BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 8 de octubre de 2016

Parte tercera de la acusación contra Francisco (publicada el 23 de septiembre)

Una “práctica pastoral” en guerra contra la Doctrina


Usted aprobó como única interpretación correcta de Amoris un cálculo moral que en la práctica socavará todo el orden moral, no sólo las normas de la moral sexual que usted claramente busca trastocar. Es que virtualmente, la aplicación de cualquier norma moral puede ser considerada “no factible” por la invocación mágica de “circunstancias complejas” a ser “discernidas” por un sacerdote u obispo en la “práctica pastoral”, mientras se defiende piadosamente la norma como “regla general” que no ha cambiado ni puede cambiarse.

Los criterios confusos para las “limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad” pueden ser aplicados a todo tipo de pecados mortales, incluyendo la convivencia—la que usted ya equiparó con un “verdadero matrimonio”—las “uniones homosexuales” a cuya legalización usted rehusó oponerse—y la anticoncepción, cosa que usted increíblemente declaró moralmente permisible para prevenir la transmisión de enfermedadesy que el Vaticano confirmó luego como punto de vista suyo.

Por lo tanto, "en ciertos casos" la Iglesia contradeciría en la práctica lo que enseña en principio respecto a la moralidad: esto significa que el principio moral está prácticamente derrocado. En medio de la farsa del sínodo, sin mencionarlo a usted,  el cardenal Robert Sarah justamente condenó esta engañosa disyuntiva entre los preceptos morales y su “aplicación pastoral”: “La idea, que consistiría en colocar al Magisterio dentro de una atractiva cajita, apartándolo de la práctica pastoral –la cual evolucionaría según las circunstancias, modas y pasiones del momento–, es una forma de herejía, una peligrosa patología esquizofrénica.”

Y sin embargo, para usted, ciertas personas viviendo en una objetiva condición de adulterio pueden ser consideradas subjetivamente libres de culpa en base al “discernimiento” de sacerdotes locales o comunes, y admitidas a la sagrada comunión sin comprometerse a enmendar sus vidas si bien saben que la Iglesia enseña que su relación es adúltera. 

En una entrevista reciente, el renombrado filósofo australiano Josef Seifert, amigo del papa Juan Pablo II y uno de los muchos críticos de Amoris cuyos intentos para que usted se corrija o se retracte por el documento usted ignoró, comentó públicamente el absurdo moral y pastoral de lo que usted aprueba explícitamente:

¿Cómo debiera aplicarse esto? Si el sacerdote dijera al adúltero: “usted es un buen adúltero. Está en estado de gracia. Es una persona muy piadosa, por lo tanto tiene mi absolución aunque no cambie su vida, y puede recibir la comunión.” Y luego viene otro, y el sacerdote dice: “Oh, usted es un verdadero adúltero. Usted debe confesarse. Usted debe cambiar su vida. Usted debe cambiar su vida y luego puede recibir la comunión.”

Quiero decir, ¿cómo funciona eso? ... ¿Cómo puede un sacerdote ser juez del alma y decirle a uno que es un verdadero pecador y al otro que es sólo un buen hombre inocente? Quiero decir que esto parece completamente imposible. Sólo un sacerdote con la visión de las almas como la del padre Pío podría decirlo, y él [padre Pío] no lo diría…

Con su elogio y su aprobación, los obispos de Buenos Aires sugerirían incluso que los niños se verían perjudicados si sus padres divorciados “vueltos a casar” no obtienen permiso para continuar sus relaciones sexuales fuera del matrimonio mientras profanan el Santísimo Sacramento.

Un defensor casuístico de su desviación de la sana doctrina lo interpreta como que el adulterio es sólo un pecado venial si una de las partes se encuentra bajo “coerción” para continuar manteniendo relaciones sexuales adúlteras porque la otra parte amenaza con abandonar a los niños en caso de no recibir satisfacción sexualDe acuerdo con esa lógica moral, todo pecado mortal, incluso el aborto, terminaría siendo venial por la amenaza de una de las partes de terminar la relación adúltera si no se comete el pecado.

Peor aún, si fuera posible, los obispos de Buenos Aires, apoyados tan sólo en sus novedades, osarían sugerir que las personas que cometen relaciones sexuales adúlteras crecerán en gracia mientras reciben la sagrada comunión sacrílegamente.

De esta manera, usted no ideó un mero “cambio de disciplina”, sino un cambio radical de la doctrina moral subyacente, que institucionalizaría efectivamente una forma de ética casuística dentro de la Iglesia, reduciendo los preceptos morales objetivos y universalmente obligatorios a meras reglas generales para las cuales habría innumerables “excepciones” subjetivas de acuerdo a “circunstancias complejas” y “limitaciones” que supuestamente reducirían los pecados mortales habituales a pecados veniales o meras faltas sin poner impedimentos a la sagrada comunión.

Pero Dios Encarnado no admitió esas “excepciones” cuando decretó por su autoridad divina que: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio" (Lc 16 18). Cualquiera.

Es más, la Congregación para la Doctrina de la Fe durante Juan Pablo II declaró, rechazando la “Propuesta Kasper” que claramente usted estuvo proponiendo todo este tiempo: “Esta norma [excluir a los adúlteros públicos de los sacramentos] de ninguna manera tiene un carácter punitivo o en cualquier modo discriminatorio hacia los divorciados vueltos a casar, sino que expresa más bien una situación objetiva que de por sí hace imposible el acceso a la comunión eucarística.”

Es decir, la Iglesia nunca puede permitir que quienes viven en adulterio sean tratados como si sus uniones inmorales fueran matrimonios válidos, aunque los involucrados en adulterio digan no tener culpa subjetiva sabiendo que viven en oposición a la enseñanza inmutable de la Iglesia.

Es que el escándalo resultante erosionaría y arruinaría la fe de las personas en la indisolubilidad del matrimonio y la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Sin embargo, gracias a su total consentimiento, los obispos de Buenos Aires rechazaron la advertencia de Juan Pablo II en Familiaris consortio que “si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.”

Por tanto, en este preciso momento de la historia de la Iglesia, usted está conduciendo a los fieles “a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.” Ciertamente, usted está tan decidido a imponer su voluntad errante sobre la Iglesia, que en Amoris (n. 303) osó sugerir que el mismo Dios consiente las relaciones sexuales continuas de los divorciados “vueltos a casar” cuando no pueden mejorar sus circunstancias “complejas”:

Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo.

En su carta a Buenos Aires, al aprobar explícitamente la comunión para un selecto grupo de adúlteros públicos, usted socava también la habilidad de los obispos más conservadores de mantener la enseñanza tradicional de la Iglesia. ¿Cómo pueden los obispos de Estados Unidos, Canadá y Polonia, por ejemplo, continuar insistiendo en la disciplina de dos mil años conectada intrínsecamente a la verdad revelada, cuando usted la hizo a un lado en Buenos Aires bajo la autoridad de su “exhortación apostólica”? ¿Sobre qué base enfrentarán la multitud de objeciones ahora que usted sacudió el suelo de la Tradición bajo sus pies?

En resumen, luego de su astuta ambigüedad respecto al lugar de los adúlteros públicos en la confesión y la comunión, declara ahora con igual astucia el derrocamiento de la doctrina y de la práctica de la Iglesia utilizando una carta “confidencial” que usted sabía se filtraría, enviada en respuesta a un documento de Buenos Aires que usted mismo pudo haber solicitado como parte del proceso que viene conduciendo desde que fue anunciada la farsa del “Sínodo de la Familia”.

Tal como escribió el católico intelectual Antonio Socci: “Es la primera vez en la historia de la Iglesia que un Papa puso su firma para la anulación de una ley moral.” Ningún Papa había perpetrado semejante atrocidad.

“Excepciones” a la ley moral no pueden ser limitadas

Es curioso, sin embargo, que su nuevo cálculo moral no parezca aplicarse a otro grupo de pecados que usted condena constantemente mientras observa cuidadosamente la corrección política. Por ejemplo, en ningún lado indica usted que “circunstancias complejas” o “limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad” puedan excusar a los mafiosos que usted “excomulgó” retóricamente en masa y a quienes advirtió del infierno, los ricos que usted condena como chupasangres o los católicos practicantes que usted acusa absurdamente por “el pecado de adivinación” y “el pecado de idolatría” porque no aceptan “las sorpresas de Dios”—es decir, las novedades suyas.

Todo su pontificado parece haberse concentrado en declarar la amnistía únicamente por los pecados de la carne, los mismos pecados que, como advirtió Nuestra Señora de Fátima, envían más almas al infierno que cualquier otro. ¿Pero qué le hace pensar que el genio moral que ha dejado salir de la lámpara, el que usted llama “el Dios de las sorpresas”, puede ser limitado sólo a aquellos preceptos morales que usted considera demasiado rígidos en su aplicación? El crear excepciones a un precepto moral que no admite excepciones los anula a todos. Sus novedades atacan las bases de la fe y amenazan con derribar todo el edificio moral de la Iglesia “como un castillo de naipes”—es el mismo resultado que usted dice que promueven los católicos practicantes en base a su supuesto “rigorismo” y apego a las reglas mezquinas.”

