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miércoles, 18 de marzo de 2020

NOTICIAS VARIAS 18 de marzo de 2020




THE WANDERER

El gran rebaño (Eduardo Allegri)

ADELANTE LA FE

Las reacciones virósicas (Antonio Caponnetto)

DESDE MI CAMPANARIO 


Autónomos de trinchera (Moisés Rodríguez Núñez)

EL ORIENTE EN LLAMAS

El radical clericalismo 


Selección por José Martí

El cardenal Hollerich no ‘comparte’ la creencia en los milagros (Carlos Esteban)




Preguntado por la suspensión de las misas en casi toda Europa y la reacción de los fieles a ‘solución’ tran draconiana, Hollerich responde: 
 
“La mayoría de la gente lo entiende, porque se trata de salvar vidas. Salvar las vidas de ancianos y de los más vulnerables, de no ponerlos en riesgo. Y la mayoría de la gente lo toma muy bien. Pero también hay algunos que se quejan y que alientan una creencia en los milagros, que no comparto”.

Es, sin duda, una respuesta equívoca en un príncipe de la Iglesia. ¿No comparte Su Eminencia la creencia en los milagros -ocupando tan alto puesto en una religión basada en un milagro-, o sólo se refiere a que no cree posible que en este caso Dios haga un milagro en respuesta a las oraciones de los fieles? ¿O quizá simplemente que no le parece probable (ningún milagro lo es, por definición)?

En cualquier caso, tratándose de un cardenal, coordinador de todos los obispos de la Unión Europea, resulta algo inquietante su respuesta.

Sobre todo, combinada con la siguiente. El periodista le hace notar que en algunos lugares se han organizado rogativas y procesiones para pedir la protección del Altísimo contra la pandemia, algo que se ha hecho tradicionalmente en la Cristiandad frente a todo tipo de pestes. Pero al cardenal no le parece bien en absoluto: 
 
“Yo llamo a los fieles a la oración, pero nunca a las procesiones. Los únicos que disfrutan las procesiones son los virus”.

Con permiso, Eminencia: hay muchos que ‘disfrutan’ -no es el verbo adecuado, pero me entienden- las procesiones, que no son virus. Hay gente con fe sencilla, esa gente que todavía cree en milagros y que espera de sus pastores algo más que unas llamadas a la tranquilidad y a obedecer robóticamente las instrucciones de las autoridades seculares.

“Proteger la vida debe ser una prioridad absoluta”, señala. 
 
Se refiere, naturalmente, a esa vida de aquí abajo, no a la que nunca acaba, la eterna.

Carlos Esteban

Un torrente de solidaridad



En esta semana hemos estado repartiendo comida a los necesitados de nuestro barrio pues aunque en estado de alarma y confinamiento, el Papa nos ha pedido que no nos olvidemos de los pobres. Con todo tipo de precaución, siguiendo las normas de las autoridades sanitarias, les hemos abierto las puertas de nuestra solidaridad, como hace siempre la Iglesia. Pero ahora con mayor razon, pues los supermercados están abiertos para el que necesite comprar, pero muchas familias no pueden acudir a ellos por falta de recursos y solamente en Caritas encuentran ayuda; si la Iglesia les diera la espalda, ¿Quién les ayudaría?

Normalmente los repartos de alimentos me coinciden con otras actividades parroquiales y no puedo acompañar a los voluntarios que los realizan, pero estos días he tenido la fortuna de participar en el reparto y conocer de primera mano cómo están viviendo la cuarentena los más necesitados: Una madre muy preocupada por un hijo con una enfermedad contagiosa, que nada tiene que ver con el coronavirus, y que sufre porque el encierro le viene muy mal para su enfermendad; una señora que vive sola, lejos de su país y de su gente, y con mucho miedo a lo que pueda pasar; una anciana cuya esperanza era un nieto suyo conductor de Uber y al que le acaban de anunciar que le despiden por la crisis que ha provocado la epidemia; otra inmigrante con siete hijos en un piso mínimo y con el marido en el extranjero, que me cuenta cómo le cuesta tenerlos encerrados sin salir, etc. Historias con rostros concretos de personas que miran a la parroquia como ayuda fundamental en estos momentos en que las oficinas de otras instituciones están cerradas.

Pero esta mañana he visto un caso que me ha llamado especialmente la atención: Un hombre joven esperaba a que llenásemos sus bolsas y hablando con él he venido a saber que esa comida no era para él, la recogía en nombre de una vecina, persona de riesgo por su salud, que le había pedido el favor de venir a recoger los alimentos en su nombre; lo que más me ha llamado la atención es que dicho joven había hecho el propósito de ayudar a cuanta más gente pudiese durante este tiempo de confinamiento obligatorio: un sinfín de vecinos, amigos, conocidos, gente sola o enfermo o con miedo, que él se había propuesto ayudar. No presumía, me lo contó porque se lo pregunté, y me lo dijo con toda sencillez: tenía tiempo y se había propuesto a ayudar a los demás todo lo que pudiese, dentro de los límites impuestos por la prudencia, dadas las circunstancias. No le conocía, no es asiduo de la parroquia, pero su ejemplo me ha dejado impresionado.

Y , sin embargo, ejemplos así hay muchos, más de los que parece. La crisis del coronavirus, como todas las crisis de la historia, grandes y pequeñas, nos está poniendo a prueba y en algunos está sacando lo peor (miedos, enfados, desánimo) pero en otros está sacando lo mejor, señal que el estado de alarma, con todas sus limitaciones lógicas, no deja de ser una llamada a la solidaridad para el que la quiere escuchar. Pero para el cristiano, la solidaridad no deja de ser una manifestación de una realidad más grande que la engloba y que a nosotros nos empuja, nos urge, la virtud de la caridad, la que nos puede abrir las puertas del cielo.
 
