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viernes, 15 de abril de 2016

Amoris Laetitia: Tocata y Fuga (Fray Gerundio)

Original aquí


No están los tiempos para virtuosismos musicales, ni mi convento tiene ya la gloria de antaño para reproducir composiciones heroicas, ni los novicios comprenden el sentido musical, más allá de sus músicas ratoneras y metálicas. Por tanto, no me estoy refiriendo a nada que tenga relación con Juan Sebastián Bach. Es que se me ha venido esto a la cabeza, mientras leía la Amoris Laetitia. Y explicaré por qué.

Al desembaular la Exhortación, Francisco ha querido elaborar una composición musical a muchas voces. Es más, a él le encanta que sea interpretada en infinitas voces. Para Francisco, cada caso debe tratarse en particular, cada solución debe administrarse en privado y cada remedio tiene que programarse de forma individual. Nada de una sola voz, porque eso es dogmático y por lo tanto hipócrita.

Las absoluciones colectivas sí que se pueden dar a voleo, generalizando y metiendo a todos en el mismo saco; pero los mandamientos, rien de rien. El así llamado adulterio, por ejemplo, no es más que una situación irregular (301). El amancebamiento no es otra cosa que una gran dificultad para actuar de modo diverso (301). El ayuntamiento y el copuleo no son más que el resultado de una falta de acogida y comprensión…. Y puede ser que alguien esté amancebado sin que eso le guste. Porque no haya calibrado del todo los valores inherentes a la norma (301).

Ahora sabemos ya -gracias al Obispo de Roma-, que la norma No adulterarás, se puede saltar a la torera, porque es posible que no haya capacidad total para captar los valores inherentes, como todo el mundo sabe y como algunos sufren. Por lo cual no tienen otro remedio que seguir en adulterio hasta que se calibre bien que es mejor no hacerlo. Hay que tener en cuenta que algunas situaciones no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio (303) y por tanto no hay que agobiarlos para que salgan de esa situación, sino acompañarles y acogerles.

No les vaya a pasar como al pobre Judas, que no tuvo más remedio que ahorcarse. Aunque he de reconocer que, hasta mis novicios más tontos y más cebollinos, confiesan que no les acaba de convencer esta exégesis tan flamante y reciente que ha hecho el Obispo de Roma sobre el último de los apóstoles. El Señor dijo de él que más le valiera no haber nacido, tal como nos cuenta San Mateo (26,24). Seguramente ese día no estaba el Señor en plan de acoger a Judas Iscariote, porque lo estaba condenando y juzgando sin piedad. Por eso el buenazo de Judas se desanimó mucho antes de que lo desanimaran los escribas y fariseos, viendo el panorama de desconfianza que había contra él entre los malvados apóstoles. Estas palabras no serían del Señor; las debió escribir algún resentido-legalista y son apócrifas. Menos mal que la mitad de lo que dice el Evangelio es desarrollo posterior y pura falsedad. Y todavía no estaba en este mundo la lúcida exégesis de Santa Marta. Pero bueno, esa es otra historia de las muchas que cada día nos agrian el desayuno o nos escogorcian la merienda.

Pues bien, volviendo al tema que me ocupaba, si mi cabeza no vuelve a enredarse: La Exabruptación Apostólica de Bergoglio está en línea consigo mismo. No hay más que ver las citas (las autocitas) que se manejan para corroborar el pensamiento teológico que se desata en numerosos lugares. Para hacer ver que se está en línea con el pensamiento de la Iglesia, se citan discursos, catequesis y admoniciones del propio Bergoglio. Eso se llama hermeneútica de la continuidad… consigo mismo. Y si se cita alguna vez a Santo Tomás (no faltaba más), se le cita en sentido hegeliano, que para eso hemos avanzado y ya no estamos en el siglo XIII.

Es que el Papa es un modernista de mucho cuidado. Lo es por sus lecturas edificantes de juventud y sus corrupciones teológicas jesuíticas de madurez. No en vano está en la línea de sus mentores directos Martini y toda la patulea que le acompañaba y le acompaña. Si Martini tiene de Francisco el culto de hiperdulía, Kasper tiene el de protodulía. Creo que Martini, que en paz descanse, se sentirá satisfecho por estas victorias post-mortem. Espero que pueda celebrar el éxito de su masónica empresa allí donde se encuentre, al ver a su Delfín destrozando olímpicamente la doctrina de la Iglesia.

Así que la Tocata, tal como la describe la wikipedia esa, es una composición para teclado en las cuales una mano y luego la otra, realizaban virtuosas corridas y pasajes en cascada con un acompañamiento de la otra mano. O sea, manos por aquí manos por allí. Ahora la derecha, ahora la izquierda. Ahora redactamos el 107 y ahora sale por acá el 301 y lo rematamos con el 306. Nada por aquí, nada por allí. Como se ve, pura continuidad con la Tradición. A mí no me extraña esta Exabruptación a varias manos.

Pero lo mejor de la Tocata es cuando va acompañada de la Fuga. También en este caso. Ha sido salir la Tocata, y se han dado a la Fuga todos los bomberos. Nadie se atreve a decir ni pío. Los cardenales que escribieron libros e hicieron declaraciones ostentosas, están brillando por su ausencia o su silencio. El temido cardenal Müller, tenido por la bestia negra de la ortodoxia, no ha dicho mu.

Otros Obispos están brillando por sus majaderías, aunque éstos son más para reír y después llorar. Cobardicas. Otros brillan por su cara dura, interpretando como tradicional lo que no es más que un ataque frontal a la autoridad divina. Y otros, como la Conferencia Episcopal Filipina se apresuran a poner comulgatorios para divorciados en clase business, con acumulación de millas. No quiero poner nombres ni links, porque no tengo fuerzas. Pero ¿dónde están los tigres de la ortodoxia? ¿no hay ningún prelado que ponga el grito en el cielo? ¿dónde está la fiereza del cardenal Burke? ¿dónde los que durante el Sínodo decían que no iba a pasar nada? ¿qué fue de Schneider? Ojalá pronto escuchemos algo de sus bocas, para que no pensemos que han abandonado el rebaño.

Decididamente, creo que Francisco está en situación irregular. Voy a ver si le busco un acompañamiento para hacerle superar su gran dificultad para actuar(como Papa) de modo diverso (301); porque desde luego está en una situación que no realiza objetivamente nuestra concepción del Pontificado (303). No lo excluyamos, por favor. A ver si encuentra un confesor que le propine una buena ayuda sicológica y espiritual. O al menos que le mande leer la primera carta a los Corintios cincuenta veces, hasta que se arrepienta y calibre del todo los valores inherentes a su misión de Vicario de Cristo (303).

Amén.

