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jueves, 9 de abril de 2020

Si no sale a la primera, sigue intentándolo (Carlos Esteban)



Desde el mismo momento en que se convocó el Sínodo de la Amazonía y se conocieron quiénes serían los padres sinodales y, sobre todo, quiénes dirigirían todo el asunto, se dio por hecho en muchos sectores de la prensa católica que la gran reforma que se estaba planteando no giraba tanto en torno a la evangelización de los no muy numerosos indígenas del área como del carácter del orden sacerdotal católico, en concreto, sobre la posibilidad de abolir el celibato obligatorio y entornar la puerta al diaconado femenino.

La diarias ruedas de prensa del Sínodo, los comentarios de prelados y teólogos durante los días del sínodo y el documento de trabajo que vertebraba las sesiones delataban que, con independencia de las comunicaciones oficiales y el lenguaje ecologista, estas dos cuestiones centraban la atención, avivaban las esperanzas de unos y copaban los temores de otros.

El documento final lo dejó aún más patente, al pedir directamente la revisión del celibato obligatorio y el estudio de medios para que las mujeres tuvieran una mayor participación en la estructura eclesial de gobierno.

Por eso supuso una sorpresa que hizo correr la tinta en abundancia cuando el Santo Padre, en su exhortación postsinodal Querida Amazonia, obvió ostensiblemente ambos asuntos para centrarse en una serie de ‘sueños’ -palabra elegida- en la que dividió el texto, y que se refería a esas cuestiones ecológicas y de respeto a las culturas indígenas que muchos habían visto originalmente como elementos accesorios.

Sin embargo, casi inmediatamente después de que los unos expresaran su eufórico alivio y otros tantos su amarga decepción, surgieron voces autorizadas -entre otras, las del estrecho colaborador de Francisco, el arzobispo de La Plata, Victor Manuel ‘Tucho’ Fernández- indicando que la exhortación no suponía en absoluto un cierre o una decisión definitiva contra estas dos esperadas/temidas reformas. Se recordó, por ejemplo, que el Papa, si bien obvió el candente debate, se remitió, aceptándolo, al documento final, lo que debía interpretarse como una aceptación indirecta.

Y ahora recibimos la noticia de que el Papa ha vuelto a convocar una comisión para que estudie la posibilidad de un diaconado femenino, después de que la primera se pronunciara en contra, y después de que el mismo Pontífice pareciera hablar clara, incluso tajantemente en contra, en una reunión con superioras de órdenes religiosas femeninas.

Hay que decir que esta ‘película’ nos suena. Mucho. De hecho, se está haciendo tan habitual en este pontificado como para justificar que se califique a este patrón de conducta de ‘modus operandi’. Lo vimos, por ejemplo, en el caso de la licitud de ofrecer la comunión a protestantes, como había propuesto el episcopado alemán. En ese caso tuvimos un “sí”, un “no” y un “decídanlo ustedes”, con intervenciones del prefecto para la Doctrina de la Fe, el jesuita español Luis Ladaria.

Es un método del que el mismo Papa ha hablado a menudo, cuando hace referencia continua a la importancia de “iniciar procesos”. La idea, al fin, es que de una comisión de estudio acabe saliendo un resultado favorable, que el Papa podría aprobar o proponer a un próximo sínodo o, en el espíritu de esa colegialidad tan loada, a las propias conferencias episcopales para que sean las distintas iglesias nacionales las que decidan si ordenan o no diaconisas.

Uno podría pensar, de forma quizá maliciosa, que si la nueva comisión llega a una conclusión distinta de la anterior, no hay en principio razón para determinar que la segunda es más acertada que la primera, y la decisión no puede dejar de recordarnos a esos referénda de independencia que se quieren siempre repetir hasta que se dé la respuesta correcta.
Carlos Esteban

miércoles, 8 de abril de 2020

Dos iglesias

THE WANDERER


Una clase de personas está formada por aquellos que piensan que el credo católico es demasiado estricto; que mantienen que no es necesario creer ciertas doctrinas para la salvación o que, al menos, cuestionan su necesidad; que dicen que no importa lo que un hombre crea, siempre que su conducta sea respetable y recta; que piensan que todos los ritos y ceremonias son puras sutilezas —así las llaman— y asuntos sin importancia y que un hombre agrada a Dios tanto si los observa como si no; que quizás llegan a dudar de que la muerte de Cristo sea, en sentido estricto, una expiación por el pecado del hombre; que, si se les presiona, no admiten que Él sea, en sentido estricto y literal, Dios; y que niegan que el castigo de los malvados sea eterno.
Estas palabras fueron predicadas por el cardenal Newman el 4 de noviembre de 1838 en Oxford. Él era anglicano y hacía referencia a la rama más liberal de la iglesia de Inglaterra, que era en esos momentos la mayoritaria y rozaba el evangelismo. Sin embargo, casi dos siglos más tarde, caemos en la cuenta que esas mismas palabras pueden ser aplicadas a buena parte del clero católico, a la casi totalidad de los obispos y, si me apuran, incluso al mismo Sumo Pontífice. 
 