Alberto Royo Mejía

Carta del Superior de la FSSPX a todos los fieles confinados en sus casas por el Coronavirus


 
Queridos fieles

En estos momentos de prueba ciertamente difìciles para todos, quisiera ofrecerles algunas reflexiones.

No sabemos cuánto durará la situación actual ni, sobre todo, cómo pueden evolucionar las cosas en las próximas semanas. Ante esta incertidumbre, la tentación más natural es buscar desesperadamente garantías y explicaciones en los comentarios e hipótesis de los más sabios “expertos”. Sin embargo, a menudo, esas hipótesis que en este momento abundan por todas partes se contradicen entre sí y aumentan la confusión en lugar de aportar un poco de serenidad. Es un hecho definitivo que la incertidumbre es parte integrante de esta prueba. Depende de nosotros el provecho que saquemos de esto.

Si la Providencia permite una calamidad o algún mal, siempre lo hace para obtener un bien mayor que, directa o indirectamente, está relacionado con el bien de nuestras almas. Sin esta premisa esencial, corremos el riesgo de desesperarnos, ya que una epidemia, calamidad o cualquier otro tipo de prueba siempre nos encontrarán poco preparados.

¿Qué quiere el Señor que entendamos en este momento? ¿Qué quiere de nosotros en esta Cuaresma tan particular en la que parece haber decidido qué sacrificios debemos hacer?

Un simple microbio todavía es capaz de poner de rodillas a la humanidad. En la era de los grandes logros tecnológicos y científicos es, por sobre todas las cosas, el orgullo humano el que se ve humillado. El hombre contemporáneo tan orgulloso de sus logros, que instala cables de fibra óptica en el fondo de los océanos, construye portaaviones, plantas de energía nuclear, rascacielos y ordenadores, y que después de haber puesto el pie sobre la luna siguió conquistando hasta llegar a Marte, se encuentra ahora indefenso frente a un microbio invisible. No debemos permitir que el ruido mediático de estos días y el miedo que podamos tener nos hagan perder esta lección profunda y fácil de entender para los corazones sencillos y puros que escudriñan con fe los tiempos presentes. La Providencia todavía nos enseña hoy a través de acontecimientos. La humanidad, y cada uno de nosotros también, tiene una oportunidad histórica para volver a la realidad, a lo real, y no a lo virtual hecho de sueños, mitos e ilusiones.

Traducido en términos del Evangelio, este mensaje corresponde a las palabras de Jesús, quien nos pide que permanezcamos unidos a Él lo más estrechamente posible, porque sin Él nada podemos hacer y somos incapaces de resolver cualquier problema (Jn. 15:5). Estos tiempos de incertidumbre, la espera de una solución y el sentimiento de impotencia y de nuestra fragilidad deben incitarnos a buscar a Nuestro Señor, para implorarle, para pedirle perdón, para rezarle con más fervor y, sobre todo, para abandonarnos a Su Providencia.

A esto hay que sumar la dificultad, e incluso la imposibilidad, de asistir libremente a la Santa Misa, y esto aumenta la dureza de esta prueba. Pero seguimos teniendo al alcance de nuestra mano un medio privilegiado y un arma más potente que la ansiedad, la incertidumbre o el pánico que puede suscitar la crisis del coronavirus: el Santo Rosario, que nos une a la Santísima Virgen y al Cielo.

Ha llegado el momento de rezar el Rosario en nuestras casas de forma más sistemática y con más fervor que de costumbre. No perdamos nuestro tiempo ante las pantallas y no nos dejemos vencer por la fiebre mediática. Si debemos obedecer el mandato de confinamiento, aprovechemos para transformar nuestro “arresto domiciliario” en una especie de alegre retiro en familia, durante el cual la oración recupere el tiempo y la importancia que merece. Leamos el Evangelio de la A a la Z, meditémoslo con calma, escuchémoslo en paz: las palabras del Maestro son mucho más efectivas y alcanzan más fácilmente la inteligencia y el corazón.

¡Ahora que las circunstancias, e incluso las disposiciones gubernamentales, nos separan del mundo es cuando menos debemos permitir que el mundo entre en nuestros hogares! Aprovechemos esta situación. Démosle prioridad a los bienes espirituales que ningún microbio puede atacar: acumulemos nuestros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido los consumen. Porque donde esté nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón (Mt. 6, 20:21).

Aprovechemos esta oportunidad para cambiar de vida, sabiéndonos abandonar a la Divina Providencia, y no nos olvidemos de rezar por aquellos que sufren en estos momentos. Debemos encomendar al Señor a todos aquellos para quien el día del juicio se aproxima, y pedirle que tenga piedad de tantos contemporáneos nuestros que siguen siendo incapaces de extraer de estos eventos actuales las lecciones apropiadas para sus almas. Recemos para que, una vez que la prueba haya sido superada, no regresen a su vida anterior, sin que nada haya cambiado. Las epidemias siempre han servido para conducir a los tibios a la práctica religiosa, a pensar en Dios, a detestar el pecado. Tenemos la obligación de pedir esta gracia para cada uno de nuestros compatriotas, sin excepción, incluyendo – y sobre todo – a los pastores que carecen de espíritu de fe y ya no saben discernir la voluntad de Dios.

No nos desanimemos: Dios no nos abandona jamás. Sepamos meditar en las palabras llenas de confianza que nuestra Santa Madre Iglesia pone en los labios del sacerdote en tiempos de epidemia: “Oh, Dios, que no deseas la muerte del pecador, sino que se arrepienta: recibe con tu perdón a tu pueblo, que se vuelve hacia Ti: y mientras se mantenga fiel a tu servicio, por tu clemencia retírale el flagelo de tu ira. Por Nuestro Señor Jesucristo”.

Los encomiendo a todos ante el altar y a la paternal protección de San José. ¡Que Dios les bendiga!

