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martes, 12 de marzo de 2019

El obispo electo de Cartagena y la inasible primavera (Carlos Esteban)



Sebastián Chico, recién elegido obispo de Cartagena, ha permitido la celebración de un funeral por Francisco Franco, y los nuevos fariseos, los de la Cofradía de la Misericordia Selectiva, llevan desde entonces rasgándose las vestiduras y pidiendo su cabeza.

“¿Quién está engañando al Papa Francisco y colándole este tipo de obispos, que no comulgan con su primavera?”, se preguntan, supuestamente, representantes del clero murciano en un texto deliciosamente victoriano de José Manuel Vidal en Religión Digital, en una atribución que, apostaríamos la cabeza, ha salido de la pluma y la confusa cabeza del periodista.

Se escandaliza Vidal con un ímpetu y un tono de ir a pedir las sales que hemos echado a menudo de menos en su portal con asuntos de mayor gravedad y fundamento, pero nos tememos que en Religión Digital hace tiempo que, por lo que parece, la Iglesia es cosa buena cuando hace política de izquierda y ya está tardando en prohibir ser alguna otra cosa.

De hecho, leyendo el texto se diría que ya está prohibida bajo pena de excomunión latae sententiae. El titular de la noticia lo deja claro, negro sobre blanco: ‘Sacerdotes de Murcia acusan al obispo electo de Cartagena de ultraconservador y simpatizante de Vox’. Solo puede acusarse de lo que es inmoral o criminal, de modo que para Vidal ser conservador -ser ‘ultraconservador’ es un mero sinónimo hiperbólico- y votar a Vox son lo uno o lo otro. Probablemente, ambas cosas.

Pero lo asombroso no es lo que pueda opinar Vidal, que aquí ya nos conocemos todos; lo asombroso es que pueda escribir ese titular sin advertir el disparate. Leemos en el texto: “¿Quien informa al Papa Francisco, para que meta la pata hasta este extremo?”, se pregunta indignado un venerable sacerdote murciano. Y añade: “Esto es escandaloso. ¿Quieren entregar la Iglesia de España a la extrema derecha política?”.

Tener, de todos los obispos de España, uno que podría, según las malas lenguas, votar -o no- a Vox, un partido perfectamente legítimo y con una visión bastante más cercana a la católica que cualquiera de los políticos que enamoran a Vidal, significa “entregar la Iglesia de España a la extrema derecha política”. Lo dice, ya saben (guiño, guiño), “un venerable sacerdote murciano”.

¿Y cuáles son exactamente los cargos? Copiamos a Vidal, como si fuéramos un Thomas Rosica cualquiera: “Al parecer, el día 20 de Noviembre, aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco se habría celebrado una misa en el seminario diocesano, con la bandera de la dictadura presente en la capilla, con el objetivo de contentar a un grupo de seminaristas ‘pro Vox’”.

Realmente este Chico no sé en qué está pensando; esa no es forma de hacer carrera en la Iglesia de la Renovación Perpetua. Todavía, si se hubiera tomado libertades con un hijo de confesión, como McCarrick, o simplemente se hubiera hecho fotos masturbándose al estilo de Zanchetta -el obispo emérito que, oh sorpresa, el Papa se ha llevado con él a los Ejercicios Espirituales de Cuaresma-, tendría un pase y la misericordia clerical caería copiosa sobre él.

Mucho nos tememos que, de seguir por este abominable camino, el obispo cartagenero podría acabar haciendo algún disparate como, no sé, negarle la comunión a un adúltero público o a un protestante confeso.

Ahora en serio: ¿qué ha hecho mal Chico? Franco vivió y murió como católico, por no hablar del pequeño detalle de que su ‘golpe’ fue considerado por Roma ‘cruzada de liberación’, por aquello de que los muy tolerantes republicanos estaban matando clérigos como conejos y violando monjas como si fuera una competición. En ese caso, celebrar un funeral por su alma inmortal no es en absoluto reprochable.

Pero pongámonos en el otro caso, en el extremo de Vidal, y pensemos en Franco como un sanguinario tirano opresor, asesino de su pueblo. Es decir, supongamos que era un hombre malo, cargado de culpas odiosas. ¿No es eso mayor, y no menor, razón para celebrar un funeral por su alma? ¿Pretende Vidal negar los auxilios debidos a los difuntos a los que él considere malvados, en serio? ¿Y quién es él para juzgar? ¿Se va a crear una sección de difuntos ‘insalvables’, a los que se negarán las misas funerales, y con la política, además, como único criterio?

Habla mucho Su Santidad contra los pelagianos y gnósticos entre nosotros los católicos, pero debería echarles un ojo a los nuevos donatistas como Vidal, que se escandalizan de que se den misas por los muertos inconvenientes.


Carlos Esteban