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lunes, 22 de junio de 2020

LA VERDADERA NOCIÓN DE CIVITAS HUMANA, SEGÚN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA, ES CONTRARIA AL COMUNISMO (2 de 5)



III. OPUESTA Y LUMINOSA DOCTRINA DE LA IGLESIA


25. Expuestos los errores y los métodos violentos y engañosos del comunismo bolchevique y ateo, es hora ya, venerables hermanos, de situar brevemente frente a éste la verdadera noción de la civitas humana, de la sociedad humana; esta noción no es otra, como bien sabéis, que la enseñada por la razón y por la revelación por medio de la Iglesia, Magistra gentium.

Suprema realidad: ¡Dios!

26. La afirmación fundamental es ésta: por encima de toda otra realidad está el sumo, único y supremo ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, juez sapientísimo de todos los hombres. Esta suprema realidad, Dios, es la condenación más absoluta de las insolentes mentiras del comunismo. Porque la verdad es que no porque los hombres crean en Dios, existe Dios, sino que, porque Dios existe, creen en El y elevan a El sus súplicas todos los hombres que no cierran voluntariamente los ojos a la verdad.

El hombre y la familia según la razón y la fe

27. En cuanto a lo que la razón y la fe católica dicen del hombre, Nos hemos expuesto los puntos fundamentales sobre esta materia en la encíclica sobre la educación cristiana [13]. El hombre tiene un alma espiritual e inmortal; es una persona, dotada admirablemente por el Creador con dones de cuerpo y de espíritu (...) que supera extraordinariamente en valor a todo el inmenso mundo inanimado. Dios es el último fin exclusivo del hombre en la vida presente y en la vida eterna; la gracia santificante, elevando al hombre al grado de hijo de Dios, lo incorpora al reino de Dios en el Cuerpo místico de Cristo
Por consiguiente, Dios ha enriquecido al hombre con múltiples y variadas prerrogativas: el derecho a la vida y a la integridad corporal; el derecho a los medios necesarios para su existencia; el derecho de tender a su último fin por el camino que Dios le ha señalado; el derecho, finalmente, de asociación, de propiedad y del uso de la propiedad.
28. Además, tanto el matrimonio como su uso natural son de origen divino; de la misma manera, la constitución y las prerrogativas fundamentales de la familia han sido determinadas y fijadas por el Creador mismo, no por la voluntad humana ni por los factores económicos. De estos puntos hemos hablado ampliamente en la encíclica sobre el matrimonio cristiano [14] y en la encíclica, ya antes citada, de la educación cristiana de la juventud. 

Lo que es la sociedad

Derechos y deberes mutuos entre el hombre y la sociedad

29. Pero Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontáneamente a la sociedad civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil es un medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado. Afirmación que, sin embargo, no debe ser entendida en el sentido del llamado liberalismo individualista, que subordina la sociedad a las utilidades egoístas del individuo, sino sólo en el sentido de que, mediante la ordenada unión orgánica con la sociedad, sea posible para todos, por la mutua colaboración, la realización de la verdadera felicidad terrena, y, además, en el sentido de que en la sociedad hallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en la naturaleza humana, las cuales superan el interés particular del momento y reflejan en la sociedad civil la perfección divina; cosa que no puede realizarse en el hombre separado de toda sociedad. 

Pero también estos fines están, en último análisis, referidos al hombre, para que, reconociendo éste el reflejo de la perfección divina, sepa convertirlo en alabanza y adoración del Creador. Sólo el hombre, la persona humana y no las sociedades, sean las que sean, está dotado de razón y de voluntad moralmente libre.

30. Ahora bien: de la misma manera que el hombre no puede rechazar los deberes que le vinculan con el Estado y han sido impuestos por Dios, y por esto las autoridades del Estado tienen el derecho de obligar al ciudadano al cumplimiento coactivo de esos deberes cuando se niega ilegítimamente a ello, así también la sociedad no puede despojar al hombre de los derechos personales que le han sido concedidos por el Creador —hemos aludido más arriba a los fundamentales— ni imposibilitar arbitrariamente el uso de esos derechos. Es, por tanto, conforme a la razón y exigencia imperativa de ésta, que, en último término, todas las cosas de la tierra estén subordinadas como medios a la persona humana, para que por medio del hombre encuentren todas las cosas su referencia esencial al Creador. Al hombre, a la persona humana, se aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana: Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios (1Cor 3,23). 
Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo los términos de la relación entre el hombre y la sociedad, la razón y la Revelación, por el contrario, la elevan a una sublime altura.
El orden económico -social (...)

31. Hemos demostrado (...) que los medios para s
alvar al Estado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consiste en la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del Estado, sino en la configuración y penetración del orden económico y social por los principios de la justicia social y de la caridad cristiana. (...)

Jerarquía social y prerrogativas del Estado


32. (...) Y aquí se hace necesaria una advertencia: es errónea la afirmación de que todos los ciudadanos tienen derechos iguales en la sociedad civil y no existe en el Estado jerarquía legítima alguna. Bástenos recordar, a este propósito las encíclicas de León XIII antes citadas, especialmente las referentes a la autoridad política [17] y a la constitución cristiana del Estado [18]. En estas encíclicas encuentran los católicos luminosamente expuestos los principios de la razón y de la fe, que los capacitarán para defenderse contra los peligrosos errores de la concepción comunista del Estado
(...) El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y el Estado están por Dios mutuamente ordenados entre sí; por consiguiente, ni el ciudadano ni el Estado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni pueden negar o disminuir los derechos del otro. Ha sido el Creador en persona quien ha regulado en sus líneas fundamentales esta mutua relación entre el ciudadano y la sociedad, y es, por tanto, una usurpación totalmente injusta la que se arroga el comunismo al sustituir la ley divina, basada sobre los inmutables principios de la verdad y de la caridad, por un programa político de partido, derivado del mero capricho humano y saturado de odio. 

