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lunes, 12 de mayo de 2014

LA VÍA DE LOS HECHOS: Más ejemplos: Misericordia y verdad (5 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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8. Hay ciertos pecados que no son condenados de modo explícito; el caso más conocido es el de la homosexualidad. No se dice que no sea pecado (¡no podría decirse!). Se sabe que es un pecado contra natura, pero quien diga tal cosa es inmediatamente condenado por el mundo. Políticamente hablando no es correcto, luego el tema de los gay se omite como tabú, por miedo al enfrentamiento. El mismo papa Francisco, cuando fue preguntado sobre este asunto respondió: " Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?" (Pinchar aquí). 


Sin embargo, cuando habló a los mafiosos les dijo: "El poder y el dinero que tenéis ahora por muchos negocios sucios, por crímenes mafiosos, está lleno de sangre. ¡Convertíos! ¡Aún estáis a tiempo de convertíos y de no ir al infierno". (Ver noticia aquí). Estas palabras del Papa enfrentándose a la mafia suponen una gran valentía, diciéndoles la verdad y lamentándose de su conducta criminal, condenándolos, además, al infierno si no se arrepienten (como sabemos, el infierno es un dogma de fe). El papa cumple con su deber al juzgarlos, porque han pecado y, además, los condena al infierno, si no se arrepienten. Y les suplica: "¡Convertíos!" Esto es la doctrina católica de siempre


Lo que no acabo de entender es por qué el mismo papa no contestó con igual (o parecida) contundencia cuando le preguntaron por el caso de los homosexuales, pues la respuesta es parecida; una respuesta que está en conformidad con lo que ya San Agustín decía, en el siglo IV: que "es necesario odiar el pecado y amar al pecador".

La misericordia con el pecador es fundamental, pero tiene que venir acompañada de la verdad. De no ser así no hace bien: es injusta y falsa. Ciertamente es verdad que no podemos juzgar a nadie "en concreto", en el sentido de condenarlo, porque sólo Dios conoce todos los datos y los corazones de las personas; lo que no obsta para que sí se pueda (¡y se deba!) "juzgar" acerca de la homosexualidad como talgenéricamente hablando. Ésta, como sabemos, es un pecado contra naturaleza, no porque yo lo diga: Lo dice San Pablo y es, por lo tanto, palabra de Dios. Una palabra que es Verdad y que nos habla por nuestro bien, para que nos salvemos: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,(...) heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10). Pero continúa diciendo San Pablo: "Y esto erais algunos, pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor 6,11).


Dos verdades, pues, que no se deben ocultar. No se puede hablar de una sola y omitir la otra. Por una parte, debemos ser conscientes acerca de la gravedad de los distintos pecados a los que estamos esclavizados. Esta gravedad no debe ser ocultada porque es el único modo de que podemos ser libres y felices ya en esta vida, según las palabras del mismo Señor Jesús: "Todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8,34). Por otra parte, no se puede ocultar la misericordia. No hay pecado que no pueda ser personado, desde el momento en que el que ha pecado reconoce su pecado como tal, lo lamenta en lo más íntimo de su ser y pide sinceramente perdón a Dios: "Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida en Cristo" (Ef 2,4-5). Cuando sinceramente nos arrepentimos de nuestros pecados, somos perdonados por la misericordia de Dios manifestada en Jesucristo. Dichos pecados son perdonados y eliminados, como si nunca hubieran existido. 

Decir la verdad completa es fundamental. A la pecadora adúltera arrepentida, a la que querían apedrear los judíos, Jesús la defiende, pero no defiende su pecado. De hecho cuando todos se han ido y se han quedado solos, Él y la mujer, la mira con inmenso cariño y le dice: " 'Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?'. Ella contestó: 'Ninguno, Señor'. Jesús le dijo: 'Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más' " (Jn 8, 10-11). Por eso las declaraciones que hizo el Papa acerca de los gays, al no haber ido acompañadas de una condena explícita del pecado han sembrado una gran confusión entre los católicos; y mientras tanto, los enemigos de la Iglesia se frotan las manos. Una buena prueba de ello la tenemos en que la publicación The Advocate, la más influyente de la comunidad LGBT de los Estados Unidos, eligió a Francisco como «Persona del año2013», y se deshizo en alabanzas hacia él por su actitud de apertura, de comprensión y de tolerancia hacia los homosexuales. 

Esto nos tiene que dar qué pensar. La teoría de la Iglesia ya se sabe: la homosexualidad es un grave pecado (al igual que hay otros pecados graves) y merece el odio y la condena, porque extravía y hace desgraciadas a las personas. No así el homosexual concreto que debe ser escuchado con respeto y cariño, como una persona que es y amada, por lo tanto, por Nuestro Señor. No cabe duda de que si realmente una determinada persona gay busca al Señor, con sincero corazón, y tiene buena voluntad (usando la misma expresión del Santo Padre), entonces se arrepentirá de sus pecados y no los justificará, aunque tenga que sufrir, porque así se salvará. Esta idea del arrepentimiento y de la no condena de la homosexualidad como tal es lo que le faltó al Santo Padre. Lo que dijo fue una verdad a medias. Lógicamente, esto fue  inmediatamente aprovechado por aquellos que están luchando para que la realidad gay sea reconocida como normal y digna (incluso) de elogio; y el ser gay sea reconocido como un derecho. Así está ocurriendo ya en multitud de lugares de la tierra.

Por la vía de los hechos, al no condenar la homosexualidad, como tal, la gente (entre ellos, los mismos cristianos) podría llegar a pensar que la homosexualidad es algo normal y natural, lo que está en total desacuerdo con la realidad de la naturaleza humana. Otra cosa es la realidad social: la sociedad, en su conjunto, se ha apartado de Dios y no es capaz ya de distinguir el bien del mal, porque todo está bien, siempre que uno sienta que está bien. La primacía de los sentimientos sustituyendo a la realidad objetiva que es aquella que está conforme a lo que piensa acerca de ella Aquél que es su autor... ya hemos podido leer lo que está escrito en la Sagrada Escritura. 

