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Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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viernes, 25 de agosto de 2017
No tiene fin la tormenta de "Amoris laetitia". A Francisco no le gusta la tranquilidad (Sandro Magister)
> Todos los artículos de Settimo Cielo en español
*
"El escrito es muy bueno y explicita cabalmente el sentido del capítulo VIII… No hay otras interpretaciones". Con estas palabras en una carta del 5 de setiembre del año pasado, el papa Francisco aprobaba una nota de los obispos de la región de Buenos Aires, en la que al interpretar la exhortación apostólica post-sinodal "Amoris laetitia" admitían la posibilidad de la comunión eucarística a los divorciados que se han vuelto a casar y que siguen conviviendo "more uxorio".
Pero se trataba de una carta privada dirigida a un monseñor argentino empleado en la secretaría de ese grupo de obispos. Y la nota aprobada por el Papa no estaba destinada inicialmente para ser publicada y no tiene en la parte inferior los nombres de los firmantes. Demasiado poco y mal para clarificar en forma definitiva el sentido auténtico – es decir, atribuible con certeza a su autor – de "Amoris laetitia".
Lo ha intentado en estos días el teólogo más próximo al Papa, el argentino Víctor Manuel Fernández, queriendo cerrar la cuestión, con el tibio auxilio del "L'Osservatore Romano". Pero sin éxito.
Y no podía ser de otra manera, porque la confusión está en el origen. Y en el texto mismo de "Amoris laetitia", que no dice jamás, en forma íntegra o en modo claro e incontrovertible, lo que el papa Francisco se limita a hacer intuir.
El pasaje que más se aproxima está en el parágrafo 305:
"A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado – que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno – se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia".Y en la nota 351 vinculada a ese pasaje:
"En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso 'a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor': Exhort. ap. 'Evangelii gaudium' (24 de noviembre del 2013), 44: AAS 105 [2013], 1038). Igualmente destaco que la Eucaristía 'no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles'" (ibid., 47: 1039)".Como es archiconocido, se ha pedido a Francisco en varias formas y más y más veces que arrojara claridad sobre un texto tan confuso y difícil de entender. En particular por parte de cuatro cardenales, pero a los cuales el Papa no ha querido brindar respuesta y ni siquiera conceder una udiencia.
Pero de hecho aquí llega Fernández, justamente, para sentenciar que la carta a los obispos de la región Buenos Aires es más que suficiente para el que quiere "conocer cómo el Papa mismo interpreta lo que él escribió".
Y a quien objeta que una carta de ese tipo es demasiado poco, Fernández lo refuta desempolvando un antecedente respecto a la interpretación del Concilio Vaticano I, cuando Pío IX aclaró en 1875 un punto controvertido, haciendo propia una lectura de los obispos de Alemania al canciller Bismarck.
"Si el Papa recibió un carisma único en la Iglesia al servicio de la interpretación correcta de la Palabra divina – escribe perentoriamente Fernández –, esto no puede excluir su capacidad para interpretar los documentos que él mismo escribió". No importa cómo y cuándo lo hace, lo importante es que se sepa que la "guerra" contra él ha terminado.
"Lo que queda después de la tormenta": el teólogo de confianza del Papa quiso titular de este modo el ensayo que ha publicado en el último número de "Medellín", la revista de teología del Consejo Episcopal Latinoamericano, en vísperas del viaje de Francisco a Colombia, en setiembre, y a Chile y a Perú en el próximo mes de enero:
> El capítulo VIII de "Amoris Laetitia": lo que queda después de la tormenta
Al ser [Tucho Fernández] el autor del artículo no solamente muy cercano a Jorge Mario Bergoglio sino también el redactor material de buena parte de "Amoris laetitia" (al punto que en ésta se encuentran literalmente extractos de sus artículos de hace una década) su pronunciamiento ha sido inmediatamente interpretado como inspirado por el propio Papa en persona, quien habría querido aclarar de una vez por todas – a través de Fernández, elegido como su portavoz – sobre todo dos cosas:
- La primera es que la interpretación de los obispos argentinos es también la suya y es la justa.
- La segunda es que si Francisco prefirió abrir a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar no en el cuerpo de "Amoris laetitia", sino sólo en débiles notas a pie de página, es porque ha querido hacerlo "de una manera discreta", porque el centro del documento no lo considera allí, sino en los capítulos "dedicados al amor".
Pero se mantiene la pregunta: ¿qué grado de autoridad puede atribuirse a un artículo como el que apareció en la revista "Medellín", firmado por un teólogo considerado universalmente menos que mediocre?
Para elevarlo de nivel han probado, en el Vaticano, con dos pasos sucesivos: uno antes y el otro después de la publicación del artículo.
En efecto, ya antes de la publicación del artículo de Fernández, tanto la nota de los obispos de la región de Buenos Aires como la carta de Francisco a su "delegado" Sergio Alfredo Fenoy habían sido promocionadas en la página web oficial que reúne la totalidad de los escritos y de los discursos papales:
> "Querido hermano…"
Mientras que después de la publicación del artículo fue "L'Osservatore Romano", el diario de la Santa Sede, quien dio la noticia el 22 de agosto y sobre todo declaró que "cuando se interpreta el capítulo octavo de 'Amoris laetitia', en particular en referencia al acceso a la comunión eucarística para los divorciados que se encuentran en una nueva unión", es necesario hacer propio lo que se lee en el artículo de Fernández publicado en "Medellín", que es lo siguiente:
"Conviene partir de la interpretación que el mismo Francisco hizo de su propio texto, explícita en su respuesta a los Obispos de la región Buenos Aires. Francisco propone un paso adelante, que implica un cambio en la disciplina vigente. Manteniendo la distinción entre bien objetivo y culpa subjetiva, y el principio de que las normas morales absolutas no admiten excepción, distingue entre la norma y su formulación y sobre todo reclama una atención especial a los condicionamientos atenuantes. Estos no se relacionan sólo con el conocimiento de la norma sino especialmente con las posibilidades reales de decisión de los sujetos en su realidad concreta".Pero ambos pasos no aparecen para nada resolutivos.
- Ante todo, al insertar la carta de Francisco a los obispos argentinos en la recopilación de los actos del pontificado no dice nada sobre el grado de autoridad, porque esa recopilación es extremadamente diversificada e incluye, por ejemplo, las conversaciones informales que Francisco mantiene en el avión cuando vuelve de cada viaje.
- En segundo lugar, impacta la retrospectiva relajada con la que "L'Osservatore Romano" ha relanzado el pretencioso artículo de Fernández. En la página seis, sin ninguna referencia en la primera, y con un título que no permite entender en lo más mínimo el contenido:
> Il discernimento pastorale. Nell’ultimo numero di "Medellín", la rivista di teologia del Celam, dedicato al magistero del Papa
Y eso no es todo. La cita de "L'Osservatore", en vez del artículo verdadero y propio de Fernández, está retomada de su "Resumen" inicial, del que reproduce la primera mitad.
Queda intacto, en síntesis, el pecado de origen, es decir, la confusa y complicada redacción de "Amoris laetitia" y especialmente de su capítulo octavo. Pero a Francisco, evidentemente, le gusta así.
Sandro Magister
jueves, 24 de agosto de 2017
Lo natural y lo sobrenatural: "Todos los hombres NO son hijos de Dios" (José Martí) [2]
P. Está claro que no puede haber más que un solo Dios: Uno solo es Dios. Esto viene así recogido en el Antiguo Testamento. Y así lo creen los judíos y tienen razón en creerlo, porque es la verdad. Filosóficamente se demuestra, como hemos visto, que Dios existe y es único. Razón y fe van de la mano. Entonces, como bien dices, no me extraña que los judíos se rebelarán contra Jesús.
