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viernes, 22 de agosto de 2014

Misericordia y Verdad


"Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados" (Lc 6, 36-37) "...Con la medida que midáis seréis medidos vosotros" (Lc 6, 38). Una misericordia que se extiende a todos, incluso a los enemigos: "Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores" (Mt 5, 44-45).

Todo esto son palabras de Jesucristo, que no son cuestionables, pues son palabra de Dios. Escribo estas citas porque pienso que debe quedar muy claro que existe una enorme diferencia entre "juzgar" sobre determinados hechos y realidades y "juzgar" acerca de una persona concreta. Aunque se utilice la misma palabra, se trata de ideas diferentes. 


[Lo propio sería que a dos conceptos distintos les correspondieran dos palabras distintas, pero no es ése el caso en nuestro idioma. El contexto es el que nos dará el sentido en el que estamos usando esa palabra de juzgar].

Nadie puede "juzgar" a una persona (ya hemos oído lo que dice Jesús) pero sí se puede -y se debe- "juzgar" acerca de los hechos, para poder discernir lo que está bien de lo que está mal. Así es como actuaba Jesús. Por ejemplo, a los judíos que iban a lapidar a una mujer por haber cometido adulterio, les dijo: "Aquel que de vosotros esté sin pecado que le arroje la piedra el primero" (Jn 8,7). "Al oír estas palabras se fueron marchando uno tras otro, comenzando por los más ancianos, y se quedó solo con la mujer, que estaba delante (...). Jesús le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?" Ella contestó: "Ninguno, Señor". Jesús le dijo: "Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más" (Jn 8, 9-11). 



Jamás nadie en el mundo ha pronunciado (ni jamás podrá pronunciar) estas palabras que dijo Jesús a los fariseos: "¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado?" (Jn 9,46). Y se callaron, porque sabían que decía verdad. Y es que Él es el Justo entre los justos y el Santo entre los santos: Él es Dios. Y, sin embargo, siendo Dios, como lo era, por puro Amor a nosotros, se hizo "semejante a los hombres; y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,7-8), y "fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Heb 4,15).


Jesús llama a las cosas por su nombre: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6). "Todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18, 37). "Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis?" (Jn 9,46b). En este caso, la verdad era que la mujer había pecado cometiendo adulterio; y Jesús, en quien no cabe la mentira, no excusa su pecado, sino que le dice: "no peques más" (Jn 8,11). 


El pecado nunca es justificable. Claro que Jesús va mucho más allá: Él ve el corazón de esta mujer; y conoce que está arrepentida (no necesita de sus palabras para saberlo). Jesús ama al pecador y no desea otra cosa que perdonarle. Pero odia el pecado, porque conoce la inmensa gravedad del pecado; sabe que es un "misterio de iniquidad" (2 Tes 2,7) y una tremenda ofensa a Dios; es algo cuya perversidad somos incapaces de imaginar. 


El pecado es la única causa de todos los males que hay en el mundo: hace mucho daño a las personas. Démosle importancia y mucha. No olvidemos que fue el pecado de Adán la causa de la venida de Dios al mundo en la Persona de su Hijo, para redimirnos y hacer posible nuestra entrada en el cielo, de modo que pudiéramos estar junto a Él. Hasta ese extremo llegó el amor que Dios nos tenía y nos tiene: un amor que sólo espera de nosotros -de cada uno- ser correspondido de la misma manera. 

Ya conocemos la expresión "amor con amor se paga". Dios desea nuestro amor y por eso nos ha creado libres; sin libertad no puede haber amor. Y así, aunque salir del pecado sea, sin duda, lo mejor para nosotros, Dios no nos podrá perdonar si no ponemos de nuestra parte. No es que Él no pueda hacerlo (en principio claro que podría, puesto que Dios todo lo puede) ... pero una vez que nos ha creado del modo en que lo ha hecho, es decir, libres ... porque así lo ha querido ...  en cierto modo se ha hecho impotente. Y así resulta que requiere de nuestra colaboración, es decir, de nuestra respuesta amorosa a su Amor como condición necesaria para nuestra salvación.


El perdón supone la vuelta a Dios, que es Amor. Y como el amor no puede imponerse, Jesús pone sólo una condición para poder perdonarnos, y es ésta: el pecador debe reconocer su pecado como tal pecado, y arrepentirse de él, con el propósito firme de no volver a pecar más, por una parte; pero, sobre todo, con la confianza completamente puesta  en Dios, manifestado en Cristo Jesús, sabiendo que no debemos preocuparnos demasiado pues, como dice San Pablo "Dios no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 cor 10, 13). 


Es una verdad de fe, fundamental para nuestra existencia conocer que "Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida en Cristo" (Ef 2, 4-5). Sin embargo, Él mismo se ata las manos para darnos esa Vida que, libremente, debemos desear y pedírsela, con la seguridad -eso sí- de que nos la concederá si se la pedimos con fe. Es cierto que tener la Vida de Dios en nosotros es algo que nadie puede conseguir con sus solas fuerzas, es pura gracia: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15,5). Pero es igualmente cierto que si queremos (es decir, si queremos a Jesús) entonces con Él lo podemos todo: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4,13). 


[Podríamos decir que, con relación a nuestra salvación todo depende de Dios, pues todo es Gracia, pero también todo depende de nosotros, pues hemos sido creados libres para aceptar o rechazar esa Gracia que se nos ofrece y que no se nos puede imponer]


En fin, como digo, hasta tal punto esto es así que Dios no nos podría perdonar si nosotros no quisiéramos ser perdonados. Éstas son sus palabras: "Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada (...) ni en este mundo ni en el venidero" (Mt 12, 31-32). 


¿Qué significa esto? Pues ya lo hemos visto: Dios nos ha creado libres para que, haciendo uso de nuestra libertad, lo amemos con amor verdadero. El amor verdadero requiere de un yo y un tú que mutuamente "se dicen" su amor. Puesto que son notas esenciales del amor la libertad y la reciprocidad amorosa entre los que se aman, faltando alguna de ellas, tal amor no podría darse. 


La conclusión salta a la vista: El Espíritu Santo es Amor. Un pecado contra el Espíritu es un pecado contra el Amor, es el rechazo del Amor. El que peca contra el Espíritu Santo y peca, por lo tanto, contra el Amor, es aquél que no quiere saber absolutamente nada  del Amor que Dios le tiene. 


Dios insiste una y otra vez, continuamente, a cada instante, porque nada desea más que recuperar el amor de esta "oveja perdida", a la que dice: "Dame a ver tu rostro, hazme oír tu voz, que tu voz es suave y es amable tu rostro" (Cant 2,14b). Tenemos infinidad de oportunidades para volvernos a Él: cada día es una nueva oportunidad de volver a empezar. 


