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lunes, 11 de julio de 2022

Vuelve el "Jesús" de Pagola (Bruno Moreno)

ESPADA DE DOBLE FILO


Leyendo sobre temas literarios he llegado, a través de los mágicos vericuetos de la red de redes, a un artículo escrito en el portal de Vida Nueva por uno de sus blogueros, Rafael Narbona. Como ya sabrán los lectores, Vida Nueva es una revista católica propiedad de PPC, que a su vez pertenece a SM, la editorial de los Marianistas.

A veces es conveniente comentar un artículo porque es excepcionalmente bueno; otras por todo lo contrario. Ya les adelanto que este corresponde a la segunda categoría. Se titula “El Jesús de José Antonio Pagola” y hay que reconocer que es un título muy apropiado: el autor describe certeramente el (completamente imaginario) Jesús que Pagola pretendió hacer pasar por histórico en su libro condenado por el Vaticano. El problema es que lo describe, lo defiende, lo ensalza y se jacta de preferirlo al verdadero Jesucristo que aparece en los Evangelios y en la fe de la Iglesia. ¿Qué pinta un texto frontalmente anticatólico como este en un portal que pretende ser católico? Probablemente lo mismo que el libro de Pagola en casi todas las librerías pretendidamente católicas de España.

Como siempre, el texto original va en negro y mis comentarios en rojo.

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El Jesús de José Antonio Pagola, por Rafael Narbona


El proyecto de Jesús [Cuando alguien comienza hablando del “proyecto de Jesús”, la probabilidad de que en realidad esté hablando de sus propias obsesiones modernuelas es casi del 100%] ha sido mutilado y deformado por todos los que lo han utilizado para adquirir poder y privilegios. En su nombre, se han cometido verdaderas iniquidades, como justificar la guerra [Como sabe cualquiera que sabe algo, la guerra justa es parte de la fe de la Iglesia, enseñada por la misma la Palabra de Dios, pero en fin, ya sabemos que todo moderno, por definición, sabe más sobre Dios y el “proyecto de Jesús” que la propia Palabra de Dios], la pena de muerte [Idem] y la tortura. En cierto sentido, Jesús ya lo anticipó cuando se enfrentó a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. Los lobos se disfrazan de corderos para disimular sus intenciones y garantizar el éxito de sus depredaciones [En efecto, los lobos se disfrazan de corderos, por ejemplo, al proclamar su anticatolicismo en revistas, portales, universidades, colegios o púlpitos católicos, como el autor gentilmente nos demuestra con su propio artículo].

En 2007, José Antonio Pagola publicó ‘Jesús. Aproximación histórica’. El propósito del libro era clarificar [Aunque con el resultado de “tergiversar” y “confundir”] en qué consistió la buena noticia y quién era ese joven de una aldea de Nazaret que anunció el reino de Dios [Nótese el esfuerzo, presente también en el libro del propio Pagola, por desdivinizar a Cristo]. La obra suscitó la ira y la incomprensión de los sectores más conservadores [Léase “católicos”], que –con furor inquisitorial– intentaron retirarla de la circulación [No. Lo que intentaron fue que dejase de presentarse como católico un libro que lo único que hacía era negar la fe de la Iglesia, algo que es muy comprensible]. Esa reacción revela que Pagola había puesto el dedo en la llaga, mostrando el contraste entre los orígenes del cristianismo y su institucionalización [Efectivamente, había puesto el dedo en una llaga, la llaga de todos aquellos que pretenden ser católicos cuando hace mucho tiempo que perdieron la fe. El libro fue un intento de hacer pasar los dogmas secularistas modernos por lo que “realmente” sucedió en la historia. En ese sentido, tuvo mucho éxito entre los que, a pesar de haber apostatado, siguen viviendo de la Iglesia, porque les reafirmaba en todos sus prejuicios y en su rechazo de la fe católica. Esta situación, en efecto, es una terrible llaga que aqueja a la Iglesia en nuestro tiempo].