Para quienes dirigía Newman esas palabras, entre otras cosas, los sacramentos —“ritos y ceremonias”—, eran superfluos; sutilizas y decoraciones. Y viene al caso recordar estas palabras del cardenal por lo que estamos viendo en los últimos días. Hemos dicho en este blog que un católico, en caso de imposibilidad, bien puede pasar algunos meses sin asistir a misa y sin comulgar. Pero esto no significa que cuando buenamente podemos acercarnos a los sacramentos, dejemos de hacerlo. Y mucho menos significa que los sacerdotes se desliguen por el motivo que fuere de su obligación primordial para la cual fueron ordenados: la administración de los sacramentos. Nos hemos enterado de que, a lo largo y a lo ancho del país, un pequeño grupo de sacerdotes, con los permisos respectivos de las autoridades civiles, han comenzado a administrar los sacramentos (comunión, confesión y bautismos de urgencia), respetando todas las distancias y requerimientos sanitarios. Sin embargo, en algunos casos y a pesar de que muchos fieles se lo agradecían calurosamente, algunos prelados decidieron impedir esta actividad puesto que podía despertar los celos del resto de los clérigos haciéndolos quedar como cobardes. ¿Y la gente? Que hiciera un acto de contrición como dijo el Papa Francisco…

Evidentemente, no tenemos la misma fe. Los sacramentos para estos obispos y para sus celosos sacerdotes, son “ritos y ceremonias” de utilería, que bien pueden obviarse. Lo importante es no romper la unidad eclesial. Dos iglesias: la iglesia de la publicidad y la iglesia de las promesas.

Mientras tanto, en la Ciudad Gótica… es decir, en el Vaticano, el Santo Padre dedica su tiempo a decretar la constitución de una nueva comisión que estudie el tema del diaconado femenino. Recordemos que es la tercera comisión que se constituye para ese fin, y la segunda en el pontificado de Bergoglio. Las dos anteriores concluyeron que no hay pruebas que indiquen que el diaconado femenino en la iglesia primitiva implicaba el sacramento del orden. Es decir, las diaconisas era servidoras de la comunidad pero no “diáconos” en el sentido de personas ordenadas.  

Pero no se conforman. Seguirán exprimiendo documentos y con ayuda de la fantasía, poesía e imaginación, concluirán que, efectivamente, las diaconisas ordenadas existieron y deben ser restauradas. Dos iglesias: la iglesia de la publicidad y la iglesia de las promesas.
The Wanderer

Otro Via Crucis: Cardenal Pell se encuentra con sus “obispos hermanos”



La fría reacción de los supuestos hermanos del cardenal Pell después de su liberación asombra a Marco Tosatti, según publica el 8 de abril el sitio web LaNuovaBq.it.

El obispo de Brisbane, monseñor Mark Coleridge, protegido de Pell y presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, no expresó alegría ni compasión para Pell. En vez de ello pronunció palabras abstractas que expresaron mucha comprensión para la multitud que quiso linchar a Pell.

Un tono similar se encuentra en la declaración del Vaticano. El hospital de campo de Francisco parece incapaz de mostrar una simpatía genuina.

Tosatti compara esta reacción con el apoyo que recibieron del Vaticano obispos como Piñeda y Zanchetta.

NOTICIAS VARIAS 7 y 8 de abril de 2020




HISPANIDAD 

Los progres se enfadan. Ahora resulta que el cardenal Pell no era pederasta: lamentable

INFOCATÓLICA 


El obispo de Estiria renovará la consagración de Austria a la Virgen María en el Santuario de Mariazell
 

Vive peligrosamente (Bruno Moreno)

La Generalidad de Cataluña facilita los trámites para abortar mientras dure el estado de alarma por el coronavirus

ADELANTE LA FE 


Has escrito bien de mí

Una Semana Santa que pasará a la historia

SECRETUM MEUM MIHI 


Absuelto card. Pell. ¿Y quién le devolverá la honra? Señalamos directamente a Francisco. Así tal cual. Fue en 2017 cuand...

Los presos – conocidos por su odio a los delincuentes pedófilos – aplaudieron al cardenal Pell


El cardenal George Pell se enteró de su absolución mirando las noticias de televisión, solo en su celda; le dijo el 7 de abril al sitio web CatholicNewsAgency.com:

“Escuché un gran aplauso de algún lugar dentro de la cárcel y después tres presos cerca de mi celda pusieron en claro que estaban contentos por mí”.

Después de su liberación, Pell disfrutó un bistec como su primera comida “en libertad” después de 400 días en prisión, en medio de Semana Santa. Dijo que “lo que estoy esperando realmente es celebrar una Misa privada”.

Llamó a su tiempo en prisión un “largo retiro” y un tiempo para reflexionar, escribir y, sobre todo, rezar.

Tristeza en el Vaticano ante la inocencia de Pell


Comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 07.04.2020

La Santa Sede, que siempre ha confiado en la autoridad judicial australiana, acoge con satisfacción la sentencia unánime dictada por el Tribunal Supremo en favor del Cardenal George Pell, que lo absuelve de las acusaciones de abuso a menores, revocando su condena.

El Cardenal Pell – al someter su caso a la magistratura – defendió siempre su inocencia, entendiendo que la verdad sería aceptada. 
 
La Santa Sede se vale de esta ocasión para reafirmar su compromiso en la prevención y persecución de cualquier tipo de abuso a menores.

Esto es todo lo que la Santa Sede, cada vez menos ‘santa’ y menos ‘sede’ tiene que decir de todo lo que ha sucedido en torno al ‘proceso Pell’.
 
El cardenal Pell no nombró al Vaticano, ni al misericordioso Papa Francisco en su primer comunicado después de su liberación. Es simplemente vergonzoso y criminal todo lo que estamos viviendo. Suponemos que el carácter fuerte del cardenal se ha fortalecido en estos meses y ha tenido tiempo para poner en orden sus ideas. La tortura de estos meses le habrá ayudado a comprender serenamente dónde se ha encontrado y dónde se encuentra en este momento. Por lo comedido de sus palabras entendemos que ha aprendido la lección, deja las formas rudas del jugador de rugby y entra en formas mucho más ‘vaticanas’ para estar a la altura de sus perseguidores.

