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jueves, 19 de junio de 2014

El Papa, a la vanguardia (por Fray Gerundio)

Como sabemos, el papa Francisco estuvo indispuesto unos días y fue entrevistado el viernes, 13 de junio de este año de 2014 por el periodista portugués Henrique Cymerman que trabaja como corresponsal en Oriente Medio para SIC, la Vanguardia y Antena 3. Su contenido, prácticamente completo, se puede leer aquí. Fray Gerundio ha realizado un comentario a esa entrevista. Para leerlo completo pinchar aquí. Selecciono algunos párrafos de dicho comentario. (Los subrayados, cursivas y negritas son míos)


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Este título [el Papa, a la vanguardia] es evidentemente ambiguo y de doble sentido. Nos podemos referir con él a la entrevista que el Papa ha concedido al periódico catalán del mismo nombre, pero también a esa divinización popular del Pontífice que lo ha presentado ante la Cristiandad como el que va delante de todos los procesos, progresos e intentos de acelerar lo que se ha llamado la modernización de la Iglesia. 

Ya se sabe lo que esto quiere decir: modernizar la Iglesia supone que hay que dar por terminada la funesta etapa en la que se denunciaba el pecado personal. Gracias a Dios, ahora han descubierto los sabios exegetas y moralistas que hoy en día todos los pecados son sociales, y sobre todo, los cometen los demás. [Nótese la ironía del autor] Basta con echar un vistazo a los sermones diarios para comprobar que la corrupción (de los otros, claro), el capitalismo, la inmigración, el paro… y un largo etcétera son los auténticos pecados contra los que hay que luchar desde la Sede de Pedro. El aborto, la homosexualidad, la impureza, el adulterio son peccata minuta, nunca mejor dicho. Y como ya se sabe (según Francisco) lo que dice la Iglesia sobre eso, pues no hay que insistir más en ello.

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Cada nueva entrevista lleva aparejada una nueva equivocidad, de tal modo que quien la lee suele interpretarla según sus intereses ...Pero bueno, a lo que voy.

El caso es que entre tantos melindres y chucherías de la entrevista, hay algo que me ha llamado poderosamente la atención [...] Es un intento de parecer que no se habla de uno mismo, cuando las palabras denuncian perfectamente las maniobras que dejan adivinar la presuntuosidad e inmodestia del entrevistado. Esto sucede en muchas entrevistas y no va a ser menos en la que ahora nos ocupa.

Cuando al final de la entrevista (el final siempre es interesante porque sale a colación alguna chorrada de fin de fiesta), el periodista pregunta: Usted está cambiando muchas cosas. ¿Hacia qué futuro llevan estos cambios?, la contestación es de lo más sugerente:

No soy ningún iluminado. No tengo ningún proyecto personal que me traje debajo del brazo, simplemente porque nunca pensé que me iban a dejar acá, en el Vaticano. Lo sabe todo el mundo.

Bueno, la verdad es que esto me parece algo, humm… digamos … que no se corresponde con la verdad .

Vamos a ver: Todo el mundo sabe que el cardenal Bergoglio, a punto ya de retirarse, estaba dando clases de italiano un par de meses antes de la renuncia de Benedicto XVI. Y ya se va conociendo más a fondo que todo estaba programado, a falta solamente de que el Espíritu Santo diera su conformidad, o al menos dejara actuar a los picarones de la comedia. Eso por un lado.

Por otra parte, si uno llega a una Institución sin un proyecto personal, lo primero que hace es respetar lo establecido. Y una Institución tan venerable como la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, merecía que se la hubiera tratado con algo más de respeto y de veneración por sus ancestrales costumbres. Es cierto que el Papado llevará siempre una cierta huella de la personalidad de quien lo sustenta: supongo que así ha ocurrido a lo largo de los siglos. Pero desde luego, la sistemática y atropellada desconsideración hacia costumbres, modales,  formas, procedimientos, conductas y opiniones de todo lo anterior, es sin duda un proyecto personal, así como suena. Porque si no lo hubiera, al menos habría permanecido algo en pie.

Fue el francés Luis XIV quien dijo la famosa frase El Estado soy yo. No se cortó un pelo al pronunciarla y no tuvo que disimular. Y desde luego el Papado es monárquico y absoluto, aunque ahora, con disimulada careta democrática, se ha convertido en absolutista en sentido negativo: para hacer un cambio radical de todo lo anterior, para poner la doctrina moral patas arriba, y para hacer ver que la Iglesia ha estado actuando mal hasta ahora. Si esto no es un proyecto personal, que venga Dios y lo vea.

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Como digo, transcribo sólo algunos párrafos del artículo de Fray Gerundio. Yo pienso básicamente igual, aunque el estilo de este autor es más mordaz e irónico que el mío. He leído otros artículos de Fray Gerundio (de hecho he copiado bastantes de ellos en este blog) y me parece que, en todo lo que habla, va animado de un sincero amor a la Iglesia y a la Verdad. Ciertamente su estilo suele ser muy directo (no tiene pelos en la lengua) ... pero es bueno que haya gente así. 



No obstante, si viera que en alguna de sus expresiones existiera alguna falta de respeto hacia la persona del santo Padre (no hacia sus ideas discutibles), o si viera que pusiera en duda la legitimidad de su Pontificado, sólo en esos casos desaconsejaría su lectura (o mejor, la aconsejaría tan solo a personas con las ideas lo suficientemente claras como para saber discernir lo que está bien de lo que no lo está). 