¿Quién fue realmente Jesús de Nazaret? [Respuesta rápida: el Señor, el Hijo de Dios eterno y encarnado para nuestra salvación, Esposo de la Iglesia, que conocemos a través de la fe católica. Respuesta aún más rápida: todo lo contrario que el revolucionario progre y relativista que nos presentan Pagola y Narbona]

¿Cómo era posible que las enseñanzas del humilde galileo, siempre beligerante contra los abusos del poder [Más bien beligerante contra el pecado, pero claro, esa palabra no le gusta nada al autor, así que hay que reconvertirla en algo políticamente correcto], hubieran desembocado en la creación de los estados pontificios [¿Qué tendrá de malo en sí mismo que existan los Estados Pontificios, que eran lo mismo que el Vaticano pero con mayor extensión? Uno tiende a pensar que el autor sustituye el pensamiento por gastados tópicos] o en alianzas con gobiernos que pisoteaban los derechos humanos [Estoy tentado de sospechar que el autor, con esto, quiere decir gobiernos que políticamente no están alineados con sus propias preferencias políticas]? ¿Quién fue realmente Jesús de Nazaret? ¿Qué mensaje intentó transmitir? ¿Quién lo mató y por qué? [He aquí el quid de la cuestión. ¿Para qué vamos a acudir a la Palabra de Dios y a la fe de la Iglesia para responder a esas preguntas, si tenemos a Pagola y a Narbona que nos lo van a explicar mucho mejor?]

Pagola comienza su ensayo aclarando que Jesús pertenece a todos, que no es propiedad privada de clérigos, eruditos o doctores [Típica frase sin sentido ni contenido racional, que solo sirve para erosionar sibilinamente la autoridad de la Iglesia que el mismo Cristo nos dio. Jesús no pertenece a todos. Todos le pertenecemos a Él]. De hecho, empleó palabras claras y sencillas para llegar al mayor número de personas, especialmente a los que sufrían toda clase de humillaciones y carecían de medios para comprender un discurso demasiado elaborado, como los pobres y hambrientos [¿Se refiere a un discurso demasiado elaborado como los alambicados razonamientos por los que D. José Antonio Pagola intenta retorcer los relatos evangélicos para hacerles decir exactamente lo contrario de lo que dicen?]. La vida de Jesús está rodeada de leyendas y mitos, como la “matanza de los inocentes” perpetrada por Herodes, pero son mitos con un alto valor simbólico [He aquí la herramienta que utilizan Pagola y tantos otros para inventar un Jesucristo a su propia imagen: todo lo que no les gusta, todo lo que les cuesta creer, todo lo que se opone a la mentalidad moderna y políticamente correcta es una “leyenda”, un “mito”, una “elaboración de la comunidad primitiva”. Eso es lo único en lo que se basan: la descalificación de la fe de la Iglesia, realizada de forma arbitraria, con el único fundamento de los gustos y disgustos del interesado]. La masacre de recién nacidos revela el carácter brutal del Imperio Romano, dispuesto a todo para acabar con sus enemigos efectivos o potenciales [No deja de ser gracioso, porque la matanza de los inocentes no tiene nada que ver con el Imperio Romano, sino que fue obra del último rey israelita de todo Israel, Herodes el Grande. Supongo que, una vez que nos adentramos en la espesura de las simbologías y los supuestos mitos, todo el monte es orégano y romanos y judíos son lo mismo]. Ya en Marcos, Jesús anuncia que los imperios tienen los días contados, que los caudillos que oprimen a las naciones serán los últimos en el reino de Dios, donde la primacía estará reservada a los que eligen ser los servidores de sus hermanos (Mc 10, 42-44) [Tienen los días contados los imperios… y todo lo demás, porque lo que Jesús anuncia es el fin de los tiempos, el Juicio Final y su Segunda Venida, pero para creer en esas cosas hay que tener fe, así que el autor del artículo prefiere interpretarlo todo en términos políticos, que son los que le gustan].