La hipocresía del lenguaje (3 de 3) [José Martí]


308. (…) Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino» 


La Iglesia es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. "Es Santa e Inmaculada" (Ef 5, 27). Jesucristo vino a redimirnos del pecado y dijo que no había venido a salvar a los justos sino a los pecadores, es decir, a todos, porque "Nadie es bueno sino sólo Dios" (Mc 10, 18). De manera que, al igual que Jesucristo, al acercarse a los pecadores no se manchaba, así tampoco la Iglesia se mancha con el barro del camino. Tal riesgo no existe. La Iglesia, al igual que su Maestro, debe actuar como una Madre y "expresar claramente su enseñanza objetiva", pero nunca debe dar pie a que un cristiano piense que tal enseñanza objetiva sólo unos cuantos son capaces de llevarla a cabo: los llamados justos. Eso es una falsedad. En realidad, nadie podría llevarla a cabo, pero contamos con Él. Y Él hace posible lo que, a los ojos humanos, parece imposible. 

Es la fe y la confianza en Dios lo que se debe de predicar "a tiempo y a destiempo" : "Predica la Palabra, insiste con ocasión o sin ella, argumenta, reprende, exhorta, con toda paciencia y doctrina" (2 Tim 4, 2). 

En cuanto al término usado por el santo Padre como "pastoral rígida" es una contradicción. Si es verdadera pastoral, nunca puede ser rígida: la pastoral siempre tiene que ser comprensiva ... pero comprensiva con el pecador, al que tiene que animar y ayudar, nunca con el pecado. Un pastor, so pretexto de misericordia y de "pastoral flexible" no tiene derecho a engañar a quien acude a él, sacrificando, para ello,  la Doctrina. Ésta no le pertenece. Y ha sido Dios quien la ha fijado. Y nadie puede pretender ser más misericordioso que lo es Dios mismo. Es la vieja tentación de nuestros primeros padres, que se repite una y otra vez: la de querer decidir, por nosotros mismos, lo que está bien y lo que está mal. En el fondo de todo, lo que se esconde es una falta de fe.

Dice el Santo Padre que comprende a los que prefieren una pastoral rígida, pero que él es partidario de otro tipo de pastoral. Bien, en este sentido se trata de opiniones diferentes. El Papa, como el mismo dice, no pretende sentar magisterio con esta exhortación, ni imponer a nadie su punto de vista. Según el cardenal Burke, la exhortación debe ser recibida con “profundo respeto” por provenir del Romano Pontífice, Vicario de Cristo, pero insiste en que el respeto no debe confundirse con “creer con fe divina y católica” todo el contenido del documento.

Burke advierte que “es absurdo” considerar que cada palabra del Papa obliga en conciencia. “Mientras que el Romano Pontífice tiene reflexiones personales que son interesantes y pueden ser fuente de inspiración, la Iglesia debe estar siempre atenta a señalar que su publicación es un acto personal y no un ejercicio del magisterio papal”, recalca el prelado. Como fruto de su experiencia pastoral, este obispo señala que “la primera señal de respeto y amor” hacia los divorciados vueltos a casar es “decirles la verdad con amor”. Niega, además, que el matrimonio cristiano sea “un ideal”, sino un sacramento que confiere la gracia a un hombre y una mujer para vivir en fidelidad de forma permanente y con apertura a la vida.

No obstante, sigo pensando que el Papa no tiene por qué reflejar sus opiniones personales en una exhortación apostólica, pues ello lleva a confundir a muchos fieles que piensan -erróneamente- que todo lo que el Papa dice es "palabra de Dios". 

Por otra parte, siempre según mi opinión, el trasfondo de la AL es mucho más grave que el mero hecho de que se afirme en ella que hay que ser "comprensivos" con determinadas "situaciones irregulares", las cuales deben ser estudiadas caso por caso. Pienso que hay mucho más. Como dije, en otra ocasión, poco veneno mata ... porque, aunque poco, es veneno. 

Una vez introducida la idea de que ciertas "situaciones irregulares" deben de ser investigadas y analizadas pormenorizadamente, de manera que dejen de considerarse irregulares y pasen a la situación de normales, aunque se diga explícitamente que se trata de una casuística y no de una norma, la experiencia demuestra que, a la larga - y más bien,  a la corta- tal casuística se convertirá en norma. 

Es más: las "situaciones irregulares" se pueden ir extendiendo a otros muchos más casos: "convivencia entre personas del mismo sexo", "mujeres que han abortado", etc... Con el tiempo, las situaciones irregulares no sólo serán del sexto o del quinto mandamiento sino del resto de mandamientos. 

En definitiva, que "ancha es Castilla" y "que cada cual haga de su capa un sayo". Lo importante es "actuar en conciencia": el subjetivismo y el relativismo quedan elevados a la categoría máxima. El hombre pasa a desempeñar el papel de Dios: él decide acerca de lo bueno y de lo malo. La Religión de Dios desaparece. La única Religión que quedará es la que el hombre se fabrique. En otras palabras: la Iglesia, tal y como la hemos conocido durante veinte siglos, desaparecía ante "la nueva Iglesia".

La aceptación de la AL, en mi opinión, no sería sino el comienzo de una etapa nefasta para la Iglesia Católica, que acabaría, con toda probabilidad, en un grave cisma (tal vez el más grave de los que se han producido hasta el día de hoy en la Historia de la Iglesia). Y, sin embargo, hay algo en lo que pocos piensan. Y es que "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7)

José Martí

La hipocresía del lenguaje (2 de 3) [José Martí]


299. (...) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia

En cuanto a lo de "excomulgados" nadie ha dicho nunca que lo estuvieran. No entiendo por qué esa insistencia. Ahora bien, no son miembros vivos de la Iglesia, sino miembros muertos, puesto que no están en estado de gracia, aunque pertenecen a ella y pueden pasar a ser miembros vivos si se arrepienten de sus pecados y se confiesan.

301 (...) Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente (...) 

Ahora se llama "situaciones irregulares" a estas situaciones de pecado mortal objetivo, y se dice que ya no es posible decir que se encuentren en estado de pecado mortal y privados de la gracia santificante aquellos cristianos que convivan juntos, se hayan casado por lo civil o estando divorciados se hayan vuelto a casar por lo civil ... incluso aun conociendo que la Iglesia no permite esa conducta. Se dice que ellos no pueden obrar de otro modo ... Todo esto va en contra de la Enseñanza Perenne de la Iglesia. Las normas que se dan no son para fastidiar sino para el bien. Y no son normas inventadas por los hombres sino por el mismo Jesucristo, que es Dios y hombre. Se niega la libertad del hombre y se considera que son normas imposibles de cumplir. Esto es más o menos lo que decía Lutero: "Peca mucho, pero cree más". "La naturaleza está corrompida y no se puede sino ser corrupto. Pero creyendo te salvas" ... Esta doctrina no es católica sino protestante.

305. Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personasEs el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas»

Nueva acusación contra los corazones cerrados escondidos detrás de las enseñanzas de la Iglesia... dando por sentado que estas personas se dedican a juzgar sin misericordia los casos difíciles de personas que sufren. Yo no creo que san Pablo fuese un corazón cerrado cuando, aconsejando a su discípulo Timoteo sobre la actitud de los pastores, le decía que deben saber "corregir con dulzura a los rebeldes, por si Dios les concede la conversión que les lleve a conocer la verdad" (2 Tim 2, 25). 