Nunca es demasiado tarde, mientras vivamos. Pero es preciso ser generosos y responder lo más pronto posible y sin condiciones. De lo contrario nuestro corazón se puede ir endureciendo con el paso del tiempo. Y aunque en teoría es posible la conversión, cada vez se hace más difícil ... y, en verdad, casi imposible, excepto si ocurre algún milagro de por medio, como sucedió en el caso de San Pablo... pero eso no es lo normal. 


De modo que es preciso hacer silencio en nuestro interior, para poder escucharle y darle una respuesta. Él está a la puerta de nuestro corazón, llamándonos de modo insistente y continuo: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y abre la puerta Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3,20)

martes, 19 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (18) [Concilio Vaticano II]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

No deja de ser curioso -y preocupante- que estos cristianos "tristes" a los que se refiere el papa Francisco son precisamente aquellos mismos cristianos de los que habla cuando dice en su entrevista que hay también grupos cristianos fundamentalistas. Estos "fundamentalistas" serían los que podríamos llamar "malos católicos" (mundanos, espiritualmente hablando, según el papa Francisco; y muy peligrosos). Como claro ejemplo de malos católicos-desde esta perspectiva- estarían los Franciscanos de la Inmaculada y todos aquellos que siguen manteniéndose fieles a la Tradición multisecular de la Iglesia, aquellos que hacen oración ante el Sagrario y participan en el santo sacrificio de la Misa y creen que Jesús está realmente presente en la hostia consagrada; en fin los "malos católicos" serían aquellos que, contra viento y marea, han permanecido fieles, durante toda su vida, a las verdades establecidas como dogmas en la Iglesia de siempre, porque han visto en ello la voluntad de su Fundador, Jesucristo, a quien aman sobre todas las cosas.

Y los "buenos católicos", siempre según esta "ideología", serían aquellos que dicen amén a todo lo que el Papa diga o le parece que ha querido decir, simplemente porque son palabras del Papa, como si el Papa fuese Dios. Esto es lo que podríamos llamar "papolatría". Se olvida así algo que es esencial y que todo cristiano debe de conocer, a saber: no pertenecemos a la Iglesia de un determinado Papa sino a la Iglesia fundada por Jesucristo. [El Papa, como persona humana que es, cuando no habla ex cathedra, puede equivocarse. Y hasta ahora nunca ha hablado ex cathedra]. Un cristiano tiene la obligación de conocer bien los fundamentos de su fe. Y no olvidar que, sea quien sea el que lo diga, si alguien (aunque fuera un ángel del cielo) predica un Evangelio distinto del que se nos ha transmitido en la Sagrada Escritura, debe ser considerado como anatema (o sea, maldito), según nos dice el apóstol Pablo en la epístola a los Gálatas, capítulo 1, versículos del 6 al 10

Así pues: se diga lo que se diga, la opción por la Verdad, o sea, la opción por Jesucristo, es lo único que tiene que preocupar verdaderamente a un católico que se precie de tal. ¡Eso sí, no por un Cristo a la carta, sino por Jesucristo fielmente interpretado por la Tradición de la Iglesia de veinte siglos! Nadie se puede permitir el lujo de interpretar a su gusto el Evangelio [como ocurre en el caso de los protestantes, para quienes cuenta la sola Escritura]. La institución del Papado es un dogma de fe y nos da una seguridad absoluta acerca de la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras, en lo que tienen de esencial con vistas a nuestra salvación. Si perdemos esto de vista, entonces lo hemos perdido todo.

[¡No debemos confundir el Papado con lo que un determinado Papa diga en un determinado momento, por muy Papa que sea! Un Papa que negara, "de alguna manera", algo de lo establecido anteriormente como doctrina segura, tendría que ser cuestionado en su fe por el conjunto de obispos y cardenales que componen la Iglesia ... pues se trataría de un Papa "hereje",  lo que es una contradicción; en ese caso tendría que ser depuesto. No estoy diciendo que ése sea el caso del papa Francisco [tampoco estoy diciendo que no lo sea]. Es un tema muy delicado, porque habría que demostrar de un modo que no diera lugar a dudas de que eso es así. E incluso, supuesto el caso de que se demostrase, el Papa siempre podría decir que no se había interpretado bien lo que dijo; o podría perfectamente retractarse de ello. En ambos casos no perdería su cargo. En fin, este tema merecería un estudio aparte]


Curiosamente se sigue diciendo, usando la expresión hermenéutica de la continuidad, debida al anterior Papa Benedicto XVI que, con las reformas que se están haciendo hoy en la Iglesia - y con las que se pretenden hacer - no se quiere romper con el pasado, sino que hay continuidad. La Iglesia sigue siendo la misma pero adaptada a los tiempos modernos. Esto es la teoría. La realidad lo desmiente. Los hechos que hoy en día se están produciendo indican más bien ruptura que continuidad, con relación a la estructura de la Iglesia de veinte siglos ... ¡como si la Iglesia hubiera comenzado hace cincuenta años, a raíz del Concilio Vaticano II!. Siempre se habla del Concilio, como sinónimo del Concilio Vaticano II (y sólo de ese Concilio y no de los veinte Concilios anteriores), y del espíritu del Concilio (que nadie sabe en qué consiste), porque un espíritu puede ser bueno y puede ser malo [excepto, claro está, si estamos hablando del Espíritu Santo, pero éste "sopla donde quiere y oyes su voz pero no sabes de dónde viene ni adónde va" (Jn 3,8)]. Queda claro que ese Espíritu no se deja agarrar por nadie, sino que es libre y siempre va unido a Jesús: "El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad" (2 Cor 3, 17). Recordemos también que Jesucristo dijo de sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6) y también: "La Verdad os hará libres" (Jn 8,32). En la unión con el Señor Jesús (que es la Verdad) unión posible por el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, encontramos nuestra auténtica libertad: una libertad que va unida siempre a la Verdad, que es Jesús, y una libertad que nos es dada porque estando con Jesús tenemos su mismo Espíritu en nosotros, por pura gracia. 


