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lunes, 21 de noviembre de 2016

¡Qué bajo ha caído el Opus Dei! Ahora se dedica a censurar el pensamiento y palabras de su propio Fundador, San Josemaría Escrivá de Balaguer y perseguir a quienes lo difundan

FUENTE: CATHOLICVS
 

Además de sorprendente, me parece muy mezquina la forma de proceder de los responsables del Opus Dei, institución de la Iglesia a la que jamás he criticado -y mucho menos atacado-, que ni siquiera se han molestado en ponerse en contacto conmigo, aunque fuera a través de un simple comentario en la entrada "Las tres campanadas: transcripción de las palabras proféticas de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, sobre la actual crisis de la Iglesia", para pedirme directamente que retirara estas cartas y, aunque no fuera necesario, para explicar por qué me lo pedían.

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[Sobre el famoso tema de las tres campanadas, hay nueve entradas en este blog, a cuyo contenido he accedido a través de Internet. Para la primera de ellas pinchar aquí. Además, hay un artículo en pdf sobre las tres campanadas al que se puede acceder pinchando aquí ]
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Si todavía algún lector no lo ha adivinado, me estoy refiriendo a un indisimulado caso de censura por copyright una reclamación por "derechos de autor" que fue enviada a Google el pasado jueves 17 de noviembre de 2016 por el abogado madrileño Javier Domínguez Calatayud -los derechos de autor de esas cartas los posee "Scriptor, S.A.", que es una empresa pantalla vinculada al Opus Dei-, debido a lo cual Blogger me ha pedido que edite la mencionada entrada eliminando las cartas, por lo que he procedido a la retirada de las mismas de esa entrada, manteniendo sólo la introducción escrita por mí

He leído que la excusa que han dado alguna vez para ocultar dichas cartas es que se trata de "documentos internos" destinados a miembros del Opus Dei. Sin embargo, esta explicación se cae por su propio peso desde el momento en que hay otros "documentos internos" difundidos por el propio Opus Dei. Por lo cual, es evidente que el criterio para ocultarlo no se debe a su carácter de "documento interno", sino a su contenido

En mi humilde opinión, hacen muy mal ocultando unos documentos de vital importancia para la Iglesia -no sólo para los miembros de la Prelatura-, que ponen de manifiesto el pensamiento y verdadero sentir de San Josemaría, quien, habrá que recordárselo a algunos, ya no se trata simplemente de su "fundador", sino de un santo de toda la Iglesia universal. 

¿Alguien consideraría normal que los carmelitas prohibieran difundir algunas cartas de Santa Teresa de Jesús alegando "derechos de autor"? Con esa actitud ponen de manifiesto el carácter sectario que todos los enemigos de la Iglesia, y también un considerable número de católicos, les vienen achacando desde hace décadas. ¿Acaso quieren darles la razón? Porque, si no es así, lo disimulan bastante bien. Pues nada, que sigan haciendo amigos.

Durante años han negado la existencia de estas cartas ... hasta que salieron a la luz. Y como después ya no han podido seguir negándolo, recurren a la censura, pura y dura, valiéndose de triquiñuelas legales. Lamentable. 

Como explico al principio de esta entrada, además de por su notable interés en lo que a la vida de la Iglesia católica se refiere, también publiqué estas cartas por coincidir con la festividad litúrgica de San Josemaría Escrivá de Balaguer, el 26 de junio. Como ya expliqué en un comentario, no publiqué el texto completo, sino sólo fragmentos que se referían a la Iglesia universal y que afectan a todos los católicos -no sólo a los miembros de la Prelatura del Opus Dei-, omitiendo cualquier referencia a recomendaciones efectuadas por San Josemaría a miembros del Opus Dei o a asuntos internos de la Prelatura. 

Además, el texto está ampliamente difundido en Internet, mal que le pese al Opus Dei, pudiendo encontrarlo y descargarlo cualquier internauta en muchas páginas web y blogs con sólo utilizar un buscador. Yo no he tenido acceso al documento original ni, por lo tanto, soy sospechoso de haberlo filtrado en Internet, ni siento sentía ninguna animadversión hacia la Prelatura del Opus Dei, nada sospechosa de heterodoxia doctrinal -hasta ahora-, ni mucho menos hacia su fundador, santo de todos los católicos. Es público y notorio que no me mueve ningún ánimo de lucro; de mi blog no obtengo ni un solo céntimo de euro, ni ningún otro beneficio material: sólo tiene como fin la mayor gloria de Dios y provecho de las almas.

Pero, a pesar de lo dicho anteriormente, parece no gustar a los actuales responsables de la Prelatura lo que pensaba y decía su fundador

- En primer lugar, que constatara que la maldad del mundo parecía -y aún parece-, estar afectando a la Iglesia. 

- Que creyera que no es la doctrina católica la que debe adaptarse a los tiempos, sino al contrario: el mundo a Cristo. 