De momento, yo no he detectado nada de ello, en ese sentido: sí he notado indignación, pero es una indignación tal que me recuerda, salvadas las distancias, la ira de Jesús en el Templo cuando éste fue profanado por vendedores y cambistas, o sea, por ladrones. Se trataría, por lo tanto, de una "santa indignación"... ¡y necesaria, además, en determinados contextos!.

domingo, 15 de junio de 2014

La vía de los hechos: Una "nueva" religión. Pero de Dios nadie se burla (17 de 17)


NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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A modo de hipótesis, todo parece indicar lo siguiente: hoy se pretende sustituir la Religión Revelada en Jesucristo, por otra "religión" puramente humana y racionalista, que todos puedan comprender, en la que cualquier vestigio de sobrenaturalidad habrá desaparecido: una "religión" universal;  y cambiante con los tiempos, a los cuales se irá adecuando. El hombre irá decidiendo, por "consenso", qué es lo que está bien y lo que está mal, en cada momento histórico. Una religión "buenista", utópica y, sobre todo, falsa. No tendríamos por qué extrañarnos cuando digo que estamos en presencia de algo realmente diabólico, en el verdadero sentido de esta palabra, pues ¿acaso no es el Diablo el padre de la mentira y de todos los mentirosos?   El cristianismo seguirá siendo algo útil, en principio, porque no es posible hacerlo desaparecer así sin más. Pero tendrá un carácter simbólico, que se irá difuminando poco a poco hasta hacerlo desaparecer por completo (¡si eso fuera posible!).

Ya no habrá misterios, porque Dios habrá sido desterrado. Sólo habrá un dios, que será el propio hombre, el único que decidirá lo bueno y lo malo (¡en realidad esto está ocurriendo ya; no es necesario hacer predicciones de futuro!). El concepto de pecado se seguirá manteniendo, pero quedará reducido sólo al ámbito social, que será el único real. Lo más aberrante será considerado como normal e incluso exaltado, a excepción de la corrupción, las guerras y las injusticias sociales (que, por cierto, abundarán más que nunca). Me recuerda esta situación lo que ocurría en los primeros tiempos del Cristianismo, cuando los hombres se fabricaban sus propios dioses y luego  los "adoraban". Una auténtica farsa del gobierno de turno consentida por el propio pueblo pagano, que actuaba de cómplice. 


Continuando con mi hipótesis, en esa única religión cada cual podrá adorar al dios que quiera (libertad religiosa), pues todos los dioses tendrán la misma categoría y consideración (diálogo interreligioso), habrá una nueva fraternidad universal, con algún tipo de gobierno establecido por consenso entre los miembros del pueblo. Política y religión se fundirán en un único organismo de poder. Y se llegará a acuerdos y más acuerdos, cediendo donde haya que ceder con tal de que no haya guerra (aunque estas cesiones supongan legalizar el aborto, el divorcio, la eutanasia, el tráfico de drogas, la prostitución, la homosexualidad, y todo tipo de aberraciones que se nos puedan pasar por la mente ... pues muchas de ellas están ya admitidas y consideradas como normales). 


Yo no soy profeta ni lo pretendo. El futuro sólo Dios lo sabe. Pero tengo ojos y veo "algo" de lo que ocurre; y Dios me ha dado una inteligencia para que razone ... Y haciendo uso de ella he planteado una hipótesis que pienso que no es descabellada. Tal vez me quede corto. Pero, sea de ello lo que fuere, lo cierto es que "de Dios nadie se burla" (Gal 6,7). Respecto al día y a la hora no sabemos cuándo vendrá el Señor, pero desde luego será cuando menos lo esperemos, pues "vendrá como un ladrón" (2 Pet 3,10). "A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24,45), decía Jesús. Y san Pablo: "Sobre el tiempo y el momento, hermanos, no necesitáis que os escriba, porque vosotros mismos sabéis muy bien que el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Así pues, cuando clamen: "Paz y seguridad", entonces, de repente, se precipitará sobre ellos la ruina ... sin que puedan escapar" (1 Tes 5,1-3).  


Pero estamos avisados. Y sabemos cómo debemos comportarnos, que es lo importante: "Vigilad porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25,13). "Estad preparados" (Mt 24,44). "Ya estáis advertidos: vigilad, no sea que, arrastrados por el error de esos libertinos, os resquebrajéis en vuestra firmeza. Creced, en cambio, en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pet 3,17-18). "Por esto, carísimos, en espera de estos acontecimientos esforzaos por ser hallados en paz, limpios y sin culpa, y considerad que vuestra salvación está en la paciencia de nuestro Señor" (2 Pet 3, 14-15). Las citas se pueden multiplicar, pero en todas ellas encontramos la idea de vigilancia, de oración, de esfuerzo, de crecimiento en el conocimiento de Jesucristo, etc...: "Dichoso aquel siervo a quien, al llegar su amo, encuentre haciéndolo así. Os aseguro que lo pondrá al frente de toda su hacienda" (Mt 24, 46-47)




Pues, como iba diciendo, los disidentes de la "nueva religión" (la religión del hombre, si es que se le puede llamar así), los que quieran permanecer fieles a la auténtica Religión  revelada hace más de dos mil años, serán perseguidos por todos, incluída la misma Iglesia Jerárquica, la cual estará identificada con el mundo: "Os expulsarán de las sinagogas [lo que ahora serían los templos]más aún: llega la hora en que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios" (Jn 16,2). "Esto lo harán porque no han conocido a mi Padre ni a Mí" (Jn 16,3). "Pero -continúa diciendo el Señor- os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado" (Jn 16, 4).


Son palabras proféticas de Jesús para que no nos escandalicemos cuando esto ocurra, ni arrojemos la toalla. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de participar de la misma vida de Jesucristo, quien dijo: "Si me han perseguido a Mí también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,20). Además, participando de la vida -y de la muerte- de Cristo, lejos de considerarnos desgraciados, hemos de considerarnos como los hombres más felices de la tierra:  "Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo" (Mt 5, 11-12).

