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lunes, 16 de julio de 2018

La batalla por la escuela (Pedro Luis Llera)


Terminó el curso hace unos días. En el Colegio sólo quedamos el personal de limpieza y secretaría y el equipo directivo. Queda limpiar y arreglar el colegio y dejarlo todo listo para empezar en septiembre el próximo curso. Ya no hay niños bulliciosos corriendo por el patio del colegio ni profesores atareados con sus clases. Todo está tranquilo y silencioso. Dentro de unos días, el P. José Carlos vendrá a retirar al Santísimo del Sagrario de la capilla del colegio. Y entonces quedarán las cuatro paredes de un edificio sin vida. Porque mientras esté presente el Maestro, hay vida dentro de esa casa. Pero sin Él, queda la cáscara vacía. Esto no lo podrán entender quienes no tiene fe. Pero la diferencia entre que esté presente en el colegio el Señor en el Santísimo Sacramento y que no esté, resulta abismal, inmensa, inconmensurable…
Y en estas llega la nueva ministra de educación y suelta la bomba:
“El derecho a la educación siempre recae sobre los individuos que son sujetos de aprendizaje, no recae sobre las familias, ni sobre los territorios, ni sobre las religiones. ¿Quién no puede estar de acuerdo con este matiz tan importante?”.
Yo. Yo no estoy de acuerdo “con este matiz tan importante”. Es más: estoy frontalmente en contra de tamaña barbaridad. Son los padres quienes tienen derecho a la educación de sus hijos conforme a sus principios filosóficos, ideológicos o religiosos. Son los padres quienes educan a sus hijos en la familia. Y son los padres quienes tienen el derecho a elegir el colegio que mejor pueda colaborar con ellos en la tarea de dar una educación adecuada a sus hijos. Son los padres quienes pagan impuestos al Estado para que las Administraciones Públicas les garanticen el derecho a llevar a sus hijos al colegio que les dé la gana. Pero el Estado quiere usurpar el papel de los padres. Los poderosos quieren quitarnos a nuestros hijos: ni más ni menos. Porque ellos creen que saben mejor que los padres lo que les conviene a nuestros niños. Pero los padres amamos a nuestros hijos. El Estado, no. Esa es la gran diferencia. Los políticos, los poderosos, solo quieren mantenerse en el poder a toda costa. La educación de nuestros hijos les importa un bledo.  
La ministra quiere decir que los padres no cuentan para nada; que lo que cuenta es que los niños vayan a las escuelas que ellos decidan a recibir la educación que les parezca bien a los políticos que mandan. Por eso eliminan la asignatura de Religión e implantan a la fuerza una nueva versión de Educación para la Ciudadanía que van a llamar “Valores Cívicos y Éticos”, que dicho así suena muy bien. Pero, ¿qué “valores cívicos y éticos” quieren enseñar a nuestros hijos? Pues ya se lo digo yo: ideología de género, promoción del homosexualismo, feminismo radicar, ecologismo marxista, ateísmo materialista y toda la mierda que los poderosos están empeñados en imponernos a todos mediante lo que se ha venido en llamar “ingeniería social” y que no es otra cosa que adoctrinamiento político al más rancio estilo de la “formación del espíritu nacional”.
Hay que imponer los nuevos principios fundamentales del movimiento. Y estos nuevos principios de este régimen del “non serviam” pasa por la eliminación de las escuelas católicas, que son las únicas que se oponen a sus pretensiones totalitarias. El proyecto liberticida que lidera el gobierno pasa por acabar con lo que queda de la civilización cristiana en España (como en el resto de Occidente) para imponer un sistema totalitario ateo. El Pensamiento Único quiere acabar con Cristo y tiene una obsesión con la Cruz. ¿Por qué? Pues porque el sistema es demoníaco, satánico… Literalmente. Y Satanás odia la Cruz y odia al ser humano. Por eso quieren acabar con la cruz del Valle de los Caídos como han derruido antes la cruz de Callosa de Segura y tantas otras. No le molestan las cruces por “franquistas”, sino por cristianas. No se engañen. La Cruz no la inventó Franco ni es un símbolo franquista: es el símbolo de la salvación.