Sus colegas de la curia disfrutaron con su detención, esperemos que sólo disfrutaran y no colaboraran; y vemos la indiferencia, y en algunos casos la ‘perplejidad’ ante su puesta en libertad. Los bien pensantes creen que el viejo cardenal debe dedicarse a sus labores y dejarse de toda actividad pública porque esta ‘desacreditado’. Es lo que todo este proceso buscaba y piensan que lo han conseguido. Se ha destruido la imagen pública del cardenal, apareciendo en el imaginario colectivo como el ejemplo más sublime de abusador a menores y, en paralelo, se le ha sometido a una tortura personal inhumana para minar su estabilidad mental
 
Nada nuevo bajo el sol; es un proceso sobradamente conocido en la historia y sobradamente utilizado en los organismos del Vaticano: ejemplos tenemos, y no pocos, en este pontificado, por no ir más lejos.

El Misericordioso Papa Francisco evitará todo contacto con el apestado cardenal a pesar de su inocencia. Aquí no estamos para defender la verdad sino que nos movemos por pura estrategia de imagen y de utilidad política. No escucharemos de los misericordiosos y fraternos labios de Su Santidad jamás el nombre maldito de Pell. Escucharemos generalidades, vaguedades, que pueden ser interpretadas pero que no serán nunca claras y nítidas. 
 
Del comunicado oficial podemos deducir que el cardenal Pell quiso este proceso en el colmo de la complicidad criminal más desvergonzada. De su encarcelamiento y aislamiento prolongado e injusto no vemos una sola palabra, ni una, ni antes, ni en el proceso, ni después. Es evidente que deducir la complicidad del Vaticano en el proceso de Pell, no solo por omisión, que también, no es muy complicado y hasta un ciego lo ve. Los comentarios de hoy van en esa línea. Para el Vaticano es un tema cerrado y Pell no existe.
 
Specola

martes, 7 de abril de 2020

La semana santa del cardenal Pell



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Cuando en Roma todavía era de noche, hoy martes 7 de abril el tribunal supremo de Australia ha sentenciado, por unanimidad, revocar la condena del cardenal Pell y dejarlo inmediatamente en libertad. En la foto se le ve mientras abandona la cárcel de máxima seguridad de Barwon, cerca de Melbourne. Por fin podrá celebrar su primera misa tras 14 meses de reclusión.

Este es el texto íntegro de la sentencia:

> High Court of Australia

Y ésta es la declaración que el cardenal Pell ha emitido inmediatamente después de su puesta en libertad:

> “I have consistently maintained my innocence…”

Los siete jueces del tribunal supremo han motivado su decisión en base a la “posibilidad razonable de que el reato no haya sucedido y que, por consiguiente, exista una duda razonable de que se esté condenando a un inocente”.

El cardenal Pell siempre ha sostenido su inocencia y ahora ha dicho que “la única base de la justicia es la verdad, porque justicia significa verdad para todos”.

La sentencia pone fin a siete años de procesos, puestos en marcha en 2014 a partir de una investigación de la policía de Victoria y acelerados en 2017 cuando surgieron las acusaciones, en parte sobreseídas, sobre supuestos hechos que habrían sucedido muchos años atrás. Pell abandonó Roma y se trasladó a Melbourne donde, en 2018, fue procesado y condenado a seis años de cárcel basándose en la acusación de una sola persona cuya identidad nunca se ha hecho pública. El cardenal ha dicho que no siente ningún rencor hacia esta persona.

La condena fue confirmada en la apelación por dos de los tres jueces. Ahora, esta condena ha sido totalmente anulada por el tribunal supremo.

Lo siguiente es que el cardenal Pell deberá enfrentarse a un proceso canónico ante la congregación para la doctrina de la fe, al haber concluido todo el recorrido de la justicia secular.

Sin embargo, precisamente la sentencia del tribunal supremo australiano, que ha establecido la incoherencia e inconsistencia de las acusaciones presentadas contra el cardenal, podría facilitar que la sentencia del proceso canónico fuera favorable a Pell:

> Analysis: Freed from prison, will Cardinal Pell now face Vatican trial?
 
Sandro Magister 

El cardenal Pell es inocente



En diciembre de 2018, un jurado condenó a Pell. La sentencia fue confirmada por un panel de tres jueces del Tribunal de Apelación del Estado de Victoria en agosto pasado, en un dictamen dividido, dos contra uno. 
 
Este martes, 7 de abril de 2020, el Tribunal Superior de Australia estimó que había «una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no han establecido su culpabilidad según el nivel de prueba requerido». Los siete magistrados del Tribunal Superior establecieron, por unanimidad, que el tribunal inferior había «omitido abordar si existía una posibilidad razonable de que el delito no se hubiera cometido, de modo que debería haber habido una duda razonable sobre la culpabilidad»
 
Desde Specola hemos defendido, sin fisuras y desde el inicio, la inocencia absoluta del Cardenal Pell de los gravísimos delitos de los que se le acusaba. El tiempo nos ha dado la razón y estamos contentos y satisfechos. 
 
Todo este proceso de caza de brujas poco tenía que ver con los abusos a menores y mucho con el intento de limpieza que Pell quería iniciar en el Vaticano. No es la primera vez que se utiliza la presunta justicia para intentar anular a una persona. Pell es fuerte pero ha sufrido una tortura de meses, injusta, increíblemente dura, de la que esperamos que salga fortalecido y con ganas de luchar en todos los ámbitos
 
Hoy los periódicos no informarán de su inocencia como lo hicieron de su presunta culpabilidad, las cosas son así. Para nosotros, nada ha cambiado y pensamos lo que hemos pensado siempre. ¡Larga vida a Pell!, para que pueda ver la caída de sus perseguidores. 
 