El mundo de hoy, que se ha vuelto de espaldas a Dios, proclama "el orgullo gay". Y bien podría ocurrir que de facto se introdujera la homosexualidad en el mismo seno de la Iglesia católica (a base de considerarla como algo normal y de no condenarla).  Yo tengo la esperanza de que eso no ocurra. No quiero ni pensarlo. ¡Sería una monstruosidad, que daría al trasto con todo lo que la Iglesia siempre ha predicado durante veinte siglos! Si la Iglesia se "mundanizara" es que estaría en vías de desaparecer ... Y como "las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella" (Mt 16,18), tal vez lo que está ocurriendo podría ser una señal de que nos estamos acercando al final de los tiempos, uno de cuyos signos es, precisamente, la apostasía universal, (también en la Iglesia). Y esto llegará hasta el extremo de que los verdadero cristianos, aquellos que siguen a su Maestro y sienten con la Iglesia de siempre, sean perseguidos por las estructuras jerárquicas del momento actual: "Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16,2) . "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16,4) 

En fin, que Dios ilumine nuestras mentes y que fortalezca nuestros corazones; porque está escrito y no nos puede pillar de sorpresa que: "vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se apartarán de la verdad volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4). Una realidad ante la que hemos de reaccionar con serenidad y alzar nuestra cabeza porque es señal de que la segunda venida de Jesús no puede estar ya muy lejos. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer queda muy bien explicado en el consejo que daba San Pablo a Timoteo: "Tú vigila en todo, afánate en el trabajo, haz labor de evangelista, desempeña bien tu ministerio" (2 Tim 4,5)

(Continuará)

miércoles, 7 de mayo de 2014

La vía de los hechos: Algunos ejemplos de clara escisión entre teoría y praxis: divorcio; comulgar en pecado mortal; presencia real de Cristo en la Eucaristía; divinidad de Jesucristo; Cielo e Infierno; carácter sólo pastoral del CVII; los judíos no adoran al mismo Dios que nosotros (4 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Me vienen a la mente algunas ideas, que paso a exponer, a modo de ejemplo (sin pretender hacer una lista exhaustiva de todo lo que está ocurriendo) comparando teoría y praxis.

1La Iglesia no admite el divorcio: ¡no puede hacerlo! Esto es doctrina divina: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mc 10,9). Ésta es la teoría, el dogma, que es intocable... PERO OBSERVAMOS QUE hoy se están concediendo un gran número de nulidades, la mayoría de las cuales (aunque no todas) son auténticos divorcios. Y esto entre católicos. De modo que, bajo manga, tenemos el divorcio introducido (de facto) en la misma Iglesia católica¡Esto es algo inconcebible, pero es lo que está ocurriendo ... sin tocar la teoría de que el matrimonio es indisoluble!


2. La Iglesia no dice (¡no puede decirlo!) que se pueda comulgar en estado de pecado mortal... pero LO CIERTO ES que, salvo honrosas excepciones, en las predicaciones no se insiste con suficiente fuerza en la existencia y en la gravedad del pecado, así como en la necesidad de la confesión para recuperar la gracia. De modo que la gente no le da importancia al hecho de la confesión, como si tener pecados o no tenerlos no tuviese la menor importancia. Muchos no creen en eso del pecado. Si se añade que tampoco se cree en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, ya sobran los comentarios. Pues de hecho, muchísima gente comulga en estado grave de pecado mortal, sin haberse confesado antes, añadiendo así un nuevo pecado de sacrilegio a los pecados que ya tenía antes de recibir la comunión.


3. No se niega explícitamente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía (¡no podría hacerse!) pero LO CIERTO ES que hay muchos cristianos (y también muchos jerarcas de la Iglesia) que no creen en dicha presencia real y comulgan como si tal cosa, siendo así que "quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" ( 1 Cor 11, 27) ... "porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo, como y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29)




4. No se niega abiertamente (¡no podría hacerse!) la divinidad de Jesucristopero EL HECHO ES que ya no se habla  (prácticamente)  de esa divinidad, no se habla de que Jesucristo murió y resucitó verdaderamenteno en el corazón de sus discípulos, sino realmente, con su cuerpo glorioso.  La resurrección del Señor es la prueba evidente de su divinidad"Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es también nuestra fe" (1 Cor 15,13). "Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15,19). La realidad de la resurrección de Jesús nos concierne a todos"Como en Adán todos murieron, así también en Cristo todos serán vivificados" (1 Cor 15,22)


5. Las palabra cielo e infierno (sobre todo, esta última) son tabú; ya nadie las utiliza, como si se tratara de creencias ancestrales, que hoy no tienen ningún sentido: no se niegan (¡ por supuesto!), pues se trata de dogmas de fe, pero no se habla de ellas, como si no existieran o como si no tuvieran ninguna o muy poca importancia... pero la tienen ... y mucha. Tanto el cielo como el infierno existen. EL HECHO REAL es que hay mucha gente, de los que se denominan a sí mismos católicos que no cree en la existencia del infierno (si acaso, creen en el cielo). Por escribir alguna cita, pues las hay y muy numerosas: con respecto al Cielo decía San Pablo que "ni ojo vio ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman" (1 Cor 2,9); y con respecto al Infierno, el mismo Jesús decía que "más te vale perder uno de tus miembros que dejar ir todo tu cuerpo al Infierno" (Mt 5,29). Y Jesucristo es Dios. Y no se puede equivocar. Se podrían dar muchísimas más citas, aunque no es ésta la ocasión.


6. El Concilio Vaticano II nace como pastoral  y solamente pastoral (esto es, disciplinar) con la idea de no imponer nada. Así lo estableció expresamente el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio, indicando que en absoluto se pretendía introducir ninguna verdad doctrinal que no estuviera ya establecida en los Concilios anteriores. Muy bien: Ésta es la teoría. Teóricamente, por lo tanto, no debería haber problemas doctrinales, pues los dogmas ya están establecidos y son intocables. Todo perfecto. 


Pero DE HECHO nos encontramos con determinados puntos quede alguna manerasí tocan aspectos dogmáticos, entre ellos la "nueva" idea del Ecumenismo, según la cual (¡los hechos cantan!) no se trata ya de atraer a la Verdad  a los que son herejes o apóstatas (hoy llamados "hermanos separados") sino de "ceder" para tener contentos a todos (al menos, eso es lo que parece). No procedía así San Pablo, quien decía: "Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gal 1,10), pues sólo en Cristo está la salvación: "En ningún otro hay salvación" (Heb 4,12) Se toca también el tema de la libertad de religión, como si diera lo mismo tener una religión u otra; según el Papa Francisco:  "el mahometano con el Corán, el cristiano con la Biblia", etc... Comentar esta idea daría pie para otro post; y no conviene alargarse demasiado.