Y, sin embargo, p
arece como que si se contradice algo (¡no estoy diciendo que se contradiga todo, tan solo algunos puntos!) de lo que fue aprobado en el Concilio, se estuviese, por ello mismo, actuando en contra de la Iglesia, lo que es absolutamente falso. El Espíritu Santo va siempre de la mano de Jesús. Todo lo que nos oculta a Jesús, nos oculta también su Espíritu. Y nos hace esclavos (aun cuando sea el mismo Concilio Vaticano II)


Y de hecho ocurre que dicho Concilio, que pretende imponerse como si fuese Palabra de Dios, inspirada directamente por el Espíritu Santo, contiene -sin embargo- una serie de puntos de dudosa ortodoxia [entre ellos la colegialidad, la libertad religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso; aunque no son los únicos]. Por eso mismo no podía nacer con vistas a dar definiciones de tipo dogmático, lo que sí ocurrió con los veinte Concilios anteriores. En teoría nació como un concilio meramente pastoral, en sus intenciones. Y efectivamente no ha definido nada de modo dogmático. Lo extraño del caso es que siendo eso así, como lo es, ¿a cuento de qué esa obsesión en querer imponer a los cristianos una visión tan estrecha de lo que es la Iglesia, reduciéndola a lo que se dice en el Concilio Vaticano II? [máxime cuando dicho Concilio, como digo, tiene algunos puntos muy discutibles desde un punto de vista ortodoxo] La Iglesia es mucho más que eso. Y es el Espíritu Santo (el auténtico, el Espíritu de Jesús) el que la anima y no el "espíritu" del Concilio. 

Del Concilio Vaticano II hay que tomar como absolutamente cierto aquello que está en conformidad con lo que se dijo en los Concilios anteriores, que sí nacieron como dogmáticos. Y, ante la menor duda, un católico debe ir a lo seguro, o sea, a lo definido dogmáticamente por la Iglesia de siempre. De ese modo, aunque sea tachado de "fundamentalista" o de "cristiano triste", puede tener la conciencia tranquila de que está cumpliendo con lo que Dios quiere. Su único "fundamentalismo" (del que puede sentirse orgulloso) consiste en que intenta hacer realidad en su vida las palabras de la Escritura que dicen que: "en cuanto al FUNDAMENTO nadie puede poner otro distinto del que está puesto, que es JESUCRISTO" (1 Cor 3, 11). Bendito fundamentalismo éste, que no se caracteriza precisamente por ningún tipo de violencia 
contra los demás, ni ideológica ni física, (en contra de las afirmaciones del Papa Francisco, en este sentido)




Estamos llegando a una situación límite, en la cual serán muy pocos  los católicos que lo sean de verdad ... y desde luego, no lo serán aquellos que siguiendo doctrinas "oficiales" de la Iglesia, se dejen engañar 
[Digo con toda idea, "se dejen engañar" porque no debemos olvidar que sólo será engañado el que quiera serlo]- por los dichos y retóricas de una inmensidad de "falsos pastores" que surgirán apareciendo como portadores de la auténtica palabra de Dios, cuando serán, en verdad, "lobos disfrazados de ovejas", "ladrones y salteadores", a quienes no les importan en absoluto las ovejas: el "mensaje" que "prediquen" será meramente humano y la figura y la realidad de Jesús quedará relegada a su mínima expresión. 

En esa "nueva doctrina" ya no habrá lugar para nuestro gran Amigo y nuestro Único verdadero Amigo, que es Jesucristo. Las palabras que oiremos serán palabras de hombres, pensadas por hombres y para los hombres. Para dar impresión de continuidad nos encontraremos con el nombre de Jesucristo, pronunciado de vez en cuando, pero este Cristo no será ahora el Cristo real, aquél que formó parte de nuestra historia y que se manifestó como verdadero hombre, y también como verdadero Dios. Será simplemente un Cristo simbólico y lo esencial, en esta "nueva religión" (por llamarla de algún modo) será la solidaridad (¿?) entre los hombres. Cualquier viso de sobrenaturalidad será considerado como peligroso y tachado como sospechoso de "mundanidad espiritual".


Me viene a la mente la escena en la que María Magdalena fue al sepulcro, muy temprano, en la madrugada del domingo, y se encontró con que la piedra del sepulcro estaba quitada. Se quedó fuera, llorando junto al sepulcro. Y cuando dos ángeles, vestidos de blanco, le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?", ella contestó: "Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto" (Jn 20, 13). La situación actual por la que atravesamos es muy parecida: Nos han quitado al Señor y no sabemos dónde se encuentra. 


Pues bien: ante tantas pruebas como nos esperan, es fundamental tener las ideas muy claras, y pedirle a Dios que nos conceda una fe sincera y auténtica pues, como dijo el mismo Jesús: "llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios" (Jn 16,2). Los católicos auténticos serán considerados como "malos", "retrógrados", etc... y serán perseguidos por los que se considerarán a sí mismos "buenos católicos, "progres", "puestos al día", "en conformidad con los tiempos actuales", etc... y, además, como poseyendo la verdad, engañando así a miles y miles de católicos, que prestarán oído a sus fábulas, ... pues la  "verdad" que prediquen no será la Verdad (con mayúsculas), que es Cristo. El número de los que conozcan de veras a Jesús será muy limitado, reducido a unos pocos, muy pocos, aquellos que no se avergüencen del Nombre de Jesús, como Dios y hombre verdadero.


Cuando eso ocurra -y ya está ocurriendo en algunos lugares- hagámonos el propósito de grabar en nuestra mente y en nuestro corazón estas hermosas palabras de Jesús, que están dirigidas a cada uno de nosotros, para que no tengamos miedo. Decía Jesús [y sus palabras tienen siempre actualidad]: "Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y LEVANTAD LA CABEZA porque está cerca vuestra redención" (Lc 21, 28). Y estas otras: "Vosotros ahora tenéis tristeza, pero OS VOLVERÉ A VER Y SE OS ALEGRARÁ EL CORAZÓN Y NADIE PODRÁ QUITAROS VUESTRA ALEGRÍA" (Jn 16,22)

(Continuará)

¿Fundamentalismo cristiano? (17) [ Evangelización nueva" ]

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Da la impresión (y es más que una impresión) de que cuando se habla de la "nueva" evangelización se estuviera pensando en una evangelización "nueva" [en el sentido de diferente], pues cada vez son menos los pastores que transmiten fielmente el mensaje que Jesucristo nos dejó: callan y ocultan verdades fundamentales; y hacen una selección de pasajes evangélicos que, a su vez, interpretan eliminando siempre todo aquello que no pueden entender; o sea, eliminan lo sobrenatural ... de modo que lo que se nos transmite, lo que nos llega ya no es la auténtica palabra de Dios, sino una palabra "filtrada" según criterios puramente humanos. 

Se quiere sustituir la Religión de Dios por la religión del hombre: en esta "nueva religión" todo tiene una explicación racional, o mejor, "racionalista" ... ¡Hay, sin embargo, una pega, un "ligero"  inconveniente y es que esa "religión" no es la Religión Católica, sino un espécimen, cuajado de mentiras e inventado por una serie de teólogos que han perdido la fe en Jesucristo como verdadero Dios y ven en él tan solo un mero hombre! 

