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miércoles, 19 de enero de 2022

Carta abierta de una licenciada en psicopedagogía al presidente del Comité Olímpico Español a propósito del asunto Djokovic



Estamos tremendamente sorprendidos y decepcionados por la reacción que han tenido muchas personas a propósito del asunto Djokovic. Y es que lo peor de las dictaduras es que haya descerebrados que las apoyen sin pensar que algún día les tocará sufrirlas a ellos en primera persona. Pero más decepcionados estamos, todavía, con algunos de sus insolidarios compañeros de profesión, como es el caso de Rafa Nadal.

No podemos entender cómo se puede ser tan cobarde, insolidario y vendido al poder. Ellos sabrán, pero algún día, también, lo sufrirán en sus propias carnes. A propósito de todo este asunto hemos recibido la acertada carta abierta que una licenciada en psicología, Catalina Martínez-Moro Galaz, ha enviado al presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, y que nos ha remitido para que la publiquemos.


“Estimado Señor,

Me dirijo a usted atónita al comprobar que nadie ha alzado la voz para proteger la salud de los deportistas españoles internacionales.

El otro día llamé por teléfono a su secretaria para quejarme de que el Comité Olímpico Español no hubiese criticado pública y abiertamente la exigencia de vacunarse para poder participar en competiciones deportivas, como, por ejemplo, la del Open de Australia. Comprobé con estupor el desconocimiento de su secretaria del asunto y de la importancia, en mi opinión, de que el Comité Olímpico Español vele por la seguridad de los deportistas españoles en estas terribles circunstancias.

Considero que condicionar la participación en una competición deportiva a la inoculación de una sustancia, que no es una vacuna sino una terapia génica experimental, aprobada para uso de emergencia, es una absoluta aberración que no responde a criterios científicos, ni de salud y que atropella la salud, la libertad y los derechos constitucionales de los deportistas, máxime teniendo en cuenta que:

1) La estrategia de la vacunación Universal no tiene ninguna base científica para la Covid, tal y como señaló desde el principio el Dr. Robert Malone, co inventor de la tecnología ARNm.

2) No es factible que para este tipo de virus se logre la inmunidad del rebaño, por lo que el hecho de que se vacunen muchas personas no contribuye a favorecer la salud de la población en su conjunto, aunque de manera falaz se publicite lo contrario para justificar este atropello de las libertades y de los derechos fundamentales y, lo que es más importante, de la salud.

3) Una persona inoculada puede contagiar igual o más que una persona que no lo está, dado que la primera puede ser asintomática y, sin embargo, tener una alta carga viral.

4) Las personas inoculadas también pueden contagiarse de coronavirus, con lo que ni siquiera te garantiza la inmunidad. De hecho, tal y como señaló la ministra de sanidad, las UCIs están llenas de personas vacunadas y, aun así, la ministra animaba a toda la población a vacunarse sin discriminar en función de la relación riesgo/beneficio y sin indicar que, en todo caso, es una decisión personal.

5) Es necesario valorar el riesgo de los deportistas de contraer la enfermedad en su forma sintomática o grave. Es muy posible que el riesgo sea muy pequeño o incluso inexistente, tanto por su juventud como por no padecer otras patologías. Las personas indicadas para valorar esos riesgos son sus médicos, no los ministros, periodistas, presidentes o portavoces de gobierno,…

6) Hay que valorar el riesgo de padecer efectos secundarios de estas terapias a corto, medio y largo plazo. Los 2 últimos se desconocen, con lo que se hace necesario practicar la máxima de precaución y cautela, máxime si no se pertenece al grupo de riesgo para contraer esta enfermedad en sus formas graves.

Con respecto a los efectos adversos a corto plazo, se describen los siguientes: la muerte (los Doctores Sucharit Bhakdi y Arne Burkhardt han concluido que el 93% de las muertes de las 70 personas a las que practicaron autopsias fueron causadas por las vacunas), coagulaciones, miocarditis, pericarditis, trombosis, enfermedades neurológicas de todos los tipos, enfermedades autoinmunes, mielitis transversa, alergias, alteraciones de la regla, reactivación de enfermedades virales como el herpes de Foster, progresión de cánceres, aparición de nuevos cánceres más agresivos.

7) Se han producido muchas muertes en los últimos tiempos de deportistas vacunados, de manera repentina y sin que existieran patologías previas. Otros muchos se han tenido que retirar por problemas cardiacos. Parece que estas muertes y problemas graves de salud no importan a las autoridades ni a los medios de desinformación y manipulación, ya que insisten en que todo el mundo se vacune mintiendo al indicar que las vacunas son totalmente seguras. Una de sus últimas falacias ha sido la constante repetición de que el grupo de mayor incidencia era el de los niños de 5 a 11 años cuando no había ni un solo niño hospitalizado por Coronavirus, tal y como se comprobó cuando el gobierno publicó los datos de los hospitalizados por Covid y obviaron el grupo de 5 a 11 años.

8) En todo caso, es necesario que un médico prescriba ese medicamento, tras valorar los riesgos y beneficios y conociendo el historial médico del paciente, y que el deportista firme un consentimiento informado. Así lo determina la ley.

9) En última instancia, es una decisión personal que debe tomar cada persona de manera individual, sopesando los riesgos y los beneficios.

En ningún caso debería inocularse esa terapia un deportista por ser requisito para participar en una competición. Eso es una aberración que atenta contra toda lógica y ética y vulnera los derechos fundamentales que deben asistir a todo ciudadano, máxime en cualquier país que presuma de tener una democracia consolidada.

Así, considero que el Comité Olímpico Internacional debería mediar e indicar que ningún deportista puede ser obligado a “vacunarse” para poder participar en una competición deportiva. En una violación de los Derechos Humanos.

Concluyo expresando: NO EN MI NOMBRE a cada uno de los que han criticado a Novak Djokovic por no vacunarse. Todos se han retratado como anti demócratas, faltos de integridad, de compasión, de respeto y de capacitación tanto intelectual como moral. Con su crítica se hacen cómplices de aquellos que han impuesto la arbitraria norma que tan alto precio les puede suponer pagar al resto de competidores por participar en esa competición. Novak Djokovic se ha mantenido firme en una decisión personal que ya le ha supuesto ingentes pérdidas de dinero y eso en este mundo en el que muchos venden su alma por estatus, poder y prestigio es para mí digno de vítores y aplausos.

Al tiempo que este hombre gana dignidad y prestigio, la prensa hoy nos muestra el retrato de su mediocridad indigente y de la decadencia que representa alabando el “hay que vacunarse” y el “hay que cumplir las normas” de Nadal y el reloj de más de 180000 € que luce en su muñeca. ¡Patético!

Sin más asunto y agradeciendo de antemano su atención, se despide atentamente,

Catalina Martínez-Moro Galaz

Licenciada en psicopedagogía por la Universidad de Salamanca”.

martes, 18 de enero de 2022

Profetas de calamidades | Actualidad Comentada | 14-01-2022 | Pbro. Santiago Martín FM



Duración 9:24 minutos

SALE A LA LUZ el documento QUE SACA LOS COLORES a Santiago Abascal




¿SALIMOS MEJORES? (Capitán Ryder)



YA TRATÉ ESTE TEMA EN UNA ENTRADA ANTERIOR HACE MAS DE UN AÑO. ALGUNAS IDEAS SON REPETIDAS PERO CREO NECESARIO INCIDIR EN ELLAS.


Al principio de toda historia, no sé bien cómo definirla, el Papa concedió una segunda entrevista a Jordi Évole.

Ni que decir tiene que fue tan lamentable como la primera. Ya la comentamos en su momento pero la idea que ya lanzó entonces Francisco es que Dios de ninguna manera castiga pero que la naturaleza sí lo hace y que, además, en este caso estaría muy bien dado lo mal que el hombre trata a la «casita común».

En ese momento no tuvo a bien explicarnos los «maltratos» a la naturaleza que, por ejemplo, dieron origen a la peste antonina (165-180), o la peste de Justiniano que comenzó hacia el año 541, la peste negra en el siglo XIV o las distintas pestes de cólera habidas a lo largo de la historia. Todo es superfluo cuando de lo que se trata es de apuntalar un relato.

Junto a esa idea lanzó otra, la de la «esperanza en que todo esto sirviese para el hombre saliese mejorado de esta crisis».

Para un Papa resulta desconcertante el discurso. En la época, ya lo hemos dicho muchas veces, en que los gobernantes más desafían a Dios, en la época en que el hombre occidental da por superado todo el hecho religioso, no sólo el católico, el Papa se apunta a la teoría de que todo esto nos hará mejores porque…ni idea.