[…] Pagola señala que Jesús conoció el incremento de la desigualdad [La obsesión por la desigualdad es puramente moderna, pero está claro que el juego consiste en introducir en el Jesus inventado las propias obsesiones] y el endeudamiento de los más débiles, abocados en muchas ocasiones a la marginación. Muchos pequeños campesinos acabaron desahuciados y un buen número de mujeres no tuvieron otra alternativa que prostituirse. Como demuestra la parábola del mendigo Lázaro y el rico epulón, “la actividad de Jesús en medio de las aldeas de Galilea y su mensaje del reino de Dios representaba una fuerte crítica a aquel estado de cosas” [Eso es, hablemos de “estados de cosas”, no de “pecados”, que suena muy cristiano. Y omitamos todo lo que se dice sobre el castigo o el premio eternos en esa misma parábola, no sea que se note que Jesús no era moderno]. Su denuncia de la injusticia social constituía un desafío público que irritaba a Antipas y al invasor romano [Nótese que esto es completamente inventado, sin el más mínimo asidero en la realidad ni en nada de lo que sabemos sobre Cristo, pero, en la ideología del autor, los reyes e imperios son malos y odian a los pobres, de manera que Cristo tenía que defender la justicia social, como un precursor del progresismo actual, y a los romanos y a Herodes Antipas eso tenía que molestarles, aunque no haya rastro de ello en la historia más allá de la imaginación del autor].

Jesús mantuvo un estrecho contacto con la naturaleza, tal como lo acreditan sus frases y parábolas, sembradas de alusiones al paisaje y a la fauna de Galilea [Para ser un buen progre moderno, Jesús tenía que ser ecologista de algún modo, claro está]. En Nazaret, la familia era esencial e incluía grupos extensos, casi clanes [Donde el ser humano sigue siendo humano, la familia es esencial. Si este comentario muestra algo es la inhumanidad de la sociedad moderna, que hace todo lo posible por debilitar e incluso destruir la familia]. Todo sugiere que los hermanos a los que alude Marcos eran hermanos reales, no primos de Jesús [Ese “todo”, de nuevo, significa meramente la imaginación del autor, que necesita desesperadamente desdivinizar a Cristo, porque un Cristo verdadero Hijo de Dios no concuerda con el sincretismo, el relativismo y el despiporre moral del progresismo moderno]. Algunos autores señalan que solo eran hermanos de padre, no de madre. Pagola no se pronuncia al respecto, pero su análisis sugiere que la castidad de José y la virginidad de María son mitos, no hechos históricos [En esto acierta el autor: eso es exactamente lo que sugiere Pagola en ese libro y en todos sus escritos, aunque normalmente no llega a decirlo con claridad. Es, en efecto, un libro frontalmente contrario a la fe católica, que niega el credo constantemente].

En cualquier caso, Jesús rompió con su familia al iniciar su vida ambulante de profeta y todo apunta que invitó a superar el orden patriarcal, acogiendo a mujeres entre sus discípulos y condenado el repudio de las esposas (Mc 10, 11), una medida injusta y arbitraria que las arrojaba a la marginación y el desamparo [Lugar común entre el progresismo eclesial, que carece de la más mínima base, y que solo sirve para intentar desactivar la condena que hizo Cristo del divorcio en sí mismo, que es algo que fastidia mucho a los modernuelos divorciados dos o tres veces. Por eso prefieren transformarlo en una rebelión de Cristo, primer feminista, contra la desigualdad que sufrían las mujeres. Desgraciadamente, para ello hay que prescindir de los Evangelios, en los que Cristo condena como adúlteros al marido que se divorcia… y a la mujer divorciada que pretende casarse con otro].

[…] En aquel tiempo, los niños sufrían un trato brutal. A partir de los ocho años, se les obligaba a trabajar y soportaban duros castigos físicos. En cambio, Jesús les trata con dulzura e ignora la costumbre de mantenerlos alejados de los adultos [Asombroso desconocimiento del pasado, típico del progresismo actual, que cree que el amor a los niños es un invento de la modernidad, a la vez que pasa por alto que el castigo es parte necesaria de la educación y que el trabajo no es algo malo].