CORREGIR, por supuesto con dulzura, A LOS REBELDES, es decir, a aquellos que están en una situación de pecado clara y manifiesta, engañados por el Diablo, POR SI DIOS LES CONCEDE LA CONVERSIÓN ... o sea, se trata de personas que lo están pasando mal y necesitan salir de su estado de sufrimiento; y necesitan ser corregidos para abrir los ojos Y CONOCER LA VERDAD. ¡Existe la Verdad, la Verdad absoluta! Y ésta es Cristo. Hay que llevarlos a Cristo, pero no engañarles.  Enseñar al que no sabe; y si sabe, corregir al que yerra, dándole buenos consejos, con dulzura ... ¡ESA ES LA VERDADERA MISERICORDIA, LA QUE NO RENUNCIA A LA VERDAD, QUE ES JESÚS! No debemos olvidarlo. Lo sabemos, además, por propia experiencia: "Todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34). Jesús ha venido para liberarnos del pecado y hacernos felices, en la medida en la que eso es posible en este mundo: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). La Ley de Cristo es la Ley de la Caridad. Y nunca esclaviza, sino que nos libera, sacándonos de la esclavitud del pecado ... siempre que nosotros queramos ser perdonados.

(…) A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia 


Tal afirmación es una contradicción: ¿Cómo es posible que pueda vivir en gracia de Dios aquél que está en una situación objetiva de pecado? La gracia y el pecado, por definición, son incompatibles. Esto cae por su propio peso. Lo lamentable es que esas palabras provengan del Vicario de Cristo en la Tierra. Sí, eso es muy lamentable, porque produce confusión en las personas poco formadas en la integridad de la Religión Católica, que son una inmensa mayoría: ¡qué pocos son los cristianos que conocen su fe! ... De manera que esa afirmación absurda posee aún mayor gravedad.

307. Para evitar cualquier interpretación desviada, recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza pues (…) comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al ser humano

Pero, ¿qué significa comprender las situaciones excepcionales? ¿Justificarlas? ¿Decir que lo que es pecado no es pecado? ¿Acaso el matrimonio ha sido inventado por Dios como instrumento de tortura y sólo unos pocos son capaces de mantener la fidelidad? Esto es lo que está escondido tras ese aparente lenguaje de comprensión ... que hace poco bien a las almas.
(Continúa)

La hipocresía del lenguaje (1 de 3) [José Martí]



El papa Francisco tacha de corazones cerrados a los que viven conforme a la Tradición, de personas que se quedan en la letra de la Ley y, por lo tanto, de fariseos. En este razonamiento late un error de fondo y es el de considerar la Ley judía igual que la Ley cristiana. No lo son. La Ley judía es la del "ojo por ojo" y la ley de Cristo es la de "amar a los enemigos".

"La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es la plenitud de la Ley" (Rom 13, 10). "Por eso quien ama al prójimo ha cumplido la Ley" (Rom 13, 8). ¿Qué significa eso de "amar al prójimo"? ¿Cómo se tiene que manifestar ese amor para que sea verdadero amor?. Y la respuesta son los preceptos del Señor, unas normas que Él dio para que, viviéndolas, manifestáramos nuestro amor hacia Él y hacia el prójimo, comenzando por el cumplimiento de los diez mandamientos de la Ley de Dios ... pero teniendo en cuenta aquello que dijo Jesús: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17). Y así, va enumerando ciertos puntos de la Ley antigua y el cambio que Él ha venido a traer. En lo que concierne a la "Amoris Laetitia" (AL) podemos leer: "Habéis oído que se dijo: 'No cometerás adulterio'. Pero Yo os digo: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt 5, 27-28).  "Se dijo también: "Cualquiera que repudie a su mujer, déle libelo de repudio. Pero Yo os digo: Todo el que repudie a su mujer, fuera del caso de concubinato, la expone a cometer adulterio; y el que se une con la repudiada comete adulterio" (Mt 5, 31-32)

[Hay que especificar que el concubinato, que alguno podría entender como matrimonio, no es tal matrimonio, por tratarse de una unión ilegítima y, por lo tanto, inválida]

Se podrían traer a colación estas otras palabras del Señor: "Yo no he venido a salvar a los justos sino a los pecadores"(Mc 2, 17) ... Pero, ¿acaso se consideran justos y perfectos aquellos que van a Misa los domingos y se confiesan de sus pecados y reciben, entonces, la Sagrada Comunión, conforme a lo que la Iglesia siempre ha enseñado? ¿Son los que así proceden unos hipócritas, merecedores de ser llamados "corazones cerrados" nada menos que por el santo Padre? Se trata de una generalización improcedente y fuera de lugar. No se puede juzgar al todo por la parte. No se puede sacar la conclusión de que porque alguna persona actúe hipócritamente todos actúan hipócritamente. Es, sencillamente, injusto. Y, por supuesto, la misericordia brilla por su ausencia en esos "juicios" tan precipitados.

La mayoría de los que viven conforme a la religión católica de siempre, los mal llamados "fundamentalistas" por el Papa, son los que hacen posible que la Iglesia se mantenga firme, porque creen verdaderamente en Jesucristo, como Hijo de Dios; y creen en la transustanciación, por la cual el pan y el vino se convierten "verdaderamente" en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en el momento de la Consagración, en la Santa Misa. Éstos son los que están dispuestos a dar su vida por Jesucristo antes que renegar de su fe (que es lo que ocurre con los cristianos que están siendo perseguidos y asesinados por ser fieles a su fe). Éstos son los verdaderos cristianos: ¿Quién ha dicho que los tales se consideran a sí mismos perfectos? Es, precisamente, lo contrario. Porque se consideran pecadores e indignos, acuden al sacramento de la Penitencia y se arrepienten de sus pecados para poder recibir dignamente el Cuerpo de Cristo.

Como cualquier persona los cristianos tienen problemas en su matrimonio. Pero no rechazan a su mujer y se unen con otra, aunque ello sería lo más cómodo; tampoco viven amancebados ni se casan por lo civil. Y si algunos lo hubieran hecho, son conscientes de que se encuentran en estado de pecado y que es preciso que salgan de esa situación anómala y se arrepientan, sinceramente y con dolor, por haber actuado así. Lo que nunca harán es justificar su situación, por más sufrimiento que ello les suponga. Si actúan conforme a la verdad, Dios se apiadará de ellos y les concederá la gracia de la conversión ... entre otras cosas porque, siendo pecadores, reconocen que lo son. Su lucha no consiste en cambiar la Ley de Dios sino en adaptarse a ella, pues Dios es más bueno que nosotros y conoce, mucho mejor que nosotros, lo que nos conviene y lo que es para nuestro bien. Un caso actual y bastante conocido es el del escritor José María Zavala, que cuenta en un libro titulado "Juego de amor"  la historia de su conversión en su matrimonio, por la intervención del padre Pío.

Por eso no pueden entenderse determinadas afirmaciones del santo Padre en la AL. A ello me he referido ya en algunas entradas de este blog. Analicemos brevemente algunas de ellas:

292 (...) Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo. Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio.

