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sábado, 20 de enero de 2018

A propósito de una homilía de Fray Nelson Medina, sobre el Bautismo de Jesús (por José Martí) [2 de 2]

Haga clic aquí para leer la parte [1 de 2]

Lo esencial del arrepentimiento no es tanto el sentimiento que yo pueda tener como persona, hacia mí mismo y por mi propia historia. Lo más importante del arrepentimiento es el amor que produce dolor de que Dios haya sido ofendido y esa esencia del arrepentimiento como dolor de amor eso es lo que Cristo manifiesta en el bautismo
Más de lo mismo. La esencia del arrepentimiento hace referencia a la persona que se arrepiente y que, en consecuencia, manifiesta ese dolor de amor a Dios, por haberlo ofendido. El arrepentimiento -se hace necesario recordarlo una vez más- es, exclusivamente, personal.  Podemos leer, a este respecto, el salmo 51, que es un reconocimiento de la propia culpa y una súplica esperanzada y confiada en la compasión y en la misericordia de Dios: "Contra Tí, contra Tí sólo he pecado, y he hecho lo que es malo a tus ojos" (Sal 51, 6), pero "un corazón contrito y humillado, Dios mío, Tú no lo desprecias" (Sal 51, 19)
eso es lo que nosotros también estamos llamados a vivir.¿De qué manera? Pues es importante que nosotros nos arrepintamos
Sí, pero arrepentirnos de "nuestros propios pecados personales"
y sintamos dolor porque Dios está siendo ofendido.
Claro que sí: eso en todos los casos.
No necesariamente ni solamente por los pecados que cada uno de nosotros comete en particular.
Si el pecado es personal, como lo es, yo no puedo arrepentirme del pecado que otro haya cometido, por más que lo sienta y por más que lo sufra en mi propia carne.
Pensemos en el caso del aborto. Si nos damos cuenta, el aborto es una vergüenza, es una desgracia de la humanidad. Pero hay muchas personas que no han abortado, sin embargo, aquéllos que no tienen nada que ver con el aborto, que nunca han recomendado el aborto, que pueden estar en contra del aborto también sienten dolor porque siguen cometiéndose abortos.
Por supuesto. Faltaría más. Pero una cosa es sentir dolor y otra muy distinta es ser culpable. Sólo el que es culpable de "algo" puede arrepentirse de ese "algo" que ha cometido.

Insistiendo en lo que dije más arriba, con relación a Jesús, vuelvo a repetir o a recalcar que sí, Dios se hizo pecado en Jesucristo, pero no se hizo pecadorSe sintió pecador delante de su Padre como si él hubiese cometido todo el pecado de la humanidad, que el asumió en su naturaleza. Pero una cosa es sentirse y otra muy distinta es ser.

Además -volvamos a repetirlo- el arrepentimiento es de la persona y la persona de Jesucristo es divina. Jesucristo es Dios ... Y Dios no conoce el pecado, ni puede conocerlo, pues éste supone un rechazo a Dios: ¡Dios no puede rechazarse a sí mismo! ...  Eso es una contradicción y un sinsentido. Y mucho menos arrepentirse de haberse rechazado, puesto que no lo ha hecho. Y siendo Él la Verdad, como lo es, no cabe mentira en Él. Comprobamos, una vez más, el enorme peligro del lenguaje, cuando se usa mal; o sea, cuando al hablar no se busca el diálogo verdadero y la verdad sino convencer a otro de las propias "ideas", si es que se pueden llamar "ideas" a las mentiras. Esto es muy propio de los modernistas, tanto en el terreno político (en donde está más claro que el agua) como también en el terreno de la Religión ... y concretamente, en el de la Religión católica, que es lo que ahora estamos considerando.

[Aprovecho esta entrada para dar alguna idea sobre una verdad fundamental de nuestra fe: la relativa a la Redención.