7. Según San Juan (y esto es una verdad de fe) "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2,23), hasta el punto de que el que niega a Jesús como el Cristo es el Anticristo"¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo" (1 Jn 2,22).  Palabras claras y contundentes, que no dejan lugar a dudas o confusiones, como no podía ser de otro modo, pues son palabra de Dios. Imposible llegar a Dios si no es a través de Jesucristo y en Jesucristo: dogma fundamental del cristianismo, que debe ser creído, sí o sí, so pena de caer en herejía


Pues bien: con relación al Judaísmo, dice el papa Francisco, en Evangelii Gaudium num. 247, que "los cristianos no podemos  considerar al Judaísmo como una religión ajena, ni incluir a los judíos entre aquellos llamados a dejar los ídolos para convertirse al verdadero Dios, porque creemos en el único Dios que actúa en la historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada". Pero eso no es cierto: vamos, eso no es lo que dice Dios a través del apóstol Juan, como acabamos de leer en el Nuevo Testamento. Todo el mundo sabe que los judíos no reconocen a Jesucristo como Hijo de Dios


Desde el momento en que el verdadero y único Dios se ha manifestado en Jesucristo, y sobre esto no puede haber ninguna duda, a menos que hayamos perdido la fe, ¿cómo es posible negar a Jesucristo y decir que adoramos al mismo Dios? Se trata de una imposibilidad metafísica. Cuando los judíos niegan a Jesucristo están negando a ese Dios "común"  que, en realidad de verdad, ya no sería tan común: "El que niega al Hijo niega también al Padre" (1 Jn 2,23). 


El Dios que Jesús nos enseña, el Dios de los judíos antes de que viniera Jesucristo, ése que es el único Dios verdadero, se nos ha dado a conocer ya, de un modo inequívoco, en Jesucristo, en quien se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento. De modo que el Dios que los judíos adoran, desde el momento en que niegan a Jesús, ya no es el mismo Dios al que adoraban sus padres, pues ese Dios, el Mesías esperado, ya vino y se manifestó claramente en Jesucristo. Eso sí: "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1,11), como ahora tampoco le reciben. No conocen a su propio Dios, al que dicen adorar, pues le niegan al negar a Jesús como Hijo de Dios; de donde se sigue que no se puede hablar de un Dios común


Jesús es muy claro y todas sus palabras son verdad. Él mismo es la Verdad (Jn 14,6). Los hombres podemos equivocarnos. Dios no se equivoca nunca. Jesús, fundador de la Iglesia, además de ser verdadero hombre, como lo es, es también verdadero Dios, el único Dios. No hay otro Dios más que Él. El Nuevo Testamento clarifica el Antiguo. Y ahora podemos conocer realmente a ese único Dios anunciado en el Antiguo Testamento. 


Jesús está muy por encima de la palabra de cualquier vicario suyo aquí en la Tierra: las palabras de un Papa jamás pueden contradecir las palabras de Jesús, porque son la palabra de Dios. Y lo que Dios dice, en palabras de Jesús, con relación a los judíos, es: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Quien me odia a Mí odia también a mi Padre" (Jn 15, 22-23). Odiando a Cristo están odiando, en realidad, a ese Dios al que dicen adorar.

 (Continuará)

martes, 6 de mayo de 2014

La vía de los hechos: En la pastoral cristiana el dogma es necesario; ambos son inseparables (3 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Se me podrá objetar en qué me apoyo para afirmar que se está produciendo una escisión entre teoría y praxis en el seno de la Iglesia católica. No tendría por qué haberla. Nunca la ha habido. La teoría hace referencia al Dogma y la praxis a la Pastoral. Una buena pastoral siempre tiene en cuenta el Dogma. Son inseparables. ¿Cómo voy a seguir a Jesucristo y vivir conforme a sus palabras, si desconozco estas palabras, que me han sido transmitidas a través del Magisterio de la Iglesia desde que ésta fue fundada por Jesucristo? Todo intento de pastoral sin considerar el dogma, está condenado al más rotundo fracaso.  

Dice Jesús: "Cuando me vaya y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré conmigo, para que donde Yo estoy, estéis también vosotros" (Jn 14, 3). El Amor de Dios, manifestado en Jesucristo, aspira a ser un amor de intimidad con cada uno. Nos quiere junto a Él. Pero nosotros no podríamos amarlo si Él no nos hubiera amado primero (1 Jn 4,19) ¿Cómo se nos podía pasar por la imaginación que Dios nos quería ... y, además, de ese modo ... hasta dar su vida por nosotros, por cada uno de una manera exclusiva y única? Completamente imposible, si Dios mismo no se nos hubiera dado a conocer ... y de la manera en que lo hizo: haciéndose Él mismo hombre, haciéndose uno de nosotros, para que nosotros, a su vez, pudiéramos amarle y responder a sus requiebros amorosos: tal es nuestra naturaleza, que necesita de los sentidos ... para conocer y para amar.


Cuando Jesús dijo a sus discípulos"Vosotros sois mis amigos" (Jn 15,14), ellos lo estaban viendo con sus propios ojos; además, habían comido y bebido con Él, lo habían tocado, lo habían besado y abrazado ... habían besado y abrazado a Dios, porque si bien es verdad que "Dios mora en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni tampoco puede ver" (1 Tim 6,16) y que, según San Juan "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1, 18 a) hay que tener en cuenta que el mismo discípulo amado añade a continuación: "Dios Unigénito, que está en el seno del Padre,  Él mismo es quien lo ha dado a conocer" (Jn 1,18 b). Sólo podemos conocer y amar a Dios en Jesucristo. "Felipe -dijo Jesús- el que me ve a Mí ve al Padre". Y en otra ocasión: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30). Lo que ocurre es que no nos lo acabamos de creer


En la pastoral lo que se pretende es conseguir que un mayor número de personas conozcan y amen a Jesús. Ese es el objetivo y el sentido de una buena praxis. Pero no hay que inventar caminos nuevos, porque el único camino que existe ya está inventado. "Para ir a donde Yo voy, conocéis el camino" (Jn 14,4). "Tomás le dijo: 'Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?'. Y Jesús le respondió"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí(Jn 14, 5-6). Es imposible hablar más claro. Se trata de tener sus mismos sentimientos, de pensar como Él, de actuar como Él, de hacer nuestra su Vida, conscientes de que no hay otro modo de llegar a Dios, si no es "por Cristo, con Cristo y en Cristo". "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2,23a). En cambio, "quien confiesa al Hijo también posee al Padre" (1 Jn 2,23b)




Y para que no nos desviemos del Camino nos ha dejado a sus pastores: los sacerdotes, obispos y cardenales fieles al Magisterio de la Iglesia y a la Tradición multisecular, mediante el encargo de conservar y transmitir fielmente el depósito recibido, como escribía San Pablo a Timoteo: "Guarda el depósito" (1 Tim 6,20). " Manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2,15). "Aunque  nosotros o un ángel del cielo os anunciase un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1,8). 


Los cristianos conocen poco su fe. Ciertamente el conocimiento de la fe no es suficiente, pues como dice el apóstol Santiago "la fe sin obras está muerta" (Sant 2,26). Pero también es cierto que "sin fe es imposible agradar a Dios, pues es necesario que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" (Heb 11,6)


En la pastoral cristiana el dogma es necesario. ¿Cómo se puede amar a aquel a quien no se conoce? ¿Qué idea puede tener un cristiano de Dios si no conoce las verdades fundamentales de su fe que son las que darán sentido a su vida, pues en ellas está contenido todo lo que se refiere a Jesucristo, nuestro Amigo y nuestro único bien? "La justicia viene de la fe(Rom 10, 5) y "el justo vive de la fe" (Rom 1,17). "Si confiesas con tu boca -dice San Pablo- que 'Jesús es el Señor', y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás(Rom 10,9). 


"Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará" (Rom 10,13) Pero, sigue diciendo San Pablo: "¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? Y ¿cómo creerán en Aquél a quien no han oído? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?, según está escrito: "¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian el bien!" (Rom 10, 14-15). Por eso es tan importante la familia cristiana, en donde los hijos sean educados en la fe. Hoy hay una gran crisis de vocaciones sacerdotales, pero Dios sigue llamando y tomando la iniciativa, como siempre: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3,20): Él nunca deja de llamar. Nos llama porque está enamorado de nosotros (¡de cada uno!) y quiere que seamos felices, lo que sólo será posible si nosotros también lo amamos y somos sus amigos íntimos. 


Pero su voz no se oye. Hay demasiado ruido (sobre todo interior). Dios sigue llamando  Su llamada es siempre actual. Pero, ¿quién nos habla hoy de Él? ... no del Jesús inventado por los hombres, sino de Aquel que sigue viviendo hoy entre nosotros, con su presencia real en la Eucaristía, entre otras cosas, y nosotros ni nos enteramos ... Vivimos como si no pasara nada. Y, sin embargo, lo que ocurre es muy grave, pues los cristianos no conocen al Señor, cuyas palabras se ocultan o se tergiversan, en el mejor de los casos, por muchos malos pastores. 


[Gracias a Dios siguen habiendo también buenos pastores, pero cada vez en menor número, máxime teniendo en cuenta la disminución tan grande que se viene produciendo en el número de sacerdotes desde los años sesenta] 

Y si no se conoce al Señor y, en consecuencia, no se le ama, ¿qué sentido tiene la vida? Ha llegado ya la "hora de despertar del sueño"  (Rom 13,11) y de jugarnos la vida por nuestro Maestro, si fuera preciso, pues el Diablo no duerme y "ronda como león rugiente buscando a quien devorar" (1 Pet 5,8). Y para colmo de males los enemigos de Jesucristo están infiltrados en el seno de la misma Iglesia, y hablan, pero (como malos pastores que son) hablan para mayor confusión y desgracia de los católicos que ya no oyen en ellos la voz del buen Pastor ... y no pueden, por lo tanto, seguirlo.


(Continuará)

lunes, 5 de mayo de 2014

La vía de los hechos: Discontinuidad entre teoría y praxis en la Iglesia (2 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Retomando el hilo inicial, es preciso reconocer que la praxis (es decir, lo que realmente se practica) no suele ir al unísono con la teoríaNo en todos los casos pero sí en una gran mayoría (mayoría que va 'in crescendo' con el paso del tiempo) la sensación que se percibe, basada en hechos reales, no es precisamente la de continuidad.  Más bien al contrario: lo que se aprecia -si se mira con objetividad y sin prejuicios- es la existencia de una gran discontinuidad entre la Iglesia de ahora y la Iglesia anterior al Concilio Vaticano II.

Esto no es una opinión: como digo, los hechos están ahí para confirmarlo, aunque sólo será percibido por quienes han conocido la Iglesia anterior al Concilio Vaticano II y por quienes, no habiéndola conocido, debido a su corta edad, han tenido la suerte de ser enseñados por buenos pastores, fieles a las enseñanzas de Jesucristo y a la Iglesia de toda la vida ... pues la Iglesia de hoy "parece" una Iglesia diferente a lo que siempre ha sido la Iglesia. 


Dicho lo cual hay que aclarar inmediatamente que, puesto que profesamos la fe católica, nuestro deber es prestar respeto, obediencia y fidelidad a la Jerarquía, cuya legitimidad no se puede negar en absoluto. No es lícito separarse de la Iglesia; cada uno no puede formar su propia Iglesia: ¡eso es absurdo! Es preciso tener muy claro que "donde está Pedro, está la Iglesia" ("Ubi Petrus, ibi Ecclesia"); de modo que si prescindimos de Pedro nos excluimos de la Iglesia a nosotros mismos. 


Ello no obsta, sin embargo, para que existan también en la Iglesia malos pastores. Siempre los ha habido. Por supuesto que hay buenos pastores: sin ellos la Iglesia no podría subsistir. Los tiene, siempre los ha tenido y siempre los tendrá, pues "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). Pero también existen los malos pastores. Ahí está la evidencia de los hechos para demostrarlo. Y, sin embargo, hay mucha gente que está convencida de que todos los pastores son buenos, automáticamente, por razón de su cargo, por el mero hecho de ser pastores. Y eso no es así.

Sólo existe en la Iglesia un cargo que lleva consigo la condición de la infalibilidad: el cargo del Romano Pontífice, el Papa. Y esto sólo si habla "ex cathedra", cumpliendo las cuatro estrictas condiciones que están claramente indicadas y definidas en la Constitución Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I. 
Cuando, cumpliendo con su cargo de Pastor y Doctor de todos los cristianos(1) Hace uso de su suprema autoridad apostólica (2) y declara que una doctrina referente a la Fe o a las costumbres (3) debe ser sostenida (4) por la Iglesia Universal... en ese caso sus palabras son infalibles y no pueden ser objeto de discusión, pues tiene la asistencia divina que le fue prometida en la persona de Pedro. 



Jesús, como no podía ser de otra manera, nos ha dejado señales muy claras para que podamos discernir, sin ninguna duda, entre los buenos y los malos pastores, de modo que sigamos a los primeros y nos apartemos de los segundos, pues en ello nos va la salvación eterna. No tenemos más que leer con atención la parábola del buen Pastor (Jn 10, 1-18) en donde se dice que el mal pastor "es un mercenario y no le importan las ovejas" (Jn 10, 13) pues no son suyas. Y así cuando "ve venir al lobo, deja las ovejas y huye- y el lobo las arrebata y las dispersa" (Jn 10,12). En cambio el buen Pastor "llama a sus ovejas por su nombre" (Jn 10,3) va delante de ellas" (Jn 10, 4)..."y da su vida por sus ovejas" (Jn 10,11) Por eso "las ovejas le siguen porque conocen su voz" (Jn 10,4). "Pero no siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 10,5). Y añade Jesús: "Yo soy el buen Pastor" (Jn 10,11) 

Las ovejas siguen únicamente al buen Pastor, que es Jesús; y escuchan sólo su voz, esa voz que partiendo de Jesús ha sido mantenida por su Iglesia durante veinte siglos, enseñada por sacerdotes empeñados en hacer suya la vida de Cristo. Esa voz les llega al corazón porque es "la palabra de Dios, que es viva y eficaz, más aguda que una espada de doble filo" (Heb 4,12), y "puede distinguir los sentimientos y los pensamientos del corazón" (Heb 4,12)

La Iglesia no puede inventar nuevas verdades;  sólo las que ya hay contenidas en la Revelación: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13,8). Por eso decía San Pablo a Timoteo: "Permanece fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y lo que de mí oíste ante muchos testigos, confíalo a hombres fieles, que sean capaces a su vez de enseñar a otros" (2 Tim 2, 1-2). Ésta es la razón por la que la voz que oyen las ovejas, cuando esa voz procede de malos pastores, les parece extraña; lo que es de sentido común: esa voz es extraña sencillamente porque es diferente y no concuerda con lo que siempre han oído de los buenos pastores a lo largo de veinte siglos de historia de la Iglesia, no es conforme a lo que el Magisterio de la Iglesia siempre ha enseñado y transmitido.