Hubo un tiempo en que el discurso de la Iglesia era que las bases de cualquier mejora social descansaban en una sociedad orientada a Dios en que las leyes fuesen una emanación de ese sentir y que todo eso debía venir sustentado por la gracia de los Sacramentos. Ahora no, ahora sería suficiente con ¿proponérselo porque han muerto algunos ancianos en la residencia de al lado? ¿Y en qué te cambia eso exactamente? ¿En qué dirección mueve el asunto? ¿eso te haría reciclar más intensamente desde ese momento para no causar heridas a la «casa común»?

Era suficiente con tener ojos en la cara para ver que eso no sería así.

Para entonces ya había más que sospechas de que muchos ancianos no habían sido tratados adecuadamente en muchas residencias, que en todo caso estaban aislados en sus habitaciones, que la policía se empleaba con una brutalidad digna de Corea del Norte si alguien cometía alguna pequeña imprudencia(*), que los vecinos te recriminaban desde la ventana si salías dos veces a tirar la basura, que proliferaban las anécdotas de vecinos que invitaban a profesionales sanitarios a abandonar su hogar por el miedo a contagiarse o que los propios trabajadores sanitarios nos inundaban con vídeos ¿graciosos? a la par que nos contaban lo agotadísimos que estaban mientras, supuestamente, la gente moría por miles.

No, en aquel momento ya se podía afirmar que no saldríamos mejores. De una sociedad descompuesta, y la occidental lo es, no habría una catarsis porque sí.

El caso es que tras esto llegó la vacuna y quien tanto confiaba en que «saldríamos mejores» se subió a este carro como si la salvación del mundo nos fuese en ello.

A día de hoy ya conocemos que 3 guardias suizos debieron abandonar sus puestos de trabajo por no estar vacunados, otros 3 debieron vacunarse contra su voluntad. ¿Alguien cree que este criterio se hubiese aplicado en el Vaticano con cualquier otra enfermedad? ¿Por qué en este caso sí?.

Desde el 13 de diciembre, el Vaticano no permite acceder a sus puestos de trabajo a las personas que no presenten el certificado de vacunación contra el coronavirus, de manera que se considera falta por esa razón una «ausencia injustificada» lo que conlleva la suspensión del sueldo.

Hay que recordar, como contraposición, el trato que, por ejemplo, se dispensó en el Vaticano al obispo Zanchetta, amigo de Francisco y acusado de malversación de dinero y de enviar fotografías ligero de ropa a seminaristas de su diócesis. A este obispo se le buscó un puesto de nueva creación en el Vaticano y ahí lo tenemos. Un trabajador, honrado padre de familia, que no se quiera vacunar no podrá en cambio tener entrada en el diminuto Estado. Tampoco se tiene constancia de si se le retiró la entrada al secretario del Cardenal Coccopalmerio cuando se le pilló en una de sus fiestas de putos y coca. El episodio no impidió tampoco que el vigilante cardenal siguiese en su puesto.

No cometer ningún delito es motivo de despido pero cometer las mayores aberraciones no impide que se te cuide y se te mime, eso es lo que se ha hecho con Zanchetta.

Escribo el artículo justo cuando se publica que el cardenal Omella ha dicho «en el Vaticano hay una actitud de escucha y servicio, no de adoctrinamiento y corrección».

Dice el refranero que antes se pilla al mentiroso que al cojo, y aquí ya nos conocemos todos.

Se ha repetido hasta la saciedad, al menos en este blog, que al ser un Papa cuyo único interés son los asuntos mundanos la escucha y servicio es para todos aquellos pastores que hace tiempo perdieron la Fe mientras el adoctrinamiento y la corrección, sólo palo sin zanahoria, es para el resto de temas: medio ambiente, covid o inmigración.

Mientras todo esto ocurre, mientras la Iglesia es arrastrada por el fango, mientras el Papa de la «misericordia» deja en el paro a algunos de sus trabajadores por puro capricho, cinco mil obispos, jo*er hay que repetirlo otra vez, ¡cinco mil obispos! miran impasibles y sueltan sandeces extraídas de un libro de Paulo Cohelo.

Ahora estamos con el Sínodo de la sinodalidad, tócate los *ojones Mariloles.

Dos años sembrando discordia desde los partidos políticos para tapar su incapacidad, vertiendo toneladas de mierda desde los medios de comunicación, promocionando un sálvese quien pueda tremendo(**), con la Iglesia haciendo la ola a todo esto y afirmando después que hay esperanza en salir mejores. Mejores no, vamos a salir todos cojonudos.

Capitán Ryder

(*) Más de 1 millón de multas en un país más que borrego dan una muestra del infame comportamiento de los llamados «cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado». Por cierto, todas ellas en proceso de devolución dado que los confinamientos han sido declarados ilegales.

(**) Representantes de las residencias dijeron en sede parlamentaria que lo único que se les suministró durante aquellas semanas fue medicamentos para quitarse a los abuelos de encima. A esas afirmaciones NADIE, repito, NADIE dijo nada. Ni de nuestros representantes públicos ni de la jerarquía que encarnaría esa Iglesia ¿profética?

Leves elogios (Bruno Moreno)



Existe en inglés una simpática expresión, muy sutil como solía ser antaño el humor anglosajón, que dice to damn someone with faint praise. Es decir, condenar a alguien elogiándole levemente. Un ejemplo puede ser que pregunten a un catedrático por el libro de un colega y responda diciendo que, bueno, no contiene grandes faltas de ortografía. Si lo mejor que puede decir del libro es que no tiene faltas ortográficas garrafales, no hace falta seguir hablando. Un ejercicio letal del understatement británico o decir poco para decir mucho (en este caso, decir poco bueno para decir mucho malo, pero sin decirlo).

Por alguna razón, me han venido a la cabeza esas expresiones al leer lo que cuenta el card. Omella de su visita al Papa. Como el asno de Búridan, tras la lectura he quedado preso de la indecisión y no consigo resolver si está criticando ferozmente al Santo Padre with faint praise o lo que sucede es que el nivel clerical está tan bajo que un leve elogio sin sentido es lo mejor a lo que se puede aspirar.

Según nos cuenta el cardenal, por ejemplo, lo que más le gusta del Papa es que “no habla desde una posición de autoridad, imponiendo criterio, teología, homilías… Hablamos, preguntamos en un diálogo de fraternidad, un hermano entre hermanos”. ¡Vaya un elogio! ¿Eso es lo que más le gusta del Papa? O sea, a grandes rasgos, lo que le gusta del Papa es que no haga de Papa, porque lo propio del Papa es su autoridad de Vicario de Cristo. Si, como dice el cardenal Omella, el Papa de verdad no “impusiera” criterio, que es lo que Cristo llamó confirmar en la fe a sus hermanos, ¿por qué tener un papa? ¿Para qué serviría? Sería como un fontanero que no arregla tuberías, pero es muy fraterno y dialoga mucho, mientras la tubería rota sigue soltando agua por toda la cocina. Casi preferiría uno menos fraternidad y que le diera un poco a la llave inglesa.

Sabiendo que los españoles no tenemos tanta habilidad como los ingleses para entender un understatement, el cardenal lo remacha ligeramente a golpe de martillo, diciendo algo similar sobre los dicasterios romanos de la Santa Sede, con los que también tienen que hablar los obispos en su visita ad limina: “lo importante es que podemos dialogar y decir lo que llevamos dentro. Lo que más me impresiona es la actitud que tienen desde los dicasterios de escucha y de servicio, no de adoctrinamiento y corrección”.

De nuevo, uno no sabe si está elogiando o criticando ferozmente a los dicasterios vaticanos, porque, francamente, si lo mejor que pueden aportar es “escucha y servicio”, casi podían ahorrarse los obispos la visita a Roma, los billetes de avión y los hoteles pagados por los fieles y la Iglesia universal podía ahorrarse los dicasterios, que salen todavía más caros. Por mucho menos dinero, eminencias y monseñores pueden contarles sus penas a cualquier buena señora después del rosario dominical. Seguro que estaría encantada de escucharles y darles un par de buenos consejos. Creo que, sin ir más lejos, la Sra. Rafaela, de la parroquia de D. Jorge, tendría bastantes cosas que dialogarles, entre otras que “adoctrinamiento” no es una palabra fea para los católicos, porque la doctrina católica es la verdad que nos salva.

También es posible que todo esto sean simples ganas de adular al jefe, cosa muy comprensible en cualquier subordinado oficinista, aunque algo más vergonzosa tratándose de un eclesiástico, que quizá debería tener una mirada más, digamos, de eternidad sobre las cosas. Pero no. ¿Cómo va a ser eso? Un maestro del faint praise como Su Eminencia nunca se rebajaría a la adulación ramplona y transparente y los demás obispos que dicen cosas similares del Papa tampoco. Tiene que ser algo más sutil. Faint praise, definitivamente faint praise.

Asombrosamente, llevado de su temperamento perfeccionista y consciente de que siempre es posible superarse, el cardenal Omella no está contento aún con las altas cotas de sutilidad logradas y persiste en seguir diciéndonos lo que le gusta del Papa: “en segundo lugar, el buen humor: aunque haya dificultades él no lo pierde. Eso a mí me invita a seguir su ejemplo y ser persona de esperanza y transmitirla”.