Belleza de esta doctrina de la Iglesia

33.(...) La doctrina católica no separa la justa preocupación por los bienes temporales de la solicitud activa por los bienes eternos. Si subordina el bien temporal al eterno, según la palabra de su divino Fundador: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33) está, sin embargo, bien lejos de desinteresarse de las cosas humanas y de perjudicar el progreso de la sociedad y sus ventajas temporales; porque, todo lo contrario, esta doctrina sostiene y promueve esta actividad del modo más racional y más eficaz posible. La Iglesia, en efecto, aunque nunca ha presentado como suyo un determinado sistema técnico en el campo de la acción económica y social, por no ser ésta su misión, ha fijado, sin embargo, claramente las principales líneas fundamentales, que si bien son susceptibles de diversas aplicaciones concretas, según las diferentes condiciones de tiempos, lugares y pueblos, indican, sin embargo, el camino seguro para obtener un feliz desarrollo progresivo del Estado.

34. La gran sabiduría y extraordinaria utilidad de esta doctrina está admitida por todos los que verdaderamente la conocen. Con razón han podido afirmar insignes estadistas que, después de haber estudiado los diversos sistemas económicos, no habían hallado nada más razonable que los principios económicos expuestos en las encíclicas Rerum novarum y Quadragesimo anno. También en las naciones cristianas no católicas, más aún, en naciones no cristianas, se reconoce la extraordinaria utilidad que para la sociedad humana representa la doctrina social de la Iglesia; así, hace ahora apenas un mes, un eminente hombre político no cristiano del Extremo Oriente ha opinado sin vacilación que la Iglesia, con su doctrina de paz y de fraternidad cristiana, aporta una contribución valiosísima al establecimiento y mantenimiento de una paz constructiva entre las naciones. E incluso los mismos comunistas —cosa que sabemos por relaciones fidedignas que afluyen de todas partes a este centro de la cristiandad—, si no están totalmente corrompidos, cuando oyen la exposición de la doctrina social de la Iglesia reconocen la radical superioridad de ésta sobre las doctrinas de sus jerarcas y maestros. Solamente los espíritus cegados por la pasión y por el odio cierran sus ojos a la luz de la verdad y la combaten obstinadamente.

La Iglesia ha obrado conforme a esta doctrina

35. Pero los enemigos de la Iglesia, aunque obligados a reconocer la superior sabiduría de la doctrina católica, acusan, sin embargo, a la Iglesia de no haber sabido obrar de acuerdo con sus principios, y por esto afirman que hay que buscar otros caminos. 
Toda la historia del cristianismo demuestra la falsedad y la injusticia de esta acusación. Porque, limitando nuestra breve exposición a algún hecho histórico característico, 
ha sido el cristianismo el primero en proclamar, en una forma y con una amplitud y firmeza hasta entonces desconocidas, la verdadera y universal fraternidad de todos los hombres, de cualquier condición y estirpe, contribuyendo así poderosamente a la abolición eficaz de la esclavitud, no con revoluciones sangrientas, sino por la fuerza intrínseca de su doctrina, que a la soberbia patricia romana hacía ver en su esclava una hermana en Cristo. (...)
38. Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su fundador, pasa a través de los siglos haciendo el bien a todos. No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es Jesucristo

Necesidad de recurrir a medios de defensa

39. Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única doctrina que, como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer la verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es absolutamente necesario que esta doctrina se proyecte cada vez más en la vida práctica, conforme al aviso del apóstol Santiago: Poned en práctica la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22); por esto, lo más urgente en la actualidad es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catástrofe que se está preparando, Nos albergamos la firme confianza de que la pasión con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de la Majestad divina.

40. ¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿De qué remedios es necesario servirse para defender a Cristo y la civilización cristiana contra este pernicioso enemigo? Como un padre con sus hijos en el seno del hogar, Nos queremos conversar con todos vosotros en la intimidad acerca de los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia; avisos que deseamos dirigir también a todos aquellos hijos que han abandonado la casa paterna.

sábado, 20 de junio de 2020

¿QUÉ ES EL COMUNISMO? (1 de 5)





A los patriarcas, primados, arzobispos, obispos
y otros ordinarios, en paz y comunión con la Sede Apostólica





1. La promesa de un Redentor divino ilumina la primera página de la historia de la humanidad; por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suavizó el dolor del paraíso perdido (Cf. Gén 3,23) y acompañó al género humano en su atribulado camino hasta que, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), el Salvador del mundo, apareciendo en la tierra, colmó la expectación e inauguró una nueva civilización universal, la civilización cristiana, inmensamente superior a la que el hombre había hasta entonces alcanzado trabajosamente en algunas naciones privilegiadas.

2. Pero la lucha entre el bien y el mal quedó en el mundo como triste herencia del pecado original; y el antiguo tentador no ha cesado jamás de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por esto, en el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

3. Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.


I. POSICIÓN DE LA IGLESIA FRENTE AL COMUNISMO
Condenaciones anteriores

4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, [en la encíclica
Qui pluribu] confirmada después en el Syllabus (...) Más tarde, un predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici numeris, definió el comunismo como «mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte»[2], y con clara visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba de separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia.

Documentos del presente pontificado

5. También Nos, durante nuestro pontificado, hemos denunciado frecuentemente, y con apremiante insistencia, el crecimiento amenazador de las corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro volvió de la Unión Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución especial dirigida al mundo entero[3]. En nuestras encíclicas Miserentissimus Redemptor [4], Quadragesimo anno[5], Caritate Christi [6], Acerba animi [7], Dilectissima Nobis [8] Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha extinguido todavía el eco universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el año pasado con motivo de la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa Católica [9], de la audiencia a las prófugos españoles[10] y del radiomensaje navideño[11]. Los mismos enemigos más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta lucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, también en nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la religión cristiana y ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrena.

