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viernes, 24 de diciembre de 2021

La primera «nueva misa»: a 500 años de una Nochebuena sacrílega (César Félix Sanchez)



La Nochebuena de este año se cumplirá el aniversario 500 de la celebración de la primera Nueva Misa. No nos referimos a la versión realizada por monseñor Annibale Bugnini en los años 60 del siglo pasado, que luego pasaría a ser el Missale Romanum de 1969, sino a la editio prima, a la madre del cordero, por así decirlo, la primera reforma litúrgica nacida de una teología reformada. La Nochebuena de 1521, Andreas Karlstadt, exsacerdote y discípulo predilecto de Lutero en ese momento, celebró en la iglesia parroquial de Wittenberg, a su pedido, una «misa» inédita: en vernáculo, con las palabras de la consagración en voz alta, despojada del ofertorio y del canon romano, celebrada en una mesa separada del altar y coram populo y con comunión en ambas especies y en la mano. ¿Suena familiar?

Lo cierto es que tamaño experimento despertó cierto resquemor entre los fieles, al grado que el mismo Lutero tuvo que recular un poco y creó la Formula missae et communionis pro ecclesia Vuittembergensi (1523), todavía en latín, muy parecida a la liturgia romana pero sin el canon romano. Probablemente un clérigo válidamente ordenado, todavía no persuadido de las herejías eucarísticas luteranas, podría quizás celebrar válidamente con ese formulario, pronunciando las palabras de la institución dentro de la plegaria eucarística inventada pero todavía «salvable». Sin embargo, el heresiarca germánico no daba puntada sin hilo. La Formula missae era, según Lutero, una sugerencia, una posibilidad, una suerte de «forma extraordinaria» del rito luterano. La «forma ordinaria» apareció tres años después en 1526, la Deutsche Messe, que ya incorporaba muchos elementos del experimento karlstadiano de cinco años atrás y que se convertiría en el modelo de toda liturgia reformada –con diferencias nacidas de las ideologías y contextos específicos de cada innovador –sea del Orden divino cramneriano, del Book of Common Prayer anglicano, de las cenas del Señor calvinistas y… del Novus Ordo Missae de 1969 de Bugnini y Montini.

¿Qué fue de Karlstadt, ese Bugnini germánico avant la lettre? Poco a poco, fue alejándose de su maestro, primero, por su insistencia en las campañas iconoclastas, satánicamente antimarianas, que Lutero condenaba con la boca pequeña y, más aún, a raíz de las guerras campesinas. Lutero, como se sabe, se puso del lado del poder político de los Príncipes. Pero Karlstadt fue más coherente con las premisas del libre examen: se unió a los Schwärmer, a los termocéfalos violentos como Münzer y Storck, que acabaron en un curioso comunismo que llegó a ser, en el caso de los anabaptistas, incluso sexual. Era evidente: lex orandi, lex credendi y lex agendi, al antropocentrismo litúrgico debía seguirle el antropocentrismo político absoluto: el comunismo. Como señala Plinio Côrrea de Oliveira, cada revolución contiene, en cifra, a todas las posteriores. Y la primera revolución llevaba rasgos, todavía in aenigmate, de la última.

Curiosamente, Karlstadt murió de peste exactamente veinte años después de esa liturgia sacrílega, en la Nochebuena de 1541 en Basilea.

Se dirá que el Novus Ordo, no en su concreción cotidiana mayoritaria de hoy en día –donde sí es evidentemente muy semejante a la ceremonia celebrada en Wittenberg hace 500 años -, sino en cuanto el Missale Romanum en sí, la editio typica de 1969, ignorando las disposiciones romanas ulteriores, puede ser celebrado en latín, no en la mesa luterana, sino en el altar coram Deo, conservando, como alternativa entre varias plegarias eucarísticas inventadas, un canon romano alterado, pero todavía semejante al de origen apostólico.

Puede hacerse, por lo menos en teoría y mientras no se enteren los obispos costarricenses. Pero jamás tal acto podrá alejarse de un legado luterano pétreo e inconmovible, presente tanto en este Novus Ordo «católicamente celebrado» como en el más vulgar celebrado en la parroquia de la esquina: la proscripción del ofertorio romano tradicional, considerado como demasiado sacrificial, y su reemplazo por una nueva oración inventada que, en el caso del NOM es un pastiche de la Berakah, la bendición judía de los alimentos («Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan y este vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, ellos serán para nosotros pan de vida y cáliz de salvación») con algún vestigio del viejo ofertorio (el Orate Fratres, conservado, probablemente, por su condición dialógica, que hace que la única mención sacrificial del nuevo ofertorio se haga aparentemente depender de la asamblea). Las oraciones antiquísimas Suscipe, sancte Pater y Suscipe, sancta Trinitas, que, según Dom Gaspar Lefebvre, resumen «perfectisimamente el sentido y el alcance de la misa» han sido obliteradas, entre otras.

Tan conscientes eran los creadores y sostenedores del Novus Ordo Missae de la importancia de este cambio, que ni siquiera pusieron el ofertorio tradicional como alternativa, aunque sea deformado, como el canon romano, y en los tiempos de la llamada «reforma de la reforma» los pedidos de restaurarlo como mera opción fueron también rechazados. ¿Por qué será que este legado luterano sigue incólume? ¿No será un intento, largamente exitoso, de protestantizar al clero y a los fieles y llevarlos a la apostasía?

Nunca está de más repetir que señalar estas tristes verdades sobre la liturgia que se celebra casi universalmente en la Iglesia desde 1970 no implica ofensa alguna a los sacerdotes que de buena fe o malgré lui la celebran y a los fieles que asisten a ella. Para nada. Deus impossibilia non iubet: Dios no pide imposibles. Y en medio de las confusiones gigantescas de estos tiempos juzgar las intenciones individuales respecto a un tema tan complejo no es tan fácil: conviene, por tanto, hacer uso de toda clase de misericordias y salvar las intenciones en la medida que sea posible.

Esta Nochebuena de 2021, quinientos años después, asistimos a la circunstancia increíble de ver la misa tradicional católica combatida y directamente perseguida por la más alta jerarquía. En muchos lugares ya no se podrá celebrar gracias a Traditionis custodes. Muchos fieles y sacerdotes se enfrentarán a conflictos de conciencia gravísimos y serán escandalizados y sumergidos en la amargura más dolorosa. Esa misma jerarquía, por otro lado, no se cansa de homenajear a Lutero y proclamarlo testigo del evangelio. Es el misterio de iniquidad.

César Félix Sánchez