En esa "nueva religión" (por llamarla de alguna manera, pues no es la Religión Católica, aunque se diga otra cosa) habría que reescribir todo el Nuevo Testamento. Y quedarse sólo con lo que se entienda ... y si se mantuviese algo de lo que no se entiende, entonces se le daría una explicación de tipo simbólico. En ese "nuevo engendro" [¡que no evangelización!] las grandes verdades de nuestra fe son eliminadas: Jesucristo no resucitó realmente, ni ascendió a los cielos; sus milagros y los de sus apóstoles son mentiras piadosas; la virginidad de María y su Asunción en cuerpo y alma a los cielos es una falsa leyenda, etc... En definitiva, se quiere quitar todo valor histórico a los Evangelios y transformar su contenido en algo simbólico. Lo importante no serían los hechos que, según ellos, no ocurrieron, sino el sentimiento religioso. En fin, se pretende construir un edificio sin cimientos, una Iglesia sin base, sin fundamento, minimizando y disminuyendo la figura de Jesús. Esto no ocurrirá de modo global, pero serán muchos los que serán seducidos y pensarán -no sin culpa- que están obedeciendo a Dios, cuando en realidad, obedecen preceptos de hombres.

¿Qué está ocurriendo aquí? Simplemente una repetición más del primer pecado, causa de todos los males que afligen a la humanidad. Adán y Eva cayeron en la tentación del "seréis como Dios" (Gen 3, 5). Su gran pecado fue la soberbia, seguido de la mentira y de no reconocer su culpa. El hombre de hoy, como el de todos los tiempos, no es -tampoco en esto- muy original: pretende abarcar a Dios (que es inconmensurable) y hacer un dios a su medida, fabricándose su propia religión, una "religión" que sería cambiante con los tiempos, etc... O sea: ¡un auténtico disparate, basado en la mentira más atroz! ... cuyo origen se encuentra básicamente en el modernismo, teoría filosófica condenada expresamente por el papa San Pío X en su encíclica "Pascendi". El modernismo no es una herejía más, sino la suma de todas las herejías. Por desgracia para nosotros, este tipo de filosofía ha influido mucho en bastantes sectores "progres" de la Iglesia Católica (sectores de gran influencia) así como en la génesis, desarrollo y aplicación del CVII, del que se ha dicho algo en otras entradas, con las consecuencias perniciosas que todo esto ha tenido para la Iglesia, y que ya conocemos.

¡Pero la mentira no es buena!. Ya conocemos la opinión que le merecen a Jesús los mentirosos (una opinión que coincide con la realidad de las cosas). Recordemos lo que dijo, en cierta ocasión, a los judíos: "Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cumplir las apetencias de vuestro padre; el era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira de lo suyo habla, porque es mentiroso y el padre de la mentira" (Jn 8, 44). Son palabras muy fuertes, pero así es. Y continúa diciendoles Jesús: "Sin embargo, a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8,45) 

¿A quien hacemos caso, entonces? ¿A aquellos hombres [¡y no importa que algunos de esos hombres sean pastores de la Iglesia, porque serían falsos pastores!] que nos quieren apartar de Dios, del único y auténtico Dios que es el que se ha manifestado en Jesucristo, como verdadero Dios y como verdadero hombre ...  o a Jesús, tal como aparece en los Evangelios y en la Tradición de la Iglesia Católica de casi dos mil años, a quien hemos conocido como a nuestro Amigo y como a nuestro Maestro? ¿A quién vamos a creer?

Es importante tomar una decisión en este sentido porque nos va en ello la salvación eterna. No podemos esquivar la decisión. Tampoco podemos excusarnos ni culpar a nadie de la decisión que tomemos, una decisión libre de la que seremos los únicos responsables. Decía Jesús: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22). 

Debemos, pues, mantenernos vigilantes: "Ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13, 11), nos decía el apóstol san Pablo, "porque vuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quien devorar" (1 Pet 5,8) [palabras del apóstol Pedro]. Para vencer en esta batalla contra el diablo tenemos que ponernos la armadura de Dios (Ef 6,13) ... "tomando en todo momento el escudo de la fe" (Ef 6,16a).  "Resistidle firmes en la fe" (1 Pet 5, 9), decía el apóstol Pedro. Y San Juan:  "Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5,4). El Señor insiste mucho en la necesidad de la fe si queremos salvarnos, una fe que debemos pedirle machaconamente y con confianza, pues sin ella estamos perdidos y derrotados. Sigue diciendo san Juan: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el hijo de Dios?". (1 Jn 5,5)

Una "religión" en la que la figura de Jesucristo [del Jesucristo real histórico, no del inventado por algunos teólogos de pacotilla que han perdido la fe] hubiera desaparecido, nos la hubieran robado, sería cualquier cosa menos la verdadera religión. Por supuesto que tal "religión" no sería la Religión Católica [si acaso esto llegara a producirse] y, además, y sin ningún problema de conciencia, no sólo no habría obligación de ser obedecida. Nuestra obligación [ante Dios que es ante quien hemos de rendir cuentas] no podría ser otra que la desobediencia, pues "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 


Lo más sorprendente de todo es que este "nuevo" mensaje "evangélico" [que poco o nada se parece al auténtico, al que hemos recibido los católicos -por pura gracia y sin ningún mérito- a través de los buenos pastores que la Iglesia Católica siempre ha tenido] pretende, sin embargo, aparecer como católico; y no sólo eso, sino que se está llegando hasta el punto - así se está haciendo ya en algunos lugares- de 'imponer' esa visión meramente humanista de la religión católica a todos los católicos. Esto es muy grave (y nos sitúa en lo que diré después acerca de quiénes son, en verdad, los "fundamentalistas" cristianos, los llamados violentos por el papa Francisco)

Los que no comulgan con ese enfoque de la vida cristiana son considerados como rémoras que están retrasando el progreso de la Iglesia, hasta el punto de que los que no piensan conforme a esta "nueva" idea de Iglesia son tachados por el propio Papa de cristianos tristes,   anestesiados, formalistas, hipócritas, etc, ... Incomprensible, pero ahí están los hechos, que hemos señalado tantas veces en estas entradas, para demostrarlo. 

(Continuará)

sábado, 16 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (16) [Formación y oración]

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Lo señalado anteriormente es muy importante, porque la fidelidad y la obediencia de un católico es debida sólo a Cristo y al Papado como Institución que Él fundó, constituyendo como primer Papa al apóstol Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré MI IGLESIA" (Mt 16, 18). La misión del Papa es la de guardar el depósito recibido (1 Tim 6,20). Las Sagradas Escrituras y la Tradición de la Iglesia multisecular (fiel intérprete de la Palabra Revelada) son la base sobre la que debemos edificar nuestra vida como católicos que, si lo somos es por pura gracia de Dios y no por nuestros méritos personales. 

