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viernes, 14 de diciembre de 2018

Robert Spaemann, el último gran filósofo católico (Sandro Magister)



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Era el filósofo más cercano a Benedicto XVI, su amigo y coetáneo. Falleció el 10 de diciembre a los 91 años, a la luz del tiempo de Adviento.
Pocas líneas más abajo extractamos un perfil elaborado por uno de sus discípulos más fieles, Sergio Belardinelli, profesor de Sociología de los Procesos Culturales en la Universidad de Boloña y coordinador científico del “Proyecto Cultural” de la Conferencia Episcopal Italiana, en los años de presidencia del cardenal Camillo Ruini.
Pero hay que destacar que Spaemann era filósofo, aunque también hombre de Iglesia, católico íntegro, muy severo con las derivaciones del actual pontificado, especialmente después de la publicación de “Amoris laetitia”.
En sus últimas intervenciones públicas relampaguean estos juicios sobre el tiempo presente de la Iglesia:
“El papa Francisco no ama la claridad unívoca. Su respuesta es tan ambigua que cada uno puede interpretarlo, y lo interpreta, a favor de la propia opinión. Sólo quiere “hacer propuestas”. Pero contradecir las propuestas no está prohibido. A mí me parece que se lo debe contradecir enérgicamente”.
“Al papa Francisco le gusta equiparar a quien es crítico con su política con los que ‘se han sentado en la cátedra de Moisés’. Pero de este modo el golpe vuelve hacia quien lo ha arrojado. Eran precisamente los escribas los que defendían el divorcio y derivaban reglas sobre éste. Los discípulos de Jesús, por el contrario, estaban desconcertados por la severa prohibición del divorcio por parte del Maestro”.
“En la Iglesia crecen la incertidumbre, la inseguridad y la confusión: desde las conferencias episcopales hasta el último párroco en la jungla”.
“El caos ha sido instituido en principio con un golpe de pluma. El Papa habría debido saber que con un paso así divide a la Iglesia y la lleva hacia un cisma. Este cisma no residiría en la periferia, sino en el corazón mismo de la Iglesia”.
Dos de sus entrevistas tomadas por Settimo Cielo:
Éste es el perfil de Spaemann que su discípulo Belardinelli publicó el 12 de diciembre en el diario “Il Foglio”.
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Un verdadero maestro que obligaba a pensar
por Sergio Belardinelli
Con Robert Spaemann se va un verdadero maestro, uno de los pocos todavía en circulación. Por eso el luto es todavía más grande.
Pensador católico, discípulo de Joachim Ritter, Spaemann consideraba la fiosofía como un verdadero ejercicio de “ingenuidad institucionalizada”. En un mundo complejo, repetía con frecuencia, ¿qué otra cosa debe hacer un filósofo si no decir en voz alta lo que está a la vista de todos y que nadie dice? Por esto parangonaba al filósofo con la niña de la célebre fábula de Andersen. Es natural entonces que algún poderoso se haya resentido.
Su reflexión ha girado sustancialmente en torno a dos órdenes de problemas.
El primero se refiere a la conciencia moderna, a su grandeza, pero también a sus límites y su crisis;
El segundo se refiere a la reposición de la teleología y del derecho natural, en consecuencia del concepto de persona, como criterios a la luz de las cuales se deberían afrontar los temas más ardientes de la ética y de la política contemporánea: los problemas ecológicos, los problemas bioéticos, los de la educación y los referidos a la salvaguarda del Estado de derecho en una sociedad cada vez más funcionalizada, sólo para citar algunos temas, ciertamente centrales en muchas de sus obras.
Su confrontación con los clásicos del pensamiento moderno y contemporáneo, desde Descartes a Kant, desde Rousseau a Marx, desde Hobbes a los iluministas escoceses, hasta Nietzsche, Habermas o Luhmann, siguió siempre más o menos el mismo esquema:
- en primer lugar una confrontación crítica, dirigida a penetrar su pensamiento que una y otra vez estaba en el centro de su atención, mostrando la importancia, pero también las dificultades y los límites;
- posteriormente la confrontación se convertía, por así decir, en constructiva y, gracias sobre todo a la ayuda de los clásicos más antiguos, en particular Platón y Aristóteles, pero también san Agustín y santo Tomás de Aquino, señalaba cómo ciertas dificultades podían ser superadas y al mismo tiempo valorizadas.
Diría que ha sido éste el estilo inconfundible de Robert Spaemann.
Que se hablara de racionalidad del obrar, de la racionalidad del poder, de Dios, de justicia, del sentido de la educación o de la necesaria salvaguarda de la naturaleza y de la naturaleza humana, Spaemann impactaba siempre por la claridad y la profundidad de sus argumentaciones, por la capacidad de hacerse guiar por la cosa misma con una libertad y una radicalidad de pensamiento verdaderamente impresionantes, sorprendentes, directamente inquietantes.
El suyo era un estilo que inspiraba confianza y obligaba a pensar, permaneciendo durante años – al menos para mí – como fuente de inspiración inagotable.
Sandro Magister

Gotti-Tedeschi: “Nunca había visto tal división en el mundo católico como ahora” (Carlos Esteban)


ETTORE GOTTI TEDESCHI

La experiencia esencial de estos casi seis años de pontificado de Francisco ha sido “una discontinuidad que corre el riesgo de degenerar en ruptura”, asegura el economista Ettore Gotti-Tedeschi, ex responsable del banco vaticano, el IOR, en entrevista concedida a la publicación alemana online Kath.net.

El banquero y autor Ettore Gotti-Tedeschi se ha mostrado muy crítico y alarmado con la actual deriva de la Iglesia en una entrevista concedida a Kath.net, en la que ha advertido del peligro de un cisma al calificar el pontificado de Francisco como caracterizado de “una discontinuidad que corre el riesgo de degenerar en ruptura”.