Don Davide Pagliarani, 
Superior General de la Fraternidad San Pío X

martes, 17 de marzo de 2020

Para Leonardo Boff, la epidemia es una ‘represalia’ de Gaia, la Madre Tierra



¿Dios castiga? Un obispo norteamericano y varios sacerdotes y teólogos han salido a la palestra para negarlo, aunque las Escrituras parecen muy claras en sentido contrario, y el profesor Roberto de Mattei se ha pronunciado recientemente en sentido afirmativo con respecto a la plaga que vivimos. Pero hay un teólogo para quien el coronavirus es, sí, una represalia contra la mala conducta del hombre, pero no de Dios, sino de Gaia, la Madre Tierra: Leonardo Boff, viejo amigo del Papa e inspirador de su encíclica Laudato Sì.

En el portal de opinión brasileño A Terra É Redonda, Boff, teólogo y ex fraile franciscano disciplinado por Benedicto y rehabilitado por Francisco, ha escrito recientemente una colaboración, ‘Los orígenes del coronavirus’, en la que sostiene esta tesis peregrina: la pandemia que vivimos es una ‘represalia’ del planeta, que entiende en línea con la tesis de James Lovelock, como un ser vivo al que pertenecemos. Una Tierra que, en palabras de Boff, “siente, piensa, ama, venera y se preocupa”. Eso es paganismo en estado puro, se mire como se mire.

La columna está llena de citas pero, curiosamente en un teólogo, la única fuente no secular cuya opinión recoge es la del Papa Francisco, y ésta solo expresada en su encíclica ‘ecológica’, Laudato Sì. Dios, Cristo, María o cualquier realidad sobrenatural brilla absolutamente por su ausencia.

La tesis de Boff, que sólo mantienen ecologistas radicales con cierta inclinación mística es, en parte, no meramente ajena al cristianismo, que supone no solo su fe sino también su ‘especialidad profesional’, sino incompatible con su concepción del hombre.
Dice Boff: “Los astronautas tenían la misma percepción de sus naves espaciales y de la Luna: la Tierra y la humanidad constituyen una misma entidad”.
No, evidentemente. Dios, hecho hombre, muere para salvar a los seres humanos caídos por el pecado, no para salvar el planeta que, de hecho, está llamado a la destrucción, hagamos lo que hagamos.
“Después de darnos cuenta de esto, ya nunca abandonaremos nuestra conciencia de que el destino de la Tierra y la humanidad es inextricablemente común”.
Tampoco. La tierra tiene los días contados, aunque se midan por trillones de trillones. El destino de los seres humanos es la eternidad, la vida que no tiene fin. Nada de destino común.
Y termina: “Como somos seres de inteligencia y amantes de la vida, podemos cambiar el rumbo de nuestro destino. Que el Espíritu Creador nos fortalezca para ese propósito”.
Ya puestos, podía terminar diciendo: “Que la Fuerza os acompañe”. No sonaría menos cristiano.
 
Carlos Esteban

lunes, 16 de marzo de 2020

NOTICIAS VARIAS 16 de marzo de 2010




WANDERER

Cabalgando el coronavirus

IL SETTIMO CIELO

El papa Benedicto está en el medio en la guerra entre los cardenales Re y Zen. Pero quien está venciendo es China  (Sandro Magister)

INFOVATICANA

El debate sobre la renuncia de Benedicto XVI y su papel como papa emérito se intensifica

SPECOLA

El Papa Francisco solitario por las calles de Roma, la Salus y el Crucifijo Milagroso, la Providencia de Dios.

Selección por José Martí

¿Es el coronavirus un castigo divino? Obviamente, lo es




End of Globalism

After the failed Amazon Synod, Francis put his hope in a Global Compact conference in the Vatican. But the conference was delayed due to the coronavirus. For Roberto de Mattei, the virus symbolizes the end of globalism and a world without borders.

God’s Three Scourges

De Mattei recalls the terrible pestilences, famines and wars of the 14th century, that killed a third of the European population. People were aware that these were divine punishments. Saint Bernardin of Siena said: “These are the scourges with which God chastises the people’s infidelity and apostasy: war, pestilence and hunger.” Saint Thomas Aquinas said, “When people sin, God’s vengeance will come upon the whole people.”

Collective Punishment

The Catechism of Saint Pius X knows that God rewards the good and punishes the wicked, because he is Infinite Justice. The Church has always known that God punishes not only individuals but also social groups, families, nations and the whole of humanity. Therefore, earthquakes, famines, epidemics, wars, revolutions are divine chastisements for the sins of men, De Mattei explains.

Loss of Faith Produces Hatred Against God

The loss of faith among the bishops and priests is the great sin of our times, De Mattei stresses. Loss of faith produces blindness, a hardend heart, and indifference toward sin. As a consequence, hatred against God rises in the Church’s ministers. De Mattei explains that they are “too cowardly” in order to challenge God openly. Instead, they show their hatred against those who acknowledge the divine punishment of the sinner.

We Deserve God’s Punishment

De Mattei recounts the example of Saint Bishop Lupus of Troyes, France. When Attila, the king of the Hunns arrived in Troyes, Saint Lupus dressed in his pontifical vestments and confronted Attila at the helm of a procession asking him: “Who are you, who threatens this city?” Attila answered: “Don’t you know who I am? I am, called the scourge of God.” Lupus replied: “Well, then, welcome scourge of God because we deserve God’s punishment for our sins, but if is possible, hit me and spare the rest.” Attila left both unharmed, Troyes and Lupus.

Symbolic Results

The fact that Saint Peter’s in Rome is closed and will be closed for Holy Week, shows for De Mattei, that God has taken away the most important of all churches from the Supreme Pastor, while the Catholic people is straying in the darkness, devoid of that light of truth which should illuminate the world from St. Peter's. Quote, “How can we fail to see that the results of the coronavirus are a symbolic consequence of the Church's self-demolition?"