Esa extrañeza que sienten las ovejas es un indicativo claro de que, tal como decía Jesucristo, están escuchando la voz de un mal pastor. Por eso los verdaderos fieles deben huir de los malos pastores, de aquellos que no les enseñan la doctrina que Jesucristo predicó. Si un fiel se extravía es porque sigue las voces de los extraños, de los que son malos pastores.  

En todo caso, también hay que decir, como señala el padre Alfonso Gálvez, que doctrinalmente no vale la pena inquietarse demasiado, por la sencilla razón de que el nuevo Magisterio jamás ha querido imponer su autoridad, confiándolo todo al diálogo y la discusión, sin pretender tocar para nada- conforme a sus repetidas afirmaciones- los dogmas y las doctrinas establecidas. Por lo tanto, el fiel católico que desee atenerse a una enseñanza segura, habrá de acudir necesariamente a las doctrinas ya establecidas como tales por un Magisterio que sí que comprometió su autoridad, el Magisterio anterior al Concilio Vaticano II.


(Continuará) 

viernes, 2 de mayo de 2014

La via de los hechos: No debemos de esconder la cabeza como el avestruz (1 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Hoy se da una escisión entre teoría y praxis en el seno de la Iglesia. La doctrina de la Iglesia es la que es y no ha cambiado. Los dogmas siguen siendo los mismos... Todo esto en teoría, todo esto es lo que está escrito y no ha cambiado. "En ese sentido" se puede decir que hay continuidad. La Iglesia de siempre es también la Iglesia de ahora.

Todo esto es lo que se dice, pero ¿está en conformidad con lo real, con lo que vemos que ocurre? ¿Existe algún criterio para evitar ser engañados o confundidos? Como siempre, la respuesta debemos buscarla en el Evangelio, rectamente interpretado a la luz de la Tradición de casi dos mil años de Historia de la Iglesia.


Si no queremos ser engañados, debemos atenernos a las palabras de Jesucristo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16).¿Y qué frutos son los que vemos? Si no queremos taparnos los ojos y proceder como el avestruz, lo que se observa, objetivamente hablando, es una apostasía a nivel mundial. Podemos ignorarlo y actuar como si no ocurriera nada, pero tendríamos que dar cuenta de ello ante Dios: "Quien se avergüence de Mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, en la del Padre y en la de los santos ángeles" (Lc 9,26).


Dios no nos quiere ignorantes ni cobardes. En la parábola del administrador injusto, Jesús se queja porque "los hijos de este mundo son más sagaces para sus cosas que los hijos de la luz" (Lc 16,8). Y esto sigue siendo cierto, hoy también, por desgracia. Los cristianos (en general) conocen poco o nada su fe y se avergüenzan, con frecuencia, de ser lo que son, en un mundo en el que ya no se lleva eso de ser cristiano. No ocurre así con los que son del "mundo" que se vanaglorian y hacen gala de ser ateos, partidarios del divorcio, del aborto, de la homosexualidad y de todo lo que es objetivamente malo, defendiéndolo a capa y espada y con todos los medios de comunicación a su favor. 


Observamos, por ejemplo, que la fe se está perdiendo a un ritmo vertiginoso, que da miedo. Muchos católicos, que dicen serlo, no lo son realmente, desde el momento en que admiten, en su pensamiento y en su conducta, doctrinas y costumbres contrarias al sentir de la Iglesia (y me refiero aquí a la Iglesia de Siempre, no a aquella que pretende sustituirla por otra, nueva y diferente, que no sería entonces la verdadera Iglesia).


Necesitamos de la fe para vivir, más que del aire para respirar. Sin la fe estamos perdidos. ¡Porque ése es nuestro verdadero problema, que no tenemos fe! Y esa es la razón por la que este mundo se va hundiendo a marchas agigantadas: la fe ha desaparecido [prácticamente] y la sociedad, en su conjunto, ha renegado de Dios y ha entablado una lucha contra Él ... más concretamente, contra Jesucristo.


Me vienen a la mente las palabras de Jesús, cuando hablaba de su segunda y definitiva venida, que pondría fin a este mundo: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18,8). Y estas otras, referentes también al final de los tiempos: "Si no se acortasen tales días nadie se salvaría; pero por los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 24,22). Son avisos suyos: "Mirad que os lo he avisado" (Mt 24,25). 


El Señor nos avisa de los signos propios de los últimos tiempos para que estemos preparados. ¡Siempre debemos estarlo, porque el final de los tiempos, para cada uno, coincide con el final de su vida! Respecto a la segunda venida de Jesús, lo que llamamos los últimos tiempos, no podemos saber si estamos ya en ellos: "Acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24,36). Lo que sí es cierto es que la crisis actual de fe es tan grande que, si no lo estamos, posiblemente no estemos muy lejos de ellos. 


En cualquier caso hay algo que debemos de tener muy claro y es que Jesús no nos va a dejar solos: "No os dejaré huérfanos" (Jn 14,18). En nuestra lucha contra "el mundo" los cristianos tenemos las armas adecuadas; San Pablo suele hablar de la "armadura de Dios" (Ef 6,13) de la que debemos revestirnos: "Tened ceñida la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia " (Ef 6,14). "...tomando en todo momento el escudo de la fe, con el cual podáis apagar los dardos encendidos del Maligno" (Ef 6, 16).  "Tomad también ... la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" (Ef 6,17), etc... Sólo falta que hagamos uso de estas armas (una vez que hemos entendido que no hay otro camino). Eso nos hará felices: "Si estas cosas entendéis seréis dichosos si las ponéis en práctica" (Jn 13,17)


Los cristianos vivimos hoy en día una situación muy crítica; pero con la gracia de Dios no hay ningún problema que no se vaya a solucionar, si ponemos los medios que Él nos da. Debemos tener muy claro (en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra vida) que " la victoria que vence al mundo es nuestra fe" (1 Jn 5,4). No hay otra manera...pero no la fe en un dios genérico, un dios de todos, inventado por el mundo, sino la fe en el único Dios verdadero que es el que se ha manifestado en Jesucristo. No hay otro Dios: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5). Ésta es la claveLa fe en la divinidad de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre, pues "en ningún otro hay salvación" (Hech 4,12).

