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lunes, 7 de enero de 2019

Cardenal Marx: “La verdad no es definitiva” (Carlos Esteban)



Los obispos alemanes se disponen a ‘reflexionar’ sobre la pervivencia del celibato eclesiástico antes incluso de que se cuestione en el Sínodo de la Amazonía de este año, y su presidente, el cardenal Marx, les anima a que arriesguen recordando que “nuestra tradición aún no está completa”.

Todo el mundo sabe que, en esta nueva Iglesia que atiende especialmente a las periferias, es la iglesia nacional alemana la que marca el ritmo de esa ‘actualización’ o adaptación de la Iglesia al mundo que parece haberse fijado el Papa Francisco como programa esencial de su pontificado. Y, dentro de la iglesia alemana, el presidente de su conferencia episcopal y miembro del consejo de cardenales que asesora al Papa, el cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y Freising.

Y lo que toca renovar este año, en concreto en el llamado Sínodo de la Amazonía, es el celibato eclesiástico. Renovar, se entiende, en el sentido de abolir, al menos su obligatoriedad. Pero el alemán parece querer adelantarse al sínodo con un ‘seminario’ que preparan los obispos teutones para estudiar, precisamente, esta molesta reliquia de la iglesia medieval.

En su homilía en la misa de Año Nuevo en la Catedral de Nuestra Señora en Munich, Marx dijo que la Iglesia debe, “a la luz del fracaso” que pone de manifiesto la crisis de abusos sexuales en el clero, modificar la tradición en respuesta a los cambios de los tiempos modernos. Dado que en la abrumadora mayoría, por encima del 80%, de los casos denunciados de abusos la víctima es un varón, normalmente adolescente, uno se preguntaría cómo podría el fin del celibato solventar la situación, salvo que Su Eminencia pretenda que la Iglesia apruebe al mismo tiempo el matrimonio ‘paritario’ sacramental.

Si les suena herético esto que les digo, les recuerdo que no debemos ser cristianos obsesionados con los puntos de doctrina, como nos ha aleccionado Su Santidad, ni hacer “de la verdad un ídolo”. O las palabras del superior de los franciscanos, que en una de las ruedas de prensa del pasado Sínodo de la Juventud aseguró que el ‘cambio’ era la nota principal de la Iglesia Católica. En esa línea, Marx añadió en su homilía que “ha llegado la hora de comprometernos profundamente para abrir el camino de la iglesia a la renovación y la reforma. La evolución en la sociedad y las demandas históricas han hecho que las tareas y la urgente necesidad de renovación sean claras”.

Si en otro tiempo la doctrina de la Iglesia Católica se conoció como roca de tormentas, que se mantiene igual a sí misma mientras todo cambia a su alrededor, hoy vivimos lo que el periodista Vittorio Messori llamó “Iglesia líquida”, cambiante con las modas ideológicas del mundo, desde que ese acercamiento se hizo explícito y se consideró deseable en el Concilio Vaticano II, de cuyas postrimerías vivimos con Francisco una fase de vertiginosa aceleración.

Y Marx parece ser el hombre que mejor lo ha entiendo. “La verdad no es definitiva”, ha dicho. “Podemos reconocerla más profundamente en el camino compartido de la Iglesia”. Y, naturalmente, si la verdad no es definitiva, el resultado de las ‘reflexiones’ en torno a la obligatoriedad del celibato eclesiástico no pueden dejar lugar a muchas dudas. “Convertíos a un nuevo modo de pensar”, alecciona el cardenal. “Arriesgarse a este nuevo pensamiento es importante al final del año y al comienzo de un nuevo año, no es un vuelo hacia la retórica del pasado. Naturalmente, tenemos una gran tradición, pero esta no es una tradición completa. Es un camino hacia el futuro “.

Carlos Esteban