atañía a un

Cardenal, se iba a agregar a los múltiples escándalos de la Iglesia en Estados Unidos,

y dado que este asunto involucraba a un Cardenal, y que de acuerdo a

can. 1405 § 1, No. 2 ̊, “ipsius Romani Pontificis dumtaxat ius est iudicandi”;

- Hice la propuesta de que se debía tomar una medida ejemplar contra el Cardenal que

podría surtir un efecto medicinal, para prevenir abusos futuros contra víctimas inocentes y

paliar el grave escándalo para los fieles, que a pesar de todo seguían amando y creyendo en

la Iglesia.

Añadí que sería muy beneficioso que en esta instancia la autoridad eclesial actuara antes

que las autoridades civiles y de ser posible, antes de que el escándalo llegara a la prensa.

Esto podría restaurar alguna dignidad a la Iglesia tan humillada y puesta a prueba por tantos

actos abominables de parte de algunos de sus pastores. Si se hiciera esto, la autoridad no

llevaría a juicio a un Cardenal sino a un pastor a quien la Iglesia ya le hubiese adjudicado

las medidas apropiadas para evitar que el Cardenal de abusar de su autoridad y continuar

destruyendo vidas inocentes.

Mi memorando de diciembre 6 del 2006 fue conservado por mis superiores y jamás me fue

regresado con alguna decisión de mis superiores sobre este asunto. Subsecuentemente

alrededor del 21 de abril del 2008, la Declaración del Papa Benedicto XVI en torno a la

crisis de los patrones de conducta sexual en los Estados Unidos, por Richard Sipe, fue

publicado en Internet en richardsipe.com . El 24 de abril fue entregado por el Prefecto de la

Congregación de la Doctrina de la Fe, el Cardenal William Levada, al Cardenal Secretario

de Estado Tarcisio Bertone. Se me entregó un mes después el 24 de mayo de 2008.

El día siguiente entregué un nuevo memorando al nuevo Sustituto, Fernando Filoni, que

incluyó el memorando previo de diciembre del 2006. En él, resumía el documento de

Richard Sipe que terminaba con esta respetuosa y sincera petición al Papa Benedicto XVI:

"Me acerco a Su Santidad con la debida reverencia, pero con la misma intensidad que

motivó a Peter Damian a exponer frente a su predecesor, el Papa León IX, una descripción

del clero durante su era. Los problemas que relataba eran similares y tan grandes hoy en

día en los Estados Unidos como lo eran entonces en Roma. Si Su Santidad lo solicita, yo

personalmente entregaré la documentación a la que aludo."

Terminaba mi memorando repitiéndole a mis superiores que yo pensaba que era necesario

intervenir lo mas rápido posible removiendo la Mitra cardenalicia al Cardenal McCarrick y

que debía ser sujeto a las sanciones establecidas por el Código de la Ley Canónica, que

también incluían las provisiones para su reducción a estado laico.

Este segundo memorando mío tampoco fue remitido a la oficina de personal, y me generó

una grave decepción de mis superiores por la inconcebible ausencia de acción contra el

Cardenal y por la continua ausencia de comunicación conmigo a partir del primer

memorando de diciembre del 2006.




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Pero finalmente supe con certeza, a través del Cardenal Giovanni Battista Re, entonces

Prefecto de la Congregación para los Obispos, que la declaración valerosa y meritoria de

Richard Sipe había tenido el resultado deseado. El Papa Benedicto [XVI] había impuesto

al Cardenal McCarrick sanciones similares a las impuestas ahora por el Papa

Francisco: El Cardenal debía abandonar el seminario en donde vivía, se le prohibía

celebrar Misa en público, participar en reuniones públicas, dar conferencias, viajar,

con la obligación de dedicarse a una vida de penitencia y oración.

No sé cuando tomó estas medidas el Papa Benedicto [XVI] en contra de McCarrick, si en

el 2009 o 2010, porque entretanto se me había transferido a la Gubernatura de la Ciudad

Estado del Vaticano. Asimismo, no se quién haya sido responsable de esta increíble

tardanza. Ciertamente no creo que haya sido el Papa Benedicto [XVI] que en sus tiempos

de Cardenal había denunciado repetidamente la corrupción presente en la Iglesia, y que en

sus primeros meses de Pontificado ya había adoptado una postura firme en contra de

admitir a jóvenes a los seminarios con profundas tendencias homosexuales. Creo que fue

debido al primer colaborador del Papa [Benedicto XVI] en ese momento, el Cardenal

Tarcisio Bertone, que notoriamente favorecía el promocionar a homosexuales a posiciones

de responsabilidad, y estaba acostumbrado a manejar la información que él creía era

apropiada el transmitir al Papa [Benedicto XVI] .

En cualquier caso, lo que es seguro es que el Papa Benedicto [XVI] las antes citadas

sanciones canónicas a McCarrick y que le fueron comunicadas por el Nuncio

Apostólico para los Estados Unidos, Pietro Sambi. El Monseñor Jean-François

Lantheaume, entonces Primer Consejero de la Nunciatura en Washington y Chargé des

affaires después de la inesperada muerte del Nuncio Sambi en Baltimore, me dijo, cuando

llegué a Washington D.C. -Y él está listo para testificar el dato- de una tormentosa

conversación que duró más de una hora, que el Nuncio Sambi sostuvo con el Cardenal

McCarrick al que había citado a la Nunciatura. Monseñor Lantheaume me relató que "la

voz del Nuncio se podía escuchar hasta el pasillo".

Las mismas disposiciones del Papa Benedicto [XVI] se hicieron de mi conocimiento por el

nuevo Prefecto de la Congregación de Obispos, el Cardenal Marc Ouellet, en noviembre

del 2011, en una conversación antes de mi partida a Washington, y fueron incluídas junto a

las demás instrucciones de la misma Congregación para el nuevo Nuncio

A su vez, se las repetí al Cardenal McCarrick en mi primer encuentro con él en la

Nunciatura. El Cardenal, musitando en voz poco entendible, admitió que tal vez él había

cometido el error de dormir en la misma cama con algunos seminaristas en su casa de

playa, pero lo mencionó como si no tuviese importancia. Los fieles se preguntan

insistentemente cómo fue posible que se le designara como Cardenal de Washington, y

tienen todo el derecho a saber quién sabía y quién encubrió sus graves descarríos.

Por lo tanto es mi deber el revelar lo que sé de esto, comenzando con la Curia Romana. El

Cardenal Angelo Sodano era Secretario de Estado hasta septiembre del 2006: Toda la

información le fue entregada a él en noviembre del año 2000, el Nuncio Montalvo le envió

su reporte, entregándole la carta antes citada del Padre Boniface Ramsey en la que

denunciaban los serios abusos cometidos por McCarrick.




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Es sabido que Sodano intentó encubrir el escándalo del Padre Maciel hasta el último

momento. Incluso destituyó al Nuncio en la Ciudad de México, Justo Mullor, quien rechazó

hacerse cómplice en la estratagema de encubrimiento del Padre Maciel, y en su lugar

designó a Sandri, en aquel entonces Nuncio en Venezuela, que estaba dispuesto a colaborar

en el encubrimiento. Sodano incluso llegó a emitir una declaracióna la oficina de prensa del

Vaticano en la que se reafirmaba una mentira, en la que se aseveraba que el Papa Benedicto

[XVI] había decidido que el asunto Maciel debía ser considerado como caso cerrado.

Benedicto [XVI] reaccionó, a pesar de la árdua defensa de Sodano, y Maciel fué hallado

culpable e irrevocablemente condenado.

¿Fue la asignación de McCarrick como Cardenal de Washington, obra de Sodano, cuando

Juan Pablo II ya estaba gravemente enfermo? No se nos ha dado saberlo. Sin embargo es

legítimo el pensarlo, pero no creo que haya sido el único responsable de esto. McCarrick

viajaba frecuentemente a Roma y tenía amigos en todas partes, en todos los estratos de la

Curia. Si Sodano había protegido a Maciel, como parece seguro, entonces no hay razón

para pensar que no haya hecho lo mismo por McCarrick, quien de acuerdo a muchos, tenía

los medios financieros para influenciar decisiones. Su nominación a Washington tuvo la

oposición por el entonces Prefecto de la Congregación para los Obispos, el Cardenal

Giovanni Battista Re. En la Nunciatura en Washington existe una nota escrita de su puño en

la que el Cardenal Re se distancia del nombramiento y declara que McCarrick era el

décimo cuarto en la lista de candidatos para Washington.

El reporte del Nuncio Sambi con todos sus apéndices, fue enviado al Cardenal Tarcisio

Bertone, como Secretario de Estado. Mis dos memorandos antes citados de diciembre del

2006 y mayo 25 del 2008, presumiblemente también le fueron entregados por su Sustituto.

Como se mencionó anteriormente, el Cardenal no tuvo dificultad en presentar candidatos

para el Episcopado de los cuales se sabía que eran homosexuales activos -Cito unicamente

el caso de Vincenzo de Mauro, quién fue designado Arzobispo-Obispo de Vigevano y mas

tarde removido porque estaba subvirtiendo a sus seminaristas - y en filtrar y manipular la

información que le entregaba al Papa Benedicto [XVI].

El Cardenal Pietro Parolin, el actual Secretario de Estado, que también era cómplice en el

encubrimiento de los descarríos de McCarrick, el cual, después de la elección del Papa

Francisco, presumía abiertamente de sus viajes y misiones a varios continentes. En abril del

2014, el Washington Times publicó un reportaje en primera plana, el viaje de McCarrick a

la República de África Central, por encargo del Departamento de Estado ni mas ni menos.