Por lo tanto, pues "sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios" (Rom 8,28) y conocemos muy bien las palabras de Jesús, que dijo: "Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20), sabiendo que nos dijo: "Si me pedís algo en mi Nombre, Yo lo haré" (Jn 14,14) yo me atrevería a pedirle, para mí y para todos los cristianos, que nos haga caer en la cuenta, de una vez por todas y para siempre, de que su amor hacia cada uno de nosotros es completamente real. No tenemos más que pensar en el ruego que dirigió a su Padre, en el sermón de la Última Cena, aquello que expresaba su deseo más íntimo, y que su Padre no puede negarle de ninguna de las maneras: "Padre, quiero que donde Yo estoy, también estén conmigo los que Tú me has confiado" (Jn 17, 24). O sea, el Señor quiere que estemos con Él. Nada hay más hermoso, ni en esta tierra ni en el cielo, que estar con Él y que Él esté con nosotros, en una intimidad amorosa tal que traspasa los umbrales del tiempo y del espacio y nos introduce en una eternidad sin fin, en donde ya no existe el tiempo: sólo el diálogo recíproco y amoroso entre Jesús y cada uno de los que, por puro don y gracia suya, hayan permanecido fieles hasta el fin.

sábado, 14 de junio de 2014

La vía de los hechos: El diálogo interreligioso es imposible (16 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Hay una serie de hechos que hemos venido observando dese hace algún tiempo y que son difíciles de comprender. Se podrían poner muchos ejemplos: tenemos los famosos encuentros de Asís, en donde se reúnen personas de todas las religiones (o incluso aunque no tengan ninguna) y cada uno adora a su dios y le pide que haya paz y que no haya guerra. Esto tiene buena prensa, pero no es conforme a la realidad de aquello en lo que consiste la Religión católica: es imposible que pueda darse un verdadero diálogo entre religiones por una sencilla razón: la Iglesia Católica es la verdadera y, por lo tanto, no puede ceder ni un ápice en el reconocimiento de Jesucristo como Señor del Universo y único Salvador de la Humanidad, so pena de traicionar a su Maestro y de traicionar su misión.

Decir que el dios de los musulmanes, el dios de los judíos y el dios de los católicos es común es una falsedad. Por más abrazos que haya entre los representantes de las distintas religiones, la realidad ontológica no puede cambiarse: el objetivo de la Iglesia católica ha sido, es, y seguirá siendo, cumplir con la misión que le fue encomendada por Jesús: "Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar TODO cuando os he mandado" (Mt 28, 19-20). Que eso es precisamente lo que les decía a sus discípulos en su discurso sobre el buen pastor: "Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también es necesario que Yo las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor" (Jn 10, 16).  Y ese Pastor es Jesucristo: "En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que podamos ser salvados"  (Hec 4,12). 


Sin embargo, las demás religiones no sólo no lo reconocen sino que luchan abiertamente contra esto. Niegan a Jesucristo y combaten contra Él y contra todos los cristianos. El mandato de Jesús es claro: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (Mt 5, 44). Y eso es lo que tenemos que hacer si queremos ser buenos discípulos de nuestro Maestro: rogad por la conversión de los que aún no le conocen. ¡ Pero no confundamos el amor por los enemigos con hacer concesiones al error! Yo, sinceramente, por más que lo intento, no acabo de entender el sentido de todos esos "acercamientos" entre las religiones, si no es por razones de tipo político, pero no son éstas las razones por las que debe moverse un cristiano y menos aún un Jerarca de la Iglesia católica. [Y lo mismo, o algo parecido podríamos decir de lo que ocurre con los llamados "hermanos separados" (protestantes, anglicanos, etc...) que, realmente, son herejes o cismáticos, al haber negado verdades fundamentales de la fe y seguir manteniéndose en el error].




En la Iglesia postconciliar se está dando más importancia a aquello que es secundario, pero que llama mucho la atención: la fraternidad  universal (¿?). Si lo que se pretendiera es convertir a los demás, lo entiendo, porque de eso se trata, ése es el mandato del Señor ... pero no es así. Según el papa Francisco: "los que son cristianos con la Biblia y los que son musulmanes con el Corán"además, "el proselitismo es una solemne tontería".   Curiosamente, esa misericordia que tanto se predica es selectiva, pues no se ejercita con los cristianos fieles a la Tradición de la Iglesia de siempre. Por eso digo que esto no puede explicarse (yo al menos no puedo) si no es considerando que el mismo Diablo se ha introducido en el seno de la Iglesia, en su Roca, y amenaza con destruirla desde dentro. Algo decía ya el papa Pablo VI en 1972: "El humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia". De tener que hablar ahora probablemente quitaría la palabra "humo", porque (en mi opinión) es el propio Satanás el que se ha infiltrado. ¿Cómo explicar, si no, el ataque sistemático, por parte de la misma Jerarquía de la Iglesia  a todo aquello que huela a Tradición(Véase el caso de los Franciscanos  de la Inmaculada, y muchos otros que ahora mismo no recuerdo; ... y esto no ha hecho más que comenzar). Se está intentando cambiar (o anular) doctrinas que son intocables, porque son esenciales al Cristianismo [y lo son porque así han sido establecidas, de modo definitivo, por la Iglesia de veinte siglos que, asistida por el Espíritu Santo, ha seguido las directrices de su Maestro]. Y se pretende introducir otras (que son inventos de hombres), anulando las anteriores (que son invento de Dios). Todo esto no sería posible si no fuese por la falta de auténtica fe y por la cobardía de muchos Jerarcas de la Iglesia, que son malos pastores, y que están estropeando el rebaño que les ha sido encomendado. 

