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domingo, 11 de noviembre de 2018

Misericordia y justicia

(Sí, sí; no, no)


Son dos atributos de Dios que admiramos y nos esforzamos por imitar, mientras que Jesucristo, en su Evangelio, nos los propone con insistencia. Dos virtudes que nos interpelan a cada paso de nuestro vivir cotidiano: según respondemos a estos principios, nos jugamos nuestro destino eterno, porque la misericordia y la justicia son dos matices del amor del Padre Celestial.
Son también dones de inmenso valor, que nos aproximan al misterio de Dios, expresión de su Bondad infinita, en perfecto equilibrio sobre los dos platillos de la balanza, que nos permiten aproximarnos a Él con confianza y esperanza. ¡Cuántos problemas podríamos confiar a Dios para un juicio ecuánime y resolutivo, cuando, por nuestra pobreza, no sabemos cómo resolverlos! Sólo Dios podría sugerir una solución ecuánime a nuestras situaciones más controvertidas. Basta pensar en cuando estamos en pecado: si, humildes y arrepentidos, nos acercamos a la Confesión, obtenemos el perdón y recuperamos la alegría de su amistad. Incluso en estos casos, la divina justicia coincide con su misericordia.
A este propósito, es triste constatar cómo los protestantes, seguidores de Lutero, separados desde hace más de cinco siglos de la Iglesia de Roma, han podido renunciar, no sólo a los Sacramentos de la Eucaristía (esto es, a la presencia real, por medio de la transubstanciación) y al de la Confesión (o Reconciliación), sino también a una debida y noble devoción hacia la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia.
¡Las consecuencias negativas de la Reforma luterana son todavía hoy desoladoras! No serán los encuentros ecuménicos o las buenas intenciones las que reunifiquen a las iglesias separadas, sino que serán los grandes acontecimientos guiados por el Espíritu Santo los que trastornarán los planes de satanás y reunirán a todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo.
La Virgen Santísima tiene, hoy, un papel autorizado como guía espiritual, demostrando un gran amor por sus hijos: profetisa de los últimos tiempos, elegida por Dios para preparar al mundo incrédulo a la segunda venida de Jesús a la tierra. Sus apariciones en diferentes partes del mundo – característica exclusiva de la Iglesia católica – indican claramente que la única Iglesia verdadera es la fundada por Jesucristo, confiada a Pedro y a sus sucesores, después de su Pasión, Muerte y Resurrección.
La persecución en acto 
Hoy, la persecución contra la Iglesia católica está en una fase avanzada – 105.000 cristianos muertos en el mundo, en un solo año – pero los perseguidores consiguen a menudo pasar inobservados e incluso justificados por los líderes políticos, los medios de comunicación y la publicidad, imponiendo a todos los gobiernos leyes contra los Diez Mandamientos, presentados en el plano de la propaganda como ¡importantes conquistas sociales y de progreso civil! ¡Una persecución legalizada!
Desde la Revolución francesa en adelante, por medio de las Logias masónicas, los enemigos de Dios han trabajado siempre para destruir la Iglesia, consiguiendo, con la capilar propaganda de los medios de comunicación, conquistar a los últimos indiferentes para el pensamiento único relativista y anticristiano y someter a gran parte de la humanidad ¡a la esclavitud de satanás! Se explica así, hoy, cómo pueden conciliarse leyes aberrantes, como el matrimonio homosexual y la acogida “misericordiosa” de millones de inmigrantes musulmanes en la Europa “cristiana”. 
La opinión pública mundial está desinformada y desprevenida acerca de las profecías, mientras que los enemigos de la Iglesia conocen el significado del “texto auténtico” del tercer secreto de Fátima y el proyecto para destruir la Iglesia católica y facilitar así el camino a la manifestación del hombre inicuo.
De todos modos, poca gente está preparada para acoger al anticristo, por lo que muchas conciencias adormecidas tendrán que despertarse y plantearse las preguntas fundamentales: será el inicio de la sanguinaria persecución y de la gran tribulación (cfr. Mt 24, 9 s).
Considerando, además, que el anticristo es producido por los poderes ocultos, preparado por la masonería, podemos estar seguros de que se manifestará solamente con las condiciones establecidas por Dios: su duración será breve y condicionada por el proyecto inescrutable de su Providencia.
Cuando las circunstancias sean tales que satisfagan los requisitos exigidos, todo se cumplirá, según las antiguas profecías bíblicas y los más recientes mensajes de la Virgen, mensajera privilegiada de la Voluntad de Dios para salvar a la humanidad de la desesperación eterna.
Quien intenta vivir según el Decálogo y el Evangelio, muy despreciados hoy, pero siempre en vigor, y reza el Rosario, meditando los mensajes de la Madre de Dios, aunque arrastrado por acontecimientos dramáticos, no tiene nada que temer, porque saldrá indemne y podrá ayudar también a otros a superar las fases más dolorosas de la dictadura del anticristo.
El periodo actual, marcado por nuestra impaciencia y establecido por Dios para preparar a la humanidad a los últimos tiempos, podría ser el inicio de la gran prueba para introducirnos en los acontecimientos decisivos, aplazados siempre para completar el número de los elegidos, esto es, de aquellas personas elegidas por Él para el diseño de la salvación: aumentar los espacios de la misericordia y reducir los tiempos de la justicia.
“La misericordia sin la justicia es la madre de la disolución” 
El genio de Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, expresó esta sentencia y nosotros, hoy, vemos la disolución – la disgregación y la corrupción que llevan a la muerte – extenderse ante nuestros ojos, querida y programada por los exponentes de la política, de las finanzas y del pensamiento único, dejando espacio libre a la locura, como, por ejemplo, la inmigración salvaje del Islam, proveniente del Medio Oriente, de África y de Asia, causada por guerras, miseria, persecuciones y graves injusticias sociales.