Pero a usted no le preocupan las consecuencias obvias. Cuando le preguntaron sobre su posición frente a la oposición de los “ultra-conservadores”, refiriéndose a los obispos y cardenales ortodoxosusted respondió con despreocupada arrogancia, el sello distintivo de su gobierno en la Iglesia: “Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia que sea abierta, comprensiva, que acompañe a las familias heridas. Ellos dicen no a todo. Yo sigo adelante, sin mirar atrás.”

Con un increíble despliegue de orgulloso desprecio por la Iglesia para la cual fue elegido cabeza, usted osó decir: “la Iglesia misma, a veces, sigue una línea dura, cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de enfatizar sólo las normas morales por lo que mucha gente queda excluida.”

Jamás un Papa había declarado que remediaría personalmente la falta de apertura y comprensión de la Iglesia y su “tentación” de seguir una “línea dura” sobre la moral para “excluir” a la gente. Semejantes pronunciamientos arrogantes dan lugar para pensar que su elección inesperada representa casi un desarrollo apocalíptico.

Ignorando toda súplica, usted avanza con su “revolución”

Mientras avanzaba con su trabajo de destrucción, ignoró todas las súplicas dirigidas a usted en privado, incluyendo innumerable pedidos para que afirme que Amoris Laetitia no se desvía de la enseñanza previa, así como un documento redactado por un grupo de expertos católicos que identificaron fragmentos heréticos y erróneos en Amoris y le suplicaron que los condene y elimine. Es evidente que no tiene intención de aceptar la corrección fraterna de nadie, ni siquiera de los cardenales que le pidieron que “clarifique” su conformidad con la enseñanza inmutable del Magisterio.

Al contrario, cuanto más alarmados están los fieles, más osadamente actúa usted. Siguiendo en la práctica el relajamiento programático de la enseñanza moral de la Iglesia respecto a la sexualidad, usted autorizó que el Pontificio Consejo para la Familia publique el primer programa de “educación sexual” promulgado por la Santa Sede.

Una de las asociaciones de laicos que se alzó a defender la fe en medio del silencio generalizado de la jerarquía frente a su ataque con novedades destructoras publicó un resumen de esta horrenda materia que viola descaradamente la enseñanza inmutable de la Iglesia que se opone a toda forma de “educación sexual” explícita:

  • Pone la educación sexual de los menores en manos de los educadores, dejando a los padres fuera de la ecuación.
  • Falla en nombrar o condenar los comportamientos sexuales tales como la fornicación, la prostitución, el adulterio, el sexo con anticonceptivos, la actividad homosexual y la masturbación, como acciones objetivamente pecaminosas que destruyen la caridad en el corazón y alejan de Dios.
  • Falla en advertir a los jóvenes sobre la posibilidad de separación eterna de Dios (condenación) por cometer actos sexuales graves. El infierno no se menciona ni una vez.
  • Falla en distinguir el pecado mortal del venial.
  • Falla en mencionar el sexto y el noveno mandamiento, u otro mandamiento.
  • Falla en enseñar sobre el sacramento de la confesión como forma de restaurar la relación con Dios luego de pecar gravemente.
  • No menciona el sentido sano de la vergüenza respecto al cuerpo y la sexualidad.
  • Enseña a niños y niñas en la misma aula.
  • Hace que niños y niñas compartan en clase su comprensión de frases tales como: “¿Qué les sugiere la palabra sexo?”
  • Pide a un aula mixta que“señale dónde se ubica la sexualidad en niños y niñas.”
  • Habla del “proceso de excitación.”
  • Utiliza imágenes sugestivas y sexualmente explícitas en cuadernos de actividades (aquíaquí, y aquí).
  • Recomienda varias películas sexualmente explícitas como disparadores para la discusión ...
  • Falla en mencionar el aborto como algo gravemente malo, sino como algo que causa “gran daño psicológico.”
  • Confunde a los jóvenes utilizando frases como “relación sexual” no para indicar el acto sexual sino una relación basada en la persona.
  • Habla de la “heterosexualidad” como algo a “descubrir.”
  • Utiliza una celebridad “gay” como ejemplo de persona talentosa y famosa.
  • Aprueba el paradigma de las “citas” como paso hacia el matrimonio.
  • No enfatiza el celibato como la forma más elevada de la entrega que representa el verdadero significado de la sexualidad humana.
  • Falla en mencionar las enseñanzas de Cristo sobre el matrimonio.

Dicha asociación también observa que la materia “viola las normas promulgadas previamente por el mismo consejo pontificio.” 

Otra asociación de laicos se queja porque “hace un uso frecuente de imágenes sexualmente explícitas y moralmente objetables, falla en identificar claramente la doctrina católica según sus fuentes fundamentales como los diez mandamientos y el Catecismo de la Iglesia Católica, y pone en riesgo la inocencia y la integridad de los jóvenes que están bajo el legítimo cuidado de sus padres.” 

Líderes laicos en el movimiento de familias católicas lo denunciaron y con razón  por ser “totalmente inmoral,” “completamente inapropiado” y “bastante trágico.” Tal como declaró uno de ellos: “los padres no deben dejarse engañar: el pontificado del papa Francisco marca el sometimiento de las autoridades del Vaticano a la revolución sexual mundial y amenaza directamente a sus propios hijos.”

Pero este desvío radical de la enseñanza y práctica previas sólo sigue las novedades de Amoris, que proclama la necesidad de una educación sexual en “instituciones educativas” mientras ignora completamente la enseñanza tradicional de la Iglesia según la cual son los padres, no los maestros en las aulas, quienes tienen la responsabilidad primaria de proveer toda instrucción necesaria a sus hijos en este tema sensible, cuidando no “descender a los detalles” sino “empleando los remedios que producen el doble efecto de abrir la puerta a la virtud de la pureza y cerrar la puerta del vicio.”

Sin embargo, su “revolución” difícilmente se confina a temas sexuales. Usted también convocó recientemente a una comisión que incluye seis mujeres, para “estudiar” el asunto de las “diaconisas”, cosa que ya había sido estudiada por una comisión del Vaticano en el 2002. Dicha comisión concluyó que el diaconado pertenece al estado del clero ordenado junto con el sacerdocio y el episcopado, y que las “diaconisas” de la Iglesia primitiva no eran ministros ordenados sino tan solo ayudantes eclesiales sin más autoridad que las monjas, quienes llevaban a cabo servicios limitados para mujeres pero no realizaban bautismos ni matrimonios. Las “diaconisas” que usted parece considerar no serían más que mujeres disfrazadas con vestimenta sacerdotal, dado que las mujeres no pueden recibir de ninguna manera el sacramento del orden sagrado.

Mientras usted continúa socavando el respeto a la seriedad y el carácter sobrenatural del matrimonio sacramental, parece que se prepara para socavar aún más el drásticamente disminuido respeto por el sacerdocio masculino. ¿Y luego qué? Quizás un “aflojamiento” de la tradición apostólica del celibato sacerdotal, que dijo tener “en su agenda.”

Y ahora, mientras su “revolución” sigue acelerándose, usted se prepara para visitar Suecia en octubre, donde participará en una “celebración conjunta con una “obispo” luterana casada,” cabeza de la Federación Luterana Mundial que aprueba el aborto y el matrimonio homosexual, para “conmemorarla llamada Reforma lanzada por Martín Lutero.

Es inconcebible que un Romano Pontífice exalte la memoria de este maníaco, el hereje más destructivo en la historia de la Iglesia, que hizo añicos la unidad del cristianismo y abrió el camino a una violencia sin límites, el derramamiento de sangre y el colapso de la moral en toda Europa. Según una infame declaración de Lutero: “Cuando hayamos aniquilado la misa, habremos aniquilado el papado en su totalidad. Todos estos caerán cuando su sacrílega y abominable misa haya sido reducida a polvo.” Es extremadamente irónico que el supremo hereje que usted pretende honrar con su presencia haya pronunciado esas palabras en una carta a Enrique VIII, quien condujo a toda Inglaterra al cisma porque el Papa no consentía su deseo de divorciarse y volverse a casar, incluyendo el acceso a los sacramentos.