En su etapa de profeta [¡Buf!], Jesús vivía a la intemperie. No trabajaba y carecía de techo. Pasaba hambre [Inventado, por supuesto. El único momento en que sabemos que Jesús pasó hambre fue cuando ayunó voluntariamente en el desierto. Pero ya hemos visto que la invención es la tónica del artículo y del propio libro de Pagola]. De ahí que pidiera al Padre que le diera el pan de cada día [Si el autor se molestara en leer el Evangelio, en lugar de a Pagola, quizá aprendiera algo. Como por ejemplo que el Padrenuestro no es la oración que rezaba Jesús, sino la que dio a sus discípulos: “vosotros, orad así”]. En una ocasión, los discípulos comenzaron a arrancar las espigas para comerse el grano, algo que solo hacían los más desesperados [Me he tenido que reír en voz alta al leer esto. Si el autor conociera algo del campo sabría que arrancar espigas de trigo para comerse el grano, lejos de ser un signo de desesperación, es una de las cosas más cotidianas e intrascendentes que se pueden hacer. El trigo tierno es muy agradable para masticar y los niños (y adultos) a menudo lo utilizaban como un chicle cuando no había chucherías como ahora. Yo mismo lo he hecho bastantes veces. Una vez más, todo lo que se dice es inventado, sin ninguna base real]. Jesús avergonzaba a su familia con su estilo de vida [esto está basado en una comprensión defectuosa de un pasaje evangélico, que a veces se traduce mal, dando a entender que la Virgen y la familia de Jesús creían que estaba loco, mientras que lo que pone el texto original es que las gentes decían que estaba loco y ellos fueron a ver qué pasaba], pues les parecía un vagabundo, un agitador y un hereje [Tres palabras que el autor se saca de la manga y que solo se sustentan en los prejuicios del propio autor, para el que ser perroflauta parece ser bueno, agitar contra el poder establecido parece ser el summum de la participación política y la herejía, por definición, tiene que ser buena]. Los judíos oraban con la mirada orientada a Jerusalén [Inventado, y van tropecientas veces]. Jesús prefería rezar con los ojos fijos en el cielo, indicando que Dios no pertenecía a ningún lugar ni a ninguna religión [Claro, indicando que Jesús era, en realidad, un fan del relativismo progre moderno, como parece ser el autor del artículo. ¡Qué casualidad!]. Era el Padre de todos, incluidos los gentiles [De nuevo, esto solo puede provenir de una absoluta ignorancia de lo que dicen en realidad los Evangelios].

Lejos de actuar con solemnidad [Solo alguien que no ha leído el Evangelio puede creer que Jesús nunca actuaba con solemnidad], comía y bebía, compartiendo la mesa con los más humildes y menospreciados, incluidas personas con vidas poco ejemplares [Para convertirlos de su pecado, pero, claro, la palabra maldita no hay que usarla]. Su formación cultural era escasa [Inventado. Esto se hace ya tediosísimo], pero su capacidad de interpretar las Escrituras apunta un talento intuitivo y una capacidad innata de argumentación [Claro. No apunta a que era Hijo de Dios. Eso sí que no, porque sería todavía peor que hablar del pecado]. […]

“Jesús no es un místico en busca de la armonía personal –escribe Pagola–. Busca a Dios como fuerza de salvación para su pueblo” [Aquí tenemos uno de los múltiples ejemplos en los que Pagola, sin darse cuenta, revela lo que realmente piensa. Jesús no pudo buscar a Dios, porque Jesús era Dios y una sola cosa con el Padre y el Espíritu Santo. Él mismo era la fuerza de salvación para su pueblo. El personaje que se presenta en el libro de Pagola y en este artículo no tiene nada que ver con la fe católica ni con los Evangelios ni con la historia ni con nada más allá de los prejuicios de los autores]. Jesús convierte la mesa compartida en el símbolo de su buena noticia. Frente a la ira del Dios del Antiguo Testamento, anuncia un Dios compasivo que quiere lo mejor para sus hijos [Esta oposición entre el “Dios del Antiguo Testamento” y el “Dios compasivo” de Jesús es un nuevo invento, sin fundamento alguno en la realidad. Cristo se proclama Hijo del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, señala que el Antiguo Testamento habla de Él y que ha de cumplirse hasta la última coma del Antiguo Testamento y que todas sus promesas se realizan en Él. Pero claro, para darse cuenta de ello hace falta leer el Evangelio, no a autores modernos que lo sustituyen por sus especulaciones]. No ya en el otro mundo, sino en este, que no debe ser un valle de lágrimas, sino un lugar de justicia y fraternidad [Claro, por eso dijo Jesús que siempre habría pobres. Y por eso habló del cielo, de la recompensa eterna, del infierno, del Juicio final, del banquete del Reino de los Cielos, de su Segunda Venida y un largo etcétera. Porque creía en una salvación puramente terrena, que se conseguiría aplicando las ideas progresistas dos mil años después de su venida. Tiene mucho sentido].