En base a esta profética sentencia de Santo Tomás (S. Th., I, q. 21, aa. 3-4), podemos decir que la disolución está penetrando en la sociedad y se manifiesta especialmente en las naciones europeas post-cristianas, como preparación a la manifestación del anticristo:
  • con el rechazo cada vez más manifiesto de la divinidad de Cristo y de su Evangelio;
  • con la declaración universal de la equivalencia de todas las religiones existentes:
  • con la declaración de la plena libertad del hombre acerca de la fe y la filosofía;
  • con el vacío espiritual creado de forma deliberada para llenarlo con la gran mentira.
Los exponentes políticos europeos, que hoy se ven obligados a afrontar las emergencias migratorias, son cómplices de la situación inestable que se ha creado en Europa: pueden presentar todas las excusas posibles, pero no pueden negar la realidad.
Pero hay que decir una cosa: estamos todos conmocionados por los muchos centenares de víctimas de las lanchas precarias hundidas en la travesía, desesperados que huyen de su propia tierra en busca de paz y seguridad en Europa. ¿Cómo es que los políticos de izquierda, desde siempre indiferentes hacia la caridad evangélica, se han vuelto tan acogedores, premurosos y “misericordiosos” hacia los musulmanes? ¿No viene la duda de que semejante situación se haya creado deliberadamente, para inducir a los musulmanes a ocupar la Europa post-cristiana? ¡Meditad, gente, meditad!
Pueden dorar la píldora lo que quieran, pero es cada vez más difícil tragársela, especialmente cerca de las consultas electorales. Los políticos pueden hacer muchas bonitas promesas, pero en un cierto momento la situación general se hará insostenible: entonces se darán las condiciones favorables para hacer intervenir al anticristo para que aplaque la tempestad, el “salvador infernal” de la humanidad.
La situación social y política se está erosionando día a día y pronto se volverá explosiva, precisamente como consecuencia de la invasión de Europa por parte de poblaciones extranjeras, “Y cuando se diga: “Paz y seguridad”, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y nadie escapará. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que el día os sorprenda como ladrón…” (1 Ts 5, 3-4).
Es probable que esta profecía de sabor apocalíptico se refiera prevalentemente a las poblaciones de la cuenca del Mediterráneo – Europa, Norte de África, Medio Oriente – en torno a la Tierra Santa donde nació Jesucristo, nuestro único Salvador, y donde actualmente se están concentrando las fuerzas de la disolución previstas por la intuición profética de Santo Tomás de Aquino.
María, Madre de Misericordia 
Más allá de los dolorosos y trágicos acontecimientos que la humanidad y la Iglesia tendrán que sufrir, durante el breve reinado del anticristo, sabemos que “al final” vendrá el triunfo del Corazón Inmaculado de María, predicho en Fátima, que inaugurará un periodo de paz y de prosperidad.
Actualmente, la Iglesia y la humanidad, oprimidas por fuerzas ocultas infernales, están sufriendo mucho a la espera de la llegada de Jesús para liberarnos del anticristo: la Virgen nos está preparando a estos acontecimientos, aunque por ahora los vemos sólo con los ojos de la fe, porque no todos los especialistas están de acuerdo y la Iglesia todavía no se pronuncia. Estamos todavía en la fase de preparación a la manifestación del hombre inicuoy no podemos prever cuándo sucederá; observamos los acontecimientos en la tierra y los signos del Cielo, que nos harán conocer el acercarse de los acontecimientos decisivos.
Tendremos que prepararnos a acontecimientos extraños y a hechos clamorosos, inexplicables, como elementos preparatorios a la aparición del anticristo; tratándose de un hecho inesperado de manera absolutamente desprevenida, ¡tendrá que presentarse ante el mundo como un personaje extraordinario!
San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), misionero y predicador, escribió un Tratado sobre la verdadera devoción a María, en el que se inspiraron muchos creyentes y almas elegidas. Escribe Montfort en su Tratado“La salvación del mundo tuvo su inicio por medio de María; por medio de María debe tener también su cumplimiento. En la primera venida de Jesucristo, María casi no apareció, para que los hombres, todavía poco instruidos e iluminados sobre la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad apegándose a Ella… Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María debe ser conocida y revelada por el Espíritu Santo, para que, por medio de Ella, Jesucristo sea conocido, amado y servido… es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia, Jesucristo… porque, al ser el camino por el que Jesucristo vino a nosotros por primera vez, es también el camino que Él seguirá en su segunda venida, aunque de manera distinta… María debe brillar cada vez más en estos últimos tiempo en misericordia, en fortaleza y en gracia…”.
En el ámbito de la devoción a María, San Luis María Grignion de Montfort escribió una Consagración a Jesús que sigue siendo un ejemplo y una inspiración para las sucesivas Consagraciones, válida para todos los tiempos. Un medio precioso y al alcance de todos para seguir unidos a la Iglesia y a la Madre de Dios, nuestra única salvación. La ofrecemos aquí, como compromiso personal:
“Consciente de mi vocación cristiana, yo renuevo hoy en tus manos, oh María, los compromisos de mi Bautismo. Renuncio a satanás, a sus seducciones, a sus obras, y me consagro a Jesucristo para llevar con Él mi cruz en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. 
En la presencia de toda la Iglesia, te reconozco como mi Madre y Soberana. A ti te ofrezco y te consagro mi persona, mi vida y el valor de mis buenas obras, pasadas, presentes y futuras. Dispón de mí y de lo que me pertenece para la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.”. 
Marco
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)