Ni el Vaticano, ni el Papa Francisco, han movido un dedo por defender al molesto cardenal, esto ya nos indica mucho. No hagamos caso de las bellas palabras sino de los hechos.
 
Specola

Cardenal George Pell absuelto – Su carta



El cardenal George Pell ganó su apelación en la Suprema Corte de Australia. Su condena por acusaciones de “abuso” fue revocada por unanimidad el 7 de abril de 2020.


Estuvo 404 días, es decir, más de 13 meses, en prisión, después de haber sido condenado erróneamente por la Corte del Condado de Melbourne. Ahora, está afuera y en un lugar seguro.

La Corte determinó que el jurado “debería haber tenido dudas sobre la culpabilidad del solicitante con respecto a cada uno de los delitos por los cuales fue condenado”, y ordenó “que se anulen las condenas y que se dicten veredictos de absolución en su lugar”.

Los jueces determinaron “una significativa posibilidad que una persona inocente ha sido condenada, porque la evidencia no estableció la culpa con el estándar requerido de una prueba”.

El cardenal Pell dijo en una primera declaración que no tiene mala voluntad contra su acusador [mentiroso]. Él agradece todas las oraciones y las “miles de cartas de apoyo” (a continuación la carta completa).

Australia acusó a un hombre inocente en medio de la cultura envenenada del delirio anticatólico. El cardenal Pell es el Dreyfus de Australia (una condena equivocada en Francia, en el siglo XIX).
 
 

La inocencia del cardenal Pell



El cardenal George Pell fue declarado inocente por la Corte Suprema de Australia. Aquí pueden bajar la sentencia completa [aunque son 43 páginas y está en inglés].

El cardenal incomodó al Vaticano cuando se tomó en serio su función de limpieza de toda la corrupción contenida en los Sacros Palacios.

No podemos decir que sus acusaciones y juicios hayan sido alentadas desde Roma, pero lo cierto es que ninguno de los prelados de la Curia, comenzando por el Papa Francisco, hizo nada para defenderlo: lo dejaron solo. 

Esta noticia apenas si tendrá un lugar insignificante en los medios de prensa. Los católicos, en cambio, deberíamos festejarla y agradecer a Dios puesto que está nuevamente entre nosotros uno de los mejores y más lúcidos cardenales del Sacro Colegio.

The Wanderer

lunes, 6 de abril de 2020

Visita de enfermos (Padre Javier Olivera)


Duración 2:01 minutos

Cardenal burke: “¡No cedáis ante la mentira de Satanás!”



Mensaje para la semana más santa del año
Raymond Leo Cardenal Burke

Queridos amigos,

Desde que inicié mi servicio como obispo de una diócesis, parecía que cada año, a medida que se acercaban las celebraciones de Navidad y Pascua, ocurría un hecho profundamente triste en la diócesis o una crisis difícil de enfrentar por el bien de la diócesis. Justo cuando comenzaba a preparar con alegría las celebraciones de los grandes misterios de nuestra salvación, algo sucedía que, desde un punto de vista humano, ponía una nube oscura sobre las celebraciones y dejaba en tela de juicio la alegría que inspiraban. Una vez le comenté a un hermano obispo esta experiencia angustiosa y demasiado regular. Me respondió sencillamente: “Es Satanás, tratando de robarte la alegría”.

Tiene sentido que Satanás, a quien Nuestro Señor describe como “asesino desde el principio, …mentiroso y padre de toda mentira”(Jn 8, 44) quiera esconder de nuestros ojos las grandes realidades de la Encarnación y la Redención, quiera distraernos de los ritos litúrgicos a través de los cuales no sólo celebramos esas verdades, sino que también recibimos las inmensurables e incesantes gracias que ellas nos han ganado. Satanás quiere convencernos de que las pérdidas y la muerte, con la tristeza y el miedo que naturalmente las acompañan, muestran que Cristo es falso, desmintiendo así su Encarnación redentora y tratando de mostrar como una mentira nuestra fe y alegría.

Pero Satanás es el falso. El es el mentiroso. Cristo, Dios Hijo, de hecho, se ha hecho hombre, ha sufrido la más cruel Pasión y Muerte para redimir nuestra naturaleza humana, para restaurarnos la verdadera vida, la vida divina que vence los peores sufrimientos e incluso la muerte misma y ​​que nos conduce en modo certero y seguro a nuestro verdadero destino: la vida eterna con Él.

San Pablo, ante tantas pruebas profundamente desalentadoras a lo largo de su ministerio apostólico, que culminó con su martirio en Roma, escribió a los colosenses: “Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24). Para él, como debiera serlo también para nosotros, sufrir con Cristo por la Iglesia, por amor de Dios y de nuestro prójimo, es la fuente inagotable e indefectible de nuestro gozo. Es la máxima expresión de nuestra comunión con Cristo, Dios el Hijo encarnado, compartiendo con Él el misterio del amor divino de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La vida de Cristo, la gracia del Espíritu Santo derramada del Corazón de Cristo para morar en nuestros corazones, nos inspiran y nos fortalecen para que podamos abrazar las pérdidas y la muerte con Su amor, transformándolas en ganancia eterna y vida sin fin. Nuestro gozo, entonces, no es un placer o emoción superficial, sino el fruto del amor que es “fuerte como la muerte” y el cual “las muchas aguas no podrán apagarlo, ni lo ahogarán los ríos.” (Cant 8, 6-7).