(Continuará)

sábado, 26 de abril de 2014

Casarse con un divorciado [José Martí]


La noticia ha corrido por los cinco continentes. Se trata de una "supuesta" llamada telefónica que hizo el Papa Francisco el lunes, 21 de abril de 2014, a Jacqueline Lisbona, una mujer de 47 años que vive en San Lorenzo, 300 km al norte de Buenos Aires, como respuesta a un e-mail que ésta le dirigió en septiembre del pasado año. En dicho e-mail, ella le contaba al Papa su situación: que era soltera, que se casó por lo civil, hace 19 años, con Julio Sabetta, un hombre divorciado por lo civil y por la Iglesia y con quien había tenido dos hijas. Y que dejó de ir a la Iglesia hace 10 años porque cuando se confesó con un cura éste le dijo que no podía recibir la comunión. Según sus propias palabras: "Ese cura lo supo (que estaba casada con un divorciado) porque me fui a confesar. Si no, no se hubiera enterado y no habría pasado nada", señaló ."A lo mejor muchas personas comulgan sin confesarse porque no sienten que vivan en pecado", indicó la mujer. Por lo que parece el Papa le dijo que fuera a confesarse a otra parroquia con otro sacerdote y que volviera a la Iglesia ... (puede escucharse en el audio, más abajo). Pues bien:

¡Esto no ha sido desmentido ni confirmado por el Vaticano, de una manera explícita que no dé lugar a dudas! Y si no, leamos el siguiente comunicado que efectuó en la mañana del 23 de abril de este año el director de la oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi .


''En el ámbito de las relaciones personales pastorales del Papa Francisco ha habido diversas llamadas de teléfonoComo no se trata absolutamente de la actividad pública del Papa no hay que esperar informaciones o comentarios por parte de la Oficina de Prensa. Las noticias difundidas sobre esa materia -ya que están fuera del ámbito propio de las relaciones personales- y su amplificación mediática no tienen, por lo tanto, confirmación alguna de fiabilidad y son fuente de malentendidos y confusión.
Por lo tanto hay que evitar deducir de esta circunstancia consecuencias relativas a la enseñanza de la Iglesia''. 


Todo eso está muy bien, pero no niega que el Papa haya dicho lo que se supone que ha dicho, por aquello de que se trata de actividades pastorales de tipo personal y no de la actividad pública del Papa... Bueno, vamos a ver: si quien ha hablado con Jacqueline Lisbona no era el Papa Francisco sino otra persona que se ha hecho pasar por él, es muy fácil desmentirlo. Y problema resuelto. Luego, si no hay tal desmentido es que es, efectivamente, el Papa el que ha hablado por teléfono (lo que, por otra parte, es ya algo habitual en él). ¡Y entonces lo que ha dicho lo ha dicho!... Bueno, siempre cabría la duda de pensar que la mujer ha interpretado mal las palabras del Papa y que éste no quería decir realmente lo que ella ha dicho que él dijo. Pero de ser así, también es muy fácil desmentirlo por el Vaticano. Y eso no ha sucedido. Luego debemos suponer que sí lo ha dicho ... en cuyo caso, la situación sería aún más grave, pues entonces indicaría que el Papa apoya que se pueda comulgar en estado de pecado mortal... ¡lo que es muy fuerte y difícil de asimilar! Yo no pienso que sea ese el caso, pero lo parece. Y la gente se queda con lo que parece. Ahí están los hechos mediáticos para demostrarlo. Conclusión: La confusión está sembrada.

Una confusión de la que sería fácil salir mediante un comunicado claro por parte del Vaticano y del propio Papa. Pero eso no ha ocurrido. No ha habido tal desmentido de modo tajante en el comunicado del padre Lombardi. Su respuesta viene a ser como un salirse por la tangente para que cada cual saque las conclusiones que quiera. Dice que "no se trata de la actividad pública del Papa". Seamos claros: el Papa es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que esa conversación telefónica "personal" iba a tener grandes repercusiones mediáticas a nivel mundial, como así ha ocurrido. De modo que, en ese sentido (y no veo otro) su actividad siempre es pública ... así que no entiendo nada.


Todo lo que dice el Papa va a ser examinado con lupa y él lo sabe muy bien.  El Papa se debe a su Iglesia y su misión, entre otras, (y esto no es ninguna opinión personal) es la de guiar a SU rebaño por el buen camino, y dar ideas claras a sus fieles (a los fieles católicos, no al mundo). En cambio, su proceder (en este caso, como en tantos otros) está produciendo mucha confusión entres sus verdaderos fieles, a los que tiene la obligación de iluminar. Las palabras de Jesús son de una claridad meridiana: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26). "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15,19). Ésta es la condición normal de un cristiano, como lo fue la de Jesús: el odio del mundo (y no es eso lo que ahora está ocurriendo)


Esto me hace pensar que sería bueno (¡y necesario!) que el Papa se replanteara su "estilo pastoral", porque lo que aquí está en juego es la salvación eterna de una persona, al menos (¡que serán muchos más!); se me podrá objetar que soy más papista que el Papa y, tal vez, con toda la razón del mundo. Pero tengo que tomar una decisión; y dado que no se ha desmentido, de manera oficial y rotundamente, lo que el Papa ha dicho a esta señora, a saber, que puede volver a comulgar (lo que aparece en el audio desde el minuto 3:40 al minuto 4:00); dado también que el Papa, en estas situaciones, no es infalible (ver el artículo anterior de este blog) ... yo me quedo con la postura oficial de la Iglesia, que es muy clara: no se puede comulgar si uno se encuentra en situación de pecado mortal, objetivamente hablando


Conviene recordar, o aprender, si no se sabe, que la fidelidad de un cristiano no es a un Papa concreto, sino al papado, instituido como tal por Jesucristo;  y también a los dogmas que se han ido definiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, verdades que son inalterables por voluntad de su mismo fundador: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19)


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Recordemos que la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, convocada por el papa Francisco bajo el lema "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización", se desarrollará en la Ciudad del Vaticano entre el 5 y el 19 de octubre de 2014. Se la conoce popularmente como el Sínodo extraordinario de Obispos sobre la familia

Como preparación para ese encuentro, el papa argentino envió un cuestionario de 38 preguntas a todos los episcopados del mundo con una serie de preguntas referidas a las situaciones actuales que viven las familias; entre ellas, cómo trata la iglesia a los divorciados que concurren a las iglesias. Sobre esto he hablado ya en este mismo blog

En febrero, en un consistorio extraordinario sobre familia que se realizó en la Santa Sede, el papa Francisco ya adelantó su posición al respecto, al elogiar públicamente una propuesta del cardenal alemán Walter Kasper, quien propone permitir la comunión a los divorciados si las parejas cumplen determinados requisitos. También he tocado este tema en el blog.