R. Exacto ... tenían sus "razones". Fíjate: cuando Jesús dijo: "Yo y el Padre somos Uno" (Jn 10, 30) ... entonces "los judíos tomaron de nuevo piedras para apedrearle. Jesús les replicó: 'Muchas obras buenas os mostré de parte del Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis?'. Los judíos le respondieron: 'No te apedreamos por obra alguna buena, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios'" (Jn 10, 31-33). Y en otro lugar: "Por esto, sobre todo, buscaban los judíos el modo de matarle, porque no sólo violaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios" (Jn 5, 18)
P. ¿Hay más pasajes evangélicos que reflejen esa situación?
R. Esa "situación", como tú la llamas, es algo que aparece a lo largo de todo el Nuevo Testamento y no es algo accidental sino esencial para la vida cristiana. Si Jesús no fuera Dios, si Jesús no hubiera resucitado, la vida de un cristiano no tendría ningún sentido. En palabras de san Pablo: "Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15, 19)
P. ¿Podrías recordarme alguno más?
R. Por supuesto: el que viene a continuación es del Evangelio de san Mateo y dice así: "Entonces el sumo sacerdote dijo a Jesús: 'Te conjuro, por el Dios vivo, que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios'. Jesús le respondió: 'Tú lo has dicho. Además, os digo que, a partir de ahora, veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo'. Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: '¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?'. Ellos respondieron: '¡Es reo de muerte!'" (Mt 26, 63-66)
P. Por lo que me cuentas parecería como que los judíos tienen razón, puesto que Jesús, a quien ven como un hombre, sin embargo, habla de manera tal que se proclama Dios a sí mismo. ¿No hay en esto una contradicción?
R. Ante una mirada superficial puede parecer que sí. Pero, además de las palabras, usando expresiones en las que aparece claramente como Dios: "Os lo aseguro: antes de que Abraham naciera, Yo soy" (Jn 8, 58) ...vayamos a los hechos ..., aquellos hechos en los cuales Jesús se manifiesta claramente como Dios.
P. Recuérdame alguno.
R. Los hay por todas partes que recorras el Nuevo Testamento. Te cito, por lo tanto, sólo algunos ... o esta charla nunca tendría fin ... [¡Uy, te veo con cara de sueño! Dentro de poco haremos un breve descanso, antes de continuar, para recobrar fuerzas. Aguanta, que ya queda menos] Mira: tenemos el hecho de su Transfiguración en el Monte Tabor (Mt 17, 1-8; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36) así como el de su Resurrección, por su propio Poder (Mt 28, 1-7; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-8; Jn 20, 1-10). Este último es esencial ... Y todo ello sin tener en cuenta la inmensa cantidad de milagros que hizo a lo largo de su vida terrena, milagros que ninguna persona humana podría jamás hacer: dar vista a los ciegos, curar a los sordos, a los paralíticos, a los leprosos, etc... hasta el extremo de resucitar a los muertos, como el caso de la hija de Jairo y de su amigo Lázaro. Se compadeció de la gente que le seguía, haciendo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Y tenía poder sobre el mar y los vientos. Recuerda el episodio de la tempestad calmada. Y, como dice el apóstol san Juan: "Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, pienso que en el mundo no cabrían los libros que se tendrían que escribir" (Jn 21, 25)
P. Todo eso es cierto. Y es verdad que, tanto en sus dichos como en sus hechos, se manifiesta no sólo como hombre sino también como Dios. Pero me sigue quedando la duda inicial. Si el Hijo es Dios, al igual que lo es su Padre, entonces habría dos dioses, lo cual no puede se de ninguna de las maneras. Además, recuerdo perfectamente que Jesús dijo: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas: no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17). Y cuando un escriba le preguntó por el primero de los mandamientos, Jesús le respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor" (Mc 12, 29). Y el escriba le respondió: "Bien, Maestro, con razón has dicho que 'es Uno y no hay otro fuera de Él" (Mc 12, 32)
R. Perfecto. Veo que, al final, vas a ser tú quien me va a dar las clases a mí porque conoces bastante bien el Nuevo Testamento y la vida de Jesús.
P. Es lo mínimo que puedo hacer. Se supone que soy cristiano. ¿Y qué menos que conocer todo aquello que concierne a mi religión? Por cierto: sigues sin responderme a la pregunta que te he hecho acerca de los dos dioses ...
R. Tienes razón. Pero pensaba que era necesario hacer primero todas estas consideraciones antes de proceder a darte una respuesta adecuada.
P. Pues explícate ya, porque me tienes en ascuas.
R. Has de saber, en primer lugar, que Dios no se deja atrapar por nuestros conceptos, en cuyo caso no sería Dios. Él es infinito. Y nosotros somos seres finitos y limitados, tanto en nuestro cuerpo, como en nuestras posibilidades de entendimiento. Quiero decir con esto que la realidad divina no depende de que nosotros la entendamos o no. Esto lo explica muy bien el profeta Isaías, cuando pone en boca de Dios estas palabras: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos" (Is 55, 8). Y esto se puede aplicar igualmente a las cosas.
P. ¿Qué quieres decir?
R. Pues que lo real es real, independientemente de lo que nosotros pensemos. Nuestros pensamientos no fabrican la realidad. Lo real, acerca de las cosas, es lo que Dios piensa de ellas, pues es Él quien las ha creado y quien mejor las conoce, como nos conoce a nosotros. Nuestro conocimiento de las cosas se aproximará a la verdad, en la medida en la que las aprehenda tal y como Dios las conoce que es como realmente son. Esto sirve también para nuestro propio conocimiento. Y, sobre todo, es algo que nos ayudará a conocerle también a Él, que es, con mucho, lo más importante. Y a conocerle no según nuestros esquemas o sensaciones sino según es Él, tal y como viene recogido en la Biblia.
P. ¿Y cómo podemos conocer a Dios?
R. Escucha con atención, pues la respuesta, como siempre, se encuentra en el Nuevo Testamento, en el cual se cumplen todas las promesas del Antiguo Testamento con respecto a la venida del Mesías. Me voy a limitar, en principio, a leerte unos cuantos textos, que son Palabra de Dios; y ten por seguro que, después de su lectura, encontrarás una explicación satisfactoria a todas tus dudas.
P. Soy todo oídos.
R. Lo primero de todo, y así se lee en el evangelio de san Juan: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, Él mismo es quien nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18). Efectivamente, Dios es Espíritu y nosotros ni siquiera nos lo podemos imaginar, puesto que no tiene cuerpo ... y nosotros necesitamos hacer uso de los sentidos para conocer: "Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu", que decía santo Tomás de Aquino y, antes que él, Aristóteles. Con la venida de Jesús a este mundo, como hemos leído, esta situación cambió radicalmente. El Hijo, haciéndose hombre en el seno de la Virgen María, el Dios-hombre Jesús, ha hecho posible que podamos conocer al Padre.
P. Continúa, por favor.
R. Como te digo, todo nos ha sido revelado. Y tenemos la inmensa suerte de tener a nuestra disposición, en el Nuevo Testamento, rectamente interpretado por el Magisterio Perenne de la Iglesia, todo lo que necesitamos para nuestra salvación. Te leo algunos versículos que pueden servir para el fin que nos hemos propuesto en este escrito.
"Jesús clamó y dijo: 'Quien cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquél que me ha enviado; y quien me ve a Mí, ve al que me ha enviado" (Jn 12, 44-45) (...)
San Juan Bautista hablando de Jesús: "El Padre ama al Hijo y todas las cosas las ha puesto en sus manos. Quien cree en el Hijo tiene la vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la Vida" (Jn 3, 35-36).
"El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo ha enviado" (Jn 5,23). (...) "Como el Padre tiene Vida en Sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en Sí mismo" (Jn 5, 27) (...)
"Escudriñar las Escrituras, ya que esperáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de Mí. Y no queréis venir a Mí para poseer la Vida" (Jn 5, 39-40).
"Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a Mí, creed por las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en Mí y Yo en el Padre" (Jn 10, 37-38)
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6) (...)
"Felipe le dijo: 'Señor, muéstranos al Padre y nos basta'. Jesús le dijo: 'Tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe? El que me ve a Mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí. Las palabras que Yo os digo no las digo por Mí mismo, pues el Padre, que está en Mí, realiza sus obras" (Jn 14, 8-10)
"Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Quien me odia, odia también a mi Padre" (Jn 15, 22-23)
Podría multiplicarme en las citas cuanto quisiera pero, como ves, todas confluyen hacia lo mismo: El Padre y el Hijo son Uno. Hay un solo Dios. No se puede hablar, pues, de dos dioses. La religión cristiana es monoteísta, al igual que la judía.