Necesidad de otro documento solemne

6, Pero, a pesar de estas repetidas advertencias paternales, que vosotros, venerables hermanos, con gran satisfacción nuestra, habéis transmitido y comentado con tanta fidelidad a los fieles por medio de frecuentes y recientes pastorales, algunas de ellas colectivas, el peligro está agravándose cada día más por la acción de hábiles agitadores. Por este motivo, Nos creemos en el deber de elevar de nuevo nuestra voz con un documento aún más solemne, como es costumbre de esta Sede Apostólica, maestra de verdad, y como lo exige el hecho de que todo el mundo católico desea ya un documento de esta clase. Confiamos que el eco de nuestra voz será bien recibido por todos aquellos que, libres de prejuicios, desean sinceramente el bien de la humanidad. Confianza que se ve robustecida por el hecho de que nuestros avisos están hoy día confirmados por los frutos amargos cuya aparición habíamos previsto y anunciado, y que de hecho van multiplicándose espantosamente en los países dominados ya por el mal y amenazan caer sobre los restantes países del mundo.

7. Queremos, por tanto, exponer de nuevo en breve síntesis los principios y los métodos de acción del comunismo ateo tal como aparecen principalmente en el bolchevismo, contraponiendo a estos falaces principios y métodos la luminosa doctrina de la Iglesia y exhortando de nuevo a todos al uso de los medios con los que la civilización cristiana, única civitas verdaderamente humana, puede librarse de este satánico azote y desarrollarse mejor para el verdadero bienestar ele la sociedad humana.

II. DOCTRINA Y FRUTOS DEL COMUNISMO

Doctrina

Falso ideal

8. El comunismo de hoy, de un modo más acentuado que otros movimientos similares del pasado, encierra en sí mismo una idea de aparente redención. Un pseudoideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo satura toda su doctrina y toda su actividad con un cierto misticismo falso, que a las masas halagadas por falaces promesas comunica un ímpetu y un entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo como el nuestro, en el que por la defectuosa distribución de los bienes de este mundo se ha producido una miseria general hasta ahora desconocida. Más aún: se hace alarde de este pseudoideal, como si hubiera sido el iniciador de un progreso económico, progreso que, si en algunas regiones es real, se explica por otras causas muy distintas, como son la intensificación de la productividad industrial en países que hasta ahora carecían de ella; el cultivo de ingentes riquezas naturales, sin consideración alguna a los valores humanos, y el uso de métodos inhumanos para realizar grandes trabajos con un salario indigno del hombre.

Materialismo evolucionista de Marx

9. La doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se funda hoy sustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teóricos del bolchevismo. Esta doctrina enseña que sólo existe una realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas, la cual, por evolución, llega a ser planta, animal, hombre. La sociedad humana, por su parte , no es más que una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho y que por ineluctable necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final: una sociedad sin clases.

En esta doctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto de una cruzada para el progreso de la humanidad.

Por consiguiente, todas las fuerzas que resistan a esas conscientes violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano.

A qué quedan reducidos el hombre y la familia

10. El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio normativo de su conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficaz contra el asalto de los estímulos ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, una simple ruedecilla del engranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos los derechos naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales de los hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su primera y única fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque. siendo éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre otro. Por esto precisamente, por ser la fuente principal de toda esclavitud económica, debe ser destruida radicalmente, según los comunistas, toda especie de propiedad privada.

11. Al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, esta doctrina convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución meramente civil y convencional, nacida de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima de la voluntad de los individuos y de la colectividad, y, consiguientemente, niega también su perpetua indisolubilidad. En particular, para el comunismo no existe vínculo alguno que ligue a la mujer con su familia y con su casa. Al proclamar el principio de la total emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en las mismas condiciones que el hombre, poniendo en manos de la colectividad el cuidado del hogar y de la prole[12]. Niegan, finalmente, a los padres el derecho a la educación de los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.

Lo que sería la sociedad

¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre estos fundamentos materialistas? Sería, es cierto, una colectividad, pero sin otra jerarquía unitiva que la derivada del sistema económico. Tendría como única misión la producción de bienes por medio del trabajo colectivo, y como fin el disfrute de los bienes de la tierra en un paraíso en el que cada cual «contribuiría según sus fuerzas y recibiría según sus necesidades».

12. Hay que advertir, además, que el comunismo reconoce a la colectividad el derecho o más bien un ilimitado poder arbitrario para obligar a los individuos al trabajo colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad e incluso con la violencia. En esta sociedad comunista, tanto la moral como el orden jurídico serían una simple emanación exclusiva del sistema económico contemporáneo, es decir, de origen terreno, mudable y caduco. En una palabra: se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega: «una humanidad sin Dios». [A LO QUE HOY SE LE ESTÁ LLAMANDO "NUEVA NORMALIDAD", QUE NO TIENE NADA DE NORMAL, PUES RECHAZA LA LEY DIVINA]

13. Cuando todos hayan adquirido, finalmente, las cualidades personales requeridas para llevar a cabo esta clase de humanidad en aquella situación utópica de una sociedad sin diferencia alguna de clases, el Estado político, que ahora se concibe exclusivamente como instrumento de dominación capitalista sobre el proletariado, perderá necesariamente su razón de ser y se «disolverá»; sin embargo, mientras no se logre esta bienaventurada situación, el Estado y el poder estatal son para el comunismo el medio más eficaz y más universal para conseguir su fin.

14. ¡He aquí, venerables hermanos, el pretendido evangelio nuevo que el comunismo bolchevique y ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redención! Un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la Revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de éste; un sistema desconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana.

Difusión

Deslumbradoras promesas

15. Pero ¿a qué se debe que un sistema semejante, científicamente superado desde hace mucho tiempo y refutado por la realidad práctica, se difunda tan rápidamente por todas las partes del mundo? La explicación reside en el hecho de que son muy pocos los que han podido penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo; y son mayoría, en cambio, los que ceden fácilmente a una tentación hábilmente presentada bajo el velo de promesas deslumbradoras.

