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jueves, 25 de julio de 2019

Los ponentes del encuentro de Asís: muchos utópicos y muy pocos católicos (Carlos Esteban)



La nómina del encuentro sobre economía de Asís, previsto para marzo de 2020, permite entrever la agenda económica de Francisco.

Cuando, tras el Sínodo de la Juventud, Francisco proclamó el nacimiento de la Iglesia Sinodal, de la Iglesia descentralizada y colegiada, no pocos pensadores católicos lanzaron la voz de alarma, preocupados por una reforma que parecía ignorar el carácter inherentemente jerárquico de la Iglesia. En sesudos y documentados artículos de fondo y manifiestos razonaban que el Sumo Pontífice no podía ceder o delegar la responsabilidad que Cristo y la Tradición habían puesto en sus manos, y que esa ‘sinodalidad’ anunciada corría el riesgo de multiplicar las ‘verdades católicas’ incompatible, de modo que lo que fuera lícito en un lugar dejara de serlo al cruzar una frontera.

Pero aunque casi todo lo que leí en su momento en este sentido me pareció perfectamente lógico y fiel al Magisterio perenne, mi impresión general, confirmada a casa paso, es que los autores estaban errando el tiro y disparando al espantapájaros. La descentralización tal como se planteaba podía o no ser incompatible con la estructura eclesial necesaria, pero tiene la ‘ventaja’ de ser falsa.

No hay tal descentralización; nunca antes, en fecha reciente, había tenido tanto poder un pontífice, un control tan minucioso. Los ejemplos son tantos y tan frecuentes que huelga mencionarlos en extenso, aunque solo sea porque en esta publicación hemos dado cuenta de los más significativos, y van desde lo mayor -imponer una visión política en precedencia a la urgencia evangélica de lo sobrenatural- a lo meramente anecdótico de que el último obispo auxiliar imite sus coletillas y expresiones personales.

Lo que produce el espejismo es que el Papa no actúa a través de las estructuras habituales. Se las salta. Roberto de Mattei hizo recientemente una magnífica exposición sobre lo peligroso que resulta que la Iglesia esté ignorando cada vez más el principio de legalidad, y tenemos así veredictos sin haber tenido causa, como en el celebérrimo caso del ex cardenal McCarrick. De igual manera, cada vez es más frecuentes que comisariados o cierres, deposiciones o ceses se anuncien sin alegar causa alguna.

Ahora, desde que tengo uso de razón ésta ha sido la consigna para el mundo, ese aborrecimiento sesentero por los pesados y rígidos formalismos que, sin embargo, garantizaban la seguridad jurídica y prevenían contra la arbitrariedad. Desde la cultura a la educación, pasando incluso por el mensaje publicitario de las grandes empresas, todo ha sido una romantización del individuo que se salta las normas para conseguir lo que cree justo, primero, lo que quiere, al fin.

Y eso es lo que está llegando a la Iglesia. Su Santidad no gobierna sólo ni principalmente a través de los dicasterios y las congregaciones. De hecho, la anunciada reforma de la Curia reduce hasta la nada la autonomía discrecional de estas instituciones intermedias. En la práctica, el Santo Padre se sirve de los sínodos como mera caja de resonancia, microgestionando minuciosamente en todas sus fases lo que se supone que es una reunión de obispos que discuten asuntos en libertad para luego someter sus propuestas al Papa.

Esto sería quizá menos arriesgado si no fuera porque Francisco tiene un claro sesgo político, un esquema ideológico con muchos puntos coincidentes con el pensamiento secular dominante y que, a su vez, domina el discurso del Papa, a costa a menudo de la predicación y clarificación de la doctrina católica.

Un ejemplo de esta agenda política es el encuentro sobre economía que tendrá lugar en Asís en marzo de 2020. Basta echar un vistazo a los ponentes invitados para deducir, por un lado, cuál es el modelo económico que el Papa quiere ‘bautizar’ y convertir en doctrina y, por otro, lo poco importante que considera que sus colaboradores en esta empresa tengan alguna relación con la fe católica. En el blog del veterano vaticanista Marco Tosatti se enumeran algunos de ellos, que pasamos a enumerar.

Amartya Sen: economista bengalí de 83 años, experto en economía sostenible, casado en terceras nupcias con Emma Rothschild.

–Muhammed Yunus: economista de Bangladesh, Nobel de la Paz de 2006, creador del microcrédito y fundador del Grameen Bank, banco especializado en créditos, sobre todo a mujeres (90%), en la India, basados solo en la garantía fiduciaria. Ignoramos cómo va el proyecto.

–Vandana Shiva: ecologista india, conocida por su lucha contra los transgénicos. Sus tesis se consideran inaplicables y utópicas. Vicepresidente de Slow Food.

–Jeffrey Sachs: conocidísimo economista americano, ecologista neomaltusiano, amigo de monseñor Sanchez Sorondo, presume de haber contribuido en la redacción de la encíclica Laudato Sì.

Carlos Esteban