Debemos oponernos

En este momento de su tumultuosa posición como “obispo de Roma”, queda fuera de discusión que su presencia en la Silla de Pedro representa un claro y actual peligro para la Iglesia. En vistas de este peligro, debemos preguntarle:

  • ¿No le preocupa ni un poco el escándalo y la confusión que sus palabras y hechos causaron respecto a la misión salvífica de la Iglesia y su enseñanza sobre la fe y la moral, especialmente en el área del matrimonio, la familia y la sexualidad?
  • ¿No pensó que el aplauso del mundo a la “revolución de Francisco” es precisamente el mal presagio del que nos advirtió Nuestro Señor?: “¡Ay cuando digan bien de vosotros todos los hombres! Porque lo mismo hicieron sus padres con los falsos profetas" (Lc 6 26).
  • ¿No lo alarman las divisiones que provocó dentro de la Iglesia, con algunos obispos alejándose de la enseñanza de sus predecesores en cuanto a los “divorciados vueltos a casar” gracias a su supuesta autoridad, mientras otros intentan mantener la doctrina y la práctica de dos mil años que usted intenta derrocar incesantemente?
  • ¿No piensa en las innumerables comuniones sacrílegas resultantes de su autorización para la comunión de los adúlteros públicos y de otros en “situaciones irregulares”, cosa que ya había permitido en masa como arzobispo de Buenos Aires?
  • ¿Reconoce acaso que la recepción de la sagrada comunión por parte de quienes viven en adulterio es profanación, una ofensa directa “al cuerpo del Señor (1 Cor 11 29)” digna de condenación así como de escándalo público que amenaza la fe de los demás, tal como Benedicto XVI y Juan Pablo II insistieron en línea con sus predecesores?
  • ¿Realmente cree que tiene el poder de decretar excepciones “misericordiosas” “en ciertos casos” a preceptos morales revelados de manera divina, para satisfacer su ideal personal de “inclusión”, su evidente visión benigna del divorcio y la convivencia, y su falsa noción de lo que llama “caridad pastoral” en su carta a los obispos de Buenos Aires? ¡Como si fuera poco caritativo pedir a los adúlteros y fornicadores cesar sus relaciones sexuales inmorales antes de participar en el Santísimo Sacramento!
  • ¿Acaso no tiene ningún respeto por la enseñanza al contrario de todos los Papas que lo precedieron?
  • Finalmente, ¿no teme al Señor y Su juicio, el que usted minimiza o niega constantemente en sus homilías y comentarios espontáneos, declarando inclusoexactamente lo contrario al Credoque “el Buen Pastor… no vino a juzgar sino a amar”?

Estamos de acuerdo con el análisis del periodista católico antes mencionado en lo concerniente a su enfermiza búsqueda de la comunión para las personas involucradas en relaciones sexuales inmorales: “Todo este asunto es inaudito. No hay otra palabra para ello.”

Además de esto, todo su inaudito pontificado dio lugar a una situación nunca antes vista en la Iglesia: la de un ocupante de la Silla de Pedro de cuyos comentarios, pronunciamientos y decisiones que atacan la integridad de la Iglesia los fieles deben cuidarse constantemente. El mismo escritor concluye: “Lo digo con mucho pesar, pero me temo que el resto de este papado estará marcado por grupos de disidentes, acusaciones de herejía papal, amenazas de cisma – y tal vez un verdadero cisma. Señor, ten piedad.”

Y, sin embargo, casi toda la jerarquía sufre en silencio o celebra exultante esta debacle. Pero también lo fue durante la crisis arriana del siglo IV, cuando tal como observó el cardenal Newman:

El conjunto del Episcopado fue infiel a su misión, mientras que el conjunto del laicado fue fiel a su bautismo; que a veces el Papa, a veces el patriarca, un obispo metropolitano o de otra gran sede, y otras veces los concilios, dijeron lo que no había que decir, u oscurecieron y comprometieron la verdad revelada; mientras que, del otro lado, fue el pueblo cristiano quien, bajo la Providencia, constituyó la expresión del vigor eclesiástico de Atanasio, Hilario, Eusebio de Vercelli, y otros grandes solitarios confesores, que habrían fracasado sin ellos.

Nosotros, los miembros del laicado, si bien pecadores indignos, debemos ser fieles a nuestro bautismo y promesas de confirmación, no podemos permanecer en silencio o pasividad frente a sus depredaciones.

Estamos obligados por los dictados de nuestra conciencia a acusarlo públicamente ante a nuestros hermanos católicos tal como lo exige la verdad revelada, la ley divina y natural, y el bien común eclesial.

Recordando la enseñanza de santo Tomás antes citada, para el Papa no hay excepciones al principio de justicia natural según el cual los súbditos pueden corregir a un superior, incluso públicamente, cuando hay un “peligro de escándalo inminente concerniente a la fe.” Al contrario, la razón misma demuestra que, más que cualquier otro prelado, el Papa debe ser corregido incluso por sus súbditos, si “se desvía del camino recto.”

Sabemos que la Iglesia no es una mera institución humana y que está resguardada indefectiblemente por las promesas de Cristo. Los Papas van y vienen, y la Iglesia sobrevivirá incluso a este pontificado. Pero también sabemos que Dios actúa a través de instrumentos humanos y que, más allá de lo esencial de la oración y la penitencia, espera de los miembros de la Iglesia militante, tanto del clero como los laicos, una defensa militante de la fe y la moral contra las amenazas de cualquier fuenteincluso de un Papa, tal como la historia de la Iglesia demostró más de una vez.

Por el amor de Dios y la Santísima Virgen, madre de la Iglesia, a quien usted profesa reverenciar, le pedimos se retracte de sus errores y deshaga el inmenso daño que causó a la Iglesia, las almas y la causa del Evangelio, no sea que siga el ejemplo del papa Honorio, ayudante y cómplice de la herejía anatemizada por un concilio ecuménico y su propio sucesor, atrayendo sobre sí “la ira del Dios Todopoderoso y de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.”

Pero si no cede en la búsqueda de su “visión” vanagloriosa de una Iglesia más “misericordiosa” y evangélica que la fundada por Cristo, cuya doctrina y disciplina usted busca torcer a su antojo, que los cardenales arrepentidos del error de haberlo elegido honren sus juramentos de sangre y publiquen al menos una demanda para que usted cambie de curso o renuncie al oficio que tan imprevisiblemente le encomendaron.

Mientras tanto, en base a nuestra posición en la Iglesia, estamos obligados a oponernos a sus errores y a exhortar a nuestros hermanos católicos a unirse a la oposición, utilizando todo medio legítimo a nuestro alcance para mitigar el daño que parece determinado a infligir sobre el Cuerpo Místico de Cristo. Todos los demás intentos fallaron, no nos queda otro camino.

Que el Señor tenga misericordia de nosotros, de su santa Iglesia y de usted, como su cabeza terrena.

¡María, auxilio de los cristianos, ruega por nosotros!

The Remnant y Catholic Family News

Declaración de fidelidad a la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el matrimonio y su ininterrumpida disciplina


Fuente original en inglés: Supplica Filiale

Supplica Filiale ha hecho pública hoy en Roma  una «Declaración de fidelidad a la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre el matrimonio y su ininterrumpida disciplina»avalada por la firma de 80 personalidades del mundo católico, entre ellos cardenales, obispos, sacerdotes, eminentes estudiosos, dirigentes de asociaciones especializadas y conocidos exponentes de la sociedad civil.

La confusión en cuestiones doctrinales, pastorales y litúrgicas sobre el matrimonio, que ha crecido entre los fieles después de los dos Sínodos sobre la familia y la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, han propiciado que los firmantes de esta Declaración de fidelidad consideren que existe un urgente deber moral de reafirmar la doctrina y disciplina católica sobre el matrimonio.

La ofensiva creciente del laicismo contra la familia y el matrimonio hacen hoy especialmente necesario que la Iglesia Católica, como «columna y fundamento de la verdad», confiese estas enseñanzas de la fe en forma unánime. A esta declaración pueden adherirse nuevos firmantes. Se encuentra en CATHOLICVS El texto original está en inglés  y se ha publicado traducido al español  por Infocatólica, como así lo cita CATHOLICVS en su blog.

Escribo aquí  tan solo la conclusión y los nombres de los primeros 80 firmantes

Conclusión

Mientras nuestro mundo neopagano declara un ataque general contra la divina institución del matrimonio y las plagas del divorcio y de la depravación sexual se difunden por todas partes, incluso dentro de la vida de la Iglesia, nosotros, los que abajo firmamos, obispos, sacerdotes y fieles católicos, consideramos que es nuestro deber y nuestro privilegio afirmar, con una sola voz, nuestra fidelidad a las inmutables enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio y a su ininterrumpida disciplina, así como ha sido recibida de los Apóstoles. Efectivamente, solo la claridad de la verdad hará libre a las personas (cfr. Jn 8, 32) y permitirá que ellas encuentren la verdadera alegría del amor, viviendo una vida según la sabiduría y la voluntad salvífica de Dios, en otras palabras, evitando el pecado como fue maternalmente pedido por Nuestra Señora en Fátima en 1917.