Nadie puede cambiar la doctrina que ha recibido por otra diferente: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado ¡sea anatema!" (Gal 6,8). Y continúa, acto seguido: "Como hemos dicho, y ahora vuelvo a decirlo, si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 6,9).  La palabra anatema significa maldito de Dios (excomulgado). 


San Pablo insiste en este punto que es central para la supervivencia de la Iglesia como la auténtica Iglesia, aquella de la que dijo Jesús que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18b). Y así será, por mucho que sea combatida: "El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). 


De modo que nadie -absolutamente nadie- (¡y el Papa menos que nadie!) puede cambiar un ápice acerca de la doctrina que ha recibido (¡que no es suya!). Los dogmas definidos, de una vez para siempre, por la verdadera y única Iglesia, que es la Católica, son intocables. No debemos olvidar que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos" (Heb 13,8) 


La influencia de los errores modernistas tanto en la gestación como en el desarrollo y en las aplicaciones concretas del Concilio Vaticano II ha sido el factor clave para que hayamos llegado a la situación en la que nos encontramos hoy en la Iglesia, una Iglesia que - justo es decirlo, porque es la verdad-, se parece cada vez menos -y en algunos lugares, no se parece absolutamente nada- a la Iglesia que algunos hemos conocido, aunque haya sido sólo por poco tiempo. 

Esa labor "pastoral" (de apertura al mundo y de "aggiornamiento") que comenzó hace ya más de cincuenta años con el Concilio Vaticano II (y que-sin duda- habrá sido realizada con la mejor de las intenciones), sin embargo, ha producido frutos nefastos. Esto son hechos indiscutibles, el más importante de los cuales, a mi entender, es que el número de católicos que conocen su fe ha disminuido de modo alarmante ... porque ya no se les habla de Jesucristo ... y no se les habla de Jesucristo porque una gran mayoría de los que tienen la misión de hacerlo no creen ya en Jesucristo ... sino en "otra cosa", en algo que nada tiene que ver con la Palabra de Dios contenida en los Evangelios y Revelada en Cristo Jesús para nuestra salvación.


Son muchos los "católicos" que se han dejado llevar por los "malos pastores" y que están, por lo tanto, fuera del Camino y alejados del único verdadero Pastor que es Jesucristo, aquel que conoce a sus ovejas y que es conocido por ellas, según dice san Juan: "Yo soy el buen Pastor; conozco las mías y las mías me conocen a Mí" (Jn 10, 14). Se trata de ovejas que han pasado a pensar como el mundo y a actuar con los criterios del mundo, criterios que son incompatibles con la fe ... "¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?. Por tanto, el que desee ser amigo de este mundo, se hace enemigo de Dios" (Sant 4,4). Hay muchos "católicos" que piensan que lo son cuando, en realidad, hace ya mucho tiempo que dejaron de serlo ... porque aquello en lo que creen no tiene nada que ver con lo que la Iglesia infalible siempre ha dicho, a lo largo de casi dos mil años.

Por eso el católico de hoy, y esto con más urgencia que nunca, tiene la obligación de conocer su fe, su verdadera fe, acudiendo a los buenos pastores, que siempre los hay, aquellos que, de verdad, se preocupan por sus ovejas y que, como su Maestro, están dispuestos a dar su vida por ellas. Y leyendo, y meditando, en la presencia de Dios (a ser posible delante del Sagrario) la Sagrada Biblia, en particular el Nuevo Testamento, a cuya luz puede comprenderse el Antiguo. De no hacerlo así, corre el riesgo -y más que riesgo-  de perderse entre el marasmo de falsas ideas que están en el ambiente y la confusión que reina en casi todos los ámbitos, también los religiosos.




Por desgracia, hay "pastores" que han claudicado y de los que se podría decir, sin miedo a equivocarnos, que han acabado perdiendo la fe; y así resulta que no predican a Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, sino "doctrinas" humanas, que nada tienen que ver con la verdadera Palabra de Dios, contenida en los Evangelios.

Esa es una de las razones -y no la menos importante- por las que hay tan poca asistencia a misa entre los cristianos: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31). Al faltar la fe se enfría la caridad. Y Jesús no seduce a los jóvenes porque no se predica sobre Él ... ¡no lo conocen y están perdiendo lo más maravilloso de la vida! ¿Por qué, si no, surgen hoy tan pocas vocaciones entre los jóvenes? ¿Es que Dios ha enmudecido y no llama ya a nadie a embarcarse en la gran aventura que supone seguirlo?... 


¡Dios sigue llamando ... pero son muchas las distracciones que nos impiden oírlo! Necesitamos hacer silencio en nuestro corazón. Y leer el Evangelio junto al Sagrario, con total disponibilidad y sin ningún temor a lo que Él nos quiera pedir. Necesitamos oír su Voz, su auténtica voz, no aquellas "voces que aturden" y que, en realidad, nos alejan de Jesús, aunque no paren de hablar de Él, porque lo que nos presentan es un Jesús desfigurado, un Jesús que es pura invención humana. Nos ocultan al Jesús verdadero, el que aparece en los Evangelios, el único que puede conmover los corazones, sobre todo los de los jóvenes, que suelen ser los más generosos y los más dispuestos ... 


Lo que subyuga, lo que atrae, lo que seduce, lo que llena el alma, lo único capaz de hacernos felices, ya en este mundo, con la máxima felicidad de la que aquí somos capaces, es sólo, única y exclusivamente la figura y la Persona de Jesucristo. Lo que ocurre, para nuestro mal y nuestra desgracia, es que los jóvenes no conocen a Jesús ... no lo conocen porque no oyen hablar de Él pues lo que oyen, con demasiada frecuencia, no es su Palabra, la cual suele ser escamoteada, en el mejor de los casos. Y si no lo conocen, ¿cómo se van a enamorar de Él? En muchas "pastorales" se ha cambiado la fe en Jesucristo por la fe en el hombre, pensando que así van a atraer más gente: ¡craso y grave error, que está teniendo consecuencias muy graves!


Este mundo sólo pueden salvarlo los santos; y todos los cristianos estamos llamados a la santidad, es decir, a conformar nuestra vida con la vida de Jesús. Pero, ¿cómo será eso posible si no nos hemos encontrado con Él, si no lo conocemos, si nadie nos ha hablado de Él? De ahí la importancia de adquirir una mayor formación en el conocimiento de nuestra fe, la fe de la Iglesia de veinte siglos -que está siendo olvidada- la única fe que puede vencer al mundo (1 Jn 5,4).  Y luego -y sobre todo- la gran receta que Jesús mismo nos dio para estos casos, y en realidad, para todos: la oración: "La mies es mucha, pero los obreros pocos. ROGAD, por tanto, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2). La oración es la debilidad de Dios y la fuerza del hombre. Si le rogamos insistentemente, con confianza plena y sin ningún resquicio de duda, Él nos escuchará y hará que surjan esos santos que la Iglesia de hoy tanto necesita para sobrevivir.