Dios, en la segunda Persona, que es el Hijo, haciéndose hombre (misterio de la Encarnación del Hijo de Dios) asume la naturaleza humana y toma sobre sí todo el pecado de la Humanidad, de todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Y de este modo, presentándose como pecador ante su Padre, no siéndolo, la Humanidad entera queda justificada del pecado de adán, un pecado que impedía que el hombre pudiese entrar en el Cielo: los justos -como sabemos- iban al seno de Abrahán, el equivalente al limbo de los niños. A esto es a lo que se llama Redención objetiva.

Su Amor por nosotros le llevó a hacerse hombreDe este modo, las puertas del cielo quedaban abiertas a todos los que habían vivido conforme a su voluntad, antes de su venida a este mundo, los llamados justos, según el antiguo testamento, así como a todos aquellos que, posteriormente (¡ésos somos nosotros!) procedieran en conformidad con lo que Dios había revelado en su Hijo, es decir, en Jesucristo. 

Se salvará aquél que quiera ser salvado, haciendo uso de los medios que Dios ha dispuesto para ello. Antes de la venida de Jesús, tal salvación era imposible, aun cuando se pusieran los medios adecuados, como era el cumplimiento de la Ley. 


Ahorauna vez que Cristo ha venido, no estamos bajo la Ley sino bajo la graciaque es la que nos salva ... Pero sigue siendo cierta la necesidad del cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios.  Es lo que se conoce con el nombre de Redención subjetivaTenemos la posibilidad de salvarnos, que antes no teníamos, pero tal Redención está condicionada a nuestra respuesta a su Amor. Jesús fue muy claro en este sentido:  "Yo no he venido a destruir la Ley sino a darle cumplimiento y llevarla a su plenitud" (Mt 5, 17). Y, en otro lugar: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15).]

Pero continuemos con nuestro análisis de lo dicho por Fray Nelson, quien afirma lo siguiente:
El dolor que sentimos por el daño irreparable que se comete a esos seres inocentes y, sobre todo, por la ofensa que se comete contra Dios, ese dolor de amor yo lo puedo tener, aunque no haya abortado ni recomendado el aborto. Yo puedo sentir ese dolor.
Sí pero yo no soy responsable de haber abortado ni de haber colaborado al aborto. Luego no puedo arrepentirme de un pecado que no he cometido. Una cosa es el dolor de amor y otra ser responsable del pecado cometido por otra persona. Esto es así en las personas humanas, luego también -con mayor razón- lo es en la persona divina que es Jesucristo.
La fiesta del bautismo del Señor es una invitación a la solidaridad en el dolor de amor. Eso fue lo que llevó a Cristo a orillas del Jordán y eso también tiene que obrar en nosotros; o sea que participamos de esta fiesta de un modo muy hermoso cuando nos damos cuenta que el dolor de amor que tuvo Cristo también lo podemos tener nosotros.
Por supuesto. Esto es algo que no se puede poner en duda. Y es más: este dolor es tanto más efectivo cuanto más unidos estemos a Jesucristo.
¿Cómo llama la Iglesia a ese dolor de amor? Ese dolor de amor con el que yo quisiera reparar el daño que se ha cometido a la gloria divina precisamente es amor de reparación.
Correcto
Reparar es eso. Es cubrir de amor, de un amor sobreabundante, de un amor excesivo, cubrir de amor el corazón herido del Señor. Es como sentir que si otros se han quedado cortos en su amor por la razón que sea, nosotros queremos ser excesivos en el amor. Y es ese exceso de amor el que lleva a Cristo a sentir dolor porque Dios está ofendido. Y la buena noticia es que ese mismo exceso de amor también lo puedes sentir tú. Tú también puedes unirte al exceso de amor de Cristo, pidiendo a Dios perdón y misericordia y cubriendo con tu corazón agradecido, con el amor de tu corazón agradecido, el corazón ofendido y lastimado del Señor.