Reflexión al hilo del coronavirus. ¿Puede alguien pararlo



Intentando comprender la situación actual a la luz de la Palabra de Dios, me han venido a la mente varias cosas y he pensado que quizás fuese útil compartirlo.

En II Sm 24 y I Cro 21 se relata como el rey David después de pecar por haber hecho un censo, desconfiando así de Dios, el profeta Gad le dice de parte de Dios que elija un castigo entre: tres años de hambre, tres meses de derrotas ante los enemigos o tres días de peste. David elige tres días de peste porque es preferible caer en manos de Dios que caer en manos de los hombres. Antes de acabar los tres días, habiendo muerto ya 70.000 hombres, Dios inspiró  a David mayor arrepentimiento y pidió el castigo para sí y compasión para el pueblo; hizo un sacrificio y la peste cesó.
La oración, la penitencia, la conversión pueden cambiar el curso de los acontecimientos. Así lo atestiguan muchas veces las Escrituras además del caso del Rey David. Señalo a continuación dos ejemplos más:
  • la oración de intercesión de Moisés libró al pueblo de ser exterminado (Ex32, 7-14),
  •  y los habitantes de Nínive con su penitencia libraron a la ciudad de ser destruida (Libro de Jonás).
No sé si el coronavirus tendrá categoría para ser calificado de plaga bíblica, pero me recuerda el texto del Apocalipsis de las siete copas de la ira divina que en alguna de ellas se concluye diciendo “y blasfemaban el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria” (Ap. 16,9).

Aquí en España, vi una transmisión en TVE  de los carnavales de Canarias o Tenerife en la que se hizo una representación blasfema del pecado original de Adán y Eva. Los gobernantes actuales promueven una “ley de eutanasia” e insisten en corromper a los niños en los colegios y quieren dificultar la enseñanza de la religión  y de los centros religiosos.  Y por supuesto ni una pizca de arrepentimiento por las muchas leyes inicuas vigentes, divorcio, permisión de la pornografía, “matrimonio” de personas del mismo sexo, aborto…, recuérdese que sodomía y asesinato (aborto, eutanasia) son pecados que claman venganza al Cielo (Catecismo de la Iglesia Católica nºs 1867 y 2268).

En nuestra mano está orar, pedir perdón, ayunar, llamar a los demás a la conversión; también  a los poderosos, para que en vez de enorgullecerse de habernos traído el crimen y la degeneración, imiten por ejemplo al emperador Teodosio que se vistió de sayal en penitencia por la matanza de Tesalónica; o Enrique II de Inglaterra que incitó a matar al arzobispo Thomas Becket, hizo penitencia pública en Canterbury y después de una noche de vigilia junto a la tumba del mártir pidió perdón y fue flagelado por toda la comunidad de monje; suceso que fue conmemorado en vidrieras y manuscritos miniados  por la generación siguiente.

También las autoridades eclesiásticas podrían imitar al papa Pascual II que en un concilio en Letrán en marzo de 1116, refiriéndose a un privilegio que no debía haber concedido al emperador Enrique V, dijo públicamente: ”Obré como hombre, porque soy  polvo  y ceniza. Confieso que hice mal, pero os ruego a todos que oréis a Dios para que me perdone”.
Pedir perdón públicamente por permitir el adulterio al que llaman unión que no realiza plenamente el ideal, enseñar la ética de situación, que nos deja sin ley; pedir perdón por enseñar que el ateo sin fe puede salvarse, cuando la fe es el inicio de toda humana salvación y para acercarse a Dios es necesario creer que existe y es  remunerador, pues sin fe es imposible complacer a Dios (Heb 11,6); pedir perdón por permitir la idolatría (la pachamama) en el mismo Vaticano; pedir perdón por poner en duda la Omnipotencia de Dios y negar la multiplicación de los panes y peces por parte de Jesús; pedir perdón o aclarar lo que se ha pactado con China; pedir perdón por insultar como tontos a los que piden la definición dogmática de la Virgen María como Corredentora, pues los papas anteriores aunque no lo han definido, se lo plantearon y sí lo enseñaron con su Magisterio (el último, Juan Pablo II,  en las catequesis del 2-IV-1997 y 9 –IV-1997).
Dios permite el mal porque del mal saca bienes. Así, debido al coronavirus por ejemplo, muchas personas piensan en la fragilidad de la vida y esto facilita la conversión; la supresión de las clases en colegios, impide charlas LGTBI; puede favorecer la humildad y la liberación del sentimiento de autosuficiencia y omnipotencia, al ver como se trastoca en todo el mundo la economía, la vida social y cotidiana, debido a unos seres microscópicos. En Valencia se han aplazado las fiestas de fallas, de San José,  confiando poder celebrarlas más adelante. Lo que no consiguió D. Marcelino Olaechea, antiguo Obispo de Valencia,  que quería las fallas fuera del tiempo de Cuaresma, parece que este año puede conseguirlo el coronavirus; y con el cierre de cafeterías, cines, discotecas… esto se parece a  las cuaresmas antiguas donde cesaban los teatros, fiestas, bailes… y el “recuerda que eres polvo y al polvo volverás” lo hace presente el coronavirus.

En China, (que se nos pone como ejemplo,  tiene bandera roja – antes era un dragón que sigue siendo un símbolo nacional y muchos pueblos de China servían al Rey Dragón- y el padre Gobi ponía en boca de la Virgen que China es el  Dragón rojo del Ap. 12, 3) dicen que se ha logrado contener el virus y quizás esto suceda luego en el resto del mundo, pero quedaría como recordatorio y advertencia de lo que en cualquier momento puede volver a ocurrir.

Pidamos a Dios a quien sin su consentimiento no cae un pajarillo, ni un pelo, ni un virus (cf. Mt 10, 29-30) poder arrepentirnos, orar y hacer penitencia. Y si quienes tienen que hacerlo para parar las plagas no lo  hacen (pues sin fe consideran superadas la mentalidad bíblica y medieval y desterrada la palabra flagelo para hablar de éstas calamidades); éstas, al menos por la misericordia de Dios quizás a nosotros y a los nuestros no nos afecten o afecten menos.  
   