El mandato de Jesucristo: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es Perfecto" (Mt 5, 48) va dirigido a todos los cristianos, no sólo a unos pocos elegidos. Y Él nunca pide imposibles, pues siempre da su gracia a quien la necesita: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 Cor 10, 13). El ideal ha de ser el punto de partida y no el punto de llegada. Contamos con la fuerzas que Dios nos da para llevarlo a cabo.


En cuanto a los elementos constructivos en situaciones que no se corresponden con las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio ... se me hace muy difícil encontrarlos. ¿Qué de constructivo puede haber en una relación ilegítima y prohibida por Dios?
(Continúa)

martes, 12 de abril de 2016

Amoris Laetitia: Primeras reflexiones sobre un documento catastrófico (Roberto de Mattei)




El original puede hallarse haciendo clic aquí

Con la Exhortación Apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, publicada el 8 de abril en curso, el papa Francisco se ha pronunciado oficialmente sobre problemas de moral conyugal que vienen debatiéndose desde hace dos años.

En el consistorio del 20 al 21 de febrero de 2014, Francisco había confiado al cardenal Kasper la misión de introducir el debate sobre este tema. La tesis de Kasper, según la cual la Iglesia debe cambiar su praxis matrimonial, fue el tema central de los sínodos sobre la familia celebrados en 2014 y 2015, y constituye el núcleo de la exhortación del papa Francisco.

Durante estos dos últimos años, ilustres cardenales, obispos, teólogos y filósofos han tomado parte en el debate para demostrar que entre la doctrina y la praxis de la Iglesia tiene que haber una íntima coherencia. La pastoral se funda precisamente en la doctrina dogmática y moral. «¡No puede haber una pastoral en desacuerdo con las verdades y la moral de la Iglesia, en conflicto con sus leyes y que no esté orientada a alcanzar el idea de la vida cristiana!», declaró el cardenal Velasio de Paolis en su alocución al Tribunal Eclesiástico de Umbría el 27 de marzo de 2014. Para el cardenal Sarah, la idea de separar el Magisterio de la praxis pastoral, que podría evolucionar según las circunstancias, modos y pasiones, «es una forma de herejía, una peligrosa patología esquizofrénica» (La Stampa, 24 de febrero de 2015).

En las semanas que han precedido a la publicación del documento se han multiplicado las intervenciones públicas de purpurados y obispos ante el Sumo Pontífice con miras a evitar la publicación de un texto plagado de errores, tomados de las numerosísimas enmiendas al borrador propuestas por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco no se ha echado para atrás. Al contrario, parece que encargó el texto definitivo de la exhortación, o al menos algunos de los pasajes clave, a teólogos de su confianza que han intentado reinterpretar a Santo Tomás a la luz de la dialéctica hegeliana. El resultado es un texto que no es ambiguo, sino claro, en su indeterminación. La teología de la praxis excluye de hecho toda afirmación doctrinal, dejando que sea la historia la que trace las líneas de la conducta en los actos humanos. Por esta razón, como afirma Francisco, «puede comprenderse» que, en el tema crucial de los divorciados vueltos a casar, «(…) no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónico, aplicable a todos los casos» (§300). Si se tiene la convicción de que los cristianos no deben ajustar su comportamiento a principios absolutos, sino estar atentos a «signos de los tiempos», sería contradictorio formular cualquier clase de reglas.

Todos esperaban la respuesta a una pregunta de fondo: los que, tras un primer matrimonio vuelven a contraer matrimonio por la vía civil, ¿pueden recibir el sacramento de la Eucaristía? A esta pregunta, la Iglesia siempre ha respondido con un no rotundo. Los divorciados vueltos a casar no pueden recibir la comunión, porque su condición contradice objetivamente la verdad natural y cristiana sobre el matrimonio que se representa y actualiza en la Eucaristía. (Familiaris consortio, § 84).

La exhortación post-sinodal responde lo contrario: en líneas generales no, pero «en ciertos casos» sí (§305, nota 351). Los divorciados vueltos a casar deben ser «integrados» en vez de excluidos (§299). Su integración «puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas» (§ 299), sin excluir la disciplina sacramental (§ 336).

En realidad, se trata de lo siguiente: la prohibición de recibir la comunión ya no es absoluta para los divorciados vueltos a casar. Por regla general, el Papa no los autoriza a recibirla, pero tampoco se lo prohíbe. «Esto –había destacado el cardenal Caffarra refutando a Kasper– afecta la doctrina. Inevitablemente. Se puede incluso decir que no lo hace, pero lo hace. Es más, se introduce una costumbre que a la larga inculca en el pueblo, sea o no cristiano, que no existe matrimonio totalmente indisoluble. Y esto desde luego se opone a la voluntad del Señor. No cabe la menor duda» (Entrevista en Il Foglio, 15 de marzo de 2014).

Para la teología de la praxis no importan las reglas sino los casos concretos. Y lo que no es posible en lo abstracto, es posible en lo concreto. Pero como acertadamente señaló el cardenal Burke, «si la Iglesia permitiera (aun en un solo caso) que una persona en situación irregular recibiese los sacramentos, eso significaría que, o bien el matrimonio no es indisoluble y por tanto la persona en cuestión no vive en estado de adulterio, o que la santa comunión no es el cuerpo y la sangre de Cristo, que por el contrario requieren la recta disposición de la persona, o sea el arrepentimiento del pecado grave y la firme resolución de no volver a pecar» (Entrevista de Alessandro Gnocchi en Il Foglio, 14 de octubre de 2014).

No sólo eso: la excepción está destinada a convertirse en una regla, porque el criterio para recibir la comunión lo deja Amoris Laetitia al «discernimiento personal». El discernimiento se logra mediante «la conversación con el sacerdote, en el fuero interno» (§300), «caso por caso». ¿Y quién será el pastor de almas que se atreva a prohibir que se reciba la Eucaristía, si «el mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos» (§308) y es necesario «integrar a todos» (§297), y «valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio» (§292)? Los pastores que quisieran invocar los mandamientos de la Iglesia correrían el riesgo de actuar, según la exhortación, «como controladores de la gracia y no como facilitadores» (§310). «Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de de las enseñanzas de la Iglesia “para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas”» (§305).

Este lenguaje inédito, más duro que la dureza de corazón que recrimina a los «controladores de la gracia», es el rasgo distintivo de Amoris Laetitia que, no es ninguna casualidad, fue calificada por el cardenal Schöborn en la conferencia de prensa del pasado 8 de abril de «un evento lingüístico». «Lo que más me alegra de este documento -declaró el cardenal de Viena- es que supera de forma coherente la artificial división externa que distinguía entre regular e irregular». El lenguaje, como siempre, expresa un contenido. 


Las situaciones que la exhortación post-sinodal define como «llamadas irregulares» son el adulterio público y la convivencia extramatrimonial. Para Amoris Laetitia, éstas realizan el ideal del matrimonio cristiano, «de modo parcial y análogo» (§292). «A causa de los condicionamientos o de factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o no lo sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia» (§305), «en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos» (nota 351).