Sin embargo, hay un cambio radical con relación a lo que ocurría antes de la venida de Jesús. Sólo ahora podemos decir, con toda verdad y profundidad, que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8), pues éste [el Amor] necesita de dos personas que se amen en mutua reciprocidad. Tales son en Dios el Padre y el Hijo. Uno es el Padre y Otro es el Hijo. Iguales en cuanto a naturaleza (sólo hay un Dios), pero distintos en cuanto Personas. Por otra parte, el Amor que mutuamente se profesan entre sí es infinito y es tan perfecto que [dicho Amor] es una tercera Persona, una Persona diferente del Padre y del Hijo, en cuanto Persona: el Espíritu Santo (que es igualmente Dios, junto con el Padre y el Hijo, el único y verdadero Dios). Como podrás observar, nos hemos encontrado, de lleno, con el misterio más profundo del Cristianismo cual es el de la Santísima Trinidad. Los cristianos tenemos un Único Dios. Nuestra Religión es monoteísta. Pero este Dios nuestro (que es el mismo que el que tenían los judíos) se nos ha dado a conocer, gracias a Jesús, como Uno y Trino al mismo tiempo. Eso sí: Uno en Esencia y Trino en Personas. Hay Misterio pero no contradicción.
P. ¿Y esto resuelve el problema que te he planteado?
R. Si entiendes por resolver el problema un entendimiento completo del mismo, la respuesta es negativa. Pero, como te he dicho, no podemos abarcar a Dios, que es infinito. De modo que sí, se puede comprender algo, pero abismándose en las profundidades del Misterio de Dios, lo cual sólo Dios mismo nos lo puede dar a conocer, aunque lo hará respetando nuestra libertad.
El hecho de ser algo misterioso no desdice nada de la Verdad del Misterio, más bien la manifiesta, porque nos lleva a entender que sólo Dios es Dios. Un Dios que, por eso mismo que es Dios, es infinito y que, por lo tanto, nos sobrepasa en todos los sentidos, pues somos tan solo sus criaturas. Sólo a través de Jesucristo, junto a Él y en Él, podemos tener acceso a la intimidad de Dios. Esto es pura gracia. Es algo gratuito, no exigido por nuestra naturaleza, en cuanto tal, pero que Dios concede a algunos, a aquellos que tienen fe en Jesús ... y que saben que todo cuanto son y cuanto tienen les llega en tanto en cuanto viven en sí mismos la Vida de su Maestro.
P. Ya veo que no acabarías nunca. ¿Podrías resumirme adónde quieres llegar?
R. No en este momento. Nos hemos alargado demasiado y pienso que nos merecemos un pequeño descanso. Desde luego, nuestros lectores se lo merecen.
R. Exacto ... tenían sus "razones". Fíjate: cuando Jesús dijo: "Yo y el Padre somos Uno" (Jn 10, 30) ... entonces "los judíos tomaron de nuevo piedras para apedrearle. Jesús les replicó: 'Muchas obras buenas os mostré de parte del Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis?'. Los judíos le respondieron: 'No te apedreamos por obra alguna buena, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios'" (Jn 10, 31-33). Y en otro lugar: "Por esto, sobre todo, buscaban los judíos el modo de matarle, porque no sólo violaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios" (Jn 5, 18)
P. ¿Hay más pasajes evangélicos que reflejen esa situación?
R. Esa "situación", como tú la llamas, es algo que aparece a lo largo de todo el Nuevo Testamento y no es algo accidental sino esencial para la vida cristiana. Si Jesús no fuera Dios, si Jesús no hubiera resucitado, la vida de un cristiano no tendría ningún sentido. En palabras de san Pablo: "Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15, 19)
P. ¿Podrías recordarme alguno más?
R. Por supuesto: el que viene a continuación es del Evangelio de san Mateo y dice así: "Entonces el sumo sacerdote dijo a Jesús: 'Te conjuro, por el Dios vivo, que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios'. Jesús le respondió: 'Tú lo has dicho. Además, os digo que, a partir de ahora, veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo'. Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: '¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?'. Ellos respondieron: '¡Es reo de muerte!'" (Mt 26, 63-66)
P. Por lo que me cuentas parecería como que los judíos tienen razón, puesto que Jesús, a quien ven como un hombre, sin embargo, habla de manera tal que se proclama Dios a sí mismo. ¿No hay en esto una contradicción?
R. Ante una mirada superficial puede parecer que sí. Pero, además de las palabras, usando expresiones en las que aparece claramente como Dios: "Os lo aseguro: antes de que Abraham naciera, Yo soy" (Jn 8, 58) ...vayamos a los hechos ..., aquellos hechos en los cuales Jesús se manifiesta claramente como Dios.
P. Recuérdame alguno.
R. Los hay por todas partes que recorras el Nuevo Testamento. Te cito, por lo tanto, sólo algunos ... o esta charla nunca tendría fin ... [¡Uy, te veo con cara de sueño! Dentro de poco haremos un breve descanso, antes de continuar, para recobrar fuerzas. Aguanta, que ya queda menos] Mira: tenemos el hecho de su Transfiguración en el Monte Tabor (Mt 17, 1-8; Mc 9, 2-13; Lc 9, 28-36) así como el de su Resurrección, por su propio Poder (Mt 28, 1-7; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-8; Jn 20, 1-10). Este último es esencial ... Y todo ello sin tener en cuenta la inmensa cantidad de milagros que hizo a lo largo de su vida terrena, milagros que ninguna persona humana podría jamás hacer: dar vista a los ciegos, curar a los sordos, a los paralíticos, a los leprosos, etc... hasta el extremo de resucitar a los muertos, como el caso de la hija de Jairo y de su amigo Lázaro. Se compadeció de la gente que le seguía, haciendo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Y tenía poder sobre el mar y los vientos. Recuerda el episodio de la tempestad calmada. Y, como dice el apóstol san Juan: "Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, pienso que en el mundo no cabrían los libros que se tendrían que escribir" (Jn 21, 25)
P. Todo eso es cierto. Y es verdad que, tanto en sus dichos como en sus hechos, se manifiesta no sólo como hombre sino también como Dios. Pero me sigue quedando la duda inicial. Si el Hijo es Dios, al igual que lo es su Padre, entonces habría dos dioses, lo cual no puede se de ninguna de las maneras. Además, recuerdo perfectamente que Jesús dijo: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas: no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17). Y cuando un escriba le preguntó por el primero de los mandamientos, Jesús le respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor" (Mc 12, 29). Y el escriba le respondió: "Bien, Maestro, con razón has dicho que 'es Uno y no hay otro fuera de Él" (Mc 12, 32)
R. Perfecto. Veo que, al final, vas a ser tú quien me va a dar las clases a mí porque conoces bastante bien el Nuevo Testamento y la vida de Jesús.
P. Es lo mínimo que puedo hacer. Se supone que soy cristiano. ¿Y qué menos que conocer todo aquello que concierne a mi religión? Por cierto: sigues sin responderme a la pregunta que te he hecho acerca de los dos dioses ...
R. Tienes razón. Pero pensaba que era necesario hacer primero todas estas consideraciones antes de proceder a darte una respuesta adecuada.
P. Pues explícate ya, porque me tienes en ascuas.
R. Has de saber, en primer lugar, que Dios no se deja atrapar por nuestros conceptos, en cuyo caso no sería Dios. Él es infinito. Y nosotros somos seres finitos y limitados, tanto en nuestro cuerpo, como en nuestras posibilidades de entendimiento. Quiero decir con esto que la realidad divina no depende de que nosotros la entendamos o no. Esto lo explica muy bien el profeta Isaías, cuando pone en boca de Dios estas palabras: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos" (Is 55, 8). Y esto se puede aplicar igualmente a las cosas.
P. ¿Qué quieres decir?
R. Pues que lo real es real, independientemente de lo que nosotros pensemos. Nuestros pensamientos no fabrican la realidad. Lo real, acerca de las cosas, es lo que Dios piensa de ellas, pues es Él quien las ha creado y quien mejor las conoce, como nos conoce a nosotros. Nuestro conocimiento de las cosas se aproximará a la verdad, en la medida en la que las aprehenda tal y como Dios las conoce que es como realmente son. Esto sirve también para nuestro propio conocimiento. Y, sobre todo, es algo que nos ayudará a conocerle también a Él, que es, con mucho, lo más importante. Y a conocerle no según nuestros esquemas o sensaciones sino según es Él, tal y como viene recogido en la Biblia.
P. ¿Y cómo podemos conocer a Dios?
R. Escucha con atención, pues la respuesta, como siempre, se encuentra en el Nuevo Testamento, en el cual se cumplen todas las promesas del Antiguo Testamento con respecto a la venida del Mesías. Me voy a limitar, en principio, a leerte unos cuantos textos, que son Palabra de Dios; y ten por seguro que, después de su lectura, encontrarás una explicación satisfactoria a todas tus dudas.