 Fco. Suárez pbr. Valencia

domingo, 15 de marzo de 2020

REFLEXIONES EN UN MOMENTO DE PRUEBA





El superior general de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, a todos los fieles bloqueados en sus hogares en Italia y que no pueden acceder a la Sagrada Eucaristía

Menzingen, 13 de marzo de 2020


Queridos fieles

Les envío algunas reflexiones simples en un momento de prueba y ciertamente difícil para todos ustedes.

Estoy particularmente cerca de ustedes en oración y en este momento me encantaría poder estar en Italia y visitarlos personalmente.

No sabemos cuánto durará la situación actual ni, sobre todo, cómo pueden evolucionar las cosas en las próximas semanas. Ante esta incertidumbre, la tentación más natural es buscar desesperadamente garantías y explicaciones en los comentarios e hipótesis de los más expertos y de los «expertos»: a menudo, sin embargo, estas hipótesis -que en este momento abundan por todos lados- se contradicen entre sí y aumentan la confusión en lugar de trae algo de serenidad. No podemos olvidar que esta incertidumbre es una parte integral de la prueba y debemos poder aprovecharla de la manera correcta.

Si la Providencia permite alguna calamidad o maldad, siempre lo hace para obtener un bien mayor que directa o indirectamente tiene que ver con el bien de nuestras almas. Sin esta premisa esencial, corremos el riesgo de volvernos locos, porque sin esta premisa una epidemia u otra calamidad o un inconveniente menor siempre nos encontrará sin preparación y permanecerán sin explicación.

¿Qué quiere el Señor que entendamos en este momento? ¿Qué quiere de nosotros en esta Cuaresma bastante especial en la que parece haber decidido qué sacrificios debemos hacer?

En primer lugar, ¡está claro que un microbio todavía es capaz de poner de rodillas a la humanidad en 2020, en la era de los grandes logros tecnológicos y científicos! Sobre todo, este microbio pone de rodillas el orgullo, ya que el hombre contemporáneo que puso su pie en la luna, los cables de fibra óptica en el fondo de los océanos, construyó los portaaviones, plantas de energía nuclear, rascacielos y computadoras, está indefenso frente a un microbio invisible. El ruido mediático de estos días y el miedo que podamos tener no deben hacernos perder esta lección profunda y fácil de entender para los corazones simples y puros que examinan los signos de los tiempos. La Providencia todavía enseña hoy a través de eventos. La humanidad vive, y cada uno de nosotros también es una oportunidad histórica para volver a la realidad, a la realidad real y no a la virtual.

Traducido a términos del Evangelio, este mensaje corresponde a las palabras de Jesús, quien nos pide que permanezcamos unidos a Él lo más estrechamente posible porque sin Él no podemos hacer nada y no podemos resolver ningún problema. Para eso están la incertidumbre, la espera y el sentimiento de impotencia. Sirven para buscarlo, para implorarlo, para pedirle perdón, para rezarle con más fervor y, sobre todo, para abandonarnos a Su Providencia. Es por eso que la dificultad actual tenía que coincidir con la Cuaresma: aprovechémosla al máximo.

La Providencia -con una pizca de ironía- también nos muestra los medios privilegiados de hacer esto: la ansiedad, la incertidumbre, el pánico del coronavirus luchan con otra corona, mucho más poderosa, la que nos une a la Santísima Virgen y al cielo. Especialmente en este momento cuando se hace extremadamente difícil acceder a los sacramentos, recitamos el Rosario en nuestros hogares con más frecuencia, con más fervor. No llenamos el tiempo con entretenimiento televisivo, sino que aprovechamos la oportunidad para transformar el arresto domiciliario en una especie de retiro alegre en la familia, durante el cual la oración adquiere el lugar, el tiempo y la centralidad que merece. Leamos el Evangelio de la A a la Z, meditemos con calma, escuchemos en paz.

¡No permitamos que el mundo entre en nuestros hogares ahora que las circunstancias e incluso las disposiciones gubernamentales nos separan del mundo! Se aprovechan. Démosle prioridad a los bienes espirituales que ningún microbio puede atacar: acumulamos nuestros tesoros en el cielo, donde ni la lombriz ni el óxido consumen. Porque, donde está nuestro tesoro, nuestro corazón también estará allí.

Finalmente, si por un lado vivimos la oportunidad ideal para meditar de una manera nueva y realizar un nuevo acto de confianza en la Divina Providencia, no debemos olvidar rezar por quienes sufren en este momento. Debemos recomendar al Señor a todos aquellos para quienes se acerca el día del juicio; igualmente debemos pedirle que se apiade de tantos contemporáneos que no pueden sacar las conclusiones correctas para su alma de los acontecimientos actuales. En una palabra para todos aquellos que desean salir de la casa para volver a la «normalidad», para comenzar la vida de nuevo, sin cambiar nada. No tiene por qué ser así. Las epidemias siempre han servido para acercar a las personas tibias a la práctica religiosa, al pensamiento de Dios, a la detestación del pecado. Tenemos el deber de pedir esta gracia para cada uno de nuestros conciudadanos,

No nos desanimemos: Dios no nos abandona. Termino dejándote meditar en las palabras llenas de confianza que la Santa Madre Iglesia pone en los labios del sacerdote en tiempos de epidemia:

«Oh Dios, que no quieres la muerte sino la conversión de los pecadores, vuelve tu mirada benigna a tu gente que regresa a ti y a ti es devota; con clemencia, líbralos de los azotes de tu ira «.

Los encomiendo a todos en al altar. Dios les bendiga.

Don Davide Pagliarani

Trump declara el próximo domingo como Día Nacional de Oración



El presidente de EEUU pide un acto de Fe a sus compatriotas para acabar con el coronavirus.