- Que denunciara que quienes deberían proteger a los fieles no lo hicieran, y se alentaran las acechanzas del diablo desde dentro de la propia Iglesia. 

- Que se pudiera propagar impunemente cualquier idea falsa, incluso desde dentro de la misma Iglesia, tachándose de "rigoristas", en cambio, a quienes defienden la Verdad revelada y el Magisterio perenne de la Iglesia, al tiempo que se jalea a apóstatas y a herejes, y se escandaliza y confunde a los simples fieles -a quienes ahora, además, se descalifica-. 

- Se dolía de que algunos hicieran todo lo posible por ocultar que la Misa es el Sacrificio incruento de Nuestro Señor en el Calvario, o que los eclesiásticos heterodoxos se quedaran oficialmente dentro de la Iglesia y provocaran la agitación -ahora se dice "lío"-. 

- Pensaba que parte de la culpa de la desbandada de los fieles se debía a la adulteración del mensaje de Nuestro Señor y a la creación de un cristianismo edulcorado, sin cruz, sufrimiento o dolor, así como a la confusión y tolerancia en la Iglesia de ideas totalmente incompatibles con la Revelación.  Consideraba cobardía callarse en esta situación -silencio culpable-. 

- También criticaba:
  • La introducción en la Iglesia de categorías marxistas de la lucha de clases o el análisis materialista de los fenómenos sociales; 
  • la condescendencia con los poderosos ateos o antirreligiosos; 
  • la desacralización del culto; 
  • los abusos litúrgicos y los sacrilegios en la administración de los sacramentos; 
  • que muchos clérigos no predicaran a Nuestro Señor Jesucristo, pero no les faltara, en cambio, la verborrea suficiente cuando de asuntos políticos o sociales se trataba.
- Creía que los católicos no podemos permitir que se impongan como verdaderas y justas ideas contrarias al mensaje de Jesucristo, y menos desde dentro de la Iglesia; y que aunque la palabra "justicia" nunca ha sido tan ampliamente utilizada, nunca se hubieran oprimido las conciencias de los fieles más injustamente. 

- Sabía, y así lo expresaba, que la mayoría silenciosa de los fieles no protesta pero sufre esta situación, confiando y rezando para que la Iglesia vuelva a ser la que siempre ha sido, ya que ellos no han pedido ningún cambio, y menos aquellos que tratan de reducir o eliminar la espiritualidad, desprecian los sacramentos y enturbian o hacen perder la fe.

- A quienes tal cosa pretenden, no duda en llamarles herejes, modernistas o progresistas, afirmando que no sólo no progresan, sino que retroceden a herejías pasadas para poner en tela de juicio la Exégesis, la Historia y hasta los propios dogmas, sin recibir condena alguna por quien tiene el deber y el poder para hacerlo, sino más bien al contrario: se les alienta, sin considerar el juicio de Dios y el bien de las almas, sino más bien buscando el aplauso del mundo. De ahí que ironizara con que ahora ya se puede sembrar la confusión con licencia eclesiástica. 

- Era totalmente contrario al marxismo cultural, que en ambientes eclesiásticos achacaba unas veces a pura convicción, y otras a simple complejo de inferioridad. 

Como también hicieran otros santos antes que él, y siendo consciente de que en los momentos de crisis profunda de la Iglesia pocos permanecen fieles, debido a la escasa formación doctrinal, espiritual y a la carencia de medios morales e intelectuales suficientes para resistir a quienes promueven el mal, 
  • recomendaba evitar aquellas novedades que podían poner en riesgo la piedad, y prevenía de dejarse arrastrar por doctrinas extrañas a la fe que siempre ha mantenido y enseñado la Iglesia, que jamás puede ser considerada anticuada, pues la Verdad revelada siempre es nueva, ya que Cristo no pasa de moda ni envejece. 
  • Pone en guardia sobre las falsas doctrinas y las reformas innecesarias, muchas de las cuales no son sino herejías que tienen su origen en la mala conciencia, tratando de justificar con ellas las bajas pasiones, la negligencia y muchos errores prácticos. 
  • Ataca el falso ecumenismo, que además de no servir para nada desemboca en la indiferencia religiosa. Lo achacaba a la falta de celo apostólico, el cual busca tanto la propia salvación, como la salvación de los otros, sin necesidad de atacar a nadie, simplemente por la defensa firme de la doctrina.
- Además, arremete contra los falsos teólogos que enseñan herejías, y da el remedio para combatirlo, hoy tristemente denostado: el proselitismo.

- Rechaza la acusación de que quienes propugnan y defienden los dogmas, esto es, la Verdad, lo hagan por soberbia. 

- Por eso afirma claramente que no hay que dejarse dominar por ideas y actitudes distintas a las predicadas por Nuestro Señor.