Con el pretexto de querer solamente mejorar la situación de las clases trabajadoras, suprimir los abusos reales producidos por la economía liberal y obtener una más justa distribución de los bienes terrenos (fines, sin duda, totalmente legítimos), y aprovechando principalmente la actual crisis económica mundial, se consigue atraer a la zona de influencia del comunismo aun a aquellos grupos sociales que por principio rechazan todo materialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad, esta parte de verdad que hemos indicado, expuesta arteramente en condiciones de tiempo y lugar, aptas para disimular, cuando conviene, la crudeza repugnante e inhumana de los principios y métodos del comunismo bolchevique, seduce incluso a espíritus no vulgares, que llegan a convertirse en apóstoles de jóvenes inteligentes poco preparados todavía para advertir los errores intrínsecos del comunismo. Los pregoneros del comunismo saben aprovecharse también de los antagonismos de raza, de las divisiones y oposiciones de los diversos sistemas políticos y hasta de la desorientación en el campo de la ciencia sin Dios para infiltrarse en las universidades y corroborar con argumentos seudocientíficos los principios de su doctrina.

El liberalismo ha preparado el camino del comunismo

16. Para explicar mejor cómo el comunismo ha conseguido de las masas obreras la aceptación, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban ya preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducirlo en la teoría y en la práctica la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales, no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus más elementales deberes religiosos en los días festivos; no se tuvo preocupación alguna para construir iglesias junto a las fábricas ni para facilitar la misión del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantas veces por nuestras predecesores y por Nos mismo. Por esto, ¿puede resultar extraño que en un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el oleaje del error comunista?

Amplia y astuta propaganda

17. Existe, además, otra causa de esta tan rápida difusión de las ideas comunistas, infiltradas secretamente en todos los países, grandes y pequeños, cultos e incivilizados, y en los puntos más extremos de la tierra; una propaganda realmente diabólica, cual el mundo tal vez nunca ha conocido; propaganda dirigida desde un solo centro y adaptada hábilmente a las condiciones peculiares de cada pueblo; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de numerosas organizaciones, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas excelentemente preparadas; propaganda que se hace a través de la prensa, de hojas sueltas, en el cinematógrafo y en el teatro, por la radio, en las escuelas y hasta en las universidades, y que penetra poco a poco en todos los medios sociales, incluso en los más sanos, sin que éstos adviertan el veneno que está intoxicando a diario las mentes y los corazones.

Conspiración del silencio en la prensa

18. La tercera causa, causa poderosa, de esta rápida difusión del comunismo es, sin duda alguna, la conspiración del silencio que en esta materia está realizando una gran parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aun los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio durante tanto tiempo los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España, y, en cambio, hable relativamente tan poco de una organización mundial tan vasta como es el comunismo moscovita. Este silencio, como todos saben, se debe en parte a ciertas razones políticas, poco previsoras, que lo exigen —así se afirma—, y está mandado y apoyado por varias fuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social y político cristiano.

Efectos dolorosos

Rusia y México

19. Mientras tanto, los dolorosos efectos de esta propaganda están a la vista de todos. En las regiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominar —Nos pensamos ahora con singular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de México—, se ha esforzado con toda clase de medios por destruir (lo proclama abiertamente) desde sus cimientos la civilización y la religión cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud.

Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haber defendido la religión, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados, perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales.

Horrores del comunismo en España 

20. También en las regiones en que, como en nuestra queridísima España, el azote comunista no ha tenido tiempo todavía para hacer sentir todos los efectos de sus teorías, se ha desencadenado, sin embargo, como para desquitarse, con una violencia más furibunda. No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que, cuando le ha sido posible, ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e incluso todo vestigio de la religión cristiana, sin reparar en el valor artístico y científico de los monumentos religiosos.

El furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos y a aquellas que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista.

Y esta destrucción tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posibles en nuestro siglo. Ningún individuo que tenga buen juicio, ningún hombre de Estado consciente de su responsabilidad pública, puede dejar de temblar si piensa que lo que hoy sucede en España tal vez podrá repetirse mañana en otras naciones civilizadas. 

[¡ESTAS PALABRAS, DICHAS EN EL AÑO 1937, EN PLENA GUERRA CIVIL EN ESPAÑA, ESTÁN COBRANDO, HOY EN DÍA, EL VIGOR DE ANTAÑO, PORQUE LOS HOMBRES CALLAN Y NO REACCIONAN!]

Frutos naturales del sistema

21. No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno. El hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, necesita un freno. Los mismos pueblos bárbaros tuvieron este freno en la ley natural, grabada por Dios en el alma de cada hombre. Y cuando esta ley natural fue observada por todos con un sagrado respeto, la historia presenció el engrandecimiento de antiguas naciones, engrandecimiento tan esplendoroso que deslumbraría más de lo conveniente a ciertos hombres de estudios que considerasen superficialmente la historia humana. Pero, cuando se arranca del corazón de los hombres la idea misma de Dios, los hombres se ven impulsados necesariamente a la moral feroz de una salvaje barbarie.

Lucha contra todo lo divino

22. Y esto es lo que, con sumo dolor, estamos presenciando: por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión como el «opio del pueblo», ya que los principios religiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvían al proletariado del esfuerzo por realizar aquel paraíso comunista que debe alcanzarse en la tierra.

