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miércoles, 19 de octubre de 2011

SEGUNDA CARTA A MARIANO RAJOY (II)

Hoy se ataca todo lo que recuerda a Jesucristo. Aunque parezca increíble, se está incitando, "desde la legalidad", al odio contra los cristianos y contra la Iglesia, poniéndole todo tipo de pegas, y saltándose la Constitución impunemente, aunque esto de la Constitución es algo a lo que ya estamos acostumbrados; y ya no nos escandalizamos. De hecho, el propio Tribunal Constitucional parece que tiene como misión el cargarse la Constitución, porque sus sentencias se las traen, lo que tiene bastante sentido, por otra parte, puesto que se trata de un Tribunal completamente politizado y, por lo tanto, sin sentido.

 Por otra parte, al fin y al cabo, la Constitución está formada por una serie de normas inventadas por los hombres, de modo que puede cambiarse si así se estima oportuno.

Lo lamentable, entre otras cosas, de la Constitución actual que tenemos en España es que se ha redactado con tal ambigüedad que permite afirmar cosas completamente opuestas basándose en ella. Hay muchísimos ejemplos que corroboran esto que digo. Por poner sólo uno: en la Constitución se habla de laicidad del Estado, pero tal laicidad no existe. Lo que sí hay, de hecho, es un laicismo agresivo y violento contra los cristianos. De modo que la Constitución se la saltan a la torera... y no pasa nada.

Lo más grave es lo que sigue: todos conocemos que Jesucristo predicó  y vivió en su propia vida el mandamiento del amor. Ese es el mensaje cristiano por excelencia: "Dios es amor" (1 Jn 4,8)  Pues bien: al combatir a Dios, al Dios cristiano manifestado en Jesucristo, se está combatiendo el Amor. Y esto es una realidad como la copa de un pino.

Fíjese usted que todas las reivindicaciones que se hacen, todas sin excepción, conllevan una cierta carga de odio: 

- odio al niño que va a nacer (aborto o la píldora del día después)
- odio al anciano que nos complica la existencia (eutanasia)
- odio al niño a quien se le miente con la EpC y se le priva del conocimiento de lo bello y de lo verdadero, como si no fuera una persona sino un “animalito” con el que se puede experimentar 
- odio a la familia, como expresión máxima de amor entre un hombre y una mujer, abiertos a la vida (ahí tenemos el divorcio “express”, ante la más mínima contrariedad, o el llamado "matrimonio" gay, que es una aberración contra la naturaleza)
-odio a las personas que piensen de modo diferente (totalitarismo encubierto con la palabra democracia), etc…

Podría añadirse la corrupción de los políticos, la inclusión de ETA en los ayuntamientos, bajo el nombre de Bildu y muchas otras cosas por el estilo. El denominador común para todas estas barbaridades es la ausencia de Amor, como ya he dicho, bien, porque en el fondo viene a ser lo mismo, la pérdida del sentido del pecado.

Así es. Y tiene, además, su "lógica". El hombre ha decidido que Dios no existe. Dado que el pecado es una aversión a Dios para volverse a las criaturas, no puede haber pecado si no hay Dios. ¿Cómo se va a ofender a alguien que no tiene existencia y que es, sencillamente, producto de la imaginación de algunos? Con este planteamiento de relativismo ético absoluto, la moral no existe tampoco: cada uno se fabrica la suya. Pues cada persona decide qué es lo bueno y qué es lo malo, lo que no deja de ser mera palabrería porque lo bueno para uno es malo para otro y viceversa. Consecuencia: la gente no se entiende. El amor es también otra palabra más, la cual es entendida de modo diferente por las diferentes personas.

Como puede verse, se trata de auténticos disparates, de verdaderas locuras elevadas algunas incluso a rango de ciencia , por absurdo que pueda parecer (pues lo es) a cualquier persona con un mínimo de sentido común: aquellas personas, que las hay todavía, que siguen llamando "al pan pan y al vino vino".

La tan deseada expulsión de Dios de la sociedad, por parte de los socialistas, está produciendo, como vemos, resultados funestos: funestos para cada persona individualmente considerada; y funestos para la sociedad en su conjunto, desde cualquier punto de vista que se mire, también el económico.

Un buen político debe de tener en cuenta estas consideraciones porque está en juego el bien común de la sociedad. Y, si bien es cierto que hay que crear empleo y salir de la situación económica y financiera tan desgraciada en la que nos encontramos, esa gestión no dejaría de ser un mero “parche” si no se atacara la raíz de los males que han provocado dicha situación.

Insisto: supongamos que usted realiza una buena gestión y consigue que haya más empleo y que disminuya el déficit y que aumente la confianza de la gente para invertir, de modo que la economía salga a flote y no nos hundamos del todo. Todo eso estaría muy bien, más que bien, y sería de agradecer. Por supuesto que sí. Sin lugar a dudas. Nadie, en su sano juicio, pondría esto en duda, en el hipotético caso de que se produjera: todo el mundo desea tener un empleo y mejorar su situación económica. En eso todos coincidimos. No hay que hacer ningún acto de fe.

Y, sin embargo, el auténtico problema, o mejor dicho, la raíz de todos estos problemas que tenemos, es la que debe de ser atacada directamente: una sociedad que no ataque la raíz de los males que padece es una sociedad que no se sostiene; y que, tarde o temprano, más bien temprano que tarde, acabará en la bancarrota.

La solución pasa por mejorar a las personas, que son las que construyen la sociedad: valorarlas, decirles siempre la verdad, proporcionarles una educación de calidad, en todas las áreas del saber, etc... Y como consecuencia... entonces también la economía del país irá a mejor, porque si la gente mejora, la sociedad mejora, en todos los sentidos. Además, es importante predicar con el ejemplo: No se puede  exigir a los ciudadanos que cumplan con su deber si los políticos que los representan no cumplen con el suyo.
(Continuará)

martes, 18 de octubre de 2011

SEGUNDA CARTA A MARIANO RAJOY (I)

Estimado señor  Rajoy:

Antes de las elecciones municipales del 22 de mayo de este año escribí en mi blog lo que títulé “Carta abierta a Mariano Rajoy”. Al día de hoy me ratifico en todo lo que dije entonces, por lo que no lo voy a repetir ahora, aunque haga alguna referencia a lo más significativo de dicha carta.

Sinceramente, si usted habla de decir la verdad a su electorado, me gustaría que dijese toda la verdad, que se definiera con toda claridad; y de una manera muy especial en aquellos temas relacionados con la sanidad y la educación, que son aquellos en los que más hacen hincapié los socialistas, pero que no brillan, precisamente, por su ortodoxia.

Tal vez usted piense que no es conveniente hablar de esos temas, por miedo a perder el voto de determinadas personas. Creo que es un error. Y que es, en realidad, todo lo contrario.

- Los que han decidido no votarle así lo harán, porque no se atienen a razonamientos, a saber: todos los partidarios del aborto, el lobby gay y, en general, las personas que odian la Religión.
- Hay muchos que tienen claro votar al PP. Pero dentro de este conjunto están también aquellos que votan PP sólo por razones de tipo económico.
- En cuanto a los indecisos, esperan que usted se pronuncie con claridad respecto a temas fundamentales que no son, precisamente, los económicos, con ser éstos muy importantes.