Para mostrar en qué consiste el reino que anuncia, Jesús cura a enfermos malditos [Cura a todo tipo de enfermos, pero claro, si no eran “malditos” ya no tiene sentido la idea de que estaba haciéndolo como algún tipo de reivindicación social, que es lo que les gusta a los activistas modernos], toca a los leprosos [No, lo que hace es curarlos. Pero como ni la imaginación más desbocada puede atribuir la curación de la lepra a efectos psicológicos, que es lo que usa Pagola para explicar otros milagros, el milagro de los leprosos hay que convertirlo en un mero acercamiento a los marginados], abraza a los niños [Claro, porque antes nadie abrazaba a los niños, ¿verdad?], habla con los samaritanos, protege a las adúlteras [No protege a las adúlteras, como si fuera un feminista actual que reivindica el derecho al adulterio, sino que perdona el grave pecado de una adúltera y la da una oportunidad de conversión de ese pecado, que es algo completamente diferente]. Dios no es el juez implacable, sino el amigo de la vida [Dios Padre y Dios Hijo son jueces, como señala el mismo Cristo. De hecho, lo asombros de la amistad que Cristo ofrece a sus discípulos es que es una amistad con el Dios infinito, Señor del Universo y Juez de vivos y muertos. Sin eso, esa amistad carecería de importancia]. Su reino está “allí donde ocurren cosas buenas para los pobres” [No. Su reino está allí donde está Él, que es el Hijo de Dios, Cristo Rey del Universo. Como el autor sabría si se molestara en leer el Evangelio, en vez de a Pagola]. Jesús pretende liberar al ser humano de todo lo que lo deshumaniza y le causa sufrimiento [¡Dilo de una vez, que no cuesta tanto! Pretende liberar al hombre del pecado]. En las bienaventuranzas, se pronuncia a favor de los que tienen hambre, sufren injusticias, lloran y han perdido la esperanza. Quiere dejar claro que “Dios defiende a los que nadie defiende” [Y a los demás también, porque, frente al pecado y a la muerte, no tenemos a nadie más que pueda defendernos]. Utiliza la semilla de mostaza como símbolo del reino de Dios.

La buena noticia no es algo solemne y grandioso, sino algo que brota de lo frágil, insignificante y humilde [Y se hace solemne y grandioso, como muestra la misma parábola del grano de mostaza]. La misericordia divina se parece más a la “cercanía maternal” que a la indulgencia condescendiente de un padre. Dios no es un patriarca, sino una madre que prodiga ternura [La obsesión moderna contra los padres es algo más del ámbito de la psiquiatría que la teología, así que mejor será no entrar en ello, excepto para decir que todo esto es ajeno por completo al cristianismo]. No pide adoración, sino que sus hijos compartan fraternalmente los frutos de la tierra [Claro. Por eso Cristo mismo dice, entre otras muchísimas cosas similares, “al Señor tu Dios adorarás y solo a Él darás culto”. Porque con ello quería decir que no adorásemos a Dios. Supongo que, utilizando la lógca moderna, estas cosas tendrán sentido, pero me confieso incapaz de encontrarlo]. Sucesivamente, Jesús compara a Dios con el buen samaritano, con un pastor, con una pobre mujer de aldea que busca una moneda extraviada [Y con un rey, con un juez, con un amo… ¡ah no, que esos no le gustan al autor! Omitámoslos discretamente]. No destaca su omnipotencia [Excepto cuando lo hace en numerosas ocasiones], sino su amor, excluyendo de sus rasgos la cólera y la venganza.[Excepto cuando habla del castigo, incluso castigo eterno, de la ira de Dios, etc.]

Los milagros de Jesús producen perplejidad desde el punto de vista de la ciencia [Supongo que, dado que el autor ha mostrado que no conoce las cosas más básicas del tema del que habla, no debería extrañarme que tampoco conozca las cosas más básicas de la ciencia, que es completamente ajena a esa “perplejidad”]. Aunque Pagola no lo dice explícitamente [Pero lo indica con toda claridad en su libro], yo creo que su retrato del galileo [Muy significativo que el “galileo” sea el nombre con el que se refiere a Cristo, quizá por afinidad con la famosa frase atribuida a Juliano el Apóstata] abona la tesis de que no son fenómenos sobrenaturales, sino simples curaciones [¿Por qué? Simplemente porque sí, porque el autor rechaza la fe. Ese es el único fundamento para rechazar los milagros, tanto en el autor como en el propio Pagola. Los milagros no pueden existir, luego no existen]. Jesús fue un sanador, un médico, un terapeuta del cuerpo y el alma [Un psicoanalista freudiano, vamos]. Curaba el mal físico tratando el dolor psíquico [Claro. Resucitó a los muertos curándoles su dolor psíquico y anduvo sobre las aguas tratando una neurosis que tenía el lago]. Infundía confianza, serenidad, coraje, dignidad. De ahí que decepcionara a Herodes, que esperaba un alarde de poderes mágicos.

