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viernes, 21 de diciembre de 2018

Discurso del Papa Francisco a la Curia romana en las Navidades de 2018 (1) [A MODO DE INTRODUCCIÓN] (José Martí)



 











Leyendo el discurso completo se puede percibir rápidamente que ha sido cuidadosamente preparado por sus asesores, para evitar las improvisaciones a las que Francisco nos tiene tan acostumbrados ... y en las que, todo hay que decirlo, comete -con frecuencia- algunos errores garrafales. Por otra parte, es ahí, precisamente,  es decir, cuando habla con espontaneidad, donde Francisco manifiesta lo que verdaderamente piensa ... pero como eso le ha causado problemas y la situación actual es muy crítica, no se puede permitir el lujo de la improvisación. Ésa es la razón, a mi entender, por la que se ha limitado estrictamente a leer tan solo lo que está escrito. Y sólo eso. 

Y aun así, habría que matizar muchas cosas, porque no queda claro siempre a quienes se está dirigiendo -o en quiénes está pensando- cuando critica a determinadas personas de la Curia. Sin embargo, también hay que decir que, si se conocen los hechos, es relativamente fácil averiguar el tipo de personas -e incluso las personas concretas- a las que se está refiriendo, cuando condena. Eso sí, se trata de una condenación que tiene lugar según un criterio que sería preciso averiguar, sobre todo porque conocemos ya la trayectoria de Francisco a lo largo de sus casi seis años de Pontificado. 

Por lo demás, el discurso parece perfecto ... o casi perfecto. Pues es el caso que la gente tiene la mala costumbre de guiarse por los frutos más que por las palabras, por muy bonitas que éstas sean. Y ahí es donde aparecen los problemas ... porque los frutos que se han obtenido no son buenos ... no son buenos en el sentido evangélico de la palabra. Tal vez, según los criterios del mundo sí que sean "buenos" ... pero no es ésa la bondad que un católico debe considerar como tal. 

Es difícil averiguar dónde se encuentran los "errores" de este discurso, puesto que cita bastante bien la Sagrada Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, de modo que es necesario tener las ideas muy claras. Recordemos: cuando el Diablo tentó a Jesús, lo hizo sacando a relucir textos bíblicos (que son palabra de Dios) ... ¡pero estaban manipulados y dichos con la intención clara de engañar! ... Jesús, que conoce mucho mejor esos textos y su verdadera interpretación, le va respondiendo ... Al final, ya cansado de tanta manipulación de la Palabra de Dios, las tentaciones se acaban cuando le dice: "Apártate de Mí, Satanás, porque escrito está: 'Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él sólo servirás" (Mt 4, 10). 

Con ello nos dio un ejemplo de cuál ha de ser nuestro modo de actuar cuando nos encontremos con textos aparentemente muy bellos -y que, además, lo son, puesto que son palabra de Dios- de manera que los interpretemos conforme al sentir de Dios y no del mundo. Esto es muy importante. De no tenerlo en cuenta, podríamos dar por bueno algo que no lo es. Hay muchos que haciendo uso de la palabra de Dios, manipulada convenientemente, tienen como objetivo engañar al oyente, lo cual es sumamente grave. 

La solución a estos problemas de interpretación correcta se encuentra en un discernimiento rectamente entendido, tomando como base todo el conjunto del Evangelio, fielmente interpretado por la Iglesia a lo largo de toda su historia, en particular y de un modo muy especial por los Padres de la Iglesia y por sus Doctores, siendo santo Tomás de Aquino uno de los más indicados (no el único) para no caer en el error.  

Con esa disposición pienso que es como hay que leer este discurso del Santo Padre, en el que encontraremos un poco de todo: ideas muy buenas y santas (básicamente las que toman el Evangelio, bien interpretado, como referencia), otras insustanciales  ... y las habrá también - éstas son las más peligrosas- de las que parecen buenas (pues el contenido es bueno) pero son ambiguas: ¡éste es el gran peligro! Genéricamente están bien ... pero, ¿a quién o a quiénes se están aplicando? Ahí es donde aparece la duda. 

Sin embargo, hay un criterio muy claro que nos dio Jesús para evitar ser engañados: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20)

(Continuará)