Como Nuncio de Washington le escribí al Cardenal Parolin preguntándole si las sanciones

impuestas a McCarrick por el Papa Benedicto [XVI] estaban vigentes. ¡Ça va sans dire que

mi misiva nunca tuvo respuesta!




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Lo mismo se puede decir de:

• Cardenal William Levada. Ex-Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe

• Cardenal Marc Ouellet. Prefecto de la Congregación de los Obispos

• Lorenzo Baldisseri Ex-Secretario de la Congregación para los Obispos

• Arzobispo Ilson de Jesus Montanari. Actual Secretario de la misma Congregación.

Todos estaban al tanto por la investidura de sus cargos, de las sanciones impuestas por el

Papa [Benedicto XVI] a McCarrick.

Los Cardenales Leonardo Sandri, Fernando Filoni y Angelo Becciu, como sustitutos del

Secretariado de Estado, conocían todos los detalles de la situación en lo concerniente al

Cardenal McCarrick.

Tampoco los Cardenales Giovanni Lajolo y Dominique Mamberti podrían haber

permanecido ignorantes, como Secretarios para las Relaciones con los Estados. Ellos

participaron varias veces por semana en reuniones colegiadas con el Secretario de Estado.

En lo que concierne a la Curia Romana, me detendré aquí, aun cuando los nombres de otros

Prelados en el Vaaticano son bien conocidos, incluso algunos muy cercanos al Papa

Francisco, tales como el Cardenal Francesco Coccopalmerio y el Arzobispo Vincenzo

Paglia que pertenecen a la corriente homosexual que favorece el subvertir la Doctrina sobre

la homosexualidad, una corriente ya denunciada antes en 1986 por el Cardenal Joseph

Ratzinger, en aquel entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su

carta a los Obispos de la Iglsia Católica sobre el cuidado pastoral de personas

homosexuales. Los Cardenales Edwin Frederick O’Brien y Renato Raffaele Martino

también pertenecen a dicha corriente, aunque con una ideología distinta. También otros que

pertenecen a esta corriente incluso tienen su residencia en el Domus Sanctae Marthae.

Ahora hablemos de lo de Estados Unidos. Obviamente el primero en ser informado de las

medidas tomadas por el Papa Benedicto [XVI] fue el sucesor en la Sede de Washington,

Cardenal Donald Wuerl, cuya situación está ahora totalmente comprometida por las

recientes revelaciones en torno a su comportamiento como Obispo de Pittsburgh.

Es totalmente impensable que el Nuncio Sambi, quién fuese una persona extremadamente

responsable, honesta, leal, directa y explícita en su comportamiento (un verdadero hijo de la

Romagna) no le hablase al respecto. En cualquier caso, yo mismo puse el tema a la

consideración con el Cardenal Wuerl en varias oportunidades, y ciertamente no necesité

entrar en detalle pues me percaté con claridad que él estaba al corriente del tema. Tambien

recuerdo en lo particular de que tuve que llamar su atención al tema, porque me di cuenta

que en una publicación de la Arquidiócesis, en la cuarta de forros a color, había un anuncio

invitando a los jóvenes que creían tener vocación para el sacerdocio, a una reunión con el

Cardenal McCarrick. Inmediatamente me puse en comunicación telefónica con el Cardenal

Wuerl quién me expresó su sorpresa diciéndome que no sabía nada del anuncio y que lo

cancelaría. Si él, como lo declara actualmente, no sabía nada de los abusos cometidos por

McCarrick y de las medidas tomadas por el Papa Benedicto [XVI], ¿cómo puede explicar la




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respuesta que me dió en el teléfono? Sus recientes declaraciones de que no sabía nada del

asunto, aunque al principio se refirió astutamente a las compensaciones a dos víctimas, son

absolutamente irrisorias. El Cardenal miente desvergonzadamente y prevalece sobre la

figura de su Canciller, Monsignor Antonicelli, para que mienta asimismo.

El Cardenal Wuerl también claramente mintió en otra ocasión. Después de un evento

moralmente inaceptable, autorizado por las autoridades de la Universidad de Georgetown,

lo presenté a la atención de su presidente (Rector), el Dr. John DeGoia, enviándole otras

dos cartas. Antes de remitir copia al involucrado, para manejar las cosas apropiadamente,

yo personalmente entregué copia de ellas al Cardenal con una carta que yo había escrito. El

Cardenal me respondió que no sabía nada del tema. Sin embargo no me envió acuso de

recibo de las dos cartas, cosa que no era usual en él. Subsecuentemente supe que el evento

de la Universidad de Georgetown había sido celebrado durante siete años. ¡Pero el Cardenal

no sabía nada al respecto!

El Cardenal Wuerl, consciente de los continuos abusos cometidos por el Cardenal

McCarrick y de las sanciones que le impuso el Papa Benedicto [XVI] y transgrediendo la

orden del Papa [Benedicto XVI], también le permitió residir en un seminario en

Washington D.C. Al hacerlo, puso en riesgo a otros seminaristas.

El Obispo Paul Bootkoski, emérito de Metuchen, y el Arzobispo John Myers, emérito de

Newark, encubrieron los abusos cometidos por McCarrick en sus respectivas Diócesis y

compensaron a dos de sus víctimas. No pueden negarlo y deben ser interrogados para

revelar todas las circunstancias y toda la responsabilidad con respecto a este asunto.

El Cardenal Kevin Farrell, quien fue entrevistado recientemente por los medios, también

dijo que no tenía la menor idea sobre los abusos cometidos por McCarrick. Dadas las

características de su mandato en Washington, Dallas y ahora en Roma, honestamente, creo

que nadie puede creerle. No sé si alguna vez le preguntaron si sabía sobre los crímenes de

Maciel. Si negara esto, ¿alguien le creería, ya que él ocupaba puestos de responsabilidad

como miembro de los Legionarios de Cristo?

En cuanto al Cardenal Sean O'Malley, simplemente diría que sus últimas declaraciones

sobre el caso McCarrick son desconcertantes y han oscurecido por completo su

transparencia y credibilidad.




* * *




Mi conciencia también me exige revelar hechos que he experimentado personalmente,

concernientes al Papa Francisco, que tienen un significado dramático. Mi calidad de

Obispo, compartiendo la responsabilidad Colegial de todos los Obispos por la Iglesia

Universal, no me permite guardar silencio sobre hechos que declaro aquí y que estoy

dispuesto a reafirmar bajo juramento, invocando a Dios como mi Testigo.

En los últimos meses de su pontificado, el Papa Benedicto [XVI] convocó a una reunión de

todos los Nuncios Apostólicos en Roma, como lo hicieron Pablo VI y San Juan Pablo II en

varias ocasiones. La fecha fijada para la audiencia con el Papa fue el viernes 21 de junio de

2013. El Papa Francisco mantuvo este compromiso hecho por su predecesor. Por supuesto,




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también vine a Roma desde Washington. Ese fue mi primer encuentro con el nuevo Papa,

elegido tan solo tres meses antes, después de la renuncia del Papa Benedicto[XVI].

Durante la mañana del jueves 20 de junio de 2013, fui a la Domus Sanctae Marthae para

unirme a mis colegas que estaban allí. Tan pronto como entré en la sala me encontré con el

cardenal McCarrick, que vestía la sotana roja. Lo saludé respetuosamente como siempre lo

había hecho. Inmediatamente me dijo, en un tono entre ambiguo y triunfante: "El Papa me

recibió ayer, mañana voy ir a China."

En ese momento yo no sabía nada de su larga amistad con el cardenal Bergoglio y de la

parte importante que había desempeñado en su reciente elección como Papa, como el

propio McCarrick revelaría más tarde en una conferencia en la Universidad de Villanova y

en una entrevista con el National Catholic Reporter. Tampoco había pensado en el hecho

de que él había participado en las reuniones preliminares del reciente Cónclave, y del papel

que pudo haber tenido como un Cardenal Elector en el Cónclave de 2005. Por lo tanto, no

entendí de inmediato, el significado del mensaje encriptado que McCarrick me había

comunicado, pero eso quedaría claro para mí en los días en los siguientes días inmediatos.

Al día siguiente tuvo lugar la audiencia con el Papa Francisco. Después de su discurso, que

en partes fue leído y en otras tuvo alocuciones espontáneas, el Papa quiso saludar a todos

los Nuncios participantes, uno por uno. En la fila en donde estábamos formados, recuerdo

que yo estaba entre los últimos. Cuando fue mi turno, solo tuve tiempo de decirle: "Soy el

Nuncio de los Estados Unidos". Inmediatamente me atacó con un tono de reproche,

diciendo: ¡Los Obispos en los Estados Unidos no deben estar ideologizados. Deben ser

pastores! Por supuesto, yo no estaba en la posición de pedirle explicación alguna sobre el

significado de aquellas palabras suyas y de la forma agresiva con la que él me había

reprendido. Tenía en mi mano un libro en portugués que el Cardenal O'Malley me había

enviado para el Papa, unos días antes, diciéndome: "para que pueda revisar su portugués

antes de ir a Río para la Jornada Mundial de la Juventud". Se lo entregué inmediatamente,

y así me liberé de esa situación extremadamente desconcertante y embarazosa.

Al final de la audiencia, el Papa anunció: "Aquellos de ustedes que todavía estén en

Roma para el próximo domingo, están invitados a concelebrar conmigo en la Domus

Sanctae Marthae". Naturalmente, pensé en quedarme en Roma, para aclarar, lo antes

posible, qué habría querido decirme el Papa [con la frase: ¡Los Obispos en los Estados

Unidos no deben estar ideologizados. Deben ser pastores! ].