¡Qué maestro del faint praise! ¡Qué perfección! Si lo segundo mejor que se puede decir de un Papa es que tiene buen humor, apaga y vámonos. El fontanero, además de dialogar, cuenta muy buenos chistes. ¡Apañaos estamos! ¿Será el cardenal un infiltrado antipapista? Claro que esta afirmación también le hace a uno pensar en la segunda posibilidad, la del ínfimo nivel del clero en general, porque lo de identificar el buen humor con la esperanza es llamativo. Toda una virtud teologal, obra exclusiva de la gracia de Dios, prenda de la bienaventuranza eterna, sobre la que los teólogos han escrito libros enteros… y resulta que bastaba con tener buen humor. ¿Intrigas florentinas o falta de estudios teológicos? No sé, no sé.

Bien es verdad que hay que decir en favor del cardenal Omella, maestro en este arte del understatement, que muestra una humildad impresionante al emplear su mortífero arte contra sí mismo y sus compañeros obispos. Dice, por ejemplo: “Nos preocupa muchísimo el tema de la evangelización, de Europa y de España, siendo un continente donde la secularización se nota un poco más”. ¿Un poco más? ¿Solo un poco más? ¿Estamos hablando del mismo continente? ¿El continente cuyo otro nombre era “la cristiandad” y que ahora podría tomar por nombre “apostasía”? ¿El continente donde en países otrora católicos, como España, ahora los matrimonios por la Iglesia son estadísticamente insignificantes, los divorcios son numerosísimos, los nacidos de madre no casada son casi la mitad, los abortos anuales llegan casi a los cien mil, la mayoría de los colegios católicos son semilleros de ateísmo, la asistencia a Misa ha descendido del 80 % al 8 % y las iglesias están prácticamente vacías? ¿Ese continente?

Produce admiración contemplar que los grandes responsables de esta catástrofe, que son necesariamente los obispos porque esa responsabilidad va aparejada al cargo y porque, si somos sinceros, han tenido mucho que ver con ella, califican ese desastre mayúsculo como “un poco más” de secularización. Es como si un Presidente norteamericano, de visita en Hiroshima, hablara del “petardillo ese que soltamos aquí”. Cuidadito, cuidadito, a ver si los oyentes no hablan inglés y no entienden lo del understatement y terminamos teniendo una tragedia a manos de los justamente airados japoneses o fieles, con un presidente o un cardenal untados de brea y emplumados al estilo yanqui, menos sutil que el británico, pero también más contundente.

Deus avertat. O no, porque, como diría el cardenal Omella, al final lo importante es el buen humor y un buen emplumamiento de vez en cuando tiene su gracia.

Bruno Moreno

lunes, 17 de enero de 2022

¡VOX CRECE EN CASTILLA Y LEÓN, IVÁN ESPINOSA RETRATA AL PP Y JUANMA MORENO ARRASA EN ANDALUCÍA!




Duración 10:51 minutos

LA VERDAD DEL COVID-19. LO QUE LOS MEDIOS OCULTAN



(Daily Motion)

En esta entrevista el periodista Jörg Metzger Lozano saca a la luz pública las razones para que muchos piensen que la pandemia del Coronavirus es realmente una situación planificada y premeditada. La entrevistada la Dra. María José Martínez Albarracín, médico por la Universidad de Murcia, investigadora, docente retirada de las cátedras de Técnicas de Laboratorio Instrumental e inmunología, miembro activo de médicos por la verdad en España.

Esta entrevista tuvo lugar hace ya más de siete meses. Y es profética, por lo que hoy estamos viendo.
Duración 41:25 minutos



La gente tiene miedo, debido a la gran influencia de los medios y por ello se vacuna. Y, sin embargo, el miedo que debería de tener es más bien de la inoculación de estas "vacunas". 

Tormenta de citoquinas: aprox. minutos 21:30 a 23:30

Otros tratamientos más eficaces son con hidroxicloroquina + Zn; o también, el tratamiento con dióxido de cloro, todo ello como prevención o en los momentos iniciales ... y, sin embargo, no se recomiendan por la OMS. ¿Por qué? No hay razones de tipo científico: parece que queda muy claro que la auténtica razón para actuar de ese modo es que dichos productos son muy baratos, lo que entra en conflicto con los intereses millonarios de la industria farmaceútica.

El virus Sars Cov-2 contra el que se quiere combatir no ha sido aislado.

27:30 a 29:00. Se indica que hay claramente una PLAN-demia.

29:00. Las mascarillas para la población sana y al aire libre no sirven para nada. Producen más mortalidad. El confinamiento fue absurdo. En Suecia, en donde no se produjo tal confinamiento de la población, la mortalidad estuvo muy por debajo del resto de lugares en los que sí se produjo.

31:50 - 41:25. El autoconfinamiento, por otra parte, deteriora el sistema inmune de las personas. 

34:30 y ss. Se va educando a la población mal. Los vacunados contagian y contagian más que los no vacunados o aquellos que han sufrido la enfermedad y han adquirido una inmunidad natural

Sobre la tecnología 5G se están haciendo bastantes estudios.

Dilecta mea. Reflexiones sobre la misa tradicional de Mons. Viganò

(Tomado de Adelante la Fe)


Mons. Carlo Maria Viganò celebrando la Misa

Los que permitís que se prohíba la Misa Tradicional, ¿la habéis celebrado alguna vez? Los que desde lo alto de vuestras cátedras de liturgia dictáis amargas sentencias sobre la Misa de antes, ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, sus ritos y sus sagrados gestos ancestrales? Me lo he preguntado muchas veces en estos últimos años. Porque yo mismo, que he conocido esa Misa desde pequeño, que cuando todavía llevaba pantalón corto aprendí a acolitarla, prácticamente la tenía olvidada y perdida. Introibo ad altare Dei. Me arrodillaba en invierno sobre las gradas heladas del presbiterio antes de ir al colegio. Sudaba bajo la ropa de monaguillo en algunos días de canícula. Me había olvidado de esta Misa, que fue precisamente aquella con la que me ordené sacerdote el 24 de marzo de 1968, en una época en la que ya se oteaban en el horizonte los primeros indicios de aquella revolución que en poco tiempo despojaría a la Iglesia de su más valioso tesoro para imponer en su lugar un rito adulterado. 

Pues bien, aquella Misa que las reformas conciliares suprimieron y prohibieron en mis primeros años de sacerdocio permanecía como un lejano recuerdo, como la sonrisa de una persona querida lejana, la mirada de un pariente difunto y el amable tañido de las campanas en los domingos. Era algo relacionado con la nostalgia, la juventud, el entusiasmo de una época en que las obligaciones eclesiásticas aún estaban por venir, en la que todos creíamos que el mundo podía recuperarse de la posguerra y del peligro del comunismo con un renacimiento espiritual. Queríamos creer que el bienestar económico vendría acompañado de un renacimiento moral y religioso de nuestro país. A pesar del 68, las huelgas, el terrorismo, las Brigadas Rojas y la crisis de Oriente Próximo. Entre mil y un cometidos eclesiásticos, se consolidó en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad había quedado sin resolver y que por el momento se había dejado de lado durante años. Algo que esperaba pacientemente, con la paciencia que sólo Dios tiene con nosotros.

Mi decisión de denunciar los escándalos de los prelados estadounidenses y la Curia Romana me brindó la oportunidad de ver desde otra perspectiva no sólo mi misión como arzobispo y nuncio apostólico, sino también el alma de aquel sacerdocio que mi servicio, primero en el Vaticano y más tarde en Estados Unidos, había dejado incompleto; más para mi sacerdocio que para el ministerio. Lo que hasta aquel momento no había entendido me resultó diáfano debido a una circunstancia inesperada, cuando mi seguridad personal pareció peligrar y, de mala gana, me vi obligado a vivir prácticamente en la clandestinidad, lejos de los palacios de la Curia. Entonces, gracias a aquella bendita separación, que actualmente considero una especie de vocación monástica, me llevó a redescubrir la Misa Tridentina. Recuerdo bien el día en que en lugar de la casulla me revestí con las vestiduras tradicionales, gorjal ambrosiano y manípulo. Recuerdo el temor que experimenté al pronunciar, al cabo de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que afloraban a mis labios como si las hubiese recitado hacía poco tiempo. Confitemi, Dominus, quoniam bonus en lugar del salmo Judica me, Deus del Rito Romano. Munda cor meum ac labia mea. Estas palabras ya no eran las del acólito o el joven seminarista, sino las del celebrante. De mí que, me atrevo a decir por primera vez, celebraba ante la Santísima Trinidad. Pues si bien es cierto que el sacerdote es una persona que vive esencialmente para los demás –para Dios y para el prójimo–, también es verdad que si no es consciente de su propia identidad y no cultiva la santidad su apostolado será estéril como címbalo que retiñe.

