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martes, 31 de diciembre de 2013

Discurso de apertura del Concilio Vaticano II y comentarios (1 de 3)



SOLEMNE APERTURA DEL CONCILIO VATICANO II
DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN XXIII*
Jueves 11 de octubre de 1962



En el fondo, la mayor parte de los problemas por  los que atraviesa hoy la Iglesia provienen de lo que ocurrió en el Concilio Vaticano II (tanto en sí mismo, en alguno de sus puntos, como en las interpretaciones de los diferentes documentos conciliares). 

En este artículo me limito a transcribir algunos de los párrafos más importantes del solemne discurso de apertura del Concilio Vaticano II de Su Santidad Juan XXIII, pronunciado el jueves, 11 de octubre de 1962. (Lo escrito en color rojo son comentarios personales). Los subrayados o negritas son míos. Se puede tener acceso directo a todo el discurso pinchando aquí
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Venerables hermanos:

Gócese hoy la Santa Madre Iglesia porque, gracias a un regalo singular de la Providencia Divina, ha alboreado ya el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente aquí, junto al sepulcro de San Pedro, bajo la protección de la Virgen Santísima cuya Maternidad Divina se celebra litúrgicamente en este mismo día.

Los Concilios Ecuménicos en la Iglesia

La sucesión de los diversos Concilios hasta ahora celebrados —tanto los veinte Concilios Ecuménicos como los innumerables concilios provinciales y regionales, también importantes— proclaman claramente la vitalidad de la Iglesia católica y se destacan como hitos luminosos a lo largo de su historia. El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la CONTINUIDAD del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea 

[Cabría preguntarse si hoy se da esa continuidad (de hecho). Sí que se da sobre papel. Pero "de facto" se están admitiendo (o negando) una serie de cosas que son incompatibles con la Doctrina Católica. Y esto en el mismo seno de la Iglesia]

Junto a los motivos de gozo espiritual, es cierto, sin embargo, que por encima de esta historia se extiende también, durante más de diecinueve siglos, una nube de tristeza y de pruebas. No sin razón el anciano Simeón dijo a María, la Madre de Jesús, aquella profecía que ha sido y sigue siendo verdadera: "Este Niño será puesto para RUINA y para RESURRECCIÓN de muchos en Israel y como señal de contradicción" (Lc 2, 34). 

[Así es: no dice que este Niño será puesto para salvación de todos, sino sólo de muchos: hoy está muy de moda la idea de la salvación universal, lo que es herético]

...Y el mismo Jesús, ya adulto, fijó muy claramente las distintas actitudes del mundo frente a su persona, a lo largo de los siglos, en aquellas misteriosas palabras: "Quien a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10, 16); y con aquellas otras, citadas por el mismo Evangelista: "Quien no está conmigo, está contra Mí; quien no recoge conmigo, desparrama" (Lc, 11, 23). 

El gran problema planteado al mundo, desde hace casi dos mil años, subsiste inmutable. Cristo, radiante siempre en el centro de la historia y de la vida; los hombres, o están con El y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin El o contra El, y deliberadamente contra su Iglesia. 

[Esto es vital, para la supervivencia del cristianismo. No hay otra opción. O se está con Jesucristo y se cree en Él y entonces el hombre puede salvarse... o de lo contrario, se está en su contra... y la salvación es imposible. ¡Pero estas cosas hoy no se predican! El ecumenismo debe ser entendido como catolicidad, con la idea de que los que no creen se conviertan y crean y puedan así salvarse... porque la salvación no es para todos, como hoy en día tanto se proclama. Eso es una falsedad. Y esto no lo digo yo: lo dice Jesucristo, que es Dios, y que no puede equivocarse]

Oportunidad de la celebración del Concilio

En el cotidiano ejercicio de Nuestro ministerio pastoral llegan, a veces, a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia, que sigue siendo maestra de la vida, y como si en tiempo de los precedentes Concilios Ecuménicos todo hubiese procedido con un triunfo absoluto de la doctrina y de la vida cristiana, y de la justa libertad de la Iglesia.

[Es cierto que no todo tiempo pasado fue mejor...Por supuesto que no. Pero hay que reconocer que hay algunas cosas en las que sí fueron mejores nuestros ancestros; entre otras, y una de las más importantes, precisamente, la Fe. ¡Qué pocos son los que hoy creen que Jesucristo es verdaderamente Dios hecho hombre!]

Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente. En el presente momento histórico, la Providencia nos está llevando a un nuevo orden de relaciones humanas que, por obra misma de los hombres pero más aún por encima de sus mismas intenciones, se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados; pues todo, aun las humanas adversidades, aquélla lo dispone para mayor bien de la Iglesia.
 

[Efectivamente, "Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman" (Rom 8,28). Y en el momento histórico actual -cincuenta años más tarde de las palabras de Juan XXIII - es muy posible que, de nuevo, Dios haga resurgir nuevos "profetas de calamidades". Pienso que hoy, más que nunca, van a ser realmente necesarios... pues aunque es cierto que la verdad resplandece por sí misma, sigue siendo cierto también que el hombre posee una naturaleza caída, debido al pecado original, y que necesita ser corregido, reprendido e incluso castigado, por su propio bien. Un ejemplo: aunque ya nadie habla de ello, sin embargo, el Infierno existe. No es un mito. Y esto es, además, un dogma de fe. Lo dijo Jesucristo. Esta verdad se escamotea, este tema no se toca, y eso es grave