El terrorismo

23. Pero la ley natural y el Autor de la ley natural no pueden ser conculcados impunemente; el comunismo no ha podido ni podrá lograr su intento ni siquiera en el campo puramente económico. Es cierto que en Rusia ha contribuido no poco a sacudir a los hombres y a las instituciones de una larga y secular inercia y que ha logrado con el uso de toda clase de medios, frecuentemente inmorales, algunos éxitos materiales; pero no es menos cierto, tenemos de ello testimonios cualificados y recientísimos que, de hecho, ni siquiera en el campo económico ha logrado los fines que había prometido, sin contar, por supuesto, la esclavitud que el terrorismo ha impuesto a millones de hombres
Hay que repetirlo: también en el campo económico es necesaria una moral, un sentimiento moral de la responsabilidad, los cuales, ciertamente, no tienen cabida en un sistema cerradamente materialista como el comunismo. Para sustituir este sentimiento moral no queda otro sustitutivo que el terrorismo que presenciamos en Rusia, donde los antiguos camaradas de conjuración y de lucha se eliminan mutuamente; terrorismo que, por otra parte, no consigue contener, no ya la corrupción de la moral, pero ni siquiera la disolución del organismo social. 

Recuerdo paterno de los pueblos oprimidos en Rusia

24. Sin embargo, no queremos en modo alguno condenar globalmente a los pueblos de la Unión Soviética, por los que sentimos el más vivo afecto paterno. Sabemos que no pocos pueblos de Rusia gimen bajo el duro yugo impuesto a la fuerza por hombres, en su mayoría, extraños a los verdaderos intereses del país, y reconocemos que otros muchos han sido engañados con falaces esperanzas. Nos condenamos el sistema, a sus autores y defensores, quienes han considerado a Rusia como el terreno más apto para realizar un sistema elaborado hace mucho tiempo y desde Rusia extenderlo por todo el mundo.


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«Quieren imponer a nuestros hijos una educación sexual ideológica y sectaria»

Mons. Aguer denuncia «el silencio culpable de los pastores» ante el avance de la mentalidad antinatalista

J. K. Rowling: amenazada de muerte y boicoteada por oponerse al dogma moderno sobre la transexualidad

Más de 700 policías heridos en disturbios de Black Lives Matter en todo Estados Unidos

P. Cantera: «Todos los poderes políticos que han intentado arrancar la fe de los corazones de los pueblos han fracasado»

Cardenal Pell: la reforma actual de los manejos financieros del Vaticano es la que él quería

INFOVATICANA

Ley Celaá: los obispos defienden ‘su’ asignatura, ignoran la ideología de género

Biden, el candidato ‘católico’: “Haré todo lo que pueda” por promover el aborto

Franz Lackner sucede a Schönborn al frente del episcopado austriaco

Planned Parenthood apoya oficialmente la candidatura de Joe Biden

De Soros a la UE, Polonia es el blanco de la ideología LGTB

Reig Pla recuerda que la sangre de Cristo ha sido el precio de nuestra libertad

IL SETTIMO CIELO

El Sínodo de Alemania tiene al menos tres antecedentes. Y todos acabaron en cisma

CATAPULTA

LA MASONERIA IMPULSA EL ABORTO (¿Dirá algo la Iglesia?)

Selección por José Martí

viernes, 19 de junio de 2020

Entrevista a Roberto Helguera: homeschooling artes liberales


Roberto Helguera es abogado y padre de ocho hijos. Desde su juventud ha tenido la gracia de educarse de un modo del todo singular en Thomas Aquinas College (California, USA), siendo el primer argentino graduado de esa institución fundada, entre otros, por John Senior y sus amigos. 

En la presente entrevista con el Padre Javier Olivera Ravasi, SE, se tocarán temas como el homeschooling hoy, la educación en los buenos y grandes libros y lo que implica volver a los clásicos.

Día y hora: domingo 21/6 a las 18 hs. de Argentina

Biden a mi me recuerda a Pujol, Mas, Torra, Junqueras...

GERMINANS GERMINABIT



Joe Biden es candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, el que fuera vicepresidente de Barak Obama, ahora se bate en duelo con el actual presidente Donald Trump del Partido Republicano. Hasta aquí una nueva pugna electoral, que nada tendría que ver con la religión si no es porque frecuentemente vemos el nombre del candidato demócrata con el apelativo del "católico" Biden. Porque el ex-vicepresidente nunca ha ocultado su condición religiosa, y presume de ello a pesar de sus muchísimas contradicciones entre su teórica fe y sus postulados políticos.

Por el otro lado el vilipendiado Donald Trump, que no es católico, ha demostrado un apoyo a los valores cristianos, a los derechos de los creyentes y a la vida de los no nacidos de una forma tan contundente que nunca se había visto en un presidente norteamericano. Más allá de algunas actitudes poco ortodoxas en su vida pública y privada, que rompen los esquemas de lo políticamente correcto, es innegable que hay un candidato que defiende el nuevo orden mundial para acabar con los valores cristianos y otro que a pesar de sus excentricidades, cree en una Norteamérica y en un mundo donde se mantengan los valores tradicionales de la religión, la vida y la familia.


Biden no ha dudado en defender los postulados del aborto de una forma descarada, no solo en el pasado sino ahora que se ha convertido en candidato a la presidencia. El poderoso lobby abortista Planned Parenthood ya ha anunciado todo su apoyo económico al candidato demócrata. Él no ve ninguna contradicción entre su condición de católico y su apoyo al asesinato de niños indefensos. Corren además buenos tiempos para él, se puede fotografiar con el Papa Francisco, como se puede ver en la fotografía que encabeza este artículo, un Papa que ha demostrado públicamente su enemistad con su contrincante Donald Trump.

Ahora los hombres de Francisco en Norteamérica callan y no entran a denunciar esa clarísima contradicción del candidato, no fue así en el pasado cuando a Biden se le negó la comunión en alguna Iglesia católica, cuando algunos párrocos le dijeron sin tapujos que no estaba en comunión con la Iglesia alguien que defendía el aborto. Ahora corren otros aires, se calla ante Biden y todas los ataques van hacia Trump, al que critican incluso que vaya a una iglesia católica a rezar.

En Cataluña ya hace mucho tiempo que esta incoherencia está a la orden del día y nuestros obispos callan y bendicen a políticos que permiten que se ataquen los valores cristianos y que se aprueben leyes que van contra la familia y contra la vida. Fíjense por ejemplo en el President Pujol idolatrado por obispos y clérigos y puesto como modelo de cristiano, cuando quien más quien menos todo el mundo sabía que su familia, especialmente en las cuestiones económicas, de modélica nada, o sus sucesores Mas o Torra, todos aparecen públicamente como católicos, se sienten orgullosos de ello, pero sus diputados votan leyes amorales en el Parlamento de Madrid y aquí en Cataluña promulgan decretos contrarias a los valores cristianos y a la Iglesia.


Y ya no hablemos de los herederos del genocida Companys, el tan católico Oriol Junqueras, al que los obispos visitan en la cárcel como si de un hijo se tratara. El líder preso de Esquerra, va siempre a recibir la Comunión en las Misas, y si es de manos de un obispo mejor, mientras su partido anti-católico va atacando a la Iglesia y promocionando leyes anti-cristianas. Eso sin contar que él mismo ha dicho que va a Misa de vez en cuando y que casi nunca se confiesa, y yo que creía que para comulgar se tenía que estar en gracia de Dios, cumpliendo con los preceptos de la Iglesia entre ellos acudir a Misa todos los domingos y fiestas de guardar y estar absuelto de tus pecados.

Todo esto sin entrar en el tema identitario de Cataluña, en el que pienso que es muy anti-cristiano promover la división y el enfrentamiento entre catalanes como han hecho algunos de estos católicos ilustres. Pero claro, en este tema nuestros obispos no les van a llamar la atención porque ellos mismos también encienden el fuego con algunas de sus declaraciones y comunicados, posicionándose al lado de los golpistas y reclamando su libertad.

Francisco Fabra

La carta de Viganò



La evidencia en sí misma, enseña santo Tomás, es aquella que se impone inmediatamente al sujeto. La luminosidad del sol o la humedad del agua se nos imponen. No hay discusión al respecto; no queda más que aceptar esa realidad, y si alguien duda o niega que el sol sea luminoso o que el agua sea húmeda, no dudaremos en dudar de la salud mental de esa persona.

El P Jerónimo Nadal, uno de los compañeros de San Ignacio de Loyola, fundó en 1561 en Palma de Mallorca el colegio de Nuestra Señora de Montesión, el más antiguo que posee la Compañía en todo el mundo. Fue atendido durante siglos por una comunidad floreciente de padres jesuitas. La foto de la derecha representa a la decrépita comunidad actual: diez ancianitos con una edad promedio de ochenta años que hace presagiar la pronta desaparición de una comunidad histórica y centenaria. Este ejemplo, tomado al azar, no es más que uno entre cientos. La vida religiosa en la iglesia católica está desapareciendo, y en la mayor parte de los casos el proceso es irreversible.

¿Cuándo comenzó esta tragedia? No hace falta discutirlo demasiado: el concilio Vaticano II fue el inicio de la debacle que ha sumido a la iglesia católica, y no solamente a sus congregaciones religiosas, en una de sus crisis más graves a lo largo de toda su historia milenaria. Y este afirmación es evidente en sí misma; como la luminosidad del sol, no necesita ser demostrada ni discutida. Es cuestión de hojear el Anuario Pontificio de los últimos cincuenta años, o de visitar el convento de la esquina, que probablemente haya dejado de ser convento por falta de inquilinos para comprobar la verdad de la proposición.

Esta realidad evidente, indiscutible e innegable —y tenemos derecho a dudar de la salud mental de quien la discuta o la niegue—, ya no puede ser ocultada como lo fue durante décadas por las piroctenias de pontificados rumbosos como los de Juan Pablo II o de Benedicto XVI. Ha sido el Papa Francisco quien, con su tosquedad, ha dejado ver a todo el mundo la realidad: el rey esté desnudo.

En un artículo publicado hace poco más de cinco años en este mismo blog, yo escribía: “Para ponerlo en imágenes del infante don Juan Manuel: hasta la llegada del Papa Francisco, nadie se había animado a decir que el rey estaba desnudo. A Pablo VI, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI los vimos desnudos pero la cosa era aún vidriosa, no muy clara y, razonablemente en muchos casos, era mejor callarse como los súbditos del rey moro: quizás era verdad que el rey estaba finamente vestido y que era nuestra miopía e impureza la que nos impedía ver sus atuendo y nos mostraba, en cambio, la desnudez del soberano. Pero la llegada de Bergoglio cambió todo: el rey está, evidentemente, desnudo”.


Vuelvo ahora sobre el tema porque en los últimos días observo que ya son muchos más que un puñado de tradis o de bloggers los que están finalmente, admitiendo cabizbajos la realidad que se impone con el peso de una montaña. La larga carta de Mons. Viganó del 9 de junio pasado lo demuestra. Allí habla del “vínculo causal entre los principios enunciados -o implícitos- del Concilio Vaticano II y su consiguiente efecto lógico en las desviaciones doctrinales, morales, litúrgicas y disciplinarias que han surgido y se están desarrollando progresivamente hasta el día de hoy”. Y afirma: “El monstruo generado en los círculos modernistas podría haber sido, al comienzo, equívoco, pero ha crecido y se ha fortalecido, de modo que hoy se muestra como lo que verdaderamente es en su naturaleza subversiva y rebelde. La criatura concebida en aquellos tiempos es siempre la misma, y sería ingenuo pensar que su perversa naturaleza podría cambiar. Los intentos de corregir los excesos conciliares -invocando la hermenéutica de la continuidad- han demostrado no tener éxito”.