Ciertamente el desempleo es hoy un gravísimo problema en España, así como lo va a ser el gran agujero económico con el que se van a encontrar cuando los socialistas salgan del Gobierno de la Nación, lo que espero que se produzca.

En cualquier caso, pienso que los problemas hay que atajarlos en su raíz. Y la raíz de todos los problemas que padecemos actualmente es que el hombre de hoy ha dado la espalda al único Dios, encarnado en Jesucristo, quien afirmó de Sí mismo que era “el Camino, la Verdad y la Vida”. 

Esto ocurre a nivel mundial, pero de una manera muy especial en España.  Seguramente me dirá, y con razón, que todo eso pertenece al ámbito religioso. Y que un político no debe inmiscuirse en Religión; y estará en lo cierto.

Sin embargo, eso es precisamente lo que han estado haciendo los socialistas durante estos siete años y medio que llevan “gobernando” la “Nación”: inmiscuirse en Religión descaradamente (cuando no es ese un terreno de su competencia como políticos) y, además, desde el primer día de su mandato, con el odio que les caracteriza y con el propósito, claro a todas luces, de que la Religión se relegue a la vida privada y desaparezca de la vida pública: ellos son los únicos que deben de controlarlo todo; de modo que Jesucristo y todo lo que es cristiano, es ridiculizado cínicamente, desde el propio gobierno y desde programas y obras de teatro que todos pagamos;  aduciendo, además, como causa de esa actuación, el respeto a la libertad de expresión. 

No deja de ser curioso que esa libertad de expresión se niega a todo aquel que no piense como ellos y que intente educar a sus hijos en el amor a Dios.

Bajo la palabra “democracia” tenemos actualmente un gobierno “tiránico” que, además, se vanagloria de serlo. Mienten descaradamente, diciendo un día una cosa y otro día otra, como si eso fuese lo normal. Ha sido mucho lo que han destrozado en el poco tiempo que han estado; se han dado mucha prisa en hacerlo, caiga quien caiga, y no importando las clarísimas contradicciones en las que han incurrido a lo largo de toda su legislatura. Y es que esas aparentes contradicciones, que lo son objetivamente, forman parte de su estrategia para desconcertar a la gente.

Habría que restituir todo lo que ellos han destruido. Y, además, con carácter de verdadera urgencia. Si algo negativo achaco al gobierno de Aznar es, precisamente, la lentitud en sus decisiones que dio lugar a que pasaran ocho años y que gran número de hermosos proyectos no se llevaran a cabo, lamentablemente.

Tenemos mucho que aprender de los socialistas, en ese sentido: ellos han sido mucho más astutos (hay que reconocérselo, porque es la pura verdad); han logrado en poco tiempo la destrucción de España en casi todos los ámbitos, “curiosamente” comenzando por el ámbito religioso y “curiosamente también”, acabando en dicho ámbito: no hay más que oír lo que dice Rubalcaba en sus propuestas con relación a la Iglesia, si gana las próximas elecciones.

¿Por qué ese odio a lo religioso; y en concreto, a la Religión Católica? Habrá infinidad de “razones”, pero una es segura: la Iglesia Católica es garante de la libertad del ser humano, de su verdadera libertad. La Iglesia defiende la razón y la verdadera ciencia, favorece el desarrollo de las personas como tales personas. Y esto es algo que les molesta horrores.

¿Por qué? Podríamos decir que es un "misterio"; pero, por otra parte, si hay algo que no admite lugar a discusión, es el hecho de la ambición de los socialistas por conseguir el control absoluto de la sociedad, un deseo que es propio de todos los regímenes totalitarios. 

Claro que para eso es necesario que la gente esté adormecida, y no piense. Y aquí es precisamente donde aparece el problema con la Religión, en concreto con la Religión católica, porque ésta hace pensar a la gente; enseña a las personas su valor auténtico como personas, que no son un número más dentro de una masa de individuos; que cada una de ellas es importante, porque por cada una ha derramado Jesucristo su sangre en la cruz.

Esa realidad acerca de la auténtica valía del ser humano, que sólo es posible conocer plenamente a través de la religión católica, es algo que los socialistas no pueden soportar. 

Mientras exista la Religión católica, ellos no podrán tener el control total de las mentes, que es a lo que aspiran: esa es su finalidad, mejor o peor confesada. 

Y para conseguir sus propósitos, no importan los medios usados, según la conocida frase, atribuida a Maquiavelo, de que “el fin justifica los medios”.

En este sentido, digo, en el sentido de proteger las libertades de los ciudadanos, el nuevo Gobierno debe de intervenir necesariamente; y eso no significa que sea un gobierno confesional. 

El gobierno es aconfesional, pero debe defender siempre el bien de las personas que tiene a su cargo. Todo atentado contra la libertad de los ciudadanos debe de ser combatido por un Gobierno que aspira a ser un verdadero Gobierno de la Nación.  A esto me refiero, precisamente, cuando digo que es la raíz de los problemas lo que hay que atacar prioritariamente: se debe facilitar a la gente la posibilidad de ser cristianos sin ser, por ello, desprestigiados; máxime cuando, como sabemos, es la Religión católica, se reconozca o no, la causa del auténtico progreso de la sociedad. 

Aunque sólo fuera por consideraciones meramente humanas, la religión católica debería ser conocida y enseñada en los colegios (asignatura optativa, si se quiere) y debería valorarse este conocimiento cultural con su correspondiente nota, al igual que se valora el conocimiento de las matemáticas, la lengua, los idiomas, etc…, dada la enorme importancia que tiene este conocimiento (¡hoy más que nunca!)

La incultura religiosa y, en particular, el desconocimiento de la religión católica en toda su integridad, eso -más que ninguna otra cosa- es lo que va a acarrear graves problemas a este  mundo nuestro: ya los está acarreando, pero los problemas que se avecinan serán mucho peores, si no ponemos todos los medios por salir de esta incultura religiosa que existe. La religión católica es manipulada y muchos católicos desconocen los maravillosos misterios del cristianismo. Así es, por desgracia y por obra y gracia, entre otras cosas, del "gobierno" actual que padecemos. 

El verdadero progreso  va siempre unido a la verdad y no a la modernidad, que es cambiante; y requiere, entre otras cosas, poseer una cultura mínima acerca de lo que es en verdad la religión católica. 

Hoy se están dando pasos de gigante "hacia atrás" en este sentido, engañando a la gente con una idea de progreso completamente falsa, basada a su vez en un mal entendido concepto de libertad. Es un hecho que el hombre de hoy no es feliz, en su inmensa mayoría, aunque no sea suficientemente consciente de ello, debido a que está siendo estafado desde las más altas esferas, tanto políticas como también religiosas, por desgracia (en algunos casos).

Es completamente cierto que hoy padecemos una tremenda crisis económica, social y moral: cinco millones de parados, los ERES, el caso faisán, etc. El “talante” del “gobierno” que tenemos se ha caracterizado, durante estos años, por la incompetencia, el robo y el uso de las arcas del Estado para fines de eficacia más que dudosa, por no decir palabras mayores, todo lo cual ha colocado a España en la situación en la que actualmente se encuentra.