Nuestra alegría no nos dispensa del agudo aguijón de las pérdidas y de la muerte, sino que, con confianza y coraje, los enfrenta como parte del combate de amor que estamos llamados a librar durante esta vida; después de todo, somos, por gracia de Dios, verdaderos soldados de Cristo (2 Tm 2, 3), que tenemos conocimiento seguro de la victoria de la vida eterna. Así, al final de su vida, San Pablo escribió a su hijo espiritual y hermano como pastor del rebaño, San Timoteo:

“Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación". (2 Tm, 4. 6-8)

Amemos a Nuestro Señor, amemos la Encarnación Redentora, por la cual Él está vivo para nosotros en la Iglesia y, por lo tanto, estemos contentos de pelear con Él la buena batalla, de mantenernos en la competición sin importarnos de las pruebas que enfrentemos, y mantengamos la fe cuando el Padre de las Mentiras nos tiente a dudar de Cristo e incluso a negarlo.

Quizás Satanás nunca haya tenido un medio mejor que el coronavirus para robar nuestro gozo de celebrar los días más santos del año, los días en los cuales Cristo nos conquistó la vida eterna. ¡Cómo le gustará sustraernos la santidad de aquella única semana del año, que se conoce simplemente como Semana Santa! La actual crisis de salud internacional causada por el coronavirus COVID-19 continúa en una cosecha trágica de pérdidas y de muerte, engendrando profunda tristeza y miedo en el corazón humano. Ciertamente, Satanás estará utilizando el sufrimiento que acosa a tantos hogares, vecindarios, ciudades y naciones, para tentarnos a dudar de Nuestro Señor y de la Fe, la Esperanza y la Caridad, que son sus grandes dones para nuestra vida diaria. El efecto de la intención asesina de Satanás y de sus mentiras se hace aún mayor cuando estamos lejos del Señor, cuando damos por por cosa sentada su vida dentro de nosotros, cuando incluso lo abandonamos persiguiendo placeres mundanos, conveniencias o éxitos.

En la misma Iglesia hemos sido testigos de una carencia en enseñar primero a Cristo como Señor. ¿Cuántos hoy están sufriendo profundamente de un miedo inútil porque han olvidado o incluso rechazado el Reino del Corazón de Jesús en sus corazones y en sus hogares? Recordemos las palabras de Nuestro Señor a Jairo que buscaba ayuda para su hija moribunda: “No tengas miedo, solo ten Fe” (Mc 5, 36). ¿Cuántos hoy no tienen esperanza porque piensan que la victoria sobre el mal del coronavirus COVID-19 depende totalmente de nosotros, porque han olvidado que, mientras debemos hacer todo lo humanamente posible para luchar contra el gran mal, sólo Dios puede bendecir nuestros esfuerzos, dándonos la victoria sobre las pérdidas y la muerte? 
 
Es muy triste leer documentos, incluso documentos de la Iglesia, que pretenden abordar las dificultades más importantes que enfrentamos sin que encontremos en ellos ningún reconocimiento del Señorío de Cristo, de la verdad de que dependemos completamente de Dios para nuestro existir, dependemos completamente para todo lo que somos y todo lo que tenemos, y que, por lo tanto, la oración y la adoración son nuestros primeros y más importantes medios para combatir cualquier mal.

Hace unos días, un joven adulto católico me dijo, como si fuera un hecho lógico, que no celebraría la Pascua este año debido al coronavirus. Si la alegría de nuestra celebración de Pascua fuera simplemente una cuestión de buenos sentimientos, entonces entiendo su sentimiento. Pero la alegría de la Pascua está enraizada en una verdad eterna, la victoria de Cristo sobre lo que claramente parecía ser su aniquilación, la victoria ganada en Su naturaleza humana al fin de que triunfemos en nuestra naturaleza humana, sin que nos importen las dificultades que podamos estar sufriendo.
 
Si creemos en Cristo, si confiamos en sus promesas, entonces debemos celebrar con alegría la gran obra de su redención. Celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo no es faltar el respeto al sufrimiento de tantos en estos tiempos, sino reconocer que Cristo está con nosotros para vencer nuestros sufrimientos con Su amor. Nuestra celebración es un faro de esperanza para aquellos cuyas vidas han sido severamente probadas, invitándolos a depositar su confianza en Nuestro Señor.

Sí, la Semana Santa este año es muy diferente para nosotros. El sufrimiento que corre paralelo al coronavirus incluso lleva a una situación en la que muchos católicos, durante la Semana Santa, no tienen acceso a los sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía, que son nuestros encuentros extraordinarios, pero también ordinarios, con el Señor Resucitado, al fin de renovarnos y fortalecernos en Su vida.

Pero sigue siendo la semana más sagrada del año, ya que conmemora los eventos por los cuales estamos vivos en Cristo, por los cuales la vida eterna es nuestra, incluso ante una pandemia, una crisis de salud mundial. Os exhorto, por lo tanto, a que no cedáis ante la mentira de Satanás, quien os convencerá de que, este año, no tenéis nada que celebrar durante la Semana Santa. No, tenemos todo que celebrar, porque Cristo nos ha precedido en cada sufrimiento y ahora nos acompaña en nuestros sufrimientos, para que podamos permanecer fuertes en su amor, el amor que vence todo mal.

