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lunes, 11 de octubre de 2021

Santo Tomás de Villanueva, como predicador

WIKIPEDIA


Tomás García Martínez (1488 - 1555) fue un fraile agustino, que nació en Fuenllana, debido a que en la villa donde vivían sus padres se había declarado una epidemia de peste y decidieron que el pueblo de su madre era un lugar más seguro para el alumbramiento. A pesar de esto, la infancia y juventud de Tomás transcurrió en Villanueva de los Infantes, por eso, se le llamará santo Tomás de Villanueva.

Compuso bellos sermones, entre los que destaca Sermón del amor de Dios, una de las grandes manifestaciones de la oratoria sagrada del XVI.

Es autor de varios Opúsculos, dentro de los que se incluye el Soliloquio entre Dios y el alma, en torno a la comunión.

Tuvo una gran fama de predicador, en un estilo sobrio y sencillo. Carlos I al oírle predicar, exclamó, según se dice: Este Monseñor conmueve hasta a las piedras.

Tuvo asimismo una gran devoción por la Virgen María, cuyo corazón comparó a la zarza ardiente, que nunca se consumía.

Tomás falleció por una angina de pecho en 1555 a los sesenta y ocho años de edad. Está enterrado en la capilla Mayor de la Catedral de Salamanca

Fue canonizado el 1 de noviembre de 1658, siendo uno de los tres santos, todos españoles, canonizados durante el pontificado del papa Alejandro VII.

Francisco de Quevedo escribió una biografía suya, Epítome a la historia de la vida ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado fray Tomás de Villanueva.

La ambiciosa edición moderna de las obras completas de Santo Tomás de Villanueva fue llevada a cabo por la Biblioteca de Autores Cristianos entre 2010 y 2016, en edición bilingüe y crítica de las Conciones y otros escritos del Santo, en 10 tomos (ISBN o.c.: 978-84-220-1511-6.).

Es patrón principal de la diócesis de Ciudad Real (España). Y su festividad, en el calendario católico, se celebra el 10 de octubre.

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Tomo nota de algunos puntos importantes sobre su actividad como predicador, sacados del libro "Sermones de la Virgen María", de la BAC.


El secreto de sus éxitos en el púlpito nos lo revelan unas palabras suyas que contestó a unos amigos que le preguntaban qué libros leía para hacer tanto fruto en las almas: "Todos los libros son buenos ... siempre que el predicador tenga tres cosas: santidad de vida, humilde oración y un verdadero celo y deseo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas".

Decía que "el estudio solo sin oración y sin este vivo celo hincha el entendimiento de grandes vivezas y sentencias; pero deja la voluntad seca y el pecho del predicador frío; y de pecho frío ¿cómo pueden salir palabras ardientes?"

De los predicadores decía: "Lleven éstos a Cristo en su corazón, estén poseídos de un encendido ardor por las almas y será su boca como lengua de fuego que arrebata los ánimos de los oyentes, como lo eran las de los apóstoles después de recibir el Espíritu Santo; viva el predicador el Evangelio y fácil le será traer a él a los demás".

Nos lo inculca una y más veces el santo: la causa del poco fruto de tantos sermones no es otra que el mismo predicador. "Los predicadores hablan y no practican: no viven según la Ley que predican". Esa es, nos dice el santo en el mismo pasaje, la causa más detestable del escaso fruto del predicador.

Tanto como del amaneramiento y afectación huía del descuido y falta de preparación, que no es otra cosa que una tentación al Espíritu Santo  o una frescura y desfachatez. La sola compilación de sus conciones (sermones) ya es un argumento de la preparación del santo: no dejaba el éxito del sermón a la inspiración sola del Espíritu Santo, presentándose con una idea superficial de la materia: el orden y división de ésta en sus partes correspondientes facilita al oyente la comprensión y retención de lo escuchado.

Selección por José Martí