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martes, 2 de agosto de 2022

¿Qué ha ido a hacer el Papa a Canadá? (Carlos Esteban)



A pedir perdón por crímenes que nadie ha cometido y a participar en ceremonias paganas, escandalizando a los unos y dejando insatisfechos a los otros, que exigen que la Iglesia pida un perdón global, por todo.

Para ser un Papa que despotrica con tanta asiduidad contra la mundanización de la Iglesia, Francisco tiene una extraña forma de demostrarlo. Sus causas favoritas, las que más repite y predica, coinciden casi al milímetro con las que más se llevan entre la élite mundial, las que se nos imponen desde los poderes públicos y los medios de comunicación, y que nunca han ocupado a otro pontífice antes que a él, al menos con tan machacona insistencia.

El reciente viaje a Canadá ha sido un caso extremo de esta tendencia, casi paródico. El mismo autoodio que observamos en los líderes intelectuales de la Civilización Occidental, el mismo ‘enamoramiento’ con las culturas indígenas y su glorificación, ligeramente paternalista, lo observamos en el pensamiento único secular tanto como lo ha representado el Santo Padre.

Ni siquiera se puede calificar de búsqueda de la oveja perdida, dejando a su suerte al rebaño restante, porque se niega enfáticamente que la oveja en cuestión esté perdida en modo alguno. Así, el Papa participó como uno más en una invocación a la Abuela del Oeste y a los espíritus, una ceremonia pagana como aquellas cuyo rechazo llevó a cruel muerte a cientos de mártires que la Iglesia reverencia.

Naturalmente, esta estrategia es infructuosa siempre. Mientras llena de confusión a los católicos, no atrae a los de afuera, que por mucho que se alegren de ver al Santo Padre respetuosamente inclinado ante sus ídolos -ya sean los de los indígenas, ya los del Foro Económico Mundial- no van a aceptar por ello a Cristo, sobre todo viendo lo poco que insiste en Él su propio vicario.

De hecho, el mundo (en sentido teológico), que ensalzó a este Papa cuando inició su ‘revolución’, se ha aburrido ya de él, oyéndole repetir lo mismo que oyen en la tele a todas horas. ¿Qué novedad aporta? La respuesta la han dado, en este viaje, el espantoso, insólito vacío de los lugares reservados para que el público asistiera a sus alocuciones. Las fotos son deprimentes, pero lógicas.

Por lo demás, su apertura a las más extrañas ceremonias, a las más alejadas de nuestra fe, contrasta poderosamente con su actitud enemiga contra los ritos propios cuando son, como el de los indios, tradicionales

Cuesta entender que sea de algún modo válido un ritual pagano donde se invoca espíritus y que esté desterrando de más y más diócesis la Misa que ha alimentando a miles de santos durante siglos.

Carlos Esteban