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martes, 9 de abril de 2019

Pascua amarga en China. En el partido con Roma gana Pequín con facilidad (Sandro Magister)



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El régimen chino aplica su acuerdo con la Santa Sede también así. Con la excavadora escoltada por la policía – ver foto – arrasa hasta el suelo el 4 de abril el edificio de una parroquia de Qianyang, que en el piso superior tenía una sala para la Misa y en el piso inferior un consultorio ambulatorio gratuito para los pobres, administrado por hermanas religiosas.
La culpa del párroco y de dos mil creyentes de esta parroquia “clandestina” es la misma de la diócesis de la que forman parte, la de Fengxiang, en Shaanxi, la única diócesis en toda China en la que ningún bautizado, desde el obispo al último de los fieles, ha aceptado hasta ahora inscribirse en la Asociación Patriótica de los católicos chinos, el principal instrumento con el que el régimen esclaviza para sí a la Iglesia, en nombre de una “independencia” de Roma que Benedicto XVI definió como “inconciliable” con la doctrina católica, en la carta del 2007 a los católicos chinos, todavía declarada válida por su sucesor.
Pero no es sólo la destrucción material de éste, como de tantos otros edificios de la Iglesia Católica. Lo que es más grave es el sofocamiento programático de esa gran porción de la Iglesia que no tiene el reconocimiento oficial del gobierno chino, sino que ni siquiera quiere someterse al chantaje de ser admitida en la legalidad sólo si acepta inscribirse en la Asociación Patriótica.
El caso de la diócesis de Mindong, en Fujan, es quizás el más instructivo, si se quiere entender cómo las autoridades de Pequín están poniendo en práctica el acuerdo secreto firmado el 22 de setiembre pasado con la Santa Sede.
Curiosamente, justamente la diócesis de Mindong es la que hace un año había sido señalada como “stress test” [prueba de esfuerzo] por el buen resultado del acuerdo entre la Santa Sede y China, en un artículo de Gianni Valente, el experto de temas vaticanos más leído y citado por el papa Francisco.
Mas a juzgar por lo que sucede allí hoy, esa diócesis es más bien el “test” no del éxito del acuerdo, sino de su fracaso.
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Se acerca la Pascua, pero el obispo que actualmente cumple en la diócesis de Mindong el rol de auxiliar, Vincenzo Guo Xijin, corre el serio riesgo de ser impedido de celebrar tanto la Misa crismal, la mañana del Jueves Santo, como la liturgia del triduo posterior.
También el año pasado se le impidió a Guo celebrar los ritos pascuales. Y también en el 2017, cuando en la vigilia de Semana Santa fue secuestrado por la policía, para reaparecer veinte años después.
En los dos últimos años, el castigo le había sido aplicado por haberse negado a concelebrar los ritos de Pascua junto al excomulgado obispo sólo nombrado por el gobierno, Vincenzi Zhan Silu, establecido por el régimen comunista en su misma diócesis.
Pero después, el 22 de setiembre de 2018, llegó el acuerdo entre la Santa Sede y China sobre el nombramiento de los obispos, y Roma no sólo revocó la excomunión a Zhan, sino que convenció a Guo de cederle el gobierno de la diócesis, aceptando para sí el rol de simple auxiliar, a pesar de que en Mindong hay una gran desproporción entre la Iglesia “clandestina” de la que Guo sigue formando parte, firme con 80 mil fieles, 57 sacerdotes, 200 religiosas, 300 laicos consagrados y centenares de catequistas, y la Iglesia “oficial” del ex excomulgado Zhan, con unos pocos miles de fieles y una docena de sacerdotes.
Para arreglar de este modo, con total beneficio para el régimen chino, la posición de la diócesis de Mindong, viajó desde Roma a China, en diciembre del 2017 y luego también en diciembre del 2018, uno de los diplomáticos vaticanos más experimentados en la materia, Claudio Maria Celli.
La primera vez Guo resistió, pero la segunda vez dijo sí. Para obtener su obediencia, Celli le dijo que era el papa Francisco en persona quien le pedía este “sacrificio para la unidad de la Iglesia china”.
Pero es un hecho que frente a este paso atrás de Roma, las autoridades de Pequín no se han movido ni un milímetro. La revocación de la excomunión de Zhan no fue acompañada en absoluto por un reconocimiento oficial de Guo por parte del gobierno chino. Él continúa sin ser reconocido como obispo, viviendo, en consecuencia, en la ilegalidad, a merced del régimen, que en cualquier momento puede arrestarlo, secuestrarlo o impedirle celebrar.
“Asia News”, la conocida agencia del Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero publicada también en idioma chino, dio la noticia que muchas veces, en los meses pasados, las autoridades chinas han puesto como condición para el reconocimiento de Guo su inscripción en la Asociación Patriótica, pero él se ha negado siempre.