La base de esta crisis, de este peligro, no la ve Gotti-Tedeschi en escándalos como los que han estallado este verano sobre encubrimiento de abusos sexuales de clérigos, sino que tiene un origen más profundo, teológico. Está en la sustitución de la teología tradicional por lo que llama “la Iglesia de Karl Rahner”, una hermenéutica encapsulada en el libro de Walter Kasper ‘Jesús el Cristo’.

Para el economista, el riesgo de ruptura es especialmente agudo y visible “en lo que se refiere a referencias arriesgadas a la Virgen María, cómo alcanzar la salvación, el pecado original, etc. Nunca había visto tal división en el mundo católico como ahora. Temo que en el futuro el ecumenismo tendrá que centrarse esencialmente en la esfera interna del catolicismo”.

Gotti-Tedeschi advierte ya en la ‘carta programática’ del pontificado, Evangelii Gaudium, un énfasis en los procesos sobre las respuestas doctrinales, de un ‘acompañamiento’ que bordea el subjetivismo y que amenaza con convertir el ‘hospital de campaña’ que, en palabras de Francisco, debe ser la Iglesia en un ‘cementerio de católicos’.
El riesgo mayor, el más inmediato, cree el banquero, afecta al ataque a la naturaleza de los sacramentos, que califica de “provocación gnóstica”, y añade que “de Don Nicola Bux he aprendido que uno no bromea con los sacramentos, porque son queridos por Dios, que se hizo hombre, y son como un juego de dominó, en el sentido de que si ‘cae’ uno, caen todos”.

Don Nicola Bux, prestigioso teólogo vaticano, advirtió en su día, al respecto de las dudas planteadas por cuatro cardenales sobre el Capítulo VIII de la exhortación papal Amoris Laetitia que urgía responderlas, a riesgo de poner en cuestión tres sacramentos: matrimonio, Eucaristía y confesión.

Carlos Esteban

Juicio de brujas contra Pell: "Asombro total" por condena falsa



Hubo un “asombro total” en la sala del tribunal después que un Jurado de Melbourne condenó el 11 de diciembre al cardenal George Pell, informó la página web LifeSiteNews.com.

Los que estaban presentes en la sala del tribunal hablaron de una “injusticia terrible” cuando la parte acusadora presentó solamente un único denunciante y ninguna otra evidencia.

Se presume que Pell abusó de dos niños de coro durante su desempeño oficial en la catedral de Melbourne en 1997, aunque la ubicación y las circunstancias hacen imposible que esto pudiera haber ocurrido. Pell no estaba viviendo cerca de la catedral.

Las acusaciones insensatas fueron puestas en circulación primero por Louise Milligan en su libro “Cardinal: The Rise and Fall of George Pell” [El cardenal: el surgimiento y la caída de George Pell], al que el prestigioso crítico literario Peter Craven llamó un “intento de 384 páginas de una profecía autocumplida” y “un caso que ha sido montado para un juicio de brujas”.

Angela Shanahan, una columnista del The Australian, escribió que la caza de brujas de los medios de comunicación contra el cardenal Pell “nunca le permitirá tener un juicio justo”, agregando que “cualquier evidencia real de mala conducta se ha convertido a la larga en una consideración secundaria en el ambiente”.

Amanda Vanstone, una ex embajadora austrialiana en el Vaticano, llamó al frenesí mediático que envolvía a Pell en mayo de 2017 “el punto más bajo en el discurso civil a lo largo de mi vida” y “de ninguna manera mejor que una muchedumbre de linchamiento propia de las edades oscuras”.

La sentencia contra Pell está prevista para febrero de 2019. Él está esperando un tiempo de cárcel de hasta 14 años. Sólo después que haya sentencia se le permitirá apelar simplemente sobre cuestiones técnicas.

Un segundo juicio conocido como el “juicio de los nadadores” comenzará en los primeros meses del 2019. Pell está acusado de haber “ofendido sexualmente” a dos niños mientras jugaban en una pileta de natación pública y controlada hace más de cuarenta años.


Más detalles sobre la condena secreta del inocente cardenal Pell



La falsa condena del cardenal George Pell el 11 de diciembre – informó ayer en.news – estuvo basada en un veredicto unánime del jurado, escribe el 12 de diciembre la página web anti-iglesia TheDailyBeast.com.

El cardenal fue encontrado “culpable” de haber abusado homosexualmente a dos niños del coro en Melbourne en la década pasada de los años ’90, cuando él era arzobispo de Melbourne, aunque dada la ubicación, es imposible que esos abusos pudieran haber ocurrido.

El juicio está todavía bajo una orden mordaza en Australia, que impidió que se hicieran públicos los detalles del juicio secreto.

A lo largo del tiempo Pell repitió sus negaciones vehementes y consistentes de todas y cada una de las acusaciones.

Un segundo juicio conocido como “el juicio nadador” comenzará en los primeros meses de 2019. Pell está acusado de haber “ofendido sexualmente” a los niños que estaban jugando en una pileta de natación pública en Ballarat (Victoria) hace más de cuarenta años, aunque no hay testigos que corroboren el hecho.

La condena de Pell es resultado de la permanente farsa de abusos, la cual considera que los sacerdotes son culpables antes de probar su inocencia, aunque la incidencia de los abusos sexuales entre el clero católico es mínima.

jueves, 13 de diciembre de 2018

El obispo de Buffalo ordena que destruyan las pruebas de un posible milagro eucarístico



Una Hostia consagrada que cayó accidentalmente al suelo en una iglesia de la diócesis de Buffalo, en Estados Unidos, empezó a sangrar después de que el sacerdote la dejara en agua para su disolución, pero el obispo Richard Malone, avisado del caso, ordenó que se deshicieran de la forma.

Durante una misa a finales de noviembre en la Iglesia de San Vicente de Springbrook, en la diócesis de Buffalo, en el estado de Nueva York, una Hostia consagrada cayó accidentalmente al suelo. El párroco, padre Karl Loeb, encarga a un diácono que la recoja y la sumerja en agua en un caliz de ablución para que se disuelva naturalmente, y la guarda en el sagrario. El 30 de noviembre, el padre Loeb descubre que de la Hostia emana un líquido rojizo. ¿Milagro? Nunca lo podremos saber.

