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jueves, 8 de febrero de 2018

La larga marcha vaticana hacia la rendición en China (Riccardo Cascioli)



Es cierta la noticia según la cual la delegación vaticana le ha pedido a dos obispos legítimos que renuncien para dar lugar a dos obispos de la Asociación Patriótica. Y el papa Francisco sabe y comparte todos los movimientos de sus diplomáticos en China. Es cuanto se deduce del seco uno-dos de la Santa Sede en respuesta al obispo emérito de Hong Kong, el cardenal Jose Zen Ze-kiun: primero con el comunicado de la sala de prensa, fechado el 30 de enero, y después con la larga entrevista en Vatican Insider realizada al secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin.

La clamorosa noticia de la remoción solicitada de los dos obispos legítimos fue dada por la agencia Asia News y luego fue confirmada por el cardenal Zen, quien, primero en la Nuova BQ y después en su blog, dio cuenta también de su viaje a Roma para entregar al papa Francisco la dolorosa carta de uno de los dos obispos, monseñor Zhuang Jianjian, de Shantou (Guangdong). Del encuentro con el Papa, el cardenal Zen había llegado a la convicción de que el Pontífice no tenía ninguna intención de proceder en la dirección de una rendición total al régimen comunista chino, como por el contrario hacía suponer lo obrado por la delegación vaticana.

Y entonces aparece, puntual, el comunicado de prensa que detalla que “el Papa está en constante contacto con sus colaboradores, en particular de la Secretaría de Estado, sobre las cuestiones chinas, y es informado por ellos de manera fiel y detallada sobre la situación de la Iglesia Católica en China y sobre los pasos del diálogo en curso entre la Santa Sede y la República Popular de China, que El acompaña con especial preocupación”. Comunicado que no oculta el enojo contra el cardenal Zen a quien se le dedica el ácido cierre: “despierta sorpresa y pesar, por lo tanto, que se afirme lo contrario por parte de personas de la Iglesia y se alimenten así confusión y polémicas”.

Ninguna alusión a la historia de los dos obispos, lo cual constituye una confirmación indirecta de la veracidad de los hechos, reforzada por la entrevista del cardenal Parolin quien, detrás de tantas palabras de comprensión y aprecio por los sufrimientos sufridos por la llamada Iglesia clandestina, confirma que será ésta la que deberá pagar el precio de la normalización de las relaciones diplomáticas con el régimen chino.


Se podría objetar ya el lenguaje excesivamente diplomático del secretario de Estado que habla con el idioma de Pekín («Nueva China» es la definición de la China comunista) y, dejando fuera las decenas de miles de católicos (entre obispos, sacerdotes y laicos) asesinados o encerrados y torturados en el Laogai (el Gulag chino), liquida con “graves contrastes y agudos sufrimientos” la grieta de la Iglesia debido a la iniciativa del régimen chino de crear una Iglesia nacionalista, desligada del Papa, con la formación de la Asociación Patriótica de los católicos chinos.

Parolin se la toma con aquéllos que usan palabras como rendición, traición, compromiso, las cuales tienen un sabor político, mientras que la Iglesia, dice él, se mueve solamente por razones pastorales. Por eso deberíamos utilizar otro vocabulario: servicio, diálogo, misericordia, perdón, reconciliación, etcétera.

Nadie quiere negar las buenas intenciones de la Secretaría de Estado, pero el cardenal Parolin también debe darse cuenta de que, aunque las motivaciones de la Santa Sede sean pastorales, lo que la Santa Sede está llevando a cabo es una negociación político-diplomática

Y el término “rendición” es más que apropiado para lo que se está presenciando, porque la Santa Sede está concediendo al régimen comunista chino el poder sobre el nombramiento de los obispos católicos (hecho que ya es grave en sí mismo) sin tener nada a cambio, visto que el gobierno en los últimos meses ha intensificado su represión de las comunidades católicas y a partir de hoy, 1 de febrero, también entra en vigor un nuevo Reglamento sobre las actividades religiosas que llevará a una posterior represión.

El caso de los dos obispos a remover es aún más grave porque los sustitutos deseados por el gobierno chino y avalados por la Santa Sede hasta ahora "no están reconciliados" con Roma. Ni siquiera están entre los que, a pesar de haberse adherido a la Asociación Patriótica, han pedido en los últimos años ser acogidos en la comunión con la Iglesia universal. Un golpe total contra los católicos que durante décadas han padecido grandes sufrimientos por su fidelidad al Papa, y fuente de seria confusión. 

Porque es legítimo, entonces, preguntarse si, para la Santa Sede, los que se han equivocado han sido los obispos, los sacerdotes y los laicos que aceptaron también el martirio para permanecer fieles a la Iglesia.

Tanto más que el mismo cardenal Parolin reconoce que en las relaciones con Beijing "la elección de los obispos es crucial", como siempre lo ha sido: de hecho, es el corazón mismo de la división entre la Asociación Patriótica, controlada por el Partido Comunista, y la Iglesia clandestina. 

Aunque desde los años '90 la Santa Sede ha tenido una actitud muy dispuesta y dialogante respecto a Beijing (en contraposición a lo que el cardenal Parolin sostiene), hoy se advierte un punto de inflexión radical. 

Hasta ahora, de hecho, se considera como obstáculos a la Asociación Patriótica y la pretensión del régimen comunista para nombrar a los obispos, pero hoy se entiende que para la Santa Sede el obstáculo esta tristemente representado por la Iglesia clandestina.

El cardenal Parolin cita la famosa carta de Benedicto XVI a los católicos chinos (27 de mayo de 2007) para reclamar la continuidad de la línea actual con la de los pontificados anteriores. Es cierto que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI expresaron claramente la necesidad de un camino de reconciliación entre los católicos y el deseo de normalizar las relaciones con China; habían asegurado claramente que la Iglesia no está interesada en el conflicto político y que se puede y se debe ser católico romano y buenos ciudadanos chinos, pero dentro de una clara referencia a principios que no se pueden menospreciar y en la valorización del sufrimiento de la Iglesia perseguida.

El cardenal Parolin cita justamente el pasaje de la carta de Benedicto XVI, cuando dice que "no puede buscarse la solución de los problemas existentes a través de un conflicto permanente con las Autoridades civiles legítimas", pero olvida mencionar la segunda parte de la frase: “al mismo tiempo, sin embargo, no es aceptable una docilidad a las mismas cuando interfieran indebidamente en materias que conciernen a la fe y la disciplina de la Iglesia” (n. 4). 
Y más adelante dice también, refiriéndose a la Asociación Patriótica: “la finalidad declarada de los mencionados organismos de poner en práctica ‘los principios de independencia y autonomía, autogestión y administración democrática de la Iglesia, es también inconciliable con la doctrina católica que. desde los antiguos Símbolos de fe, profesa que la Iglesia es ‘una, santa, católica y apostólica’” (n. 7). Y si aún no fuera claro: "la comunión y la unidad — me sea permitido repetirlo (cf. n. 5) — son elementos esenciales e integrales de la Iglesia Católica: por lo tanto, el proyecto de una Iglesia ‘independiente’ de la Santa Sede, en ámbito religioso, es incompatible con la doctrina católica”.

Pretender superar el escándalo de una Iglesia «independiente», reconociéndola legítima tout court, no es misericordia, es rendición incondicional, es traición.


Riccardo Cascioli

Publicado originalmente en italiano en www.lanuovabq.it/it/la-lunga-marcia…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino