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sábado, 27 de mayo de 2023

La izquierda lleva a España al tercermundismo: necesitamos algo más que un cambio de siglas



La campaña de las elecciones locales y autonómicas del 28 de mayo se ha cerrado en España con una explosión de escándalos.



En unos pocos, días, el PSOE, el partido al que pertenece el presidente del gobierno, se ha visto salpicado por delitos de compra de votos, agresión, acoso y secuestro. Y lo más pasmoso es que ante esa catarata de escándalos, Pedro Sánchez no ha hecho ni una sola autocrítica, como tampoco la ha hecho con ningún otro de los escándalos que han afectado a su gobierno en estos últimos años. Para él la culpa siempre la tienen los demás, incluso cuando el que se hunde en el estiércol es su partido por las acciones de sus propios dirigentes y candidatos.

Los socialistas del PSOE, sus socios de gobierno comunistas de Podemos y sus socios parlamentarios proetarras y separatistas están llevando a España no sólo al tercermundismo económico sino también político. No les basta con estar despilfarrando el dinero público, friéndonos a impuestos y aplicando recetas que tienen como resultado más paro y pobreza, sino que además han dirigido gran parte de sus esfuerzos a degradar las instituciones democráticas, asaltar la independencia judicial y desprestigiar nuestra democracia, hasta el punto de convertir unas elecciones en un espectáculo bochornoso.

Cinco años después de la llegada de Pedro Sánchez al poder, España se parece cada vez más a la dictadura socialista de Venezuela: un país en el que el poder político, en manos de la izquierda, se cree por encima de las leyes, que considera que sus deseos están por encima de todo y que actúa como si el hecho de tener que rendir cuentas al Parlamento fuese un incordio, aprovechando esa oportunjidad para montar un mitin sin molestarse en responder nada de lo que le pregunta la oposición.

Pero desengañémonos: cambiar a Sánchez no basta. No estamos solamente ante un problema provocado por un pésimo presidente del gobierno. Tampoco basta con un cambio de siglas, como si poner a otro partido en el lugar del PSOE y de Podemos fuese la garantía de que las cosas van a mejorar. Hace falta un cambio más profundo, hace falta un cambio de ideas que nos lleve a desterrar la absurda idea de que la izquierda es moralmente superior, de que sus ideas son mejores y de que haga lo que haga siempre se le debe suponer una buena intención.

Es una absurda idea que ha asumido incluso parte de la oposición. El Partido Popular lleva años dejándose arrastrar ideológicamente por la izquierda, llevado por ese complejo de inferioridad que considera que la derecha debe limitarse a ir asumiendo una a una todas las ocurrencias de la izquierda, por miedo a ser señalado como "retrógrado" o incluso "fascista". Es ese complejo de inferioridad el que nos ha otorgado la hegemonía ideológica a una izquierda desvergonzada y sin escrúpulos.

En España sólo hay un partido dispuesto a derribar ese complejo de inferioridad. Sólo hay un partido que se niega a agachar la cabeza ante los dogmas de la izquierda, y que se atreve a replicar los disparates socialistas y comunistas sin ningún tapujo: ese partido es Vox. Creer que la solución al socialismo del PSOE es otorgar un voto al PP, que es lo que siguen creyendo algunos, no es más que votar socialismo con cinco o diez años de retraso, que es lo que suele tardar el PP en asumir los dogmas de la izquierda. Votar al PP no ha servido hasta ahora para derogar ni una sola de las leyes ideológicas de la izquierda: es un voto inútil. O mejor dicho: sólo es un voto útil para la izquierda.

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