“Es un gran honor declarar el domingo 15 de marzo como Día Nacional de Oración. Somos un país que, a lo largo de nuestra historia, ha buscado en Dios protección y fortaleza en momentos como estos”, dijo Donald Trump a través de Twitter.

Hemos visto medidas de lo más variado a lo largo del globo para frenar el coronavirus, pero Trump, presidente de los EEUU desde 2016, ha recurrido a la más importante para los creyentes, la oración.

Ayer por la noche animaba a todos los americanos a realizar un acto de fe, rezando el próximo domingo para buscar protección y fortaleza en Dios.

“No importa dónde estés, te animo a que recurras a la oración en un acto de fe. ¡Juntos, vamos a prevalecer fácilmente!”, Dijo el mandatario estadounidense en un segundo tuit.


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¡Bravo por Trump!

sábado, 14 de marzo de 2020

"Serás un hombre, hijo mío”, de Rudyard Kipling


 
Original en inglés: (Obsérvese la rima)

«If»

If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don’t deal in lies,
Or being hated, don’t give way to hating,
And yet don’t look too good, nor talk too wise:

If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two impostors just the same;
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build ’em up with worn-out tools:

If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: ‘Hold on!’

If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds’ worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that’s in it,
And—which is more—you’ll be a Man, my son!

Rudyard Kipling

TRADUCCIÓN LIBRE (PERSONAL)

 "Si ..."
 
Si puedes mantener tu cabeza cuando todos a tu alrededor 
la han perdido y te culpan por ello, 
si puedes confiar en ti mismo cuando todos dudan de ti 
pero siendo, también, indulgente con sus dudas; 
si puedes esperar y no cansarte por la espera,
o siendo engañado no engañar
o siendo odiado no dar lugar al odio
y además, no apareces como demasiado bueno 
ni hablas como demasiado sabio.

Si puedes soñar - y no hacer de los sueños tu maestro;
si puedes pensar - y no hacer de los pensamientos tu objetivo, 
si puedes encontrarte con el triunfo y el desastre
y tratar por igual a los dos impostores;
si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por granujas que engañan a los tontos,
o ver rota la obra de tu vida
y agacharte y reconstruirla con viejas herramientas.

Si puedes amontonar todas tus victorias
y arriesgarlas, en un solo turno, a la rayuela, 
y perder y comenzar otra vez desde el principio,
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, tus nervios y tendones
para jugar tu turno tiempo después de lo pasado,
y mantenerte así cuando nada hay en tí,
salvo la voluntad que les dice: “¡resiste!”

Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes, sin perder el sentido común,
si ni enemigos ni fieles amigos pueden dañarte,
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes rellenar el inexorable minuto
con los sesenta segundos de trabajo que lo recorren,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella;
y -lo que es más- serás un hombre, ¡hijo mío!


Rudyard Kipling

viernes, 13 de marzo de 2020

Actualidad comentada׃ "Dios en tiempos de coronavirus" (Padre Santiago Martin)



Duración 9:10 minutos

El sol baila sobre Roma, la larga cuaresma del Papa Francisco, el Vaticano cerrado y todo funciona, cardenales y cardenales (Specola)




Los romanos son muy propensos a creer en los augurios y mucho más en estos tiempos de coronavirus que están sometiendo a la ciudad eterna a una dura y larga cuaresma que no parece tener fin. 

Ayer pudimos ver un extraño fenómeno solar, como los que se producen en Medjugorge, sobre Roma. Es nuestra imagen de hoy. La historia es el tiempo de Dios y el tiempo de la salvación que se puede hacer presente como quiere y cuando quiere. Hemos de vivir estos momentos con la máxima tranquilidad y esperar que nos ayuden a mirar hacia el cielo. Ayer en Roma muchos miraron hacia el cielo, donde un extraño sol iluminaba el silencio romano. ‘Cuando no hace daño es de Dios’, suelen decir los viejos del lugar y así lo interpretaron: el virus tiene tintes mucho más demoniacos y sigue su expansión, según su naturaleza, ignorando las fronteras y las leyes humanas.

Impresiona ver el Vaticano cerrado, que a los más ancianos recuerda los tiempos de la segunda guerra mundial, pero ahora sin soldados ruidosos inundando la ciudad. Los jefes de dicasterio no saben qué hacer; de hecho, el Vaticano está cerrado, sus oficinas y organismos; y muchos trabajadores se han quedado en sus casas. El trabajo no se resentirá mucho, porque mucho no era, no creemos que se hunda el mundo si prescindimos de los auguri de pascua que tanto trabajo dan a las secretarías de sus eminencias y excelencias. 

El virus nos está demostrando la inutilidad de los miles de organismos e instituciones tanto civiles como eclesiásticas que no sirven para nada y nos cuestan una fortuna. El cierre de algunas conferencias episcopales y de la misma curia romana esta sirviendo para ‘tranquilizar’ a los sacerdotes y los fieles y podernos centrar en la oración y en la caridad y dejarnos de diálogos en la estratosfera, de sínodos sobre sínodos y de pachamamas.

Siempre hemos defendido que el Vaticano es un estorbo, y no pequeño, para la verdadera misión de la Iglesia. La Iglesia no se puede convertir en enormes estructuras que aplastan a los verdaderos trabajadores del evangelio. Alemania es el ejemplo más sublime. El crecimiento anormal y costoso de las enormes curias diocesanas, de las conferencias y no digamos de la curia romana, que hemos sufrido en el periodo post conciliar, se está demostrando inútil y dañino. 