Según la moral católica, las circunstancias, que constituyen el contexto en el que desarrolla la acción, no pueden modificar la cualidad moral de los actos haciendo buena y justa una acción intrínsecamente mala. Pero la doctrina de los absolutos morales y del mal intrínseco queda anulada por Amoris Laetitia, que se acomoda a la “nueva moral” condenada por Pío XII en numerosos documentos y por Juan Pablo II en Veritatis splendor. La moral situacionista deja a la merced de las circunstancias y, en últimas, a la conciencia subjetiva del hombre, determinar qué está bien y qué está mal. Así, una unión sexual extraconyugal no se considera intrínsecamente ilícita, sino que, en tanto que acto de amor, se valora en función de las circunstancias. Dicho de un modo más general, no existe el mal en sí como tampoco pecados graves ni mortales. Equiparar a personas en estado de gracia (situaciones regulares) con personas en situación de pecado permanente (situaciones irregulares) es algo más que una cuestión lingüística: diríase que está en conformidad con la teoría luterana del hombre que es a la vez justo y pecador, condenada por el Decreto sobre la justificación en el Concilio de Trento (Denz-H, nn. 1551-1583).

La exhortación post-sinodal Amoris Laetitia es mucho peor que la exposición del cardenal Kasper, contra la que se han dirigido tantas y tan justas críticas en libros, artículos y entrevistas. Monseñor Kasper se limitó a plantear algunas preguntas. Amoris Laetitia presenta la respuesta: abre puertas a los divorciados vueltos a casar, canoniza la moral situacionista y pone en marcha un proceso de normalización de todas las convivencias extramaritales.

Teniendo en cuenta que el nuevo documento pertenece al Magisterio ordinario no infalible, es de esperar que sea objeto de un análisis crítico profundo por parte de teólogos y pastores de la Iglesia, sin engañarse pensando que pueda aplicársele la hermenéutica de la continuidad.

Si el texto es catastrófico, más catastrófico es que lo haya firmado el Vicario de Cristo. Ahora bien, para quien ama a Cristo y a su Iglesia, es una buena razón para hablar y no quedarse callado. Hagamos nuestras, pues, las palabras de un valiente mitrado, monseñor Atanasio Schneider: «¡Non possumus! Yo no voy a aceptar un discurso ofuscado ni una puerta falsa, hábilmente ocultada para la profanación del sacramento del Matrimonio y de la Eucaristía. Del mismo modo, no voy aceptar una burla del sexto mandamiento de la Ley de Dios. Prefiero ser ridiculizado y perseguido en lugar de aceptar textos ambiguos y métodos insinceros. Prefiero la cristalina “imagen de Cristo, la Verdad, a la imagen del zorro adornado con piedras preciosas” (S. Ireneo), porque “yo sé a Quién he creído”, “scio cui credidi”» (II Tm 1, 12)» (Rorate Coeli, 2 de noviembre de 2015).

Roberto de Mattei

lunes, 11 de abril de 2016

Jesucristo versus Amoris Laetitia (2 de 2) [José Martí]


Por lo tanto, a quien vive en estado de adulterio no se le puede engañar mediante un "discernimiento" mundano, que le lleve a considerar su situación como "normal" y "no irregular": tal situación es pecaminosa de por sí, y es MUY grave, independientemente de las circunstancias. No puede haber excepciones ni casos particulares que supongan un cambio en la doctrina, so capa de pastoral de misericordia.

Quien acompañe a las personas que se encuentren en ese estado debe de hablarles con gran ternura y comprensión pero, al mismo tiempo, sin engañarles: no venderles gato por liebre. Hacerles ver que la confianza en la misericordia de Dios debe de ir acompañada de un profundo sentimiento por haberle ofendido gravemente; y que deben de tomar el firme propósito de salir cuanto antes de la situación de pecado en la que viven. Ese es el mayor bien que se les puede hacer. Eso es lo que les llevará a discernir lo que le agrada al Señor. Hacerles saber que la gracia y la ayuda de Dios no les va a faltar, pero que tal gracia y tal ayuda pasa por el arrepentimiento y el propósito de enmienda. Un pastor que les aconsejara otra cosa tendría que dar cuenta ante Dios de su mala acción.

En la Exhortación Apostólica que estamos considerando aparece escrito lo siguiente:

305 (a). Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas»

Se trata de una grave acusación de hipocresía, por parte del Papa, (¡acusación infundada y, por lo tanto, injusta e inmisericorde!hacia aquellos sacerdotes u obispos que actúan conforme a las enseñanzas de Jesucristo, que han recibido por Tradición y que transmiten con fidelidad ... 


Lo propio de un buen pastor es la obediencia, tal y como hizo Jesucristo, el Buen Pastor, por antonomasia, quien "se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2, 8) y quien dijo de Sí mismo: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra" (Jn 4, 34) y también: "Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado" (Jn 7, 16). 


Y la misión del sacerdote es la misma que la de Jesucristo: "Como el Padre me envió así os envío Yo" (Jn 20, 21). El sacerdote, el obispo o el Papa no tienen voluntad propia. Sus palabras nunca pueden contradecir la Palabra de Dios que han recibido, como un tesoro, para distribuirlo a la gente de modo que ese Mensaje llegue al mayor número posible de personas: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). 


"Quien entra por la puerta ése es pastor de las ovejas" (Jn 10, 2) dice Jesús. Y más adelante: "Yo soy la puerta; si alguno entra por Mí se salvará" (Jn10, 9). Esa es la clave: Jesucristo, el cual "es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). Y esto es tan importante, llega hasta tal extremo que, como dice san Pablo: "Aunque nosotros, o un ángel del cielo, os anunciase un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8).


Y la doctrina que enseñó Jesucristo, quien "es rico en misericordia" (Ef 2, 4) tiene unas connotaciones muy claras en todos los aspectos de la vida, pero en particular en lo que concierne al matrimonio: "Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18). Esto es una NORMA dada por Jesucristo. Y no admite excepciones, pues Jesucristo es Dios y Dios nunca se equivoca. Y esa NORMA es el mismo Cristo quien la da. El Espíritu de Jesucristo, que es el Espíritu Santo, quiere -por nuestro propio bien- que obedezcamos esa NORMA. ¿Quién se atreverá a juzgar a Jesucristo de corazón cerrado, de que se refugia en las normas y de que no tiene en cuenta a las personas concretas, Aquél que dio su Vida por todos y por cada uno de nosotros, para que tuviésemos vida en Él?

Y, sin embargo, resulta -según la Amoris Laetitia- que el que hace lo que dijo Jesucristo es acusado de corazón cerrado por el mismo Papa ... una acusación, por cierto, que lleva haciéndola ya durante todo el tiempo de su pontificado, que son ya más de tres años. Por las razones que sean - y que desconozco- este Papa que tenemos no aprecia la Tradición ni a los tradicionalistas, a los que llama, además, "fundamentalistas" [Ya hemos hablado mucho sobre ello en este blog]: no hay más que escuchar o leer lo que dice en casi todas sus homilías de Santa Marta ... o en sus declaraciones a la prensa. 