Muchos descalificarán sin discutir estas afirmaciones recurriendo a la fácil descalificación del autor. Y es verdad que Mons. Viganò quizás hable demasiado y lo haga desde un ignoto refugio por temor a las misericordiosas represalias pontificias, pero nadie puede negar su autoridad y competencia. No cualquiera llega a ser nuncio en Estados Unidos, y no cualquiera se anima a hacer sus declaraciones y acusaciones que nunca han podido ser rebatidas. En todo caso, quienes lo discuten, podrían comenzar desmontando lo que afirma en su carta y probando que, efectivamente, el Vaticano II fue un beneficio para la Iglesia.

El problema, en el fondo, es que son pocos los que quieren asumir la incomodidad que supone rever las propias posiciones mantenidas durante décadas. Por ejemplo, el juanpablismo ingenuo, edificado sobre los engañosos recuerdos de juventud. Como bien dice Viganò, “Hemos pensado que ciertos excesos eran sólo exageraciones de los que se dejaron arrastrar por el entusiasmo de novedades, y creímos sinceramente que ver a Juan Pablo II rodeado por brujos sanadores, monjes budistas, imanes, rabíes, pastores protestantes y otros herejes era prueba de la capacidad de la Iglesia de convocar a todos los pueblos para pedir a Dios la paz, cuando el autorizado ejemplo de esta acción iniciaba una desviada sucesión de panteones más o menos oficiales, hasta el punto de ver a algunos obispos portar el sucio ídolo de la pachamama sobre sus hombros, escondido sacrílegamente con el pretexto de ser una representación de la sagrada maternidad”.

O bien, la reforma litúrgica, que fue emprendida no por el Concilio sino por el “espíritu del Concilio”, aduciendo motivos pastorales. ¿Quién puede hoy en buena fe afirmar que esa reforma fue pastoralmente exitosa? Basta contabilizar el compromiso real de los católicos con la fe católica para sacar conclusiones que no dejan lugar a dudas.

Reconocer el error y repararlo no es tarea fácil y exige muchas virtudes, y la primera de ellas es la humildad: “Esta operación de honestidad intelectual exige una gran humildad, primero que nada, para reconocer que, durante décadas, hemos sido conducidos al error, de buena fe, por personas que, constituidas en autoridad, no han sabido vigilar y cuidar al rebaño de Cristo…”, escribe Mons. Viganò.

Soy moderadamente optimista sobre la posibilidad que no sea solamente un arzobispo escondido, otro itinerante y algún que otro emérito los que sean capaces de reconocer la situación terminal en la que se encuentra la Iglesia. Significativamente, Aldo Maria Valli, un histórico periodista con serias credenciales y durante años exponente del neoconismo católico, es quien comenta con claridad la carta de Viganò. Todo un cambio para los que avizoran los signos de los tiempos. Pero para que la imprescindible reacción católica ocurra, además de la virtud de la humildad y de otras muchas, debe mantenerse el saludable factor que la hace posible: Bergoglio. Es justamente el actual pontífice el catalizador que ha permitido que la reacción se produzca. Como decía Chernyshevski, inspirador de Lenin, “cuanto peor, mejor”.

The Wanderer

jueves, 18 de junio de 2020

Entrenándonos a defender la verdad (Padre Custodio Ballester)



Gracias a Dios hemos de felicitarnos de algo verdaderamente sorprendente: y es que el pensamiento crítico abunda muchísimo más entre los católicos y en general entre los cristianos, que entre todos aquellos que combaten a la religión (a toda religión) y entre los que viven ajenos o de espaldas a toda creencia. Es decir que el borreguismo está en el bando de los hijos de las tinieblas, que dice el arzobispo Viganó en su carta a Donald Trump, que se ha hecho viral.

Curiosamente somos la gente de fe, los más preparados para distinguir entre la realidad y las apariencias; los más conscientes de que cada vez nos enfrentamos a más realidades que no son lo que parecen: y no sólo eso, sino que hemos afianzado la conciencia de que nos han ido metiendo paso a paso en una realidad virtual (una mentira cuidadosamente construida) totalmente ajena a la realidad. La fe, y sobre todo la necesidad de defenderla y preservarla, nos ha hecho críticos y ha acentuado nuestra capacidad de discernimiento. 

Y frente a la gente de fe, está el gran circo montado con los pérfidos (los absolutamente creyentes, pero engañados), que son llevados los pobres de aquí para allá como rebaño de borregos por los hijos de las tinieblas, que tiran de sus hilos manejándolos como marionetas. Y quieren hacernos creer a todos, que ese circo al que se da tanto bombo, es la realidad en que vivimos. Así, les vemos hoy por todo el mundo arrodillándose como borregos a una señal de sus domesticadores. ¡Quién nos dijera que hasta los veríamos de rodillas! Lo suyo sí que es fe de carbonero. Si sus doctores les dicen que se prosternen de rodillas o que comulguen con ruedas de molino como las de género, pues ellos como perritos amaestrados y como papagayos bien entrenados. 


Y mientras eso pasa entre los hijos de las tinieblas, la descendencia de la Serpiente, donde cantan todos a una sola voz y obedecen a un solo amo, el Enemigo Invisible de toda la humanidad, que dice Viganó; mientras eso ocurre en el lado oscuro, entre los hijos de la luz crece la capacidad crítica ante unos “medios de comunicación sistémicos que no quieren difundir la verdad, sino silenciarla y distorsionarla”; y cada vez son más los que en ese martilleo insistente de mentiras bellísimas y de maldades enternecedoras, saben distinguir el bien del mal y la verdad de la mentira. Incluso en el mismo seno de la Iglesia, denuncia Viganó en su carta a Trump, hay “pastores aliados de los hijos de las tinieblas”, porque “al igual que existe un Deep state (Estado profundo), existe una Deep church que traiciona sus obligaciones y abjura de sus compromisos con Dios”.

