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martes, 29 de mayo de 2018

Jesús Bastante llama ‘ultraconservador’ a pedir claridad a los obispos (Carlos Esteban)


Sacerdote Christopher Hartley Sartorius en Etiopía

No cabe duda de que Religión Digital se sabe en la cresta de la ola, después de haberse ‘retratado’ con Su Santidad y recibir todos los parabienes de la Conferencia Episcopal Española -que para InfoVaticana se vuelven desprecios cuando no demandas-, lo que les permite, incluso, tomarse su tiempo para los ‘asesinatos de carácter’, como éste al que someten al misionero español Christopher Hartley Sartorius con un mes de retraso.

La noticia es la ya vieja carta (InfoVaticana habló el 3 de mayo de ella) de una serie de sacerdotes a sus obispos implorándoles que confirmen la fe de la Iglesia, la de siempre, especialmente en aquellas materias más cuestionadas hoy, como son los sacramentos y la moral sexual.

Jesús Bastante, autor del artículo, después de complacerse en señalar que son una ‘minúscula parte de los sacerdotes’ de la Iglesia Universal -extraña manera de medir en una institución que empezó con doce-, habla de “un cisma en toda regla provocado por clérigos y obispos ultraconservadores”. Porque, al parecer, atenerse a lo que ha sido el Magisterio sostenido durante dos mil años es ser ‘ultraconservador’ (¿por qué le gusta a esta gente tanto la hipérbole, que ni siquiera les vale con ‘conservador’?), y pedir claridad en la doctrina es provocar un cisma.

El caso del Padre Christopher, naturalmente, le desconcierta, porque no se ajusta a su esquema de baratillo, y la frase en que ponen de manifiesto su perplejidad no puede ser más inconscientemente cómica: “Uno de los sacerdotes más activos es el misionero español Christopher Hartley Sartorius, que trabaja con los más pobres en Etiopía pero, a la vez, empuña con mano de hierro la espada de la oposición más radical entre los eclesiásticos españoles”.

¡Ay, ese “pero”, que ha sido el malentendido principal desde hace tantos años! Ese “pero” dice volúmenes, créanme: trabajar con los más pobres en Etiopía, para Bastante, hace incomprensible, al parecer, ser un sacerdote ortodoxo. Trabajar con los más pobres, se deduce de esa reveladora adversativa, debería llevar de forma natural a relativizar dos mil años de doctrina asentada y a tontear con el marxismo, como han hecho los admirados curas guerrilleros de la Teología de la Liberación, que aún no ha liberado absolutamente a un solo pobre.

Quizá el ‘pecado’ del Padre Christopher, la razón por la que Bastante le ha individualizado entre los once sacerdotes españoles que firman la apelación pastoral, sea ésa, la osadía de mantenerse ortodoxo en las condiciones más duras, sirviendo, en las periferias que tanto ama Su Santidad, a esos pobres entre los pobres sobre los que Su Santidad nos pide que nos centremos. Pero, hombre de Dios -parece decir Bastante-, ¿por qué no es usted un buen revolucionado, como corresponde al tópico?

Pero la cosa, al menos para Harley Sartorius, es exactamente al revés: él sirve a los más pobres y está en lo más ‘periférico’ precisamente porque cree lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Y la misma, idéntica razón que le ha llevado a una aldea remota de Etiopía es la que le ha empujado a pedir, implorar, rogar a los obispos que reafirmen la fe. ¿Cómo puede eso ser ‘provocar un cisma’, señores de Religión Digital? Quienes tanto han hecho de la disidencia un timbre de gloria cuando los vientos vaticanos soplaban en otra dirección, ¿van a convertirse ahora en los más rígidos defensores de cada ocurrencia que llegue ahora de Roma?

El Padre Christopher tiene razones, digamos, biográficas para anhelar la máxima claridad en los pastores. Hijo de anglicano y una católica, el día que se ordenaba diácono en la catedral de Toledo, pidió licencia a su obispo que en ese tiempo era el Cardenal Don Marcelo Gonzalez Martín, Arzobispo de Toledo y Primado de España, para dar de comulgar a su padre en la misa de su ordenación de diácono, que les había educado en la fe y que se consideraba a sí mismo católico pero no romano. Don Marcelo, obispo entonces, le negó el permiso y el lo aceptó con obediencia gozosa.

Afortunadamente, tras dos años de catequesis vio cumplido su ardiente deseo de recibir a su propio padre en la Iglesia Católica y administrarle la primera comunión, por eso hoy es comprensible que se pregunte: ¿por qué entonces no podía dar la comunión a mi padre, perteneciendo a una denominación cristiana más cercana a la Iglesia que la luterana, y ahora se permite que los cónyuges luteranos de fieles católicos reciban la Sagrada Eucaristía?

Suele hablarse de que la Iglesia debe adaptarse a los cambios, pero, exactamente, ¿qué ha cambiado? ¿No es la Iglesia custodia de un mensaje eterno e inmutable, no es Roca?

No, no es Hartley Sartorius el ‘ultraconservador’, ni lo son los otros firmantes de la apelación. Eso no es más que una cansina injuria que nada significa. 


Llamar ‘ultraconservador’ a todo lo que ha enseñado la Iglesia durante dos mil años es bastante tonto, fruto de una vanidad cronológica inexplicable en un católico.

Carlos Esteban