Un concepto muy particular de "misericordia" es el que tiene el santo Padre, pues se trata, entre otras cosas, de una "misericordia" selectiva: es blando y comprensivo con lo que él llama "las periferias" (judíos, musulmanes, hindúes, masones, políticos de izquierdas, homosexuales, etc.) y, sin embargo, es duro e intransigente con sus mejores hijos, aquellos que se mantienen fieles a la Tradición, sin que haya razones objetivas para actuar así ... pues lo que tendría que hacer es mimarlos y facilitarles el que ejerzan su misión de Evangelización ... ¡pues de ellos va a depender que la Iglesia no salte por los aires!.


De manera que ¿a quién hacemos caso? ¿Al Papa, por muy Papa que sea ... o a Jesucristo, que es el Fundador de la Iglesia ... y al que nos quieren arrebatar? Apliquemos el recto discernimiento.

297. Se trata de integrar a todos (…). Acerca del modo de tratar las diversas situaciones llamadas «irregulares», los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo: «Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o que simplemente conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos» siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo.

301. (...) Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

305. (b) (…) A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia


Razonemos con lógica: Según la Doctrina secular de la Iglesia, quien recibe la sagrada comunión es preciso que esté en estado de gracia. Y si alguno ha cometido algún pecado mortal debe de confesarse primero. De lo contrario, añadiría un nuevo pecado -el de sacrilegio- a los que ya tenía. 


Por otra parte, en la Amoris Laetitia se lee que de aquellos que viven en las llamadas situaciones "irregulares" (parejas de hecho, matrimonios civiles entre cristianos, divorciados vueltos a "casar") no se puede decir que estén en pecado mortal ... ni que estén privados de la gracia santificante ...


Porque el Papa lo ha dicho, así, de un plumazo, resulta que quienes objetivamente están es pecado mortal, en realidad no lo están. Son ellos los que deben discernir si están o no en pecado. El subjetivismo elevado a la categoría de dogma. Ya no existen verdades absolutas ... porque esto sería sólo el primer paso para ir destruyendo, poco a poco, todos los dogmas de la Iglesia. ¿Cómo es posible que si se da una situación objetiva y clara de pecado mortal se pueda afirmar que tal situación objetiva de pecado no existe y que los tales pueden estar en gracia de Dios? Esto va en contra de toda la Doctrina bimilenaria de la Santa Iglesia. que 


En el fondo se está diciendo que no existe el pecado ... (¡eso depende de la conciencia individual de cada uno!). ¿Para qué confesarse entonces? ¿Qué necesidad de orientación tienen, entonces, estas personas, una vez que se les ha dicho -nada menos que en una Exhortación Apostólica- que el vivir del modo en que lo hacen no constituye ningún pecado? 


Estas afirmaciones del santo Padre son muy graves y se oponen directamente a la Doctrina Católica y a las enseñanzas recibidas por Jesucristo, por la Tradición y por el Magisterio Perenne de la Iglesia ... ¡y deben de ser, por lo tanto, desobedecidas! ... porque no están tocando sólo el aspecto pastoral sino también el dogmático, contradiciendo el dogma, tomando como pretexto una "misericordia" que no es tal misericordia y haciendo decir a Dios algo que no Él no ha dicho (pues mucha gente es papólatra y piensa que el papa puede hacer y deshacer lo que quiera, como si él mismo fuera Dios lo que, a todas luces, es una gran falsedad). Además, si de lo que se trata es de seguir las directrices del Concilio Vaticano II, hay que recordar que fue el mismo Papa Juan XXIII quien afirmó tajantemente que el Concilio en cuestión era sólo y exclusivamente de tipo pastoral y que no se iban a dar en él ningún tipo nuevo de definiciones dogmáticas, sino las que ya están establecidas. Pues bien: ¡Esto tampoco se está cumpliendo!

Se podría aducir que de las 325 cuestiones de las que trata la exhortación la gran mayoría son buenas. Y no entro en ello (imagino que sí) porque no he podido leerlas todas. Pero eso es irrelevante. Poco veneno mata. Un cáncer -por ejemplo- de cualquier órgano corporal, si no se extirpa a tiempo, aunque todo el cuerpo estuviese sano inicialmente, acaba destruyendo y matando a una persona. En el caso que nos ocupa, un solo error (¡de este calibre!) invalida, en realidad, a efectos prácticos, toda la Exhortación Amoris Laetitia porque, de aplicarse, acabaría destruyéndose el matrimonio y la familia ... y, con ello, toda la sociedad, tal y como la conocemos ... ¡lo que no se puede permitir!

Se podría aducir también que lo que aquí se dice se aplica sólo a casos particulares, muy especiales ... y después de haber realizado un estudio exhaustivo sobre esos casos ... 


Se puede decir todo lo que se quiera, pero lo cierto es que, una vez abierta la brecha, es cuestión de poco tiempo que el virus se extienda a todos los casos, que es justo lo que pasó con el llamado "piccolo divorcio" (sólo aplicable, en principio, a casos excepcionales) y que acabó convirtiéndose en divorcio a la carta. Y lo mismo se podría decir con relación al aborto. En todo caso, la Iglesia siempre ha condenado tanto el divorcio como el aborto, sin excepciones ... pues lo que he dicho se refería a la "política" de algunos países.


Pero ahora, con esta Exhortación, que tiene lugar en el seno de la misma Iglesia Católica, nos vamos a encontrar muy pronto legalizado el "divorcio católico". De hecho, existe ya un gran número de las "llamadas" nulidades matrimoniales que, en realidad, no son tales sino divorcios encubiertos.

No puedo finalizar sino aplicando el discernimiento que, ciertamente, es muy necesario, aunque rectamente entendido, tal y como viene reflejado en las Sagradas Escrituras; es decir, aquel discernimiento que busca la verdad ... con caridad, ... nunca el que se basa en la mentira ... aunque se adorne y use términos agradables, como el de misericordia: no debemos olvidar que el padre de la mentira y de todos los mentirosos es el Diablo.

Mi razonamiento es muy sencillo (creo): Si de aquellos que viven en situaciones "irregulares" no se puede decir que vivan en estado de pecado, sino en gracia (si así lo disciernen ellos mismos, en su fuero interno), es evidente que -aunque no se haya dicho "explícitamente"- los tales podrán comulgar y recibir el cuerpo de Cristo ... Y aquí no voy a ser yo quien hable sino el Espíritu Santo, en este caso, por boca del apóstol san Pablo, cuando habla de la Institución de la Eucaristía, el Misterio central de nuestra Fe:

"Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. Así, pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese,por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 26-29)



José Martí

domingo, 10 de abril de 2016

Jesucristo versus Amoris Laetitia (1 de 2) [José Martí]


Recordemos la historia que relata el Evangelio de san Mateo. Dice así: "Se le acercaron [a Jesús] unos fariseos para tentarle y le preguntaron: ¿Es lícito que el hombre repudie a su mujer por cualquier motivo?" (Mt 19, 3). La respuesta de Jesús acabó concluyendo: "Ya no son dos, sino una sola carne: Lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mt 19, 6). La Ley divina está por encima de las leyes humanas. Éstas sólo son válidas en tanto en cuanto no se opongan a la Ley de Dios.