El domingo 23 de junio, antes de la concelebración con el Papa, le pregunté a Monseñor

Ricca -responsable de la casa y quien nos ayudó a ponernos las vestiduras-, si podría

preguntarle al Papa sobre la posibilidad de recibirme en algún momento de la semana

siguiente. ¿Cómo podría regresarme a Washington sin haber aclarado lo que el Papa quería

de mí?

Al final de la Misa, mientras el Papa saludaba a los pocos laicos presentes, Monseñor

Fabian Pedacchio, su secretario argentino, vino a mí y me dijo: "¡El Papa me dijo que le

preguntara si en este momento usted tiene tiempo libre!" Naturalmente, le respondí que

estaba a disposición del Papa y le dí las gracias por recibirme de inmediato. El Papa me

llevó al primer piso de su departamento y me dijo: "Tenemos 40 minutos, antes del

Angelus".




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Comencé la conversación, preguntándole al Papa qué había intentado decirme con las

palabras que me había dirigido, cuando yo lo había saludado el viernes anterior. Y el Papa,

en un tono muy diferente, amistoso, casi afectuoso, me dijo: "Sí, los Obispos en los

Estados Unidos no deben estar ideologizados, no deben ser derechistas como el

Arzobispo de Filadelfia, (el Papa no me dió el nombre del Arzobispo) deben ser Pastores;

y no deben ser de izquierda, y agregó, levantando ambos brazos, y cuando digo de

izquierda me refiero a homosexual ". Por supuesto, la lógica de la correlación entre ser

izquierdista y ser homosexual se me escapó, pero no añadí nada más.

Inmediatamente después, el Papa me preguntó de una manera mañosa: "¿Cómo es el

Cardenal McCarrick?". Le respondí con total franqueza, y sí también con una gran

ingenuidad: "Santo Padre, no sé si conoce al Cardenal McCarrick, pero si usted le

pregunta a la Congregación para los Obispos, existe un enorme dossier sobre él.

Corrompió a generaciones de seminaristas y sacerdotes, por lo que el Papa Benedicto

[XVI] le ordenó retirarse a una vida de oración y penitencia ". El Papa no hizo el menor

comentario sobre esas palabras tan graves [que le dije] y no mostró ninguna expresión de

sorpresa en su rostro; como si ya conociera el asunto desde hacía algún tiempo. Él

inmediatamente cambió de tema. Entonces, cuál era el propósito del Papa al hacerme la

pregunta: "¿Cómo es el Cardenal McCarrick?" ? Es obvio que quería averiguar si yo era

aliado de McCarrick o si no lo era.

Cuando regresé a Washington, todo se volvió muy claro para mí, gracias también a un

nuevo evento que ocurrió pocos días después de mi reunión con el Papa Francisco. Cuando

el nuevo Obispo Mark Seitz tomó posesión de la Diócesis de El Paso, el 9 de julio de 2013,

envié [en mi representación]al primer Consejero, Monseñor Jean-François Lantheaume, ya

que yo tenía que ir a Dallas ese mismo día para una reunión internacional sobre Bioética.

Cuando Monseñor Lantheaume regresó, me dijo que en El Paso se había encontrado con el

Cardenal McCarrick, quien apartándolo[para hablar a solas con él], le dijo casi las mismas

palabras que el Papa me había dicho en Roma: "los Obispos en los Estados Unidos no

deben ser ideologizados, no deben ser derechistas, deben ser pastores ... " ¡Yo estaba

asombrado! Ahora estaba claro que las palabras de reproche que el Papa Francisco me

había dirigido el 21 de junio de 2013, habían sido puestas en su boca, el día anterior por el

Cardenal McCarrick. La mención del Papa "no como el Arzobispo de Filadelfia" también

podría provenir de McCarrick, ya que había habido un fuerte desacuerdo entre los dos sobre

la aceptación de que los políticos partidarios del aborto, recibieran la Comunión. En su

comunicación a los Obispos, McCarrick había manipulado una carta del entonces Cardenal

Ratzinger que prohibía darles la Comunión. De hecho, yo también sabía cómo ciertos

Cardenales como Mahony, Levada y Wuerl estaban estrechamente vinculados con

McCarrick; ellos también se habían opuesto a los nombramientos más recientes hechos por

el Papa Benedicto [XVI], para puestos importantes como Filadelfia, Baltimore, Denver y

San Francisco.

No contento con la trampa que había tendido el 23 de junio de 2013, cuando me preguntó

sobre McCarrick, unos meses más tarde, en la audiencia que me concedió el 10 de octubre

de 2013, el Papa Francisco me tendió una segunda trampa, esta vez con respecto a un

segundo de sus protegidos, el Cardenal Donald Wuerl, preguntándome: "¿Qué es lo que le

gusta al cardenal Wuerl, es bueno o malo?" Respondí: "Santo Padre, no le diré si es

bueno o malo, pero le diré dos hechos". Son los hechos que ya he mencionado




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anteriormente, uno que se refiere al descuido pastoral de Wuerl con respecto a las

desviaciones aberrantes en la Universidad de Georgetown y el otro, ¡la invitación a jóvenes

aspirantes al sacerdocio, por parte de la Arquidiócesis de Washington, a una reunión con

McCarrick! Una vez más, el Papa no mostró reacción alguna.

También estaba claro que desde el momento de la elección del Papa Francisco, McCarrick,

ahora sí, sin tener ya ninguna restricción, se había sentido libre para viajar continuamente,

para dar conferencias y entrevistas. En un esfuerzo conjunto con el Cardenal Rodríguez

Maradiaga, se convirtió en el creador de reyecitos, a través de nombramientos en la Curia

y en los Estados Unidos, así como el consejero más escuchado en el Vaticano, para las

relaciones con la administración Obama. De este modo es como uno explica que el Papa

reemplazara al Cardenal Burke por Wuerl e inmediatamente designara a Cupich después de

que fuera nombrado Cardenal, como miembros de la Congregación para los Obispos. Con

estos nombramientos, la Nunciatura en Washington quedaba fuera de la escena en el

nombramiento de Obispos. Además, nombró al brasileño Ilson de Jesus Montanari -el

gran amigo de su Secretario Privado argentino, Fabian Pedacchio- como Secretario de la

misma Congregación para los Obispos y Secretario del Colegio de Cardenales, quien de un

solo brinco dejó de ser un simple funcionario del departamento del Secretario del

Arzobispo . ¡Algo sin precedentes para una posición tan importante!

Los nombramientos de Blase Cupich para Chicago y de Joseph W. Tobin para Newark,

fueron orquestados por McCarrick, Maradiaga y Wuerl, unidos por un malvado pacto

de abusos por parte del primero, y al menos, de encubrimiento de abusos por parte de los

otros dos. Sus nombres no se encontraban entre los presentados por la Nunciatura para

Chicago y para Newark.

En cuanto a Cupich, uno no puede dejar de notar su arrogancia ostentosa y la insolencia

con la que niega la evidencia que ahora es obvia para todos: que el 80% de los abusos

encontrados fueron cometidos contra jóvenes, por homosexuales que estaban en una

relación de autoridad sobre sus víctimas.

Durante el discurso que pronunció cuando tomó posesión de la sede de Chicago, en la que

yo estaba presente como representante del Papa, Cupich dijo que ciertamente no se debe

esperar que el nuevo Arzobispo camine sobre el agua. Tal vez sería suficiente para él poder

permanecer con los pies en el suelo y no tratar de poner la realidad patas arriba, cegado por

su ideología pro-gay, como afirmó en una reciente entrevista en la revista America

Magazine. Extendiendo su particular experiencia en el tema, habiendo sido Presidente del

Comité de Protección de Niños y Jóvenes de la USCCB, él afirmó que el principal

problema en la crisis de abuso sexual por el clero no es la homosexualidad, y que afirmar

esto es solo una manera de desviar la atención del problema real que es el clericalismo. En

apoyo de esta tesis, Cupich "extrañamente" hizo referencia a los resultados de la

investigación llevada a cabo en el momento álgido de la crisis de abuso sexual de menores,

a comienzos de la década de 2000, mientras que "ingenuamente" ignoró que los resultados

de esa investigación, fueron negados por completo en los -posteriores- informes

independientes, por parte del John Jay College of Criminal Justice en 2004 y 2011, los

cuales concluyeron que, en casos de abuso sexual, el 81% de las víctimas eran hombres. De

hecho, el padre Hans Zollner, sacerdote jesuita, Vicerrector de la Pontificia Universidad

Gregoriana; Presidente del Centro para la Protección de la Infancia y miembro de la

Comisión Pontificia para la Protección de Menores, dijo recientemente al diario La Stampa




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que "en la mayoría de los casos es una cuestión de abuso homosexual ".

El nombramiento de McElroy en San Diego, también fue orquestado desde arriba, con una

orden perentoria, encriptada para mí como Nuncio, por el Cardenal Parolin, que decía:

"Reserve la sede de San Diego para McElroy". McElroy también estaba al tanto de los

abusos de McCarrick, como puede ser visto en una carta que le envió Richard Sipe el 28 de

julio de 2016.