P. Soy todo oídos.
R. Lo primero de todo, y así se lee en el evangelio de san Juan: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, Él mismo es quien nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18). Efectivamente, Dios es Espíritu y nosotros ni siquiera nos lo podemos imaginar, puesto que no tiene cuerpo ... y nosotros necesitamos hacer uso de los sentidos para conocer: "Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu", que decía santo Tomás de Aquino y, antes que él, Aristóteles. Con la venida de Jesús a este mundo, como hemos leído, esta situación cambió radicalmente. El Hijo, haciéndose hombre en el seno de la Virgen María, el Dios-hombre Jesús, ha hecho posible que podamos conocer al Padre.
P. Continúa, por favor.
R. Como te digo, todo nos ha sido revelado. Y tenemos la inmensa suerte de tener a nuestra disposición, en el Nuevo Testamento, rectamente interpretado por el Magisterio Perenne de la Iglesia, todo lo que necesitamos para nuestra salvación. Te leo algunos versículos que pueden servir para el fin que nos hemos propuesto en este escrito.
"Jesús clamó y dijo: 'Quien cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquél que me ha enviado; y quien me ve a Mí, ve al que me ha enviado" (Jn 12, 44-45) (...)
San Juan Bautista hablando de Jesús: "El Padre ama al Hijo y todas las cosas las ha puesto en sus manos. Quien cree en el Hijo tiene la vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la Vida" (Jn 3, 35-36).
"El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo ha enviado" (Jn 5,23). (...) "Como el Padre tiene Vida en Sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en Sí mismo" (Jn 5, 27) (...)
"Escudriñar las Escrituras, ya que esperáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de Mí. Y no queréis venir a Mí para poseer la Vida" (Jn 5, 39-40).
"Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a Mí, creed por las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en Mí y Yo en el Padre" (Jn 10, 37-38)
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6) (...)
"Felipe le dijo: 'Señor, muéstranos al Padre y nos basta'. Jesús le dijo: 'Tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe? El que me ve a Mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí. Las palabras que Yo os digo no las digo por Mí mismo, pues el Padre, que está en Mí, realiza sus obras" (Jn 14, 8-10)
"Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Quien me odia, odia también a mi Padre" (Jn 15, 22-23)
Podría multiplicarme en las citas cuanto quisiera pero, como ves, todas confluyen hacia lo mismo: El Padre y el Hijo son Uno. Hay un solo Dios. No se puede hablar, pues, de dos dioses. La religión cristiana es monoteísta, al igual que la judía.
Sin embargo, hay un cambio radical con relación a lo que ocurría antes de la venida de Jesús. Sólo ahora podemos decir, con toda verdad y profundidad, que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8), pues éste [el Amor] necesita de dos personas que se amen en mutua reciprocidad. Tales son en Dios el Padre y el Hijo. Uno es el Padre y Otro es el Hijo. Iguales en cuanto a naturaleza (sólo hay un Dios), pero distintos en cuanto Personas. Por otra parte, el Amor que mutuamente se profesan entre sí es infinito y es tan perfecto que [dicho Amor] es una tercera Persona, una Persona diferente del Padre y del Hijo, en cuanto Persona: el Espíritu Santo (que es igualmente Dios, junto con el Padre y el Hijo, el único y verdadero Dios). Como podrás observar, nos hemos encontrado, de lleno, con el misterio más profundo del Cristianismo cual es el de la Santísima Trinidad. Los cristianos tenemos un Único Dios. Nuestra Religión es monoteísta. Pero este Dios nuestro (que es el mismo que el que tenían los judíos) se nos ha dado a conocer, gracias a Jesús, como Uno y Trino al mismo tiempo. Eso sí: Uno en Esencia y Trino en Personas. Hay Misterio pero no contradicción.
P. ¿Y esto resuelve el problema que te he planteado?
R. Si entiendes por resolver el problema un entendimiento completo del mismo, la respuesta es negativa. Pero, como te he dicho, no podemos abarcar a Dios, que es infinito. De modo que sí, se puede comprender algo, pero abismándose en las profundidades del Misterio de Dios, lo cual sólo Dios mismo nos lo puede dar a conocer, aunque lo hará respetando nuestra libertad.
El hecho de ser algo misterioso no desdice nada de la Verdad del Misterio, más bien la manifiesta, porque nos lleva a entender que sólo Dios es Dios. Un Dios que, por eso mismo que es Dios, es infinito y que, por lo tanto, nos sobrepasa en todos los sentidos, pues somos tan solo sus criaturas. Sólo a través de Jesucristo, junto a Él y en Él, podemos tener acceso a la intimidad de Dios. Esto es pura gracia. Es algo gratuito, no exigido por nuestra naturaleza, en cuanto tal, pero que Dios concede a algunos, a aquellos que tienen fe en Jesús ... y que saben que todo cuanto son y cuanto tienen les llega en tanto en cuanto viven en sí mismos la Vida de su Maestro.
P. Ya veo que no acabarías nunca. ¿Podrías resumirme adónde quieres llegar?
R. No en este momento. Nos hemos alargado demasiado y pienso que nos merecemos un pequeño descanso. Desde luego, nuestros lectores se lo merecen.
(Continúa)
miércoles, 23 de agosto de 2017
¿Es el papa Francisco el Falso Profeta? (P. Alfonso Gálvez)
FUENTE: PADRE ALFONSO GÁLVEZ
(Los subrayados, cursivas, negritas, colores,...,
así como el título dado a esta entrada son míos)
[Transcribo aquí las páginas 2, 3, 4, 5 y hasta el segundo párrafo de la página 6 de este ensayo del padre Alfonso Gálvez titulado "Tiempos de dolor y de gloria". A continuación paso al último párrafo de la página 21 y completo hasta el final. El lector interesado puede encontrar el artículo completo, que consta de 22 páginas, haciendo clic aquí ].
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Después de haber transcurrido más de cuatro años de Pontificado me he puesto de nuevo a reflexionar sobre el tema. Porque son muchos los que piensan que este Papa es el Falso Profeta, Precursor del Anticristo. Aunque si eso fuera así estaríamos entonces ante los Tiempos Finales de la Historia. Cosa que no se puede afirmar, precisamente por lo imprecisa que resulta la noción del Tiempo en el lenguaje de las Profecías, que es una razón que aquí abre camino a varias posibilidades.
Algunos tratan de resolver el problema diciendo que este Papa es efectivamente el Precursor del Anticristo, pero sin que se pueda saber por eso la duración de ese período de precedencia. No hay que olvidar tampoco la absoluta incertidumbre, claramente anunciada por Jesucristo, que pesa sobre nuestro conocimiento acerca del momento preciso de la Parusía.
Pero cabría también —afirman otros— que este Falso Profeta fuera seguido de otros sin solución de continuidad, de tal manera que siendo otro diferente pareciera sin embargo el mismo. A semejanza de lo que sucedía en la película The Princess Bride [La princesa prometida], de Bob Rainer, en la que el Pirata Robert lograba mantener la ficción de su inmunidad a la muerte haciéndose sustituir por otro en el momento preciso, razón por la cual nunca se despojaba de la máscara.
Sea como fuere, nos encontramos dentro del terreno de las hipótesis, del que nos conviene salir cuanto antes para pisar tierra firme. Y la tierra firme aquí, como hecho incontrovertible que nadie puede negar, consiste en que son muchos los que dicen estar convencidos de que el Reinado del Papa Francisco está siendo testigo de la destrucción total de la Iglesia. O al menos eso parece que sería su deseo, dada su forma de proceder, por más que sabemos por la Fe que nadie será capaz de conseguirlo.
En este punto se ofrece a nuestra consideración un primer problema, que por supuesto es bastante espinoso. Gran parte de la Jerarquía de la Iglesia ha incidido en la llamada Apostasía Universal, dando señales claras de falta de Fe, que es precisamente en lo que consiste la Apostasía. Tal falta de Fe, seguida del consiguiente abandono del cuidado de las ovejas que le habían sido encomendadas, es la que está conduciendo a la demolición de la Iglesia.
Ahora bien, ¿se puede realmente diagnosticar a la Jerarquía como falta de Fe, causa a su vez determinante de su actitud negativa y casi enemiga contra la Iglesia?
