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miércoles, 21 de octubre de 2020

Una llamada que no llega



Una de las conductas que más ha caracterizado al pontificado de Bergoglio ha sido su compulsión a las llamadas telefónicas. Los tiempos de paz y bonanza de los que goza el Estado Vaticano permiten a su monarca absoluto pasatiempos de este tipo.

El último que conocimos fue el del día lunes 19 de octubre, cuando llamó a Evo Morales para felicitarlo por el triunfo de su partido, el Movimiento al socialismo, en las elecciones presidenciales de Bolivia celebradas el día anterior. El Sr. Morales no es precisamente un líder cristiano; más bien todo lo contrario. Debió huir de su gobierno envuelto en escándalos de todo tipo, todos recordamos la cruz con la hoz y el martillo que le regaló al Pontífice durante su visita a Bolivia, y que tanto le complació, y recordamos también la promoción explícita que hizo durante sus largos años en el poder de las religiones paganas y sus durísimas críticas a la labor evangelizadora de la iglesia. Un angelito.

Más allá de la intrascendencia que tiene ya las palabras y los gestos papales, creo que sería conveniente llamar la atención de Francisco acerca de un hecho triste y doloroso que está sucediendo en nuestro país y que él, con una simple llamada telefónica, podría ayudar a suavizar sinsabores y consecuencias. 

Hace pocos días, algunas organizaciones feministas han denunciado ante el Consejo de la Magistratura pidiendo su juicio político, a los doctores Javier Anzoátegui y Luis María Rizzi, jueces del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional, a raíz de un ejemplar fallo relacionado con el asesinato de un bebé en el vientre de su madre, práctica conocida como “aborto” o, más civilizadamente, ILE.

Aquí pueden leer el voto del Dr. Anzoátegui, y aquí la noticia publicada en un medio de prensa que se caracteriza por la defensa de los derechos de (algunos) humanos. El nivel ideológico de la acusación puede medirse, por ejemplo, en este párrafo surrealista: “…los jueces hablan de “hija” o “niña” para referirse al “producto de la gestación” que fue abortado, “en franco desconocimiento del sistema de filiación imperante, que requiere de una “persona” para crear vínculos de ese tenor”.

El testimonio público de los dos magistrados merece el respeto y admiración de todos los cristianos, y merece también nuestro apoyo y cercanía en estos momentos de persecución. Me pregunto si no merecerían también una llamada telefónica pontificia. En última instancia, los doctores Anzoátegui y Rizzi son un poco más valiosos, aunque no tan políticamente correctos, que Evo Morales. Y si no fuera del Papa, algún gesto al menos del episcopado argentino, o de algún obispo. Es posible que alguno de ellos les haya expresado su cercanía pero, en ese caso, convendría que el o los prelados, la hicieran pública, aunque me temo que no podemos esperar de ellos ningún gesto de valentía, ni siquiera el de un llamado telefónico.

The Wanderer