(Continuará)

La vía de los hechos: Los católicos no conocen su religión, porque no se les enseña (15 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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En la actualidad el pueblo judío, en su conjunto, sigue sin aceptar a Jesucristo, como el Mesías prometido, y todavía siguen esperando a otro Mesías. Dentro de la dificultad que supone hablar del fin de los tiempos, tal vez el punto de más difícil comprensión sea el relativo a la conversión del pueblo judío (que no está, precisamente, por la labor). De todos modos, igual que en Adán (como representante de la raza humana) todos pecamos, es posible -a modo de hipótesis- que la conversión de un reducido grupo de judíos represente al pueblo judío en su totalidad; pues de hecho, cuando llegue el final serán muy pocos los que quedarán con fe en la tierra, que son los que constituirán la verdadera Iglesiala que ha sido siempre fiel, desde el principio, al depósito recibido: "No temáis, mi pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino" (Lc 12,32) [En este sentido seguirían siendo válidas las palabras del Señor, como no puede ser de otra manera, de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia, puesto que ésta no será completamente destruida sino que vivirá en sus miembros, aunque éstos se encuentren diseminados por toda la tierra]

A la vista de los acontecimientos actuales si no estamos aún en el final, es muy probable que estemos bastante cerca. Aunque, claro está, siempre nos queda la incertidumbre con respecto a los tiempos bíblicos, pues "para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día" (2 Pet 3,8). En fin, sea como fuere, no tenemos ningún motivo para asustarnos, pues la consigna de Jesús sobre la necesidad de estar preparados en todo momento sigue siendo válida, tanto si estamos cerca de los últimos tiempos como si no lo estamos


La conclusión acerca de lo todo lo que se ha dicho en estos artículos parece clara. Por una parte está el Dogma que no ha sido tocado ni puede serloPero, por otra parte, aunque no se niegue, no se habla de él: por ejemplo, del carácter sacrificial de la Misa, de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, de la necesidad de pertenecer a la Iglesia como única tabla de salvación, de la existencia del pecado original y de los pecados personales, de la misericordia de Dios vinculada a la conversión y a la confesión de los pecados, de María como Virgen y Madre de Dios, de la Resurrección REAL de Jesucristo, que está en cuerpo y alma en el cielo (al igual que su Madre), etc...; y al no hablar de todas estas cosas, que constituyen la esencia del Cristianismoverdades de carácter sobrenatural y que nos trascienden,  entonces el cristiano acaba DE HECHO desconociéndolas y, desconociendo, por lo tanto, su propia Religión. Y si alguna noticia le llega, porque es inevitable, pensará que se trata de leyendas piadosas, propias de un determinado momento histórico, pero desfasadas, hoy en día. Alguno incluso llegará a pensar que todo eso que se cuenta en los Evangelios no ocurrió realmente; si acaso sólo aquello que fuese comprensible por su razón. 


De este modo, por la vía de los hechos (en este caso, "hechos" de omisión), la Iglesia se iría esfumando, las nuevas generaciones no conocerían a Jesucristo, y las palabras de San Juan: "el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5,19b), que siempre han sido reales, pues son palabra de Dios, serían también aplicables a la Iglesia, una vez que ésta hubiera llegado a confundirse con el mundo... Frente a esto tenemos, no obstante, las palabras de Jesucristo, de que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16,189; por lo que sabemos que siempre quedará un resto que se habrá mantenido fiel, y que constituirá la verdadera Iglesia. Y en atención a ellos se adelantará la segunda venida de Jesús al mundo"pues de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán" (Mt 24, 22). Y ahora Jesús no vendrá para sufrir ni para morir,  "porque sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más: la muerte ya no tiene dominio sobre Él" (Rom 6, 9). "Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria(Mt 24,30)   

¿Y qué sucede hoy con la Tradición y el depósito recibido? San Pablo tenía muy clara su misión: "No me avergüenzo del Evangelio, porque es una fuerza de Dios para la saalvación de todo el que cree, del judío en primer lugar y también del griego" (Rom 1, 16), "pues no todos tienen fe(2 Tes 3,2). ¿Cómo debe proceder un cristiano con relación a los cristianos que han renegado de su fe? : "Os ordenamos, hermanos, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que os alejéis de todo hermano que ande ocioso y no conforme a la Tradición que recibieron de nosotros" (2Tes 3,6)


Estas palabras nos hablan de la importancia capital de la Tradición en la Religión católica, hasta el punto de que renegar de la Tradición equivale a renegar de Jesucristo y de su Iglesia. De ahí que no pueden entenderse ciertos sucesos que, influidos por el modernismo, vienen ocurriendo en el seno de la Iglesia, desde hace ya más de cincuenta años, pero especialmente en estos últimos años, si no es por intervención diabólica. Se dice en el Apocalipsis, hablando de la bestia, es decir, del Diablo : "Se le permitió hacer la guerra contra los santos, y vencerlos; y se le dio poder sobre toda tribu y pueblo, lengua y nación. Y le adorarán todos los que habitan la tierra, aquellos cuyo nombre no está escrito, desde el origen del mundo, en el libro de la Vida, del Cordero inmolado" (Ap 13,7-8). 




(Continuará)

viernes, 13 de junio de 2014

La vía de los hechos: No se habla del gran Enemigo: el Diablo (14 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Acerca de la segunda venida del Señor no se puede afirmar nada, con seguridad, ni en un sentido ni en otro. Sin embargo, es un hecho que hoy se están cumpliendo bastantes de las profecías que describen ese final, una de las cuales fue profetizada por san Pablo, cuando dijo que antes del fin "ha de venir la apostasía y se ha de manifestar el hombre de iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza sobre todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta llegar a sentarse en el templo de Dios, manifestando que él es Dios" (2 Tes 2, 3-4). ¿Y acaso no se respira hoy, a nivel mundial, ese ambiente de apostasía universal?

Hay muchas otras señales sobre el final que son indicativas de que el Señor está ya a la puerta, aunque ninguna es definitiva, entre otras cosas porque "el día del Señor llegará como un ladrón" (2 Pet 3,10). Y, además, como dijo el mismo Jesús: "A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24,44). No obstante, hoy se dan muchas de las señales predichas por Él: "Todas las gentes os odiarán a causa de mi Nombre" (Mt 24,9). "Surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11-12), etc... Hay muchísimos textos evangélicos que hablan sobre el fin del mundo; y no vamos aquí a citarlos todos. Además, ése no es nuestro tema específico.