Estos personajes están estrechamente asociados con individuos que pertenecen en particular

al ala desviada de la Compañía de Jesús, lamentablemente hoy en día una mayoría, que ya

había sido motivo de grave preocupación para Pablo VI y los siguientes Pontífices. Solo

tenemos que considerar al Padre Robert Drinan, sacerdote jesuita, quien fue elegido

cuatro veces en la Cámara de Representantes, y quien fue un firme defensor del aborto; o el

Padre Vincent O'Keefe, sacerdote jesuita, uno de los principales promotores de The

Land O'Lakes Statement of 1967, quien comprometió seriamente la identidad católica de

las universidades y facultades en los Estados Unidos. Cabe señalar que McCarrick, en ese

entonces presidente de la Universidad Católica de Puerto Rico, también participó en esa

misión desfavorable, que fue tan perjudicial para la formación de la conciencia de la

juventud estadounidense, estrechamente ligada con el ala desviada de los Jesuitas.

El Padre James Martin, sacerdote jesuita, aclamado por las personas antes mencionadas,

en particular por Cupich, Tobin, Farrell y McElroy, nombrado consultor de la Secretaría

de Comunicaciones, conocido activista que promueve la agenda LGBT, elegido para

corromper a los jóvenes, con quienes dentro de poco se reunirá en Dublín en el Encuentro

Mundial de las Familias, no es más que un triste ejemplo reciente, de esa ala desviada de la

Compañía de Jesús.

Ya que el Papa Francisco ha pedido repetidamente una transparencia total en la

Iglesia, que los Obispos y fieles actúen con parresía. Los fieles de todo el mundo

también lo exigen de manera ejemplar, entonces él debe decir honestamente, cuándo

fue que se enteró de los crímenes cometidos por McCarrick, el cual abusó de su

autoridad con seminaristas y sacerdotes.

En cualquier caso, el Papa [Francisco] lo supo de mí el 23 de junio del 2013 y aún así

continuó encubriéndolo. [El PapaFrancisco] No tomó en cuenta las sanciones que el

Papa Benedicto [XVI] le impuso [a McCarrick] y lo convirtió en su consejero de

confianza, junto con Maradiaga.

Este último [Maradiaga] confía tanto en la protección del Papa [Francisco], que puede darse

el lujo de descartar como "chismes" las súplicas sinceras de docenas de sus seminaristas,

quienes encontraron el valor de escribirle, luego de que uno de ellos intentara suicidarse por

el abuso homosexual en el seminario.

Ahora los fieles han comprendido bien la estrategia de Maradiaga: insultar a las víctimas

para salvarse a sí mismo; mentir hasta el final para cubrir un abismo de abusos de poder, de

mala administración en la administración de las propiedades de la Iglesia y de desastres

financieros, incluso contra amigos cercanos, como en el caso del Embajador de Honduras,

Alejandro Valladares, ex Decano del Cuerpo Diplomático de la Santa Sede. En el caso del

ex Obispo Auxiliar Juan José Pineda, después del artículo publicado en el semanario




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[italiano] L'Espresso en febrero pasado, Maradiaga declaró en el periódico Avvenire: "Fue

mi Obispo Auxiliar, Pineda, quien solicitó la visita, para "limpiar" su nombre después de

haber sido sometido a muchas calumnias ". Ahora, con respecto a Pineda, lo único que se

ha hecho público, es que su renuncia ha sido simplemente aceptada, haciendo que su

posible responsabilidad y la de Maradiaga desaparezcan en la nada.

En nombre de la transparencia tan alabada por el Papa [Francisco], el informe que el

Visitador, Obispo argentino Alcides Casaretto, entregó directamente al Papa [Francisco],

hace más de un año, debe hacerse público.

Finalmente, el reciente nombramiento como sustituto del Arzobispo Edgar Peña Parra

también está vinculado con Honduras, es decir, con Maradiaga. Del 2003 al 2007, Peña

Parra trabajó como Consejero en la Nunciatura de Tegucigalpa. Como Delegado para las

Representaciones Pontificias, recibí información preocupante sobre él.

En Honduras, un escándalo tan grande como el de Chile está a punto de repetirse. El Papa

[Francisco] defiende a su hombre, el Cardenal Rodríguez Maradiaga, hasta el final, como lo

hizo en Chile, con el Obispo Juan de la Cruz Barros, a quien él mismo había nombrado

Obispo de Osorno, en contra del Consejo de los Obispos chilenos.

Primero [el Papa Francisco] insultó a las víctimas del abuso [sexual por parte de sacerdotes]

y no fue sino hasta que forzado por los medios, por una revuelta por las víctimas y por los

fieles chilenos, reconoció su error y se disculpó, al tiempo que afirmó que había sido mal

informado, causando una situación desastrosa para la Iglesia en Chile, sin embargo

continuó protegiendo a los dos Cardenales chilenos, Errazuriz y Ezzati.

Incluso en el trágico asunto de McCarrick, el comportamiento del Papa Francisco no fue

diferente. Sabía al menos desde el 23 de junio de 2013 que McCarrick era un depredador en

serie. Aunque sabía que era un hombre corrupto, lo cubrió hasta el final; de hecho, hizo

propios los consejos de McCarrick, los cuales ciertamente, no estaban inspirados por

buenas intenciones ni por amor a la Iglesia. Fue solo cuando se vio obligado por el informe

del abuso de un menor, y otra vez, sabiendo que los medios tenían puesta su atención sobre

él, que [el Papa Francisco] tomó medidas [con respecto a McCarrick] para salvar su

imagen ante los medios.

Actualmente, en los Estados Unidos, está surgiendo un coro de voces, proveniente de

manera especial de los fieles laicos, y al que recientemente se han unido varios Obispos y

sacerdotes, pidiendo que todos aquellos que, por su silencio, encubrieron el

comportamiento criminal de McCarrick, o que lo usaron para avanzar en su carrera o

promover sus intenciones, ambiciones y poder en la Iglesia, deben renunciar.

Pero esto no será suficiente para sanar la situación del extremadamente grave

comportamiento inmoral por parte del clero: Obispos y sacerdotes. Un tiempo de

conversión y penitencia debe ser declarado. La virtud de la castidad debe ser recuperada en

el clero y en los seminarios. Se debe luchar contra la corrupción en el mal uso de los

recursos de la Iglesia y de las ofrendas de los fieles. La gravedad del comportamiento

homosexual debe ser denunciada. Las redes homosexuales presentes en la Iglesia deben ser

erradicadas, como escribiera recientemente Janet Smith, profesora de Teología Moral en el

Seminario Mayor del Sagrado Corazón, en Detroit. "El problema del abuso del clero",




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escribió, "no puede resolverse simplemente con la renuncia de algunos Obispos, y mucho

menos con las directivas burocráticas". El problema más profundo radica en las redes

homosexuales al interior del clero, que deben ser erradicadas ". Estas redes homosexuales,

que ahora están generalizadas en muchas Diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc.,

actúan bajo la ocultación del secreto y mienten con el poder de los tentáculos de un pulpo,

estrangulando a las víctimas inocentes, a las vocaciones sacerdotales, y a toda la Iglesia

Imploro a todos, especialmente a los Obispos, a que hablen con el propósito de vencer

esta conspiración de silencio que está tan extendida, y a que denuncien a los medios y

a las autoridades civiles, los casos de abuso que conocen.

Prestemos atención al mensaje más poderoso que San Juan Pablo II nos dejó como

herencia: ¡No tengan miedo! ¡No tengan miedo!

En su homilía de 2008 en la Fiesta de la Epifanía, el Papa Benedicto XVI nos recordó que

el Plan de Salvación del Padre, se había revelado y realizado plenamente en el Misterio de

la Muerte y Resurrección de Cristo, y que debe ser bienvenido en la historia humana, que

siempre es historia de fidelidad por parte de Dios y desafortunadamente, también de

infidelidad por parte de nosotros los hombres. La Iglesia, depositaria de la bendición del

Nuevo Pacto, firmada con la Sangre del Cordero, es santa pero está formada por pecadores,

como escribió San Ambrosio: la Iglesia es "inmaculata ex maculatis", es santa e

inmaculada, aunque en su viaje terrenal, esté hecha de hombres manchados con el pecado.

Deseo recordar esta verdad indefectible de la Santidad de la Iglesia, a las muchas personas

que escandalizados tanto por el comportamiento abominable y sacrílego del ex Arzobispo

de Washington, Theodore McCarrick; por la conducta grave, desconcertante y pecaminosa

del Papa Francisco y por la conspiración de silencio de tantos pastores, se sienten tentados a

abandonar la Iglesia, desfigurada por tantas ignominías. En el Angelus del domingo 12 de

agosto de 2018, el Papa Francisco dijo estas palabras: "Todos somos culpables del bien

que él pudo haber hecho y no hizo ... Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos

tácitamente". Necesitamos intervenir donde el mal se está extendiendo; el mal se esparce

justo ahí en donde los cristianos valientes que se oponen al mal a través del bien, no

están actuando". Si esto es, correctamente, considerado como una responsabilidad moral

seria para cada creyente, cuánto más grave lo es para el Pastor Supremo de la Iglesia, que

en el caso de McCarrick no solo no se opuso al mal sino que se asoció con él, para hacer el

mal con alguien que sabía ser profundamente corrupto. [El Papa Francisco] siguió el

consejo de alguien a quien conocía bien como un pervertido, multiplicando

exponencialmente con su autoridad suprema, el mal hecho por McCarrick. ¡Y cuántos más

pastores malvados Francisco continúa apuntalando en su destrucción activa de la Iglesia!

Francisco está abdicando al mandato que Cristo le dió a Pedro para confirmar a sus

correligionarios. De hecho, con su acción los ha dividido, los ha inducido al error y ha

alentado a los lobos a seguir destrozando las ovejas del rebaño de Cristo.