En estos pocos días que llevamos sufriendo el coronavirus los salvadores de la humanidad han desaparecido y se encuentran en sus madrigueras esperando a que pase el peligro para marear de nuevo a tiempo y a destiempo. Lo que los fieles cristianos necesitamos son sacerdotes que estén a nuestro lado para celebrar la Eucaristía, perdonar los pecados y administrar los sacramentos. Todo lo demás, si ayuda, bienvenido sea; pero vemos que suele ser un enorme estorbo del que hay que protegerse. Son tiempos en los que tenemos enormes edificios de oficinas y nuestras catedrales con museos, nuestras iglesias cerradas y nuestros monasterios vacíos.

El virus, por su propia naturaleza, es muy democrático y no hace distinciones de raza, de condición social o económica, y anida donde quiere y cuando quiere. No necesita que derribemos muros ni que le construyamos puentes. No entiende si la iglesia está en salida o en entrada, subiendo o bajando, no respeta ni los todopoderosos poderes del mundo, ni los engolados poderes sagrados. Hace lo que tiene que hacer y para defendernos tenemos que seguir sus reglas porque el virus nunca seguirás las nuestras. Además de democrático es muy poco dialogante. No hay forma de que entre en razón y se contagia sin escuchar consejos ni recomendaciones, no sabe de estrategias políticas ni de crisis económicas. En un mundo que pretende cambiar las leyes de la naturaleza con leyes positivas nos hemos encontrado con el enemigo perfecto y a nuestra medida, la naturaleza vírica en estado puro.

No podemos perder de vista, aunque nuestros obispos cobardeen, que detrás de todo, y también del coronavirus, está la providencia de Dios sobre nuestras vidas. No es cosa de ponerse apocalípticos pero tampoco de ignorar que Dios existe y se hace presente. Son momentos de intensificar la oración; las cuarentenas forzadas nos facilitan un tiempo maravilloso, tiempo de descubrir tantas cosas como tenemos olvidadas en nuestras vidas y preocuparnos de la salud del alma a la vez que lo hacemos de la del cuerpo que, al fin, es caduco.

Estamos viviendo momentos inéditos y complejos en donde no es fácil tomar las decisiones adecuadas. Son tiempos de salvación y son los nuestros. Todo apunta a que estamos al inicio y que será una batalla dura, larga y con caídos en combate. Nos llegan noticias de obispos y sacerdotes que empiezan a contraer la enfermedad. En el Vaticano el miedo se ve en los rostros. Los mayores son los más afectados y aquí tenemos muchos; basta ver las edades de los miembros del Sacro Colegio para darnos cuenta del peligro, más que evidente, en que nos encontramos.

Las noticias de hoy nos informan de que el proceso a Pell se alarga y durará unos meses más en que el cardenal sigue encarcelado. Hay momentos en que la cárcel es el lugar más digno y el cardenal está demostrando una fortaleza inusual entre sus hermanos purpurados, en una situación injusta e incompresible, o quizás demasiado compresible. Y hablando de cardenales, el cardenal electricista está demostrando, una vez más, tener muy pocas luces y ha sido detenido por la policía italiana cuando se dirigía a llevar comidas a los indigentes de la zona de la estación Termini incumpliendo todas las normas sanitarias, las normales y las del virus, otro triste episodio que poco ayuda a los necesitados y dice mucho de protagonismos inútiles.

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.»

Buena lectura.

Specola

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jueves, 12 de marzo de 2020

El resultado de la apelación del cardenal Pell se conocerá en unos meses

INFOVATICANA


Se retrasa la resolución.

La Alta Corte australiana ha decidido hoy posponer la sentencia de apelación del cardenal George Pell contra la condena por abusos sexuales con menores, informa Marco Tosatti en Stilum Curiae.

Por tanto, la decisión, que supone el último tren para demostrar la inocencia del purpurado, no se espera sino hasta dentro de unos meses.

Continua así del purpurado, condenado en base a la denuncia de una presunta víctima miembro del coro de la catedral, donde supuestamente sucedieron los hechos.

Pell permanecerá en prisión, mientras siete de los mejores jueces australianos deliberan su destino.

miércoles, 11 de marzo de 2020

ORACIÓN DEL GENERAL MAC ARTHUR



Dios Padre,
dame un hijo que sea lo bastante fuerte
como para tener conciencia
de sus debilidades,
lo bastante valiente
para recobrarse de su ánimo cuando tenga miedo.

Un hijo que sepa aceptar con nobleza
la derrota honrosa
y ser sencillo y generoso con la victoria.

Dame un hijo
que tenga el corazón y la cabeza en su sitio.
Un hijo que te conozca
y sepa que el conocerte a Tí
es la piedra angular de la sabiduría.

Te lo pido, Señor;
no le lleves por los caminos fáciles,
sino por los senderos erizados de obstáculos y dificultades.
Enséñale a permanecer fiel en las tormentas
y a compadecerse de los que han caído.

Dame un hijo, Señor, de corazón puro,
con aspiraciones elevadas,
que sepa ser dueño de sí mismo
antes de querer mandar sobre los otros,
que sepa reír sin olvidar cómo se llora,
que mire el porvenir
sin perder de vista el pasado.

Y cuando tenga todo esto
añádele, Señor, te lo suplico,
unas gotas de buen humor
para que sepa mantenerse siempre sereno,
sin tomar nunca las cosas por el lado trágico.

Dale humildad para que recuerde siempre
la comprensión de la verdadera sabiduría
y la serenidad de la auténtica fortaleza.
Gracias, Señor.

Entonces yo, su padre
me atreveré a confesarme a mí mismo:
¡No has vivido en balde!

Los días de los Benedictinos en el Valle de los Caídos están contados



La coalición gobernante de izquierda y extrema izquierda en España tiene previsto modificar la situación jurídica del Valle de los Caídos para poder expulsar a los monjes benedictinos que se han ocupado del santuario desde hace más de 40 años.

Pedro Sánchez los aborrece y los considera como los custodios de la memoria del odiado "dictador", el general Francisco Franco. ¿A quién nos referimos? A los religiosos del Valle de los Caídos: monjes benedictinos pertenecientes a la Congregación de Solesmes, cuya vocación es pasar el día en oración, trabajo y recibiendo a los peregrinos.