Pero estemos o no cercanos a ese fin, el consejo del Señor es que debemos estar preparados en todo momento, mediante la oración; y que debemos perseverar hasta el fin, con la confianza puesta completamente en Él, sin temor a nada:
 "Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza, porque se aproxima vuestra Redención" (Lc 21,28) ...es señal de que "está cerca el Reino de Dios(Lc 21,31). Por lo tanto: "Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros" (Lc 21,34).  "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 19).


No vamos a explayarnos aquí sobre este tema del fin de los tiempos; pero es bueno caer en la cuenta de que, efectivamente, hoy se está perdiendo la fe 
a marchas forzadas, en todo lo concerniente a lo sobrenatural . Y no puedo evitar que me vengan a la mente las siguientes palabras de Jesús: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?"  (Lc 18,8). Curiosamente, según algunos, estamos viviendo lo que ha dado en llamarse "primavera eclesial". Es la postura del avestruz. Se trata ciertamente de una gran mentira, muy meditada, que tiene la virtud, como toda mentira bien planeada, de engañar y de convencer a mucha gente; aunque sólo serán engañados aquellos que han optado por la mentira, por desgracia, es cada día mayor el número de los incrédulos. No por taparse los ojos la realidad desaparece. 


Todo lo dicho me hace pensar de nuevo en san Pablo, cuando advertía a los corintios: "Mucho me temo que, al igual que la serpiente  engañó a Eva con su astucia, corrompa también vuestras mentes apartándolas de la sinceridad y pureza hacia Cristo" (2 Cor 11,3).  "Pues si alguno viniera -continúa diciendo- y os anunciara un Jesús distinto del que os hemos predicado, o recibierais un espíritu distinto del que habéis recibido, o un Evangelio distinto del que habéis abrazado,  lo soportaríais de buena gana" (2 Cor 11,4). Y es que san Pablo predicaba "a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles" (1 Cor 1,23)

Pero no hay otro Evangelio: "Si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). ¿Cómo es posible que, una vez recibida la buena noticia del Evangelio, por parte de Jesús mismo, de sus apóstoles, de los Santos Padres y de la sana Tradición de la Iglesia, actuemos como aquellos que no conocen dicho mensaje? ¿Pensamos que saldremos impunes viviendo como si Jesucristo no hubiera venido a este mundo y nos hubiera manifestado, en Sí mismo, al único Dios verdadero? Sí, claro que podemos pensarlo, pero no es eso lo que leemos en la Sagrada Biblia; o sea, no es ésa la palabra de Dios: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado -decía Jesús-, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado  (Jn 15, 22).¿Pensamos que todo da igual? ¿Pensamos que todos nos vamos a salvar por aquello de que Dios es bueno? Pues san Pablo, o sea, el Espíritu Santo, no opina del mismo modo:  "Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba conforme a lo bueno o malo que hizo durante su vida mortal " (2 Cor 5,10). 





Lo que hoy está ocurriendo en la Iglesia es imposible de explicar con argumentos puramente humanos. Se está llevando a cabo una destrucción de la Iglesia, en el seno de la misma Iglesia... y todo porque se ha perdido la fe, que es la única que vence al mundo, en palabras de Jesús: "Todo reino dividido contra sí mismo será desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no subsistirá" (Mt 12,25). ¿Tan olvidado tenemos ya el Evangelio? Pues debemos recordar (o aprender, si no lo sabíamos) que "nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires" (Ef 6,12).  

Ciertamente la Iglesia tiene -y ha tenido- muchos enemigos a lo largo de su Historia, y gran parte de ellos han surgido de su propio seno, dando lugar a los cismas y a las herejías. En la actualidad estos enemigos son muchos; de modo que, 
aunque no únicamente, pero sí abiertamente se encuentran los socialistas, los comunistas y (muy, muy escondidos) los masones. [Por cierto, hay muchas personas que piensan tranquilamente que se puede ser cristiano y ser también socialista; o incluso comunista. Suele ser gente sin preparación y fácil de engañar, que no conoce en realidad estas ideologías como tampoco conoce lo que significa ser cristiano]. Por supuesto que hay muchos más enemigos que los que he dicho. En todos los casos estos enemigos cuentan con un gran poder mediático y económico. Y, sin embargo, el enemigo más temiblesi vamos al fondo del problema que asola la Iglesia, el que está detrás de todos esos movimientos, es el mismísimo Diablocuya gran victoria actual es la de haber conseguido que el mundo no crea en su existenciano se habla de él, como si no existiera; o si se dice algo, suena a irreal o a cuento chino. De este modo puede actuar a sus anchas, sin oposición e incluso con la aquiescencia (¡triste es decirlo!) de muchos jerarcas de la propia Iglesia. ¡ÉSTE ES EL HECHO! (la ocultación de la realidad del Diablo)

Y, sin embargo, el Diablo existe. No lo digo yo. Mis palabras no tienen más relevancia que la que podría tener una simple opinión de cualquier persona. Pero es que esto lo ha dicho Jesús, en infinidad de ocasiones, a lo largo del Evangelio. 
Y sus palabras son palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Así, por ejemplo, en una determinada ocasión, a algunos judíos de su tiempo, les dijo: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando habla la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y el padre de la mentira. Sin embargo, a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8, 44-45) . ¡ÉSTE ES EL DOGMA! (el Diablo existe).


