Duración 48:34 minutos
Tercer Domingo de Pascua (Homilía del 26 de abril de 2015)
Jn 16: 16-22
"Todavía un poco, y ya no me veréis, y todavía otro poco, y volveréis a verme"
Nos encontramos en un tiempo de preocupación y crisis y muchas personas se preguntan adónde ir; otros, en cambio, han abandonado.
¿Tal vez sea ahora en el momento al que se refiere el evangelio de hoy cuando dice "dentro de un poco no me veréis?
En todo caso, el mismo Señor nos dice que este tiempo será corto; por lo que no debemos perder la esperanza.
No confundamos "la noche oscura" de la que hablan los santos con "la noche oscura" de los ateos". La noche oscura de los santos está llena de felicidad y esperanza; es una noche "luminosa". En cambio la noche de los ateos está llena de tristeza y desesperación.
No confundamos el sufrimiento con la tristeza. Puede haber sufrimiento y alegría al mismo tiempo.
Las noches de las que habla el Señor son necesarias para que nuestra fe sea probada. La noche del cristiano es la noche del alma que está enamorada.
El acto de amor de Cristo que le llevó a morir en la cruz ha de ser participado por el creyente. Cuando sufrimos, compartimos su muerte. El amor no es otra cosa que compartir el destino del Amado. A pesar de no ver al Amado, Él siempre está junto a nosotros.
Concepción errónea de Juan Pablo II cuando compara las noches del cristiano con las noches del ateo.
La salvación objetiva y la salvación subjetiva. Dios quiere que todos los hombres se salven; pero esta salvación "universal" ha de ser "aceptada" voluntariamente por cada uno.
"Y os daré una alegría que nadie os podrá quitar". La alegría es el gran secreto del cristiano, decía Chesterton.
Y Santa Teresa de Ávila decía: "Tristeza y melancolía nos las quiero en casa mía".
Concepción errónea de Juan Pablo II cuando compara las noches del cristiano con las noches del ateo.
La salvación objetiva y la salvación subjetiva. Dios quiere que todos los hombres se salven; pero esta salvación "universal" ha de ser "aceptada" voluntariamente por cada uno.
"Y os daré una alegría que nadie os podrá quitar". La alegría es el gran secreto del cristiano, decía Chesterton.
Y Santa Teresa de Ávila decía: "Tristeza y melancolía nos las quiero en casa mía".
Por otra parte, no es cierto, como se dice en la Gaudium et Spes, que el hombre es el único ser que merece ser amado por sí mismo (GS, 24). Sólo Dios merece ser amado por Sí mismo. Lo que hay de amable en las criaturas y en el hombre, en particular, lo es porque lo tienen como recibido de Dios, pero no lo tienen por sí mismos. El hombre tampoco.
Y así: Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea se condenará (Mc 16, 16)
Padre Alfonso Gálvez