29 de agosto de 2016, Fiesta de la decapitación de San Juan Bautistamartirizado por haber sostenido la verdad acerca del matrimonio


Lista de los primeros firmantes [He colocado en negrita los que conozco; sólo 13]

1. Prof. Wolfgang Waldstein, Catedrático emérito de la Universidad de Salzburgo, miembro de la Pontificia Academia para la Vida, Austria.
2. Su Eminencia, el cardenal Jãnis Pujats, Arzobispo emérito de Riga, Letonia.
3. Su Excelencia, Mons. Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán.
4. Prof. Josef Seifert, Docente de Filosofía, Academia Internacional de Filosofía-Instituto de Filosofía Edith Stein IAP-IFES; Rector fundador de la Academia Internacional de Filosofía del Principado de Liechtenstein, Austria.
5. Dr.ª Anca-Maria Cernea, Presidenta de la Fundación Ioan Barbus, Rumanía.
6. Dr. Vincent-Jean-Pierre Cernea, Rumanía.
7. Prof. P. Efrem Jindráček O.P., Vicedecano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum), Roma, Italia.
8. Su Eminencia, el cardenal Carlo Caffarra, Fundador y primer presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, Arzobispo emérito de Bolonia, Italia.
9. Su Eminencia, el cardenal Raymond Leo Burke, Patrono de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de Malta, Vaticano.
10. Rvdo. Don Nicola Bux, Docente en la Facultad Teológica Pugliese, Italia.
11. Su Excelencia, Mons. Andreas Laun, Obispo auxiliar de Salzburgo, Austria.
12. Su Excelencia, Mons. Juan Rodolfo Laise, Obispo emérito de San Luis, Argentina.
13. Rvdo. P. Antonius Maria Mamsery, Superior General de los Misioneros de la Santa Cruz, Singida, Tanzania.
14. Rvdo. P. Giovanni M. Scalese B., Ordinario para Afganistán.
15. Rvdo. Dr. José María Iraburu, Profesor emérito de Teología Espiritual en la Facultad de Teología del Norte de España; presidente de la Fundación Gratis Date y editor del diario InfoCatólica, España.
16. Mons. Juan Claudio Sanahuja, Doctor en Teología, profesor de teología moral de los sacramentos, periodista, Argentina.
17. Prof.ª Dra. Alma von Stockhausen, Docente de filosofía y fundadora de la Academia Gustav-Siewerth en Weilheim-Bierbronnen, Alemania.
18. Prof. Dr. Rudolf Hilfer, Facultad de Física y Matemática, Instituto de Física Informática,Universidad de Stuttgart, Alemania.
19. Adolpho Lindenberg, cofundador de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) y Presidente del Instituto Plinio Corrêa de Oliveira, Brasil.
20. John Smeaton, Director ejecutivo de la Society for the Protection of Unborn Children (SPUC) y cofundador de Voice of the Family, Reino Unido.
21. Prof. Ettore Gotti Tedeschi, Docente, economista y banquero, expresidente del IOR, Italia.
22. Prof. Massimo de Leonardis, Director del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad del Sagrado Corazón, Milán, Italia.
23. Conde Giorgio Piccolomini, Italia.
24. Condesa Felicitas Piccolomini, Italia.
25. Prof. Tommaso Scandroglio, Docente de Ética y Bioética de la Universidad Europea, Italia.
26. Prof. Giovanni Turco, Docente de Filosofía del Derecho Público, Universidad de Udine, Italia.
27. S.A.I.R. Príncipe Luiz di Orleans-Braganza, Jefe de la Casa Imperial, Brasil.
28. Prof.ª Isobel Camp, Docente de Filosofía de la Pontificia Universidad de Santo Tomás (Angelicum) de Roma, Reino Unido.
29. Duque Paul von Oldenburg, Alemania.
30. Duquesa Pilar von Oldenburg, Alemania.
31. Príncipe Carlo Massimo, Italia.
32. Princesa Elisa Massimo, Italia.
33. Prof. Paolo Pasqualucci, Catedrático emérito de Filosofía del Derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Perugia, Italia.
34. Prof. Corrado Gnerre, Escritor y docente de Ciencias Religiosas, Italia.
35. Prof. John Laughland, Escritor y doctor en Filosofía, Reino Unido.
36. S.A.I.R. Príncipe Bertrand de Orleans-Braganza, Brasil.
37. Prof. Robert Lazu, Escritor y doctor en Filosofía, Rumanía.
38. Prof. David Magalhães, Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Coimbra, Portugal.
39. Prof. Enrico Maria Radaelli, Escritor, director de investigación del Departamento de Metafísica de la belleza y de la Filosofía del arte de la International Science and Commonsense Association (ISCA), Italia.
40. Rvdo. P. Brian Harrison, Profesor emérito de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico y docente residencial del Centro de Estudios de los Oblatos de la Sabiduría, Estados Unidos.
41. Prof. Roberto de Mattei, Docente de Historia Moderna y Contemporánea en la Universidad Europea de Roma, Italia.
42. Rvdo. P. Marc Hausmann, Profesor de Filosofía, Austria.
43. Rvdo. P. Alfredo Morselli, Teólogo y escritor, Italia.
44. Embajador Emilio Barbarani, Italia.
45. Embajador Héctor Riesle, Chile.
46. Archiduquesa Alexandra von Habsburg de Riesle, Austria-Chile.
47. Rvdo. P. Fernando Palacios, Doctor en Derecho Canónico, España.
48. James Bogle, Expresidente de la Federación Internacional Una Voce, Reino Unido.
49. John-Henry Westen, Cofundador y director de LifeSiteNews, Canadá.
50. Luis Fernando Pérez Bustamante, Director del diario InfoCatólica, España.
51. Maria Guarini, Directora del sitio-web Chiesa e post-Concilio, Italia.
52. Dr. Caio Xavier da Silveira, Cofundador de la TFP brasileña y presidente de la Fédération Pro Europa Christiana, Francia.
53. Prof. Gianandrea de Antonellis, Presidente del Institut Européen de Recherches, Etudes et Formation (IEREF), Italia.
54. Dr. Mauro Faverzani, Coordinador editorial de la revista mensual Radici Cristiane, Italia.
55. Prof. Federico Catani, Escritor y doctor en Ciencias Religiosas, Italia.
56. Prof. Guido Vignelli, Escritor e investigador sobre el tema de la Familia, Italia.
57. Dr.ª Maria Madise, Coordinadora de Voice of the Family, Estonia.
58. Cristina Siccardi, Escritora e historiadora, Italia.
59. Mario Navarro da Costa, Director de la Oficina de representación de la TFP en Washington, Estados Unidos.
60. Mathias von Gersdorff, Escritor y conferenciante, Alemania.
61. Marquesa Gabriella Spalletti Trivelli Coda Nunziante, Italia.
62. Virginia Coda Nunziante, presidenta de Famiglia Domani, Italia.
63. Prof. Raúl del Toro, Docente de órgano y organista, España.
64. Prof.ª María Arratíbel, Docente de música, España.
65. Daniel Iglesias Grèzes, secretario del Centro Cultural Católico «Fe y Razón», Uruguay.
66. Prof. Pedro Luis Llera Vázquez, Director de Colegio católico, España
67. David González Cea (firma como Alonso Gracián), Filósofo tomista y escritor, España.
68. José Miguel Arráiz, Ingeniero, catequista, escritor y fundador de ApologeticaCatolica.org, Venezuela.
69. Antonello Brandi, presidente de Pro Vita Onlus, Italia.
70. Suzanne Pearson, Delegada de la Liga de Oración del Beato Emperador Carlos, Estados Unidos.
71. Paul N. King, Presidente y fundador del Paulus Institute para la Propagación de la Liturgia Sagrada, Estados Unidos.
72. Donna Fitzpatrick Bethell, Presidenta del consejo directivo del Christendom College, exsubsecretaria del Ministerio de Energía, Estados Unidos.
73. Alessandra Nucci, escritora y directora de la Revista Una Voce Grida, Italia.
74. Prof. Néstor Martínez Valls, Licenciado en Filosofía, docente y escritor, cofundador del Centro Cultural Católico «Fe y Razón», Uruguay.
75. Prof. Javier Paredes, Catedrático de Historia Contemporánea, Universidad de Alcalá, España.
76. Hon. Justin Shaw, Escritor, Reino Unido.
77. Sra. Caroline Shaw, Reino Unido.
78. Bruno Moreno, Licenciado en Física y en Estudios Eclesiásticos; escritor y editor de Vita Brevis, España.
79. Juan José Romero, Ingeniero, editor y consultor de comunicación, España.
80. Alberto Zelger, Presidente del Centro Cultural Nicolò Stenone, Italia

viernes, 7 de octubre de 2016

De la invasión migratoria a la guerra civil (Roberto de Mattei)

Fuente: Adelante la Fe


Hasta los más reacios comienzan ya a abrir los ojos. Existe un plan organizado para desestabilizar Europa mediante la invasión migratoria. Este proyecto viene de lejos. Desde los años noventa, en el libro 1900-2000. Due sogni si succedono: la costruzione, la distruzione (Fiducia, Roma 1990), describí este proyecto con las palabras de algunos de sus apóstoles, como Umberto Eco y el cardenal Carlo Maria Martini.

Eco escribía: «Actualmente en Europa no nos encontramos ante un fenómeno de inmigración. Asistimos a un fenómeno migratorio (…) y como todas las grandes migraciones tendrá como resultado final una reordenación étnica de los países de destino, un inexorable cambio de costumbres, una hibridación imparable que mutará estadísticamente el color de la piel, cabello y ojos de la población». Por su parte, el cardenal Martini consideraba necesaria «una selección profética» para entender que «el proceso migratorio en acto desde un Sur cada vez más pobre hacia un Norte cada vez más rico es una gran oportunidad ética y civil para una renovación, para invertir el proceso de decadencia consumista que está en Europa Occidental».

