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jueves, 18 de octubre de 2018

Cardenal Zuppi: la Iglesia va a dejar de ser “distante, legalista y obsolescente” (Carlos Esteban)



De la Iglesia Evangélica americana solía decirse en tiempos de Reagan que era el Partido Republicano en oración, y es tentador aplicar la analogía al presente sínodo y presentarlo como el pensamiento progre en oración. Solo que como de oración se habla poco y se ve menos, quizá sería mejor definirlo como el progresismo con gorros raros.

La rueda de prensa de hoy ha empezado con Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, contándonos que se ha planteado la idea de crear un Consejo Pontificio de la Juventud cuyo presidente podría ser una mujer y cuyo rango estaría a la altura de cualquier otro dicasterio. Es decir, que podría ser ninguneado por Su Santidad o los miembros de su consejo de cardenales -C9- con los mismos honores con que lo han sido la Comisión para la Protección de la Infancia o la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, para no agotar los ejemplos.

Es un secreto a voces que uno de los principales ‘mandatos’ para los que fue elegido Francisco fue la reforma de la Curia, y su método parece consistir en la multiplicación de nuevos departamentos. Que el presidente de la hipotética comisión sea una mujer es casi obligado en una Curia decidida a seguir las directrices del pensamiento laico dominante en todo lo que resulta factible, con el retraso de rigor.

La presidente de esta nueva comisión podría ser, digamos, Sor Alessandra Smerilli, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, que ha participado en la rueda de prensa. El Instituto de las Hijas de María Auxiliadora es una congregación de la gran familia salesiana cuyo principal objetivo es la formación integral de los jóvenes, y Sor Alessandra entiende lo de ‘integral’ de un modo tan extremo que ha reconocido que su intervención en el Sínodo se ha centrado en el Medio Ambiente. ¡Laudato Si!

“No es posible oír el grito de los jóvenes y de los pobres sin atender al grito de la Tierra, porque son una misma cosa”. Confío en que esta identidad entre el grito del pobre y el (suponemos que metafórico) ‘grito’ de la Tierra no pase al documento final y se convierta en magisterio ordinario, porque plantea serios problemas conceptuales. Pero si el objetivo de la hermana era elegir un asunto que complazca a Su Santidad, no hay duda de que ha acertado de lleno.
Luego hemos oído a Monseñor Matteo Zuppi, Arzobispo de Bolonia, decir que “si queremos alejarnos del clericalismo, de la lógica del nacionalismo, que también es peligroso, necesitamos comunión, esto es lo que puede ayudar a la Iglesia a responder a los muchos interrogantes a los que se enfrenta”. Hasta ahí, nada hay a lo que un George Soros fuera a hacerle ascos, o que necesite Gracia, sacramentos, Redención o, ya puestos, jerarquía.

Zuppi ha profetizado que, en el futuro, “la Iglesia no será algo distante, obsolescente, difícil de entender o legalista, sino que será algo en lo que los jóvenes puedan ser protagonistas en una lógica de comunión”, implicando que hasta ahora no lo ha sido y llevamos estos dos mil últimos años sin hacernos entender por los jóvenes, por lo que debemos suponer que la Iglesia Católica ha llegado a sus actuales 1.500 millones de fieles por crecimiento vegetativo. Y, por cierto, Eminencia: si va a dejar de ser algo difícil de entender, yo le sugeriría evitar palabras como “obsolescente”.

Y pasamos al cardenal etíope Berhaneyesus Demerew Souraphiel, Arzobispo de Addis Abeba, que también ha tenido la buena fortuna de tratar otro tema cercanísimo al corazón del Santo Padre: la inmigración procedente de África en Europa. Souraphiel ha criticado, como es costumbre inveterada en nuestro tiempo, la respuesta europea a la crisis migratoria, recordando que “en el pasado muchos europeos emigraron, y tuvieron mejores oportunidades que los emigrantes de hoy”, cuando se están “cerrando las fronteras”, para terminar preguntándose: “¿Dónde están los valores cristianos de Europa?”.

Muy buen pregunta, Eminencia. Así, a bote pronto, se me ocurre que los valores cristianos tienen cierta vaga relación con la doctrina cristiana, y esta era más seguida cuando los pastores se dedicaban a predicarla en lugar de hablar de los gritos de la Tierra, de los movimientos migratorios o del protagonismo de los jóvenes.

El periodista del National Catholic Register Edward Pentin ha pedido a Ruffini una lista de los miembros del Sínodo con derecho a voto, y Ruffini ni siquiera ha podido responder a la pregunta de si el Cardenal Baldisseri lo tiene.

Es, ya sabemos, la Iglesia de la apertura y la transparencia, pero dentro de un orden y según. Por ejemplo, dice Ruffini que los nombres de los participantes en los grupos divididos por idiomas -los ‘círculos menores’- “no se han revelado para tratar de reflejar el espíritu del Sínodo que es la comunión y la colegialidad. El Secretariado del Sínodo no quiere que los grupos generen un debate de quién dijo qué”. Lo que, en un lenguaje menos “distante, legalista y obsolescente”, se conoce como responsabilidad y transparencia. O como que cada palo aguante su vela.

Le han preguntado a Zuppi sobre el prefacio que escribió a la traducción italiana del libro de James Martin, el jesuita autodenominado apóstol de los LGTBI, entrando de lleno en lo que muchos ven como el elefante rosa en la sala del Sínodo. Ha respondido hablando -por alejarse de toda obsolescencia y en un saludable espíritu de ‘parresía’ e independencia de juicio- de ‘acompañamiento’. Ha dicho que el “ministerio pastoral con las personas homosexuales es un tema importante. Hay distintas sensibilidades. Éste es un tema pastoral, no ideológico”.

Curioso que lo diga, porque visto desde fuera parece un ‘sínodo’ eminentemente ideológico. Aunque quizá eso sea lo que hoy se entiende por “pastoral”.

Carlos Esteban