(Continuará)

martes, 12 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (15) [Relativismo]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Da la impresión- y posiblemente sea más que una mera impresión- de que lo que hoy se está pretendiendo en la Iglesia, y por eso tiene el aplauso del mundo, es una especie de "fraternidad universal", al estilo masónico. Se piensa que así habrá mayor paz en el mundo (entendiendo la paz como la entiende el mundo, esto es, como ausencia de guerra). 

En esta "nueva religión" que podríamos llamar LA RELIGIÓN DEL HOMBREtodos tendrían cabida.


- No habría roces entre las diferentes religiones, las cuales serían como un anexo histórico de esa única Religión Universal, inventada por el hombre para ser feliz (sólo para esta vida, claro está, puesto que no hay otra). 

- Cualquiera que actuase en conciencia pertenecería a ella (el concepto de bien y de mal desaparece. Bueno y malo es lo que a mí me parece que es bueno o malo).
- Ya no habría trabas de ningún tipo, pues todo estaría permitido y bien visto ... todo, excepto lo que podríamos llamar pecado social. Es decir, si yo no robo ni mato, puedo tener la conciencia tranquila ... De lo que se trata es de no molestar a nadie...
- Si alguno tiene algún tipo de creencias debe tenerlas  para sí mismo, de modo privado ... pero tales creencias no deben manifestarse nunca en la vida pública ... Así se evitarán confrontaciones y posibles conflictos. 

Algo parecido, por así decirlo, al "mundo feliz" de Aldous Huxley, aunque con otras connotaciones ... Sin embargo, como no podía ser de otra manera, la realidad demuestra que estos "objetivos" no pueden llevarse jamás a cabo. Se trata de una utopía irrealizable, porque parte de una idea falsa de lo que es la naturaleza humana. Si la premisa de la que se parte es errónea, los resultados a los que conduce  "teóricamente" tienen que ser necesariamente falsos  y engañosos e imposibles de llevar a cabo en la realidad real. Un intento de puesta en práctica de estas ideas, supondría un verdadero suicidio de la humanidad: cambiar el Dios real por el dios inventado por el hombre es un autoengaño, una mentira, que no puede sino tener consecuencias catastróficas.



La actuación del papa Francisco en lo que lleva de Pontificado está sembrando mucha confusión entre los cristianos ... bueno, entre aquellos cristianos que creen en el carácter sobrenatural de la Iglesia, y van a Misa y comulgan, y creen que Jesucristo está verdaderamente presente en el Sagrario y es verdadero Dios, etc.; es decir, entre los cristianos que no han perdido la fe en la Iglesia de siempre, aquélla que fue fundada por Jesucristo. 


Resulta difícil de entender -y, sin embargo, los hechos están ahí para demostrarlo- que el mismo papa Francisco está dando la impresión, tanto en sus declaraciones -de cualquier tipo- como en sus viajes, de que lo esencial del mensaje cristiano es el ecumenismo (mal entendido, por cierto), la libertad religiosa, el diálogo interreligioso, la colegialidad ... 


[Y que, para colmo, es el mismo Espíritu Santo el que así lo quiere y, gracias al cual -por la docilidad del papa Juan XXIII- pudo salir adelante el Concilio Vaticano II. Y de lo que ahora se trata es de poner en práctica todo lo que está contenido en dicho Concilio]. 


Podemos verlo en infinidad de manifestaciones del santo Padre. Valgan algunos ejemplos, a modo de pincelada, para demostrar lo que digo. En la famosa entrevista con Scalfari, el director de la Reppublica, le ratifica lo que ya le había dicho anteriormente por teléfono, a saber, que la conciencia es autónoma y que cada uno debe obedecer a la propia conciencia


[Esto es lo que decía el filósofo idealista Emmanuel Kant, uno de los que más han influido en la corriente modernista atea actual, que tanto se ha infiltrado en la Iglesia de hoy]


Y añade el Papa -y lo repite dos veces, para que no quepa la menor duda de que ha dicho lo que ha querido decir-:  "Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo"


Es difícil de expresar mejor aquello en lo que consiste el relativismo moral, que es uno de los grandes males que acosan a la humanidad y a la Iglesia en particular. Lo grave es que esas palabras hayan sido pronunciadas por el Papa. Si admitimos esto que el Papa ha dicho (y aún así nuestra inteligencia sigue funcionando después de haberlo hecho), un sencillo razonamiento nos lleva inmediatamente a la conclusión de que no hay verdad: el concepto de verdad y la verdad misma desaparecen (¡cada uno tiene su verdad, que es lo que le dicta su conciencia!) 




La consecuencia más grave de todas es que la figura de Jesucristo se queda así en un mero recuerdo y reducida a la nada prácticamente: Jesús es ... lo que cada uno piense acerca de Jesús: ¡Enorme falsedad! Jesús es la Verdad, y Jesús no depende de lo que mi conciencia o mi pensamiento decidan acerca de lo que Él es o deja de ser. La realidad de Jesucristo es algo objetivo. Esta realidad histórica no depende de mi conciencia. No se puede minimizar ni banalizar la figura de Jesucristo de esa manera.


[La fe en Dios y, en particular, la fe en Jesucristo (en el Cristo real histórico que vino a este mundo) no es algo relativo ni cambiante con el tiempo. La cobardía ante el mundo moderno, por parte de muchos eclesiásticos, les ha llevado a hacer concesiones en temas en los que tales concesiones no pueden hacerse bajo ninguna circunstancia. De ese modo, se han ido relativizando temas cruciales (anticonceptivos, aborto, divorcio, etc...) y se han ido ocultando los dogmas fundamentales de la fe, aquellos que vienen contenidos en el Credo pero que pocos católicos conocen como se deben conocer para poder enfrentarse con valentía y entereza a un mundo que está cada día más separado de Dios]


La negación de la existencia de una verdad absoluta es, en realidad, la negación de la divinidad de Jesucristo quien dijo de sí mismo: "YO SOY el Camino, LA VERDAD y la Vida" (Jn 14,6); en cambio,  según el Papa actual si cada uno elige seguir el bien y combatir el mal COMO LO CONCIBEN, eso bastaría para cambiar el mundo


[¡Qué disparate, Dios mío! Bueno ... en realidad tiene razón en eso de que cambiaría el mundo, pero no sería precisamente para su bien sino para su destrucción: Es lamentable tener que oir estas cosas saliendo de la boca del mismísimo Papa. ¡Es muy triste!]