En esta perspectiva de destrucción creadora –comentaba en mi ensayo–, «no serían los inmigrantes los que tendrían que integrarse en la civilización europea, sino todo lo contrario: Europa se habría de desintegrar y regenerar gracias a la influencia de las etnias que la ocupan (…) Es el sueño de un desorden creador, de una conmoción semejante a la que infundió nueva vida a Occidente en la época de las invasiones bárbaras para generar la sociedad pluricultural del futuro».

El plan consistía, y sigue consistiendo, en destruir los estados nacionales y sus raíces cristianas, no para construir un superestado, sino parar crear un no estado, un horrendo vacío en el que todo lo que tenga apariencia de verdadero, de bueno o de justo se suma en el abismo del caos.

La postmodernidad es esto: no es un proyecto de construcción, como lo fue la pseudocivilización nacida del humanismo y del iluminismo que desembocó más tarde en los totalitarismos del siglo XX, sino una utopía nueva y diferente: la de la desconstrucción y la tribalización de Europa. El fin del proceso revolucionario que desde hace bastantes siglos agrede nuestra civilización es el nihilismo; «la nada en armas», según la feliz expresión de monseñor Jean-Joseph Gaume (1802-1879).

Han pasado los años y la utopía del caos se ha transformado en la pesadilla que estamos viviendo. El proyecto de disgregación de Europa, descrito por Alberto Carosa y Guido Vignelli en su documentado estudio L’invasione silenziosa. L'”immigrazionismo”: risorsa o complotto? (Roma 2002), se ha convertido en un fenómeno de proporciones épicas. Quien denunciaba este proyecto era tildado de profeta de desgracias. Hoy nos dicen que se trata de un proceso imparable. Que debe ser dirigido pero no se puede frenar.

Lo mismo se decía del comunismo en los años setenta y los ochenta, hasta que llegó la caída del muro de Berlín y demostró que en la historia nada es irreversible excepto la ceguera de los tontos útiles. Sin duda, entre esos tontos útiles habría que contar a los alcaldes de Nueva York, París y Londres, Bill de Blasio, Anne Hidalgo y Sadiq Jan, que el pasado 20 de septiembre, con ocasión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en una carta publicada en el New York Times titulada Los inmigrantes son nuestra fuerza, hicieron un llamamiento a «tomar medidas decisivas para garantizar socorro y un refugio seguro a los prófugos que escapan de la guerra y los inmigrantes que huyen de la miseria».

Los centenares de millares de inmigrantes que arriban a nuestras costas no huyen de la guerra ni de la miseria. Son jóvenes que gozan de inmejorable salud, bien presentados y sin señales de heridas ni de desnutrición como las que tienen quienes proceden de donde hay guerra o hambre.

Dirigiéndose al Parlamento Europeo el pasado 26 de septiembre, el coordinador de la lucha antiterrorismo en la Unión Europea, Gilles de Kerchove, denunció una infiltración masiva del ISIS entre los inmigrantes. Pero aunque los terroristas fuesen una minoría exigua entre ellos, todos los inmigrantes clandestinos que desembarcan en Europa son portadores de una cultura antitética a la cultura cristiana occidental.

Los inmigrantes no desean integrarse en Europa sino dominarla; si no por las armas, con el vientre de sus mujeres y de las nuestras. Dondequiera que se instalan esos grupos de jóvenes varones mahometanos, las europeas quedan encintas, se forman nuevas familias mixtas sometidas a la ley coránica, y esas nuevas familias solicitan al Estado mezquitas y subsidios económicos. Todo ello con el apoyo de los alcaldes, gobernadores provinciales y parroquias católicas.

La reacción popular es inevitable, y en países con alto influjo migratorio como Francia y Alemania se está volviendo explosiva. «Estamos al borde de una guerra civil», ha declarado Patrick Calvar, director de la Dirección General de Seguridad del Ministerio del Interior galo, ante una comisión parlamentaria (Le Figaro, 22 de junio de 2016). Por su parte, el gobierno alemán ha redactado un plan de defensa civil de 69 páginas en el que se invita a la población a hacer acopio de alimentos y agua y «prepararse de modo apropiado para una eventualidad que pudiera poner en peligro nuestra existencia» (Reuters, 21 de agosto de 2016).

¿Quiénes son los culpables de esta situación? Sería preciso buscarlos en más niveles. Como es natural, está la clase dirigente postcomunista y sesentayochista, que ha tomado las riendas de la política europea; están también los intelectuales que han elaborado teorías deformes en el campo de la física, la biología, la sociología y la política; también los lobbies, la Masonería y los potentados financieros que actúan unas veces en las tinieblas y otras a la luz del día

Conocido, por ejemplo, es el papel desempeñado por el financista George Soros y su fundación internacional Open Society. A raíz de un ataque de hackers, más de 2.500 correos electrónicos han sido sustraídos al magnate húngaro-estadounidense y difundidos en Internet a través del portal DC Leaks. Por la correspondencia privada robada a Soros se ha sabido que financia actividades subversivas en todos los campos, desde la agenda LGTB hasta el movimiento pro inmigración. Basándose en dichos documentos, Elizabeth Yore, en una serie de artículos publicados en The Remnant, ha demostrado también el apoyo directo e indirecto de Soros al papa Bergoglio y algunos de sus más estrechos colaboradores, como el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo.

Se observa una objetiva convergencia estratégica entre George Soros y el papa Francisco. La política de acogida, presentada como la religión de los puentes, opuesta a la religión de los muros, se ha convertido en el hilo conductor del pontificado de Francisco, hasta el punto de que hay quien se pregunta si no se favoreció su elección con miras a ofrecer a los artífices de la invasión migratoria el apoyo moral que necesitaban. Lo que es cierto es que hoy en día avanzan parejas la confusión en la Iglesia y en la sociedad. El caos político prepara la guerra civil, y el religioso abre la puerta a los cismas, que son una especie de guerra civil religiosa.

El Espíritu Santo, no siempre correspondido por los cardenales reunidos en cónclave, no cesa sin embargo de actuar, y nutre actualmente el sensus fidei de quienes se oponen a los proyectos destinados a demoler la Iglesia y la sociedad. La Divina Providencia no los abandonará.

Roberto de Mattei

jueves, 6 de octubre de 2016

"Misericordina" para algunos de los 45 firmantes que pedían corrección de 19 puntos de AL (José Martí)

Duración: 39 segundos

Criticism is Punished: In July, 45 Catholic theologians and intellectuals authored a critique of Amoris laetitia. Now they are being punished for it. A signatory has lost his position at a Pontifical University. Another was threatened by his bishop that his sabbatical semester would be cancelled. A third was forbidden to speak publicly about Amoris laetitia. Two more were urged to withdraw their signatures.

Traducción personal

La crítica es castigada: En julio [de 2016], 45 autores católicos, teólogos e intelectuales, realizaron una crítica de Amoris Laetitia. Ahora están siendo castigados por ello. El firmante [es decir, el portador del grupo, Dr Shaw, miembro de la facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford] ha perdido su puesto en la Universidad Pontificia. Otro fue amenazado por su obispo [diciéndole] que su semestre sabático podría ser cancelado. A un tercero se le prohibió hablar públicamente sobre Amoris Laetitia. Y a dos más se les instó a que retirasen sus firmas.

Lo que aparece en este corto video de Gloria TV  se explica, con más extensión, en los enlaces finales de esta entrada.

En entradas anteriores ya hablamos de esta situación eclesial. El texto completo de dicho escrito para corregir algunos errores de la AL se encuentra aquí.  También en Infocatólica se habla de ello con bastante extensión y aparecen claramente reflejados los nombres de los 45 firmantes, una lista que fue proporcionada por National Catholic Reporter .

Secretum Mihi Meum realizó una crítica sobre dicha publicación de los nombres por NCR, puesto que quería mantenerse en privado, para evitar posibles represalias por parte del Vaticano, como así está ocurriendo. Esto puede verse explicado con más claridad en Life Site News  y también en Secretum Mihi Meum.

José Martí

miércoles, 5 de octubre de 2016

El Video del Papa - 10 ( Octubre 2016 ) Periodistas [comentado por José Martí]

Duración 1:20 minutos

Suelo preguntarme: ¿Cómo se pueden poner los medios de comunicación al servicio de una cultura del encuentro?

Necesitamos información que conduzca al compromiso por el bien del género humano y del planeta.

Súmate conmigo en esta petición.

Para que los periodistas, en el ejercicio de su profesión, estén siempre motivados por el respeto a la verdad y un fuerte sentido ético.

¿Me ayudas a difundir esta intención?

En las dos imágenes en las que aparece el Papa, como ya es habitual, no deja ver el crucifijo que lleva colgado. En la primera lo tapan sus manos ... y en la segunda éste queda por debajo de la mesa de modo que tampoco se ve. Y todo esto no deja de ser extraño, pues el mensaje no va dirigido a todos los hombres sino tan solo a los cristianos.