Hoy celebramos el Domingo de Ramos, cuando Cristo entró en Jerusalén con pleno conocimiento de la Pasión y la Muerte que le esperaba. Sabía cuán efímera fue la bienvenida que había recibido, una bienvenida justa para el Rey del Cielo y la Tierra, pero superficial porque aquellos que la extendieron sólo tenían una comprensión mundana de la salvación que vino a ganar para nosotros. No estaban listos para ser uno con Cristo en el establecimiento de Su Reino eterno a través de los eventos de Su Pasión y Muerte. Después del Domingo de Ramos, cada día de la Semana Santa es justamente llamado santo porque es parte del firme abrazo de Cristo de su misión salvadora en su culminación.

Tomaos el tiempo hoy para reflexionar sobre la verdadera bienvenida real que le habéis extendido a Cristo en vuestro corazón y en vuestro hogar. Lean nuevamente el relato de su entrada en Jerusalén y de cómo, después de su entrada triunfante, lloró sobre Jerusalén con las palabras: "¡Oh Jerusalén, Jerusalén, matando a los profetas y apedreando a los que te son enviados! ¿Con qué frecuencia habría reunido a tus hijos como una gallina junta a su prole bajo sus alas, y tú no lo harías?” (Mt 23, 37). 
 
Si usted o su hogar están lejos de Nuestro Señor, recuerde cómo Él desea estar cerca de usted, ser el invitado constante de su corazón y su hogar. Permanezca con Cristo durante la Semana Santa. De manera particular, haga del Jueves Santo un día de profunda acción de gracias por los sacramentos de la Sagrada Eucaristía y el Orden Sacerdotal, que Nuestro Señor instituyó en la Última Cena. Haga que el Viernes Santo sea un día tranquilo durante el cual emprenda prácticas penitenciales, para profundizar en el misterio del sufrimiento y la muerte de Cristo. El Viernes Santo, se llenará de gratitud por los sacramentos de la penitencia y de la unción de los enfermos. El Sábado Santo, vigile con Nuestro Señor, alabándolo y agradeciéndole por el don de Su gracia en nuestras almas mediante la efusión del Espíritu Santo a través de Su glorioso Corazón traspasado. Medite especialmente en cómo su gracia está en usted a través de los sacramentos del bautismo, la confirmación y la sagrada eucaristía. Durante todos estos días, reflexione y agradezca a Dios por el regalo del Sacramento del Santo Matrimonio y sus frutos, la familia, la “Iglesia doméstica” o pequeña Iglesia del hogar, el primer lugar en el que llegamos a conocer a Dios, ofrecerle oración y adoración, y disciplinar nuestras vidas de acuerdo con su ley.

Si no puede participar en los ritos litúrgicos durante estos días especialmente sagrados, lo que de hecho es una gran privación, porque nada puede sustituir el encuentro con Cristo a través de los sacramentos, luche en sus hogares por estar en la Sagrada Liturgia a través de su deseo de estar en compañía de Nuestro Señor, especialmente en el misterio de Su obra salvadora. Nuestro Señor no espera de nosotros lo imposible, pero espera que hagamos lo mejor que podamos para estar con Él durante estos días de Su poderosa gracia.

Hay muchas ayudas maravillosas para alimentar ese deseo sagrado. En primer lugar, hay un rico tesoro de oración en la Iglesia, por ejemplo: la lectura de las Sagradas Escrituras, por ejemplo, los Salmos Penitenciales, especialmente el Salmo 51 [50], y el relato de la Pasión de Nuestro Señor en los cuatro Evangelios, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, meditación sobre los misterios de nuestra fe a través de la oración del Santo Rosario, especialmente los Misterios Dolorosos, las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús, de la Santísima Virgen (de Loreto), de San José , y de los Santos, el Vía Crucis, que también se puede hacer en casa usando las imágenes de las Catorce Estaciones representadas en un libro de oraciones o en un objeto sagrado, la Coronilla de la Divina Misericordia, visitas a santuarios, grutas y otros lugares sagrados para Nuestro Señor y para los misterios de la Encarnación Redentor, y la devoción a los santos que han sido poderosos para ayudarnos, especialmente a San Roque, Patrono contra las Pestilencias. También en nuestro tiempo, tenemos la bendición de tener acceso, a través de los medios de comunicación, a los ritos sagrados y a las devociones públicas que se celebran en ciertas iglesias, especialmente en las iglesias de los monasterios y conventos en los que se encuentra toda la comunidad religiosa participando
 
Ver un rito sagrado que se transmite, ciertamente no es lo mismo que participar directamente en él, pero, si es todo lo que nos es posible, seguramente será agradable para Nuestro Señor, quien nunca dejará de colmarnos de Su gracia en respuesta a nuestro humilde acto de devoción y amor. 
 
En cualquier caso, la Semana Santa no puede ser para nosotros como cualquier otra semana, sino que debe estar marcada por los sentimientos más profundos de fe en Cristo, nuestra única salvación. Los sentimientos de fe durante estos días más santos son, asimismo, sentimientos de gratitud y amor más profundos. Si su gratitud y amor no pueden tener su máxima expresión a través de la participación en la Sagrada Liturgia, deje que se exprese en la devoción de sus corazones y hogares. Conmemorando, con Cristo, Su Santísima Madre y todos los santos, los eventos del Sagrado Triduo, contemplamos el misterio de Su vida dentro de cada uno de nosotros. Para todos, el tiempo dedicado, cada día, en oración y devoción, meditando sobre la Pasión de nuestro Señor, nos ayudará a estar con nuestro Señor durante estos días más santos de la mejor manera posible en este momento. ¡Cuánto nos debe enseñar el sufrimiento del tiempo presente sobre el don incomparable de la Sagrada Liturgia y los Sacramentos!