Y es que, avisados inmediatamente por el padre Loeb, el obispo titular, Richard Malone, y su auxiliar, Edward Grosz, acuden a contemplar el caso e inmediatamente ordenan al párroco que se deshaga de la forma. “Cristo ya no está presente aquí”, dijo Su Ilustrísma para justificar su orden, que el sacerdote cumplió con marcada reticencia, no sin antes fotografiar el cáliz con la Hostia sangrante. Esa es, al menos, la historia que ha compartido una feligresa, Mary Ellen Sanfilippo, con Church Militant.

Los milagros eucarísticos no son frecuentes, pero tampoco absolutamente insólitos en la Historia de la Iglesia. Se supone que son una extraordinaria gracia para fortalecer la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, verdadero pilar de la práctica católica. Desde el milagro, en el siglo VIII, acaecido en Lanciano, donde la Hostia se convirtió en Carne viva y el vino consagrado en Sangre viva delante de los asombrados ojos del sacerdote -Hostia y vino sometidos en la actualidad a rigurosos análisis-, hasta el de Chirattakonam, en la India, se han dado numerosos de estos prodigios.

Por eso resulta sorprendente, por decir poco, que el obispo se haya negado, al menos, a investigar el incidente y, en su caso, descartar al menos la posibilidad del milagro. ¿Qué puede provocar este escandaloso desprecio por lo sobrenatural, o por la posibilidad de lo sobrenatural?

La Diócesis de Buffalo en general y el obispo Malone en particular han estado en el foco de los medios durante la crisis de la pedofilia clerical, como una de las diócesis menos transparentes en el manejo de los casos de abusos, y se acusa a Malone de haber mantenido en ejercicio a sacerdotes acusados de forma creíble de haber protagonizado abusos a menores.

Carlos Esteban

lunes, 10 de diciembre de 2018

Noticias varias 9 de diciembre de 2018



THE JOSÍAS

Vatican II and Crisis in the Theology of Baptism: Part I (Thomas Pink)



El Vaticano apoya un pacto global que prevé libre acceso al aborto (Carlos Esteban)

El Papa Francisco de visita a la Inmaculada y el Messaggero, los hechos son los hechos, global compact Vaticano, el biblista Ravasi. (Specola)

IPSI GLORIA

Al menos hoy nadie degüella obispos

EL ORIENTE EN LLAMAS

Los tontos útiles del catolicismo liberal.

SECRETUM MEUM MIHI

Vaticano enfrentado con pequeñas órdenes de monjas francesas

Vivíamos engañados: El diario que Francisco lee sí es Il Messaggero y no la Repubblica

INFOCATÓLICA

 Edición del genoma: indignación mundial sobre los bebés modificados genéticamente

La cámara baja irlandesa aprueba el proyecto de ley de legalización del aborto extremo

Mujer ataca con ácido sulfúrico a sacerdote mientras confesaba

[por aquello de que los malos son los hombres por el hecho de ser hombres; y las mujeres buenas, por el hecho de ser mujeres: algo no cuadra cuando leemos esta noticia, como infinidad de noticias más que nunca salen en los medios del Estado totalitario que tenemos y que sólo hablan de violencia machista, cuando esta violencia tiene lugar también de las mujeres hacia los hombres. Es el intento de engañar y de manipular a la gente lo que único que cuenta, por desgracia ... y no la verdad de los hechos]

Selección por José Martí

El Vaticano apoya un pacto global que prevé libre acceso al aborto


El Vaticano ha declarado su apoyo entusiasta al Global Compact elaborado por la ONU, que convierte la libre migración en un ‘derecho fundamental’, como no podía ser menos visto el entusiasmo inmigracionista de la moderna jerarquía. El problema es que el pacto internacional prevé garantizar ‘derechos reproductivos’ y acceso libre al aborto y recoge numerosos puntos de la agenda LGBT.

La Santa Sede participará con otros gobiernos de todo el mundo en la Conferencia Intergubernamental para Adoptar el Pacto Global para la Migración Segura, Ordenada y Regular que se celebrará en Marrakech entre el 10 y el 11 de diciembre. El Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral ya ha expresado, en nombre del Estado Vaticano, el apoyo de Roma a este primer acuerdo coordinado por las Nacionales Unidas sobre inmigración, aprobado por su Asamblea General el mes pasado.

Parece lógico que, dada la machacona insistencia de Su Santidad en defender la inmigración masiva de África hacia Europa, sin distinción entre legales e ilegales, refugiados e inmigrantes económicos, ni restricción de número, la Santa Sede abrazara con entusiasmo el Pacto Global que ha presentado la ONU y que representa la mayor ofensiva explícita contra el derecho de los Estados a controlar sus fronteras. De hecho, el texto repite la palabra ‘derechos’ en 112 ocasiones, la mayoría para expresar un supuesto derecho humano a migrar desde cualquier país a cualquier otro.

Hay muchos aspectos por los que este entusiasta apoyo resulta preocupante, y no solo porque representa un alejamiento de la postura tradicional de la Iglesia a los derechos de los Estados. De hecho, el gobierno del país que rodea al Estado vaticano, ya ha expresado su decisión de no adherirse al Pacto, representando al hacerlo a una mayoría de católicos italianos. De hecho, no son pocos ni de poco peso los países que ya se han pronunciado contra el Pacto, como Estados Unidos y, en la propia UE, Hungría y Polonia.

Pero nada de esto, ni siquiera el hecho de que el cumplimiento del Pacto prevé que se vulnere la libertad de expresión con respecto a la inmigración, haciendo punible toda crítica, es lo más preocupante. Lo es, en cambio, el hecho de que el abigarrado texto contenga referencias a los ‘derechos reproductivos’ de los inmigrantes, incluyendo el fácil acceso al aborto, y a otras disposiciones al dictado del ‘lobby LGBT’.