Por otra parte, se habla de una petición. Pero ¿a quién se le pide? ¿O es una petición lanzada al vacío? De ser así, ¿para qué pedir? Es absurdo. Para un cristiano católico -pues a ellos se dirige el Papa, como representante de Cristo en la tierra- tal petición no tiene sentido si no es a Jesucristo, nuestro Señor, en quien creemos, como verdadero Dios y verdadero hombre.

Se dice que los medios de comunicación deben de estar al servicio de una cultura del encuentro. Pero este "encuentro" es algo difuso. Podemos sacar esta conclusión dado que Francisco siempre habla de "acompañar". Dos personas pueden estar juntas, una al lado de la otra y, en teoría, están acompañadas. Y, sin embargo, si tal acompañamiento no va unido de una cierta amistad entre ellos, no sirve de gran cosa. Y tal amistad sólo es posible cuando piensan de modo parecido en aquello que es fundamental, para que el diálogo sea posible. Todo eso aquí no aparece.

Cierto que se habla de respeto a la verdad ... pero, ¿a qué verdad? Estamos acostumbrados -se nos quiere acostumbrar- a poner la religión católica al mismo nivel que el resto de religiones (o creencias, que sería la palabra más propia para dichas "religiones") ... a que se nos diga que lo más importante es vivir y dejar vivir ... En definitiva, y aunque no se diga explícitamente, se habla como si la verdad no existiera. Cada uno tiene su verdad: la tan nombrada -y real- dictadura del relativismo en la que se ha montado nuestra sociedad. En este contexto: ¿Qué sentido tiene hablar de respeto a la verdad?

Y lo mismo cabe decir del sentido ético. No es lo mismo una ética cristiana, una moral cristiana basada en el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, que otro tipo de ética meramente humana y relativista, en la que cada uno tiene su ética.

De manera que hablar de difundir esta intención y nada, viene a ser la misma cosa, desde el momento en que no se ha definido con claridad en qué consiste tal intención. Son lugares comunes y palabras muy genéricas. Y lo genérico no es lo concreto. Cuando alguien pide algo pide por cosas concretas. Sólo así se le puede entender y sólo así cabe el diálogo y un posible encuentro auténtico, cuando hay amor por la verdad, aunque la proclamación de esta verdad nos lleve a la persecución e incluso a la muerte.

Pues desgraciadamente, la mayoría de los medios de comunicación (cuyo poder es manifiesto) están controlados. Y lo están por poderes ocultos, que no buscan precisamente el bien común, proporcionando una información sesgada y, normalmente, malintencionada. Y con gran frecuencia, además, suele ser también una información falsa.

Sobre el control de los medios de comunicación hay un artículo-entrevista de Javier Navascués, en Adelante la Fe, al que puede accederse pinchando aquí.

José Martí

martes, 4 de octubre de 2016

A los de la CECE: Existe identidad sexual, no orientación sexual (Hispanidad)

Fuente: Hispanidad


Lean el comunicado de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE) que preside Alfonso Aguiló (en la imagen), de la Fundación Arenales, al rebufo de las leyes de identidad de género de Cristina Cifuentes que, de entrada, ya ha propiciado la persecución del colegio Juan Pablo II de Madrid, por negarse a introducir el homosexualismo entre los niños.
La verdad es que entre el primer Aguiló, el de las lamentables declaraciones a El Confidencial Digital  y este comunicado, reconozco que va un trecho largo. No olvidemos que Aguiló, presidente la CECE en nombre de la Fundación Arenales, es un cualificado miembro del Opus Dei a quien la Obra asigna sacerdotes a sus colegios para la formación cristiana de los hijos. No creo que los curas de la Obra pretendan enseñarles diversidad a los niños confiados a su formación espiritual ni creo que los padres de los niños esperen eso de los sacerdotes de la Prelatura, ¿verdad?
Volvamos al comunicado: los dos primeros párrafos mal, el resto muy bien. Al menos, según el catecismo de la Iglesia. Aguiló todavía necesita rectificar más y la CECE que preside, con su repugnante silencio ante la acometida del lobby gay por mano de la pepera, Cristina Cifuentes, también.
Porque, señores de la CECE, sí existe la identidad sexual (se nace hombre o mujer y nadie nos pide permiso para ello, ni siquiera para existir. Pero no existe la orientación sexual, ni la exención de género. Y si existen, deben ir conformes a su propia naturaleza.
En plata, existen hombres y existen mujeres, no mediopensionistas. Si se tienen tendencias mediopensionistas deben ser corregidas por uno mismo -y en la educación por los profesores y maestros- de la misma forma que los heterosexuales varones reprimimos, en uso de nuestra libertad, nuestra tendencia a acostarnos con todo pibón que luce figura por la calle.
Pero en la educación de los niños no existen tres sexos, sino dos. ¿Y cómo debe tratar un cristiano a los que, a pesar de ello, han optado por la homosexualidad? Con todo afecto (que es mucho más que respeto), naturalmente, como también ordena la Iglesia católica. La misma Iglesia que condena la homosexualidad exige a los católicos acoger al homosexual. ¿Alguien ha dicho otra cosa alguna vez?
En cualquier caso, Aguiló, la identificación sexual sí existe y nos viene dada. La orientación sexual no existe y si existe como tendencia debe ser reprimida por antinatural. Tranquilo, reprimida por uno mismo en uso de su libertad.
Hispanidad

lunes, 3 de octubre de 2016

Parte segunda de la acusación contra Francisco (publicada el 22 de septiembre)



PARTE II de III: Original inglés


Un absurdo lavado de la imagen del islam


Asumiendo el rol de exegeta del Corán para liberar de culpa el culto de Mohammed y su ininterrumpida conexión histórica con la conquista y la persecución brutal de cristianos, usted declara: “Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia.” [Evangelii gaudium, 253]

Usted ignora la historia de la guerra islámica contra el cristianismo, que continúa hasta el día de hoy, así como los códigos legales bárbaros del tiempo actual y la persecución de cristianos en las repúblicas islámicas, incluyendo Afganistán, Irán, Malasia, Maldivas, Mauritania, Nigeria, Pakistán, Qatar, Arabia Saudita, Somalia, Sudán, Emiratos Árabes y Yemen. Estos son regímenes de opresión intrínseca a la ley de la sharia, que los musulmanes consideran una orden de Alá para el mundo entero y que ellos intentan establecer donde sea que obtienen un porcentaje de población significativo. Sin embargo, para usted, ¡las repúblicas musulmanas carecen de una comprensión “auténtica” del Corán!

Usted incluso intenta minimizar el terrorismo islámico en Oriente Medio, África y el corazón mismo de Europa, osando proponer una equivalencia moral entre los fanáticos musulmanes que libran la yihad—como lo han hecho desde el surgimiento del islam—y el “fundamentalismo” imaginario de católicos practicantes que usted nunca deja de condenar e insultar públicamente.

Durante una de sus palabrerías en conferencia de prensa durante un vuelo, en las que frecuentemente avergüenza a la Iglesia y socava la doctrina católica, usted pronunció esta infame opinión, típica de su absurda insistencia con que la religión fundada por el Dios encarnado y el violento culto perenne fundado por el degenerado Mohammed se encuentran en igualdad moral:

"No me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días cuando leo los diarios, veo violencia, aquí en Italia, alguien que mata a la novia, otro que mata a la suegra. Y estos son católicos bautizados, son católicos violentos. Si yo hablo de violencia islámica, debo hablar de violencia católica…creo que en casi todas las religiones hay un pequeño grupo fundamentalista Nosotros lo tenemos. Cuando el fundamentalismo llega a matar, también se puede matar con la lengua -esto lo dice el apóstol Santiago- y también con el cuchillo. Creo que no es justo identificar al islam con la violencia".

Es de no creer que un Romano Pontífice declare que unos actos de violencia aleatorios cometidos por católicos, y sus meras palabras, sean un equivalente moral de la campaña mundial de actos terroristas del islamismo radical, el asesinato masivo, la tortura, la esclavitud y la violación en nombre de Alá. Parece que usted es más rápido para defender el culto ridículo y asesino de Mohammed contra sus oponentes que a la verdadera Iglesia contra sus innumerables acusadores falsos.

Quedó lejos de su pensamiento la visión inmutable de la Iglesia sobre el Islam, expresada por el papa Pío XI en su Acto de Consagración del género humano al Sagrado Corazón: “Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.”

Un “sueño” reformador, protegido por un puño de acero

En definitiva, usted parece estar afectado por una manía reformadora que no conoce límites a su “sueño” de cómo debiera ser la Iglesia. Como declara en su manifiesto papal sin precedentes, Evangelii gaudium (nn. 27, 49):

"Sueño con una “opción misionera” capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación … Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)"

Por increíble que parezca, usted profesa que las “estructuras” y “reglas” inmemoriales de la santa Iglesia católica infligían un hambre cruel y muerte espiritual antes de que usted llegara de Buenos Aires, y que ahora usted desea cambiar literalmente todo en la Iglesia para hacerla más misericordiosa. ¿Cómo debieran ver esto los fieles, sino como una terrorífica megalomanía? Usted declara, incluso, que -en su opinión- la evangelización no debe estar limitada por miedo a la autopreservación de la Iglesia—¡como si de alguna manera ambas cosas estuvieran contrapuestas!