Sé bien que estas reflexiones pueden dejar indiferente, o incluso despertar compasión, en quien jamás haya tenido la gracia de celebrar la Misa de siempre. Pero supongo que pasará igual con quien nunca se haya enamorado y no entienda el casto éxtasis del amado ante la amada, para quien no conozca la dicha de perderse en la mirada de ella. El adusto liturgista, el prelado de clergyman con el pectoral en el bolsillo, el consultor de una congregación romana que va por ahí con el último número de Concilium o de Civiltà Cattolica bajo el brazo, observan la Misa de San Pío V con la atención que pone un entomólogo en el estudio de los insectos, o como un naturalista mira las venas de una hoja o las alas de una mariposa. Es más, a veces me pregunto si lo hacen con la asepsia del cirujano que corta con el bisturí un cuerpo vivo. Pero si un sacerdote con un mínimo de vida interior se acerca a la Misa antigua, independientemente de que la hubiera conocido antes o la acabe de descubrir, quedará hondamente impresionado por la majestuosidad del rito, como si saliera del tiempo y se adentrara en la eternidad de Dios.

Lo que me gustaría que entendieran mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque en ella se percibe lo sagrado de un modo visceral; literalmente, uno se siente arrebatado al Cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la corte celestial y lejos del mundanal ruido. Es un canto de amor en el que la repetición de los gestos, reverencias y palabras sagradas no tiene nada de superfluo, del mismo modo que una madre nunca se cansa de besar a su hijo y una esposa de repetir a su esposo que lo quiere. Se olvida uno de todo lo demás, porque todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes, quedan fuera de la historia y se está inmerso en un continuum que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea con la preocupación de que se le entienda, o de caer simpático o estar al día, sino que se dirige a Dios; y ante Dios sólo hay una sensación de infinita gratitud por el privilegio de transmitir las oraciones del pueblo cristiano, la alegría y el dolor de tantas almas, los pecados y faltas de quienes imploran perdón y misericordia, el agradecimiento por las gracias recibidas y el sufragio por nuestros seres queridos difuntos. Si se está solo, uno se siente al mismo tiempo íntimamente unido a una interminable multitud de almas que atraviesa el tiempo y el espacio.

Cuando celebro la Misa apostólica, pienso que en ese mismo altar consagrado con las reliquias de mártires han celebrado innumerables santos y millares de sacerdotes empleando las mismas palabras, los mismos gestos, haciendo las mismas inclinaciones y genuflexiones y vistiendo las mismas vestiduras. Y ante todo, comulgado el Cuerpo y Sangre mismos de Nuestro Señor, al que todos hemos sido asimilados en la ofrenda del Santo Sacrificio. Cuando celebro la Misa de siempre, me doy cuenta del modo más sublime y total del verdadero significado de lo que nos enseña la doctrina. Actuar in persona Christi no es la repetición mecánica de una fórmula, sino saber que mi boca dice las mismas palabras que pronunció el Salvador sobre el pan y el vino en el cenáculo; que mientras elevo la Hostia y el Cáliz repito la inmolación de Cristo en la Cruz; que al comulgar consumo la Víctima propiciatoria y me alimento de Dios, y no participo en un banquete. Y junto conmigo, toda la Iglesia: la triunfante, que se digna unirse a mi súplica; la purgante, que la espera para abreviar su paso por el Purgatorio; y la militante, que cobra fuerzas en la batalla espiritual de cada día. Pero si, tal como profesamos con fe, nuestra boca es la boca de Cristo; si de veras las palabras que pronunciamos en la Consagración son las de Cristo; si las manos con las que tocamos la Santa Hostia y el Cáliz son las de Cristo, ¿qué respeto no habremos de tener por nuestro cuerpo para mantenerlo puro e incontaminado? ¿Qué mejor estímulo para permanecer en gracia de Dios? Mundamini, qui fertis vasa Domini. Y, con las palabras del Misal: Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: ut ad sancta sanctorum puris mereamur mentibus introire.

Me dirá el teólogo que eso es doctrina común, y que la Misa es ni más ni menos que eso, sea cual sea el rito. Racionalmente, no lo niego. Pero si bien la celebración de la Misa Tridentina es una constante exhortación a una continuidad ininterrumpida de la obra de la Redención constelada de santos y beatos, no me parece que eso se pueda decir del rito reformado. Si observo la mesa versus populum, veo el altar luterano o la mesa protestante; si leo las palabras de la Institución como una narración de la Última Cena, percibo las modificaciones introducidas por el Libro de oración común del anglicano Cranmer y el servicio de Calvino; si hojeo el calendario reformado, veo que faltan precisamente los santos que acabaron con los herejes de la pseudoreforma. Y lo mismo pasa con los cantos, que pondrían los pelos de punta a un católico inglés o alemán: oír bajo la bóveda de una iglesia corales de quienes martirizaban a nuestros sacerdotes y pisoteaban el Santísimo Sacramento en desprecio de una superstición papista, debería ayudar a entender el abismo que media entre la Misa católica y su falsificación conciliar. Y no digamos la lengua: los primeros en suprimir el latín fueron los herejes para que el pueblo entendiera mejor el rito; un pueblo al que engañaban impugnando la verdad revelada y propagando el error. En el Novus Ordo todo es profano. Todo es momentáneo, accidental, contingente, variable, mudable. No hay nada de eterno, porque la eternidad es inmutable, como es inmutable la Fe. Y como es inmutable Dios.

Hay otro aspecto de la Santa Misa Tradicional que me gustaría destacar y que nos une a los santos y mártires de otros tiempos. Desde la época de las catacumbas y hasta las últimas persecuciones, dondequiera que un sacerdote celebre el Santo Sacrificio, aunque sea en un sótano, un bosque, un granero o incluso una camioneta, místicamente está en comunión con innumerables testigos heroicos de la Fe, y sobre aquel altar improvisado se fija la mirada de la Santísima Trinidad, se postran adorantes todos los coros angélicos y contemplan las almas purgantes. También en esto, y sobre todo en esto, cada uno de nosotros comprende cómo establece la Tradición un vínculo indisoluble a través de los siglos o sólo con la celosa custodia de dicho tesoro sino también al afrontar las pruebas que supone, incluso la muerte. Teniendo esto presente, la arrogancia del tirano actual con sus delirantes decretos debe confirmarnos en la fidelidad a Cristo y hacer que nos sintamos parte integral de la Iglesia de todos los tiempos, porque la palma de la victoria no se alcanza si no se está dispuesto a combatir el bonum certamen, la buena batalla.

Me gustaría que mis hermanos en el sacerdocio se atreviesen a hacer algo a lo que muchos no se atreven: acercarse a la Misa Tridentina, no atraídos por los encajes de una sobrepelliz o el recamado de una planeta, ni siquiera por la mera convicción racional de su legitimidad canónica, o porque nunca haya sido abolida; sino con el temor reverencial con que se acercó Moisés a la zarza ardiente; sabiendo que cada uno de nosotros, al bajar del presbiterio después del último Evangelio, está interiormente transfigurado por haber estado en presencia del Santo de los santos. Sólo allí, sobre ese místico Sinaí, podemos captar la esencia misma de nuestro sacerdocio, que antes que nada es la entrega de uno mismo a Dios; la oblación total de uno mismo a Cristo Víctima para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; el sacrificio espiritual que saca fuerzas y vigor de la Misa; la renuncia de uno mismo para dejar lugar al Sumo Sacerdote; señal de verdadera humildad en el aniquilamiento de la propia voluntad y el abandono a la del Padre, siguiendo el ejemplo del Señor; un gesto de auténtica comunión con los santos participando de la misma profesión de fe y el mismo rito. Me gustaría que esta experiencia la tuvieran no solo quienes llevan décadas celebrando según el Novus Ordo, sino sobre todo los sacerdotes jóvenes y todos los que ejercen su ministerio en primera línea; la Misa de San Pío V es para espíritus indómitos, para almas generosas y heroicas, para corazones ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.

Lo sé muy bien; hoy en día la vida del sacerdote supone miles de pruebas, estrés, la sensación de estar solo en el combate contra el mundo y ante el desinterés y el ostracismo por parte de los superiores; un lento desgaste que distrae e impide el recogimiento, la vida interior y el crecimiento espiritual. Sé de sobra que esa sensación de asedio, de sentirse como un marinero que gobierna solo una nave en medio de la tempestad, no es sólo cosa de tradicionalistas y progresistas; es el destino común de todos los que han ofrecido la vida al Señor en la Iglesia, cada uno con sus miserias, sus problemas económicos, incomprensión por parte del obispo, críticas de los hermanos y las peticiones de los fieles. Y esas horas de soledad, en las que la presencia de Dios y la compañía de la Virgen se sienten lejanas, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz. Quare me repulisti? Et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus? Cuando el Demonio se arrastra sinuosamente entre internet y la televisión, quærens quem devoret,aprovechándose traicioneramente de nuestro cansancio. En esos casos, que todos afrontamos como Nuestro Señor en Getsemaní, Satanás quiere atacar nuestro sacerdocio presentándose persuasivo como Salomé ante Herodes para pedirle la cabeza de Juan Bautista. Ab homine doloso et iniquo erue me. Todos somos iguales a la hora de la prueba. Porque el Enemigo no sólo quiere vencer sobre nuestras pobres almas de bautizados, sino sobre Cristo Sacerdote, cuya unción llevamos.

