BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 6 de agosto de 2022

Sánchez con las luces cortas: siete razones para la desobediencia civil



1 - No pueden invocar la solidaridad con Europa, como argumento.

Pedro Sánchez y sus ministros han tachado a Ayuso de “insolidaria”, “egoísta” y hasta “aliada de Putin” (¿qué tendrá que ver?) por rebelarse frente a la cacicada energética. Pero los españoles no tenemos la culpa de la dependencia alemana del gas ruso, fruto a su vez de su errónea política verde y del cierre de las centrales nucleares. Y apagar los escaparates de Madrid o Barcelona, no va a paliar los problemas de abastecimiento de gas en Berlín o Dusseldorf.

La UE nos ha metido en un pulso con el dictador Putin, en una guerra que ni nos va ni nos viene. Bruselas se ha creído el centinela de Occidente y el guardián de las esencias democráticas, cuando no es más que un acólito de Washington en esa “guerra por poderes” -como la llama Carlos Esteban- con Rusia. Está claro que Putin es un criminal de guerra, pero eso no significa que Zelenski sea Mahatma Gandhi y que la causa ucraniana no sea, entre otras cosas, un negociete de Estados Unidos.

Ahora estamos pagando, con la asfixia energética, el ir de escuderos de Washington, que -¿será casualidad?- es nuestro principal proveedor de gas natural, que nos sale 40% más caro que el ruso.

2. Porque las medidas no sirven para nada y resultan contraproducentes. Subir el aire, bajar la calefacción o apagar escaparates son parches con escaso recorrido. Un ejemplo, todo el alumbrado de Madrid capital, incluyendo túneles, semáforos, etc, representa menos de 0,15 TWh de consumo eléctrico. Y ¿qué se va a conseguir a cambio? desincentivar el consumo; perjudicar al turismo, el ocio y la hostelería; poner en jaque al comercio; asfixiar aún más a la pequeña y mediana empresa.

Más eficaz sería extender la vida de las cinco centrales nucleares que hay en España; y parar el desmantelamiento de las centrales térmicas, como han pedido PP y Vox; éste último reclama además un Plan Nacional de Soberanía Energética. Pero la apuesta por la energía nuclear, la más limpia y eficiente, es tabú para la izquierda (…en España, porque en Alemania ya está dando marcha atrás).

Es fácil prever que el decretazo acabará en los tribunales (Ayuso estudia llevarlo al Constitucional); y que las multas serán posiblemente anuladas por el juez

3. Porque es una medida despótica. La ha impuesto Sánchez a golpe de decreto-ley, a espaldas del Parlamento, a espaldas de la ciudadanía, sin consultar previamente con las autoridades autonómicas, ni consensuar con los afectados, los empresarios. Una medida precipitada, de brocha gorda, sin tener en cuenta, por ejemplo, las peculiaridades climatológicas de las distintas ciudades -no es lo mismo Oviedo que Córdoba, pero el Gobierno no está para sutilezas-.

Es fácil prever que el decretazo acabará en los tribunales (Ayuso estudia llevarlo al Constitucional); y que las multas serán posiblemente anuladas por el juez, por vulnerar la normativa sobre las condiciones mínimas de seguridad en el trabajo.

4. Porque Sánchez carece de legitimidad moral. Ignoro si el Gobierno tiene legitimidad política para imponernos el “sangre, sudor y lágrimas” … eso se lo deja a los constitucionalistas. Lo que sí sé es que carece de legitimidad moral.

No puede exigirnos ahorro energético un presidente que viaja en Falcon y Super Puma -para recorrer 25 kilómetros-; ni pedirnos austeridad, el Gobierno con mayor número de ministerios de los últimos cuarenta años -alguno de ellos, perfectamente prescindibles como el que dirige una tal Irene Montero-; con un ejército de asesores que pagamos de nuestros bolsillos; y con una superestructura monclovita a la que acaba de sumar un nuevo organismo —Secretaría General de Planificación Política—. El Gobierno más caro e ineficiente en décadas, no sólo no predica con el ejemplo sino que tiene la osadía de echarnos en cara nuestro egoísmo e insolidaridad.Entonces, si las medidas son ineficaces frente al colapso energético y contraproducentes económicamente, ¿por qué se empeña Sánchez en imponerlas?

5. Porque (Sánchez) no busca ahorrar gas, sino quizá labrarse el futuro. No es descartable la hipótesis de que Sánchez quiera congraciarse con la Unión Europea, y asegurarse despacho y moqueta para cuando deje la Moncloa vacía (y España empobrecida). Quiere quedar bien con Ursula Von der Leyen, tal vez para que le busque un enchufito, como apunta Emilio Campmany.

6. Porque no buscan ahorrar gas, sino hacer ingeniería social.

¿De verdad creen que al Gobierno le importa el ahorro de gas? Lo que pretende, con el decretazo, es medir el grado de inclinación del espinazo de la plebe. Comprobar que tragamos carros y carretas sin rechistar, y que es posible seguir atropellando derechos y libertades sin que se produzca un motín de Esquilache.

O ¿alguien cree que a Zapatero le importaba la salud pública cuando sacó la “ley seca” antitabaco? Si le hubiera importado hubiera cerrado los estancos, pero eso no, porque el Estado se quedaría sin la ganancias, vía impuestos.

También la salud ciudadana resultó ser un pretexto cuando el Gobierno de Sánchez impuso el confinamiento por la pandemia. Un estado de alarma que vulneró derechos y libertades fundamentales, como ha sentenciado el Constitucional. La prueba de que la salud pública no fue más que un pretexto, es que el Gobierno esperó a la manifestación feminista del 8-M del 2020 para tomar medidas, cuando el coronavirus llevaba más de un mes propagándose.

7. Porque lo de las luces es una cortina de humo para desplazar de la agenda mediática otros temas. Por ejemplo, la sentencia del Supremo sobre los ERE del PSOE andaluz, el mayor escándalo de corrupción de la democracia española, o la destrucción de empleo que ha aflorado en julio. O que España ya es el segundo país de la (OCDE) en el que más cayó el ingreso real per cápita de los hogares en el primer trimestre del año respecto al anterior, como consecuencia de la inflación. De eso no quiere Sánchez que nos acordemos. Por eso, algunos dejamos memoria de ello. Memoria democrática.

Alfonso Basallo