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martes, 4 de diciembre de 2018

Familia Christi, en Ferrara, se suma a la lista de hermandades ‘misericordiadas’ (Carlos Esteban)



La Hermandad Sacerdotal Familia Christi de Ferrara, en Italia, es la última asociación religiosa tradicional y rica en vocaciones en ser intervenida por los nuevos aires de renovación, en este caso en forma de Monseñor Daniele Libanori, obispo auxiliar de Roma, recién nombrado ‘comisario plenipotenciario’ de la hermandad por orden de la Santa Sede. ¿Cuál será la siguiente?

La fraternidad sacerdotal Familia Christi, sociedad de vida apostólica de derecho diocesano, aprobada el 8 de septiembre de 2016 por el entonces arzobispo de Ferrara-Comacchio, monseñor Luigi Negri, llevaba ya algún tiempo en el punto de mira del actual titular de la archidiócesis, Gian Carlo Perego, conocido por sus posturas ultraprogresistas, muy en línea con los aires que corren tanto en la Conferencia Episcopal Italiana como en la Curia romana. Su calvario, que empezó cuando Perego decidió expulsarles de su parroquia original, Santa Maria in Vado, con el vago pretexto de la “unidad pastoral”, sólo para prohibirles la celebración de misa pública en su nueva ubicación provisional, Santa Clara, a la espera de un destino definitivo que no ha llegado.

En su lugar, a petición del propio arzobispo, el cardenal Luis Ladaria, prefecto para la Doctrina de la Fe, les ha nombrado un comisario que gestione la hermandad, el jesuita Daniele Libanori, obispo auxiliar de Roma y ferrarés, tras la acostumbrada “visita canónica”, para “verificar la validez de los elementos y conclusiones que surgieron” en dicha visita. Perego, en una nota, agradece “a la Santa Sede el cuidado y la atención al bien de los fieles de nuestra Iglesia” e invita “a todos a orar, para que el trabajo del comisario traiga frutos de gracia a la Iglesia de Ferrara-Comacchio”.

Una noticia, en fin, de carácter local y menor que juzgaríamos escasamente merecedora de nuestra atención si no fuera por el patrón que numerosos de estos casos ya han establecido, siempre con el mismo ‘modus operandi’. De hecho, no hay tal “verificación de la validez”; es una forma canónica de liquidación de una hermandad sacerdotal más cuyo pecado era apartarse de la línea oficial con su amor a elementos del sacerdocio y la devoción que probablemente merezcan el calificativo de ‘rígidos’, así como de su nacimiento espontáneo y su popularidad entre los fieles.

En la página web de la hermandad hay una nota al margen, ‘Las razones de nuestra movilización’, que pueden orientar sobre el espíritu de esta sociedad sacerdotal y las razones de su ‘intervención/liquidación’ cuando hablan de los sacerdotes “Don Riccardo, Don Matteo, Don Lorenzo, Don Enrico, Don Mattia y todos los jóvenes en formación que nos han hecho redescubrir el sentido de ser cristianos en una época marcada por la confusión y los errores religiosos, éticos, morales y también sociales”. Van entendiendo, ¿verdad?

Y añaden que el señor obispo “al parecer quiere alejar a estos sacerdotes de Ferrara. No entendemos por qué, las razones, ya que la comunidad pide unánime que permanezcan con nosotros”. Añaden, sin embargo, que aunque desconozcan los motivos, pueden “intuirlos”. Nosotros también.

¿De qué patrón estamos hablando? Del de la destrucción de comunidades religiosas vibrantes consideradas excesivamente apegadas a las formas tradicionales o meramente vistas en exceso ‘conservadoras’. El proceso puede empezar con cualquier excusa -una queja de algún hermano, una observación de un fiel, incluso la iniciativa directa del obispo- para que el proceso de liquidación se ponga en marcha.

El obispo recurre a Roma, que manda una “visitación apostólica”, a la que suele seguir la remoción del superior y el nombramiento en su lugar de un ‘comisario’ o ‘comisaria’, adepto a la línea renovadora deseada y completamente ignorante del carisma concreto de la asociación de que se trate. El nuevo superior, la nueva superiora, cambia las reglas, impone la necesaria ‘actualización’. A partir de ese momento, las vocaciones se secan súbitamente, algunos o muchos miembros abandonan y el final puede ser/suele ser el cierre por falta del número mínimo necesario para justificar su existencia.

Los que inauguraron esta modalidad de acoso y derribo canónico fueron, en 2013, los Franciscanos de la Inmaculada, fundada como orden mariana y tradicional por dos franciscanos descontentos con la relajación postconciliar de la orden, el padre Stefano Maria Manelli y el padre Gabriele Pellettieri. Los Franciscanos de la Inmaculada se convirtieron en la primera y, por ahora, única orden religiosa que ha vuelto al rito tradicional, pero siendo pastoral y bi-ritual.

Tras la queja de cinco hermanos por la reintrodución del rito romano, permitido por el motu proprio de Benedicto XVI Summorum Pontificum, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada esperó a la llegada de Francisco para, con la excusa de esta queja, tomar medidas enérgicas y drásticas. Manelli fue destituido como Superior general y puesto en arresto domiciliario. Quienes guiaban la orden fueron obligados a dejar sus cargos y a los sacerdotes se les prohibió celebrar en la forma extraordinaria. Se nombró un comisario apostólico, se cerraron los monasterios y el seminario de la orden y se llevaron a cabo deshaucios. Se prohibió su transformación en una comunidad Ecclesia Dei, como también la fundación de una nueva orden. Se amenazó a los obispos, prohibiéndoles que aceptaran a Franciscanos de la Inmaculada que habían abandonado la orden. ¿Razón alegada? Ninguna, aunque Tosatti sugiere la misma que para las sanciones que ahora se preparan contra su fundador: “demasiado católicos”, para la actual sensibilidad curial.

Después llegó el gran escándalo de la Soberana Orden de Malta, que de soberana ha demostrado no tener demasiado. La crisis estalló el 6 de diciembre, cuando el Gran Maestre de la Orden, Matthew Festing, cesó al Gran Canciller Albrecht Freiherr von Boeselager por no haber impedido la distribución de anticonceptivos, incluyendo los abortivos. El Papa intervino, rehabilitó a Boeselager en su puesto, obligó a Festing a renunciar e intervino la orden.

Siguiente: la Fraternidad de los santos Apóstoles, rica en vocaciones y popular en su sede de Bruselas, aprobada por Mons. Léonard, entonces Arzobispo de Malinas-Bruselas, disuelta sin complecaciones por un acto de autoridad papal a instancias del nuevo arzobispo, este nombrado cardenal y pupilo del cardenal Daneels, el que dio al grupo de San Galo el nombre de “mafia”, Cardenal De Kesel.

Más reciente es el caso de 34 de las 39 Hermanitas de María, Madre del Redentor, que gestionan asilos en la diócesis francesa de Laval, que han pedido la dispensa después de que se les interviniera desde Roma a petición (delación) del obispo, cambiando su carisma.

Carlos Esteban