Por eso, hoy más que nunca la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio. Pensar que todo se pueda despachar como una cuestión de simple ceremonia o estética significa que no han entendido nada de su vocación. Porque la Santa Misa de siempre –y lo es de verdad, y siempre se ha opuesto a ella el Adversario– no es una amante complaciente que se ofrece a cualquiera, sino una esposa celosa y casta, como también el Señor es celoso.

¿Queréis agradar a Dios o a quien os tiene alejados de Él? En el fondo, la pregunta siempre es la misma: hay que elegir entre el yugo suave de Cristo y la cadena de esclavitud del adversario. La respuesta se mostrará clara y nítida en el momento en que, deslumbrados por el inconmensurable tesoro que os estaba oculto, descubráis lo que significa celebrar el Santo Sacrificio no como ridículos presidentes de asamblea sino como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor.4,1).

Echad mano del Misal, pedid ayuda a un sacerdote amigo y subid al monte de la Transfiguración; Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tuum, et in tabernacula tua. Como Pedro, Santiago y Juan, exclamaréis: Domine, bonum est nos hic esse, «Señor, qué bueno es estar aquí» (Mt.17,4). O, con las palabras del salmista que repite el celebrante durante el Ofertorio, Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ.

Cuando lo hayáis descubierto, nadie os podrá arrebatar aquello por lo cual el Señor ya no nos llama siervos sino amigos (Jn.15,15). Nadie podrá convenceros jamás para que renunciéis a ello obligándoos a contentaros con su adulteración, fruto de una mentalidad rebelde. Eratis enim aliquando tenebræ: nunc enim lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. «Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz» (Ef.5,8). Propter quod dicit: Surge qui dormis, et exsurge a mortuis, et illuminabit te Christus. «Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”» (Ef.5,14).

†Carlo Maria Viganò, arzobispo

(traducido por Bruno de la Inmaculada)

Cinco motivos para dudar de algunos que se venden como ‘derecha’ pero ya son otra cosa



El actual esquema de izquierda y derecha, en el que solemos dividir el mapa político, surgió en los tiempos de la Revolución Francesa, hace más de dos siglos.


Hoy en día ese esquema se sigue usando de forma indiscriminada, a pesar de que en este tiempo han cambiado muchas cosas en el panorama político. Es cierto que se han incorporado algunas novedades, como el llamado centro político (un espacio ambiguo y difuso entre ambos lados) y los llamados extremos (que algunos sólo ven en la derecha, cuando son más acentuados y abundantes en la izquierda), pero para muchos políticos, medios y académicos, la política se sigue dividiendo básicamente en esos dos bandos.

Por supuesto, hay diversas interpretaciones de lo que podría ser la derecha. Para el caso que nos ocupa voy a utilizar como referencia la izquierda política, que se suele reivindicar como tal con mucha más frecuencia de lo que lo hace la derecha con este término. Y es que a día de hoy, podríamos clasificar como “derecha” en sentido amplio, a aquellas posiciones que rechazan abiertamente el socialismo y el comunismo. En este punto llegamos a un dilema, y es que cada vez que se acercan unas elecciones, el autotitulado “centrismo” desempolva su chaqueta “centro-derecha” para captar votos. ¿Intentan darnos gato por liebre? Hay una forma de comprobarlo, y consiste en no fiarse de las etiquetas y fijarse en lo que propone y defiende cada partido:

1. Defensa del derecho a la vida

La izquierda ha sido la gran promotora del aborto a lo largo del último siglo. Recordemos que el primer país que legalizó ese crimen horrendo fue la Unión Soviética en 1920. Dictaduras comunistas como Cuba, la China comunista y Vietnam figuran entre los países que más desprotegen el derecho a la vida de los hijos por nacer. El comunismo promovió el aborto como una forma de destruir la familia, una institución que tachaba de “burguesa”. Presentarlo como un acto de libre elección fue una aberrante manipulación para convencer a las madres de que sus hijos son un estorbo y una carga. Partidos que se decían de derechas han acabado comprando ese discurso y se ha negado a derogar las leyes abortistas promovidas por la izquierda. Ya va siendo hora de desenmascarar a esos partidos: asumir las tesis antivida y antifamilia de la izquierda te convierte en parte de esa izquierda.

2. La ideología de género

Esta ideología tiene su origen en la extrema izquierda, que pretendían aplicar el esquema marxista de la lucha de clases a los sexos. Sin embargo, partidos que se decían de derechas la ha ido asumiendo en gran medida, sometiéndose a los dictados de la izquierda e incluso votando junto a ella la imposición de esos dogmas ideológicos a toda la sociedad, empezando por los más pequeños. No cuesta mucho dstapar el engaño: si un partido político utiliza términos como “género” en lugar de sexo, “violencia de género” o “identidad de género”, o si usa el llamado “lenguaje inclusivo”, es porque ha asumido las tesis de la izquierda, que considera a los hombres como unos opresores de las mujeres, y que niega toda relevancia al sexo biológico. Si asumes las tesis de la izquierda, es engañoso que te sigas etiquetando como “derecha” o “centro-derecha”.

3. Los ataques a la libertad religiosa

La izquierda lleva más de de dos siglos atacando la libertad religiosa. Marx decía que la religión era el “opio del pueblo”. En varios países, la izquierda ha desatado atroces persecuciones contra los creyentes, especialmente contra los cristianos. Hoy en día esa persecución sigue siendo dura en las dictaduras comunistas, pero en Occidente se está plasmando en nuevos métodos de persecución, en unos casos violentos y en otros basados en leyes que coaccionan a los creyentes y vulneran sus derechos fundamentales, imponiéndoles dogmas ideológicos que atentan contra su libertad religiosa y de conciencia. Esto lo están haciendo también partidos que se dicen de centro-derecha, utilizando excusas como la ideología de género e incluso apoyando las algaradas abortistas de la izquierda contra los católicos, como ha ocurrido en Polonia.

4. Patriotismo y defensa de la Nación

Tanto el socialismo como el comunismo son ideologías internacionalistas desde sus orígenes, y por ello han denostado la Patria, presentándola como parte del entramado opresivo de la burguesía. “Los trabajadores no tienen patria”, escribieron Karl Marx y Friedrich Engels en el “Manifiesto comunista” (1848). Partidos que se decían de derechas han asumido parcialmente ese rechazo al patriotismo, evitando esta palabra como si estuviese apestada, y situando en su lugar conceptos engañosos como “europeísmo”, con el que promueven una tendencia a disolver nuestra soberanía nacional en favor de la élite de Bruselas. Paralelamente, algunos de esos mismos partidos de derechas no tienen reparo alguno en promover planteamientos disolventes de la unidad nacional, utilizando las lenguas regionales -que son parte de nuestro patrimonio cultural- como herramientas para desplazar el español. Si el patriotismo les provoca tanto rechazo como a la izquierda, a lo mejor es porque ya son izquierda.

5. El derecho a la propiedad privada

Este derecho ha sido denostado por la izquierda desde hace mucho tiempo. Tanto comunistas como socialistas utilizan el Estado para ir desgastándolo, unos en mayor medida que otros, arrebatándonos cada vez mayores porciones de nuestros ingresos con la excusa de financiar servicios públicos que nos venden cínicamente como “gratuitos”. Ese expolio se traduce en una presión fiscal cada vez más asfixiante, pero también en trabas constantes -tanto burocráticas como ideológicas- a la creación de empresas y a su actividad, tanto de tipo burocrático como ideológico y en diversos ámbitos (desde una avalancha incesante de leyes autonómicas y de normativas nacionales europeas). Hay partidos que se dicen de centro-derecha pero que han acabado aplicando recetas de la izquierda socialdemócrata, que suponen el paso previo a una cada vez mayor apropiación de nuestros bienes e ingresos por parte del Estado. Si apoyan las recetas económicas de la izquierda, no tiene sentido llamarlos “derecha”.