Pero siendo verdad todo esto, en realidad no es sino una consecuencia, esperada por otra parte, debido a la inmoralidad y el cinismo de este gobierno. Y, como ya he dicho, y me reitero, eso es lo que hay que atacar como prioritario: tenemos que volver a recuperar los valores que se han perdido; la gente está cada vez más confundida y desanimada debido, básicamente, a su alejamiento de Dios, un alejamiento promovido, en gran parte, por este gobierno y manifestado en forma de “leyes”, unas “leyes” injustas, por otra parte, y que no merecen, por lo tanto, el calificativo de “leyes”, por muy rubricadas que estén en el BOE. Con respecto a dichas "leyes" es preciso actuar como lo hizo San Pedro en su momento, cuando le prohibieron que predicaran en nombre de Jesús: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29)

Algunos ejemplos reales nos hablan de esta enorme pérdida de Dios, que es Camino, Verdad y Vida. Y así:

- Se han legalizado “aberraciones” que van contra el derecho natural, como el mal llamado “matrimonio” homosexual (pérdida del Camino, confundiendo a la gente)

- Se ha legalizado la “asignatura” de “educación para la ciudadanía”, que es cualquier cosa menos educación, con el grave daño que produce a los niños, a quienes se les engaña vilmente, mediante la imposición (obligatoria) de la ideología de género, en contra del deseo de sus padres, que son los verdaderos responsables de la educación de sus hijos. ¿Acaso no saben los gobernantes que la función del Estado es meramente subsidiaria? (pérdida de la Verdad, sustituida por la mentira)

- Vivimos, además, en lo que se ha denominado, con razón, la “cultura” de la muerte. Ahí tenemos, sin ir más lejos, la legalización del aborto como un “derecho” de la mujer; y el anteproyecto de ley de eutanasia. Bajo capa de compasión, lo que hay detrás es la supervivencia del más fuerte, o ley de la selva (pérdida de la vida de miles de personas).

En definitiva: nos han robado a Dios, hemos perdido a Aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida. Y por eso andamos tan desorientados y tan necesitados de buenos pastores y de buenos gobernantes. No deberíamos olvidar la lección que nos da la Historia: un pueblo corrompido está al borde de su extinción, tal y como ocurrió, por ejemplo, con el Imperio Romano.
(Continuará)

miércoles, 20 de abril de 2011

CIENCIA Y RELIGION

Es éste un tema que ha sido muy estudiado a lo largo del tiempo por científicos y filósofos de gran prestigio y renombre universal, por lo que es prácticamente imposible abordarlo en profundidad en unas pocas páginas.
Consciente de ello, y a pesar de mis limitaciones, intentaré decir lo esen­cial del mismo, basándome en las siguientes palabras del Papa Juan Pablo II a los universitarios de México y de América latina el 15 de febrero de 1979: "Si la investigación científica procede de acuerdo con méto­dos de rigor absoluto, y permanece fiel a su objeto propio; y si la Escritura se lee según las sabias directrices de la Iglesia... no puede haber oposición entre la fe y la ciencia. En los casos en que la historia señala una oposición así, derivaba siempre de posiciones erróneas que el Concilio ha rechazado abiertamente... "
Es decir, el objeto de la fe y el objeto de la ciencia son distintos. La incompatibilidad, muchas veces "voceada", entre Ciencia y Religión, se debe a que no se conoce con exactitud en qué consiste la Ciencia o en qué consiste la Religión, o quizás en ambas cosas. Aunque, de todos modos, es preciso decir que, por encima de las diferencias que distinguen Ciencia y Fe, existe una profunda semejanza entre ambas: la búsqueda de la verdad, apoyada en el ejerci­cio de la libertad.
La investigación científica, llevada a cabo con honradez y hasta sus últimas consecuencias, tiene conciencia clara de las limitaciones del conocimiento y de los métodos de las ciencias experimentales: de toda la realidad, estas ciencias sólo consideran el mundo de la materia, y de éste sólo su aspecto cuanti­tativo. La certeza de las conclusiones científicas se refiere sólo a la utilidad de las mismas para descri­bir un determinado fenómeno o para preverlo. Por eso, la ciencia experimental tiene casi siempre un cierto carácter de provisionalidad y es mudable: nuevos datos o nuevos dispositivos experimentales hacen no sólo rectificar teorías y conclusiones científicas, sino, a veces, cambiarlas totalmente.
La Religión es el conocimiento y la inteligencia de que no somos lo último, ni somos el Origen: el Origen es Dios. El hombre es criatura de Dios: el hombre, como ser creado por Dios, se reconoce esencialmente dependiente de Dios.
Puede decirse que entre Ciencia y Religión, objeti­vamente consideradas, no hay posibilidad de encuentro. El encuentro es subjetivo en el interior de la persona que las conoce.
La Religión cristiana, en concreto, tiene como base un hecho histórico fundamental, que la diferencia del resto de las demás religiones: en ella no hay tanto -aunque también- una búsqueda de Dios por parte del hombre, cuanto una manifestación de Dios al hombre: Dios mismo se hace hombre. Y este Hombre-Dios, que es Jesucristo, nos descubre el tremendo misterio de Dios, como Trinidad de Personas en una sola Naturaleza divina -un solo Dios-, de las cuales la Segunda Persona, el Hijo, ha tomado sobre sí la naturaleza humana- se ha hecho verdaderamente hombre- sin dejar de ser Dios: misterio sublime de la Encarnación. Y todo esto por una sola razón, incomprensible a la pura razón razonadora de la persona humana: por puro Amor desinteresado.
Al hecho histórico de la Revelación debe seguir, en la persona humana, una vez que ha conocido suficientemente este hecho, una respuesta: O bien de no aceptación, o bien de aceptación de esta Revelación, y del contenido de la misma, mediante la fe. Respuesta que no sólo es de tipo intelectual, sino de todo el ser humano: respuesta vital.
Para que se dé la fe no es suficiente-aunque sí es indispensable la "buena voluntad", el "querer creer". Es necesaria la gracia de Dios. Ésta dispone a la voluntad y capacita al entendimiento para dar un sí a verdades y realidades que le sobrepasan. No debe olvi­darse que Dios siempre está dispuesto a conceder su gracia a todas las personas de "buena voluntad", a todos aquellos que tienen un buen corazón: el que quiera creer, y lo quiera de verdad, puede tener la seguridad de que acabará creyendo, porque la gracia de Dios no le va a faltar.
La recta comprensión, pues, de lo que es la Ciencia experimental y de lo que es la Religión, pone de mani­fiesto la imposibilidad de los pretendidos conflictos o incompatibilidades entre ambas: Ciencia y Religión están en planos distintos. La Religión nos habla de la naturaleza y del ser de Dios, por una parte y, por otra, de las cosas creadas, en cuanto relacionadas con El.
La Ciencia profundiza en los fenómenos del mundo material y amplía la visión de esa maravilla del Uni­verso, el cual refleja así la omnipotencia y la sabi­duría de su Creador. Y de un modo particular, la Cien­cia moderna ha contribuido y está contribuyendo notablemente  a profundizar en ese asombro que produce la contemplación de la Naturaleza, poniendo de manifiesto, una vez más, el carácter "sinfónico" de la reali­dad creada.
No se puede rechazar a Dios en nombre de la Cien­cia. Si se produce tal rechazo será por otras razones, pero no porque exista ningún tipo de contradicción entre Ciencia y Religión. Y, no sólo no disienten entre si Religión y Cien­cia, Fe y Razón, sino que, por el contrario, se pres­tan mutua ayuda.
Las verdades del universo, que las Ciencias inves­tigan y descubren, y las verdades reveladas, recibidas por la fe, tienen el mismo origen: Dios. Es el mismo Dios el que ha puesto en la persona humana la luz de la razón y la luz de la fe. Y Dios no puede negarse a sí mismo. La verdad no puede contradecir jamás a la verdad. Ambas verdades se orientan, en sus diversos planos, a la perfección de la persona humana. Concu­rren, por lo tanto, al mismo fin. Y no se coartan en sus propias investigaciones, sino que se sirven de mutuo estimulo.
Como colofón a este pequeño artículo, se hace pre­ciso recordar que los progresos en la verdad, de cual­quier tipo que ésta sea, aunque es cierto que contri­buyen al progreso del ser humano, no bastan, por sí solos, para realizar este progreso. Surge así, ante nosotros un nuevo tema, en el que no vamos a ahondar, de momento: el tema de la libertad humana. El ser huma­no ha de tomar decisiones personales para vivir en conformidad con la verdad. Y sólo entonces mejora y se perfecciona.
En definitiva: el progreso científico, para ser auténtico progreso, ha de ir acompañado del perfeccio­namiento moral de la persona. De no ocurrir así, el progreso de las ciencias -aunque por sí mismo es bue­no- puede contribuir- y, de hecho, así ocurre muchas veces-, a hacer peor a la persona humana, hombre o mujer, al darle más medios para hacer el mal.

