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sábado, 24 de octubre de 2020

Los obispos necesitan urgentemente interrogar a su clero para descartar los sacramentos inválidos (Peter Kwasniewski)



Las noticias acerca de los dos recientes “sacerdotes” que descubrieron que ellos no eran sacerdotes debido al haber sido “bautizados” con una fórmula inválida ha causado furor, y con razón. Mientras que ellos han sido ahora bautizados, confirmados y ordenados, ¿qué hay de todas las almas afectadas por su falta de las órdenes: de los fieles que recibieron un mero pan porque no existió consagración; de los fieles que salieron de la confesión no habiendo sido absueltos; de los fieles que salieron pensando que estaban casados cuando no lo estaban; de los conversos recibidos en Pascua que nunca fueron confirmados; de los enfermos y agonizantes que nunca fueron ungidos? Y podemos estar seguros que si los dos sacerdotes ya han sido identificados, estamos viendo solo la punta del iceberg. La mente se estremece al pensar que sucedería si tal sacerdote no descubre la invalidez de su ordenación y fuera algún día nombrado un “obispo”. Podemos estar agradecidos por el sobrenatural sentido común que cada ordenación episcopal normalmente tiene tres co-consagrantes.

LifeSite publicó un espléndido artículo de Matthew McCusker, “Reflexiones sobre la necesidad de un acceso generalizado al bautismo condicional,” que detalla el alcance de la crisis y las soluciones requeridas. Tristemente este artículo no parece haber atraído la atención que merece. Debiera ser de lectura obligatoria para obispos, sacerdotes y diáconos.

Las siguientes dos cosas deben suceder y sucederán pronto:

Primero, cada obispo diocesano debiera contactar a cada sacerdote o diácono que sirva o haya servido en su diócesis y consultar directo al grano: ¿Usó usted alguna vez una fórmula de palabras cuando confirió alguno de los sacramentos que difiere de las palabras impresas en los libros litúrgicos oficiales? Necesito tener una respuesta de usted diciendo que no, que no lo hizo, o que sí, que si lo hizo, y en cualquier caso, las palabras que recuerda usar. Esto es urgentemente necesario para el bien de las almas y para tranquilizar las mentes de muchos católicos que están perturbadas con razón por las recientes revelaciones concernientes a la invalidez de los bautismos u otros sacramentos debido a los defectos en la forma.”

Ahora, es posible que algunos obispos ya lo hayan hecho y que otros se están preparando para hacerlo, sin embargo, es también posible que muchos, si no la mayoría, no percibirán la gravedad de la situación y asumirán que todo está bien a menos que alguien reporte un problema. Ellos asumirán que Dios es tan misericordioso que Él nunca permitirá que a alguien le falte la gracia si tiene buena voluntad y que es mejor dejar las cosas como están.

Esta es una política terriblemente miope. No respeta la economía sacramental, en la cual Nuestro Señor instituyó medios específicos para conceder gracias a los fieles. No, Él no está atado a ellos, pero somos nosotros los que estamos ligados a ellos y pecamos al tratar de evitarlos o al tratarlos con desprecio o liviandad. No podemos presumir que Él siempre “nos da un pase” y esto es aún más cierto para los superiores a los que se les ha confiado el bien de las almas y tienen la responsabilidad de que ellas reciban lo que el Señor desea darles, incluyendo obviamente, los sacramentos en forma válida. Un obispo que, sabiendo lo que nosotros sabemos, no se agota en el esfuerzo por encontrar ministros indignos de sacramentos inválidos enfrentará un juicio particularmente severo, ya que será responsable por cualquiera de las ovejas que se extraviaron por haber sido privada de los auxilios divinos. La política es también extremadamente dañina debido a los efectos colaterales de los sacramentos inválidos: un pseudo-bautismo puede tener efectos exponenciales en el Cuerpo de Cristo. Al negar esto, uno tendría que ser un apóstata que ya no cree en los principios más básicos de la Fe.

Sugiero, por tanto, que los católicos de todas partes del mundo envíen una carta respetuosamente redactada a sus ordinarios locales con el siguiente texto:

“Su Excelencia:

Las noticias de dos “sacerdotes” que descubrieron que sus bautismos fueron inválidos y que, por tanto, tenían que recibir todos sus sacramentos por primera vez, son terriblemente perturbadoras, ya que es probable que haya muchos más individuos que creen que están bautizados (o confirmados, o casados u ordenados) pero que no lo están. Por favor, por el bien de las almas, envíe una carta a todos los sacerdotes y diáconos que están sirviendo o que han alguna vez servido en su diócesis (incluyendo a los retirados), y pregúnteles si ellos en algún momento bautizaron en otra forma que “Yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, mientras derramaban agua sobre la cabeza. Es necesario encontrar a los individuos que pueden haber usado una forma inválida o materia para que así las personas afectadas puedan ser contactadas. De hecho, sería una oportunidad para preguntar si ellos han usado una forma incorrecta para cualquiera de los sacramentos, incluyendo la Confesión, donde los laicos a menudo se quejan de las improvisadas “absoluciones” que los dejan en la duda.”

No es suficiente para un obispo publicar un genérico tipo de carta “Queridos todos: por favor, por favorcito, usen las palabras correctas cuando administren los sacramentos.” Esto puede ayudar para el futuro, no hace nada para corregir los errores del pasado. Él necesita que cada clérigo le diga cuál ha sido su praxis sacramental, y si no recibe ninguna respuesta escrita, él debiera contactarlo por teléfono o en persona. Sí, esto podrá ser difícil, doloroso, incómodo o antagónico. Que así sea. Aquellos que han abusado de los sacramentos, o aquellos bajo cuya vigilancia han sido abusados, merecen algún sufrimiento en esta vida si ellos desean evitarlo en la otra.

Segundo, las personas debieran comenzar a investigar qué seminario y programas de formación diaconal están siendo enseñadas en las diferentes partes del país. En particular necesitamos averiguar donde alguien, que se sabe ha usado una fórmula falsa, obtuvo su formación. Ideas tan estúpidas (“nosotros te bautizamos) generalmente son sugeridas en talleres de monjas espaciales en pantalones o jesuitas del tipo “solo dime Jimmy”, porque es poco probable que se hayan originado solo en las cabezas locas de los ministros que lo hicieron. Existen nódulos causales esperando ser descubiertos. Si podemos identificar a los profesores o a los programas que animan este sinsentido, nos dará más herramientas para rastrear a aquellos que podrían haber sido engañados por ellos

Este es un negocio serio y merece ser tomado con la mayor seriedad por los obispos de la Iglesia.

Peter Kwasniewski

Traducido por Beatrice Atherton para Marchando Religión