Elentir

domingo, 16 de enero de 2022

NOTICIAS 15 y 16 de ENERO de 2022



EL DIESTRO

Tres jugadores tienen que abandonar el torneo de apertura del Open…


Djokovic será finalmente deportado y no podrá jugar el Open de Australia


¿Ya tiene el pasaporte? Pues prepare el brazo si quiere renovarlo


Letra en español del fantástico tema: “I Will Not Comply”, de Blind Joe

https://www.eldiestro.es/2022/01/letra-en-espanol-del-fantastico-tema-i-will-not-comply-de-blind-joe/

Quebec quiere poner impuesto a los no pinchados por los costes médicos que generan

https://www.eldiestro.es/2022/01/quebec-quiere-poner-impuesto-a-los-no-pinchados-por-los-costes-medicos-que-generan/


INFOVATICANA

De la crisis de fe a la descomposición de España

https://infovaticana.com/2022/01/16/de-la-crisis-de-fe-a-la-descomposicion-de-espana/


CONTANDO ESTRELAS

Los ataques a Vox y a otros partidos: busca las sutiles diferencias entre estos titulares

https://www.outono.net/elentir/2022/01/16/los-ataques-a-vox-y-a-otros-partidos-busca-las-sutiles-diferencias-entre-estos-titulares/


MENTE ALTERNATIVA

Los datos de 6 meses de Pfizer muestran que sus Inoculaciones COVID ‘causan más enfermedades de las que previenen’, según el Informe de una Alianza de más de 500 Médicos, Científicos, Profesores y Profesionales de la Salud, de Canadá.

https://www.mentealternativa.com/los-datos-de-6-meses-de-pfizer-muestran-que-sus-inoculaciones-covid-causan-mas-enfermedades-de-las-que-previenen-segun-el-informe-de-una-alianza-de-mas-de-500-medicos-cientificos/

Selección por José Martí

El Papa Francisco y los pobres de ‘Pfizer’, en el Vaticano la forma es sustancia, el ‘Chrislam’, América deja de ser católica.



Como quien no quiere la cosa ya estamos en el tiempo ordinario, demasiado ordinario y con los temas de siempre. La epidemia está aquí y no se le ve que esté dispuesta a dejarnos. Vamos aprendiendo a manejar sus caprichos que siguen sorprendiendo y poco más.

Desde estas líneas hemos recomendado en más de una ocasión la vieja película ‘católicos’ que nos parece que ha adquirido un estatus de profética de estos tiempos que vivimos. Hoy encontramos con gozo el artículo de The Wanderer Católicos. La película e introducción de Jack Tollers «Lo primero que hay que destacar es que la novela de Brian Moore que la inspiró, fue escrita un año antes, en 1972, hace exactamente medio siglo. Al año siguiente, 1973, se rodó esta película que presentamos a nuestros lectores, asombrados como estamos ante su actualidad y lo bien tratados que están todos los tópicos, sobre todo el principal, que es el afán procedente de Roma de suprimir de una vez y para siempre la celebración de la misa según el Rito de San Pío V».

«¿Qué ha de hacer un cristiano en una Iglesia decaída, digamos, corrompida; un hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de chillar? «(…) esta película es profética en la medida en que, puesta como está en un futuro no especificado (los tiempos de Vaticano IV), parecería que Roma finalmente conseguirá lo que quiere: sencillamente, la abolición del sacrificio perpetuo».

Entramos en uno de los temas de las noticias de hoy que nos parece especialmente espinoso para el Papa Francisco. Edward Pentin, no dudamos que muy bien informado, nos dice que: «Hemos sabido que el año pasado el Papa Francisco mantuvo reuniones privadas secretas con el director ejecutivo de Pfizer, mientras surgen dudas sobre la efectividad de las vacunas, que ahora son obligatorias para todo el personal y visitantes del Vaticano». Hechos extraños por el personaje, Bourla, y por su secretismo. Un portavoz de Pfizer dijo: «No podemos confirmar ni negar, ya que, de acuerdo con nuestra política, los movimientos de nuestros ejecutivos se consideran confidenciales». Estos encuentros secretos, secretados, no son una excepción y en noviembre de 2019, poco antes del inicio de la epidemia, el Papa Francisco recibió en privado a Melinda Gates, reunión bien conocida en el Vaticano, nunca anunciada ni reconocida oficialmente.

Por el Pontificio Consejo para la Cultura han pasado Stephane Bancel, director ejecutivo de Moderna, el Dr. Anthony Fauci, director médico del presidente Joe Biden, y el Dr. Francis Collins, entonces director de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. El Estado de la Ciudad del Vaticano fue uno de los primeros en administrar vacunas tras firmar un contrato con Pfizer a finales de 2020 para ofrecer su producto farmacéutico Pfizer-BioNTech en exclusiva a todo el personal, y las primeras vacunas datan de principios de 2021. El Papa Francisco y el Vaticano han impuesto la inyección de Pfizer para todo el personal y visitantes desde el 23 de diciembre de 2021. En territorio vaticano a partir del 31 de enero será necesaria la triple vacunación (dos dosis más un refuerzo). Desde la introducción de la vacuna, el Vaticano no ha informado de ningún caso de hospitalizaciones o muertes.

Parolin, descartó esta semana cualquier derecho a la exención por motivos de conciencia porque la vinculación de la vacuna con el aborto “parecen no tener justificación”, ya que el producto de Pfizer solo ha sido probado pero no fabricado utilizando líneas celulares derivadas del aborto. En el Papa Francisco es importante a quien recibe y como, en estos casos en secreto, y a quien se niega a recibir. Parece que el molestan sus cardenales, los de la Iglesia católica, y no los recibe para no perder el tiempo, recibe otros «cardenales» de la iglesia laica, suponemos que para convertirlos. Albert Bourla es una figura destacada en el mundo farmacéutico y empresarial más influyente de EE.UU., relacionado con Bill Gates. Judío sefardí, Bourla es miembro de Business Roundtable, «el aliado más cercano en la comunidad empresarial de BarackObama» junto con Jeff Bezos de Amazon, Tim Cook de Apple, Safra Catz de Oracle.

Si en Italia la forma es sustancia, en el Vaticano lo es todo. En el proceso ‘Becciu’ lo importante, como en todos los procesos que hemos vivido en los últimos tiempos en el Vaticano, es quedar bien, que todo parezca que es perfecto, la apariencia lo es todo, el fondo es un problema menor que hay que gestionar. Cuando el sistema Vaticano choca con sistemas externos se produce una colisión de la que no sale muy bien parado. La Corte Suprema de Italia acusó a los fiscales de ocultar pruebas clave en el juicio del Vaticano por fraude y en el caso paralelo abierto en los tribunales italianos. El Tribunal de Casación ordenó examinar las pruebas antes de decidir si confirma la orden de arresto internacional contra Gianluigi Dorsey, un corredor italiano con sede en Londres buscado por delitos financieros en Italia y el Vaticano. Acusado por el tribunal del Vaticano en julio, su posición está pendiente debido a la legitimidad del proceso de extradición entre Italia y Gran Bretaña y la orden de arresto italiana que lo inició. El Vaticano no tiene acuerdos de deportación con Gran Bretaña. El caso vaticano está rodeado de errores procesales por parte de fiscales vaticanos que ha rechazado las acusaciones. Un tribunal británico dictaminó que los fiscales del Vaticano habían cometido «terribles» errores y malas interpretaciones.

A estas alturas es muy previsible por donde puede salir el Papa Francisco que nos continúa soltando mantras sin muchas explicaciones y fundamentos: “La rigidez es una perversión que viene precisamente del clericalismo, es otra cosa mala y bajo cualquier rigidez siempre hay podredumbre”. Los agraciados del discernimiento son esta ver los Teatinos.

Un grupo de 24 víctimas de abusos , residentes en Bélgica, pidió a la Gran Cámara del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que responsabilizara a la Santa Sede por la violencia de sacerdotes individuales. Las víctimas se habían acercado al tribunal europeo después de que los tribunales locales dictaminaran que el Vaticano no puede ser considerado responsable de los abusos, por la inmunidad debida a los estados soberanos. El Tribunal Europeo considera que el Papa no puede ser considerado el «principal» de los obispos y que «la conducta inapropiada atribuida directamente a la Santa Sede no se ha llevado a cabo en territorio belga sino en Roma; y que ni el Papa ni la Santa Sede estaban presentes en territorio belga cuando se había cometido la conducta inapropiada atribuida a los líderes de la Iglesia de Bélgica”.

Despedida del actual embajador de Italia ante la Santa Sede, Pietro Sebastiani. El próximo embajador italiano es Francesco Di Nitto, Consejero Diplomático durante el gobierno de Monti, de 2011 a 2013, y desde 2013 en la Presidencia de la República con Napolitano y Mattarella.

Mohamed Mahmoud Abdel Salam, juez del Consejo de Estado de Egipto, sostiene que hay campañas alimentadas en Occidente y en los países árabes para hacer creer a la gente que el Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado en Abu Dhabi por el Papa Francisco y el Gran Imán de al Azhar, tendría como objetivo fusionar las diferentes religiones en una «Religión mundial unificada». Explica el contexto del Documento de Abu Dabi que fue concebido como un llamamiento a la paz y la convivencia “dirigido a todos los seres humanos, creyentes y no creyentes”. Pretende desenmascarar la expresión «Chrislam», utilizada por los que quieren «fusionar» el cristianismo y el islam en un solo credo.