domingo, 17 de abril de 2011

CARTA ABIERTA A MARIANO RAJOY

Estimado señor Rajoy:

A lo largo de toda mi trayectoria vital, aunque no soy afiliado de ningún partido, siempre he votado al PP (anteriormente AP), porque consideraba estar representado por dicho partido, en cuanto a su ideario y a sus líneas básicas de acción.

Sin embargo, me estoy pensando muy seriamente el dejar de hacerlo en las próximas elecciones. Y lo mismo que yo opina mucha gente con la que he hablado de este tema. No lo tienen claro, no se sienten representados por el PP actual.

Y esto ¿por qué? Hay muchas razones, aunque todas ellas se resumen en el hecho de que no se haya  usted definido explícitamente con respecto a ciertos temas fundamentales. Yo sólo voy a indicar aquí algunos (procuraré ser breve):

1º. Educación para la Ciudadanía. Esta asignatura debería ser suprimida, de modo tajante y definitivo, al menos tal como se la entiende en el Gobierno actual: si se tratase de una mera educación cívica y de conocimientos básicos de comportamiento social, pero ¡no! Se trata de un adoctrinamiento en toda regla, con fundamento en la ideología de género; y anticatólico. En muchas editoriales así es como aparece. Para colmo es una asignatura obligatoria. Y el colmo de los colmos es que se dirige a mentes infantiles, en formación, necesitadas de crecer como personas normales y con sentido crítico (éste desaparece; y queda sólo el pensamiento único totalitario y marxista: aunque no se quiera reconocer, ésta es la pura verdad)

2º. Matrimonio entre homosexuales.  La palabra matrimonio para esta relación debería ser suprimida, porque no se atiene a la verdad. Por más que se diga, cualquier relación sexual entre personas humanas, independientemente de su sexo, eso no es matrimonio. El matrimonio es (y ha sido siempre) la unión estable entre un hombre y una mujer, con vistas a la procreación y a la educación de la prole, todo ello como resultas del amor que ambos se profesan, y atendiendo a lo que es propio de la naturaleza humana, desde que el ser humano se reconoce a sí mismo como tal. La mentira no satisface a nadie. De hecho, la mayoría de los homosexuales no están de acuerdo en que a su unión se le llame matrimonio. El "orgullo gay" indica precisamente un reconocimiento de que, en realidad, no hay tal orgullo. Si lo hubiera no necesitarían proclamarlo por todas partes. Y luego, hay que pensar en los niños. Está demostrado científicamente que el niño crece y se desarrolla con normalidad cuando tiene una madre y un padre. Para el niño es psicológicamente destructivo ser adoptado por una pareja del mismo sexo.

3º. Derecho al aborto. ¡Esto ya es el colmo! Cualquier jurista sabe que el Derecho Natural es la base de todo derecho. Cualquier ley que no respete el derecho natural "ipso facto" deja de tener carácter de ley. Y por lo tanto, no debe ser obedecida. ¿Cómo es posible que se consagre como ley algo tan aberrante? Lo primero es engañar a la mujer diciéndole que lo que tiene en su vientre no es un ser humano, sino un conjunto de células, (lo cual está completamente desmentido por la ciencia). De este modo se pretende acallar la conciencia de lo que es realmente el aborto: ¡un crimen horrendo! Aquí prima la ley del más fuerte. El ser inocente e indefenso, totalmente dependiente de su madre, es asesinado, con el consentimiento de su madre, a la que previamente se le ha lavado el cerebro con mentiras, para obtener dicho consentimiento. El niño no es un apéndice del cuerpo de la madre, sino un ser humano vivo, en las primeras etapas de su vida. Y si esa vida se "interrumpe", ¡se acabó! Se trata de una interrupción que es un acabamiento. No es una simple pausa. Es el final. Ya sabemos que "haberlos haylos". También hay ladrones, drogadictos, terroristas, prostitutas, etc., pero no por ello existe el derecho a robar, ni el derecho a drogarse, ni el derecho a matar a una persona reconocida jurídicamente como persona, ni el derecho a fornicar, etc.
Y es que una cosa es el hecho; y otra muy distinta el derecho. Aunque, de hecho, hay abortos,  el aborto no puede ser reconocido como un derecho. ¡No, no se tiene derecho a matar a nadie! ¡Y el "nasciturus" (zigoto, embrión o feto, no importa el grado de desarrollo) no es algo, sino que es "alguien"; es una persona. No hay que olvidarlo, el aborto es un crimen. Sí, aunque dicho derecho esté consagrado como tal por la ley humana. Esta ley debe ser desobedecida, porque no tiene rango de ley, desde el momento en que se opone a la ley natural, que es la base de toda ley: ¡No matarás!

4º. Laicidad del Estado. El Gobierno actual ha confundido los términos. En la Constitución se dice que "ninguna confesión tendrá carácter estatal" (Art. 16, 3). Cuando se habla de estado laico, se refiere a la aconfesionalidad del Estado, a que el Estado no se identifica con ninguna religión, porque no es ése su cometido; sin embargo, debe respetar el sentir de la mayoría y también de los grupos minoritarios. Hay una separación entre Estado e Iglesia (respetando los acuerdos con la Santa Sede). Pero de hecho, hay una auténtica persecución (y burla) contra todo lo que se dice cristiano, y no digamos católico. Una persecución que tiene lugar 24 horas al día los 365 días del año. Un ataque llevado a cabo desde todos los medios: la mayoría de la prensa, de la radio y de la televisión, que son estatales. Se pretende cambiar el "alma" de la sociedad desde el  propio gobierno. Esto no es lo propio de un Estado de Derecho, sino de los estados totalitarios y tiránicos.

. El terrorismo en el gobierno, bajo la excusa de que, mediante el “diálogo” con ETA se solucionarán los problemas que hacen sufrir a buena parte de ciudadanos españoles. Por lo tanto, no se debe colaborar, bajo ningún aspecto, con partidos que pretenden introducir en los ayuntamientos (aunque no lo digan así, expresamente) a personas vinculadas a asociaciones claramente terroristas, llámense como se llamen, ¿qué importa el nombre: SORTU, BILDU, etc…? Son las mismas personas que han demostrado, con hechos, sus verdaderas intenciones.