El Vaticano, como no podía ser menos, ha presentado “reservas y comentarios” sobre las secciones del pacto que incluyen la distribución de condones y los “servicios de salud reproductiva y sexual”, que incluirían el aborto. La Santa Sede ha señalado que estas provisiones “ni representan un lenguaje consensuado en la comunidad internacional ni están en línea con los principios católicos”. Aun así, el Vaticano urge entusiasta a la adopción por parte de todos los Estados del texto elaborado por la ONU.

¿Estamos otra vez a punto de caer en la trampa de la ‘túnica inconsútil’? ¿Se nos animará de nuevo a los católicos a “no obsesionarnos” por las políticas de vida y familia? Cuando, a principios de su pontificado, Francisco sorprendió a los fieles con esta recomendación, encontramos el medio de justificarla. Es obvio que la Iglesia comparte con los seguidores de la Ley Natural la defensa de la familia y la vida, y que ni la defensa de la vida desde la concepción a la muerte natural ni la oposición al llamado ‘matrimonio homosexual’ eran cuestiones específicamente católicas. La misión primordial de la Iglesia es predicar la salvación y el mensaje de Cristo. Las consecuencias morales de este mensaje se deducen del mismo.
Pero lo que hemos visto en años posteriores es que sí hay asuntos ajenos al núcleo de la fe con los que hay que obsesionarse, como el cambio climático o la inmigración masiva; asuntos, por lo demás, que solo dudosamente pueden deducirse en la actual concreción de los principios cristianos y que, en algún caso, suponen un alejamiento de la postura tradicional.


Carlos Esteban

sábado, 8 de diciembre de 2018

Noticias varias 8 de diciembre de 2018 (Belenes en colegios, María inmaculada, VOX, ...)



INFOCATÓLICA




INFOVATICANA


‘Insieme’: ¿prepara el Vaticano una Democracia Cristiana 2.0?  ¿Es católico votar a VOX? (Carlos Esteban)

Selección por José Martí

Actualidad comentada: "Los riesgos del momento presente" - Padre SANTIAGO MARTIN F.M


Duración 10:54 minutos

Francisco insiste en su último vídeo en que ‘adaptemos’ el lenguaje de la fe al del mundo (Carlos Esteban)


Duración 1:01 minutos

El Papa, en el vídeo recién publicado sobre su intención mensual, vuelve a insistir en la necesidad de ‘adaptar’ el lenguaje del Evangelio a la audiencia moderna, una receta que lleva medio siglo revelando su ineficacia.

Ha salido el vídeo con la intención del Papa de este mes, ‘Al servicio de la transmisión de la fe’, con este mensaje:
“Si uno quiere compartir su fe con la palabra, tiene que escuchar mucho. Imitemos el estilo de Jesús que se adaptaba a las personas que tenía ante Él para acercarles el amor de Dios. Recemos para que las personas dedicadas al servicio de la transmisión de la fe encuentren un lenguaje adaptado al presente, en diálogo con la cultura, en diálogo con el corazón de las personas y sobre todo escuchando mucho”.
Las palabras del Papa, recitadas por él mismo, entrelazan su imagen con un corto de unos jóvenes preparando una función de Navidad o belén viviente bastante multicultural. Visualmente no es en absoluto distinto a miles de ‘spots’ comerciales, que combinan una improbable diversidad racial con una ausencia absoluta de diversidad estética: todos son guapos y están bien hechos, como mandan los canónes publicitarios.

En el brevísimo mensaje están, sin embargo, algunas de las preocupaciones obsesivas de Su Santidad, como el ‘diálogo con la cultura’ y la ‘actualización’ del modo de transmitir el mensaje para ‘adaptarlo’ al tiempo presente. También es significativa la expresión, en su primera frase, de ‘compartir su fe’, preferida a ‘predicar el Evangelio’, que suena demasiado cercana, imaginamos, al aborrecido ‘proselitismo’.

La idea de que el modo más eficaz de transmitir un mensaje es adaptarlo al receptor, utilizar los medios que lo hagan más comprensible a la audiencia imitando los mismos códigos que esta, parece una perogrullada. Es, por lo demás, la ‘idea fuerza’ de todo el Concilio Vaticano II, del que su iniciador, Juan XXIII, esperaba que inaugurara una ‘primavera eclesial’ con el sencillo procedimiento de actualizar los modos de transmisión de la fe, como insiste ahora Francisco.

Hay sólo una pequeña pega, quizá pasada por alto, una minucia: este método tan obvio, tan elemental, tan de perogrullo, no está funcionando. Lo que ahora, este mes, en este vídeo, recomienda el Papa no es exactamente nuevo; es el estado normal, el sistema por defecto de transmitir la fe en todo el mundo desde el final del concilio. Suena hasta raro, como si estuviera recomendando a los conductores circular por la derecha a modo de insólita novedad. Y, como decía, en lugar de haber provocado un multitudinario acercamiento del mundo a la fe, el consejo desencadenó la más apabullante apostasía masiva sin persecución de la Historia de la Iglesia.

Repetir idénticas causas en la esperanza de que produzcan resultados diferentes es la definición de locura, según una frase que se le atribuye a Albert Einstein, probablemente sin culpa alguna. Así que quizá podamos explorar algunos motivos por los que esta adaptación del lenguaje, este ‘diálogo con la cultura’, está dando un resultado tan espantoso y opuesto al pretendido y aparentemente lógico. Se me ocurren algunos.

Un mensaje tiene, en efecto, que ser comprensible para el receptor, y por tanto debe emplear al menos algunos significantes que el oyente comparta. Pero la forma también dice mucho del fondo, especialmente cuando se están transmitiendo realidades sobrenaturales y misterios de la fe. En ese sentido, una vulgarización del lenguaje puede transmitir en sí misma la idea adicional de que lo que se está contando es vulgar, una narración más, un mensaje más de los muchos con que nos bombardean los medios a diario. Si usas el mismo lenguaje que un anuncio de colonia, lo normal es que se te escuche como a un fabricante de colonia, como a alguien que vende algo.