El  Diablo odia la Cruz, porque odia a Dios, que es AmorY la Cruz es la máxima manifestación de amor posible que existe, desde que el Hijo de Dios se hizo hombre y dio su vida por nosotros en un patíbulo para salvarnos; y también para enseñarnos aquello en lo que consiste el verdadero amor: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13). ¡Esto es algo que ni el Diablo ni sus hijos pueden soportar! Y esta idea de la esencia del Amor, que consiste en la entrega de la propia vida y que supone la cruz como testimonio de autenticidad, digo, esta idea, que es esencial al Cristianismo, es silenciada y atacada


Y es por eso que se quiere acabar con la Tradición, que es la que mantiene en la memoria, en la mente y en el corazón de los cristianos, la realidad de la existencia de Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, así como su amor por nosotros hasta dar la vida. Cuando los judíos afirmaban que tenían un solo Padre y que éste era Dios, Jesús les dijo: "Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais; pues Yo salí y vengo de Dios; no he salido de mí mismo, sino que Él me ha enviado. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi Palabra" (Jn 8, 42-43). 
(Continuará)

miércoles, 11 de junio de 2014

La vía de los hechos: El rechazo de lo sobrenatural (13 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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En lo que se lleva escrito hasta ahora se han tocado diversos temas, que son  inamovibles  desde un punto de vista doctrinal pero, que de hechose están alterando, provocando así una gran confusión en el conjunto de los fieles, al considerar como "normal" aquello que no lo es en absoluto, como es, por ejemplo, el caso del divorcio introducido de facto en la Iglesia, mediante el proceso de nulidades. Cambiando el nombre se intenta modificar una ley divina, lo que no puede ser de ninguna de las maneras.

Pero, sobre todo, está el hecho de que hay verdades fundamentales de la fe cristiana de las que no se habla o incluso de las que se duda abiertamente


- La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía (no se trata de un mero recuerdo). 

- El carácter sacrificial de la Santa Misa (que es el mismo y único sacrificio de Cristo en la Cruz, sin repetirse, que se hace realmente presente, de modo incruento).
- La importancia del pecado y la necesidad de conversión haciendo uso del sacramento de la confesión. 
- El sacrilegio que supone comulgar en estado de pecado mortal.
- La negación (o puesta en duda) de la divinidad de Jesucristo y de su resurrección real (con su propio cuerpo glorioso). 
- La negación de la existencia del infierno (el cual o bien no existe o, caso de existir, está vacío)
- La falsa idea de que todos los hombres se salvan (con la venida de Jesucristo al mundo el hombre ya está salvado y no tiene que poner nada de su parte; en contra de lo que se afirma en el Evangelio)
- La mentira que considera que judíos, musulmanes y católicos tienen un Dios común (ciertamente así era antes de la venida de Cristo, pero una vez que Dios se ha manifestado en su Hijo, todo ha cambiado: quien niega al Hijo niega también al Padre)
-El olvido de la misión sobrenatural de la Iglesia y su condición de "extraña" para el mundo 
-La misericordia mal entendida, separada de la verdad (y, además, selectiva: sí para los infieles; no para los fieles)
- La imposición "de hecho" de todo lo contenido en los documentos del Concilio Vaticano II (dicho Concilio es puramente pastoral y, sin embargo, exige una adhesión "dogmática" a "algunos puntos" concretos que parecen estar en contra de lo que se ha dicho en Concilios anteriores, o sea, del sentir de la Iglesia de siempre, lo que no puede ocurrir)

Hoy se hace excesivo hincapié en el "diálogo" interreligioso, el ecumenismo, la libertad religiosa, la idea de colegialidad ... todo ello entendido como si fuera lo mismo tener una religión o tener otra, (cuando la salvación sólo, única y exclusivamente se encuentra en Jesucristo). Es evidente que algo no funciona. Es imposible encontrar una explicación meramente humana acerca de lo que está ocurriendo de facto en la Iglesia, y a lo que ya hemos aludido en los artículos anteriores acerca de la vía de los hechos


Necesitamos acudir de nuevo a la Biblia que, rectamente interpretada, a la luz de la enseñanza Magisterial (que es la del Concilio Vaticano I y anteriores, y también la del Concilio Vaticano II en aquellos puntos en los que no contradice dicho Magisterio). 


Teóricamente debería haber continuidad, pues UNA es la Iglesia, pero la lectura crítica y realista de algunos puntos del Concilio Vaticano II (¿deliberadamente? ambiguos), realizada por personas altamente cualificadas en ese sentido, nos debe hacer cautos y prudentes; no olvidando, básicamente, dos cosas: PRIMERO: Que el Concilio Vaticano II no nace con la pretensión de definir nuevos dogmas, ni tampoco con la intención de obligar a nada nuevo. Los dogmas que hay son los que ya existen; y están definidos perfectamente por los Papas anteriores a dicho Concilio. Su única razón de ser, como así consta, además, por escrito, es de tipo pastoral, al objeto de que el Evangelio llegue a un mayor número de personas (objetivo que, por otra parte, y desgraciadamente, no ha llegado a realizarse; más bien, lo contrario). SEGUNDO: Todo lo que se diga en los documentos del Concilio Vaticano II, relativo a aquello que debe ser creído con carácter de obligación por todos los fieles de la Iglesia Católica, debe coincidir con lo que ya se ha dicho previamente en los Concilios anteriores, sin que haya un ápice de diferencia. Jamás debe suponer una novedad respecto a lo definido dogmáticamente en dichos Concilios. Si así ocurriera, o pudiera ser así interpretado por alguien, la persona en cuestión, si desea mantenerse fiel a la Iglesia de Cristo, debe proceder, ante la duda interpretativa, conforme a lo que ya conoce que ha sido definido y proclamado con toda claridad, previo al Concilio Vaticano II. 


Del último Concilio deben tomarse siempre todas aquellas indicaciones, de tipo pastoral (equivocadas o no, eso Dios lo sabe) que se dicten al efecto, porque así se ha considerado que es lo mejor para el crecimiento de la Iglesia, por las personas que tienen esa misión. Lo propio de un buen católico es obedecer. Obedeciendo no se equivoca. Eso sí, siempre que quien mande no ordene realizar nada que se oponga a la Ley de Dios y a todo lo que ha sido dogmáticamente establecido por la Iglesia de siempre. Sólo en ese caso, nuestra obligación sería la desobediencia, pues "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29).