6. º Cambiar el sistema de votación. Lo que no puede ser es que el destino de España dependa de una minoría, de los llamados partidos bisagra, que son los que verdaderamente gobiernan.

Habría muchas más cosas de las que hablar, pero he citado las que considero fundamentales para el bien (material y espiritual) de la nación española.

Yo estoy convencido -al menos, lo estaba hasta ahora- de que la misión de un buen político es el bien común (bien de todos y de cada uno de los ciudadanos). Pienso, además -o pensaba- que un político debe ser claro y definirse, sin ambigüedades, para que el ciudadano que lo vote sea consciente de lo que hace, y lo haga de modo responsable, porque verdaderamente se siente representado por dicho partido, en sus ideas básicas fundamentales (aunque no comparta absolutamente todos sus enfoques)

Ciertamente, no le estoy pidiendo que sea usted ingenuo: lejos de mi tal pensamiento. Al contrario, pienso que debe ser muy hábil, en todos los sentidos, para poder vencer a su adversario político; o no sería, entonces, un buen político. Pero hágalo pensando siempre en el bien de España y no en medrar. Y, sobre todo,  no engañe nunca a su electorado.

Si usted, ahora mismo, me dijera, con toda claridad, y sin ningún tipo de ambigüedades, que al llegar al poder sus primeros pasos van a ser (más importantes aún que los económicos) abolir todas las leyes aberrantes del partido socialista, entre ellas las que le he citado: la "educación" para la ciudadanía, el "matrimonio" entre homosexuales y la "ley" del aborto. Luchar para que haya un mayor respeto a la religión católica (puesto que las demás sí se respetan). Cambiar el sistema educativo actual, de modo que haya una ley de educación que prime el esfuerzo. Si, además (y esto es lo más importante) estas cosas las llevara a la práctica con la misma rapidez (¡o mayor aún, si cabe!) con la que el Partido Socialista ha ido imponiendo “sus” "leyes"; todo lo cual puede hacerlo perfectamente amparado en el “verdadero” estado de Derecho...Le aseguro que no sólo tendría mi voto; al fin y al cabo, ¿qué más da un voto más o un voto menos? No es eso: lo importante es que, al actuar íntegramente, al saber sus votantes a qué atenerse cuando le voten, los va a tener de por vida como votantes (a usted y al partido que representa siempre que, al gobernar, respete -al menos- las normas básicas de Derecho Natural).

¡Necesitamos contundencia! ¡Necesitamos que nos guíen! ¡Necesitamos un buen líder, a quien lo único que le interese sea el bien común de sus gobernados! ¡Un líder que no tenga miedo de decir lo que haya que decir! ¡Un líder con autoridad, que convenza,  con sus hechos más que con sus palabras! ¡Un líder que sepa prescindir de aquellas personas de su partido que no sean coherentes con estos principios básicos! ¡Un líder íntegro que se rodee de personas igualmente íntegras y sabias, gente experta y con capacidad de entregar lo mejor de sí mismos!

Puede que esté colocando el listón bastante alto, pero es que, tal como van las cosas (¡y lo que nos espera!) es preciso que el listón esté muy alto. De lo contrario, no hay nada que hacer.

Quiero que sepa que mi voto -así como el de miles de personas- lo tiene asegurado si, como digo, procede conforme al Derecho Natural y en su programa electoral promete la derogación inmediata de esas leyes inicuas que estamos sufriendo en la actualidad.

Sinceramente, hay muchísimas más personas de lo que usted piensa que están deseando que se defina con toda claridad, sin miedos y sin complejos de ningún tipo. ¿Qué no le votan los de izquierdas? ¿Pero es que acaso lo iban a hacer? Ellos sí que tienen claro, en cambio, lo que quieren: convertir a España no ya en una dictadura, sino en una tiranía (con leyes arbitrarias): la voluntad del tirano convertida en ley. Por supuesto que jamás usarán de esos términos. Todo lo contrario: en sus bocas aparecerán siempre palabras como "democracia",  "libertad", etc…, para ver si captan a algún ingenuo que (forzoso es reconocerlo)  cada día los hay más. Un país que no piensa es el caldo de cultivo más adecuado para que el Partido Socialista se convierta en el Único Partido, sin ningún tipo de Oposición. ¡Lo que sería lamentable! 

Aún estamos a tiempo. ¡Pero hay que definirse, igual que ellos se definen! Y luego que la gente vote, por supuesto. Pero que la gente sepa a quién vota y qué es lo que de verdad está votando.

Yo no entiendo de estrategias políticas, pero lo que sí sé es que el pueblo llano y sencillo, el pueblo trabajador, necesita palabras sencillas y llanas, necesita saber a qué atenerse, necesita hechos palpables. Y si eso lo ve en usted, tenga la seguridad de que le votarán.

Si, cuando llegue el momento de las votaciones, yo no observo todas estas cosas, tendré también que definirme. Y ya no sé qué haré: no votar; votar en blanco; o votar a algún partido de inspiración católica (si es que tal partido existe) que obtenga tal vez los suficientes votos como para hacer de partido bisagra, en sentido contrario a las bisagras que tenemos ahora mismo.

Aunque pueda parecer pesimista, eso es lo que veo, lo que (a mi modesto entender) está en conformidad con lo que está ocurriendo. Y cuando algo se ha visto que es verdad, es preciso no esconder la cabeza, como el avestruz; y actuar conforme a esa verdad que se ha visto y de la que no se tiene ninguna duda (¡No hay que ser muy clarividentes para darse cuenta de todo lo que está ocurriendo hoy en día, en el mundo, por supuesto, pero particularmente en España!).

Espero sinceramente que Dios lo ilumine en sus decisiones, cuando llegue el momento de las elecciones, comenzando por las municipales del 22 de mayo de 2011, porque está en juego el futuro de todos nuestros hijos y, posiblemente, el de varias generaciones. No debemos permitir que ocurra como en Cuba o en Venezuela. ¡Otra alternativa es posible! Si el PP cambia, es posible que las cosas también cambien; y cambien a mejor. No deseo otra cosa.

Saludos respetuosos

Un ciudadano de a pie

domingo, 6 de marzo de 2011

EL PROGRESO Y EL MAL USO DE LA LIBERTAD


¿Qué es progresar? ¿Se da hoy realmente un progreso respecto de etapas anteriores? Lo cierto es que sí hay tal progreso, en algunos aspectos, en particular en el ámbito de la ciencia experimental, pero hay otros aspectos (en particular, en el ámbito del conocimiento del ser humano) en los que se está produciendo un escandaloso retroceso hacia etapas muy primitivas de la humanidad.

Es necesario no olvidar que para que pueda hablarse de auténtico progreso, éste tiene que abarcar a toda la persona. Es en el amor a la verdad, y no en otra cosa, donde se encuentra el verdadero progreso, el auténtico progreso, tanto el progreso personal, como el de toda la sociedad tomada en su conjunto.