Los fariseos insisten y le dicen que Moisés ordenó dar libelo de repudio y despedir a la mujer. Entonces Jesús les responde: 
"Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres por la dureza de vuestro corazón, pero al principio no fue así" (Mt 19, 8). Jesús era consciente de que se trataba de un tema difícil y duro éste de la fidelidad hasta la muerte entre un hombre y una mujer que se unen en matrimonio. Incluso sus propios discípulos le dicen: "Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no tiene cuenta casarse" (Mt 19, 10). Aún no habían comprendido el significado de la cruz y del amor verdadero: lo comprenderían más tarde con la venida del Espíritu Santo. Por eso Jesús les dijo: "No todos entienden estas palabras sino aquellos a quienes a quienes les ha sido concedido" (Mt 19, 11). Y, ante la insistencia de los discípulos -que no ya de los fariseos- Jesús fue rotundo en su declaración: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 11-12). 

Tal era el pensamiento de Jesús. ¿Alguno de nosotros se atreve a considerarse a sí mismo más misericordioso que lo fue Jesús? ¿Acaso lo fue Moisés, como dijo, de modo imprudente, algún Cardenal en el segundo Sínodo sobre la familia? Sabemos perfectamente la respuesta: ¡NO!

La raíz del problema hay que buscarla, a mi entender -entre otras cosas- en el hecho comprobado de que la Iglesia se ha arrodillado ante el mundo, se ha mundanizado, por las razones que sean, y ha elegido el camino fácil, en contra de lo que Jesús exige a sus discípulos, cuando les dice: 
"Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que conduce a la perdición; y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!" (Mt 7, 13-14).

Éste es el problema de fondo con el que nos encontramos, en mi opinión -o, al menos, uno de ellos y posiblemente el más importante- a saber, la huída de la cruz ... asociando falsamente la cruz a la tristeza. Así lo dice Jesús: 
"Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 30) ... pero, eso sí, tiene que ser SU YUGO, no el que nosotros nos busquemos por nuestra cuenta. De hacerlo así, como suele ocurrir, para nuestra desgracia, nuestra derrota es segura: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5). 

Una inmensa mayoría de cristianos, en la actualidad, ha perdido la fe, pues consideran -de hecho- que no hay otra vida sino ésta y que es en ella donde debe intervenir para "pasárselo lo mejor posible". En esto no se diferencian en nada de los que no son cristianos. Y esa es la razón por la que cuando les llegan "sus propias cruces", al estar éstas separadas de la Cruz de Cristo, se vuelven insoportables. 
Vivimos en un ambiente hedonista, en donde la gente -incluyendo aquí también a muchísimos cristianos- huye de cualquier cosa que suponga un mínimo de esfuerzo. Existe un auténtico horror al dolor, al sufrimiento y a la muerte, la cual se considera como el acabamiento final.

Cada uno mira sólo para sí mismo: máximo confort, máxima comodidad, etc. Actuando con esa lógica en su mente, los hijos resultan un estorbo (ésa es la clave por la cual la natalidad está disminuyendo a niveles alarmantes), los divorcios se multiplican por doquier sin razones de peso para ello, el aborto se considera ya no sólo como algo normal, sino como un derecho de la mujer (por más que el sentido común y la ciencia hayan demostrado que el aborto es un crimen premeditado contra otra persona, que es inocente y se encuentra completamente indefensa y dependiente) ... por la misma lógica a la que nos estamos refiriendo: hay que evitar que venga el hijo, de la manera que sea, pues éste va a suponer una carga en "su" proyecto de vida placentera, que es lo que realmente importa.

El lobby gay domina ya todos los ambientes hasta el punto de que nadie puede decir que la homosexualidad es una aberración de la naturaleza, como de hecho lo es. Y no solo eso, sino que tal mentalidad hedonista, en su versión "ideología de género", en la que prima exclusivamente el placer como objetivo, se está introduciendo en los colegios públicos, como materia obligatoria para los niños muy pequeños que van siendo así adoctrinados en esa ideología aberrante, sin que los padres tengan libertad para disentir. 
Nos encontramos ante un gran dogma, que consiste en el pensamiento único. Todos deben de pensar igual y conforme a ese tipo de ideología. La libertad de expresión se va perdiendo paulatinamente, pues tal libertad está reservada sólo a aquellos que comulgan con ese pensamiento único; sólo a ellos se les promociona y se les hace publicidad, mediante todo el dinero que haga falta. Los demás tienen que valerse de sus propios medios y, para ellos, todo son pegas. 

Resumiendo: Nadie quiere la cruz. Y sin embargo, en la cruz está la salvación (ya en esta vida) ... Por supuesto estamos hablando de la cruz que se lleva en unión a la de Cristo pues en ella se pone de manifiesto el máximo grado de amor posible, que lleva, si es necesario, hasta la entrega de la propia vida. Jesús nos dio el ejemplo. Y, como ya sabemos, 
"su yugo es suave y su carga ligera" (Mt 11, 30). Y es un hecho comprobado que de la mano del amor, del verdadero amor, siempre viene la alegría: ambos van unidos, de modo inseparable, como la cara y la cruz de una misma moneda. El rechazo de la cruz, o mejor, de la cruz asociada a la Cruz de Cristo, es el rechazo de Dios. Y rechazando a Dios se rechaza el Amor pues "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) ... haciéndose así imposible la verdadera alegría, aquella que procede de la paz interior que produce en nosotros la intimidad con el Señor, una alegría que nadie puede arrebatarle al cristiano mientras éste se mantenga fiel a Jesucristo y pendiente de su mirada: "Ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón y nadie podrá quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22)

Cuando el amor es verdadero, busca el encuentro con el amado. Y no le importa ninguna otra cosa. La misma cruz (problemas, trabajos, dolor, enfermedad, muerte) ya no se considera como una desgracia porque Jesús se hizo uno de nosotros y pasó por lo mismo que nosotros. Nuestros sufrimientos, unidos a los suyos, adquieren el mayor de los sentidos, que es el del Amor: 
"Nadie tiene amor más grande que éste de dar uno la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Esa es la razón por la que, viviendo en intimidad de Amor con el Señor, nada es capaz, ni siquiera los sufrimientos, de quitarnos nuestra felicidad, ya en este mundo, pues "si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos: Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos" (Rom 14, 8). 

[¡Qué poco conocen los cristianos estas verdades tan sublimes que pueden encontrar fácilmente en el Nuevo Testamento! Una verdadera pena ... ¡Y así nos va!]


Pues bien: siendo cristianos, por la gracia de Dios, y discípulos de Jesucristo, nuestra misión en la vida es la de parecernos a Él cada vez más, dejarnos transformar por Él en hombres nuevos, de modo que nuestro pensamiento sea el Suyo, al igual que nuestro modo de ser y de actuar en cada una de las circunstancias de nuestra vida: "Al discípulo le basta llegar a ser como su Maestro" (Mt 11, 25). 