Y efectivamente, así es como lo pensaría cualquier observador superficial, para quien la profundidad y última causa de los fenómenos suele escapar. Ahora bien, en el caso de que esa Jerarquía tachada de apóstata realmente careciera de creencias, no se ensañaría tan ferozmente contra la Fe. Le importaría muy poco, o nada, que los fieles creyeran o que dejaran de creer, que el culto se llevara a cabo de manera ortodoxa o que fuera una función de circo, etc., convencida como estaría de que siendo todo polvo y humo, todo acabaría en nada. Pero no es así, cuando todo se debe a que fácilmente se olvida que el odio a la Fe y la perseverancia en la Fe son perfectamente compatibles, como dice el Apóstol Santiago: ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien; pero también los demonios lo creen, y se estremecen. (San 2:19). Si alguien no creyera en la Eucaristía, por ejemplo, le sería indiferente arrodillarse ante ella (según conveniencias) o no hacerlo.
Otro hecho concomitante, aún más extraordinario si cabe que los anteriores, es la falta de oposición al Papa Francisco por parte del Rebaño de fieles que constituyen la Iglesia. Las débiles y aisladas protestas que surgen aquí o allá son fácilmente eliminadas por el poderoso Aparato creado alrededor de Francisco. El silencio y la sumisión de la Jerarquía son tan totales como al mismo tiempo aterradores. Y en cuanto a los fieles, sin Pastores que los guíen y ahogados por la herejía modernista difundida en la Iglesia durante tantos años sin obstáculo alguno, no poseen criterios propios ni capacidad de pensar.
Lo que deja bien a las claras el hecho de que nos hallamos ante una auténtica Apostasía General por parte de la Iglesia.
Acerca de lo cual tropezamos con el mismo problema que el apuntado arriba para el Falso Profeta: si será o no la Apostasía Universal anunciada para los Últimos Tiempos. Pero de lo que no cabe duda alguna es que se trata de una Auténtica y General Apostasía que ha dejado la Iglesia reducida a escombros.
Y una vez más, como suele ocurrir tan a menudo, corremos el peligro de entender los conceptos y las palabras en un sentido meramente superficial. La malicia de la situación actual de apostasía es tan grande y extensa, y tan profunda la ceguera del conjunto de los fieles que forman la moderna Iglesia, que no puede tratarse aquí de una situación meramente transitoria o circunstancial, sino de un verdadero empecinamiento general mediante la voluntad decidida de renegar de la Fe. Dicho empecinamiento no puede ser ya calificado sino como una situación sin retorno, como una señal clara de predestinación negativa que viene a ser el preludio de la condenación eterna.
Falsos Profetas y Falsos Pastores han existido siempre en la Iglesia. Aunque no con tanta profusión como en la actualidad, ni con tan poderosos medios de influencia como los que ahora poseen. Sin embargo, prescindiendo por ahora de la cuestión de si el fenómeno debe atribuirse a la proximidad de la Parusía, el hecho claro es que Jesucristo dejó a sus fieles un criterio seguro para conocerlos.
Sea como fuere, nos encontramos dentro del terreno de las hipótesis, del que nos conviene salir cuanto antes para pisar tierra firme. Y la tierra firme aquí, como hecho incontrovertible que nadie puede negar, consiste en que son muchos los que dicen estar convencidos de que el Reinado del Papa Francisco está siendo testigo de la destrucción total de la Iglesia. O al menos eso parece que sería su deseo, dada su forma de proceder, por más que sabemos por la Fe que nadie será capaz de conseguirlo.
En este punto se ofrece a nuestra consideración un primer problema, que por supuesto es bastante espinoso. Gran parte de la Jerarquía de la Iglesia ha incidido en la llamada Apostasía Universal, dando señales claras de falta de Fe, que es precisamente en lo que consiste la Apostasía. Tal falta de Fe, seguida del consiguiente abandono del cuidado de las ovejas que le habían sido encomendadas, es la que está conduciendo a la demolición de la Iglesia.
Ahora bien, ¿se puede realmente diagnosticar a la Jerarquía como falta de Fe, causa a su vez determinante de su actitud negativa y casi enemiga contra la Iglesia?
Y efectivamente, así es como lo pensaría cualquier observador superficial, para quien la profundidad y última causa de los fenómenos suele escapar. Ahora bien, en el caso de que esa Jerarquía tachada de apóstata realmente careciera de creencias, no se ensañaría tan ferozmente contra la Fe. Le importaría muy poco, o nada, que los fieles creyeran o que dejaran de creer, que el culto se llevara a cabo de manera ortodoxa o que fuera una función de circo, etc., convencida como estaría de que siendo todo polvo y humo, todo acabaría en nada. Pero no es así, cuando todo se debe a que fácilmente se olvida que el odio a la Fe y la perseverancia en la Fe son perfectamente compatibles, como dice el Apóstol Santiago: ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien; pero también los demonios lo creen, y se estremecen. (San 2:19). Si alguien no creyera en la Eucaristía, por ejemplo, le sería indiferente arrodillarse ante ella (según conveniencias) o no hacerlo.
Otro hecho concomitante, aún más extraordinario si cabe que los anteriores, es la falta de oposición al Papa Francisco por parte del Rebaño de fieles que constituyen la Iglesia. Las débiles y aisladas protestas que surgen aquí o allá son fácilmente eliminadas por el poderoso Aparato creado alrededor de Francisco. El silencio y la sumisión de la Jerarquía son tan totales como al mismo tiempo aterradores. Y en cuanto a los fieles, sin Pastores que los guíen y ahogados por la herejía modernista difundida en la Iglesia durante tantos años sin obstáculo alguno, no poseen criterios propios ni capacidad de pensar.
Lo que deja bien a las claras el hecho de que nos hallamos ante una auténtica Apostasía General por parte de la Iglesia.
Acerca de lo cual tropezamos con el mismo problema que el apuntado arriba para el Falso Profeta: si será o no la Apostasía Universal anunciada para los Últimos Tiempos. Pero de lo que no cabe duda alguna es que se trata de una Auténtica y General Apostasía que ha dejado la Iglesia reducida a escombros.
Y una vez más, como suele ocurrir tan a menudo, corremos el peligro de entender los conceptos y las palabras en un sentido meramente superficial. La malicia de la situación actual de apostasía es tan grande y extensa, y tan profunda la ceguera del conjunto de los fieles que forman la moderna Iglesia, que no puede tratarse aquí de una situación meramente transitoria o circunstancial, sino de un verdadero empecinamiento general mediante la voluntad decidida de renegar de la Fe. Dicho empecinamiento no puede ser ya calificado sino como una situación sin retorno, como una señal clara de predestinación negativa que viene a ser el preludio de la condenación eterna.
Falsos Profetas y Falsos Pastores han existido siempre en la Iglesia. Aunque no con tanta profusión como en la actualidad, ni con tan poderosos medios de influencia como los que ahora poseen. Sin embargo, prescindiendo por ahora de la cuestión de si el fenómeno debe atribuirse a la proximidad de la Parusía, el hecho claro es que Jesucristo dejó a sus fieles un criterio seguro para conocerlos.
Criterio fundamentado, por otra parte, en el más estricto sentido común, cual es el de las diferentes clases de árboles, con frutos buenos los árboles buenos o con frutos malos los árboles malos. A los hombres no se les puede juzgar sólo por sus palabras, sino sobre todo por sus obras, como a los árboles por sus frutos.
Sin embargo, como todo lo que pertenece o hace referencia a la naturaleza humana, tampoco aquí las cosas son sencillas. Hay que contar con la debilidad del ser humano y la posibilidad de que haga mal uso de su libertad. Por eso, para que resulte práctico el recurso de acogerse al principio de los frutos buenos o de los frutos malos es necesario, como condición indispensable, que exista previamente la voluntad de distinguir los diferentes frutos. Y lo que es más importante todavía, la reconocida voluntad de elegir los buenos y desechar los malos, acerca de lo cual no existe desgraciadamente ninguna garantía.
La verdad de esta afirmación queda avalada por el hecho irrefutable de la existencia en la Iglesia de la situación de Apostasía General.
Ante esta situación de caos y de confusión, en medio de la que me encuentro en mi estado de avanzada ancianidad, sin apenas poder caminar por la invalidez de mis piernas, creo llegado el momento de ponerme a considerar el modo en que todo esto afecta a mi alma. A veces recuerdo el comienzo del Libro del Génesis: La Tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían la haz del abismo (Ge 1:2) y se me ocurre pensar que tiene perfecta actualidad en estos momentos.
Aunque mis piernas me conceden un espacio muy limitado para moverme, me considero pese a todo un miembro activo de la Iglesia Itinerante. Que es lo que me da la confianza para pensar que, lejos de estar anulado, me encuentro plenamente en el Camino. Al fin y al cabo el Cristianismo consiste en el seguimiento de Jesucristo (Mt 10:38; Lc 9:23; Jn 8:12).
Y no solamente me encuentro dentro del camino, sino enteramente identificado con él, puesto que el Camino es Cristo, según Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino (Jn 14, 6). Sin olvidar tampoco todo el profundo significado de su promesa: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él (Jn 6, 56)
En el Cristianismo existe una verdad fundamental, que como todas las verdades fundamentales suelen ser olvidadas. La cual consiste en que la grandeza suele estar en lo pequeño, y que es lo humilde y lo desconocido del mundo lo que verdaderamente agrada a Dios. Su Fundador siguió el camino de la Cruz, y sus seguidores se estrellan irremediablemente cuando se empeñan en seguir otro. Órdenes, Ins- titutos y Congregaciones Religiosas, tanto empeño en ser conocidos y admirados por el mundo y olvidando, por otra parte, la advertencia del Apóstol Santiago: Quien desee hacerse amigo de este mundo se hace enemigo de Dios (Sant 4, 4)
La verdadera santidad es tan amada de Dios como desconocida por los hombres. En estos momentos de apostasía y de irremediable oscuridad es seguro que debe existir un buen número de santos. Confieso que en esta situación de desolación yo no los veo, aunque es evidente que deben de andar por ahí. Y son ellos, aun sin saberlo, quienes detienen la ira de Dios e impiden que el mundo no haya sido ya destruido. Son los que mantienen el sentido y el amor a la verdad y a la belleza, las ansias por la justicia y la fe en el amor. Los enemigos de Dios se han esforzado demasiado en destruir la Iglesia y en extender por todas partes el odio, la fealdad, la podredumbre y la aberración.
Sin embargo, como todo lo que pertenece o hace referencia a la naturaleza humana, tampoco aquí las cosas son sencillas. Hay que contar con la debilidad del ser humano y la posibilidad de que haga mal uso de su libertad. Por eso, para que resulte práctico el recurso de acogerse al principio de los frutos buenos o de los frutos malos es necesario, como condición indispensable, que exista previamente la voluntad de distinguir los diferentes frutos. Y lo que es más importante todavía, la reconocida voluntad de elegir los buenos y desechar los malos, acerca de lo cual no existe desgraciadamente ninguna garantía.
La verdad de esta afirmación queda avalada por el hecho irrefutable de la existencia en la Iglesia de la situación de Apostasía General.
Ante esta situación de caos y de confusión, en medio de la que me encuentro en mi estado de avanzada ancianidad, sin apenas poder caminar por la invalidez de mis piernas, creo llegado el momento de ponerme a considerar el modo en que todo esto afecta a mi alma. A veces recuerdo el comienzo del Libro del Génesis: La Tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían la haz del abismo (Ge 1:2) y se me ocurre pensar que tiene perfecta actualidad en estos momentos.
Aunque mis piernas me conceden un espacio muy limitado para moverme, me considero pese a todo un miembro activo de la Iglesia Itinerante. Que es lo que me da la confianza para pensar que, lejos de estar anulado, me encuentro plenamente en el Camino. Al fin y al cabo el Cristianismo consiste en el seguimiento de Jesucristo (Mt 10:38; Lc 9:23; Jn 8:12).
Y no solamente me encuentro dentro del camino, sino enteramente identificado con él, puesto que el Camino es Cristo, según Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino (Jn 14, 6). Sin olvidar tampoco todo el profundo significado de su promesa: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él (Jn 6, 56)
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La verdadera santidad es tan amada de Dios como desconocida por los hombres. En estos momentos de apostasía y de irremediable oscuridad es seguro que debe existir un buen número de santos. Confieso que en esta situación de desolación yo no los veo, aunque es evidente que deben de andar por ahí. Y son ellos, aun sin saberlo, quienes detienen la ira de Dios e impiden que el mundo no haya sido ya destruido. Son los que mantienen el sentido y el amor a la verdad y a la belleza, las ansias por la justicia y la fe en el amor. Los enemigos de Dios se han esforzado demasiado en destruir la Iglesia y en extender por todas partes el odio, la fealdad, la podredumbre y la aberración.
Pero la Barca de Pedro sigue resistiendo los embates de las olas, el verdadero amor está más vivo que nunca, los enamorados de Dios llamados santos son más numerosos que jamás lo han sido, aunque el mundo haga lo imposible por desconocerlos, y el mundo, o el conjunto de las cosas creadas por Dios sigue siendo maravilloso: Y vio Dios ser bueno cuanto había hecho (Ge 1:31).
Padre Alfonso Gálvez
martes, 22 de agosto de 2017
lunes, 21 de agosto de 2017
Proselitismo sí (Padre Jorge)
No hay duda de que las lecturas de este domingo apuntan a la necesidad de comprender que la fe en Cristo no es algo exclusivo de una raza, una cultura, una forma de entender la vida. La clave de la fe no es el lugar de nacimiento, la descendencia de Abraham, la tierra de Israel. Judíos y gentiles llamados a ser de Cristo.
La fe en Cristo siempre se ha entendido así … hasta hoy.
Apenas un siglo después de la resurrección, la fe en Cristo estaba extendida por todo el imperio romano, en España estaba, por ejemplo. A la vez, estaba penetrando en lo que hoy es Rusia. Europa central estaba. Resulta impactante la preocupación por llevar la fe en Cristo a toda tierra conocida: América, Filipinas, África… Santos como Francisco de Asís, empeñado en llevar la fe a países islámicos, o Francisco Javier evangelizador de Oriente, nos hablan hoy de la fuerza de la predicación que entendía que la fe en Cristo es para todos y entendía como una obligación grave el anuncio del evangelio a todos los pueblos y naciones.
Así se ha entendido siempre … hasta hoy. Porque hoy nos encontramos con un abandono del celo apostólico y un miedo a la proclamación auténtica del evangelio de Jesucristo, camuflados bajo un supuesto respeto cultural, y la falsa propuesta teológica de que, en definitiva, todas las religiones son caminos de igual trazado para llegar a Dios y que hablar de Cristo a los ateos, agnósticos o creyentes de otras religiones, en lugar de ser un abrir sus ojos a la verdad del evangelio, es faltarles al respeto. No digamos nada si se trata de cristianos no católicos.
Tan es así todo esto, que estamos pasando del celo por las almas y la urgencia del anuncio del evangelio según nos ha sido transmitido en la iglesia católica, a declarar todo anuncio del evangelio como proselitismo y prohibirlo en la práctica. Me consta la orden expresa de un obispo a sus sacerdotes para que, ante la pregunta de algunas personas por Cristo, les inviten a buscar respuestas en internet.
No se comprende otra relación con las personas que no sea la pura solidaridad humana. Es lo que quizá se predique este domingo en muchas parroquias, tomando la primera lectura por los pelos. Es fácil detenerse en lo del derecho y la justicia, y olvidarse que aquí se habla de aquellos “que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que observen el sábado sin profanarlo y mantienen mi alianza…”
El Señor nos pedirá cuentas por negarnos a predicar la verdad de Cristo. Con los argumentos de hoy, lo de evitar el proselitismo, muchos podrían lanzar soflamas contra los apóstoles, los santos Cirilo y Metodio, los evangelizadores de América y san Francisco Javier, empeñados en hacer proselitismo en lugar de quedarse en su casa, y que se empeñaron en hablar de Cristo cuando lo que tenían que haber hecho era limitarse a la humana solidaridad.
Hoy, como siempre, es momento de predicar, de hablar a tiempo y a destiempo, de anunciar el nombre de Cristo a vecinos, amigos, a todas las personas con las que tenemos relación. Sí, a los musulmanes también.
Dejemos de lado falsas disculpas. No evangelizar tiene solo una causa: la falta de fe, y la consecuencia es el miedo a lo que nos pueda pasar. Así que mejor dedicarnos a la mera solidaridad humana, siempre aplaudida … por el mundo, que no por Cristo.
Oh Dios, que te alaben los pueblos. Que todos los pueblos te alaben. Que así sea.
Padre Jorge
domingo, 20 de agosto de 2017
El Estado Islámico aplica sencillamente lo que está en el Corán (P. Samir Khalil, S.J.)
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Lo que se lee en el Corán, la vida de Mahoma y la primera
generación de guerreros musulmanes inspira a los yihadistas
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Un ejemplo extremo está en el terror que practica ISIS/Daesh.
"El Isis se ha hecho bárbaro, no es ya humano, es inhumano. Matan niños, personas desarmadas, mujeres, han rehabilitado la esclavitud... Han organizado el mercado de esclavas como se hacía en la época de Mahoma. Una vez a la semana había ese mercado, y se compran esclavos como se compra la comida", señala el erudito egipcio.ISIS se organiza según el modelo de Mahoma del siglo VII:
"Ellos, el ISIS, o Daesh en árabe, lo que hacen lo justifican en argumentos tomados de la vida de Mahoma, o del Corán, o de los dichos de Mahoma. Por ejemplo, la esclavitud, en particular de las mujeres. Era la cosa más banal, porque la guerra se hacía para esto, para tomar los bienes pero también para tomar personas. Hay en el Corán un capítulo que se llama "Capítulo del Botín" donde se explica cómo tomar el botín durante la guerra y donde leemos literalmente que Dios, según los musulmanes, dice que la primera parte del botín pertenece al Profeta Mahoma, que toma una quinta parte, un 20 por ciento de los bienes, de las mujeres, de los hombres, de todo, para él , para los suyos y para los pobres; después, el que ha luchado más, escoge en segundo lugar, etc... Mahoma organizó unas 60 guerras, incursiones, razzias -en árabe se dice rashuá-, ataques a caravanas... Daesh/ISIS no dice nada contra la ley islámica, han aplicado lo que está en el Corán, o en la vida de Mahoma o en las palabras de Mahoma",constata.
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Samir Khalil, islamólogo natural de Egipto, profesor durante muchos años en Líbano, sacerdote jesuita |
Un experto en Islam y mundo árabe
Doctor en islamología y profesor del Pontificio Instituto Oriental y del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islamistas, ambos en Roma (Italia), Khalil es autor de más de 60 libros y más de 1.500 artículos especializados. Sus principales vías de investigación son: el Oriente cristiano, el patrimonio cultural y teológico árabe cristiano, el Islam y la integración de los musulmanes en Europa, así como las relaciones entre cristianos y musulmanes.
En la entrevista, Samir Khalil comienza hablando de la discriminación que sufren los cristianos en países musulmanes. Y afirma:
“La discriminación que más nos cuesta es en el trabajo. (…) Hay muchas formas de discriminación para encontrar un trabajo”.El P. Samil no habla en teoría. Nacido en Egipto, describe la experiencia de exclusión sufrida por su propia familia.
Y reflexiona de esta manera:
“¿Cómo se sabe que una persona es cristiana? En el carnet de identidad, en Egipto y otros países, se escribe la religión. En todos los países árabes. Así que, las discriminaciones existirán siempre, porque el sistema musulmán no consigue concebir una laicidad positiva, que es lo que nosotros pedimos. No el laicismo anti-religioso, que existe en algunos países occidentales, sino una laicidad positiva, como la llama también el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Es decir, un laicismo en el cual no se haga distinción entre creyente y no creyente, cristiano, musulmán o hebreo”.Libertad de conciencia
El siguiente argumento tratado es la libertad de conciencia. El P. Samil afirma con rotundidad:
“(En el Islam) la libertad de consciencia no existe. Un musulmán que abandona públicamente el Islam es reo de muerte”.Esta situación, contradice abiertamente el artículo 18 de la Carta Universal de los Derechos Humanos, que dice:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.El P. Samil continúa explicando este punto: como un occidental que revelara secretos de estado a un país enemigo es castigado,
“Si alguien abandona el Islam para cambiar a otra religión, es un traidor y por lo tanto tiene que ser castigado”. Ante esta situación, nuestro experto en Islam argumenta: “Yo digo: ‘Sí, pero allí estamos hablando del estado y de la política. Aquí se trata de religión’. Sí, pero éste es el meollo del Islam: que es religión, estado, política, economía, todo”.Hay otra dificultad seria con el Islam, y es que identifican Occidente y comportamiento moral de Europa y América con cristianismo, y se convencen que los cristianos son peores que los paganos.
El Islam más radical ha tomado el poder
Pasa después el P. Samil a reflexionar sobre la realidad del Oriente actual. Y dice textualmente:
“Las tendencias más fanáticas del Islam, más radicales, han tomado el poder. Ha triunfado la fuerza y han aparecido movimientos radicales hasta llegar al Isis o Daesh. ¿Qué hay detrás?"
"Si miramos bien al Isis, primero, ¿qué quiere decir Isis? La abreviación viene en inglés: Islamic State in Irak and Siria. ISIS. ¿Por qué en Irak y en Siria? ¿Por qué no en Egipto o en otra parte? Porque en Irak los que gobernaban eran en su mayoría chiítas, puestos por los Estados Unidos después de que eliminaran a Saddam Hussein. Porque antes, bajo Saddam Hussein, el gobierno era esencialmente sunita. Pero como los chiítas eran más numerosos que los sunitas, América dijo: demos la mayoría a los chiítas. ¿Qué hay en Siria, quién gobierna? Los alauitas, los alauitas son chiítas. Entonces, cuando el Isis, que quiere decir Estado Islámico en Irak y Siria, quiere decir Estado Islámico ahí donde gobernaban los chiítas. Era un movimiento sunita contra los chiítas. Era muy claro"
¿Quién está detrás de Estado Islámico? Samir Khalil lo ve claro: "Detrás están estados suníes radicales, esencialmente Arabia Saudita, Qatar y otros países. Pero ellos no hacen la guerra. Ellos financian la guerra. Hay gente pagada. Las armas vienen de occidente: América en particular y, en parte, Europa. ¿Quién las compra? Arabia Saudita. Y las hace llegar al Isis. Por eso es todo una artimaña que, para el occidente, es una cuestión económica, un buen negocio, digamos. Para Arabia Saudita y Qatar es una lucha contra los chiítas, que son musulmanes, pero que son vistos por ellos como herejes".Islam y violencia
¿Cuál es entonces la relación entre Islam y violencia? Muchos musulmanes, dice Samir Khalil, afirman:
"Daesh no tiene nada que ver con el Islam, porque Islam quiere decir Salam, paz’"
"Esto, en primer lugar, es una mentira lingüística. Puede significar salud, paz, la sumisión, etc. Islam quiere decir sumisión, sobreentendida esta sumisión a Dios. (…) Así que, decir que esto no pertenece al Islam es una mentira. La realidad es que el ISIS es cien por cien musulmán. Que no les gusta a los musulmanes y a su honor, quiere decir que quien dice que esto no es musulmán, es una persona moderada. Pero jurídicamente, es musulmán. (…) No se puede decir que Islam sea igual a violencia. Pero no se puede decir lo contrario, que en el Islam no hay violencia. Hay violencia”.
Sí se puede convivir
El P. Samil concluye su intervención un pensamiento muy hermoso:
“La situación es ésta, pero la experiencia, como he dicho antes, muestra que se puede vivir juntos, en paz y tolerancia. Y es esto lo que tenemos que recrear hoy en día: ayudar a los musulmanes a vivir juntos como hermanos. (…) A nosotros nos toca dar otro modelo de coexistencia, de fraternidad, y decir de dónde lo hemos aprendido: del Evangelio y de Jesús. Si quieres ser perfecto, ve y sigue a Jesús. Vive según el modelo del Evangelio. Esta es nuestra misión”
“Se podrían cambiar muchas cosas si se dijese: Bien, Dios ha enviado a los musulmanes a Europa. Son ahora tal vez quince millones, casi. ¿Qué hacemos para hacerles conocer el Evangelio? Es decir, una superación del Islam y del ser humano ordinario. El Evangelio es el máximo. ¿Por qué no lo transmitimos? Antes, nuestros padres atravesaron los mares, afrontaron el martirio, fueron matados, etcétera… para ganar a un musulmán para el Evangelio. Hoy no tengo necesidad de atravesar el mar. Ellos vienen. Entonces, intentar marginarles… esto es un crimen. No es permisible. Se trata de acogerlos, y decirles: ‘Te doy la cosa más hermosa que tengo, el Evangelio’. (…) Y si alguien descubre que el Evangelio es de veras la cosa más hermosa, le invito a ser cristiano. Pero es una invitación, nada más”
P. Samir Khalil, S.J
sábado, 19 de agosto de 2017
viernes, 18 de agosto de 2017
Atentado en La Rambla de Barcelona׃ Perdonar al que nos hace daño (P Santiago Martin)
Duración 6:46 minutos
MI NOMBRE ES CONFUSIÓN
FUENTE: CONTEMPLATA ALIIS TRADERE
Pero no. La molestia no es porque se nos quiera hacer creer que ahora la Iglesia desprecia todo aquello que amó y se ríe de todo por lo que luchó. Tampoco porque, según los nuevos profetas, los santos o pecadores que se jugaron por defender a los inocentes, por educar a la juventud, por la santidad de la familia, por la conversión de otros pecadores, por poner ante todo el amor y el honor de Dios, son ahora unos ridículos, pasados de moda. (Y eso que la moda cambia tan presto que los últimos dos Papas han pasado a pertenecer a la prehistoria)
No, no era eso. De pronto ayer me di cuenta de que la molestia venía de aquellas palabras…
¿Sería por “misericordiar”? Y no, no me molestan los “neologismos”. Las que me fastidiaban eran aquellas viejas palabras, por ejemplo: “pelagiano” o “casuística”. ¿Por qué usar palabras “viejas” del vocabulario teológico desconocido del vulgo en contextos pastorales que pretenden “estar en onda” con lo nuevo? ¿Cómo se compagina “misericordiar” con “pelagiano”?