En un artículo anterior ya hablé acerca del progreso. Cito algún párrafo:

 “… el verdadero progreso va unido siempre a la verdad, independientemente de la forma que ésta adopte, bien sea la verdad científica experimental, estudiada haciendo uso del método científico, o bien la verdad acerca del hombre, estudiada con todas las ciencias posibles: metafísica, antropología, teodicea (ciencia de Dios mediante la razón), teología (ciencia de Dios haciendo uso del dato revelado, como punto de partida), etc. Lo natural y lo sobrenatural se dan la mano; nunca se contradicen”

“El aborto, la eutanasia, el matrimonio entre homosexuales, la experimentación con embriones humanos, la libre elección de sexo y cosas por el estilo, se oponen a la verdad sobre el ser humano. Por lo tanto son antivalores; y suponen un enorme retroceso”

Todo lo que suponga un avance en el conocimiento y en la práctica de la verdad, todo lo que sea respetuoso con las leyes de la naturaleza, es un verdadero progreso. Todo lo que aparte de la ley natural es una aberración y un retroceso.

Cuando yo era chico- y existía aún el sentido común, hoy tan poco frecuente- recuerdo una estrofa que nos enseñaron en el colegio:

“No hay reloj sin relojero, no hay mundo sin Creador.
El reloj lo hizo el relojero, el mundo lo hizo Dios”.

Es evidente: Si veo un reloj, inmediatamente pienso en algún relojero que lo haya construido. Si leo un libro, por ejemplo el Quijote, e indago acerca de su autor, encuentro que tal autor existió y que tiene un nombre: Miguel de Cervantes.

Nunca se me ocurrirá pensar que las piezas del reloj se han ordenado solas para que podamos conocer la hora, ni que las letras del abecedario se hayan puesto de acuerdo para dar lugar a palabras y a frases con sentido, produciendo una verdadera obra maestra, de la que podemos disfrutar con su lectura. Cualquiera entiende esto, hasta un niño que esta aprendiendo a hablar. Sería realmente preocupante no entenderlo (preocupante en el sentido de patológico).

Y, sin embargo, de continuo vemos la inmensidad del mar, con todo tipo de peces; vemos todo tipo de vegetación y de animales. Nos vemos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean... Y lo más admirable de todo: “¡No nos admiramos!”La naturaleza (de la que nosotros formamos parte, una parte privilegiada) nos pasa desapercibida infinidad de veces (por no decir siempre) ¿Y acaso existe una obra de arte mayor? Pero nos acostumbramos a esta realidad, tan extraordinaria, y no sabemos valorarla.

A poco que pensemos nos daríamos cuenta del orden maravilloso que impregna todo lo que existe. Si los relojes y los libros son huellas que nos indican que hay relojeros y escritores, de modo análogo, la existencia de todo lo que es, de todo lo que tiene ser, nos habla de un autor de la misma, al que todos hemos convenido en llamar Dios.

La razón (como se ve), si procede con voluntad recta (buscando la verdad por encima de cualquier otro tipo de interés) llega al conocimiento de la existencia de Dios. Esto no es nada nuevo. Ya lo dijo Aristóteles. Y de un modo más clarividente, Santo Tomás de Aquino (que, además de ser santo, era un gran filósofo y un gran teólogo) en sus famosas cinco vías.

Alguien podrá decir: Pero si es tan lógico y está tan claro, ¿cómo es posible negar la existencia de Dios? La respuesta, que pudiera parecer complicada, no lo es. El ser humano es capaz de negar la evidencia; aunque, no lo olvidemos: el problema no es de la razón que, usada rectamente, llega al conocimiento de la verdad. El problema radica en la voluntad.

El hombre es capaz de negar la verdad, aunque ésta sea evidente, y optar por la mentira, hasta el punto de llegar a creerse sus propias mentiras y, por lo tanto, engañar a otros. La historia nos muestra muchos ejemplos de que esto es así. Hitler decía: “Una mentira repetida cien veces se convierte en una verdad”. Y Stalin: “Miente fuertemente, que cuanto mayor sea la mentira más se lo creerá la gente”, así como aquello de: “Si los hechos nos contradicen, ¡peor para los hechos!”. Y mucho antes, ya en el siglo IV antes de Cristo, los sofistas pretendían, con su retórica, hacer pasar por verdad lo que era claramente mentira.

Aunque no es necesario irse tan lejos en el tiempo. Hoy tenemos innumerables ejemplos acerca de esta lamentable realidad de mentiras en la que estamos inmersos. El hombre del siglo XXI ha decidido ser dios en lugar de Dios, de modo que las cosas sean lo que el hombre quiere que las cosas sean. Gran desgracia es ésta.

Al igual que hay unas leyes físicas también el hombre, el ser humano-varón o mujer- se rige por unas leyes que Dios imprimió en él desde que lo creó. Eso sí, hay una diferencia: Dios dotó al hombre de libre albedrío, de modo que, haciendo uso de esa prerrogativa, puede saltarse las leyes divinas. ¿Puede?... Así es: puede, pues ha sido creado por Dios con libertad de elección, libre para decidir entre obedecer las leyes de Dios o no hacerlo. Claro que… el hombre no puede elegir la consecuencia de sus actos; en concreto: la felicidad, la alegría, la vida plena,  sólo se logran en el cumplimiento de las leyes que Dios ha inscrito en nuestra naturaleza, al crearnos: en la obediencia libre a esas leyes nos transformamos en aquello que Dios pensó para nosotros cuando nos dio el ser y la vida: nuestro verdadero yo cobra consistencia, cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios. En esto nos asemejamos a Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: “He bajado del Cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me ha enviado” (Jn 6, 38)

Ya, en el Antiguo Testamento, podemos leer: “Ante el hombre están la vida y la muerte; lo que cada uno quiere le será dado” (Eclo. 15,18). Y en otro lugar: “Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios… y lo amas…, marchando por sus caminos y guardando sus mandamientos… entonces vivirás” (Dt 30, 15-16)

De manera que el hombre puede hacer uso de su libre albedrío y oponerse a Dios. Ciertamente puede, porque se le ha dado tal posibilidad. Ahora bien: puesto que la felicidad y la vida se encuentran solamente en Dios, el elegirse a sí mismo, el apartarse de Dios conlleva lógicamente la desdicha y la muerte. Y esta decisión es responsabilidad nuestra, exclusivamente. Dios no es responsable de lo que nosotros decidimos. Él nos ayuda y nos quiere, y quiere lo mejor para nosotros, pero nunca hasta el extremo de privarnos de nuestra libertad, esa libertad que Él nos concedió, al crearnos, para que pudiéramos amarle de verdad, de tú a Tú, un amor que hubiera sido imposible de no habernos creado libres. ¡Tanto aprecia Dios la libertad! Dios no quiere nuestro mal, sino que quiere lo mejor para nosotros: “Yo no quiero la muerte del impío, sino que se convierta de su camino, y viva” (Ez, 33,11). 

Si ignoramos (culpablemente) la ley natural, o nos empeñamos en construir nosotros nuestras propias leyes, al margen de las leyes divinas, nuestra desgracia está asegurada, por más que pensemos, o dictaminemos, o nos parezca que no es así, y nos fabriquemos leyes a nuestro antojo. Hoy, por ejemplo, se quiere convertir en natural lo que es antinatural. Y, para ello, se usan las consignas del propio Hitler y de Stalin: la repetición (entonces), la publicidad, (continua y machacona), ahora. A base de repetir, una y otra vez, de modo insistente la gran mentira de que lo antinatural es lo natural, la gente (¡curiosamente!) acaba admitiéndolo.