En este momento extremadamente dramático para la Iglesia Universal, debe reconocer sus

errores y, de acuerdo con el principio proclamado de tolerancia cero, el Papa Francisco

debe ser el primero en dar un buen ejemplo a los Cardenales y Obispos que ocultaron

los abusos de McCarrick y y renunciar junto con todos ellos.




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Es en momentos de gran prueba que la Gracia del Señor se revela en abundancia y hace que

Su infinita Misericordia esté disponible para todos; pero Ésta se concede solo a aquellos

que verdaderamente se arrepienten y se proponen, sinceramente, a enmendar sus vidas. Este

es un momento favorable para que la Iglesia confiese sus pecados, se convierta y haga

penitencia.

¡Oremos todos por la Iglesia y por el Papa, recordemos cuántas veces nos ha pedido que recemos

por él!

Renovemos todos la fe en Nuestra Madre Iglesia: "¡Creo en una Sola, Santa, Católica y Apostólica

Iglesia!"

¡Cristo nunca abandonará su Iglesia! ¡Él la generó en Su Sangre y continuamente la revive con Su

Espíritu!

María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros!

María, Virgen y Reina, Madre del Rey de la gloria, ruega por nosotros!




Roma, 22 de agosto del 2018

Reinado de la Santísima Virgen María.


Monseñor Viganò

Traducción oficial, por Diane Montagna

Traducción del Inglés al Español, por C.A.R.P y B.E.A.I.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Vanessa Vallejo: 'Todavía tengo esperanza en la reelección de Trump'

 La Gaceta de la Iberosfera

Duración 15:11 minutos

https://youtu.be/jeErht060ts

Actualidad Comentada |Tiempos apostólicos | 13.11.2020 |

 Magnificat TV - Franciscanos de María

Duración 9:06 minutos

La verdad (reinterpretada) os hará libres (Carlos Esteban)




Si la verdad nos hace libres, va de suyo que la mentira nos esclaviza. Y no sólo la mentira directa, sino el disimulo, la confusión, los ‘retoques’ y las interpretaciones sesgadas. Estos días hemos tenido dos fuentes de todo eso en la jerarquía eclesiástica, el Informe McCarrick y la acogida del supuesto ‘presidente-electo’ Joe Biden.
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No hemos estado dos años esperando para esto, para una ‘versión oficial’ que, a pesar de dibujar un deplorable panorama de ocultaciones e irresponsabilidades entre la jerarquía católica, consigue exculpar a los que mantienen un poder en la Curia y culpar a los pontífices muertos y, por supuesto, al gran ‘malo’ de esta película, el arzobispo Carlo Maria Viganò.

No importa que Viganò fuera precisamente el hombre que destapara todo el asunto, sin el que un informe como este jamás hubiera visto la luz y todo se hubiera barrido, una vez más, bajo la alfombra, no: tiene que ser culpable de lo mismo que denunció, a pesar de que los redactores del informe ni siquiera se han tomado la molestia de consultarle.

Por continuar con el equívoco, en el informe se confirma que las noticias sobre las andanzas del entonces cardenal Theodore McCarrick sí llegaron a oídos del Papa actual, siquiera como “rumores” o acusaciones sin las pruebas necesarias, con lo que no sabemos qué deducir de las palabras de Su Santidad en la entrevista con la periodista mexicana Valentina Alazraki: “De McCarrick yo no sabía nada, obviamente, nada, nada. Lo dije varias veces eso, que yo no sabía, ni idea”. Obviamente.
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En cuanto a Biden, simplemente no es ‘presidente-electo’, para empezar a hablar. Ni siquiera ha acabado el recuento, mucho menos se ha consumado la decisión de los compromisarios. Al contrario, el panorama objetivo empieza a ponerse bastante difícil para los demócratas. Que la diplomacia más antigua del mundo le felicite como ganador antes de que lo confirme el propio sistema estadounidense parece un tanto precipitado, un moverse en la situación que se desea más que la que es.

Más desconcertante aún es el contenido de esas felicitaciones, no solo las papales sino también los del episcopado norteamericano, así como la acogida de la supuesta victoria por parte de los medios más perfectamente alineados con la oficialidad clerical. Leyéndolos, se diría que el fanatismo proabortista fuera para los jerarcas católicos un pecadillo sin importancia, una minucia al lado de su vaga voluntad de “tender puentes y derribar muros”.

Carlos Esteban

NOTICIAS VARIAS 13 de noviembre de 2020




ADELANTE LA FE

Entrevista a Viganó: la palabra apocalíptico en este contexto me parece totalmente acertada

INFOVATICANA



Selección por José Martí

El arzobispo Vigano responde en profundidad al informe McCarrick

 ONE PETER FIVE


INTERVIEW BY RAYMOND ARROYO, EWTN
TO ARCHBISHOP CARLO MARIA VIGANÒ
November 12, 2020

Your Excellency, the report claims you “did not come forward” to present evidence for this Vatican inquiry: were you asked to provide information? Did anyone reach out to you?

I am surprised to discover that a Report in which I am mentioned 306 times accuses me of not having “come forward” to testify in this Vatican inquiry on Theodore McCarrick. But according to the norm of canon law, the calling of witnesses is the responsibility of the one who is in charge of the process, on the basis of evidence gathered in the investigation phase.

My first intervention about McCarrick, which I made as Delegate for Pontifical Representations in the Secretariat of State, dates back to December 6, 2006, following a report of the then-Nuncio to the United States, Archbishop Pietro Sambi. Subsequently, in 2008, I presented a second Memorandum that reported facts of such gravity and in such detail that it led me to recommend that McCarrick be deposed as Cardinal and that he be reduced to the lay state. My Testimony of August 2018 is known to everyone, as are my subsequent declarations.

It is completely incomprehensible and anomalous that it was not considered opportune to call upon me to testify. But it is even more disturbing that this deliberate omission was then used against me. And they cannot claim that I made myself untraceable: the Secretariat of State has my personal email address, which is still active.

On the other hand, just as I was not consulted for the drafting of the McCarrick Report, so also in 2012, the three cardinals whom Benedict XVI placed in charge of the Vatileaks 1 investigation, did not call upon me to give testimony, even though I was also personally involved. Only after my explicit request, did Cardinal Julian Herranz, the head of the Commission, permit me to give a deposition, with these words: “If you really want to…!”

Furthermore, it also seems significant to me that James Grein, the only victim of McCarrick’s sexual molestations who had the courage to denounce him publicly, does not appear in the Report, and that there is no trace of his testimony, in which he would have also reported the trip he made with McCarrick to St. Gallen at the end of the 1950s.

From the public statements of James Grein, it is clear that the beginning of McCarrick’s climb – he was then a young, newly ordained priest – coincided with that visit to Switzerland, to a monastery that was later the site of the meetings of the conspirators of the so-called “St. Gallen mafia.” According to the declarations of the deceased Cardinal Godfried Danneels, that group of prelates decided to support the election of Bergoglio both after the death of John Paul II as well as during the conclave that followed the controversial resignation of Benedict XVI.

I recall that during a conference at Villanova University on October 11, 2013, then-Cardinal McCarrick admitted to having supported the election of Cardinal Bergoglio at the beginning of the General Congregations prior to the conclave that had been held a few months earlier [in March 2013].

I wonder what sort of reliability a judicial body can have that has such an obvious conflict of interest due to its past relationship with the accused. How can Bergoglio and the Secretariat of State that depends on him pretend to appear impartial when McCarrick went to the Vatican with an abnormal frequency; when in June 2013 he was tasked [by Bergoglio] with making a diplomatic trip to China? And how can one not think that their repeated attempts at cover-up and denial of their responsibility are the cause of the systematic effort to discredit me as a witness, in order not to bring to light the complicity and connivances that exist between them and McCarrick himself?

The Pope, according to the report, maintains that you did not inform him of McCarrick’s activities or restrictions in June of 2013. Your response? 

This statement is absolutely false. First of all, it was Bergoglio himself, on June 23, 2013, who explicitly asked me my opinion of McCarrick. As I testified in my 2018 Memoir:

I answered him with complete frankness […]: “Holy Father, I don’t know if you know Cardinal McCarrick, but if you ask the Congregation for Bishops there is a dossier this thick about him. He corrupted generations of seminarians and priests and Pope Benedict ordered him to withdraw to a life of prayer and penance.” The Pope did not make the slightest comment about those very grave words of mine and did not show any expression of surprise on his face, as if he had already known the matter for some time, and he immediately changed the subject. But then, what was the Pope’s purpose in asking me that question: “What is Cardinal McCarrick like?” He clearly wanted to find out if I was an ally of McCarrick or not.

It should be noted that I had learned from McCarrick himself that Bergoglio had received him four days before my audience, and that Bergoglio had authorized him to go to China. What was the point of asking me for an opinion, when Bergoglio already held McCarrick in the highest esteem?

McCarrick meanwhile came quietly to Rome, received assignments from the Vatican, including official ones, and carried on with his activities as if nothing had happened. In May 2014, I learned from the Washington Times of a trip McCarrick made to the Central African Republic on behalf of the Department of State (the Secretary of State was then John Kerry): this trip is also mentioned in the Report. We are talking about 2014. And yet beginning in 2008, Benedict XVI had ordered the American Cardinal to retire to a private life, not to celebrate or attend public events, and not to make trips.

For this reason, given the way that McCarrick was being treated, I asked Cardinal Parolin if the sanctions against McCarrick were still to be considered valid. But I received no response.

At that point, having reported to the Pope in person, and having received no answer from the Secretary of State, what more could I do? To whom could I appeal?