Los siervos del Maligno quieren controlar la escuela: no la educación ni la instrucción. Quieren robar el alma de nuestros hijos desde los tres años: quieren convertirlos en espantajos grotescos y patéticos para que marchen en sus desfiles de degenerados, orgullosos de su corrupción moral: esos son los “valores cívicos y éticos”. Quieren corromper su inocencia, pervertirlos desde la más tierna infancia para que se conviertan en siervos de Baco, para que el único sentido de su vida sea revolcarse como los cerdos en el barro del hedonismo más grosero. No quieren educar a los niños: quieren pervertirlos y acabar con sus almas. Y quieren la escuela como lugar donde adoctrinar a los niños con su propaganda nauseabunda. Ya tienen la televisión, el cine… pero necesitan la escuela. Cualquier año imponen por ley desfiles escolares bajo la bandera del arco iris con niños travestidos: exactamente igual que hacían los nazis, vistiendo a los niños con sus uniformes y bajo la bandera con la cruz gamada.
¿Pacto educativo? El pacto entre quienes servimos a Dios y quienes sirven al Demonio resulta imposible. Los que mandan quieren prohibir a Dios e imponer un ateísmo de Estado: aborto, eutanasia, perversión de los niños… Y todo disfrazado de tolerancia, de “libertad”, de derechos… La libertad que ellos predican es la del “derecho de autodeterminación”; es decir, poder hacer lo que me dé la gana y ser lo que me apetezca y como me apetezca en cada momento: yo soy propietario de mi vida y hago con ella lo que quiera. El hombre está por encima del bien y del mal – decía Nietzsche. Da rienda suelta a tus instintos más bajos. No hay mandamientos ni hay Dios. La vida no tiene sentido. Lo único sensato es “disfrutar” todo lo que puedas. Nada de amor, nada de sacrificio, nada de sufrimiento: sólo pasarlo bien. Y cuando ya no puedas pasarlo bien, suicídate o te suicidamos. Nada de familia, nada amor, nada de Dios.
Pero luego será el Estado el dueño de tu vida y serán los políticos los que harán con tu vida lo que quieran ellos. Y el Estado podrá decidir quién tiene derecho a vivir y quién no; quién puede seguir viviendo y quién no tiene ya una vida “digna” y tiene que morir para evitar gastos innecesarios a la Administración en cuidados, medicinas, hospitales… Quieren imponer su antropología y su cosmovisión a todos por ley. Y quienes somos católicos y tenemos otra antropología y otra cosmovisión, radicalmente opuesta a la suya, sobramos. Somos el enemigo a batir.
Ellos tienen el poder.  Nosotros tenemos a Cristo. Creen que nos van a derrotar. Creen que crucificándonos acabarán con nosotros legalmente: exactamente como hicieron con Cristo. Pero Dios es más grande que ellos. Nuestra victoria es la Cruz. Y cuanto más cerca estemos de la Cruz, más cerca estamos de nuestra salvación y de nuestro Salvador. Asistimos a una lucha entre Cristo y el Anticristo. Parece que va a ganar el Anticristo. Pero quien vence es el Señor. Recuerden Sodoma y Gomorra: pues ahora mismo nuestra sociedad no se diferencia mucho de aquellos enviciados de la antigüedad…
Quiera Dios que pueda permanecer fiel a mi Creador y Señor en esta batalla hasta las últimas consecuencias. No hay mayor felicidad que vivir en gracia de Dios. No hay otra felicidad que esa. Y no hay batalla que más merezca la pena combatir que la que se libra por la verdadera libertad de los hijos de Dios bajo el signo de la Cruz de Cristo. Yo no me voy a rendir nunca. Decían que en la Guerra Civil no había soldado más temible que un requeté después de confesarse y recibir la Sagrada Comunión. No os tengo miedo. A lo único que aspiro es al Cielo. Yo no me rindo ni voy a claudicar ante vuestra iniquidad. Aunque seamos pocos. Aunque me quede solo. Porque “para mí, vivir es Cristo y morir, ganancia”.
Soy director de una escuelita católica y mi misión es amar a los niños y a las familias que confían en nosotros, para procurar la salvación de sus almas y llevarlos a todos a Cristo; o sea, al Cielo: porque donde está Cristo está el Cielo. Amar a todos siempre: esas son mis armas. Cuanto más me odiéis, más rezaré por vosotros y más os amaré, por la gracia de Dios.
En septiembre empezaremos, si Dios quiere, otro curso. Y el colegio se volverá a llenar de niños bulliciosos que juegan en el patio y de profesores atareados con sus clases. Y el Señor volverá al Sagrario de nuestra capilla a enseñorearse de nuestro Colegio. Y yo seguiré tratando de amarlos a todos y de mostrarles a todos a Cristo, desde que se abre la puerta del Colegio a primera hora de la mañana, hasta que se cierra por la tarde, para tratar de colaborar con el Espíritu Santo y que todas las almas de mis profesores, de mis niños y de sus familias se salven y vayan al Cielo.
¿Quién nos podrá separa del amor de Dios?
Pedro Luis Llera