En concreto, refiriéndonos al discernimiento, del que tanto habla el santo Padre en su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, debemos proceder conforme a lo que leemos en las Sagradas Escrituras. Así decía san Pablo:

A los romanos: 
"No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de vuestra mente, de modo que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios; esto es, lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2). 
A los filipenses: "Que vuestra caridad crezca todavía más, en conocimiento y en toda sabiduría, para que sepáis discernir lo mejor, a fin de que seáis puros y sin tacha para el día de Cristo" (Fil 1, 9-10). 
A los efesios: "Caminad como hijos de la luz (...) y sabiendo discernir lo que es agradable al Señor, no participéis en las obras estériles de las tinieblas, antes bien combatidlas" (Ef 5, 8. 10-11). 

Es decir, para discernir bien, para discernir cuál es la voluntad de Dios y qué es lo que es agradable al Señor es necesario transformarnos por la renovación de nuestra mente, conforme al Espíritu de Cristo, y 
"crecer en caridad sincera, aborreciendo el mal y adhiriéndonos al bien" (Rom 12, 9), teniendo en cuenta que "si uno está en Cristo es nueva criatura. Lo antiguo pasó. Todo se ha hecho nuevo" (2 Cor 5, 21). 

En definitiva, sólo teniendo el Espíritu de Cristo seremos capaces de discernir bien conforme a lo que agrada a Dios. Nunca debemos de acomodarnos al espíritu del mundo, pues "los que viven según la carne no pueden agradar a Dios" (Rom 8, 8). Y en esto el apóstol Santiago es especialmente contundente y claro, con vistas al discernimiento entre lo bueno y lo malo, cuando dice, con estas mismas palabras: "Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemiga de Dios? Quien desee hacerse amigo del mundo se hace enemigo de Dios" (Sant 4, 4)

Continuará

sábado, 9 de abril de 2016

Algunas consideraciones sobre la Exhortación Apostólica "Amoris Laetitia" (2 de 2) [José Martí]

La doctrina y la pastoral no se pueden contradecir.

"Enseñar al que no sabe", "dar buen consejo a quien lo necesita", "corregir al que yerra", ..., todo esto son obras de misericordia. Y no lo son dejar al que yerra en su estado de error, aconsejándole mal y no enseñándole que, aunque Dios ejerce su misericordia siempre para con todos, exige, como contrapartida, que reconozcan que su situación es verdaderamente "irregular", que viven en estado de pecado y que es necesario, para obtener el perdón de Dios, que estén verdaderamente arrepentidos de lo que hacen y que pongan todos los medios a su alcance para salir de esa situación, por más que les contraríe.




Hay que ayudarles y acompañarles y sufrir con ellos, pero nunca, bajo ningún concepto, se debe de excusar su conducta, que es objetivamente mala e injusta, por mucho sufrimiento que haya de por medio. Dios no pide imposibles y concede siempre su ayuda a quien, humildemente, reconoce su pecado como tal pecado, porque entonces se sitúa en la verdad y eso es lo que le acerca a Dios, quien desea su conversión mucho más que él mismo.

Tales situaciones están ya contempladas por la Iglesia desde siempre; para ellas está previsto el caso de la separación, cuando la convivencia se hace realmente imposible. Pero quien esté separado, mientras viva el otro cónyuge, no puede contraer nuevas nupcias. El dolor que eso supone es evidente y, precisamente por ello, es necesario que quienes atraviesan por esas situaciones penosas "ofrezcan" sus sufrimientos a Dios, pidiéndole que los una al "sufrimiento" de Jesucristo en la cruz. 


Esa cruz, unida a la cruz de Cristo, se transforma en liberadora y tiene así un sentido: su vida merece realmente la pena, aunque sufra, porque está compartiendo la misma cruz de Jesús, quien dijo: "Venid a Mí todos los que estéis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo. Y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 28-30). Estas palabras de Jesucristo son sumamente consoladoras: junto a Él todo adquiere sentido y se es feliz aun en medio del dolor y el sufrimiento.


Dios nunca exige nada que no pueda ser cumplido


En el número 292 de la Amoris Laetitia se puede leer: "El matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y en fermento de vida nueva para la sociedad".  Y así es, pero es importante añadir que esto vale para todos los cristianos: TODOS, no sólo los cristianos de "élite". La llamada a la santidad no es sólo para unos cuantos. Dios nos quiere a todos santos ... y lo seríamos si le dejáramos actuar en nosotros. 


Insisto en esto, porque es importante: en el sacramento del matrimonio se recibe la gracia de estado suficiente para poder hacer frente a todos los avatares que siempre lleva consigo el desarrollo de cualquier vida humana, en este caso la vida en común entre los esposos. Podríamos recordar aquí lo que decía san Agustín: Dios no manda cosas imposibles sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas para que puedas. Pero, sobre todo, lo que dice san Pablo a los corintios: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas sino que, con la tentación, os dará la fuerza necesaria para que podáis superarla" (1 Cor 10, 13). Estas palabras van dirigidas a todos los cristianos, sin excepción y no sólo a unos privilegiados


En el número 292 de la AL se puede leer: Otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo. Los Padres sinodales expresaron que la Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio. ¿Cómo se puede valorar positivamente aquello que está en disonancia con lo que ha sido enseñado por Jesucristo sobre el matrimonio?


¿Integrar a todos a costa de lo que sea?  


El punto 297 tampoco es muy prometedor que digamos. En él se lee que en esta pastoral "se trata de integrar a todos" (...) Acerca del modo de tratar las diversas situaciones llamadas "irregulares" [¡realmente lo son ... y más que irregulares!] los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo:


[Es decir, lo que sigue a continuación es una afirmación directa del papa Francisco]


"Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar o que, simplemente, conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos, siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo"


[No queda aquí nada claro en qué consiste esa divina pedagogía]. 


Llamemos a las cosas por su nombre: La misericordia con los que se encuentran en situaciones "irregulares" no consiste sólo en acompañarles sino en hacer cuanto se pueda para llevarlos hacia la verdad. No una verdad rígida y normativa en exceso, sino "la verdad con caridad" (Ef 4, 15). 


El santo Padre, en el número 312, habla de crear un clima que nos sitúe "en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar y, sobre todo, a integrar. (...) para «realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales». 


Y yo me pregunto: ¿Acaso durante dos mil años no ha abierto nunca la Iglesia el corazón a los pobres y a los más necesitados -a todos, en realidad- y los ha acogido en su seno? Por supuesto que lo ha hecho ... pero sin renunciar a su propia identidad y manteniendo la fidelidad al "depósito recibido" (1 Tim 6, 20). "Te ordeno -le decía san Pablo a Timoteo- que conserves el mandamiento sin tacha ni reproche hasta la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo" (1 Tim 6, 14). 


Como decíamos al principio, la Pastoral no puede contradecir a la DoctrinaDe ocurrir tal cosa [y eso es lo que está ahora sucediendo con esta Exhortación Apostólica] dicha Pastoral carece de base y, en recta conciencia ante Dios, no debe ser obedecida puesto que "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29)


José Martí