Pero el mensaje del Evangelio va a la raíz de la existencia humana, aspira a ser la asombrosa respuesta definitiva a los más profundos anhelos del corazón humano, y quizá un lenguaje más solemne del habitual, incluso más extraño y misterioso, tenga mayor capacidad de reflejar ese carácter transcedente.

Dicho de otro modo, la manera en que se transmite una verdad debe reflejar algo de esa misma verdad, de la posición que ocupa en el rango de las verdades. Y esto no se aplica solo a la fe, en absoluto: todos adaptamos nuestro lenguaje, no solo a los códigos de los oyentes, sino también a la naturaleza misma de lo que se transmite. Las leyes tienen sus formalidades, como las tiene la ciencia; ni siquiera pide uno en matrimonio en el mismo tono casual en que se pide a alguien que te pase la sal en la mesa.

Dice Su Santidad en el mensaje del vídeo que Jesús “se adaptaba a las personas que tenía ante Él “. Es difícil saberlo, sobre todo porque ese “adaptarse” puede entenderse de muchas maneras. Aparentemente, al menos, de la lectura del Evangelio obtenemos una notoria regularidad en su lenguaje, hablara con quien hablara; no es fácil advertir esa ‘adaptación’ de la que habla el Santo Padre, salvo que se refiera al hecho obvio de que tenía en cuenta las circunstancias de las personas que tenía delante. Pero fuera de lo más evidente, no advertimos adaptación alguna ni en el mensaje ni en el modo de expresarlo, más bien todo lo contrario, aunque no es imposible que eso se deba a que prácticamente todo el mundo con el que trataba se movía en el mismo marco de referencia. Y, después de todo, como hacía notar el superior de los jesuitas -y ahora superior de los superiores de todas las órdenes religiosas-, el padre Arturo Sosa, en tiempos de Jesús no había grabadoras.

Otra razón que se me ocurre para que este consejo no haya dado el fruto esperado es que en la jerarquía eclesiástica suele haber cierto ‘décalage’ cultural perfectamente comprensible. Intentaré explicarme. Si un padre emplea con su hijo adolescente el lenguaje que este ha oído siempre de él, el que el padre ha usado siempre y al que el propio hijo está acostumbrado, no habrá mucho problema de comunicación. Pero si el padre, para resultar más ‘relevante’ ante su hijo, trata de emplear una ‘jerga juvenil’, el resultado es a menudo catastrófico. El padre tenderá a usar una jerigonza mixta, con palabras novísimas usadas quizá de modo impropio y otras que remiten más a su juventud que a la de su hijo. Al hijo probablemente le parecerá cómico y, desde luego, la comunicación entre ambos no habrá mejorado en absoluto.

El Papa, los cardenales, incluso los obispos tienden a ser personas mayores, porque para llegar adonde están han tenido que recorrer un prolongado ‘cursus honorum’: seminarista, sacerdote, coadjutor, párroco, monseñor, vicario, obispo auxiliar… Eso hace que el lenguaje cotidiano de la juventud les resulte extraño, y que al intentar usarlo estén en realidad empleando una jerga ya inexistente, perdida en algún punto entre los años setenta y el presente.

La analogía que he empleado me sirve también para ilustrar lo que, en mi opinión, podría ser una tercera causa por la que este método de adaptación del mensaje parece haber fracasado estrepitosamente. ¿Qué otra reacción es esperable en el adolescente de mi ejemplo anterior? La irritación, el recelo y cierto desprecio. Le parecerá que su padre está usando ‘un truco’, que al emplear un lenguaje que no es el suyo propio, el natural, aquel al que el adolescente está acostumbrado desde la primera infancia, su padre le está engañando de algún modo, está apelando a una añagaza evidente para manipularle.

Esto es crucial. En la pastoral, a menudo la Iglesia parece condescendiente en las formas, y una de las cosas que un joven normal siente como más ofensivas es la condescendencia. Acomodar una fe de siglos para no ‘asustar’ a los oyentes tiene el efecto contrario, porque la idea que transmite es más la de una secta que la de la Iglesia. En una conmovedora parábola evangélica, Jesús nos habla de cómo las ovejas no obedecen al asalariado, sino al verdadero pastor, porque “conocen su voz”. Quizá haya sido este intento de imitar (mal) una voz ajena, la del mundo, lo que ha alejado a tantos de la práctica religiosa.
Carlos Esteban

viernes, 7 de diciembre de 2018

El cambio de paradigma del papa Francisco. ¿Continuidad o ruptura en la misión de la Iglesia? (Roberto de Mattei)




Presentación del libro de José Antonio Ureta

Hablamos de un tema de enorme importancia, y me gustaría recalcarlo.

En general, nos gusta hablar de aquello que constituye nuestra máxima preocupación. Por naturaleza, una madre tiende a hablar de sus hijos, ya que son el bien más querido para ella, y aunque no hable de ellos no deja de tenerlos siempre presentes en sus pensamientos.

Hablan quienes sólo hablan de la propia salud y no piensan en otra cosa. Me refiero a la salud física, porque hoy en día nos hemos olvidado de que tenemos alma.

Hay quienes sólo hablan de comida, porque a fin de cuentas, de lo que se come se cría y la comida se convierte en el horizonte de los propios intereses.

Son éstos los temas de conversación más habituales, aparte del fútbol, que es el medio por el que ordinariamente los italianos (y no sólo ellos) se evaden de la realidad.

De política ya no se habla con tanta pasión como en otros tiempos, porque se ha perdido el sentido del bien común.

Y poco o nada es lo que se habla de la Iglesia y de sus problemas. En Italia, al hombre de la calle no le gustan estos temas; lo aburren y a veces lo sacan de quicio, porque vive inmerso en el ateísmo práctico.

Ya pasó la época del ateísmo radical, del anticlericalismo rabioso. El ateísmo ha penetrado en nuestro organismo y circula por nuestras venas de resultas de una labor de secularización sistemática de la sociedad, propuesta y llevada a cabo por la nueva izquierda gramsciana.