[…] Para Jesús, la misericordia es más importante que la santidad. Quizás por eso perdona los pecados sin exigir nada, ni imponer penitencia de ninguna clase [Basta leer el Evangelio para ver que Jesús perdonaba los pecados exigiendo la fe, el dolor de los pecados, el propósito de la enmienda y la penitencia, como puede ver cualquiera en los casos de la mujer sorprendida en adulterio, la pecadora del banquete o Zaqueo, por ejemplo. Esa idea de un perdón incondicional solo refleja el deseo moderno de una salvación barata, que no cueste nada y que no requiera la enojosa necesidad de convertirse y cambiar de vida]

[…] Jesús promueve una comunidad alejada del modelo de la familia patriarcal [Hay que reírse de estas cosas. Jesús era el protofeminista. Porque sí, porque lo dice el autor que sabe mucho de esto]. Entre sus seguidores, no hay dominación masculina ni diferencias jerárquicas [Claro. Por eso nombra doce apóstoles varones, que se sentarían sobre doce tronos para juzgar a las tribus de Israel. Y por eso nombró a pedro jefe de los Apóstoles. Porque no había diferencias jerárquicas]. Todo indica que las mujeres participaron en la última cena: “¿Por qué iban a estar ausentes de esa cena de despedida ellas que, de ordinario, comían con Jesús?, ¿quién iba a preparar y servir debidamente el banquete sin la ayuda de las mujeres?” [Esto es muy gracioso, aunque no sea intencionado. Más arriba en el artículo, se nos dice que está claro que Jesús era un feminista porque comía con mujeres, algo que, supuestamente, no hacía nadie. Y ahora se nos dice que la prueba de que había mujeres en la última cena es que tenía que haberlas porque sin ellas no podía haber banquetes. Si esto no es un razonamiento circular, no sé lo que es. Por otra parte, que hubiera o no hubiera mujeres en la última cena es absolutamente irrelevante y ciertamente no indica nada sobre el rechazo feminista de la “familia patriarcal”].

La posteridad intentó borrar estos hechos, denigrando a las discípulas de Jesús. Se confundió a María de Magdala con la «pecadora» del relato de Lucas (7, 36-50), rebajándola a la condición de prostituta poseída por siete demonios [Claro que sí, la denigraban llamándola Santa María Magdalena. ¡Por favor! Lejos de ser una forma de denigrar a nadie, ser cristiano implica siempre haber sido sacado del pecado por Cristo. Pero como nuestro autor rechaza el concepto mismo de pecado, solo puede ver las cosas desde la óptica del activismo progre moderno]. Gregorio de Nisa y Agustín de Hipona llegarán a decir que recibió la gracia de la resurrección por ser mujer, como Eva, y, por tanto, responsable de la introducción del pecado en el mundo. Jesús, que mostró tanta cercanía con las mujeres, no habría compartido este razonamiento [Me encanta cómo gente que desconoce todo de los Evangelios puede decirnos lo que Jesús habría o no compartido. Nada hay, por supuesto, de extraño en lo que dijeron los Padres de la Iglesia. La Redención de Cristo viene a sanar la herida que crearon el pecado de Adán y Eva y todos los pecados posteriores. Pero claro, si uno no cree en el pecado, tiene que considerar ofensivo que se recuerden los pecados], ni tampoco que se explicara el amor al prójimo como un acto de obediencia a Dios y no como un sentimiento de afecto hacia otra persona [La confusión del amor con un sentimiento es un error puramente moderno, ajeno por completo a Cristo. Si no se entiende esto, no se entiende nada de lo que es el amor y no tiene sentido hablar sobre él o sobre su relación con la obediencia a Dios].