Su diáfano sueño de reformar todo está acompañado por un puño de acero que aplasta cualquier intento de restaurar la viña devastada durante medio siglo de reformas “imprudentes”. Según lo revelado en su manifiesto (Evangelii gaudium, 94), usted está lleno de desprecio por los católicos tradicionalistas, a quienes acusa precipitadamente de “ensimismados Prometeo neopelagianos” que se “sienten superiores a los demás porque ellos observan ciertas reglas o se mantienen intransigentemente fieles a un estilo particular de catolicismo del pasado.”

Usted ridiculiza incluso una “supuesta solidez doctrinal o disciplina” porque, en su opinión, “lleva en cambio a un elitismo narcisista y autoritario, en el que en lugar de evangelizar, se analiza y clasifica a los demás…” Pero es usted quien clasifica constantemente y analiza a otros con una interminable sarta de términos peyorativos, caricaturas, insultos y condenaciones de los católicos practicantes a quienes considera insuficientemente receptivos al Dios de las sorpresas que usted presentó durante el Sínodo.

De ahí su brutal destrucción de los pujantes Frailes Franciscanos de la Inmaculada, por su “tendencia definitivamente tradicionalista”. Esto fue seguido por su decreto que establece que cualquier intento por erigir un nuevo instituto diocesano para la vida consagrada (por ejemplo, para recibir a los desplazados miembros de los Frailes) será nulo e inválido faltando previa “consulta” con la Santa Sede (es decir, un permiso de facto que puede ser y será retenido indefinidamente).

Usted reduce así la inmutable autonomía de los obispos en sus propias diócesis mientras predica una nueva etapa de “colegialidad” y “sinodalidad”.

Al apuntar contra los conventos de clausura, avanzó con medidas decretadas para forzar la entrega de su autoridad local a federaciones gobernadas por burócratas eclesiales, romper la rutina del claustro para “formarse” en el exterior, el mandato de intrusión del laicado dentro del convento para la adoración eucarística, la increíble descalificación de las mayorías electorales del convento en caso de ser “ancianos”, y el requisito universal de nueve años de “formación” antes de tomar los votos decisivos, cosa que ciertamente sofocará las nuevas vocaciones y asegurará la extinción de muchos de los claustros restantes.

¡Ayúdanos Señor!

Un incansable deseo de acomodar la inmoralidad sexual dentro de la Iglesia

Pero nada supera la arrogancia y audacia con la que ha buscado imponer sobre la Iglesia universal la misma práctica maligna que usted autorizó como arzobispo de Buenos Aires: la administración sacrílega del sagrado sacramento a personas viviendo en adulterio y “segundas nupcias” o que conviven sin ni siquiera haberse casado por lo civil.

Casi desde el momento de su elección usted ha promovido la “propuesta Kasper”rechazada repetidamente por el Vaticano en la época de Juan Pablo II. El cardenal Walter Kasper, un archi-liberal incluso para la jerarquía liberal alemana, hacía tiempo había insistido para la admisión de los divorciados “vueltos a casar” a la sagrada comunión en “ciertos casos” según el falso “camino penitencial” que los habilitaría para recibir el sacramento mientras continúan con las relaciones sexuales adúlteras. Kasper pertenecía al “grupo de San Galo” que hizo lobby para su elección, y luego usted premió su persistencia en el error con ayuda de la prensa que lo presentó felizmente como el teólogo del Papa.”

Usted comenzó a preparar el camino para su destructiva innovación recurriendo a lo que solo podría llamarse un lanzamiento desenfrenado de eslóganes demagógicos. Tal como declara su manifiesto (Evangelii gaudium, 47) en noviembre de 2013: La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores.”

Este desvergonzado recurso a la emoción, parodia la digna recepción del sagrado sacramento en estado de gracia como “un premio para los perfectos” mientras insinúa sediciosamente que la Iglesia negó el alimento eucarístico a “los débiles” durante demasiado tiempo. De ahí su acusación igualmente demagógica que los ministros de la Iglesia han actuado cruelmente como “controladores de la gracia y no como facilitadores” rechazando la sagrada comunión a “los débiles” en oposición a “los perfectos”, y que usted debe remediar esta injusticia con “valentía”.

Por supuesto que la sagrada comunión no es “alimento” o “medicina” para obviar el pecado mortal. Al contrario, se sabe que recibirla en ese estado es profanación que mata el alma y provoca la condenación: “De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero pruébese cada uno a sí mismo, y así coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe, no haciendo distinción del Cuerpo (del Señor), come y bebe su propia condenación" (1 Cor. 11 27-29)

Como sabe todo niño bien catequizado, la confesión es la medicina por la cual el pecado mortal es remediado, mientras que la Eucaristía (asistida por el recurso regular a la confesión) es el alimento espiritual para mantener e incrementar el estado de gracia que procede de la absolución, para que nadie caiga nuevamente en pecado mortal sino que crezca en comunión con Dios. Pero parece que el mismo concepto de pecado mortal está ausente en sus documentos formales, discursos, afirmaciones y pronunciamientos.

Sin dejar lugar a dudas sobre su plan, unos meses después, en el “consistorio extraordinario de la familia”, planeó los eventos de tal manera que sólo el cardenal Kasper fue el único orador oficial. Durante su discurso de dos horas del 20 de febrero de 2014—el que usted deseó se mantuviera en secreto pero que fue filtrado a la prensa italiana como un “secreto” y documento “exclusivo”—Kasper presentó la demente propuesta de admitir a ciertos adúlteros públicos a la sagrada comunión mientras aludía directamente a su eslogan: “Los sacramentos no son un premio para quien se comporta bien y para una élite, excluyendo a aquellos que más los necesitan" [EG 47]. Desde entonces, usted no ha titubeado en su determinación de institucionalizar en la Iglesia el grave abuso de la Eucaristía que había permitido en Buenos Aires.

Al respecto, parece que usted tiene poco respeto por el matrimonio sacramental como hecho objetivo en oposición a lo que la gente siente subjetivamente sobre el estatus de las relaciones inmorales que la Iglesia jamás puede reconocer como matrimonio. En comentarios que por sí solos desacreditarán su extraño pontificado hasta el fin de los tiempos, usted declara que “la gran mayoría de matrimonios católicos son nulos” mientras que algunas personas que conviven sin haberse casado pueden tener un “matrimonio verdadero” debido a su “fidelidad”. ¿Acaso estos comentarios reflejan la situación de su hermana divorciada “vuelta a casar” y de su sobrino que convive

Esta opinión, que un reconocido canonista llamó “absurda”, provocó una protesta por parte de los fieles del mundo entero. En un esfuerzo por minimizar el escándalo, la “transcripción oficial” del Vaticano cambió sus palabras “la gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales” por “una parte de nuestros matrimonios sacramentales” pero dejó intacta su aprobación de la cohabitación inmoral como “matrimonio verdadero”.

Tampoco parece usted preocupado con el sacrilegio involucrado en la recepción del Cuerpo, Sangre y Divinidad de Jesucristo en la sagrada Eucaristía por parte de los adúlteros públicos y los que conviven. Tal como le dijo a la mujer argentina a la que dio “permiso” telefónico para comulgar mientras vive en adulterio con un hombre divorciado: “un poco de pan y vino no hacen daño.

Usted jamás ha negado los dichos de esta mujer, y son consistentes con su rechazo a arrodillarse durante la consagración o frente a la exposición del Santísimo Sacramento mientras que no tiene dificultad para arrodillarse a besar los pies de los musulmanes durante su grotesca parodia del mandato tradicional del Jueves Santo, que usted abandonó.

También se alinean con sus comentarios a la mujer luterana en la iglesia luterana a la que asistió un domingo, de que el dogma de la transubstanciación es una mera “interpretación”, que la “vida es más grande que las explicaciones e interpretaciones” y que ella debería “hablar con el Señor” para saber si debiera recibir la comunión en la Iglesia católica—cosa que luego hizo gracias a su evidente apoyo.

Su precipitada y secreta “reforma” del proceso de nulidades está alineada con su escasa consideración del matrimonio sacramental, dado que la impuso sobre la Iglesia sin consultar a ninguno de los dicasterios competentes del Vaticano.