Así se entiende que denunciara que muchos eclesiásticos pierden la fe progresivamente, apartándose de la sana doctrina, en lugar de dar ejemplo de prudencia, hasta desembocar en la confusión de ideas y de obras, por un buenismo y una concepción utópica del cristianismo y de la Iglesia, que no es otra que la que promovió el tantas veces condenado modernismo. Y, en lugar de promover la conversión y la piedad personales, quienes así piensan sólo ven defectos en las estructuras de la Iglesia. 

Asimismo, criticaba:
  • la rampante mundanización y el activismo político de un sector del clero
  • su falta de oración, 
  • la negación de dogmas por parte de algunos mal llamados "teólogos",
  • la enseñanza de inmoralidades, 
  • el silencio culpable ante el mal,
  • las tendencias patológicas de algunos, o las herejías difundidas por otros. 
- Sus críticas culminan con el tan actual tema de la indisolubilidad del matrimonio, del que pensaba que no hay que dejar de proclamar la doctrina de Cristo por miedo a ser tachados de reaccionarios

- Consideraba el divorcio como un error grave y una herejía, y abominaba del irenismo de aquellos eclesiásticos que pretenden mantenerse en una posición de equidistante prudencia, sin extremismos, ajenos a la realidad sobrenatural y temiendo más el juicio de los hombres que el de Dios, lo cual acaba provocando el alejamiento de los fieles y la pérdida de su autoridad moral. 

- También denunciaba que desde la propia Iglesia se diera una visión de Ella misma y de sus fines totalmente falsa, confundiendola con una organización humanitaria, o que se permitiera que los errores y herejías circularan sin denunciarse, o que se corrompieran las conciencias con ciertas enseñanzas y omisiones graves. 

- Del clero que había caído en las garras del modernismo decía que juzgan todo de forma ajena a lo sobrenatural, calificando la obediencia, la certeza en la fe y la unción en la liturgia como "verticalismo", "falta de pluralismo" o "falta de espontaneidad". 

- Hace notar que muchas veces el mal se disfraza de virtud y de autoridad, por lo que muchas personas con una falsa religiosidad y llenas de fanatismo se oponen desde el interior a la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, que es a la vez dogmática y jurídica, haciendo resaltar lo político antes que lo religioso y contribuyendo así al desprestigio de la autoridad eclesiástica, a que no se corrijan los errores y la confusión en temas de fe, morales, litúrgicos y disciplinares. 

- Culpa, en definitiva, al mal llamado "aggiornamento" y a quienes desde dentro de la Iglesia siembran la confusión, hunden los seminarios y vacían las iglesias -aunque llenen los titulares de prensa-, de la desaparición de la piedad, del desplome de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y del alejamiento de los fieles, recurriendo a la cita del capítulo III de "De Ecclesiae Catholicae unitate", que habla de quienes presentan "la noche como día, la muerte como salud, la desesperación con apariencia de esperanza, la perfidia como fidelidad, el anticristo con el nombre de Cristo; así escamotean con sutileza la realidad, engañando con apariencias de verdad". 

- Y, por último, reconoce que las características del modernismo -o compendio de todas las herejías- descritas por San Pío X en su encíclica "Pascendi", estaban más vivas que nunca -lo siguen estando-, y que entonces se presentaban, si cabe, con mayor virulencia, agresividad y extensión que cuando las condenó San Pío X. 

- Creía que el modernismo después del Concilio Vaticano II identifica erróneamente el amor de Dios con las aspiraciones o deseos humanos de tipo materialista y meramente instintivo. 

- Para remediarlo veía necesario volver al Tomismo, como recomendaran S. S. León XIII y San Pío X, y recuerda a los Padres y Doctores de la Iglesia que dedicaron su vida al servicio de la verdad, defendiéndola de la herejía y sin miedo a llamar a los herejes por su nombre. 

- Su conclusión fue que debe desterrarse de la Iglesia esa visión que trata de convertir el mensaje de Cristo en un humanitarismo disfrazado de "preocupaciones sociales", y recuerda la obligación de todos los católicos de proclamar la fe sin ambigüedades, así como el derecho que les asiste a sentirse apoyados por aquellos que han sido designados por el Señor como custodios del Depósito de la Fe.

Me gustaría concluir con una cita bíblica -afortunadamente el Opus Dei no tiene los "derechos de autor" de los Santos Evangelios-, en la que el Señor, dirigiéndose primeramente a sus discípulos, previene de la doblez y la hipocresía

“Guardaos a vosotros mismos de la levadura –es decir de la hipocresía– de los fariseos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada secreto que no haya de ser conocido. En consecuencia, lo que hayáis dicho en las tinieblas, será oído en plena luz; y lo que hayáis dicho al oído en los sótanos, será pregonado sobre los techos" (Lc 12, 1-3). 

A buen entendedor, pocas palabras bastan.

CATHOLICVS