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martes, 31 de diciembre de 2013

Discurso de apertura del Concilio Vaticano II y comentarios (3 de 3)



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Cómo reprimir los errores

Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas. No es que falten doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos, que precisa prevenir y disipar; pero se hallan tan en evidente contradicción con la recta norma de la honestidad, y han dado frutos tan perniciosos, que ya los hombres, aun por sí solos, están propensos a condenarlos, singularmente aquellas costumbres de vida que desprecian a Dios y a su ley, la excesiva confianza en los progresos de la técnica, el bienestar fundado exclusivamente sobre las comodidades de la vida

[En mi opinión, el Papa no es aquí realista. Tal vez lo fuera en su momento, cuando pronunció esas palabras, pero hoy en día esas costumbres de vida que desprecian a Dios y a su ley no son condenadas;  al contrario, se consideran "normales": es el caso, por ejemplo, de la homosexualidad y el aborto, entre otras. Jesús no condenó a la mujer adúltera pero le dijo: "Vete y no peques más". (Jn 8,11). La misericordia debe ir siempre acompañada de la verdad. El pecado no debe justificarse nunca, aunque un pecador arrepentido siempre encontrará misericordia en Dios, nuestro Padre ]

En tal estado de cosasla Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para los hijos separados de ella. Así como Pedro un día, al pobre que le pedía limosna, dice ahora ella al género humano oprimido por tantas dificultades: "No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda" (Hch 3, 6). 

[Mi pregunta es si realmente eso es lo que se le está dando al mundo, porque ciertamente es lo que necesita]

La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad se deriva del hecho de que —según el designio de Dios que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4)— no pueden los hombres, sin la ayuda de toda la doctrina reveladauna completa y firme unidad de ánimos, a la que van unidas la verdadera paz y la eterna salvaciónDesgraciadamente, la familia humana todavía no ha conseguido, en su plenitud, esta visible unidad en la verdad.

La Iglesia católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar con toda actividad para que se realice el gran misterio de aquella unidad que con ardiente plegaria invocó Jesús al Padre celestial, estando inminente su sacrificio...y se alegra luego grandemente cuando ve que tal invocación aumenta su eficacia con saludables frutos, hasta entre quienes se hallan fuera de su seno.Y aún más; si se considera esta misma unidad, impetrada por Cristo para su Iglesia, parece como refulgir con un triple rayo de luz benéfica y celestial: la unidad de los católicos entre sí, que ha de conservarse ejemplarmente firmísima; la unidad de oraciones y ardientes deseos, con que los cristianos separados de esta Sede Apostólica aspiran a estar unidos con nosotros; y, finalmente, la unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica por parte de quienes siguen religiones todavía no cristianas.

[En la plegaria de la oración sacerdotal cuando Jesús dijo: "Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí..." (Jn 17,21) se refería a aquellos que iban a creer en Él por la palabra de sus discípulos (Jn 17,20). "Sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb 11,6). Lo que significa la necesidad de la conversión. En ese sentido el ecumenismo, si se entiende como una especie de "consenso" o "diálogo" entre religiones es absurdo. Su único sentido es que "los que no creen vuelvan al redil de la única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica" El mismo nombre de ecumenismo debería ser cambiado por el de catolicidad, pues puede dar lugar a confusión, como si todas las religiones fuesen iguales y diera lo mismo estar en una o en otra o en ninguna. Esto es antievangélico. De ahí la necesidad de escoger bien los términos que se utilizan para no inducir a error o a confusión al pueblo cristiano fiel a las enseñanzas de Cristo; que es justo lo que estamos sufriendo hoy en día]

... En este punto, es motivo de dolor el considerar que la mayor parte del género humano —a pesar de que los hombres todos han sido redimidos por la Sangre de Cristo— no participan aún de esa fuente de gracias divinas que se hallan en la Iglesia católica

[Aunque aquí se especifica con claridad el dolor por aquellos que no se encuentran en el seno de la Iglesia Católica, sin embargo, aquellos que desarrollaron el Concilio Vaticano II parece ser que no tuvieron estas palabras muy en cuenta, por lo que se ve]
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Conclusión

Ahora "nuestra voz se dirige a vosotros" (2 Cor 6, 11), Venerables Hermanos en el Episcopado... vemos las dignísimas personalidades, aquí presentes, en actitud de gran respeto y de cordial expectación, llegadas a Roma desde los cinco continentes, representando a las Naciones del mundo...Cielo y tierra, puede decirse, se unen en la celebración del Concilio ... para lograr que el común trabajo corresponda a las actuales aspiraciones y necesidades de los diversos pueblos.

...Todo esto pide de vosotros serenidad de ánimo, concordia fraternal, moderación en los proyectos, dignidad en las discusiones y prudencia en las deliberaciones....

...¡Oh Dios Omnipotente! En Ti ponemos toda vuestra confianza, desconfiando de nuestras fuerzas. Mira benigno a estos Pastores de tu Iglesia ...¡Oh María, auxilio de los cristianos, auxilio de los obispos, ...junto con tu esposo San José,..., intercede por todos nosotros ante Dios.

A Jesucristo, nuestro adorable Redentor, Rey inmortal de los pueblos y de los siglos, sea el amor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Comentado por José Martí