Es muy triste que sea en los tiempos del primer Papa procedente de América que estemos ante perdida de la mayoría católica. La atracción que ejerce la teología de la prosperidad que sostiene que la gracia de Dios se refleja en la riqueza material y que está llevando a América Latina, el continente en el que el catolicismo no ha tenido competidores durante siglos, a ser una minoría.

Siguen siendo objeto de comentarios, no precisamente elogiosos, las palabras del Papa Francisco: “Hoy la gente no quiere tener hijos”… “pero hay muchas parejas que tienen perros y gatos”. Un artículo de hoy señala ‘un par de escollos peligrosos’. El primero es lo que llamamos relación causa-efecto: «no tengo hijos (causa determinada) entonces compro perros o gatos (efecto arbitrario». El segundo la supuesta equivalencia entre tener un perro y no tener un hijo: «si no tienes un hijo, entonces cómprate un perro». Es un hecho que hay personas que no tienen ni hijos ni perros, y otras que tienen hijos y perros. El autor lanza una serie de preguntas al Papa Francisco: «¿Cómo se relaciona no tener hijos con tener mascotas?», «¿Cómo depende tener perros o gatos de no tener hijos?», «¿Qué podría causar no querer tener hijos?». Estamos ante otra ‘gracieta’ del Papa Francisco que no es capaz de fundamentar. Es lo que tenemos, es una perdida de tiempo, pretender encontrar respuestas en quién no es capaz de calibrar las consecuencias de sus dichos y hechos.

«Haced lo que él os diga».

Buena lectura.

SPECOLA

Viganò: Cuando temía por mi vida redescubrí la Misa Tradicional



Los que permitís que se prohíba la Misa Tradicional, ¿la habéis celebrado alguna vez? Los que desde lo alto de vuestras cátedras de liturgia dictáis amargas sentencias sobre la Misa de antes, ¿habéis meditado alguna vez en sus oraciones, sus ritos y sus sagrados gestos ancestrales? Me lo he preguntado muchas veces en estos últimos años. Porque yo mismo, que he conocido esa Misa desde pequeño, que cuando todavía llevaba pantalón corto aprendí a acolitarla, prácticamente la tenía olvidada y perdida. Introibo ad altare Dei. Me arrodillaba en invierno sobre las gradas heladas del presbiterio antes de ir al colegio. Sudaba bajo la ropa de monaguillo en algunos días de canícula. Me había olvidado de esta Misa, que fue precisamente aquella con la que me ordené sacerdote el 24 de marzo de 1968, en una época en la que ya se oteaban en el horizonte los primeros indicios de aquella revolución que en poco tiempo despojaría a la Iglesia de su más valioso tesoro para imponer en su lugar un rito adulterado.

Pues bien, aquella Misa que las reformas conciliares suprimieron y prohibieron en mis primeros años de sacerdocio permanecía como un lejano recuerdo, como la sonrisa de una persona querida lejana, la mirada de un pariente difunto y el amable tañido de las campanas en los domingos. Era algo relacionado con la nostalgia, la juventud, el entusiasmo de una época en que las obligaciones eclesiásticas aún estaban por venir, en la que todos creíamos que el mundo podía recuperarse de la posguerra y del peligro del comunismo con un renacimiento espiritual. Queríamos creer que el bienestar económico vendría acompañado de un renacimiento moral y religioso de nuestro país. A pesar del 68, las huelgas, el terrorismo, las Brigadas Rojas y la crisis de Oriente Próximo. Entre mil y un cometidos eclesiásticos, se consolidó en mi memoria el recuerdo de algo que en realidad había quedado sin resolver y que por el momento se había dejado de lado durante años. Algo que esperaba pacientemente, con la paciencia que sólo Dios tiene con nosotros.

Mi decisión de denunciar los escándalos de los prelados estadounidenses y la Curia Romana me brindó la oportunidad de ver desde otra perspectiva no sólo mi misión como arzobispo y nuncio apostólico, sino también el alma de aquel sacerdocio que mi servicio, primero en el Vaticano y más tarde en Estados Unidos, había dejado incompleto; más para mi sacerdocio que para el ministerio. Lo que hasta aquel momento no había entendido me resultó diáfano debido a una circunstancia inesperada, cuando mi seguridad personal pareció peligrar y, de mala gana, me vi obligado a vivir prácticamente en la clandestinidad, lejos de los palacios de la Curia. Entonces, gracias a aquella bendita separación, que actualmente considero una especie de vocación monástica, me llevó a redescubrir la Misa Tridentina. Recuerdo bien el día en que en lugar de la casulla me revestí con las vestiduras tradicionales, gorjal ambrosiano y manípulo. Recuerdo el temor que experimenté al pronunciar, al cabo de casi cincuenta años, aquellas oraciones del Misal que afloraban a mis labios como si las hubiese recitado hacía poco tiempo. Confitemi, Dominus, quoniam bonus en lugar del salmo Judica me, Deus del Rito Romano. Munda cor meum ac labia mea. Estas palabras ya no eran las del acólito o el joven seminarista, sino las del celebrante. De mí que, me atrevo a decir por primera vez, celebraba ante la Santísima Trinidad. Pues si bien es cierto que el sacerdote es una persona que vive esencialmente para los demás –para Dios y para el prójimo–, también es verdad que si no es consciente de su propia identidad y no cultiva la santidad su apostolado será estéril como címbalo que retiñe.

Sé bien que estas reflexiones pueden dejar indiferente, o incluso despertar compasión, en quien jamás haya tenido la gracia de celebrar la Misa de siempre. Pero supongo que pasará igual con quien nunca se haya enamorado y no entienda el casto éxtasis del amado ante la amada, para quien no conozca la dicha de perderse en la mirada de ella. El adusto liturgista, el prelado de clergyman con el pectoral en el bolsillo, el consultor de una congregación romana que va por ahí con el último número de Concilium o de Civiltà Cattolica bajo el brazo, observan la Misa de San Pío V con la atención que pone un entomólogo en el estudio de los insectos, o como un naturalista mira las venas de una hoja o las alas de una mariposa. Es más, a veces me pregunto si lo hacen con la asepsia del cirujano que corta con el bisturí un cuerpo vivo. Pero si un sacerdote con un mínimo de vida interior se acerca a la Misa antigua, independientemente de que la hubiera conocido antes o la acabe de descubrir, quedará hondamente impresionado por la majestuosidad del rito, como si saliera del tiempo y se adentrara en la eternidad de Dios.

Lo que me gustaría que entendieran mis hermanos en el episcopado y el sacerdocio es que esa Misa es intrínsecamente divina, porque en ella se percibe lo sagrado de un modo visceral; literalmente, uno se siente arrebatado al Cielo, en presencia de la Santísima Trinidad y la corte celestial y lejos del mundanal ruido. Es un canto de amor en el que la repetición de los gestos, reverencias y palabras sagradas no tiene nada de superfluo, del mismo modo que una madre nunca se cansa de besar a su hijo y una esposa de repetir a su esposo que lo quiere. Se olvida uno de todo lo demás, porque todo lo que se dice y canta en dicha Misa es eterno, todos los gestos son perennes, quedan fuera de la historia y se está inmerso en un continuum que une el Cenáculo, el Calvario y el altar donde se celebra. El celebrante no se dirige a la asamblea con la preocupación de que se le entienda, o de caer simpático o estar al día, sino que se dirige a Dios; y ante Dios sólo hay una sensación de infinita gratitud por el privilegio de transmitir las oraciones del pueblo cristiano, la alegría y el dolor de tantas almas, los pecados y faltas de quienes imploran perdón y misericordia, el agradecimiento por las gracias recibidas y el sufragio por nuestros seres queridos difuntos. Si se está solo, uno se siente al mismo tiempo íntimamente unido a una interminable multitud de almas que atraviesa el tiempo y el espacio.

Cuando celebro la Misa apostólica, pienso que en ese mismo altar consagrado con las reliquias de mártires han celebrado innumerables santos y millares de sacerdotes empleando las mismas palabras, los mismos gestos, haciendo las mismas inclinaciones y genuflexiones y vistiendo las mismas vestiduras. Y ante todo, comulgado el Cuerpo y Sangre mismos de Nuestro Señor, al que todos hemos sido asimilados en la ofrenda del Santo Sacrificio. Cuando celebro la Misa de siempre, me doy cuenta del modo más sublime y total del verdadero significado de lo que nos enseña la doctrina. Actuar in persona Christi no es la repetición mecánica de una fórmula, sino saber que mi boca dice las mismas palabras que pronunció el Salvador sobre el pan y el vino en el cenáculo; que mientras elevo la Hostia y el Cáliz repito la inmolación de Cristo en la Cruz; que al comulgar consumo la Víctima propiciatoria y me alimento de Dios, y no participo en un banquete. Y junto conmigo, toda la Iglesia: la triunfante, que se digna unirse a mi súplica; la purgante, que la espera para abreviar su paso por el Purgatorio; y la militante, que cobra fuerzas en la batalla espiritual de cada día. Pero si, tal como profesamos con fe, nuestra boca es la boca de Cristo; si de veras las palabras que pronunciamos en la Consagración son las de Cristo; si las manos con las que tocamos la Santa Hostia y el Cáliz son las de Cristo, ¿qué respeto no habremos de tener por nuestro cuerpo para mantenerlo puro e incontaminado? ¿Qué mejor estímulo para permanecer en gracia de Dios? Mundamini, qui fertis vasa Domini. Y, con las palabras del Misal: Aufer a nobis, quæsumus, Domine, iniquitates nostras: ut ad sancta sanctorum puris mereamur mentibus introire.