From the Report, I learn that McCarrick’s continuous assignments and travels abroad were considered by Archbishop Wuerl and even by Nuncio Sambi (deceased in 2011) as a “sufficient form of removal” (cf. footnote 1013 of the Report). And I remain sincerely shocked to learn from the Report that:

…the indications were not “sanctions”; they were not imposed by Pope Benedict XVI; McCarrick was never forbidden to celebrate Mass in public; McCarrick was not prohibited from giving lectures; Cardinal Re did not impose on McCarrick “the obligation” of dedicating himself to a life of prayer and penance; and McCarrick remained free to conduct activities, including travel, with the permission of the Holy See, including the Nuncio (cf. footnote 1006, ibidem).

If this is so, it means that despite the Cardinal’s reprehensible conduct, the Holy See did not consider it appropriate to take disciplinary measures against McCarrick, which confirms my denunciation of the corruption of the Curia. 

The report goes to great pains to attempt to paint you as somehow lax in investigating the claims of Priest 3. (They brush by the fact that it was you who brought these concerns to the Holy See in the first place). Did you avoid placing yourself “in a position to ascertain the credibility of Priest 3”? 

It is obvious what my role was in bringing McCarrick’s scandals to light, and that I have always taken steps to report any information that came into my possession to the Holy See. I recall that we are talking about 2012, when I had just been appointed Nuncio to the United States.

In the Report I am accused of not having followed up on the request for information regarding the accusations made by “Priest 3” against McCarrick. This is absolutely false! It is the writers of the Report themselves who provide the evidence of the deception they have concocted in order to crush me and discredit me. In fact, elsewhere in the Report it says that, on June 13, 2013, I wrote to Cardinal Ouellet, sending him both the letter that Bishop Bootkoski had written to me, as well as the letter sent to “Priest 3.” I informed him that the civil case of “Priest 3” had been dismissed without the possibility of appeal. Bishop Bootkoski characterized the accusations of “Priest 3” as false and slanderous.

I would like to emphasize one aspect in particular. Those who accuse me of not having sent a written communication to Bishop Bootkoski, the Ordinary of “Priest 3” and Bishop of Metuchen, know very well that this depends on the precise directions of the Secretariat of State. And they know equally well – as the Report confirms – that there was a telephone communication between Bishop Bootkoski and me, about which I in turn informed Cardinal Ouellet.

It should not be forgotten that in those years there were lawyers who were not content to bring Dioceses to judgment for crimes committed by priests, but who wanted to demonstrate that the Holy See itself – like the headquarters of a multinational company – held the ultimate responsibility for giving compensation to victims of molestation. Lawyer Jeffrey Lena knows something about this; he succeeded in two separate trials in preventing responsibility for the cover-up of abuse from falling on Pope Benedict XVI.

And what are your thoughts on the Report placing the lion share of the blame for McCarrick’s rise and place in the Church at the feet of John Paul II and Benedict XVI?

The intentions of the one who drafted the Report are clear: to pass off responsibility for the promotions of McCarrick to his Predecessors, one of whom is deceased and canonized (John Paul II), the other who is old and weak (Benedict XVI). The former cannot defend himself from the grave, while the latter is too meek to blatantly disavow his successor by calling him a liar and discrediting him, as well as the function he holds. The disturbing thing is that within the Report itself – which was obviously put together by many hands – there are numerous contradictions, enough to make the arguments set forth have little credibility.

I wonder then: who convinced John Paul II and Benedict XVI not to take into account the serious accusations against McCarrick? Who had an interest in getting McCarrick promoted, so that he could gain an advantage in terms of power and money?

Someone probably made John Paul II believe that the accusations against McCarrick were fabricated, following the model of the discrediting operations that communist Poland had already carried out against good bishops and priests who opposed the regime.

In the case of John Paul II, the main party interested in the promotion of McCarrick was definitely Cardinal Sodano. He was Secretary of State until September 2006: all information came to him. In November 2000 Nuncio Montalvo sent him his report and the accusations of grave abuse committed by McCarrick.

Let’s not forget that in this period the Father Maciel scandal broke out. Sodano sought to cover it up by falsifying a statement of Benedict XVI, in which it was said that the Pope considered the case closed. Benedict XVI called a plenary session of the Congregation for the Doctrine of the Faith and Cardinal Arinze succeeded in having Maciel condemned, despite the opposition of the Secretary of State.

The name of Cardinal Sodano also appeared in connection to a scandalous real estate speculation. In 2003, the Cardinal’s nephew, the engineer Andrea Sodano, with letters of recommendation from his uncle the Secretary of State and in his capacity as a consultant to the Follieri real estate group (in some official documents he is also indicated as vice-president of the group), acquired property at rock bottom prices from American dioceses that were condemned to compensate damages from civil sexual abuse cases, obtaining an enormous economic advantage for himself to the detriment of the Church. Raffaello Follieri, the owner of the group, was convicted of fraud and money laundering, precisely because of reckless transactions in the sale of these properties. Needless to say, Follieri had a close relationship with the Clinton Global Initiative and with the Clinton family, as well as the Democratic party: “The former President and Senator Hillary are our friends,” Follieri boasted.

The same connections, the same complicities, the same acquaintances always recur: McCarrick, Clinton, Biden, the Democrats, and the Modernists, along with a procession of homosexuals and molesters that is not irrelevant.

With regard to Benedict XVI, the ones who had daily, direct access to the Pope were the Secretary of State Bertone and the Substitute Sandri, who were able to control and filter information about McCarrick and exert pressure on the Holy Father.

Once again, the Report speaks for itself. The one who presented the question directly to Pope Benedict XVI was Cardinal Bertone, who, contrary to what I had repeatedly proposed – namely, that the very grave and detailed accusations against McCarrick required an exemplary canonical process leading to his removal from the College of Cardinals and his reduction to the lay state – led Pope Benedict to decide that no canonical process should be undertaken nor should any canonical sanctions be prescribed, but that instead “a simple appeal to McCarrick’s conscience and ecclesial spirit” would be made.

And here yet another flagrant contradiction appears evident: how is it possible to reconcile a simple appeal to conscience with the formal instructions that were given both to Nuncio Sambi and to me, according to which McCarrick could not reside in the seminary where he was living, could not participate in public activities, could not travel, and had to lead a retired life of prayer and penance?

The corruption of the highest levels of the Vatican is so evident that it leads one to consider the Report as an unworthy attempt to make Bergoglio appear absolutely alien to the manipulations of the Curia, indeed as a sort of implacable persecutor of the corrupt, while the evidence of the facts demonstrates the opposite. I would say that Bergoglio is to the deep church what Biden is to the deep state…

I would like to also note that the fact of blaming John Paul II for the appointment of McCarrick, despite the negative opinion of the Congregation of Bishops and its Prefect Cardinal Re, could be applied also to Jorge Mario Bergoglio himself, about whom the Superior General of the Jesuits expressed strong reservations. If Wojtyla made a mistake with McCarrick and, for this reason, is considered implicitly responsible for the scandals that occurred, what prevents this judgment from also being extended to the promotion of Bergoglio as Archbishop of Buenos Aires and then as Cardinal? Let’s remember that in the Consistory of 2001, in addition to McCarrick and Bergoglio, other leading members of the Saint Gallen Mafia received the red hat…

Is there anything else we should cover?

In conclusion I would like to quote a recent article by Riccardo Cascioli, adopting his lucid judgment as my own:

Although the figure of a McCarrick who was a serial predator emerges from the Report, no great reaction was triggered until 2017, when the first report of the abuse of a minor arrived. […] In practice we are told that “immoral behavior with adults,” while certainly not a good thing, is however in the end something that is tolerated. The real alarm, the one that provides for penalties, even heavy ones, is sounded only if the one abused is a minor. As if the dozens and dozens of future priests who shared a bed with McCarrick, and who were thus for the most part condemned to an unbalanced priestly life, didn’t really count for much. As if the moral devastation and the destruction of faith caused by a bishop-predator – lost vocations, priests who in turn repeated the abuse, episcopal appointments distorted by pathological ties – were all only a minor problem. 

[…] It was deliberately ignored that what permitted McCarrick’s irresistible rise is a system of power also known as the gay lobby, which favors the appointment and career of bishops with certain characteristics. […] 

No, there really is no sign at all that the Church has learned anything from the McCarrick affair; there is rather the sense that one person was made to pay so that others could quietly continue. And in the meantime advancing the idea that if a priest has homosexual tendencies, it’s no problem.

In this grotesque farce, which is now cloaked in a false semblance of legalism, there is no hesitation to drag the entire Church through the mud – its prestige before the world, its authority over the faithful – in order to save the now-compromised image of corrupt, unworthy, depraved prelates. I limit myself to observing that even now, in the Vatican, Bergoglio still surrounds himself with notorious homosexuals and people with gravely compromised reputations. This is the most blatant disavowal of Bergoglio’s supposed moralizing work.

jueves, 12 de noviembre de 2020

El fenómeno Viganó



“Una élite global quiere someter a toda la humanidad, imponiendo medidas coercitivas con las que limitar drásticamente las libertades individuales de poblaciones enteras” (Carlo Maria Viganó)
Tiempos procelosos para la Iglesia Santa y Católica, que lleva ya más de medio siglo envuelta en graves escándalos. Unos escándalos que jamás hubiesen llegado a los abismos de indignidad (y de criminalidad) que han alcanzado, si hubiese habido, además del enorme número de pecadores y encubridores, un puñado, tan sólo un pequeño pelotón de denunciadores de esa terrible depravación y decadencia que, por acción en algunos casos y por omisión en los más, fue ascendiendo en el escalafón eclesial de forma creciente, más y más gravemente hasta alcanzar a la cabeza. La gangrena fue avanzando cada vez más arriba, hasta llegar a lo más alto… 

El arzobispo Carlo María Viganò, ex-nuncio del papa en EEUU, se ha armado de valor para denunciar las que él considera prevaricaciones del máximo nivel en la Iglesia (que, según explica con toda claridad y contundencia, es ejercido en la sombra por los mafiosos de St. Gallen). Hoy, accidentalmente, le toca al arzobispo luchar contra la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, que se ha arrojado con entusiasmo en brazos del católico Joe Biden, abortista convicto y confeso, y entusiasta partidario de la eutanasia, además del adoctrinamiento Lesbian Gay Trans Bisexual de los niños en la escuela. Denuncia Viganò que esos parecen ser sus mayores y más evidentes “distintivos de catolicidad” (¡y no los únicos, ni mucho menos!). Tal vez sea la afición de Biden por manosear a las jovencitas en público - ¡imagínense en privado! - lo que debe hacer a este anciano tan “católico” para unos, y tan simpáticamente progre para tantos… Con estas prendas pues, tiene encandilados el deseado nuevo presidente, a muchísimos obispos estadounidenses. Es de los nuestros, dicen con orgullo los más audaces. ¡Es uno de nosotros! 