Para terminar, les aseguro que ustedes y sus intenciones están en mis oraciones de hoy y permanecerán en mis oraciones durante la Semana Santa y especialmente durante el Sagrado Triduo del Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo. Que todos nos acompañemos con Cristo con la más profunda fe, esperanza y amor, mientras celebramos estos días más santos en los que sufrió, murió y resucitó de los muertos para liberarnos del pecado y de todo mal, y para ganarnos la vida eterna. Que nuestra celebración de la Semana Santa, este año, sea nuestro armamento fuerte en el combate en curso contra el coronavirus COVID-19. En Cristo, la victoria será nuestra. “No temas, solo cree” (Mc 5, 36).

Raymond Leo Cardinal BURKE

5 Abril 2020

Domingo de Ramos

Cardenal Raymond Burke: ¿Cuáles son nuestros instrumentos más importantes contra el virus?



El cardenal Raymond Burke escribe en su Mensaje de Semana Santa que desde el momento en que llegó a ser obispo él no ha experimentado una sola Navidad o Pascua que no estuviera ensombrecida por una crisis o por un acontecimiento muy triste en su diócesis.

Un cofrade comentó sobre esto: “Es Satanás tratando de robarte la alegría”. Por eso dice Burke que no le sorprende que Satanás utilice el coronavirus para distraernos de la Semana Santa.

Él observa que muchos están desesperanzados porque piensan que una victoria sobre el coronavirus depende de nosotros, pues olvidaron que Cristo está a cargo. El motivo de esto es que también en la Iglesia hubo una falla al “no enseñar a Cristo como el Señor”.

Para Burke es “triste” que incluso documentos de la Iglesia que pretenden tratar las dificultades más importantes no reconocen el señorío de Cristo y el hecho de que, en consecuencia, “la oración y el culto son nuestro primer y más importante instrumento para combatir cualquier mal”.

Planicies borrascosas



La borrasca que azota nuestra planicie no nos deja ver con claridad. Tratemos de agudizar la mirada. 
 
1. Los obispos se comportaron en Argentina y en la mayor parte del mundo del mismo modo en que se comportaron sus colegas en otras ocasiones de la historia. Ya publicamos aquí una entrada en la que se demuestra, con documentos históricos, que durante la peste amarilla, a fines del siglo XIX, se suspendió por un buen tiempo el culto público en Buenos Aires, incluidas las ceremonias de Semana Santa
 
2. El precepto dominical es un precepto y, por tanto, puede ser levantado con la autoridad que tiene el Romano Pontífice y que es delegada a los obispos. El mandamiento de “santificar las fiestas” debe cumplirse pero existen muchos modos de santificarlas cuando no se puede asistir a misa.

3. Lo que nunca hizo la iglesia fue dejar a los fieles librados a su suerte, que es lo que vemos que está ocurriendo ahora en muchísimos casos. Sacerdotes escondidos en sus madrigueras que se niegan a asistir a quienes lo necesitan, sobre todo los ancianos y enfermos, alegando las razones más insólitas. Una de las más recurrentes es decir que sus padres son mayores y temen contagiarlos. No piensan que médicos y enfermeros también tienen familia y que, para no contagiarlos, no los visitan y se alojan en hoteles a fin de no regresar a sus casas. Si ellos pueden hacer este sacrificio para cumplir con su deber, ¿por qué no pueden hacerlo los sacerdotes? En otras ocasiones de pestes y calamidades, los obispos siempre aseguraron que un grupo de sacerdotes estuviera dispuestos y siempre pronto para asistir a los necesitados. Basta leer I promessi sposi para ver cómo se comportó el clero durante la Gran Peste de Milán de 1630 (que mató 280.000 personas en la zona de Lombardía… no somos tan originales). No vemos que esto ocurra en la actualidad, más allá de que muchos sacerdotes, por propia iniciativa, ejercen su ministerio arriesgando y entregando su vida en las zonas más azotadas por la plaga. 
 
4. Lo que nos indigna a los fieles es la abyecta sumisión con la que los obispos acataron las órdenes del gobierno. No es cuestión de que pretendieran la autorización para celebrar ceremonias litúrgicas abarrotadas de fieles y procesiones multitudinarias pero, al menos, que hubieran pedido que permitieran que las iglesias continuaran abiertas así como el libre desplazamiento de los fieles para rezar en ellas. O bien, que se mantuviera el culto público con las garantías del distanciamiento social (dos personas por banco, por ejemplo) aunque eso implicara incrementar el número de misas. Es esto lo que ocurre en Italia (las iglesias se han abierto nuevamente y los fieles pueden rezar en ellas), en Polonia e incluso en Texas, donde el gobernador ha declarado que los servicios religiosos son esenciales y no pueden ser prohibidos
 
5. A los fieles de la provincia de Mendoza indignó sobremanera la incoherencia (o hipocresía) de los obispos y muchos sacerdotes que, mientras cerraban los templos para evitar el contagio, los abrían para que se convirtieran en populosos vacunatorios, ufanándose y tranquilizando sus conciencias por una actitud tan caritativa. 
 
6. Creo que nosotros, los simples seglares, debemos cuidarnos del peligro de la insensatez. Y pongo un par de ejemplos. Este es un pobre blog de cuarta categoría al que llegan comentarios muy curiosos. Por ejemplo, hay varios (que elimino) que insultan y despotrican, con las peores groserías imaginables, porque quieren comulgar y no pueden. Yo me pregunto qué disposiciones interiores tienen esas personas para recibir la Sagrada Eucaristía, vista la ira (que es un pecado capital) con la que se expresan. O bien, me consta que muchos fieles que asisten a misa y comulgan todos los domingos (pero no semanalmente) están ahora armando escándalo porque no los dejan tener misa el martes o el jueves. O bien, convencen a sacerdotes para que, clandestinamente, vayan a sus hogares y les celebren allí la misa para ellos y unos pocos amigos, con la mesa del comedor como altar… y bajo el cuadro de la abuelita. Desproporción absoluta.
 