Me dirá el teólogo que eso es doctrina común, y que la Misa es ni más ni menos que eso, sea cual sea el rito. Racionalmente, no lo niego. Pero si bien la celebración de la Misa Tridentina es una constante exhortación a una continuidad ininterrumpida de la obra de la Redención constelada de santos y beatos, no me parece que eso se pueda decir del rito reformado. Si observo la mesa versus populum, veo el altar luterano o la mesa protestante; si leo las palabras de la Institución como una narración de la Última Cena, percibo las modificaciones introducidas por el Libro de oración común del anglicano Cranmer y el servicio de Calvino; si hojeo el calendario reformado, veo que faltan precisamente los santos que acabaron con los herejes de la pseudoreforma. Y lo mismo pasa con los cantos, que pondrían los pelos de punta a un católico inglés o alemán: oír bajo la bóveda de una iglesia corales de quienes martirizaban a nuestros sacerdotes y pisoteaban el Santísimo Sacramento en desprecio de una superstición papista, debería ayudar a entender el abismo que media entre la Misa católica y su falsificación conciliar. Y no digamos la lengua: los primeros en suprimir el latín fueron los herejes para que el pueblo entendiera mejor el rito; un pueblo al que engañaban impugnando la verdad revelada y propagando el error. En el Novus Ordo todo es profano. Todo es momentáneo, accidental, contingente, variable, mudable. No hay nada de eterno, porque la eternidad es inmutable, como es inmutable la Fe. Y como es inmutable Dios.

Hay otro aspecto de la Santa Misa Tradicional que me gustaría destacar y que nos une a los santos y mártires de otros tiempos. Desde la época de las catacumbas y hasta las últimas persecuciones, dondequiera que un sacerdote celebre el Santo Sacrificio, aunque sea en un sótano, un bosque, un granero o incluso una camioneta, místicamente está en comunión con innumerables testigos heroicos de la Fe, y sobre aquel altar improvisado se fija la mirada de la Santísima Trinidad, se postran adorantes todos los coros angélicos y contemplan las almas purgantes. También en esto, y sobre todo en esto, cada uno de nosotros comprende cómo establece la Tradición un vínculo indisoluble a través de los siglos o sólo con la celosa custodia de dicho tesoro sino también al afrontar las pruebas que supone, incluso la muerte. Teniendo esto presente, la arrogancia del tirano actual con sus delirantes decretos debe confirmarnos en la fidelidad a Cristo y hacer que nos sintamos parte integral de la Iglesia de todos los tiempos, porque la palma de la victoria no se alcanza si no se está dispuesto a combatir el bonum certamen, la buena batalla.

Me gustaría que mis hermanos en el sacerdocio se atreviesen a hacer algo a lo que muchos no se atreven: acercarse a la Misa Tridentina, no atraídos por los encajes de una sobrepelliz o el recamado de una planeta, ni siquiera por la mera convicción racional de su legitimidad canónica, o porque nunca haya sido abolida; sino con el temor reverencial con que se acercó Moisés a la zarza ardiente; sabiendo que cada uno de nosotros, al bajar del presbiterio después del último Evangelio, está interiormente transfigurado por haber estado en presencia del Santo de los santos. Sólo allí, sobre ese místico Sinaí, podemos captar la esencia misma de nuestro sacerdocio, que antes que nada es la entrega de uno mismo a Dios; la oblación total de uno mismo a Cristo Víctima para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas; el sacrificio espiritual que saca fuerzas y vigor de la Misa; la renuncia de uno mismo para dejar lugar al Sumo Sacerdote; señal de verdadera humildad en el aniquilamiento de la propia voluntad y el abandono a la del Padre, siguiendo el ejemplo del Señor; un gesto de auténtica comunión con los santos participando de la misma profesión de fe y el mismo rito. Me gustaría que esta experiencia la tuvieran no solo quienes llevan décadas celebrando según el Novus Ordo, sino sobre todo los sacerdotes jóvenes y todos los que ejercen su ministerio en primera línea; la Misa de San Pío V es para espíritus indómitos, para almas generosas y heroicas, para corazones ardientes de caridad por Dios y por el prójimo.

Lo sé muy bien; hoy en día la vida del sacerdote supone miles de pruebas, estrés, la sensación de estar solo en el combate contra el mundo y ante el desinterés y el ostracismo por parte de los superiores; un lento desgaste que distrae e impide el recogimiento, la vida interior y el crecimiento espiritual. Sé de sobra que esa sensación de asedio, de sentirse como un marinero que gobierna solo una nave en medio de la tempestad, no es sólo cosa de tradicionalistas y progresistas; es el destino común de todos los que han ofrecido la vida al Señor en la Iglesia, cada uno con sus miserias, sus problemas económicos, incomprensión por parte del obispo, críticas de los hermanos y las peticiones de los fieles. Y esas horas de soledad, en las que la presencia de Dios y la compañía de la Virgen se sienten lejanas, como en la noche oscura de San Juan de la Cruz. Quare me repulisti? Et quare tristis incedo, dum affligit me inimicus? Cuando el Demonio se arrastra sinuosamente entre internet y la televisión, quærens quem devoret,aprovechándose traicioneramente de nuestro cansancio. En esos casos, que todos afrontamos como Nuestro Señor en Getsemaní, Satanás quiere atacar nuestro sacerdocio presentándose persuasivo como Salomé ante Herodes para pedirle la cabeza de Juan Bautista. Ab homine doloso et iniquo erue me. Todos somos iguales a la hora de la prueba. Porque el Enemigo no sólo quiere vencer sobre nuestras pobres almas de bautizados, sino sobre Cristo Sacerdote, cuya unción llevamos.

Por eso, hoy más que nunca la Santa Misa Tridentina es la única ancla de salvación del sacerdocio católico, ya que con ella el sacerdote renace todos los días en esos momentos privilegiados de íntima unión con la Santísima Trinidad y obtiene de ella gracias indispensables para no caer en pecado, avanzar en el camino de la santidad y encontrar un sano equilibrio para ejercer su ministerio. Pensar que todo se pueda despachar como una cuestión de simple ceremonia o estética significa que no han entendido nada de su vocación. Porque la Santa Misa de siempre –y lo es de verdad, y siempre se ha opuesto a ella el Adversario– no es una amante complaciente que se ofrece a cualquiera, sino una esposa celosa y casta, como también el Señor es celoso.

¿Queréis agradar a Dios o a quien os tiene alejados de Él? En el fondo, la pregunta siempre es la misma: hay que elegir entre el yugo suave de Cristo y la cadena de esclavitud del adversario. La respuesta se mostrará clara y nítida en el momento en que, deslumbrados por el inconmensurable tesoro que os estaba oculto, descubráis lo que significa celebrar el Santo Sacrificio no como ridículos presidentes de asamblea sino como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor.4,1).

Echad mano del Misal, pedid ayuda a un sacerdote amigo y subid al monte de la Transfiguración; Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt, et adduxerunt in montem sanctum tuum, et in tabernacula tua. Como Pedro, Santiago y Juan, exclamaréis: Domine, bonum est nos hic esse, «Señor, qué bueno es estar aquí» (Mt.17,4). O, con las palabras del salmista que repite el celebrante durante el Ofertorio, Domine, dilexi decorem domus tuæ, et locum habitationis gloriæ tuæ.

Cuando lo hayáis descubierto, nadie os podrá arrebatar aquello por lo cual el Señor ya no nos llama siervos sino amigos (Jn.15,15). Nadie podrá convenceros jamás para que renunciéis a ello obligándoos a contentaros con su adulteración, fruto de una mentalidad rebelde. Eratis enim aliquando tenebræ: nunc enim lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. «Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad, pues, como hijos de la luz» (Ef.5,8). Propter quod dicit: Surge qui dormis, et exsurge a mortuis, et illuminabit te Christus. «Por lo cual dice: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo”» (Ef.5,14).

†Carlo Maria Viganò, arzobispo

(traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 14 de enero de 2022

Noticias 14 de enero de 2022




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