Claro está: teniendo esta idea acerca de lo que es el bien y de lo que es el mal, ya no pueden extrañarnos todas esas frases del Papa que están dando la vuelta al mundo:

 "El proselitismo es  una solemne necedad y no tiene sentido". 

 «Que los que son cristianos lo hagan con la Biblia y que los que son musulmanes lo hagan con el Corán . La fe que vuestros padres os han inculcado os ayudará siempre a avanzar -les dice a los musulmanes»
No estoy interesado en convertir a los Evangélicos al Catolicismo. 

Y así un día y otro día, por activa y por pasiva, con expresiones que van siempre en el mismo sentido, un sentido que no es, precisamente, conforme al sentir de la Iglesia de veinte siglos.  ¿Cómo es posible que se haya llegado a esta situación en el seno de la misma Iglesia? ¿Es que estamos acaso ante un Papa hereje? ¿Será éste el Papa que aparece en las profecías de San Malaquías como el último Papa ... y estaríamos entonces en los últimos tiempos, previos a la venida del Señor?  No podemos saberlo. Sí sabemos que el Papa que tenemos es legítimo ... De eso no nos debe caber la menor duda ... pero, tal como están las cosas, se impone tener las ideas muy claras: su legitimidad como Papa no puede hacer que una mentira se transforme en verdad porque él lo haya dicho

(Continuará)

domingo, 10 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (15) [Canonizar CVII]

Por eso, entre otras cosas, es imposible comprender, por ejemplo, el beso del papa Juan Pablo II al Corán.[En este enlace se habla sobre el Islam, el Corán y el beso de Juan Pablo II a dicho libro]. Ésta es una de las razones -no la única- por la que en la actualidad se están realizando estudios muy serios por personas de una gran fe y de una gran preparación teológica en relación a la "infalibilidad" de las canonizaciones"  posteriores al Concilio Vaticano II, un tema que, ciertamente, no planteaba ningún problema antes de la celebración de dicho Concilio.

A poco que se piense -y sin ser excesivamente sagaz- no deja de sorprender la prisa (¡inmensa!) que ha surgido para canonizar, como sea, a todos los Papas que han intervenido en el Concilio Vaticano II:  Juan XXIII (ya santo), Pablo VI (que será declarado Beato el 19 de octubre de 2014), Juan Pablo I (que aunque sólo estuvo 33 días en el Pontificado, en junio de 2009, el Vaticano comenzó la fase "romana" de su proceso de beatificación, basándose en Giuseppe di Altamura Denora, que afirmó haber sido curado de cáncer... de modo que ya está en marcha una investigación oficial sobre el presunto milagro) y Juan Pablo II (proclamado también santo con tan solo un milagro atribuido a su intercesión). El que fue papa Benedicto XVI -hoy cardenal Ratzinger- aún está vivo y lo mismo el actual papa Francisco I, por lo que parece demasiado pronto para canonizarlos; bueno, si se cambian las reglas, ..., ¿quién sabe lo que puede ocurrir? 










De modo que, sin ser ningún experto, me da la impresión de que lo que se esconde tras estas canonizaciones realizadas con tanta rapidez (y saltándose, incluso, algunas reglas oficialmente establecidas) es la pretensión (¡vana!) de "canonizar" el Concilio Vaticano II, si es que eso fuera posible, que no lo sé. Aunque si tal evento ocurriera sería como para estar seriamente preocupados, pues daría lugar, sin duda, a una confusión, aún mayor de la que ya existe, entre los pocos católicos que van quedando; y que cada vez son menos, en contra de las apariencias. 


Todo el mundo sabe que el papa Francisco -por lo que sea- no es partidario de nada que aparezca en la Iglesia como tradicional; y no sólo no es partidario de lo tradicional sino que, además, lo combate ... y de modo insistente y continuado ... ¡como si ese fuese el gran problema de la Iglesia de hoy, en la que se está perdiendo la fe a una velocidad de vértigo!


Y, sin embargo, no tendríamos por qué rasgarnos las vestiduras ante ciertos gestos o modos de actuar del papa Francisco porque no hace, en realidad, sino seguir las indicaciones del Concilio Vaticano II; o sea, lo mismo que también hicieron todos los papas anteriores a él desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI. Evidentemente cada Papa tiene su propio estilo (y el estilo del papa Francisco es el de llamar mucho la atención ... pero ése es otro asunto). Este Concilio fue sin duda, uno de los más importantes que ha habido a lo largo de la Historia de la Iglesia, pero no debe olvidarse que, anteriores a él, hubieron 20 concilios más. Tampoco hay que olvidar que  ningún concilio puede contradecir lo que, dogmáticamente, se ha definido en un concilio anterior. Esto es muy importante tenerlo en cuenta.

Recordemos que el Concilio Vaticano II  es el primero que se presentó a sí mismo como de mero carácter pastoral, sin intención de imponer nada: todos los demás concilios habían sido dogmáticos. Pero me llama mucho la atención que, siendo esto así -como lo es- ¡ay del que discrepe del Concilio Vaticano II!, [al cual se le llama simplemente el Concilio, como si fuese el único que ha tenido la Iglesia en veinte siglos]. 


Se ha vertido abundante tinta sobre él y sigue aún necesitando de muchas explicaciones, porque aparecen en él algunos documentos de dudosa ortodoxia como son los relativos a la libertad religiosa, el ecumenismo, la colegialidad y el diálogo interreligioso ... precisamente los temas en los que se está haciendo hoy tanto hincapié, de un modo, además, excesivo y fuera de lo normal, como si ése fuese el mayor problema que tiene planteado hoy la Iglesia. Ya escribí tres entradas comentando el discurso de apertura de dicho Concilio. Puedes acceder a ellas pinchando aquí , aquí y aquí.   
(Continuará)

¿Fundamentalismo cristiano? (14) [Convicciones]

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Respecto a estar en posesión de la verdad ... hay que decir que un católico, que sea fiel a las enseñanzas de Jesucristo y a la Tradición recibida por los Apóstoles -fielmente transmitida durante casi dos mil años- y que haya recibido la gracia de la fe no puede tener la menor duda acerca de las palabras de su Maestro, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) y que nos amó hasta el extremo de dar su vida por nosotros, dándonos así la posibilidad de ser salvos, según sea nuestra respuesta. Y resucitando, con su propio cuerpo llagado (pero ahora glorioso) mostró a todos que Él era Dios y que no hay salvación sino en Él. De ahí el mandato dado a los apóstoles para expandir su Reino por todo el mundo, a fin de que todos se salven. Y un cristiano que viviera conforme a la ley de Dios, contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, no es ningún fundamentalista en contra de lo que parece decir el papa Francisco