Por ese motivo, felicito a los organizadores de esta conferencia, que confirma que queda un resto de personas inmunes al secularismo que sigue muy activo. Con nuestra presencia, manifestamos que espiritual y culturalmente estamos vivos, que no nos ha sofocado el miasma tóxico de la secularización, y ello es motivo de optimismo cara a nuestro futuro.

Un futuro que el libro de José Antonio Ureta, El cambio de paradigma del papa Francisco ¿Continuidad o ruptura en la misión de la Iglesia?, contribuye a iluminar. Obra que aprecio por dos razones fundamentales.

- La primera es que nos presenta un balance sintético, pero claro y preciso, de lo que ha hecho el papa Francisco en los cinco años que lleva de pontificado.

Es un cuadro inquietante que constituye, como plantea el autor, un cambio de paradigma, es decir, una solución de continuidad en los usos, las costumbres, las instituciones y el Magisterio de siempre de la Iglesia. Un cambio de paradigma que tal vez no se haga patente en cada gesto y discurso de Francisco, pero que se muestra irrefutable si se tienen en cuenta esos gestos y actos en su conjunto, en el contexto de cinco años de pontificado.

Puede que a algunos les haya bastado con un «buenas tardes» o un «¿quién soy para juzgar?» para intuir que algo no marcha, pero la mayoría de los católicos ha aceptado al papa Francisco sin hacerse mucho problema y rehúye todo debate sobre las consecuencias de su pontificado. Este libro es importante ante todo para hacer ver la realidad a quien no quiere ver, a quienes prefieren olvidar, a quienes desean autoconvencerse de que todo sigue tan normal y en orden como siempre.

- La segunda razón que hace tan importante a este libro es que, si en los nueve primeros capítulos nos presenta un exhaustivo balance del cambio de paradigma, las últimas veinte páginas –el capítulo diez y la conclusión–, nos proponen cómo debemos actuar en esta dramática situación. Ureta nos ofrece una solución equilibrada.

Cuando estamos sometidos a graves tensiones es difícil mantener el equilibrio. Y una de las virtudes más necesarias en la crisis que vive actualmente la Iglesia es el equilibrio. El equilibrio es necesario para mantenerse en pie. El que pierde el equilibrio cae; quien está en pie, resiste. Y hoy en día es imposible resistir sin mantenerse en equilibrio.

Se podría decir que el equilibrio es, junto con la virtud de la paciencia, la virtud de los fuertes. El equilibrio es una fortaleza prudente, o una prudencia fuerte. Quién actúa de modo impaciente, desequilibrado o desordenado se aleja de la verdad y de la paz interior, que es la tranquilidad en el orden.
Manifiesta desequilibrio quien dice: «Prefiero equivocarme con el Papa a tener razón sin él». Y también es señal de desequilibrio afirmar: «Pues si el Papa está engañado y me engaña, eso quiere decir que no es papa».
La postura de José Antonio Ureta, que compartimos, es equilibrada porque se basa en la fundamental distinción entre la Iglesia, que es santa e inmune a todo error, y los hombres de la Iglesia, que pueden pecar y errar. La infalibilidad sólo está reservada al Papa cuando enseña en unas condiciones determinadas, o al Magisterio ordinario, cuando reitera con continuidad y coherencia las verdades inmutables de la Iglesia.

En la última entrevista que concedió a LifeSiteNews, el cardenal Müller dijo:
«El magisterio de los obispos y del Papa se subordina a la Palabras de Dios tal como ésta se encuentra en las Escrituras y en la Tradición, y debe estar al servicio de Dios. No es católico creer que el Papa es alguien que puede recibir la Revelación directamente del Espíritu Santo y puede interpretarla a su gusto mientras los fieles lo siguen sin decir palabra».
Si las autoridades eclesiásticas enseñan el error, es lícito resistirlas, y el derecho a la resistencia se convierte en un deber cuando está en juego el bien común. Ése es el ejemplo que nos dio San Pablo (Gál.2,11)

No siempre basta con resistir. Hay situaciones en que debemos manifestar nuestra resistencia suspendiendo toda convivencia habitual con los malos pastores. También en este caso es necesario el equilibrio. No hablamos de apartarse jurídicamente de los malos pastores. Hablamos de una separación espiritual y moral que pone en duda en el plano jurídico la legitimidad de quien gobierna la Iglesia. José Antonio Ureta establece una comparación precisa con la separación, reconocida por el Código de Derecho Canónico, en la que un hombre y una mujer dejan de vivir juntos sin divorciarse ni declarar inválido su matrimonio.
Si luego las autoridades eclesiásticas aplicaran sanciones canónicas a quienes siguen fieles a la Tradición, provocarían una división formal en la Iglesia. La responsabilidad de la ruptura recaería en ese caso sobre las autoridades que hacen uso ilegítimo de su potestad, y no sobre quienes, respetando el derecho canónico, se limitan a seguir fieles al bautismo que recibieron.
La reacción a esas eventuales sanciones no debería ser afirmar: «Como me condenas, eso quiere decir que no eres el Papa», sino: «Aunque estas sanciones son injustas e ilegítimas, hasta que se demuestre lo contrario sigues siendo el Papa legítimo». Hasta que se demuestre lo contrario, significa que aunque un pontífice puede perder su cargo por diversas razones, incluida la herejía, esas razones deben ser irrefutables. La herejía, y también la invalidez de una elección, debe ser manifiesta y notoria a toda la Iglesia, porque la Iglesia es una sociedad visible y no una congregación invisible como las sectas protestantes. Para que se pueda hablar de herejía notoria y manifiesta, no basta con que el Papa profese o favorezca públicamente la herejía. Es necesario que ésta sea percibida como tal por la opinión pública católica. Que los obispos, y sobre todo los cardenales, que son los electores y consejeros del Papa, constaten esa realidad y obren en consecuencia. Mientras no lo hagan, debe considerarse que el Papa es legítimo.

Esto es equilibrio. Pero es sólo una parte de un problema mucho más amplio que no puede eludir esta pregunta de fondo: ¿cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo hemos llegado a la necesidad de tener que imaginar la posibilidad de separarnos incluso del Pastor Supremo que, hoy por hoy, es Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, primero con este nombre?

