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lunes, 17 de agosto de 2020

Roma ciudad muerta, el dialogador Papa Francisco, camino del suicidio, el pasado reciente del Vaticano.



La situación empieza a traspasar la línea de máxima preocupación. Las esperanzas en que la epidemia fuera ya algo del pasado y las promesas de vuelta a la ‘nueva normalidad’ no llegan y se desvanecen. Los gobiernos están superados por la catástrofe y se han quedado sin armas para luchar contra la tormenta perfecta en la que estamos sumergidos. Día que pasa nos vamos dando cuenta de que estamos en las manos de Dios porque las de los hombres no existen. En el primer periodo de la epidemia hemos vivido en una especie de nebulosa llena de promesas vacías y de frases bonitas. Nuestras televisiones se han entregado al circo para distraer a las masas e impedir que viéramos la realidad. El tiempo pasa, las mentiras tienen los pies muy cortos, demasiado cortos, y estamos de frente a la cruda realidad. Roma da pena, es una ciudad muerta, no solo vacía, se palpa el desastre. Un pequeño paseo por sus calles, la vista de una plaza de San Pedro desierta, sus lugares turísticos en silencio denotan que todo es igual pero todo es distinto. Nos tememos que estamos ante el silencio que anuncia la tempestad.

Los suicidios están aumentando significativamente, hoy tenemos un artículo que nos habla del problema en los Estados Unidos pero creemos que no es un caso aislado. Las enfermedades que afectan al ser humano nunca son solamente del cuerpo o del alma, afectan a todo su ser, a su totalidad. La falta de sentido sobrenatural de una sociedad que ha decidido dar la espalda a su alma divinizando su cuerpo, nos está llevando a un suicidio colectivo. Hace tiempo que nuestras ciudades están llenas de cadáveres vivientes, cuerpos sin alma, mundos sin Dios. El caldo de cultivo para que pase de todo lo tenemos y solamente falta el detonante que puede ser cualquier tontería. El mundo de lo políticamente correcto no resiste la realidad, se estrella con ella, seguimos aferrándonos a viejas fórmulas que de nada sirven.

El Papa Francisco sigue con sus llamadas al diálogo como si el diálogo fuera la panacea de todos los males. La violencia nada resuelve pero hemos de atacar sus causas y no quedarnos en disminuir o controlar sus efectos. El crecimiento del aborto en los países llamados civilizados es el signo de la terrible violencia, la peor, mucho peor que una guerra, en la que estamos y a la que nos hemos acostumbrado. La matanza de los inocentes clama al cielo. La violencia ya está y está la de peor calaña, la que se viste de piedad, de comprensión, de derecho. Cualquier diálogo que no busque sinceramente la verdad no existe, es una falacia, que solo busca paralizar al adversario para seguir imponiendo la barbarie.

En Bielorrusia las cosas están mal, en el Líbano no están mejor, y en Francia guillotinado inocentes tampoco. Convertir los cadáveres inocentes en material sanitario para extraer órganos, fabricar vacunas, cremas o cosas peores no le quita gravedad, la aumenta. Se nos llena la boca defendiendo los derechos de los inmigrantes e impedimos respirar a los que vienen a este mundo. Rescatamos a los que llegan en pateras pero cortamos la cabeza al que la asoma del sagrado seno materno, el santuario de la vida. Indudablemente nos estamos volviendo locos y nos hemos propuesto suicidarnos.

(...)

Gianluigi Nuzzi aprovecha siempre los veranos para encuentros en directo. Este año los formatos son reducidos y complementados con los nuevos medios al funcionar con aforos restringidos. Su último libro sobre las finanzas del Vaticano, Giudizio Universale, extra documentado, como todos los suyos, quedará para la historia como la fotografía final de un Vaticano que ya no existe. Ha contado con un impresionante éxito pero pensamos que ya ha pasado de ser un libro de investigación a ser un libro de historia. Los que hace un año era, ya no es, pero siempre es bueno que nos quede claro lo que no es para no perder de vista de donde venimos. Interesante como siempre y más ahora.

«¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno.»

Buena lectura
Specola