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viernes, 15 de junio de 2018

Burke lamenta que la Irlanda católica “no recibió apoyo de Roma” por el referéndum del aborto (Carlos Esteban)



No porque sea flagrante y dolorosamente obvio, como hemos recordado aquí en diversas ocasiones, tiene menos mérito que el Cardenal Raymond Leo Burke lo recuerde públicamente: en un momento crucial para los católicos irlandeses, cuando en su país se votaba eliminar la protección constitucional al no nacido, Roma calló.

[También ha callado en lo que se refiere a Argentina. Ver aquí y aquí. El campeonato mundial de fútbol en Rusia tiene -por lo visto- más importancia, pues es una "ocasión de encuentro y fraternidad", según las palabras del propio Francisco]

Lo ha señalado en declaraciones al semanario polaco Sieci: 
En Irlanda, durante la campaña previa al referéndum sobre la protección de la vida del no nacido, exactamente igual que en los referendum anteriores sobre el llamado ‘matrimonio’ de personas del mismo sexo, quienes han combatido en estas batallas no recibieron apoyo de Roma”. Y añade que “incluso los propios obispos irlandeses defendieron demasiado débilmente los principios morales”.
Es una omisión misteriosa, llamativa en una encrucijada tan estratégica en la guerra contra la cultura de la Muerte. Irlanda se mantenía como bastión solitario en Europa, y ha caído en una derrota estrepitosa con un bando, el de los defensores de la vida, luchando sin una palabra de apoyo del pastor de los católicos.

Un silencio así, subraya Burke -uno de los dos supervivientes de los cuatro cardenales que sometieron sus Dubia al Papa, nunca respondidos-, refleja una situación “alarmante” en la Iglesia.

Es difícil que los fieles puedan sostenerse en la batalla cuando sus propios pastores, como indica Burke más adelante en la entrevista, arrojan dudas sobre la doctrina perenne de la Iglesia.

Esta situación se debe, ante todo, dice Burke, a que “se están minando y cuestionando verdades de fe fundamentales”.

“La doctrina moral nos enseña que ciertos comportamientos son malos, siempre y en todas partes, y que no pueden ser considerados buenos en ninguna circunstancia”, sigue el cardenal. “Esto se aplica a la actividad sexual con una persona del mismo sexo tanto como a las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Y ahora estamos viendo aparecer en la propia Iglesia un consentimiento a este tipo de prácticas”.

Insiste Su Eminencia: “Lo repito: es muy alarmante. Hoy hay una ausencia de un liderazgo firme por parte de Roma, que podría aclarar estas cuestiones y eliminar la incertidumbre”.

Pero si el silencio de Roma es dolorosamente incomprensible -y más noticioso, en nuestra opinión, que muchas declaraciones-, lo agravan dos circunstancias.

-  La primera es que no estamos ante un pontificado especialmente lacónico. En realidad, Su Santidad se caracteriza, en todo caso, por lo contrario, una exuberancia comunicativa que ha dado muchos titulares a lo largo de estos cinco años.

No estamos, pues, ante un Papa que ame especialmente el silencio -como dejó explícito en su carta Gaudete et Exultate-, sino ante uno que gusta de dejar clara su opinión sobre todo tipo de asuntos, desde el Cambio Climático a las ‘fake news’, pasando por la inmigración masiva o, más recientemente, el Mundial de Fútbol. 

No ha lugar, pues, a achacar su inexplicable silencio ante el referéndum irlandés o al debate parlamentario argentino a una renuencia natural a comunicar.

- La segunda circunstancia es que ha sido Burke el primero entre los príncipes de la Iglesia en poner el dedo sobre esta incomprensible ausencia, sobre este silencio que hace a tantos sentirse abandonados. Eso es tan dramático o más que el silencio de Roma: la cobardía del resto de los pastores.

Carlos Esteban