Permítanme que, en este aspecto, vaya más allá del libro de José Antonio Ureta, pero estoy convencido de ello, animado por el mismo espíritu.

No podemos pensar que el fin del pontificado de Francisco significará el fin de la autodemolición de la Iglesia.

En 2012, un año antes de su renuncia al pontificado, Benedicto XVI quiso hacer coincidir el Año de la Fe con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, con la esperanza de que los textos que nos legaron los padres conciliares fueran «conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia». Esta tesis –la llamada hermenéutica de la continuidad– es el hilo conductor de su pontificado desde su célebre discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005 hasta su último discurso, menos conocido, pero no por ello menos importante: el del 14 de febrero de 2013 al clero de Roma.

En estos discursos, Benedicto XVI reconoce la vinculación entre la crisis actual de la fe y el Concilio Vaticano II, pero sostiene que esa crisis no es culpa del Concilio en sí, sino de una hermenéutica defectuosa, de una incorrecta interpretación de los textos.

La hermenéutica de la continuidad fue la brújula que guió los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI durante nada menos que 35 años, entre 1978 y 2013.

Pero en esos 35 años, a pesar de los esfuerzos de ambos papas y de los obispos que se movían en la misma linea, la hermenéutica de la continuidad no logró detener el proceso de autodemolición de la Iglesia denunciado desde 1968, cincuenta años antes, por Pablo VI. Y no consiguió detenerlo porque es imposible detener un proceso histórico con un debate hermenéutico. Si en los últimos cincuenta años no se han impuesto los partidarios de la hermenéutica de la continuidad sino los de la discontinuidad, es porque los primeros se han hecho la ilusión de que pueden limitar el debate al plano hermenéutico, a la interpretación de los documentos, mientras que los segundos no han prestado atención a los textos y han avanzado en el terreno de la praxis, en coherencia con el espíritu del Concilio, que declaró la primacía de la pastoral, esto es, de la praxis, sobre la doctrina.
En esencia, el Concilio Vaticano II ha supuesto el triunfo de la pastoral sobre la doctrina, la transformación de la pastoral en teología de la praxis y la aplicación de la filosofía de la praxis marxista en la vida de la Iglesia.
La renuncia al pontificado de Benedicto XVI el 11 de febrero de 2013 supone, en mi opinión, el fracaso de su tentativa de separar la praxis postconciliar del Concilio Vaticano II aislando los textos de éste de la historia: es el fracaso de la hermenéutica de la continuidad.

El papa Francisco personifica la tesis contraria a la de Ratzinger. A él no le interesan el debate teológico ni el hermenéutico. Francisco representa el Concilio en acción, el triunfo en su persona de la pastoral sobre la teología. Entre el Concilio y el papa Francisco no habido por tanto ninguna ruptura, sino continuidad histórica. Francisco es el fruto maduro del Concilio Vaticano II.

Sin duda alguna, el pontificado de Francisco ha supuesto un cambio de paradigma, como afirma acertadamente Ureta, pero en mi opinión el punto de inflexión de estos cincuenta años no es el pontificado de Francisco sino la reacción que ha suscitado este pontificado entre los católicos de todo el mundo.

El pontificado francisquista, precisamente por ser desastroso, ha puesto en evidencia que en la Iglesia reina una crisis que, de otro modo, habría pasado desapercibida, y ha provocado una reacción.

Esa reacción se ha manifestado por medio de varias iniciativas:

- En 2015, una coalición de asociaciones de laicos recogió, bajo el título de Súplica filial, 900.000 firmas de fieles que pedían una aclaración sobre los problemas planteados por el Sínodo Extraordinario de la Familia. Esta súplica recibió la callada por respuesta.

- En 2016, cuatro cardenales presentaron al papa Francisco cinco dubia relativos al capítulo 8 de la exhortación Amoris laetitia. Nuevamente, el silencio por toda respuesta.

- En 2017, 40 intelectuales, número que más tarde ascendió a 250, dirigieron a Francisco una corrección filial acusándolo de propagar errores y herejías en la Iglesia. Y una vez más, la corrección cayó en oídos sordos.

- Y en 2018, el arzobispo Carlo Maria Viganò ha dado a conocer la existencia de una red de corrupción entre la jerarquía eclesiástica, poniendo en tela de juicio a todos los responsables, empezando por el papa Francisco, cuya dimisión ha pedidoEste documento también se ha estrellado contra el silencio.

Todas estas iniciativas han tenido unas repercusiones tremendas. Y todas han recibido el silencio por respuesta.

Un silencio que confirma dramáticamente la verdad de las acusaciones.

La Iglesia que escucha del papa Francisco los escucha a todos menos a quienes son fieles a la integridad del Evangelio y al Magisterio perenne de la Iglesia. Para hablar de sus opositores, Francisco emplea el mismo lenguaje que Lenin al hablar de los suyos.

El pasado 3 de septiembre en Santa Marta comparó a sus críticos con una jauría de perros salvajes. El escritor Marcello Veneziani lo comentó con estas palabras en el diario Il tempo el 5 del mismo mes:
«No, Santidad. Un papa no puede llamar perros salvajes al prójimo, y menos aún si se trata de católicos, de cristianos, de creyentes. De perros califican peyorativamente los islamistas a los infieles y los cristianos. Hasta los más despiadados terroristas fueron llamados por los pontífices predecesores de Francisco hombres de las Brigadas Rojas u hombres del ISIS. Nunca perros. No es digno de un Santo Padre rebajarse a utilizar términos tan rencorosos».
No nos inquieta la calificación de perros. La Sagrada Escritura llama perros mudos a los pastores que dejan de ladrar y se duermen (Is. 56,11). Nos gloriamos de ser Domini canes, perros del Señor, que ladran en la noche para romper el silencio. San Gregorio Magno escribe en su Regla pastoral que los malos pastores «por miedo a perder el favor de los hombres no se atreven a decir libremente la verdad, y huyen en cuanto aparece el lobo y se refugian en el silencio. El Señor los reprende por medio del profeta diciendo: “Todos son perros mudos que no pueden ladrar”» (Is. 56, 10).