En cualquier caso, salga lo que salga del Sínodo nunca podrá contradecir la enseñanza de la Iglesia de siempre, y ésta es muy clara: "Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada de su marido, adultera" (Lc 16,18). Si por un casual eso ocurriera, y Dios lo permitiera, debe quedar claro para todo fiel católico que el dogma no se puede alterar, ni siquiera por el Papa. No es la Iglesia la que debe acomodarse al mundo, sino que es el mundo quien debe cambiar su mentalidad, si quiere progresar de un modo efectivo; un progreso que tendrá lugar en la medida en que la gente conozca a Jesucristo como a su Dios y a su amigo que es (ambas cosas) y no olvide que el mensaje de Jesucristo es siempre actual: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13,8)



José Martí

viernes, 25 de abril de 2014

Sobre la Infalibilidad de los papas y los Concilios

Pese a lo que mucha gente piensa, el Papa se puede equivocar en sus declaraciones ordinarias, aunque éstas deben ser siempre tenidas en cuenta. Lo que no se debe hacer es considerar que todo lo que el Papa dice va a misa, porque no es así. No todas palabras del Papa son infalibles: sólo cuando habla "ex cathedra" y con la idea de obligar, sólo en ese caso, podemos decir que el Papa no se puede equivocar y que lo que ha dicho goza de infalibilidad, de modo que pecaría gravemente quien no creyera en aquellas verdades definidas "ex cathedra". Hasta ahora, desde Pío XII, eso no se ha producido.



Hay una serie de cosas que deberían quedar muy claras: una, que el Papa no puede inventar la Iglesia, otra, que   la Iglesia no comenzó a existir hace cincuenta años, a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II, sino que tiene una historia de dos milenios. De hecho las canonizaciones de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que se están preparando para el domingo, 27 de abril de 2014, vienen a ser, en el fondo, un intento de "canonizar" el Concilio Vaticano II (Concilio del que habría mucho que hablar, aunque no es éste el momento de hacerlo); o, al menos, podría interpretarse así, lo que llevaría a un aplauso generalizado por parte del mundo que podría llevar a considerar que todo lo dicho en el Concilio II está en conformidad con la Iglesia de toda la vida, lo que es completamente falso. De hecho hay determinados puntos del Concilio que deberían ser revisados pues su lectura da lugar a interpretaciones diversas, lo que siempre es un peligro. En la Iglesia debe haber una claridad total en todos sus enunciados, para no confundir a los fieles. [Los puntos a los que me refiero son, entre otros, los relativos al ecumenismo, la libertad religiosa y el diálogo interreligioso].

¡La Iglesia no debería tener ningún tipo de complejo de inferioridad ante el mundo! Su misión no es la de tener contentas a todas las personas, lo que es imposible, sino la de transmitir íntegro y sin adulterar el mensaje recibido, como dice San Pablo: "Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo(Gal 1,10) 


Pese a lo cual no tenemos por qué perder la paz interior ni asustarnos. Dios es providente: esto no debemos ponerlo nunca en duda. De hecho, el discurso de apertura del Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII es obra de la Providencia Divina. ¿Por qué? Muy sencillo: porque el propio papa Juan XXIII indicó expresamente que no se pretendía, con tal Concilio, imponer ningún dogma nuevolos únicos dogmas de fe eran los ya existentes antes del Concilio Vaticano II; de manera que el Concilio Vaticano II nació con pretensiones puramente pastorales, sin pretensiones de imponer nada a nadie. 

Por lo tanto: Si alguien, sea quien fuere, basándose en el Concilio, dijera algo en contra de los dogmas ya establecidos como tales por la Iglesia, no tenemos por qué preocuparnos (en el sentido de no hacer de ello un problema de conciencia); el Concilio Vaticano II nació como concilio pastoral y con ese espíritu debe ser leido. Si, en algún momento, al leer con detenimiento los documentos del Concilio, se detecta la existencia de algún punto de tipo doctrinal que se oponga a lo ya establecido como dogma por la Iglesia en Concilios anteriores, está claro que dicho punto debe ser condenado como falso y como herético. 

Esto es y ha sido así siempre: un concilio nunca puede contradecir lo que dogmáticamente se ha definido de modo obligatorio en un concilio anteriorlos dogmas no evolucionan ni cambian. Sólo se puede profundizar en su conocimiento. ¡Qué bueno sería que los fieles conocieran estas cosas, pero suelen ignorarlas normalmente, porque nadie les habla sobre ellas!

jueves, 17 de abril de 2014

Jueves Santo 2014: Vídeo del padre Alfonso Gálvez

Hoy, día de Jueves Santo, celebra la Iglesia tres grandes acontecimientos, pilares básicos de nuestra fe, que son: la institución, por Jesucristo, de la Santa Misa, de la Sagrada Eucaristía y del Sacerdocio, en la noche de la Última Cena.

Se trata de tres grandes misterios sobre los que es preciso hablar sin ningún tipo de ambigüedades, pues hoy se ha desatado una feroz y cruel batalla contra la Misa entendida como el Sacrificio de Cristo en la Cruz, contra  la presencia real de Cristo en la Eucaristía y contra el Sacerdocio Ministerial. 


Las persecuciones actuales, además de ir contra los cristianos (que también), como en los tres primeros siglos del Cristianismo, van dirigidas, sobre todo y básicamente, contra la misma fe. Todo lo que aparezca como sagrado y sobrenatural es perseguido con un odio inmenso, ante la indiferencia de la mayoría de los católicos que, o bien no son conscientes de ello (y viven como si no ocurriera nada) o si son conscientes, miran para otra parte, como si no fuera con ellos. La recomendación de San Pablo a los Romanos, diciéndoles: "si sois conscientes del momento presente, ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13,11), deberíamos aplicárnosla nosotros mismos, con carácter de urgencia.