El gobierno español está decidido a expulsar a los religiosos del santuario. Para lograr esto, la vicepresidenta primera del gobierno, Carmen Calvo, está trabajando arduamente, y con un celo inusual, en un proyecto de ley cuyo objetivo es derogar todos los decretos que han regido desde 1957 el estatuto de la Abadía de la Santa Cruz de los Caídos.

Pedro Sánchez, por su parte, afirmó que su intención no es limpiar el lugar de toda presencia católica, sino encontrar una "alternativa" a la gestión actual del Valle de los Caídos, en colaboración con el Cardenal Arzobispo de Madrid, Monseñor Carlos Osoro Sierra, un prelado con una actitud bastante complaciente hacia el gobierno.

El poder ejecutivo tiene previsto aprobar la nueva norma antes del verano. Los días de los Benedictinos en el Valle de los Caídos están contados.

martes, 10 de marzo de 2020

Mi canto de hoy (Santa Teresita del Niño Jesús)


ORIGINAL EN FRANCÉS


MI CANTO DE HOY

1. Mi vida es un instante , una efímera hora,
momento que se evade y que huye veloz.
Para amarte, Dios mío, en esta pobre tierra
no tengo más que un día:
¡sólo el día de hoy!

2. ¡Oh, Jesús, yo te amo! A ti tiende mi alma.
Sé por un solo día mi dulce protección,
ven y reina en mi pecho, ábreme tu sonrisa
¡nada más que por hoy!

3. ¿Qué me importa que en sombras esté envuelto el futuro?
Nada puedo pedirte, Señor, para mañana.
Conserva mi alma pura, cúbreme con tu sombra
¡nada más que por hoy!

4. Si pienso en el mañana, me asusta mi inconstancia,
siento nacer tristeza, tedio en mi corazón.
Pero acepto la prueba, acepto el sufrimiento
¡nada más que por hoy!

5. ¡Oh Piloto divino, cuya mano me guía!,
en la ribera eterna pronto te veré yo.
Por el mar borrascoso gobierna en paz mi barca
¡nada más que por hoy!

6. ¡Ah, deja que me esconda en tu faz adorable,
allí no oiré del mundo el inútil rumor.
Dame tu amor, Señor, consérvame en tu gracia
¡nada más que por hoy!

7. Cerca yo de tu pecho, olvidada de todo,
no temo ya, Dios mío, los miedos de la noche.
Hazme un sitio en tu pecho, un sitio, Jesús mío,
¡nada más que por hoy!

8. Pan vivo, Pan del cielo, divina Eucaristía,
¡conmovedor misterio que produjo el amor!
Ven y mora en mi pecho, Jesús, mi blanca hostia,
¡nada más que por hoy!

9. Uneme a ti, Dios mío, Viña santa y sagrada,
y mi débil sarmiento dará su fruto bueno,
y yo podré ofrecerte un racimo dorado,
¡oh Señor, desde hoy!

10. Es de amor el racimo, sus granos son las almas,
para formarlo un día tengo, que huye veloz.
¡Oh, dame, Jesús mío, el fuego de un apóstol
nada más que por hoy!

11. ¡Virgen inmaculada, oh tú, la dulce Estrella
que irradias a Jesús y obras con él mi unión!,
deja que yo me esconda bajo tu velo, Madre,
¡nada más que por hoy!

12. ¡Oh ángel de mi guarda, cúbreme con tus alas,
que iluminen tus fuegos mi peregrinación!
Ven y guía mis pasos, ayúdame, ángel mío,
¡nada más que por hoy!

13. A mi Jesús deseo ver sin velo, sin nubes.
Mientras tanto, aquí abajo muy cerca de él estoy.
Su adorable semblante se mantendrá escondido
¡nada más que por hoy!

14. Yo volaré muy pronto para ensalzar sus glorias,
cuando el día sin noche se abra a mi corazón.
Entonces, con la lira de los ángeles puros,
¡yo cantaré el eterno, interminable hoy!

Teresa de Lisieux

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NOTAS a MI CANTO DE HOY 



-  Fecha: 1 de junio de 1894. 
- Compuesto para: María del Sagrado Corazón, a petición suya, para su santo. 
- Melodía: Himno a la Eucaristía «Dieu de paix et d'amour», o bien Une religieuse à son crucifix.



Esta poesía nació de una conversación con María del Sagrado Corazón en la primavera de 1894. Teresa expresa los pensamientos de ambas con ocasión de la onomástica de su hermana mayor. 

La imagen, la actitud del alma, se va desarrollando de manera armoniosa y sin violencias a lo largo de todo el poema: la de un ser débil que nada puede prometer ni pedir para mañana, pero que vive entregado totalmente a Dios, confiado en su gracia. 

Esta poesía, de una gran riqueza, reúne, como en un manojo, varios de los grandes temas preferidos de Teresa. El lenguaje es sencillo, con imágenes que le son familiares a Teresa, y el entusiasmo va creciendo poco a poco, conservando sin embargo su sencillez, gracias al estribillo: «Nada más que por hoy». La última estrofa es típicamente teresiana con su vuelo potente y definitivo. Es innegable una tonalidad lamartiniana, que refleja los gustos de María del Sagrado Corazón. Pero a la observación negativa del poeta: «Sólo tenemos el día de hoy» (L'Homme), Teresa responde de forma positiva: «Lo que cuenta para nosotras es el día de hoy», ese día de hoy que nos trae su gracia. Hay que subrayar la coherencia de esta poesía con toda la vida de Teresa. Además de Lamartine, puede notarse también el parentesco con una hoja, «Mi hoy», que Teresa conservaba en un libro de uso corriente. Pero el enfoque supera aquí la perspectiva de paciencia en el sufrimiento a que se limita el texto de esa hoja.