Hubo un tiempo (relativamente reciente; y actual todavía en muchas “culturas”) en que se admitía como natural la esclavitud. Hoy, sin ir más lejos, se admiten, cada vez  con mayor frecuencia, como si se tratase de algo natural y normal, cosas tan aberrantes y denigrantes  para la naturaleza humana como el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el divorcio, etc… ¡Y lo más asombroso de todo!: a eso se le llama PROGRESO, cuando se trata, en realidad, de un retroceso a estados muy primitivos de la humanidad, que ya habían sido superados gracias, sobre todo, a la venida de Jesucristo.

Vivimos en un mundo extraño. Toda persona sensata entiende, por ejemplo, que el matrimonio (desde siempre y por definición) es la unión de un hombre y de una mujer: “uno con una y para siempre”,  abiertos a la vida: “Creced y multiplicaos y poblad la tierra” (Gén 1, 28). ¿Cómo es posible que se llame matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo? Eso va contra de las leyes de la naturaleza. ¿Acaso tiene el hombre derecho a volar? ¿Acaso puede suponerle un trauma el no tener ese derecho? ¿Acaso puede sentirse discriminado con relación a las aves? En absoluto, pues  el hombre actúa conforme a su naturaleza. Y no le han sido dado alas para poder volar. También, por naturaleza, sólo un hombre y una mujer pueden tener hijos: esta posibilidad es esencial para que pueda hablarse de verdadero matrimonio.

¿Por qué ese juego de palabras? ¿Por qué ese empeñarse en querer hacer blanco lo que es negro? ¿No es mucho más sencillo el llamar a las cosas por su nombre, como siempre se ha hecho: “Al pan, pan; y al vino, vino”?. Un buen pan y un buen vino. ¿Dónde está la discriminación? Cada uno es lo que es, independientemente de lo que él mismo se sienta. ¿O es que si yo me siento un pájaro, voy a ser por ello un pájaro? Y si se me niega la identidad de pájaro, ¿voy a sentirme discriminado con relación a los pájaros y voy a ponerles una denuncia?  Porque algo parecido ocurre con los hombres que se sienten mujeres, y viceversa.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal grado de locura? En el fondo, la respuesta es sencilla: porque le hemos dado la espalda a Dios. Cuando se niega lo sobrenatural, se acaba negando lo natural. Se presume de razón, de progreso y de libertad. ¡Y nunca ha habido tanta irracionalidad, tanto retroceso y tanta esclavitud como la que hoy se está dando!

Esto me recuerda aquellas palabras que dirigió San Pablo a Timoteo: “Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos” (2 Tim 4, 3:4). Es bueno recordar también la actitud que aconsejaba San Pablo a Timoteo, cuando estas cosas ocurrieran: “… tú se sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio” (2 Tim 4,5).

lunes, 31 de enero de 2011

LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE MIGUEL DE UNAMUNO


Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de Septiembre de 1864. Su padre murió cuando Miguel tenía tan solo 6 años. A los 27 años (1891) obtuvo la cátedra de griego de la Universidad de Salamanca, ciudad donde se instaló. Siendo vasco de nacimiento y de corazón, iba a convertirse en el hombre de Castilla y, especialmente, de Salamanca. Casado con Concepción Lizárraga, el 31 de Enero de 1891, fue padre de nueve hijos. Comenzó a escribir a los 30 años, a partir de 1894. En 1897 atraviesa una fuerte crisis de fe, convirtiéndose a un “cristianismo” sui generis, pero verdaderamente religioso, como ahora veremos.
La vida hogareña de Miguel fue ejemplar. El 27 de diciembre de 1902 (llevaba casi 11 años casado ) escribe a Pedro Corominas que volvería “a casarse cien veces con la misma mujer y a vivir lo vivido”.
Más adelante escribía a Jiménez Ilundain el 8 de febrero de 1904: “...Luego está mi mujer, que por nada se acongoja, que guarda su niñez perdurable, que me alegra la casa y el corazón, con su inalterable alegría, que es mi mayor sostén y el alba perfecta de mi vida. Un alba, sí, que es lo más hermoso; no sale el sol que agosta y quema, pero nunca es noche. ¡Bendito el día en que me casé! "