Y lo mismo ha sucedido con decenas de sacerdotes “clandestinos” de su diócesis. Ninguno de ellos ha aceptado hasta ahora suscribir un documento en el que se exige pasar al servicio del nuevo obispo Zhan, obedecer las leyes del Estado, inscribirse en las organizaciones oficiales y sostener el principio de “independencia” de la Iglesia.
Además de vicepresidente de la Asociación Patriótica y de la seudo conferencia episcopal que congrega sólo a los obispos reconocidos por el gobierno, Zhan es también miembro de la Conferencia política consultiva del pueblo chino, que celebró su última sesión plenaria en Pequín, a comienzos de marzo. Al responder en esos días a un periodista del “Sintao Daily” que le preguntó qué pensaba de la obligación impuesta a los católicos de inscribirse en la Asociación Patriótica para hacer así que desaparezca la Iglesia “clandestina”, Zhan dijo que éste es el único modo de hacer efectivamente que “la Iglesia esté unida”.
Es así que se corre efectivamente el riesgo de que se ponga en práctica en China el presagio del papa Francisco de un proceso de reconciliación entre católicos “oficiales” y “no oficiales”. Da Wenzhou, de Henan, de Hubei y de otros numerosos lugares se tiene noticias que hay continuas presiones en tal sentido sobre obispos y sacerdotes “clandestinos”, en algún caso con ofrecimiento de dinero. Parece haber caído en el vacío la tímida reserva expresada en una entrevista publicada el 3 de febrero en “L’Osservatore Romano” realizada al cardenal prefecto de “Propaganda fide”, Fernando Filoni: “Espero no tener que sentir o leer de situaciones locales en las que se instrumenta el acuerdo con la finalidad de obligar a las personas a hacer lo que la misma ley china no obliga, como inscribirse en la Asociación Patriótica”.
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El caso de Mindong no es en absoluto un caso aislado. Ni siquiera es el más grave. A fines de marzo, en la diócesis de Xuanhua, en la provincia de Hebei, la policía arrestó y llevó a un lugar desconocido a su obispo, monseñor Agostino Cui Tai. Fue el enésimo de una serie de arrestos que desde hace años aplican a este obispo “no oficial”, esta vez traicionado por uno de sus sacerdotes, de nombre Zhang Li, quien lo denunció a las autoridades, acusándolo de no obedecer las nuevas normas del Vaticano, que según él dice obligarían a todos los “clandestinos” a confluir en la Iglesia “oficial” y someterse a sus condiciones.
Pero en el Vaticano no hay ninguna señal de reacción a estas pésimas noticias sobre el post-acuerdo. A mediados de marzo, en vísperas de la visita oficial a Italia del presidente chino Xi Jinping, el jesuita Antonio Spadaro, director de “La Civiltà Cattolica” y primer consejero y ghostwriter [escritor fantasma] del papa Francisco, publicó con gran pompa un libro que lleva por título “La Chiesa in Cina. Un futuro da scrivere”, con el entusiasta prefacio del cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin.
Las autoridades vaticanas han dado a entender también en diversas maneras, en esos días, que las puertas del Palacio Apostólico estaban abiertas, muy abiertas, a una visita del presidente chino al Papa.
Pero no hubo visita. Parece que ni siquiera fue tomada en consideración por Xi Jinping. Una bofetada más a la Iglesia de Roma, también asumida en silencio.
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En otra reciente intervención suya, en una conferencia brindada el 28 de febrero en la Pontificia Universidad Gregoriana, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, abordó el acuerdo con China y el acuerdo firmado hace pocos años entre la Santa Sede y Vietnam, ambos secretos.
“A veces – dijo – las cuestiones más delicadas e importantes han sido acordadas secretamente entre soberanos o entre jefes de Estado, fundamentándose exclusivamente en la palabra dada”.
El acuerdo con Vietnam – siguió diciendo – puede ser definido como un “gentlemen’s agreement” [acuerdo entre caballeros], es decir, un “acuerdo informal entre dos partes, cuya característica esencial es que su realización se basa en el honor, en la buena fe y en el respeto a la palabra dada, razón por la cual no puede ser defendido judicialmente. Un caso concreto está representado por Vietnam, donde los nombramientos episcopales acontecen según un procedimiento acordado oralmente con el gobierno”.
Mientras que – dijo también Parolin – “un caso ‘sui generis’ es el acuerdo sobre el nombramiento de los obispos, firmado el 22 de setiembre del 2018 entre la Santa Sede y la República Popular China: un acuerdo internacional entre dos partes, para las cuales todavía no hay un reconocimiento recíproco formal”.
Sandro Magister