Sabe Viganó mejor que nadie, que la obediencia ciega (que no deja de ser un caso grave de ceguera) es el peor peligro que nos acecha a los creyentes: como fue terrible para los nazis, que los ejecutores del terrorismo de Estado se parapetasen tras la obediencia debida. Y sabe perfectamente Viganó que esa lacra de “la obediencia debida”, ciega y acrítica -sometida a los protocolos-, es una actitud tremendamente peligrosa, sobre todo en medio de la vorágine de la corrupción. Bien lo sabe él, que cargó sobre sus hombros la responsabilidad moral de denunciar a todo un cardenal, McCarrick, de una vida de depravación y abusos, y que no se amilanó por verlo en el círculo más íntimo de consejeros del papa Francisco, sino que insistió en pasarle directamente los informes y hacer público que obraban en poder del papa sin que, aparentemente, hubiesen surtido ningún efecto a pesar del largo tiempo transcurrido.

Cuando el nivel de instrucción y de lectura entre los católicos era ciertamente bajo, bien estuvo recurrir a la fe del carbonero (“doctores tiene la Iglesia”); pero hoy esa fe ciega está en la otra trinchera. Los católicos sabemos que ser creyente es ser obediente: claro que, a la Iglesia, como depositaria de la ley de Dios y de la doctrina revelada: obediente por tanto a los mandamientos divinos, tan claros y tan fáciles de interpretar, que ya no necesitamos ir diciendo a cada paso, como nuestros antepasados, que “doctores tiene la Iglesia”. Afirma Mons. Viganò, que hay una deep church, una “iglesia profunda” capaz de articular teologías peregrinas como la homosexual, “obispos que están al servicio del deep state, del globalismo, del pensamiento único, del Nuevo Orden Mundial al que invocan cada vez con más frecuencia en nombre de una fraternidad universal que no tiene nada de cristiano, sino que evoca los ideales masónicos de quienes pretenden dominar el mundo expulsando a Dios de los tribunales, de las escuelas, de las familias, quizá incluso de las iglesias”. Obispos a los que, explica Viganó, recientemente él mismo ha denunciado. 


Gracias a Dios, esa fe ciega y acrítica del carbonero ya no está en el campo de batalla (¡y cuán dura es la batalla que nos espera!) de los hijos de la luz, sino en el de los hijos de las tinieblas. Llevamos demasiado tiempo en retirada, pero ha empezado el rearme. Y sin la menor duda, nuestras armas aventajan en mucho a las armas del Enemigo Invisible de la humanidad. Es ciertamente alentador ver cómo el arzobispo Viganó y junto a él gran número de católicos de todo nivel, desde cardenales a simples laicos, se atreven a denunciar.

Aparte de los escritos de Viganó (hoy, la carta a Trump; y el 8 de mayo, el “Llamamiento para la Iglesia y para el mundo a los fieles católicos y a los hombres de buena voluntad”, iniciado con el Véritas liberabit vos de Jn 8,32, firmado por gran número de fieles, sacerdotes, obispos y hasta cardenales), escritos que son claro indicio de que muchos en la Iglesia está despertando de la modorra (“es importante -dice- que los buenos despierten de su modorra”), y se están poniendo en pie para hacer frente con valentía no sólo al deep state, sino también a la deep church que tanto se esmera en mantenernos amodorrados en íntima colaboración con el deep state.


Ahí tenemos como síntoma muy esperanzador, el movimiento de muchos católicos en defensa de las iglesias abiertas al culto durante la pandemia, en valiente oposición tanto a las autoridades que las cerraron, como a la gente de iglesia que las secundaron y que últimamente se han cargado las procesiones del Corpus en toda la cristiandad, no así las manifestaciones contra el racismo y la desindustrialización inminente. Extraña, cuando menos, ha sido la prohibición del culto fuera del templo (cuando están abiertos ya los bares, los restaurantes y hasta las discotecas y las playas) decretada por las autoridades civiles con el obsequioso silencio de las eclesiales. 

La verdad es que los hijos de la luz somos muchísimos más que los hijos de Satanás, pero tan discretos, que hemos mantenido un silencio excesivamente largo. En ocasiones por cobardía. Pero Dios ha mantenido la llama encendida y ha hecho resonar la voz de los más humildes. Nunca olvidaré la fuerza de la Marcha por la Vida, de Washington, a la que fui invitado dos años por priests for life. Ése era el potente fermento del resurgir de la Iglesia y de su santa doctrina sobre la sacralidad de la vida. Empezando por la de los no nacidos. Una defensa de la vida a la que después de casi medio siglo, -dice el arzobispo en su carta a Trump, “por primera vez, Estados Unidos tiene en usted un presidente que defiende valientemente el derecho a la vida, que no se avergüenza de denunciar la persecución de los cristianos en todo el mundo, que habla de Jesucristo y del derecho de los ciudadanos a la libertad de culto. Su participación en la Marcha por la Vida, y más recientemente su proclamación del mes de abril como el Mes Nacional de Prevención del Abuso Infantil, son acciones que confirman en qué bando desea usted luchar. Y me atrevo a creer que ambos libramos esta batalla en el mismo bando, aunque con diferentes armas”.

Cuando la vida de los más ancianos se descarta como inútil y las autoridades firman protocolos para desecharlos con el mismo estilo del programa nazi para la eutanasia, cuando la existencia de los no nacidos ha perdido el valor sagrado que le ha dado el buen Dios y se violenta la inocencia de los niños en las escuelas con programas de depravación sexual, el silencio de los “buenos” resulta atronador. Si los que tenéis que ser luz, no sois luz. ¡Qué grande es la oscuridad! (Mateo 6, 23). ¿Somos los perros mudos y los centinelas silenciosos de los que habla San Bonifacio? No seré yo quien juzgue ni conteste a esa pregunta. Otro más grande un día lo hará. 

Y entretanto sigue adelante nuestro entrenamiento para defender la Verdad.

Custodio Ballester Bielsa, Pbro.