Me he tomado la libertad de insertar en este blog un vídeo (1) de la homilía pronunciada por el padre Alfonso Gálvez este mismo día de Jueves Santo, 17 de abril de 2014, porque es de una clarividencia meridiana y no se anda con paños calientes cuando habla, haciéndolo siempre dentro de la máxima fidelidad a la Iglesia Católica, [aunque, eso sí, haciendo un uso adecuado de la razón, como corresponde a seres racionales y libres que somos, creados así por Dios] . Salen a relucir en él, además, otros problemas de actualidad, que son muy graves y que no deben ser ignorados. El vídeo dura 58 minutos pero, como digo, son muchos los temas que aparecen en él. Se puede, por lo tanto, ver y escuchar, en trozos, según el asunto del que trate. Así, por ejemplo, el tema de la infalibilidad papal está tratado desde el minuto 42:10 hasta el 47: 58. Cada uno puede hacer su propia composición, según aquello que más le llegue al alma o sobre aquellos puntos en los que tiene alguna duda. Ciertamente, es imposible tratar cada uno de ellos en profundidad en una sencilla homilía, aunque el tiempo dedicado a ella sea extenso. Pero lo importante es que las conclusiones sí que están claras en cada caso.


El momento en el que nos ha tocado vivir requiere de personas que se tomen muy en serio al Señor, que lo quieran con todo su corazón y con toda su alma, y que no se avergüencen de llevar el nombre de cristianos. Pero para perseverar en la fe es preciso tener las ideas claras, conocer la propia doctrina. Y para ello se necesita de buenos pastores, que hagan presente entre nosotros al mismo Jesucristo. Yo me considero muy afortunado de conocer personalmente a uno de ellos, el padre Alfonso Gálvez, mi amigo del alma. Y por eso quiero compartir este vídeo con los lectores de este blog: conozco a algunos, también amigos míos, y les deseo lo mejor, de todo corazón. Para ver el vídeo pincha aquí  y para escuchar el audio aquí 

(1) Coloco audio y vídeo porque no sé si funcionará bien el enlace del vídeo. Espero que, al menos funcione el del audio. Si no es así se puede ir a la página web www.alfonsogalvez.com y localizar ahí la homilía del jueves, 17 de abril de 2014

Amor y pobreza

Desgraciadamente, la gente (la mayoría de los cristianos) no conoce a Jesús. Y no lo conocen, entre otras cosas, porque no se les predica  toda la Verdad del Evangeliotan solo algunas frases bíblicas, que son siempre las mismas. Se escamotea la Palabra de Dios a los fieles, por parte de muchos de sus pastores, y se les presenta a un Jesús dulzón y almibarado,  procurando esquivar, por ejemplo, todo lo que haga referencia al pecado, que es el verdadero mal y lo que realmente esclaviza: "Os lo aseguro: todo el que comete pecado, es esclavo del pecado" (Jn 8,34). No se le da al pecado la importancia que tiene (si es que se habla de él). Y, sin embargo, el pecado no es ninguna broma. San Pablo le llama "misterio de iniquidad" (2 Tes 2,7), y según San Juan "el que comete pecado ése es del diablo" (1 Jn 3,8). De modo que no es algo que se pueda tomar a la ligera, sino que es algo muy serio. La prueba la tenemos en el hecho de que "nuestro Señor Jesucristo se entregó a Sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo malo" (Gal 1,4). 

¿Tan grave es el pecado que ha sido necesaria la muerte del Señor por causa de él? ¿Tan importantes somos para que Dios haya enviado a su Hijo para salvarnos? Pues parece ser que sí: lo somos. Y lo somos desde el momento en que Él nos ha concedido tanta importancia, amándonos como nadie jamás ha podido amar a otra persona, hasta el extremo de haber dado su Vida para conseguirnos la salvación (una salvación lógicamente supeditada a nuestra libre respuesta amorosa a su llamada).  Viniendo al mundo,  con su vida, ha querido enseñarnos en qué consiste el amor verdadero, el único que merece tal nombre.

Pensemos en algunos detalles concretos; dice San Pablo, por ejemplo, que "nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os  enriquecierais con su pobreza" (2 Cor 8,9):  se hizo pobre por amor a nosotrosdándonos su Vida y haciéndonos así ricos, para que nosotros, a su vez, se lo diéramos todo, haciéndonos igualmente pobres, en correspondencia a su amor. Porque a esto se refiere la pobreza cristiana. La pobreza verdadera, que es la pobreza cristiana, es una virtud; y está íntimamente relacionada con el Amor: lo recibimos todo de Él, lo recibimos a Él mismo, que se nos da por completo. Y luego, en correspondencia, se lo damos todo y nos quedamos sin nada. Esta pobreza en la que nos quedamos es consecuencia del Amor; y esa es la razón por la que la pobreza es una virtud fundamental para el cristiano. Siendo pobres nos identificamos con Jesucristo. Él es nuestro Maestro y nuestro Modelo. (No debemos confundirla con la miseria, con la que no tiene nada que ver, pues ésta [la miseria] es consecuencia del egoísmo de los hombres). 

Como podemos comprobar, una vez más, si no hay bilateralidad no puede haber amor. El amor es siempre cosa de dos. Es conmovedor oir cómo Jesús nos dice, como en susurro:  "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando" (Jn 15,14). Él llevó su amor por nosotros (¡amor incomprensible e inmerecido por nuestra parte!) hasta el extremo de dar su vida en remisión por nuestros pecados, de modo que pudiéramos estar con Él siempre, por toda la eternidad. "Me amó y se entregó por mí"  (Gal 2,20), decía San Pablo a los gálatas. ¿Por qué no lo amamos también nosotros y nos entregamos por Él? Por eso, nunca se insistirá lo suficiente en el misterio de iniquidad, que es el pecado, y en la necesidad (¡urgente!) de que no nos tomemos la realidad del pecado a la ligera. Nos va en ello la salvación, o lo que es igual, el poder permanecer unidos a Jesús para siempre, amándolo y siendo amados por Él.



Esta tarea no es fácil, pero es apasionante. Jesús nos enseñó lo que tenemos que hacer si queremos salvarnos:  "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lc 9,23). Y, en conformidad con esto, decía San Pablo: "Yo predico a Cristo y a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, poder y sabiduría de Dios" (1Cor 1,23-24). ¡Siempre la cruz por medio! Por más vueltas que le demos no hay otro camino para salvarnos que el que Jesús nos ha señalado: la puerta estrecha, la negación a uno mismo por amor a Él. Esto siempre ha sido, y seguirá siendo motivo de escándalo ... pero es Palabra de Dios, que sabe más que nosotros, y que nos conoce y nos quiere más de lo que nos queremos y nos conocemos nosotros a nosotros mismos. Nosotros nos podemos engañar. Él nunca nos engaña. Y desea con locura nuestro amor y nuestro bien. ¡Si llegáramos a creernos la realidad de este Amor seríamos felices, realmente felices, ya en este mundo, pese a los sufrimientos, los dolores, las contrariedades, etc. Así han procedido siempre los santos (que han sido las personas más alegres y felices que han existido) y así debe proceder cualquiera que quiera considerarse realmente cristiano y discípulo de Jesucristo.