El 31 de Octubre del 1900 es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, cuando contaba tan sólo 36 años. Dimitió de Rector en 1914, a los 50 años, por razones políticas, siguiendo como vicerrector hasta el 20 de febrero de 1924, fecha en que fue desterrado a la isla de Fuerteventura , debido a ciertos artículos que escribió contra la dictadura de Primo de Ribera. De allí huyó para refugiarse en Francia: primero en París y luego en Hendaya, donde permaneció hasta 1930, año en que regresó a España. En 1931, durante la República, fue nombrado Rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, siendo destituido de nuevo, en 1936, por un artículo que publicó en contra del comunismo. Murió poco después, el 31 de diciembre de 1936, a los 72 años de edad.
En este artículo voy a tratar de una dimensión de Unamuno, la dimensión religiosa, que no se conoce lo suficiente y que se interpreta mal con relativa frecuencia. Para ello he hecho uso de sus propias palabras, tomadas de su libro “Diario íntimo” (Alianza Editorial, 1991), publicado por vez primera en 1970. Elijo aquellas frases suyas que me han parecido más significativas y que resumen su postura esencial en este tema.
Vemos en él un espíritu luchador, un vivir con la máxima intensidad, aunque todo lo hace en continua referencia a la muerte:
“Vivamos como si hubiésemos de morir dentro de unos instantes” (p. 19).
“ Haz todo lo que hagas como si hubieses de morirte al punto” (p. 166).
El tema de la muerte constituye para él un referente continuo, en el que se debate, entre la duda y la fe, siendo causa de grandes sufrimientos y crisis, y también de verdadero encuentro con Dios, como parece desprenderse de estos escritos:
 “...sólo se muere una vez. ¿Y no vale acaso la pena vivir para este acto único? ¿Vivir para morir? No se debe pensar en eso -se dice-; si nos pusiéramos a cavilar en la muerte se haría imposible la vida... Y, sin embargo, hay que pensar en ella, porque siendo el principio del remedio conocer la enfermedad, y siendo la muerte la enfermedad del hombre, conocerla es el principio de remediarla” (p. 61).
Y, más adelante, en un momento de crisis, dice:
 “Cuando esa idea de la muerte, que hoy paraliza mis trabajos y me sume en tristeza e impotencia, sea la misma que me impulse a trabajar por la eternidad de mi alma...entonces, estaré curado” (p.70).
En sus escritos se trasluce, lentamente, el paso de la oscuridad de la nada a la luz de la fe:
“No quiero que envenene mi vida la certeza de su fin y la obsesión de la nada” (p. 126).
“Triste consuelo, si al morir, morimos del todo, volviendo a la nada. ¡No consuelo, sino desconsuelo y desesperación! Y, en cambio, ¡hermosa idea si esperamos otra vida!" (p. 150).
Unamuno se resiste a la idea de la nada, en contra de los existencialistas, como es el caso de Sartre, para quien ‘la vida es una pasión inútil’. Y es que...Unamuno ama la vida. La auténtica importancia de la religiosidad de Unamuno está en la nostalgia de la inmortalidad:
“Vivir, vivir de veras, sin segunda intención. Vivir, para morir y seguir viviendo” (p. 91)
Por otra parte, Unamuno es consciente de la necesidad de la humildad y de la sencillez para la fe:
“¡Sencillez, sencillez! Dame, Señor, sencillez” (p. 27). 
¿Y dónde piensa Unamuno alcanzar esa sencillez que conduce a la fe?... He aquí su respuesta:
“Que mis lágrimas no sean lágrimas teatrales. A tí, Señor, nadie puede engañarte” (p. 20).
“Dame fe, Dios mío” (p. 26).
Ambas cosas: Unamuno desea ser sencillo y desea tener fe, y lo desea ardientemente; pero sabe que, por sí sólo, no puede conseguirlo. Y por eso acude a Dios. Es conmovedor observar el proceso interior por el que atraviesa, contado con sus propias palabras:
“Un acto, un solo acto de ardiente caridad... de amor verdadero, y estoy salvo” (p. 24).
“Querer ser bueno, y quererlo constante y ardientemente. Esforzarnos por serlo; he aquí nuestra obra. Todo lo demás es obra de la gracia de Dios que, por Cristo, nos ha hecho hijos suyos” (p. 60).
“No basta hacer el bien. Hay que ser bueno” (p. 92). 
"Ser bueno es hacerse divino, porque sólo Dios es bueno!” (p. 92).
“Ser bueno es anonadarse ante Dios, hacerse uno con Cristo y decir con Él: no mi voluntad sino la tuya, Padre” (p. 94).
¿Se puede conseguir la fe? ¿Se puede ser bueno? Es admirable el modo en el que se expresa Unamuno cuando aconseja a otros (consejos que, en el fondo, se los está dando a sí mismo):
“Dedicáos a ... hacer obras de verdadera caridad, a ser realmente buenos ... ¿no brotaría de la caridad la fe? (p. 131).
“Condúcete como si creyeras y acabarás creyendo. ¿Que no puedes conducirte así porque no crees? Entonces es que no quieres creer, aunque te parezca otra cosa” (p. 134).
Ciertamente no es todo tan sencillo; el mismo Unamuno lo reconoce:
“Es tema de honda meditación esto de que me esté aleccionando y predicando a mí mismo y convirtiéndome, y que escriba hoy cosas que me parezcan mañana escritas por otro que no soy yo. ¡Qué lento y enojoso es despojarse del hombre viejo!” (p. 139)
Y sólo encuentra un camino: rezar.
“Tengo que humillarme aún más, rezar y rezar sin descanso, hasta arrancar a Dios de nuevo mi fe” (p. 125).
“Hay que gastar más las rodillas que los codos” (p.85).
Unamuno sabe que la fe es un don de Dios, que no puede conseguirla con sus solas fuerzas, y por ello acude al único remedio infalible: pedirle esa fe a Dios, a ese Dios encarnado en Jesucristo, que dijo: ‘Pedid y recibiréis’.
Hay otro punto que preocupa a Unamuno : el pensamiento de los demás (punto que es motivo de lucha interior).
“Es terrible esclavitud la de vivir esclavo del concepto que de nosotros se han formado los demás” (p. 86)
Y, sin embargo, él mismo conoce el remedio para escapar de esa esclavitud:
“ No de ellos, de mí mismo tengo que responder” (p. 86).
Aun conociendo el remedio le sigue preocupando el tema:
“¿Por qué me inquieto tanto de los demás?” (p. 142).
Pero está completamente decidido a superar este problema:
“¡Vivir para la historia! ¡Cuánto más sencillo y más sano es vivir para la eternidad!” (p. 144).
Y acude a Dios:
“¡Libertad, Señor, libertad! Que viva en tí y no en las cabezas de los demás, que se reducirán a polvo” (p. 97).
Acudían a la mente de Unamuno las palabras de Jesús, que él mismo cita en su diario: “La verdad os hará libres” (Io, 8,32) y concluía:
 “Ser libre es... querer lo que el eterno Amor quiere. ¡Fiat voluntas tua! (Hágase tu voluntad)” (p. 99).
El “olvido de sí” y la apertura al Amor de Dios es lo que salva a Unamuno. Y lo que le lleva, como consecuencia, a ayudar a los demás a hacer lo mismo. Y así lo expresa, en momentos de crisis:
“ Que me cuide, que me serene, que me tranquilice, que hago falta a los demás, que no abandone mis tareas literarias. A mí mismo me hago falta. Y si Dios me cura, ¡que mi curación sea principio de otras!” (p. 128).
Esta lucha de Unamuno se hace patente en varios lugares del diario:
“¡Sinceridad, santa sinceridad! Que no piense en mí ni en mi gloria, sino en la tuya, Señor” (p. 145).
Y parece ser que Dios le va concediendo lo que le pide:
“He procurado siempre obrar bien. Y el bien que haya podido hacer a los demás me ha merecido la gracia de volver a mí y despertar” (p. 152).
“ ¿Y por qué me ha concedido a mí esta gracia? Ha sido sin mérito alguno, por pura gracia. Dios escoge al último para manifestar su gloria... ¡Concédeme, Señor, el que me crea indigno de esta merced y el que borre de mí toda propia complacencia!” ( p. 153).
Las palabras que siguen no dejan lugar a dudas acerca de su conversión:
“Aquellos que toman como lo mejor lo que el Señor les envía permanecen, dondequiera y en todas las cosas, en perfecta paz, pues en ellos se ha hecho propia voluntad la Voluntad de Dios” (p. 206).
Y, a continuación, cita las palabras de Jesús, queriendo hacerlas suyas: “Padre, hágase tu voluntad, y no la mía” (Lc. 22,42). Estas cosas no se pueden expresar así si no se experimentan.
No quiero acabar este artículo sin hacer referencia a unos párrafos de Unamuno acerca del entendimiento entre las personas, párrafos que considero altamente significativos y muy actuales:
“En las conversaciones entre la gente... no se escucha con atención benévola, impacientes de decir lo propio, que se cree siempre más importante que lo ajeno. Merece seria meditación eso de que sean tan frecuentes las interrupciones en las conversaciones mundanas; es un síntoma de una enfermedad dolorosísima. No sucedería así si se conversara en Dios, sencilla y humildemente, haciendo de la conversación un acto de amor al prójimo; y procurando no hablar de sí mismo ni constituirse en centro del universo” (p.37)
Y añade, un poco más adelante, dando un consejo:
“ No discutas nunca; Cristo nunca discutió; predicaba y rehuía toda discusión... Expón tu sentir, con sinceridad y sencillez, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano...La verdad que profieres no es tuya; está sobre tí y se basta a sí misma” (p. 37).
Y, para que no nos quepa ya ninguna duda acerca, no ya de su ser cristiano, sino de su ser católico, expresa claramente:
Hay que buscar la libertad dentro de la Iglesia, en su seno”(p. 28)
Sus últimas palabras, inmediatamente antes de morir, fueron:
 “¡Dios no puede volverle la espalda a España!”.
Y en el epitafio de su tumba se puede leer:


Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,
misterioso hogar;
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar



Unamuno, expresándose a su manera, nos muestra que siempre es posible, en medio de todo tipo de dificultades, tener fe en Dios, si se le pide ardientemente, con la seguridad de conseguirla.
Unamuno vive su vida intensamente: olvidándose de sí mismo, vive para Dios y para los demás: ama a Dios, en Jesucristo, ama a los demás, en los que ve presente a Jesucristo; y todo ello en el seno de la Iglesia católica. Es, en este aspecto, todo un ejemplo a imitar.