Si no estuviéramos seguros de que esto es así (seguridad que nos viene de Dios mismo y no de nosotros), ¿cómo nos íbamos a jugar la vida por Jesús? ¿cómo explicar la existencia de tantos mártires a lo largo de la Historia que derramaron su sangre antes que negar a Jesucristo? Y en esto -por desgracia- no hay que acudir muy lejos en el tiempo. Hoy, en pleno siglo XXI, se están produciendo verdaderos genocidios de cristianos en varias partes del mundo: en particular los cristianos de Mosul (Irak), quienes están dispuestos a morir antes que renegar de su fe, ante el silencio informativo de la mayoría de los medios de comunicación y el silencio, más culpable todavía, de las grandes super-potencias, de la comunidad internacional y del resto de los demás líderes árabes. Como muy bien dice el periodista Javier Martínez Lozanopese a los llamamientos desesperados [de los cristianos], la comunidad internacional mantiene un prolongado silencio ante lo que ocurre en Irak, país en el que en no demasiado tiempo puede que no haya cristianos porque así lo quisieron los islamistas y no lo evitó nadie.



Cuando el papa Francisco dice que "los cristianos tenemos nuestros grupos fundamentalistas también" incurre en una acusación injusta y falsa ... si se refiere, como ya se ha demostrado, a aquellos cristianos cuyo objetivo principal y el sentido de su vida es de conocer y amar a Jesucristo, y el de darlo a conocer y amar a los demás, cada uno en la medida de sus posibilidades de acción. Y, desde luego, contando siempre con la gracia de Dios y en perfecta fidelidad al Papado, a la Iglesia de dos mil años. Estos cristianos, que son los auténticos, son perseguidos dentro de la propia Iglesia. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación de apostasía en el seno de la misma Iglesia? Porque se está llegando al punto en que las palabras de Jesús, referentes a los últimos tiempos, parece que tienen más actualidad que nunca: "Se acerca la hora en la que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios" (Jn 16,2). 


Seamos honestos: ¿Desde cuándo un cristiano católico impone por la fuerza su convicción a los demás, para que se conviertan? Un cristiano, que pretende vivir como tal y se toma en serio su vida cristiana, es aquel que, primeramente, ha respondido libremente a la invitación de Jesús a seguirle y a "pescar" hombres para Él ... pero siempre, siempre ... , ¡respetando la libertad del otro! 




[Todos estamos llamados a convertirnos. Cuando Jesús comenzó predicando el Evangelio de Dios, éstas fueron sus palabras: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15). Jesús nos interpela directamente para que cambiemos de vida dejándonos "pescar" por las redes que nos lanza. Sólo en la unión con Él, que es la Verdad, podremos llegar a ser verdaderamente libres. Su carga no es pesada: "Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 12,30). Él quiere hacer de nosotros colaboradores suyos en esa labor de "pesca" de hombres: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres" (Mt 4,19)]


Es impropio de un católico, que se precie de serlo, "obligar" a los demás a ser católicos -y a convertirse- haciendo uso de la violencia. En ningún católico (¡insisto, que lo sea de verdad y no esté tarado mentalmente!) se da ningún tipo de coacción contra los que no lo son: ¡No hay ni estructura mental violenta ni -muchísimo menos- violencia física contra los demás para causar su muerte! [Ésto sí ocurre en el caso de los fundamentalistas árabes, como ya conocemos muy bien, si es que no queremos cerrar los ojos] 


Alguien podrá argüir que en la historia de la Iglesia ha habido errores en ese sentido. No lo niego, ni lo afirmo ... considero que, lo primero que habría que hacer es estar bien documentado -por una parte- y tener en cuenta las épocas históricas concretas en las que eso sucedió ... ¡posiblemente nos encontraríamos con sorpresas y con mucha manipulación de documentos! De entrada, es preferible - y más objetivo- intentar comprender y, en lugar de condenar, enterarse bien de lo que realmente ocurrió para tener un conocimiento lo más completo posible de la situación a la que se alude ... ¡porque hay muchos bulos y muchas mentiras, en ese sentido, por parte de aquéllos que odian a la Iglesia y no les importa mentir con tal de desprestigiarla, aunque sea "cambiando" la historia ... o sea, haciendo que a los estudiantes de historia les llegue como cierto algo que está falseado e incompleto.


Pero, en todo caso, hay algo que sigue siendo cierto y que no se puede cambiar jamás: y es que, en sí misma, la Religión Católica no se puede imponer nunca a las personas, cuya libertad se respeta de un modo absoluto. Si alguien hubiese obrado de modo diferente no lo habría hecho como católico, aunque surgiera esa palabra de su boca. 
Es completamente imposible que un buen católico coaccione a otras personas, haciendo uso de la violencia para conseguir que se conviertan. Eso es, sencillamente, absurdo. ¡No estaríamos hablando de católicos, sino de otros especímenes que se las dan de tales, cuando son unos farsantes!  

La base del catolicismo es el amor: "Dios es amor" (1 Jn 4,8); y no un amor cualquiera, sino el amor tal como Dios lo entiende; y Dios, manifestado en Jesucristo -verdadero Dios y verdadero hombre- se ha hecho un niño pequeño por amor a nosotros, para que nosotros, a su vez, podamos amarlo. Si Dios se hubiese manifestado en toda su grandeza no hubiésemos sido libres; no hubiéramos podido decirle que no; necesariamente tendríamos que haberle dicho que sí. Pero eso ya no sería amor, sino una imposición. Y lo que Dios desea de nosotros -de cada uno- es nuestro amor libre. Desea que optemos por Él sin ningún tipo de violencia o coacción, ni física ni psíquica ni de ninguna clase. Si ésto se diera no estaríamos hablando de catolicismo ... estaríamos hablando ... ¡de otra cosa!


En cambio -y esto no se puede negar, a menos que se tenga una ignorancia supina del tema o una comedura de coco total que lleve al fanatismo, o que la maldad anide en el corazón del que afirma otra cosa- la religión musulmana tiene, en su propia estructura ideológica
(esta expresión es del santo Padre) la violencia como regla. Me atrevo a decir que los "buenos" musulmanes, entendiendo por tales aquellos que obedecen el Corán, son los más peligrosos y los más violentos. [Ya hemos podido leer lo que dice el Corán acerca de los infieles (o sea, de todos los que no se convierten al Islam)] ¿Cómo es posible decir que Alá es el mismo dios que el Dios de los cristianos? 

(Continuará)