[…] Jesús era un pacifista radical. Nunca llamó rey a Dios, sino Padre, y el título de rey de los judíos que le atribuyeron los romanos obedeció a la intención de humillarlo. […] No hay nada hermoso ni purificador en el sufrimiento. Pagola aclara que Jesús no murió para borrar la mancha del pecado original, sino por amor al hombre. “Nunca imaginó a su Padre como un Dios que pedía de él su muerte y destrucción para que su honor, justamente ofendido por el pecado, quedara por fin restaurado y, en consecuencia, pudiera en adelante perdonar a los seres humanos. Nunca se le ve ofreciendo su vida como una inmolación al Padre para obtener de él clemencia para el mundo. El Padre no necesita que nadie sea destruido en su honor. Su amor a sus hijos e hijas es gratuito, su perdón, incondicional”. ¿Por qué murió Jesús entonces? Por su oposición a las autoridades religiosas judías y a la ocupación romana. [Supongo que no extrañará a nadie que, como el mismo Pagola, el autor rechace en esencia la redención, que es el dogma fundamental del cristianismo. Este rechazo, unido a la negación de lo sobrenatural y los milagros, la desaparición práctica de la divinidad de Cristo y la disolución del pecado y la virtud en una misericordia incondicional, hacen que el hecho fundamental del cristianismo se transforme en un sinsentido: un Dios que no se ofende por nada, nos salva de no se sabe qué, por medio de un hombre como todos los demás, que nos dijo lo que ya sabíamos, no se sabe para qué y, a juzgar por la historia posterior de la humanidad, sin el más mínimo resultado]. […]

Antes de morir, Jesús se despidió de sus discípulos. Pagola señala que se malinterpreta el significado de la eucaristía: “El pan partido no es el símil del cuerpo muerto y despedazado de Jesús, ni el vino es imagen de su sangre (el color rojo no es mencionado nunca); son más bien imagen del banquete y la fiesta del reino de Dios. Es el gesto de Jesús entregando un trozo de pan a cada uno y haciendo beber a todos de su copa el que significa su entrega hasta la muerte” [Confieso que aquí el buen Pagola me ha dejado asombrado. ¿Así que el pan y el vino que se utilizan para la Eucaristía no tienen nada que ver con el Cuerpo y la Sangre de Cristo? Alguien tendrá que correr y contárselo al propio Jesús, que dijo “esto es mi Cuerpo” y “este es el cáliz de mi Sangre”. Lo que se iba a reír nuestro Señor de ese despiste que tuvo, solucionado felizmente dos mil años después por un cura vasco].

[…] Pagola subraya que es inaceptable culpabilizar al pueblo judío de la ejecución de Jesús. Eso sí, no comparte la hipótesis de que Judas Iscariote fue una creación de Marcos para simbolizar la traición del pueblo judío, algo que sí cree la teóloga alemana Uta Ranke-Heinemann y que –en mi opinión– es bastante probable. Pienso que Barrabás también es una figura inventada, no un personaje histórico, algo que Pagola considera poco probable [Bueno, parece que, al lado del autor del artículo, hasta Pagola es prácticamente un padre de la Iglesia. Está claro que todo depende de con quién se compare uno].

[…] Jesús resucita a los tres días de su crucifixión. Pagola afirma que no se trata de la reanimación de un cadáver: “Jesús no vuelve a esta vida, sino que entra definitivamente en la ‘Vida’ de Dios”. Es imposible saber si el cadáver acabó en una fosa común o en una tumba cedida por José de Arimatea. El relato del sepulcro vacío es una ficción tardía. Lo importante no es la dimensión física, sino el hecho de que Jesús sigue vivo, inspirando a sus seguidores a luchar por “un mundo diferente, más amable, más digno y justo” [Esto, que es opinión de Pagola y también del autor del artículo es, por supuesto, frontalmente contrario a lo que dicen los Evangelios y tanto Pagola como Narbona lo afirman porque sí, porque a ellos les disgusta eso de la resurrección de la carne y, por lo tanto, debe ser falso. ¿O acaso alguien se imagina que Dios puede hacer alguna cosa que disguste a tan augustos personajes? Es inimaginable].