Podemos preguntarnos, y estamos en nuestro derecho de hacerlo, y también en nuestro deber, acerca de lo que está ocurriendo hoy en el seno de la Santa Madre Iglesia. Y si queremos realmente llegar a comprender algo debemos, como siempre, además de hacer buen uso de la razón que Dios nos ha dado (razón que nunca es incompatible con la fe)  acudir a las fuentes, es decir, a la Sagrada Escritura y a la Tradición de veinte siglos. Y así es muy importante que caigamos en la cuenta de que, como decía san Pablo, "nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires" (Ef 6,12). Una lucha que, por otra parte, siempre ha existido, desde que Cristo vino a este mundo, pero que hoy es más virulenta que nunca, porque "el misterio de iniquidad está ya actuando; sólo falta que sea apartado el que hasta ahora lo retiene" (2 Tes 2,7). ¿Y qué debemos hacer?. Pues aquello a lo que nos exhorta el mismo apóstol: "Por eso, hermanos, manteneos firmes y observad las tradiciones que aprendisteis, tanto de palabra como por carta nuestra" (2 Tes 2,15)

Son muchos los temas que faltarían por tratar e incluso de aquellos a los que se ha aludido, se podría haber dicho mucho más, y mejor, sin lugar a dudas. No obstante, hay algo que se da en todos los casos que hemos considerado, y es el olvido o rechazo de lo sobrenatural. La Iglesia se ha "arrodillado" ante el mundo (la expresión es de Maritain), por no sé qué complejo de inferioridad, y está siendo absorbida actualmente por ese mundo a un ritmo tan frenético que, como Dios no lo remedie (y nosotros no pongamos de nuestra parte) ... dado que las puertas del Infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia, según Mt  16,18, es bastante probable que nos encontremos en los umbrales de los últimos tiempos. 


La conocida expresión: "el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia", pronunciada por el papa Pablo VI en 1972, cuando aún no habían transcurrido siete años desde la clausura del Concilio Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965, tiene hoy mucha más actualidad que cuando fue pronunciada. Lo que antes se comenzaba a percibir en ciertos sectores eclesiásticos ahora se está generalizando en casi toda la Iglesia, de modo alarmante.


Esta situación actual de la Iglesia pone ante mis ojos aquellas terribles palabras contenidas en el libro del Apocalipsis, en las que se dice (hablando de la primera Bestia, que simboliza a Satanás): "Se le concedió hacer la guerra contra los santos y vencerlos; se le concedió también potestad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyo nombre no está inscrito, desde el origen del mundo, en el libro de la vida del Cordero, que fue sacrificado. Quien tenga oídos que oiga" (Ap 13, 7-9) 


El Apocalipsis, como sabemos, es la Revelación (que eso significa esa palabra) que hace Dios relativa fundamentalmente al final de los tiempos. No sabemos nada sobre dicho final, porque los tiempos bíblicos son de difícil interpretación, y sólo Dios los conoce, hasta el extremo de que "en cuanto al día y a la hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24,36). Ciertamente, el Hijo, en cuanto Dios que es, igual al Padre, también lo sabe; pero su misión, en cuanto hombre, es la de no desvelar ese momento, el cual vendrá como un ladrón, cuando menos se lo espere. Ésta es la recomendación (o mejor, mandato) del Señor: "Velad, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24, 42).


En todo caso, san Pablo se apresuró ya a decir a los Tesalonicenses: "Os rogamos, hermanos, que no os dejéis impresionar fácilmente en vuestro espíritu ni os alarméis ... como si el día del Señor fuera inminente" (2 Tes 2, 2) ... más que nada porque algunos de ellos se dedicaron a no hacer nada y a gandulear, pensando que, puesto que el Señor iba a venir pronto, qué necesidad tenían de esforzarse y de trabajar, ... , lo que fue motivo de amonestación por parte de san Pablo, quien les dijo: "si alguno no quiere trabajar, entonces que tampoco coma" (2 Tes 3,10). 


Así pues, estemos o no cerca del final de los tiempos, lo que sí es seguro es que no podemos descuidarnos nunca,  y que hemos de vivir como si cada día fuese nuestro último día y tuviéramos que rendir cuenta de nuestra conducta ante Dios. 



(Continuará)

martes, 10 de junio de 2014

La vía de los hechos: La ocultación de la cruz y del carácter sacrificial de la Santa Misa (12 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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17La ocultación de la cruz. El mensaje de Jesús ha sido siempre (y sigue siéndolo)  "escándalo para los judíos y necedad para los gentiles" (1 Cor 1,23b). San Pablo "predicaba a Cristo crucificado"(1 Cor 1,23a). Ya había entonces traidores al mensaje de Cristo: "Hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo, os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!" (Gal 1,7-8). [anatema significa maldito] Y, por si aún no había quedado suficientemente claro, vuelve a insistir en lo mismo, a renglón seguido: "Os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). ÉSTA ES LA TEORÍA, EL DOGMAPERO LOS HECHOS que hoy se observan es que no se predica a Jesucristo crucificado. Lo más sagrado, que es la Santa Misa, que es el mismo sacrificio de Cristo en la Cruz, hecho presente aquí y ahora, el carácter sacrificial de la Misa, que es la esencia del Cristianismo, se ha difuminado entre los fieles, pues no se les predica. La Misa, para muchos cristianos, es tan solo una comida de hermandad, de convivencia; y, por supuesto, Jesucristo no está presente, real y verdaderamente, en la Eucaristía. ¿En qué se ha convertido hoy en día el cristianismo? Porque si hay algo claro es que los que  así proceden no son católicos (aunque se nombren a sí mismos como tales). Son unos mentirosos, hijos del padre de todas las mentiras, y unos mercenarios, a quienes no les importa la suerte de las ovejas del rebaño que les ha sido confiado.



"Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño"  (Mt 26,31). "Esos tales -dice san Pablo- son falsos apóstoles, operarios engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no ha de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho si también sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; pero su fin será según sus obras" (2 Cor 11, 13-15)

¿Acaso pensamos que san Pablo predicaba por gusto? Pues si así lo pensamos nos equivocamos, de pies a cabeza. Predicar era para él un deber: "¡Ay de mí si no predicara! Si lo hiciera por propia iniciativa tendría recompensa; pero si lo hago por mandato cumplo una misión encomendada" (1 Cor 9, 16-17). Y su misión consistía en transmitir fielmente el depósito recibido, sin quitar ni añadir nada, dar a conocer el mensaje de Jesucristo acerca de lo que diferencia a un cristiano de aquellos que no lo son o que, aun siéndolo, viven como si no lo fuesen. Un mensaje de amor, pero sin olvidar que la cruz autentifica el amor.

 "En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros"  (Jn 13, 35). "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como Yo os he amado"  (Jn 15,12). El amor verdadero, el que caracteriza a un cristiano, es de carácter sobrenatural: se trata de amar como Jesús nos ha amado, o sea, hasta dar la vida"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1). Y dar la vida  supone elegir la puerta estrecha "Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!" (Mt 7, 13-14). Y para que no haya lugar a dudas acerca de la puerta a la que se refiere dice: "Yo soy la Puerta: si alguno entra a través de Mí se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos" (Jn 10, 9). 

Amar y dar la vida es lo propio de un cristiano que quiere ser como su Maestro; y supone, por lo tanto, elegir el camino de la cruz, o sea, el camino que Él escogió para demostrarnos su amor: "Si alguno quiere venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga" (Mt 16,24). Estas palabras son de Jesucristo, o sea, son Palabra de Dios, o sea, son indiscutibles, porque son Verdad.


¿Cuántos cristianos conocen hoy esta realidad, que apenas se predica? ¿No sabemos, acaso, que no hay otro camino de salvación que no sea Jesucristo: "Yo soy el Camino" (Jn 14,6)?. Y si esto es así, ¿por qué tanta cobardía ante el mundo? : "Si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y perversa, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles" (Mc 8,38)  ¿Por qué queremos inventarnos nosotros un nuevo cristianismo? ¿Por qué jugamos a ser más que Dios? En el pecado llevamos la penitencia.



(Continuará)

lunes, 9 de junio de 2014

¿DE QUÉ FE ESTAMOS HABLANDO? (Luis F. Pérez)


He seleccionado este artículo del director de Infocatólica porque me parece muy indicativo de lo que está ocurriendo hoy en día en el seno de la Iglesia: ¿Profesamos todos la misma fe? ¿Se puede hablar de que una persona es católica si no cree, por ejemplo, que en la Santa Misa tiene lugar el mismo sacrificio de Cristo en la Cruz y no cree que Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía bajo las especies del pan y del vino? 
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Hace unos días envié un email a unos buenos amigos en el que les decía que echaba de menos los años en que me dediqué a una labor apologética en foros protestantes. Por pura gracia, me embarré en mil y un debates con protestantes evangélicos defendiendo la fe católica. Era mi manera de dar las gracias a Dios por haberme traído de vuelta a la Iglesia.

En todo ese tiempo apenas encontré a nadie que no fuera coherente con aquello en lo que creía. Es decir, salvo alguna rara excepción, nunca vi a un evangélico pretendiendo ser católico ni a católicos queriendo ser evangélicos.

Todo cambió cuando empecé a centrarme en la “actualidad” informativa de la Iglesia. Pronto vi que,al menos en España, había muchísimos más protestantes dentro de la Iglesia que fuera. Y, lo peor de todo, eran protestantes de tendencia claramente liberal o modernista.

Iluso de mí, pensé que en 15-20 años desaparecerían. Pero no, siguen todos ahí y ni se piensan ir ni los que tienen la capacidad y autoridad para echarlos, van a hacerlo. De tal manera que una gran masa de fieles católicos que no están ni estarán jamás metidos en debates doctrinales, litúrgicos y/o pastorales, se ven influenciados por esos teólogos, sacerdotes, religiosos y seglares con “mando en plaza” que profesan una fe que se parece menos a la fe católica de lo que se pueda parecer la fe de un bautista del sur de Estados Unidos.

En Efesios 4,5 leemos: “Sólo un Señor, una fe, un bautismo“. Pero, ¿acaso profesamos la misma fe aquellos que creemos en el carácter sacrificial de la Misa que los que no? ¿acaso profesamos la misma fe aquellos que creemos que Cristo derramó su sangre en la cruz para para pagar el precio por nuestra salvación y redimirnos del castigo que merecen nuestros pecados, y aquellos que piensan que la Cruz fue un “accidente” laboral y nunca un instrumento de expiación? ¿acaso profesamos la misma fe aquellos que creemos que los milagros de la Escritura son realmente milagros y no meros mitos o alegorías, y aquellos que piensan lo contrario? ¿acaso profesamos la misma fe quienes creemos que Cristo resucitó de verdad y quienes afirman que solo lo hizo en el corazón de los apóstoles y resto de discípulos? ¿acaso profesamos la misma fe los que creemos que el matrimonio es indisoluble y Dios no puede bendecir o justificar el adulterio en ningún caso y los que plantean lo contrario? Podría seguir haciendo muchas preguntas similares. Pero da lo mismo.

Estamos viviendo la gran farsa de mantener una comunión “eclesial” visible y oficiosa entre personas que no compartimos una misma fe. Y los que osamos señalar tal hecho somos acusados de inquisidores, talibanes, fundamentalistas sin caridad, etc.

Tantos siglos señalando la división doctrinal presente en el protestantismo, y que nace del nefasto lema del “libre examen", para que ahora esa división, agravada, la tengamos corriendo por las venas del catolicismo, mientras que el ministerio de confirmar en la fe a los hermanos corre el peligro de convertirse, como cierto prelado me reconoció hace meses, en ministerio de confusión. 

Menos mal que Cristo dijo que las puertas del Hades no prevalecerían. Dios sabrá sacar mucho bien de todo este mal. Mientras tanto, toca anclarse firmemente en la fe de nuestros padres, de nuestros mártires, de nuestros santos. Y así lo haremos si la gracia de Dios nos lo concede.

Luis Fernando Pérez Bustamante