Su motu proprio Mitis Iudex Dominus Iesus establece el marco para una verdadera fábrica de nulidades a nivel mundial, con una “vía rápida” y una nueva base nebulosa de procedimientos para la nulidad acelerada. Tal como explicó luego el jefe de esta reforma tramada de forma clandestina, su intención expresa es promover entre los obispos “una ‘conversión’, un cambio de mentalidad que los convenza y sostenga en el seguimiento de Cristo, presente en su hermano, el Obispo de Roma, del número restringido de unos pocos miles de anulaciones al inconmensurable [número] de desafortunados que podría tener una declaración de nulidad …”

¡Así, “el obispo de Roma” demanda de sus hermanos obispos un vasto incremento en el número de nulidades! Un distinguido periodista católico reportó luego la aparición de un dossier de siete páginas en el que oficiales de la curia “‘desacreditaron’ jurídicamente el motu proprio del Papa… acusan al Santo Padre de desechar un dogma importante, y aseveran que ha introducido el ‘divorcio católico’ de facto.” Estos oficiales condenaron lo que el reportero llama “un ‘Führerprinzip’ eclesial, ordenando de arriba hacia abajo, por decreto y sin ninguna consulta o control.” Los mismos oficiales temen que “el motu proprio provoque una avalancha de nulidades y que de ahora en más, las parejas puedan abandonar sus matrimonies católicos sin problemas.” Se sienten “‘fuera de sí’ y obligados a ‘alzar la voz’…”

Pero usted no es más que coherente en la persecución de sus objetivos. Al comienzo de su pontificado, durante una de las conferencias de prensa en un vuelo en la que reveló por primera vez sus planes, usted dijo: “los ortodoxos siguen lo que ellos llaman la teología de la economía y dan una segunda posibilidad [de matrimonio], lo permiten. Creo que este problema debe estudiarse.” Para usted, la falta de una “segunda oportunidad de matrimonio” en la Iglesia católica es un problema a ser estudiado. Claramente, usted ha pasado los últimos tres años y medio planeando imponer en la Iglesia algo que se aproxima a la práctica ortodoxa.

Un distinguido canonista, consultor de la Signatura Apostólica ha advertido que como resultado de su descuidada falta de consideración de la realidad del matrimonio sacramental:

“Se está desarrollando una crisis (en el sentido griego de la palabra) en la Iglesia, sobre el matrimonio, y es una crisis que, considero, alcanzará un punto crítico sobre la disciplina y ley matrimoniales…. Creo que la crisis del matrimonio que él [Francisco] está provocando culminará en si la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, que todos dicen honrar, será protegida -concreta y efectivamente- en la ley de la Iglesia, o si las categorías canónicas sobre la doctrina del matrimonio se distorsionarán (o simplemente dejarán de considerarse) para abandonar esencialmente el matrimonio y la vida matrimonial en el reino de la opinión personal y la conciencia individual”.

Amoris Laetitia: El verdadero motivo para la farsa del sínodo

Dicha crisis alcanzo su punto más álgido luego de la conclusión de su desastroso “Sínodo de la Familia”. Si bien usted manipuló el evento de principio a fin para conseguir el resultado que deseaba—la sagrada comunión para los adúlteros públicos en “ciertos casos”—no alcanzó sus expectativas gracias a la oposición de los padres sinodales conservadores que usted mismo denunció demagógicamente por sus “corazones cerrados, que a menudo se esconden incluso detrás de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas.”

En un abuso brutal de la retórica, usted equiparó a sus oponentes episcopales ortodoxos con los fariseos que practicaban el divorcio con subsiguientes matrimonios según la dispensa mosaica. Estos eran los mismos obispos que defendieron la enseñanza de Jesús contra los fariseos—¡y sus propios planes! Ciertamente, usted parece intentar revivir la aceptación farisaica del divorcio por medio de una “práctica neo-mosaica.” Un periodista católico de renombre, conocido por su enfoque moderado sobre los asuntos de la Iglesia, criticó su comportamiento reprensible: “Que un Papa critique a quienes permanecen fieles a la tradición y los caracterice como inmisericordes alineándolos con los fariseos duros de corazón contra el misericordioso Jesús, es extraño.”

Al final, el “viaje sinodal” que usted elogió fue desenmascarado nada más y nada menos que como una farsa para ocultar las conclusiones predeterminadas de su patética “Exhortación Apostólica”, Amoris Laetitia. En ella, principalmente en el capítulo ocho, sus escritores fantasma utilizan una ambigüedad astuta para abrir la puerta de la sagrada comunión de par en par para los adúlteros públicos, reduciendo la ley natural que prohíbe el adulterio a una mera “regla general” para la cual pueden haber excepciones en caso de personas con “una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente… (2, 301, 304)” Amoris es un intento transparente de contrabandear una forma mitigada de ética casuística en asuntos de moralidad sexual, como si así el error pudiera ser confinado.

Su evidente obsesión por legitimar la sagrada comunión para los adúlteros públicos lo ha llevado a desafiar la enseñanza moral inmutable y la disciplina sacramental de la Iglesia intrínsecamente relacionada con ella, afirmada por sus dos predecesores inmediatos. Dicha disciplina está basada en la enseñanza de Nuestro Señor sobre la indisolubilidad del matrimonio así como también la enseñanza de san Pablo sobre el castigo divino por la recepción indigna de la sagrada comunión.

Para citar a Juan Pablo II al respecto:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio".

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos.” [Familiaris consortio, n. 84]

Usted ha ignorado las súplicas de sacerdotes, teólogos y filósofos de la moral de todo el mundo, asociaciones católicas y periodistas, e incluso de algunos valientes prelados en medio de una jerarquía silenciosa, de retractarse o “clarificar” las ambigüedades tendenciosas y los errores de Amoris, en particular los del capítulo ocho.

Un error moral grave aprobado ahora explícitamente

Y ahora, habiendo sobrepasado el uso retorcido de las ambigüedades, autorizó explícitamente tras bambalinas lo que en público consintió ambiguamente. La conspiración salió a la luz al filtrarse su carta “confidencial” a los obispos de la región pastoral de Buenos Aires—lugar donde, como arzobispo, ya había autorizado el sacrilegio masivo en las villas.

En dicha carta usted elogia el documento de los obispos sobre los “Criterios Básicos para la Aplicación del Capítulo Ocho de Amoris Laetitia”—como si fuera un deber “aplicar” el documento para producir un cambio en la disciplina sacramental de dos mil años de Iglesia. Usted escribe: “es muy bueno y explícita cabalmente el sentido del capítulo VIII de “Amoris laetitia”. No hay otras interpretaciones.” ¿Es una coincidencia que este documento provenga de la misma archidiócesis donde, hace tiempo como arzobispo, usted había autorizado la admisión de los adúlteros públicos y los que conviven a la sagrada comunión?

Lo que antes sólo se sugería, ahora se tornó explícito, y quienes insistían con que Amoris no cambia nada han quedado como tontos.

El documento que usted ahora elogia como única interpretación correcta de Amoris, socava radicalmente la doctrina y la práctica de la Iglesia que sus predecesores defendieron. En primer lugar, reduce a una “opción” el mandato moral para los divorciados “vueltos a casar” de “vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos.” Según los obispos de Buenos Aires—con su aprobación—es sencillamente “posible plantear que hacen el esfuerzo de vivir en continencia. Amoris Laetitia no ignora las dificultades de esta opción.”

Tal como la Congregación para la Doctrina de la Fe declaró de manera definitiva hace tan solo 18 años, durante el reinado del mismo Papa que usted canonizó: “si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme al derecho; por tanto, por motivos intrínsecos, es imposible que reciban los sacramentos. La conciencia de cada uno está vinculada, sin excepción, a esta norma.” Esta es la enseñanza inmutable de la Iglesia católica desde hace dos mil años.

Más aún, ningún sacerdote parroquial o incluso obispo tiene el poder de honrar en el “foro interno” la afirmación de una persona viviendo en adulterio que dice que según su “conciencia” su matrimonio sacramental era en realidad inválida, porque como advirtió la CDF, “el matrimonio tiene esencialmente un carácter público-eclesial y está regido por el principio fundamental nemo iudex in propria causa («nadie es juez en causa propia»). Por eso, si unos fíeles divorciados y vueltos a casar consideran que es inválido su matrimonio anterior, están obligados a dirigirse al tribunal eclesiástico competente, que deberá examinar objetivamente el problema y aplicar todas las posibilidades jurídicas disponibles.”

Habiendo reducido a una opción una norma moral que no aceptaba excepciones, enraizada en la revelación divina, los obispos de Buenos Aires, citando a Amoris como única autoridad en 2000 años de enseñanzas en la Iglesia, luego declaran: “En otras circunstancias más complejas, y cuando no se pudo obtener una declaración de nulidad, la opción mencionada puede no ser de hecho factible.” Una norma moral universal queda relegada a la categoría de una mera guía a ser ignorada si el sacerdote local la considera “no factible” bajo ciertas “circunstancias complejas” indefinidas. ¿Cuáles son exactamente estas “circunstancias complejas” y qué tiene que ver la “complejidad” con las normas morales que no contemplan excepciones y están fundadas en la revelación?

Finalmente, los obispos llegan a la espantosa conclusión que usted había planeado imponer sobre la Iglesia desde el comienzo del “viaje sinodal”:

No obstante, igualmente es posible un camino de discernimiento. Si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad (cf. 301-302), particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris Laetítía abre la posibilidad del acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía (cf. notas 336 y 351). Estos a su vez disponen a la persona a seguir madurando y creciendo con la fuerza de la gracia.

Con su elogio y aprobación, los obispos de Buenos Aires declaran por primera vez en la historia de la Iglesia que una indefinida clase de personas viviendo en adulterio pueden ser absueltas y recibir la comunión si bien permanecen en ese estado. Las consecuencias son catastróficas.

Por favor, rueguen por el papa Francisco

(Continuará)