[…] Jesús es el hijo de Dios no por un inverosímil y absurdo parto virginal, sino porque “en él se hace presente el verdadero Dios, el Dios de las víctimas y los crucificados, el Dios Amor, el Padre que solo busca la vida y la dicha plena para todos sus hijos e hijas, empezando siempre por los crucificados” [Es decir, Jesús es el hijo de Dios porque no es el Hijo de Dios. En realidad, Jesús es un ser humano más, muy piadoso y muy cercano a Dios por su oración y todas esas cosas. O sea, que Dios no se hizo hombre de verdad, sino solo en metáfora, en sentido amplio. Si esto fuera así, según enseñan los padres de la Iglesia, no habríamos sido salvados y moriríamos en nuestros pecados. A esto llevan tantas elucubraciones y tantos retorcimientos de lo que dicen los Evangelios: a negar la salvación, la esperanza y, antes o después, a negar al mismo Dios]. La resurrección de Jesús acontece allí donde un grupo de personas intentan seguir sus huellas, atendiendo a las víctimas de la pobreza, la injusticia o la enfermedad [No puedo, no puedo. La sobrecarga de vibraciones setenteras es demasiado fuerte… Empiezo a oír como música de fondo “La misa es una fiesta muy alegre”… Casullas de tergal, cálices de barro y dinámicas de grupo giran alrededor de mi cabeza… Apenas puedo respirar…].

Pagola concibió su obra como una forma de trabajar por la conversión de la Iglesia católica al Evangelio. […] El Jesús de Pagola es una invitación a conocer al Jesús real, al liberador, al amigo de la vida, al abogado de los pobres, las mujeres y los marginados, al defensor de los niños, los extranjeros y los enajenados.  [Es decir, a un Jesús inventado, a imagen del propio Pagola. Un Jesús que, en realidad, era una especie de cura progre, feminista, ecológico, muy interesado en la justicia social y nada en el pecado, que creía en un Dios incognoscible pero abuelete y majo. Como un Pagola pero con sandalias y más pelo, vamos].

Para muchos ha significado un reencuentro con el compromiso cristiano. La espiritualidad debe proporcionar paz, armonía, serenidad, alegría. Si despierta miedo y culpabilidad, no es una fuerza liberadora, sino una forma de opresión [Este es el resumen del credo posmoderno: si Dios me dice que lo que hago está mal, entonces rechazo a Dios y me creo una espiritualidad a base de disfrutar del dinerito, marihuana, mucho sexo, ausencia de consecuencias y votar a partidos progres].

Las religiones que se resistan a renovarse, desprendiéndose de mitos y dogmas, quedarán descolgadas de la historia [Ecce homo posmodernus. He aquí, de nuevo, al hombre posmoderno: lo importante no es la verdad, sino no quedarse descolgados de la historia, que no se sabe a dónde va ni si lleva a algún sitio, pero no hay que descolgarse de ella]. Pagola ha prestado un gran servicio a la Iglesia católica y, sobre todo, ha esclarecido el significado del Evangelio, recordándonos que Jesús murió por todos y no por muchos o unos pocos [El que dijo “por muchos” fue el mismo Cristo. Pero ya sabemos que todo lo que dijo Cristo que no les guste a Narbona o a Pagola en realidad no lo dijo o lo dijo pero se equivocó o lo dijo pero no sabía lo que decía o lo dijo para que un día Narbona y Pagola pudieran corregirlo y enseñar a las gentes el verdadero Evangelio que Jesucristo nunca conoció. Pagola dijo que se había ordenado para convertir a la Iglesia al Evangelio. Lo que se le olvidó fue que también quería convertir a Cristo al verdadero Evangelio. El de Pagola, claro].

[Todo esto está muy bien y hay que decirlo, pero la verdadera pregunta es: ¿qué hace todo este anticatolicismo en un portal pretendidamente católico, como Vida Nueva, propiedad de una congregación religiosa. A riesgo de ser repetitivo, volveré a recordar lo obvio: ¿no será que el problema de las congregaciones religiosas y de la Iglesia en general es un problema de falta de fe? ¿De qué otra forma se puede calificar el hecho de que se presten los púlpitos, colegios, revistas, portales y universidades de la Iglesia para negar la fe, extraviar a los fieles y apartar a las gentes de Cristo?. Es más, si se van a utilizar para combatir contra la fe, ¿para qué sirven esos púlpitos, colegios, revistas o universidades? ¿Para qué existe la propia Vida Nueva?]

Bruno Moreno