7. Y aquí veo yo un segundo peligro: que nos entusiasmemos con jugar a los soldaditos porque se ha dado la soñada oportunidad, nos pintemos la cara y salgamos a cazar ingleses y reconquistar Malvinas. Seamos sensatos: no estamos en una situación de persecución, no estamos en una situación desesperada y no hay montoneros, ni británicos ni esbirros del nuevo orden mundial a la vuelta de la esquina dispuestos a degollarnos. Si queremos jugar a los soldaditos, jueguemos, pero no no nos olvidemos que es un juego; no es en serio. En otras palabras, no nos hagamos los mártires y no exageremos; no somos cristianos bajo el régimen estalinista, ni católicos en territorio rojo durante la Guerra Civil Española, ni recusantes ingleses durante el reinado de Isabel I. Podemos pasar un mes, o dos o tres sin misa y sin eucaristía; no tomemos la circunstancia de la ausencia del culto público para desgañitar nuestras broncas acumuladas contra obispos y curas, y para enarbolar la palma convencidos de que somos los nuevos testigos del Evangelio. No sería noble; sería grotesco.

Y sobre este tema, incluyo la breve reflexión para el Domingo de Ramos de dom Andrew Anderson, abad de Nuestra Señora de Clear Creek (monasterio benedictino fundado por Fontgombault) que es iluminadora: 
 

“Sería el eufemismo del milenio sugerir que, tal vez, algo estaba mal en el mundo y que la crisis sanitaria mundial ha impactado tristemente en la forma en que vivimos como católicos. No sólo somos testigos del espectáculo de tantas personas que enferman e incluso mueren, sino que el mismo Pan de Vida, que se nos ha confiado desde el Cielo, ha sido encerrado de tal manera que un gran número de fieles no puede recibir este vital alimento espiritual. No culpo a nadie en particular. 
 
Pero una pandemia no tiene por qué convertirse en un pandemonio. Después de todo, la Santísima Trinidad sigue siendo suprema en el Cielo; los coros de los ángeles se mantienen unidos en perfecto orden; las estrellas siguen su curso perpetuo; los pájaros están ocupados construyendo sus nidos; y, como se dice, “el caracol sigue en su caparazón”. Todavía tenemos (bastante intacta) la fe junto con todas las virtudes y dones del Espíritu Santo. La gracia de Dios está operando ahora como siempre. Aunque algunos no puedan asistir en persona al Santo Sacrificio de la Misa y recibir a Nuestro Señor en la Comunión, somos libres de visitar en espíritu todos los tabernáculos del mundo, donde la presencia real reina en humilde y silenciosa majestad. Todos pueden aún recibir la Sagrada Comunión de manera espiritual. ¿Qué nos dijo el Señor? “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora en secreto a tu Padre, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará”. ¿Quién no puede hacer esto ahora? Todos debemos convertirnos en contemplativos por un tiempo.
 
Aunque aprecio mucho que el fenómeno de la transmisión en directo por internet permita a muchos fieles participar, de alguna manera, en la celebración de la misa, me preocupa que algunos tengan la impresión de que su televisión o pantalla de ordenador se ha convertido en su única esperanza, el único contacto con Dios que les queda. ¡Qué locura! En varias épocas y lugares a lo largo de los siglos, los cristianos se han visto imposibilitados durante un tiempo de recibir los sacramentos. Algunos de los primeros santos ermitaños vivieron tan lejos en el desierto que nunca pudieron recibir la Sagrada Eucaristía. Como nos enseña Nuestro Bendito Padre San Benito, “Que [el monje] considere que está siempre contemplado desde el cielo por Dios, y que sus acciones son vistas en todas partes por el ojo de la Divina Majestad, y que cada hora le son reportadas por sus ángeles”. Cada uno puede ser creativo al vivir la fe en esta dramática circunstancia.
 
¿Quién es responsable del nuevo brote del coronavirus? Tú y yo. En una época en la que miles y miles de no nacidos están siendo legalmente privados de la vida en todo el mundo y en la que la sagrada institución del matrimonio ha sido burlada y ridiculizada en tantos lugares, no debería sorprender que Dios permita que un microbio ponga a la humanidad de rodillas. Entonces, ¿qué debe hacerse? El mundo entero se lo está preguntando. Los monjes de Nuestra Señora celebraremos este año, posiblemente como nunca antes, las grandes ceremonias litúrgicas del Triduo Sagrado. Lo haremos con vosotros y para vosotros (aunque la asistencia a las misas públicas sigue suspendida), dondequiera que estéis. “Pero llega la hora -dijo Cristo a la samaritana- y es ahora, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque el Padre también busca a los que le adoran”
 
Por encima de todo, contigo y para ti, viviremos en la alegría de pertenecer al Dios de quien ningún virus puede privarnos. Pronto el Hijo de Dios triunfará sobre la oscuridad de la muerte. Pronto la crisis sanitaria mundial se calmará y desaparecerá, aunque se necesite todavía más paciencia. Que nuestros corazones se encuentren fieles y llenos de esa esperanza y amor que dan la medida sobrenatural del gran esfuerzo que estamos realizando como cristianos. “Y ahora quedan la fe, la esperanza y la caridad, estas tres: pero la mayor de ellas es la caridad”.


(Publicado en el sitio de la abadía de Nuestra Señora de Clear Creek).
The Wanderer