Obviamente, y no por casualidad, el órgano de poder y representación de los obispos estadounidenses está en íntima comunión con la cúspide eclesial, que se alegra por la elección del “católico” Biden. Sin que le importe en absoluto que su conducta esté tan alejada de la doctrina de la Iglesia respecto a cuestiones tan esenciales como el aborto, la eutanasia y la corrupción de menores. Para estos mitrados de nuevo cuño, se trata de asuntos de menor importancia. Así vienen viviendo y tratando estas cuestiones desde hace medio siglo… Con honrosísimas excepciones, claro está.

Lo que nos sobrecoge de los planteamientos del arzobispo Viganó es que pone en el mismo cedazo el manejo del covid-19 y las recientes elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Sobrecoge porque nos muestra con claridad meridiana la filosofía del Nuevo Orden que, en efecto, es milimétricamente la misma en la gestión del Covid que en la “gestión” de las elecciones americanas por parte de los que vienen a imponer este nuevo orden (Órdine Nuovo se le llamó a algo muy parecido en Italia), este novísimo concepto del “bien” en todo el mundo. Y como apunta Viganó, esto comenzó también en la Iglesia: siendo nada menos que el infame y nefando cardenal McCarrick uno de los principales promotores y manipuladores, eligiendo nuevos obispos a la medida de los más disparatados deseos de sus padrinos. McCarrick se ha ido ciertamente (y no con nota de ignominia), pero quedan sus sucesores… tan intocables como él. Es que aportó cuantiosos fondos a las arcas vaticanas, al tiempo que engrasaba copiosamente a algunos de los engranajes del poder y corrompía a otros con las flaquezas de la carne.

Esta es evidentemente la versión conspiranoica, así llamada porque a quienes la adoptan se les acusa de paranoicos y se les trata como locos. Una versión que, tal como avanza el tiempo y se va haciendo la luz, se manifiesta más y más realista. Véase el inaudito caso de los abusos de pederastia por parte del clero católico, afectando de manera importante a altísimos prelados. La realidad fue más demoledora que las más audaces versiones conspiranoicas. Y la respuesta general de la autoridad eclesiástica, tuvo todos los caracteres de la más nefasta no ya connivencia, sino colaboración con el mal. Bien que lo vio y lo sufrió el arzobispo Viganò en su insistente y documentadísima denuncia al papa de la conducta depredadora del cardenal McCarrick. Lo que denunciaba Viganò era totalmente increíble: un cardenal viviendo en el Seminario para utilizarlo como su harén de efebos y como estratégica oficina de promoción a los altos cargos eclesiásticos. Quien denunciaba algo así, tenía que estar loco de remate, claro. Y luego resultó que la realidad era aún más espeluznante.

Es evidente que a la Iglesia le hubiesen ido mucho mejor las cosas si los mecanismos de crítica a la actuación de los obispos y de denuncia contra los escándalos no los hubiesen laminado sin contemplaciones, para así poder ejercer un poder absoluto y paralizante sobre sus subordinados: Ahí está la audaz demolición del Derecho Canónico para poder ejercer una autoridad omnímoda y sin cortapisas. 

El precio que está pagando y seguirá pagando la Iglesia por no soportar la gobernanza eclesial ni el menor atisbo de crítica, es infinitamente más demoledor que el estado de crítica y debate que precede a cualquier cisma (recuérdese el de Aviñón…) Sin la menor duda, lo que hoy soporta la Iglesia parece bastante peor que un cisma.

Claro que a la Iglesia le corresponde como a nadie el “pensamiento único”. Y para eso están los dogmas y el magisterio: para zanjar cuestiones y sacarlas definitivamente del ámbito del debate. Pero no nos ha venido la caída por el dogma, sino por la moral. Y tan escandalosa ha sido la desviación de la moral -en manos de los profes más progres en los Seminarios-, tan profunda, que se ha querido elevar el vicio a la categoría de virtud, echando la doctrina por la borda y alterando para ello toda la estructura eclesial: de manera que el vicio convertido en virtud tuviera un cómodo y confortable asiento, primero en las Facultades teológicas, y luego en toda la Iglesia. Así lo explicó Benedicto XVI. 

En una situación tan absolutamente grave, aparece el fenómeno Viganò, denunciando el más grave y sistémico caso de corrupción: el del cardenal McCarrick. Y tiene el valor de denunciarlo cuando el gran corruptor todavía estaba en la cúspide del poder, en calidad de primer consejero del papa. Entrega un dosier completísimo al mismo Santo Padre y, ante el prolongado silencio de éste, anuncia públicamente que ha entregado ese dossier y que el papa conoce muy bien la catadura moral de su consejero preferido. Pero Francisco, por alguna razón, se resiste a reconocerlo hasta que no le queda más remedio: puesto que del abuso de seminaristas (al no ser menores ¡tampoco es considerado delito por la Iglesia!) pasa a tener que responder de graves casos de pederastia. Y entretanto Jordi Bertomeu, el flamante monseñor, recorriendo medio mundo para limpiar unas alfombras pedofílicas que la Casa de Santiago, en la mismísima Barcelona, conserva todavía hoy mugrientas y enlodadas…

Y resulta que el gran proscrito no es McCarrick, sino Viganó, como corresponde a una potestad tan autoritaria como la del alto estamento eclesiástico. El atrevimiento de haber acusado a un alto príncipe de la Iglesia, no puede quedar impune. El saltarse el conducto reglamentario -que todo lo tapa y disimula cuando el acusado es poderoso- aunque sea en aras de la verdad y el bien, no puede salir gratis a nadie. Viganò sabe que es diplomáticamente aborrecido por las más altas autoridades. Por eso se ha quitado de en medio. En paradero desconocido continúa…

Pero no por eso ha dejado de ejercer la crítica y la denuncia. Es sumamente llamativo su activismo y su posicionamiento ante las elecciones USA. Ha escrito dos cartas abiertas al presidente Trump (la primera, el 7 de junio y la segunda el 25 de octubre ; y un comunicado final el 4 de noviembre (día de su onomástica: san Carlos Borromeo) publicada el día 8. En estos escritos expone valientemente su visión bíblica de los acontecimientos que mueven hoy el mundo (Deep State, Deep Church), pasando por la crisis del covid, tan sagazmente manejada contra la Iglesia, contra la libertad religiosa de los ciudadanos y en aceleración de un proceso totalitario: Hay Pastores fieles que cuidan el rebaño de Cristo -afirmaba el arzobispo-, pero también hay mercenarios infieles que buscan esparcir el rebaño y entregar las ovejas para que sean devoradas por lobos hambrientos. No es sorprendente que esos mercenarios sean aliados de los hijos de la oscuridad y odien a los hijos de la luz: así como hay un Estado Profundo, también hay una iglesia profunda que traiciona sus deberes y renuncia a sus compromisos ante Dios. 

En medio de la confusión, de inconfesables compromisos y pactos secretos, cuando el vender la primogenitura por un plato de lentejas les resulta tan rentable a algunos; cuando la tradición y la doctrina multisecular de la Iglesia y hasta con la revelación del propio Jesucristo se mercadea hasta límites inimaginables, las palabras del apóstol Pablo a los Gálatas resuenan con particular intensidad: Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea maldito!" 

La única Iglesia Santa, Católica y Apostólica no es la profunda: es la visible, la de los santos y los mártires, el Cuerpo de Cristo, la Jerusalén del Cielo que es nuestra Madre. A ella y a Cristo nos debemos, no a la Pachamama ni al Nuevo Orden Mundial por ecologista que sea. La gloriosa libertad de los hijos de Dios no puede ser comprada más que por Jesucristo y al precio de su sangre. ¿Quién está dispuesto a pagarlo también en esta tenebrosa hora? Monseñor Viganó es uno de los pocos que se han atrevido a hablar en defensa de la fe y de la moral que nos dejaron en herencia nuestros padres. ¡Dios le bendiga!

Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

Soros es una de las caras más visibles de los responsables del NOM. Hay otros en la sombra (Villamor)

 ALTO Y CLARO TV


Duración 15:38 minutos

https://youtu.be/j5jSK2dy9Ks


lunes, 9 de noviembre de 2020

El tremendo peligro de la resignación



Y volvemos de nuevo a lo mismo. Se acercan nuevas restricciones, confinamientos, cierres. Nadie sabe cuánto tiempo durarán y si realmente serán capaces de derrotar al virus. Es una de las horas más negras de la historia reciente de la humanidad, el primer bloqueo a escala global. España es sólo uno de los teatros de una operación planetaria cuya magnitud, simultaneidad e irradiación nos dejan consternados. Como ratones o topos, estamos reducidos a vivir bajo tierra, sin luz, sin futuro y con muy pocas esperanzas, lejos el uno del otro. La soledad hace que el estado de ansiedad generalizada sea más grave. La dificultad de comunicación es un problema más, enfatizado por prohibiciones e imposiciones que ahora han cruzado la fina línea entre emergencia e imposición arbitraria.

La diferencia, comparada con hace unos meses, es el cansancio, un abatimiento masivo sobre el que aprovecha el poder para encerrarnos cada día más, reprimir los reflejos de la vida y criminalizar las reacciones que, aquí y allá, comienzan a surgir: las primeras grietas en la pared del miedo, el egoísmo y el silencio de una población que ha envejecido repentinamente. 

Vamos por el camino de ser una generación perdida. Cuánto me entristece ver aumentar a la gente que vive en la precariedad, que para los más poderosos son sólo puntos a merced del viento. Millones de personas se ven obligadas a competir por trabajos pagados a cinco, a cuatro euros la hora, a merced de un confinamiento que los deja desesperados. Lo que es más, está prohibido quejarse. Manifestarse, expone a consecuencias penales por el riesgo de contagio; la gente está dividida entre llorones que se lamentan, controladores vigilantes y una multitud de personas temerosas. El cambio de rumbo de la comunicación es sorprendente: hemos pasado del estúpido optimismo de la primavera, en el que el lema que circulaba fue "todo acabará bien", a la catástrofe de hoy. Más sorprendente aún es el cambio de ritmo unánime a nivel internacional, que no puede ser el resultado exclusivo de la segunda ola viral. Vivimos un sueño destrozado de libertad que me recuerda un verso de Virgilio en el capítulo II de la Eneida: “una salus victis, nullam sperare salutem” ("Para los vencidos no hay más salvación que no esperar salvación alguna"). Y dicho esto, ya sólo me queda afirmar con contundencia que las personas que no queremos vivir como ratones tenemos el deber de unirnos. Igual que Karl Marx hizo un llamamiento a la unidad de los proletarios de todos los países, todo lo que tenemos que hacer los que aún conservamos la conciencia de nosotros mismos, es clamar por la unión de los nuevos condenados de la tierra en la era del virus y el Nuevo Orden Mundial. Estamos, en efecto, ante la gigantesca transformación del mundo y de la vida planeada y pensada desde hace mucho tiempo, cuya realización ha experimentado una poderosa aceleración debido al coronavirus.

El poder no sabe o no puede (¿o no quiere?) detener el contagio, mientras que cada minuto que pasa hay más pobreza; el odio y la estupidez de la bestia que se ha convertido en masa, crece; y el horizonte de esperanza se sitúa cada vez más lejos. Escuchamos frecuentemente que reanudaremos nuestras vidas “cuando" llegue el dinero prometido por la UE, "cuándo" el gobierno cambie, cuando pase la pandemia, cuando la economía se reanude. Vivimos condicionalmente, esperando un milagro de la ciencia o la intercesión de un nigromante o de un bondadoso brujo. Ilusiones, espejismos de oasis, oasis en el desierto.

Algunas señales positivas aparecen en la reacción de algunos segmentos de la población a las nuevas medidas de confinamiento y destrucción del tejido social y económico. En el horizonte hay un conflicto entre el poder (que es la tropa de los que están a cargo de todo) y todos los demás. Es repugnante culpar a la población, especialmente a los jóvenes y a todos los que tienen que trabajar, de la segunda ola del virus; mientras que las voces de quienes denuncian el aumento de la mortalidad por todas las demás enfermedades que parecen olvidarse, permanecen sin ser escuchadas. Los mismos que hoy se sienten resguardados de todo esto por ahora, corren el riesgo de ser los perdedores del mañana si la crisis continúa. Una crisis cuyo principal componente es el miedo, alimentado por una información burdamente tendenciosa y por ocultaciones flagrantes, amén de la absoluta prohibición totalitaria de cualquier crítica. Todos los medios en masa están en ello. 

La ansiedad y la depresión están avanzando. Estoy convencido de que el alcohol y los paraísos artificiales se están extendiendo: un síntoma de infiernos que ocupan el corazón y el alma. Todo lo que queda es reaccionar y hacerse la pregunta fatídica: ¿tiene sentido no vivir para no morir? ¿Es un vivir así digno de nuestra condición humana? La prudencia y la profilaxis individual frente al virus son un deber, como la investigación médica; pero la prolongada y terrible pérdida de libertad va cavando zanjas que serán muy difíciles de salvar, mientras que millones de personas tiemblan ante la perspectiva de que ya no tengan ingresos, y tantas personas mayores sientan terror ante la perspectiva de hospitalización, abandono, supervivencia sin sentido, lejos de las personas y cosas que llenaron la vida hasta el fatídico febrero. ¿Qué hago ya aquí?, me decía un jovencísimo anciano que paseaba solitario y enmascarado. No puedo ver a los nietos, no puedo reunirme con nadie. Me han dejado solo.

Por lo tanto, debemos estar del lado de aquellos que exigen libertad. Una libertad que no es en absoluto filosófica, sino la posibilidad concreta de hacer gestos diarios: moverse, trabajar, comunicarse, amar, discutir; en una palabra, vivir. Libertad concreta. Todo lo que queda es valor y un amor indomable por las libertades. Si hay algo común a todos los disidentes hoy en día, es el repudio a las limitaciones cada vez más sofocantes de las libertades elementales. En realidad, no importa de dónde viene todo el mundo, cuál es el trasfondo cultural, civil y político de nuestra ascendencia. Es importante que vayamos al mismo lado y reconozcamos a un enemigo común. Tenemos que saber diferenciar entre el enemigo absoluto, y el que es tan sólo un adversario contra el que uno puede discrepar e incluso enfrentarse, reanudando después el viaje unidos sobre diferentes bases. 

Un enemigo absoluto son aquellos que están usando el virus como arma letal para cambiar nuestras vidas a peor, e imponer una agenda de reformulación antropológica. Esto no es, por supuesto, lo que moverá a las multitudes. Si nace la oposición, se ocultará en torno a demandas muy simples: trabajo, libertad de circulación, retorno a la normalidad en la medida de lo posible, ayuda inmediata a quienes están entrando en la espiral de la pobreza e incluso la miseria. Sin embargo, no podemos olvidar que lo que estamos experimentando responde a lógicas cada vez menos oscuras y más perturbadoras.

Aglutinados junto a los objetivos y propósitos de la operación Covid19 (independientemente del origen del virus) se encuentran la vacunación masiva, la instauración de un modelo económico y productivo caracterizado por el cambio energético y la inutilidad de las grandes masas humanas, la transición a la digitalización total, la generalización de la soledad del teletrabajo, la robotización, alguna forma de ingresos universales que se gastarán en los canales preestablecidos, el declive demográfico, la represión de los disidentes con el pretexto de la protección de la salud. 

Es importante señalar que Covid 19 es un campo de batalla en el que la salud de los pueblos del mundo cuenta relativamente, en el que las aplicaciones relacionadas con el seguimiento de infecciones y en el que la digitalización progresiva de la vida cotidiana produce un aumento constante en la capacidad de controlar y monitorear a cada ser humano. Y la transformación está enmascarada detrás de utopías moralistas y humanitarias, no lo olvidemos. 

A pesar de esta reflexión yo no creo excesivamente en las tramas y los complots, no me considero un “conspiranoico”. Pero tampoco creo mucho en los profetas contemporáneos Pero sí creo que es necesario apoyar, más allá de las ideologías de referencia, cualquier movimiento social y de opinión que amplíe y difunda la voz de la gente, empezando por las categorías más expuestas a las medidas gubernamentales, destinadas, a pesar de sí mismas, a convertirse en avanzadilla de la solución. 

También es necesario que en estas etapas de represión, vayan en cabeza las personas menos expuestas a ser chantajeadas en términos de carrera y futuro. Es una tarea en la que los jóvenes más combativos tendrán que estar acompañados por los ancianos, el último gran servicio desinteresado que estos últimos llevarán a cabo en nombre de su propio pueblo. No se puede esperar para comenzar, ni temer por la perseverancia. El cielo nunca deja rendijas tan cerradas que la esperanza no pueda entreabrir.

Finalmente, y llegando a la perspectiva pastoral, he de hacer constar que entre los servicios prescindibles y las cosas necesariamente cambiables, los adalides de la batalla del covid han colocado a la Iglesia y al culto. Cierre prolongado de bares por reducir el riego de contagio. Y por idéntico motivo, cierre más o menos camuflado del culto religioso y de la asistencia religiosa. Igual que nos estremecemos al ver la magnitud de la ruina del turismo y de los bares, restaurantes y servicios análogos, una ruina difícilmente reversible, somos muchos los que en el ámbito religioso nos estremecemos al ver cómo los enemigos de la religión han aprovechado el covid para asestarle a la Iglesia un mazazo del que difícilmente podrán recuperarse. Porque la respuesta de los que servimos a la Iglesia no es de resistencia, sino de acomodación a las restricciones. Ni los dueños de bares y restaurantes que se manifiestan contra las restricciones (¡tan selectivas!) reman a favor del covid, ni tampoco remamos a favor del covid los sacerdotes y fieles que manifestamos nuestro disgusto por la salvaje restricción del culto y de la asistencia espiritual. 

Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet