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domingo, 8 de noviembre de 2015

LA PRONUNCIACIÓN ROMANA DEL LATÍN

Puede venir bien este artículo a aquellos que acuden a la santa Misa según el rito extraordinario (Misa en latín), una misa que nunca fue abrogada según se afirma en el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, del 7 de Julio de 2007, en el que se puede leer, en su artículo primero:

El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la «Lex orandi» («Ley de la oración»), de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma «Lex orandi» y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la «Lex orandi» de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la «Lex credendi» («Ley de la fe») de la Iglesia; en efecto, son dos usos del único rito romano. Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia (...)


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Al fin y al cabo el latín es el idioma oficial de la Iglesia. Y su conocimiento ha sido fuertemente recomendado por todos los Papas (aunque hoy parecen haberse olvidado estas recomendaciones). Al usar un misal escrito en latín los fieles, lógicamente, pueden tener dudas (y las tienen, de hecho) con respecto a la pronunciación de este idioma. Yo las tengo. He buscado en Internet y he encontrado algunas indicaciones que pueden ser útiles. Y aquí las dejo. Estan tomadas de Música y fe

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La pronunciación romana del latín no difiere demasiado de su pronunciación española; aun así, deben de tenerse en cuenta las siguientes reglas. La pronunciación (entre corchetes), se ha reflejado de manera aproximada con caracteres españoles.

Æ, OE Se pronuncian e.  Misericordiæ [misericórdie]
CI, CÆ, COE La C se pronuncia entre ch y ts española. Cæli [chéli]
CH Sonido k. Charitas [káritas]
GE, GI, GY, GÆ, GOE La G suena como la y española o la dj francesa. Regina [reyína]
GN Se pronuncia como la ñ en español si no va a principio de palabra. Agnus [áñus]
H Tiene el sonido k en el dativo mihi [miki] y en el adverbio nihil [nikil] con sus compuestos. En los demás casos es muda.
J Suena como la y española. Jesus [yésus]
LL Se pronuncia como dos l separadas. Nullus [núl-lus]
M Hay que pronunciarla con claridad, para que no suene como n.
PH Como f en español. Phase [fáse]
S Es sonora entre vocales, y sorda cuando es inicial (cuidado con no  ñadir una e) o tras consonante.
SS Como la s en español. Passus [pásus]
SCE, SCI, SCÆ, SCOE SC tiene el mismo sonido que la sh inglesa o la ch francesa. Descendit [deshéndit]
U Se sigue pronunciando como u después de q y g. Quem [kuem]; Sanguis [sángüis]
V Se diferencia de la b acercando el labio inferior al borde de los dientes.
X Delante de vocal suena ks. Resurrexit [resurréksit]
XCE, XCI, XCÆ, XOE XC suena como sch. Excelsis [ekschélsis]
Y Suena como una i algo oscurecida. Kyrie [kírie]

ALGUNOS EJEMPLOS (agrupados por textos)

Agnus Dei
agnus [áñus]
tollis [tól-lis]
pacem [páchem]
Ave, María
gratia [grátsia]
nostræ [nóstre]
Credo
sæcula [sékula]
consubstantialem [konsubstantsiálem]
descendit [deshéndit]
tertia [tértsia]
resurrectionem [resurrektsiónem]
Gloria
excelsis [ekschélsis]
bonæ [bóne]
benedicimus [benedíchimus]
gratias [grátsias]
agimus [áyimus]
suscipe [súshipe]
deprecationem [deprecatsiónem]
Magnificat
fecit [féchit]
ecce [ékche]
magna [máña]
potentiam [poténtsiam]
suscepit [sushépit]
Regina cæli
regina [reyína]
cæli [chéli]
Salve, Regina
gementes [yeméntes]
illos [íl-los]
Sanctus
Hosanna [osán-na]
Veni, creator
accende [achénde]
pacemque [pachémkue]

sábado, 7 de noviembre de 2015

Finanzas vaticanas y transparencias interesadas

Me ha llamado la atención que, precisamente ahora, haya vuelto a relucir, otra vez, con fuerza inusitada, lo que ha dado en llamarse Vatileaks2, un tema relacionado, como sabemos, con las finanzas de la Iglesia. El término "Vatileaks" proviene, en cierto modo, del propio portavoz de la Santa Seda, el jesuita Federico Lombardi, cuando en febrero de 2012 admitió que "también el Vaticano tiene sus "leaks" (filtraciones). 

Entre enero y mayo de 2012 se filtraron gran cantidad de documentos internos del Vaticano que tuvieron como punto final la publicación de un libro titulado "Su Santidad", de Gianluigi Nuzzi. El mismo día en el que se publico ese libro fue detenido Paolo Gabriele, mayordomo del Papa y única persona con acceso a todos los documentos filtrados. Se le juzgó y fue condenado a 18 meses de prisión, aunque fue indultado por el papa Benedicto XVI. No hubo más acusados. 

Queda en el misterio las razones que movieron a Benedicto XVI a presentar su dimisión como Papa un año más tarde, el 11 de febrero de 2013, dimisión que fue efectiva el 28 de febrero de dicho año: una decisión excepcional en la historia del Papado. 

Pues bien: volvemos a la carga, una vez más. Pinchar aquí, aquí o aquí. Hay infinidad de enlaces. Éstos son sólo una muestra para situarnos en lo que está ocurriendo ahora en el Vaticano ¿Y por qué ahora, precisamente ahora? (cuando hace muy poco que ha tenido lugar la clausura del Sínodo de la Familia 2015 y cuando estamos a punto de comenzar el año santo de la Misericordia, que tendrá lugar el 8 de diciembre de este año). 

A esta pregunta que yo me hago contesta Fray Gerundio y, a mi modo de ver, lo hace con mucho acierto. Este hombre tiene un sentido común que nos saca de nuestras casillas, acostumbrados como estamos a ir tirando cómodamente y a que los demás piensen por nosotros. Se nota que tiene la cabeza sobre los hombros. Y es de los que al pan le llaman pan; y al vino, vino: algo tan simple y tan elemental como ésto ... y, sin embargo, tan poco frecuente. Bien es verdad que le añade una particular "mala uva" ... pero es eso, precisamente, lo que deja su impronta en lo que escribe y le confiere una especial personalidad a sus escritos. Veamos lo que nos dice ahora en este nuevo artículo:

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No sé por qué, pero me huele un poco a chamusquina todo el lío que se ha montado esta semana en torno a las finanzas del Vaticano, con el consiguiente desmadre que aparece en la trastienda. En realidad no es nada nuevo: se sabe desde hace muchos años, y se sospecha que lo que se sabe es nada, comparado con la realidad. Hace ya muchos lustros que la Iglesia está sumergida en un mar de corrupción económica, que alcanzó niveles elevadísmos cuando los casos de Marcinkus y el IOR y los suicidios (digo yo que probablemente inducidos, como se dice ahora), y miles de escándalos más.

Cuando la Iglesia del Vaticano II quiso asimilarse al mundo lo hizo muy bien en este terreno, porque realmente comenzó a asimilarse a la corrupción de los grandes capitales y los bancos y todas esas cosas. A pesar de abrir las ventanas del Vaticano, los temas financieros y económicos olían muy mal y estaban como podriditos por dentro. En este punto no corrió mucho el aire fresco, por lo visto. Dicen que Juan Pablo I quiso poner orden y, por eso mismo, le proporcionaron un pasaje directo a la eternidad. No lo sé. Pero el caso es que me mosquea muchísimo que ahora aparezcan libros contando cosas de éstas, cuando hace ya muchos años que estamos al cabo de la calle de que hay un buen negocio montado.

Entonces, ¿por qué aparece ahora este misterioso asunto? ¿por qué las detenciones de sospechosos, la liberación de la sospechosa (que se ve que le guiñó un ojo al gendarme y la puso inmediatamente en libertad: a juzgar por las fotos...), el encarcelamiento del otro, la publicación de los libros y el escándalo de la prensa y la catolicidad bien-intencionada?

Los dos investigados por filtraciones en el caso Vatileaks 2:
el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y la italiana Francesca Chaouqui

Como siempre, han aparecido mis novicios para preguntarme ... aunque esta vez los he dejado más boquiabiertos que de costumbre. Les he dado una explicación que a mí mismo me parece propia de un mal pensado, con la cogulla muy desgastada ya por los años. Y sin embargo creo que encaja a la perfección. O como dirían los filósofos, al menos no se puede demostrar que sea algo contradictorio. Por eso, mis novicios se han retirado con el rabo entre las piernas, pensando que es muy posible que tenga razón.

Aquí pasa algo parecido a lo que ocurre con los partidos políticos en tiempos de campaña electoral (o sea, casi siempre). De vez en cuando, tienen que hacer un lavado de imagen. De cuando en vez, tienen que intentar impactar al personal para que parezca que lo que es no lo sea, y para que sea lo que parece, aunque no parezca que lo sea. Ya saben. Y Francisco está en campaña desde mucho antes de llegar al Solio.

Cuando en algún partido político o institución hacen una demostración de lucha contra la corrupción, generalmente es porque hay un combate interno por el poder o algo semejante. Vamos, que nunca es por motivos honrados o éticos. En España, por ejemplo, salen corrupciones a base de bien cuando se quiere que salgan, a pesar de que todo el mundo está previamente al cabo de la calle. ¿Por qué sale en un determinado momento? Pues ya se lo pueden figurar.

Les he dicho a mis novicios que no se escandalicen y que yo no quiero ser apodíctico, como se dice ahora. Pero tengo derecho a opinar (eso les gusta mucho), aunque pueda ser que exagere o que me equivoque. Seguro que me equivoco, seguro que exagero, pero es muy posible que no ande lejos de la verdad.

Tras el Sínodo y la constatable bajada de popularidad de Francisco; tras la desesperanza de que Francisco no iba a ser capaz de modernizar la Iglesia porque no había reforma de la Curia después de dos años y medio de bombo y platillo; tras el fracaso de las conversaciones con el llamado G-8 que lo único que han hecho ha sido reunirse sin parar; tras el enorme gesto de audacia de crear una Congregación para los Laicos, después de dos años de anunciadas reformas; tras el fracaso del Premio Nobel que nunca llegó… había que darle un nuevo impulso a la imagen del Francisco Reformador de la corrupción económica en el Vaticano. El líder siempre quiere más.

La consecuencia para los bobitos está clara: Francisco quiere reformar la Iglesia, pero no le dejan los malvados, carcas, tradicionales y derechones cardenales. Los resultados del Sínodo habrían sido más atrevidos si los carcamales no hubieran estorbado; la definitiva recuperación de una Iglesia pobre no se puede hacer porque no le dejan a Francisco. La noticia del comentario hecho por el Papa a su amiguete Scalfari sobre la comunión a los divorciados es un dato más de esta pasada semana para calmar a los ansiosos. De este modo se conforma y consolida la imagen del líder que quiere cambiar, pero tiene las manos atadas. Pobre. No se le permite. Dicho esto unas semanas después de que el propio Papa hablase de la hermenéutica de la conspiración, de sus pullas en los discursos finales del Sínodo y de sus constantes llamados a la transparencia, a mí personalmente no me cuadra. O mejor dicho, me cuadra demasiado y me lleva de nuevo al mal olor. No me fío.

Y para aderezar todo esto -¡oh casualidad!-, aparecen en los días inmediatos un par de libros que muestran los líos vaticanos, contando diálogos y conversaciones de Francisco pidiendo transparencia, al tiempo que sacan a la luz dineros gastados y requetegastados por bertones y demás compañeros mártires.

Pero digo yo una cosa: si Francisco pide transparencia y hay un sujeto y una sujeta que filtran los cambalaches, los enjuagues y los apañijos y destapan los manejos, los contubernios y las intrigas, habría que darles la Encomienda de San Gregorio Magno a ambos. No interrogarlos como culpables de un delito. Me da la sensación de que se ha utilizado a un pardillo ambicioso y a una pícara con muchas horas de vuelo. El caso es que el juego está servido. O la mentira está echada. O la trampa está montada. Una vez más, los ámbitos papistas mueven la cabeza diciendo que todo está muy mal y que el pobre Papa tiene que luchar contra la corrupción y quiere reformar la Iglesia, pero no le dejan los financieros malvados. Y los progresistas y modernistas comentan también que el pobre Papa no puede hacer nada ante la cizaña instalada en el Vaticano.


Pero hay que recordar que a la tal Chaouqui la nombró el Papa Francisco. Como nombró a los que iban a encargarse de las finanzas vaticanas (hace ya dos años). Como nombró al famoso Ricca (el del ascensor) como responsable de otro de los organismos. Como encargó algunos servicios económicos a empresas norteamericanas de reconocido nivel financiero; como alquiló la Capilla Sixtina para fiestas de alto nivel económico. ¿Y por qué no ha luchado claramente contra todo esto? ¿Por qué no se hablaba de este tema hace más de un año y vuelve ahora en un momento de necesidad para Francisco?

Si se quiere transparencia en los asuntos económicos, ¿por qué no se quiere en temas doctrinales? ¿por qué no se habla claro sobre el caso de Monseñor Sarasa [Monseñor Charamsa] y se imparte la doctrina adecuada y correcta? ¿por qué no se habla claro sobre las constantes afirmaciones del ateo Scalfari y sus llamaditas telefónicas con el Papa? ¿por qué no ha habido transparencia con los olvidados (fieles) Franciscanos de la Inmaculada? ¿por qué no hubo transparencia con los Motus Proprios divorcistas que aparecieron de la noche a la mañana? Es que lo que ellos quieren se filtra, y lo que no quieren no se filtra. Es una transparencia a la carta.

De todos modos, mis sospechas se han agudizado, cuando he leído que -según el libro de marras-, el Papa dijo en esas conversaciones que ahora se publican:“Si no sabemos custodiar el dinero que se vende, ¿cómo custodiaremos las almas de los fieles que no se venden?”

La verdad es que es la primera vez en estos dos años y medio que oigo hablar a Francisco de la salvación de las almas. Y en su corto -pero larguísimo pontificado-, parece que nunca se ha preocupado de salvar a las almas. Yo lo que he visto ha sido precupación por el clima, por la ecología, por los excluídos, por las pateras, por los gays y por los divorciados. De las almas, he oído hablar muy poco. Y es que para abordar con eficacia la corrupción económica, hay que acabar primero con la corrupción de los pastores. Para acabar con la corrupción del dinero, hay que reconocer primero que todo proviene de la corrupción del pecado.

En fin, seguiremos viendo la comedia: creo que pronto soltarán al pardillo-culpable, lo perdonarán, le darán un puesto discreto pero no lejano, repondrán en su lugar a la Chaouqui y aquí no ha pasado nada. Eso sí: seguiremos teniendo excusas para nuevas intervenciones de esas que ya nos conocemos: para reformar la doctrina, que es mucho más interesante que reformar las finanzas. Y si no, al tiempo.

Fray Gerundio

La enseñanza laica es la enseñanza atea

Un nuevo vídeo de Eulogio López, director de Hispanidad. Como siempre, breve y de gran interés.

Duración 2:30 minutos

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Monjas "guerrilleras" (Padre Alfonso Gálvez)

Sor Cristina, cantando junto a Kylie Minogue

El Papa, charlando con la monja dominica sor Lucía Caram









He seleccionado tres trozos de vídeo, de corta duración, tomados de alguna de las homilías del padre Alfonso Gálvez. ¿Por qué estas monjas han alcanzado tanta fama? En una de las homilías el padre Alfonso se refirió, en concreto, a Sor Lucía Caram, monja dominica contemplativa de 49 años, a quien el Papa bendijo para que continuase armando lío. (Vídeos 1 y 2). Pero lo que dice puede extenderse a todas aquellas monjas "guerrilleras" que abandonan el claustro y lo sustituyen por otra actividad (Vídeo 3). Se me ocurre citar, por ejemplo, a sor Cristina, famosa monja ursulina de 27 años y "cantante", así como a la monja Forcades, benedictina de 49 años, que tanto "lío político" está armando. Son tan solo un botón de muestra.

Y la respuesta, aunque parezca increíble, es porque se dedican a decir y hacer justo todo lo contrario de lo que la Iglesia prescribe que hagan. Pero prefiero que sea el padre Alfonso quien nos hable.

Duración 3:03 minutos

Duración 59 segundos

Duración 4:12 minutos

Eran los fariseos los que decidían sobre los divorcios (Francesco Agnoli)


Es de señalar que no son fariseos aquellos que se aferran a la ley de Jesucristo, que es la ley del Amor y la que es conforme a la verdad de las cosas, sino los que se aferran a unas leyes que ellos mismos se inventan y que pretenden imponer luego a todos, so capa de misericordia: la nueva misericordia, entendida al modo humano y no al modo divino, no como la entendió Jesucristo, que es el Único que nos puede dar lecciones en ese sentido, como en todos.

Todo intento de querer enmendarle la plana a Dios, manifestado en Cristo Jesús, está condenado al más rotundo de los fracasos, aun cuando pudiera parecer otra cosa a la mirada de aquella gente que razona de modo superficial. 

El miedo a la cruz es lo que se esconde detrás de tanta palabrería. Y, sin embargo, es la cruz -como manifestación del máximo amor posible- la única que nos puede salvar. Y al decir cruz, estoy pensando en aquella que se lleva junto a Jesucristo y que tiene, por lo tanto, un valor redentor; siendo la máxima expresión de amor que puede darse en este mundo. 

Y junto a la cruz va siempre de la mano la alegría, la alegría verdadera, que no la euforia, que es compatible con el dolor. Un cristiano puede sufrir, sufrirá de hecho, como cualquier persona que no lo sea, pero su dolor y su sufrimiento tendrán un sentido: el del amor. Si un hombre abandona a su mujer y se une a otra cuando aparecen las dificultades es señal de que falla entre ellos el amor. Y el remedio no se encuentra en buscar a otra persona que cubra ese vacío. 

Sólo en la entrega amorosa hasta la muerte, en la cruz asumida, cada cual, de su situación concreta [y libremente elegida] podrán llegar los esposos a ser felices, en la medida en que esto es posible en este mundo; una felicidad que consiste, básicamente, en vivir conforme a la voluntad de Dios: "Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en practica" (Lc 11, 28). Y la palabra de Dios, para los esposos, es que : "Lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre" (Mc 10, 9) 

Transcribo a continuación un artículo tomado de Adelante la Fe, en el que el autor "demuestra" la falacia que es atribuir el fariseísmo a aquellos que se agarran a la ley de Cristo. Contra lo que pudiera pensarse, no son éstos los legalistas y los fariseos, pues la ley de Cristo es la ley del amor. Y Dios no pide imposibles. Los partidarios de la "nueva" Iglesia, de la Iglesia modernista, "conforme" con los tiempos de hoy, ésos son los verdaderos fariseos y, además, hipócritas, pues pretenden hacer pasar por misericordia lo que no es sino un acto de cobardía y de complejo ante un mundo que se ha vuelto de espaldas a Dios y ha rechazado a Jesucristo.

Han olvidado pronto algo que constituye la vida de un cristiano, algo que un cristiano no puede olvidar jamás, a menos que haya dejado de serlo. Y son estas palabras de Jesús: "Si alguno se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre, con sus santos ángeles" (Mc 8, 38).


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Es frecuente leer hoy en día que entre los defensores de la indisolubilidad del matrimonio habría muchos fariseos, que adoptarían una postura rigorista porque, privados de misericordia, querrían afirmar su superioridad moral, cerrando de esa forma la puerta. Por consiguiente, una Iglesia abierta rechazaría el legalismo farisaico sancionando un nuevo concepto de misericordia y, en el caso del matrimonio, de la fidelidad y el adulterio. 


Es indudable que entre los que profesan ser defensores de la verdad hay fariseos. Es más: la verdad puede convertirse en un ídolo, y hasta utilizarse como arma arrojadiza contra los adversarios. Pero no es así cuando quien la afirma lo hace con amor y con la convicción de que se dé testimonio de esa verdad y se la proclame con humildad y por el bien común (ni como un privilegio ni como motivo de orgullo). Ahora bien, aparte de los juicios, en muchos casos temerarios, sobre los motivos que impulsarían a numerosos padres sinodales a sostener la doctrina tradicional frente a la tesis de algunos episcopados de Europa del norte, es interesante echar un vistazo al Evangelio y observar cómo se comportaban en realidad los fariseos

¿Los vemos empeñados en defender la indisolubilidad conyugal, tan claramente proclamada por Cristo, en nombre de la ley? No; todo lo contrario. Son precisamente los fariseos los que se oponen a la doctrina matrimonial que enseña el Evangelio. Son ellos los que se acercan a Jesús y tratan de menoscabar su claridad y le preguntan si es lícito repudiar a la esposa por un motivo cualquiera. (S. Mateo 19,3). Efectivamente, la ley de Moisés concedía al hombre el libelo de repudio, es decir, el divorcio, con la posibilidad relativa de contraer nuevas nupcias. Jesús no se mete en la casuística de los rabinos. No se pierde en casos particulares aunque en efecto los tenga presente en su misericordia; les recuerda, por el contrario, que al principio no fue así: «A causa de la dureza de vuestros corazones os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres», y les recuerda asimismo que el designio original de Dios es que los esposos sean «una carne».  

«Lo que Dios juntó –afirma Jesús, consciente de que su palabra resultará dura y difícil de cumplir– el hombre no lo separe». Queda, por tanto, archivada la ley de Moisés, que había generado una compleja casuística (dejando al criterio de los rabinos las posibles causas de repudio) y promulga la nueva ley del amor. «Concluida la lección para los fariseos –escribe Giuseppe Ricciotti en su Vida de Jesús–, los discúpulos vuelven a la cuestión dolorosa de la mujer, e interrogan al Señor en privado en casa». En efecto, la indisolubilidad no les agrada tampoco a ellos, pero Jesús no recurre a otras palabras, menos claras y más acomodaticias, para evitar que alguno exclame: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, no conviene casarse». 

De ser cierto esto, al católico sólo le queda una posibilidad: reconocer que el adulterio y la casuísticaestá última tan del gusto de los fariseosno tienen lugar en el contexto del Evangelio, del cual la doctrina tradicional no es sino una mera transcripción, porque pertenecen al ámbito de la ley, de la que siempre se han servido los fariseos para atacar a Jesús. En contraposición, la única ley de Cristo es el amor, tal como ha querido Dios desde el principio. Ese amor –y aquí está el escándalo para todos, incluso para los discípulos– prevé hasta la cruz: por esto les parece tan dura al mundo y a muchos hombres de la Iglesia la Buena Nueva y quieren introducir excepciones, la casuística, en una religión en la que Dios, con su fidelidad y su amor, se vuelca de lleno hasta el punto de hacerse crucificar porque dice cosas incomprensibles y no está dispuesto a suavizarlas. 

Así manifiesta Cristo su misericordia: no es flexible a las pretensiones de los fariseos, ni a las de los apóstoles (algunos de los cuales están casados y no les hace gracia que les quiten la posibilidad del repudio), sean cuales sean, ni se aviene a hacer ajustes que reducirían el número de sus enemigos, sino que entrega todo el corazón a la humanidad (misericordia deriva de miseris cor dare: volcar el corazón a los que sufren) para que los hombres aprendan a entregarse a sus seres queridos, a sus hijos, a su mujer, a sus amigos. Si los cristianos proclaman que es posible un amor así, no proclaman la ley sino a Cristo

Y a todos los que repiten que el amor indisoluble no es realista en el Occidente de hoy, se les puede recordar en primer lugar que tampoco parecía realista hace dos mil años; en el imperio romano el divorcio y el repudio eran cosa de todos los días. Y en segundo lugar, Cristo no es Maquiavelo ni ha venido a explicarnos la realidad como él la entiende, ni lo débil y frágil que es el hombre (nosotros mismos lo vemos), sino a indicarnos las cumbres de la santidad, el camino a la felicidad. Vino a decirnos: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (S. Mateo, 5,48). ¿Pedía demasiado? Todo mensaje que no recuerde al hombre su relación filial con Dios, esa posibilidad de grandeza y de amor total, es un mensaje humano, demasiado humano; no es la Buena Nueva

Francesco Agnoli
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NOTA: Es de destacar, por su importancia, el siguiente artículo, cuya exclusiva es de Rorate Coeli, escrito por su Excelencia, el obispo Atanasio Schneider quien analiza y expresa sus puntos de vista sobre uno de los eventos más importantes en la Historia de la Iglesia. Su título es:  La puerta falsa hacia una práctica neo-mosaica en el Informe Final del Sínodo

lunes, 2 de noviembre de 2015

Doctrina católica sobre el matrimonio

Todavía se sigue discutiendo sobre los resultados del Sínodo de la Familia. En realidad de verdad, no se ha llegado a nada nuevo, nada que no se supiera ya anteriormente, pues la doctrina no da lugar a equívocos. No puede hacerlo: La indisolubilidad del matrimonio está expuesta por Jesucristo de un modo contundente en Mt 19, 1-9 y en Mc 10, 1-12.

[Se ha hecho mucho daño al poner sobre el tapete cuestiones ya resueltas de modo definitivo. Como ya se ha dicho en un post anterior se trata de algo absurdo y sin sentido: ¿Cómo se puede someter a votación la palabra de Dios, aduciendo que se ha quedado obsoleta y que los tiempos actuales requieren un cambio en la doctrina, aunque no se exprese tan crudamente, con estas palabras? Pero eso es lo que hay]

Si recordamos, se le acercaron a Jesús unos fariseos, con intención de tentarle, y le preguntaron si le estaba permitido al marido repudiar a su mujer; y se apoyaron, para ello, en las palabras de Moisés, quien sí que permitió que el marido escribiera un libelo de repudio a su mujer y la despidiera. Y Jesús les contestó: "Por la dureza de vuestro corazón os escribió [Moisés] este precepto, pero al principio no fue así. El Creador los hizo VARÓN y HEMBRA y dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán dos en una sola carne. De manera que ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mc 10, 4-9; Mt 19, 4-8). Y luego a sus discípulos, que le preguntaron también sobre el misto tema, les dijo: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 11-12) . Más claro, agua.

Nadie tiene poder para cambiar esta realidad. La Iglesia Jerárquica, fundada por Jesucristo, con el Papa a la cabeza, tiene la obligación grave de transmitir esta verdad a todas las generaciones. Lo que Dios ha unido, el hombre no puede separarlo. Y así se refleja, además, como no podía ser de otra manera, en la página web del Vaticano, donde se encuentran aprobadas treinta tesis "in forma specifica" por la Comisión Teológica Internacional en lo que podríamos llamar Doctrina católica sobre el matrimonio. Y se puede leer lo siguiente:

"Fiel al radicalismo del Evangelio, la Iglesia no puede dirigirse a sus fieles con otro lenguaje que el del apóstol Pablo: «A aquellos que están casados les mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe de su marido —y si se separa de él, que no vuelva a casarse o que se reconcilie con su marido— y que el marido no despida a su mujer» (1 Cor 7, 10-11). Síguese de ahí que las nuevas uniones, después de un divorcio obtenido según la ley civil, no son ni regulares ni legítimas". . ...." Esta severa ley es un testimonio profético que se da de la fidelidad definitiva del amor que une a Cristo con la Iglesia, y demuestra también que el amor de los esposos está asumido en la caridad misma de Cristo (Ef 5, 23-32).

"Los maridos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. Quien ama a su esposa a sí mismo se ama, pues nadie aborrece nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su Cuerpo" (Ef 5, 28-30). Vuelve a repetir otra vez san Pablo las palabras de Jesús: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne" (Ef 5, 31). Y añade: "Gran misterio es éste, pero yo lo digo referido a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 32)

De manera que la unión conyugal entre un hombre y una mujer en el matrimonio es una expresión, lo más aproximada posible, de la unión que tiene lugar entre Cristo y la Iglesia, unión amorosa hasta dar la vida. Se equipara el amor entre los esposos al amor de Cristo a su Iglesia. El matrimonio, por eso, está elevado a la categoría de sacramento. De ahí se sigue la imposibilidad de que los "divorciados vueltos a casar" puedan recibir, en la sagrada Eucaristía, el cuerpo de Cristo, pues su situación objetiva es de adulterio. Nadie, en estado de pecado mortal, puede recibir el cuerpo de Cristo, pues cometería un nuevo pecado, que se añadiría a los que ya tienen, cual es el pecado de sacrilegio. Continuemos leyendo:

El acceso a la comunión eucarística no puede pasar sino por la penitencia, la que implica el «dolor y detestación del pecado cometido, y el propósito de no pecar en adelante» Todos los cristianos deben recordar las palabras del Apóstol: «...quienquiera que coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será culpable con respecto al Cuerpo y a la Sangre del Señor. Que cada uno se examine, pues, y que así coma este pan y beba este cáliz; porque el que los come y bebe indignamente, se come y bebe su propia condenación, no haciendo discernimiento del Cuerpo» (1 Cor 11, 27-29).

Esto no significa ningún tipo de discriminación o que la Iglesia no sea misericordiosa para con ellos. Es justo lo contrario. La obligación de los pastores hacia sus ovejas es la de conducirlas hacia la verdad, encaminarlas hacia Jesús. La misericordia no se opone a la verdad. Y no se les puede engañar hablándoles de la misericordia de Dios en unos términos que, en realidad, lo que indican es un abuso de esa misericordia, pues no se corresponden con la verdad. Dios es misericordioso y es justo. Ambas cosas. Sigamos:

Tambien hay que decir que, con relación a la pastoral de los divorciados vueltos a casar, los cristianos que se encuentran en esta situación, aunque tal situación es ilegítima y no permite vivir en plena comunión con la Iglesia no están excluidos de la acción de la gracia de Dios, ni de la vinculación con la Iglesia [Como decía el papa Francisco no están excomulgados y en eso tiene razón]. No deben de ser privados de la solicitud de los pastores. Numerosos deberes que derivan del bautismo cristiano permanecen aún para ellos en vigor. Deben velar por la educación religiosa de sus hijos. La oración cristiana, tanto pública como privada, la penitencia y ciertas actividades apostólicas permanecen siendo para ellos caminos de vida cristiana. No deben ser despreciados, sino ayudados, como deben serlo todos los cristianos que, con la ayuda de la gracia de Cristo, se esfuerzan por librarse del pecado.

De manera que, una vez arrepentidos y habiendo hecho uso adecuado del sacramento de la confesión, entonces sí que podrían acercarse a recibir el cuerpo del Señor ... pero no antes. Y no sin haber cumplido esas condiciones. Así es como se manifiesta la misericordia de Dios, en la verdad, la cual supone el reconocimiento y el arrepentimiento del pecado por parte de aquel que lo ha cometido. Ante la humildad y el reconocimiento de la propia indigencia y la propia miseria, Dios se vuelca y nos perdona ... porque es nuestro Padre y nos ama con amor de Padre. Pero nos trata como a personas y respeta nuestra libertad. De ahí que se requiera ese arrepentimiento por nuestra parte, sin el cual le atamos las manos a Dios y le impedimos que derrame su misericordia sobre nosotros .

La Iglesia no tiene poder para bendecir una segunda unión nupcial puesto que, por esencia, y así está establecido por Dios, el matrimonio lo es de uno con una y para siempre, hasta que la muerte los separe. Cuando se habla del matrimonio no se está hablando de una ley humana sino de una ley divina. Y ésta no puede conculcarse nunca sin culpabilidad.

Pienso que un buen modo -el más didáctico, al menos- de ilustrar lo que se quiere explicar aquí es mediante ejemplos concretos que, en nuestro caso, deben referirse a testimonios de personas concretas. Pondré tan solo un ejemplo: el de José María Zavala, conocido periodista y escritor español, nacido en Madrid en 1962.

Con motivo de la polémica por la Relatio del sínodo, uno de cuyos puntos candentes es la posibilidad de que se admita a la comunión a divorciados vueltos a casar por lo civil o conviviendo con segundas parejas, entrevistaron a José María Zavala en Religión en Libertad, el 10 de octubre de 2015, con relación a un libro que escribió en octubre de 2014, junto con su esposa, Paloma Fernández. Merece la pena leer la entrevista. El título del libro es: Un juego de amor. El Padre Pío en nuestro camino al matrimonio. Si se dispone de tiempo suficiente, puede escucharse también la siguiente entrevista radiofónica que aparece reflejada en un vídeo de 24 minutos de duración de HM TELEVISIÓN .


Todo ocurrió tras una conversión tumbativa de José María Zavala el 5 de agosto de 2009, festividad de Nuestra Señora de las Nieves, atribuída a la intercesión del padre Pío. Al día siguiente, 6 de agosto, ambos -Paloma y él- se confesaron. Luego se mantuvieron a la espera de que se le concediera la nulidad a Zavala (a ella ya se la habían concedido), lo cual ocurrió nueve meses después, el 5 de mayo de 2010. Durante ese tiempo vivieron como hermanos, en habitaciones separadas, sin ningún tipo de relación sexual entre ellos. En el minuto 23 se puede escuchar cómo Paloma especifica que, en conciencia, se trataba de una verdadera nulidad y que no hubo matrimonio de primeras nupcias, ni en el caso de ella ni en el caso de él.

Lo que es de señalar, con relación al tema que nos ocupa, es la siguiente afirmación de José María Zavala, haciendo referencia al tiempo que estuvieron juntos sin estar casados, en cuya relación tuvieron dos hijos: «Estuvimos varios años sin comulgar. Por nada del mundo hubiésemos cometido un sacrilegio»

domingo, 1 de noviembre de 2015

El acostumbramiento a lo insólito

Necesitamos rezar mucho -e insistentemente- al Señor, para que saque bien de tanta confusión como se ha creado y se está creando en la Iglesia, a día de hoy: una Iglesia que ha cambiado tanto que no se parece ya, prácticamente en nada, a la Iglesia católica que hemos conocido, a la Iglesia de siempre, la que fundó Jesucristo. Los aires de "renovación" que se han introducido paulatinamente a raíz del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, no han producido los frutos esperados. Y no solamente eso.

Aunque mucho se ha hablado -y se sigue hablando- de continuidad entre lo que es la Iglesia post-conciliar y lo que era la Iglesia antes del Concilio, si nos atenemos a las palabras de Nuestro Señor: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20) y no cerramos los ojos a lo que estamos viendo, no queda más remedio que afirmar que lo que apareció como "Nueva Evangelización", en un intento de acercar al mundo de hoy el Mensaje del Evangelio, en un lenguaje que el mundo comprendiera, ha devenido en una "Evangelización Nueva", en el sentido de diferente: Lo que se predica no es ya el Mensaje de Jesucristo, tal y como siempre se ha venido haciendo en la Iglesia a lo largo de casi veinte siglos, sino otra cosa: un invento humano, una "religión" que no viene de fuera (Trascendencia) sino que nos la hemos inventado nosotros (Inmanencia).

El más allá sustituído por el más acá. El hombre es el único "dios", el que decide acerca de lo que es malo y de lo que es bueno, en un proceso cambiante y de locura, que lleva a admitir que no existen verdades universales y que lo que en una cultura puede ser verdad en otra cultura es mentira. El famoso relativismo mundano, al que se achacaban tantos males, está metido de lleno en el seno de la Iglesia. Y tiene representación en Altos cargos de la Jerarquía.

Buena prueba de lo que estoy diciendo (¡aunque hay tantas ya!) es la mera celebración del sínodo de la familia que hace poco ha sido clausurado. Digo yo (¡si es que se me permite pensar y hacer uso de la facultad de razonar que Dios me ha concedido!) que en lugar de un Sínodo "democrático", tal y como ha ocurrido (¡absurdo, por miles de razones!) hubiera sido mucho más edificante para los fieles cristianos que nuestros pastores hubiesen declarado, sin miedo, ante el mundo entero, que hay verdades que no se pueden someter a votación y que no se pueden poner sobre el tapete, para ser discutidas: son verdades válidas siempre y para todos los tiempos y lugares.

Las verdades no evolucionan ... O no serían verdad. La Iglesia (y me refiero a la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica) tiene siempre la respuesta adecuada para todos los problemas de todos los tiempos y lugares, una respuesta que ha sido dada por Jesucristo que es "el mismo ayer, hoy y por los siglos" (Heb 13, 8) y que fundó su Iglesia y le envió el Espíritu Santo (su Espíritu) para iluminar a las gentes de todos los tiempos hasta el final de la Historia. Esa es, precisamente, la misión de un cristiano: la de ser Luz, en medio de un mundo que anda en tinieblas.

Así, por ejemplo, la realidad del matrimonio, como unión de un hombre y una mujer para siempre hasta que la muerte los separe; la necesidad de estar en estado de gracia para poder recibir el sacramento de la Eucaristía, so pena de incurrir en un nuevo pecado, el de sacrilegio, pues Cristo está realmente presente en dicho sacramento, etc... Todo esto forma parte de la doctrina de la Iglesia de siempre. Quien no lo sepa es, en el mejor de los casos, un ignorante.

Coloco a continuación un trozo de una homilía del padre Alfonso Gálvez en donde analiza lo absurdo y lo ridículo que es someter a votación la Palabra de Dios. Y cómo eso, que tan insólito y tan fuera de razón, se considera "normal" en el mundo de hoy, en el que rige la mentira. El sínodo, tal y como se ha llevado a cabo, ha supuesto un paso más en el proceso de destrucción de la Iglesia, de la única Iglesia verdadera, puesto que se han puesto en entredicho verdades intocables.



De manera que tal como están las cosas, el resultado del Sínodo es ya lo de menos. El simple hecho de que tal sínodo haya tenido lugar (y no uno sino dos sínodos, a lo largo de dos años) es un indicativo de la profunda crisis de fe que atraviesa la Iglesia; y que afecta también, de un modo especialmente grave, a muchos de sus pastores, habiendo, entre ellos, obispos y cardenales de la más alta categoría.

El conocimiento de nuestra fe se nos impone, más que nunca, como una grave obligación para todos los cristianos que quieran mantenerse fieles. Hoy no tiene sentido una pastoral que prescinda de la doctrina, pues ésta es desconocida por una inmensa cantidad de cristianos. Hay que decirlo así, porque es así.

Cierto es que no basta con el conocimiento y que es necesario vivir (o al menos intentarlo) conforme a lo que se cree. El dogma y la moral deben de ir unidos en una vida cristiana coherente. Pero eso no quita para que la Palabra de Dios (la auténtica) sea, de hecho, desconocida por un inmenso número de cristianos, que andan desorientados como ovejas sin Pastor. ¿Y cómo pueden vivir aquéllo que no conocen? Una auténtica pastoral católica conlleva la enseñanza de la fe católica. Esto es de sentido común.

Y, sin embargo, una gran mayoría de cristianos no sabe nada (o sabe muy poco) de su fe. Y lo poco que saben suele ser erróneo. Es preciso que los fieles cristianos conozcan la figura de Jesucristo. Sin ello, ninguna práctica pastoral tiene sentido. Éste es el verdadero problema de la Iglesia y no el cambio climático, el desempleo o las viviendas sociales.

Lamentablemente, no se agarra el toro por los cuernos. El miedo y la cobardía de muchos de nuestros pastores les ha llevado a traicionar su fe, confundiendo así al pueblo cristiano, aunque sólo serán engañados aquellos que no opten por la verdad, pues el que ama la verdad viene a la luz. El que busca encuentra. Y Dios no permitirá que sea confundido quien actúe con rectitud y lo busque con sincero sincero. Siempre encontrará buenos pastores, que los hay (¡por supuesto que los hay!) aunque, eso sí, debe buscarlos con sumo cuidado.

Lo que sí es cierto es, pase lo que pase, nunca podemos perder la esperanza, pues ésta es necesaria para seguir luchando y trabajando. No tenemos derecho al desaliento. Al contrario. Tenemos que seguir el consejo de san Pablo, cuando les decía a los romanos: "Ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora está más cerca de nosotros la salvación que cuando creímos" (Rom 13, 11). Y con la gracia y la ayuda de Dios, que no nos van a faltar si oramos incesantemente y sin desfallecer, el cristiano tiene la seguridad de la victoria: "En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33)

Sabemos que "las puertas del infierno", aun cuando se hayan desplazado de su lugar y se hayan colocado, como caballo de Troya, en el seno de la Iglesia, ..., incluso así no podrán destruirla ...

Lo que no quita para que seamos conscientes de lo que es verdad y de lo que es mentira. Es preciso hacer uso del sentido común y amar la verdad. Ésta no puede negarse nunca: Hacerlo sería ir contra Jesucristo, pues Él mismo se identifica con la Verdad ... Y una verdad como un templo es que actualmente hay una gran crisis de fe en la Iglesia ... así como una apostasía casi general que incluye también a muchos altos cargos de la Jerarquía eclesiástica, con lo que eso supone para el común de los cristianos de a pie.

Situación, pues, de gran alarma y que augura también grandes sufrimientos. Se requiere, por parte de los cristianos, que nos encomendemos como nunca al Señor; y no me cabe duda de que esto tenemos que hacerlo a través de la Virgen María, nuestra Madre ... Siempre se ha hecho así, pero hoy es especialmente importante que lo hagamos.

Ella intercederá ante su Hijo y Él, que nunca niega nada a su Madre, se compadecerá de nosotros. De ahí la necesidad de que nuestra devoción a la Virgen María sea cada vez mayor. Hay un modo muy bello de hacerlo, y que agrada mucho al Señor ... y es el rezo del santo Rosario (diario, a ser posible).


El poder de la fe es superior al poder del mal. Y la victoria está asegurada si ponemos nuestra entera confianza en el Señor, a través de su Madre y madre nuestra, la Virgen María. De manera que lo que parecía ser motivo de tristeza se ha convertido en fuente de gozo



Dios permite todo lo que está ocurriendo para que salgamos de nuestra situación de apatía y para que nos tomemos en serio, de una vez por todas, nuestro ser de cristianos, que lo somos por pura gracia. Todo cuanto suframos nos sirve para purificarnos, ya en esta vida; y para darle un sí total a Dios, igual que lo hizo nuestra Madre. 

Al final, acaba siendo verdad aquello que ya conocemos, al menos en teoría, pero que ahora lo experimentamos en nuestra propia carne. Y es que "todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28)

viernes, 30 de octubre de 2015

Embobados por el Sínodo



Traslado de nuevo a este blog otro artículo de Fray Gerundio, en el que habla del sínodo: con sus típicas expresiones cargadas de ironía, a veces mordaz, a las que nos tiene ya acostumbrados, pero que no son sino un modo más -él lo hace a su manera- de manifestar su preocupación por los graves problemas con los que se enfrenta hoy la Iglesia ... problemas que no tienen una explicación natural. Y ante los cuales, como venimos diciendo, sólo nos queda confiar ...  y rezar, pero no a cualquier Dios, sino al Dios de Jesucristo, al único Dios verdadero, pues no hay otro.

José Martí

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La tarde del pasado domingo me asaltaron mis novicios para solicitarme un análisis -a modo de diagnóstico-, del Sínodo recién clausurado. Otros hermanos más maduros en estas lides y con doctorados en la cogulla, que como nuevos Nicodemo me visitan en la celda cuando ya está bien pasada la hora de Completas, también han llegado solícitos y preguntones. Todos felices y contentos. Todos sintiéndose vencedores. Todos embobados y aplatanados. Todos con euforias y entonando eurekas.

He tenido que recurrir al más burdo autobombo para convencerlos: Ya avisé de lo que se nos venía encima cuando escribí ¡Francisco, destruye mi Iglesia! o cuando llamé la atención sobre la entrada triunfal de Gramsci en el Vaticano. Y eso que entonces no podíamos calibrar del todo la que se nos venía encima. Sospechábamos algo, aunque no sabíamos entonces hasta qué punto el Huracán Patricia es un vientecillo anémico y raquítico frente al Efecto Francisco. Atila le llamé yo por entonces. Pero me resulta muy difícil convencer a pardillos con exceso de euforia. Así que mis hermanos de ambos lados del espectro monacal, están felices con los resultados del Sínodo.

Los novicios que se las dan de conservadores, han pasado a bobalicones de referencia al pensar que han ganado las propuestas de algunos obispos (pocos) que levantaron tímidamente la voz, aunque les cortaran el micrófono. Andan diciendo que la doctrina ha quedado intacta y que ha sido una dura derrota de los alemanes. Casi me da un ataque de risa. Deben temblar en el Hades ante tan audaces analistas.

Y los novicios y frailes que se sienten progresistas, felices también porque dicen que se han dado pasos adelante que abren un nuevo proceso de más pasos adelante: el Sínodo fortalece al Papa pero sin herejías, dicen después de informarse en las páginas “adecuadas”.

Pero ni unos ni otros me parecen acertados. Me tengo que ratificar en lo que dije hace unos días: es el Sínodo de los adúlteros de la palabra de Dios, lo cual no es un invento de estos días sinodales sino que ya nos viene de lejos. Eso de votar por consenso y que haya obispos que tragan sin más y obispos que escupen sin más, es de una gravedad espantosa. Eso de que no haya acuerdos en decidir que el pecado inhabilita para la Sagrada Comunión, expresa la enfermedad que padece la Iglesia y sus eclesiásticos. Eso de que los obispos firmen alegremente documentos que acaban con la doctrina católica de siempre, representa un tsunami de enormes consecuencias. No se puede firmar un documento en donde se plantea que el adulterio tiene que ser contrastado con las realidades concretas y circundantes, para decidir si se puede acceder a la comunión. No se puede firmar un documento en el que se deja en manos de los confesores (¡¡¡¡) el juicio sobre si este adúltero puede comulgar porque sufre mucho, pero este otro también puede hacerlo aunque haya sufrido menos. Porque el final es el mismo: todos pueden comulgar.

Me objetaban mis inquisidores que he leído mal el documento, que hay una interpretación abusiva, que la prensa ha sacado de contexto las conclusiones, que es una victoria de los conservadores y un montón de cosas más. Pero a mí no me bajan del burro. Los Obispos llamados “contrarios” al documento deberían haberse largado de la sala y no votar. La doctrina católica sobre el pecado y los sacramentos, no se vota por consenso. No es suficiente con ejercer de buenistas para que no haya escándalo y retorcer los hechos. Como algunos pocos (muy pocos) han denunciado, ésta no es la doctrina católica.

A no ser que el que organiza el lío, esté encantado con el lío y fomente voluntariamente el lío. Porque detrás de todo esto está Francisco. Lo siento mucho, pero a estas alturas me veo obligado a decir que no es que en él haya procesos conspirativos, faltas de delicadeza, odio y rencor hacia posturas diversas, pasión por el poder y muchas otras cosas. Tengo que decir que detrás de esto se percibe una falta de fe en la verdadera doctrina y en la verdadera iglesia. Un afán destructivo que no puede explicarse por causas naturales o con razonamientos naturales. El nivel ha llegado excesivamente alto y por tanto necesita también explicaciones más elevadas. O más ancladas en las profundidades... Porque otra explicación no tiene.

Y para el que crea que esto son exageraciones, este mismo miércoles, en la Plaza de San Pedro, se omite dar la bendición, para que los que no son católicos no se molesten y se sientan heridos. ¡¡Un Papa que no bendice a sus miles de fieles para no herir a unos cientos de infieles!!

Y se apuntala nuevamente el desastre:

Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.

Ya lo saben. Todos rezando juntos. No importa la religión de cada uno. Lástima que no podamos reunir en un encuentro interreligioso a Arrio, Nestorio, Simón el Mago, Lao-Tsé, Buda, Lutero, Carlos Marx, Voltaire, Hillary Clinton… y ya de paso Judas Iscariote. Cada uno podría rezar según su propia creencia. Y el que no crea en la oración, que rece según su creencia en la ineficacia de la oración. Y el que no crea en Dios, que rece a la pachamama o al bramaputra de turno. Seguro que el Papa Francisco estaría encantado. Y de paso invitaría a Kasper, Tauran y Baldisseri. Cardenales disponibles no le iban a faltar. Cada Cardenal rezaría según su propia increencia …

Ahora sí que estoy seguro. Francisco está provocando un grave problema en la Iglesia Católica. Hasta que Dios quiera, o mejor dicho, mientras Dios lo permita. Hasta entonces, que cada cual escoja su postura. Yo desde luego, ni eurekas ni euforias. Rezaré mucho… según mi propia creencia.



Fray Gerundio
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NOTA: Con relación al Sínodo hay un vídeo, de 13 minutos de duración, de Michael Matt, director de The Remnant, que hace un informe explosivo sobre el sínodo, el Papa, sus propósitos y verdaderas intenciones. Es como para echarse a temblar. De ahí la importancia fundamental que tenemos los cristianos de cuidar nuestra fe y de formarnos en la sana doctrina.