Hoy en día los pastores mudos amenazan a los perros diciéndoles: «Al acusar a Francisco acusáis a los papas que lo precedieron, porque las imputaciones que alegáis contra él vienen de ellos».

En su último libro, El día del juicio, el vaticanista Andrea Tornielli no niega las revelaciones de monseñor Viganò sobre la corrupción del cardenal Theodore McCarrick y sobre la amplia difusión de la inmoralidad al interior de la Iglesia, pero como su objetivo no es tanto refutar a Viganò como salvar a Francisco, hace lo que el jugador de cartas que sube la apuesta ante una dificultad: si el culpable es Francisco –afirma–, más responsables son sus predecesores Benedicto XVI y Juan Pablo II, bajo cuyos pontificados se difundió la corrupción.

No nos molesta la acusación, y si llegara a probarse la responsabilidad de Juan Pablo II y de Benedicto XVI en la decadencia moral y la difusión de errores en las últimas décadas, no temeremos reconocerla, porque ante todo buscamos la verdad.

La Iglesia no tiene miedo de la verdad, porque la Iglesia es la verdad. La Iglesia es la verdad porque es divina y porque anuncia al mundo la verdad de su Cabeza y Fundador, Jesucristo. Él mismo dijo: «Ego sum via, veritas et vita» (Jn. 14,6). Por eso no nos asusta decir la verdad sobre la honda crisis doctrinal y moral que atraviesa la Iglesia.

El amor a la verdad nos impulsa a afirmar que: 

- Es hipócrita limitar los escándalos a la pedofilia, como harán los presidentes de las conferencias episcopales que se reunirán en Roma con Francisco el próximo 21 de febrero, sin prestar atención a la plaga de homosexualidad, que no sólo es un vicio contra natura, sino incluso una estructura de poder dentro de la Iglesia.

- Y también es hipócrita limitarse a denunciar los escándalos morales sin remontarse a sus raíces doctrinales, que están en los años del Concilio y el postconcilio.

Si cinco años de pontificado de Francisco pueden calificarse de calamitosos, ¿cómo vamos a negarnos el derecho a calificar de catástrofe el proceso de autodemolición de la Iglesia que está llegando a sus últimas consecuencias?

Ha llegado el momento de la verdad. Y la verdad que se hace patente a nuestros ojos es el fracaso de un proyecto pastoral que no sólo es del papa Francisco sino del Concilio Vaticano II. Aquel concilio anunció una gran reforma pastoral para purificar la Iglesia, pero todo lo contrario: ha resultado en una corrupción de la fe y la moral sin precedentes en la historia, porque ha llegado hasta el punto de no sólo entronizar la homosexualidad entre las más altas jerarquías eclesiásticas, sino de permitir que se defienda y teorice públicamente.

El balance de cinco años de pontificado de Francisco es también el fracaso de un cambio de paradigma que es a su vez el fracaso de un proyecto pastoral.

Las muletillas preferidas del papa Francisco son las palabras sinodalidad y periferias.

- La sinodalidad supone el trasvase de la autoridad desde la cúpula a la base: una revolución que desverticaliza la Iglesia.

- Por su parte, las periferias representan una revolución horizontal que descentraliza y desterritorializa la Iglesia.

Ahora bien:

- En las últimas semanas la Santa Sede ha negado la primacía de la sinodalidad y de las periferias al intervenir enérgicamente para impedir a los obispos estadounidenses que publiquen orientaciones transparentes sobre el tema de los abusos sexuales.

Esta intervención supone igualmente una traición a la limpieza de la Iglesia, en nombre de la cual Francisco había pedido a los cardenales estadounidenses que lo votasen. Es más que nada en Estados Unidos donde se alza más fuerte en la actualidad la voz de la fidelidad a la ley del Evangelio.

El pontificado de Francisco está en discontinuidad con la Tradición de la Iglesia, que aunque acusada de fariseísmo, de inmovilidad y de legalismo no ha sofocado la llama de la Tradición en la Iglesia.
Al contrario, nunca como en los últimos cinco años se ha visto revivir a la Tradición entre los jóvenes y los no tan jóvenes, en los laicos y en el clero, que en el centro y en las periferias, en seminarios y en blogs, redescubren cada día la verdad perenne de la Fe y de los ritos tradicionales de la Iglesia y están dispuestos a defenderlos con la ayuda de Dios.
Hoy comienza la novena a la Inmaculada Concepción, que nos introduce en una de las fiestas más hermosas de la liturgia católica. A los pies de la Virgen, nosotros, hijos de Eva heridos por el pecado original, proclamamos con inmensa confianza en María: Tota pulchra es Maria et non est in te macula.

Del mismo modo nosotros, miembros de una Iglesia enferma en su parte humana, desfigurada por errores y pecados de los hombres que la gobiernan, pero inmaculada en su esencia, proclamamos: Tota pulchra es Ecclesia et non est in te macula. La Iglesia es hermosísima y no hay en ella mancha, pecado ni error alguno.

La Santa Iglesia Romana, una, santa, católica y apostólica, es nuesta Madre y sigue nutriéndonos con sus sacramentos y protegiéndonos con el escudo de su doctrina mientras, con la ayuda de Dios, nos esforzamos por defenderla de todos los enemigos externos e internos que la acechan. El Corazón Inmaculado de María triunfará.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
Roberto de Mattei

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LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA (Caridad Perlas)


Duración 5:21 minutos

jueves, 6 de diciembre de 2018

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Véase también:

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IOTA UNUM

EL FRACASO DE LA HERMENEUTICA (IV) (Capitán Ryder). Sobre la abrogación o no de la misa tridentinamente

CHIESA E POST CONCILIO

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Francisco monarca absoluto. Los tejemanejes del nuevo “Padre nuestro” italiano

Selección por José Martí