Se podrían ensayar varias respuestas no necesariamente excluyentes:
-se usan para denigrar al adversario recurriendo a términos que él mismo desprecia;…Sí. Sin desechar las dos primeras, la tercera respuesta me resulta más convincente.
-se usan para impresionar como teólogos al vulgo;…
-para sembrar confusión…
¿Razones? La principal es el uso incorrecto de dichas palabritas.
Porque, ¿qué quiere decir “pelagiano”? Pelagio fue un hereje de los primeros siglos quien negó la necesidad de la gracia para la salvación, el daño del pecado original y de alguna manera, puso en tela de juicio el entero orden sobrenatural. Existieron luego posturas parciales conocidas como semipelagianismo. En la actualidad, si queremos encontrar cristianos con ideas semejantes, tendríamos que pensar en muchos progresistas, siempre sonrientes y creyendo que todo está bien y que vamos cada vez mejor; identificando el pecado con el error y a Cristo con un Flaco que te guiña el ojo y te perdona “de onda”. O con los que identifican el “mensaje” cristiano con la asistencia social.
Entonces, ¿qué tiene que ver el pelagianismo negador de la necesidad de la gracia divina para la propia salvación con rezar por el prójimo, ofreciendo Rosarios u otras devociones por la salud, conversión o necesidades del prójimo? Porque el mote “pelagianos” cayó sobre los que ofrecieron Rosarios por el Papa. ¿Desde cuándo se es pelagiano orando por otros?
En cuanto a la “casuística”, es una corriente de la teología moral, principalmente jesuítica, que se interesó en analizar los casos o circunstancias particulares y no meramente la ley moral universal. Sin embargo, nos encontramos con que se aplicó esta palabreja a la actitud de los fariseos interrogando al Señor: “Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". (Mc 10,1-12).
Los fariseos no hacen casuística. Plantean un precepto general y se mantienen en ese nivel. En todo caso son legalistas, y perfectamente desinteresados de las excepciones y casos particulares, de los fundamentos y los fines de la ley. Entonces, ¿por qué mencionar la casuística a propósito de ellos? Ellos no ponen pequeños ejemplos… van a la pura ley. En cambio Cristo va al fundamento y fin de la ley que es Dios. ¿Para qué, entonces, enlazar casuística con fariseísmo?...
A los únicos que uno ve analizando situaciones particulares o de hecho, por más numerosas que sean, es a los que quieren modificar la disciplina respecto de los sacramentos, no a los que quieren conservarla. Y eso ni siquiera es casuística.
Más; ¿cuál es la misteriosa ligazón entre hablar de “fracaso del amor” al estilo mundano y de “casuística farisea”? ¿Qué quiere decir “acompañar” –término a la moda–, “sin hacer casuística”–término teológico–?
Seguramente alguien podrá decir que no importan esas palabras raras sino si “el fondo del mensaje” está bien. El tema es que no está bien. Y las raras palabritas, tampoco. Porque, o son producto de la ignorancia del que las usa –que no es poco–, o se usan equívocamente adrede –que es peor.
Aunque tediosa, la tarea de desmontar estas resignificaciones puede ayudar. La verdad siempre ayuda.
Pero lo que queda en el aire es el tema –demasiado fácil–, de los fariseos. Que las personas conservadoras o con gusto por lo tradicional tienen la tentación del fariseísmo no es una novedad. Que no sea, precisamente, un mal muy actual y extendido en medio del desparramo progresista no quita que la tentación para ese tipo humano siempre exista.
Ahora bien, ¿no será que, dada la oposición evangélica entre el fariseo y el publicano, algunos pretenden identificarse con “los publicanos y las pecadoras” porque parecen más simpáticos y los “buenos de la película”? ¿Acaso se creen “semejantes al publicano”? Porque el publicano de la parábola tenía conciencia de pecado.
Yo no los vi en el fondo de los templos golpeándose el pecho y pidiendo perdón sin preocuparse por la mirada despreciativa del fariseo. Más bien, sonríen y cantan en el frente, entran y salen de los templos como si todo lo que importase fuese “la buena onda”. Y si ven a alguien piadoso, lo miran con la misma distancia superior que el fariseo usó con el publicano.
Tampoco los veo adornándose con sus mejores vestidos y derramar perfumes para adorar a su Rey, como Santa María Magdalena. Dicen que no quieren gastar y que lo darán a los pobres, como Judas (que llevaba la bolsa). Dicen que quieren una Iglesia pobre para los pobres, pero solamente desvisten altares.
Menos todavía los vi bajarse del árbol y preparar un gran banquete a su Señor al tiempo que se reparaban las injusticias con el prójimo, como hizo Zaqueo. No, desprecian la liturgia y la quieren lo más chabacana posible. Y al prójimo se le pueden aplicar toda clase de motes para que el público mediático festeje.
Entonces, mi nombre es Confusión.
Entonces, ¿qué tiene que ver el pelagianismo negador de la necesidad de la gracia divina para la propia salvación con rezar por el prójimo, ofreciendo Rosarios u otras devociones por la salud, conversión o necesidades del prójimo? Porque el mote “pelagianos” cayó sobre los que ofrecieron Rosarios por el Papa. ¿Desde cuándo se es pelagiano orando por otros?
Los fariseos no hacen casuística. Plantean un precepto general y se mantienen en ese nivel. En todo caso son legalistas, y perfectamente desinteresados de las excepciones y casos particulares, de los fundamentos y los fines de la ley. Entonces, ¿por qué mencionar la casuística a propósito de ellos? Ellos no ponen pequeños ejemplos… van a la pura ley. En cambio Cristo va al fundamento y fin de la ley que es Dios. ¿Para qué, entonces, enlazar casuística con fariseísmo?...
A los únicos que uno ve analizando situaciones particulares o de hecho, por más numerosas que sean, es a los que quieren modificar la disciplina respecto de los sacramentos, no a los que quieren conservarla. Y eso ni siquiera es casuística.
Seguramente alguien podrá decir que no importan esas palabras raras sino si “el fondo del mensaje” está bien. El tema es que no está bien. Y las raras palabritas, tampoco. Porque, o son producto de la ignorancia del que las usa –que no es poco–, o se usan equívocamente adrede –que es peor.
Aunque tediosa, la tarea de desmontar estas resignificaciones puede ayudar. La verdad siempre ayuda.
Pero lo que queda en el aire es el tema –demasiado fácil–, de los fariseos. Que las personas conservadoras o con gusto por lo tradicional tienen la tentación del fariseísmo no es una novedad. Que no sea, precisamente, un mal muy actual y extendido en medio del desparramo progresista no quita que la tentación para ese tipo humano siempre exista.
Ahora bien, ¿no será que, dada la oposición evangélica entre el fariseo y el publicano, algunos pretenden identificarse con “los publicanos y las pecadoras” porque parecen más simpáticos y los “buenos de la película”? ¿Acaso se creen “semejantes al publicano”? Porque el publicano de la parábola tenía conciencia de pecado.
Yo no los vi en el fondo de los templos golpeándose el pecho y pidiendo perdón sin preocuparse por la mirada despreciativa del fariseo. Más bien, sonríen y cantan en el frente, entran y salen de los templos como si todo lo que importase fuese “la buena onda”. Y si ven a alguien piadoso, lo miran con la misma distancia superior que el fariseo usó con el publicano.
Entonces, mi nombre es Confusión.
Bea Reyes Uribe
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