Que de esta fiesta saquemos entonces exceso, sobreabundancia de amor y capacidad de ofrecer nuestros sufrimientos, nuestras persecuciones, nuestros insultos, lo que tengamos que sufrir, y también nuestras penitencias, en reparación al amor de Dios ofendido.
Bueno, lo cierto es que nuestros sufrimientos, persecuciones, etc..., es decir, nuestro amor ... en sí mismo ... no puede reparar nadaSólo en unión con Jesucristo, sólo formando parte de su Cuerpo Místico, que es la iglesia, y sólo si estamos en gracia de Dios (es decir, si su Espíritu está en nosotros) tenemos esa posibilidad de reparación ... Que para eso se encarnó el Hijo de Dios, entre otras cosas (antes de su venida, tal reparación era imposible, como sabemos)


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Lo que debería de quedar muy claro, tras este razonamiento, es que nosotros no somos responsables -de modo directo- de los pecados personales que otros cometen, sólo de los nuestrosCon relación a ellos, sólo nos queda sufrir y pedir a Dios por su salvación, puesto que queremos su bien y vemos que van mal encaminados; pero la responsabilidad de su propia vida es única y exclusivamente suya.

No obstante, puestos a matizar, se podría decir que, en cierto modo, tal vez (esto sólo Dios lo sabe) podríamos serlo de un modo indirecto en el sentido de haber contribuido, de alguna manera, con nuestros propios pecados personales (bien sean de acción u omisión) a dañar a los demás, incluso aun cuando no hayamos sido conscientes de ello.


Aunque dado que tal daño no ha sido buscado directamente [pues en ese caso estamos] se podría hablar, quizás, de una responsabilidad indirecta, aunque real. Claro está que esto nos lleva de lleno al terreno del Misterio del Cuerpo Místico de Cristo, conforme a lo que decía san Pablo: "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 20), en cuyas profundidades no podemos ahora introducirnos. 


Pero supuesto que esto sea así -y tiene visos de serlo- podríamos orar a Jesús diciéndole: Señor, si yo, con mis acciones u omisiones, he contribuido, de alguna manera, aunque sea inconsciente, al pecado de otra persona, te pido perdón por ello. Y luego, comprometernos, delante del Señor, a serle fieles toda nuestra vida, en unión con Él, pues eso contribuirá, de igual modo a la salvación de muchos. Dicho de este modo, habría que darle algo la razón a Fray Nelsonen lo que se refiere a nosotros.

Sin embargo, hay algo que es cierto, de un modo absoluto, sin matices de ninguna clase ... y es que Jesucristo, que no cometió jamás pecado alguno, ni podía cometerlo, no es responsable, ni siquiera indirectamente, del pecado de otros. De manera que es completamente absurdo decir que Jesús se arrepintió de los pecados que nosotros hemos cometido, tal y como dice Fray Nelson, contra quien nada tengo, ni a quien conozco, ni tengo referencias suyas. Pero en esto, concretamente, está del todo equivocado. La verdad tiene que primar por encima de cualquier otro tipo de pensamiento, por muy bien intencionado que éste sea.

Y hay más. Pongamos como ejemplo el caso del aborto, al que alude Fray Nelson. Pues bien: No sólo Jesús no puede arrepentirse de ese pecado, que Él ni ha cometido ni puede cometer, por más que sienta dolor de amor. Es que tampoco puede responder ante su Padre en favor del asesino, si éste no colabora ... "colaborar" en el sentido de que se arrepiente de corazón del pecado grave que ha cometido. 

¡Dios no hace las cosas en lugar nuestro, sino que cuenta con nosotros! Tal es el amor que nos tiene. Nos ha hecho libres, de verdad, y esto llega hasta el extremo de que, por mucho que Él quiera y por mucho que nos quiera, como así es, aun cuando sea Dios, como lo es, no podrá perdonar nuestros pecados si nosotros no queremos ser perdonados. Y esto por una razón muy sencilla ... y es que no puede forzar nuestra libertad, obligándonos al arrepentimiento

Pero como nos quiere -hasta el extremo de haberse hecho hombre y de haber dado su Vida para salvarnos-tenemos la completa seguridad de que podemos contar -si le dejamoscon la gracia suficiente que nos haga capaces de arrepentirnos, y de dolernos de nuestros pecados, para podernos perdonar, que ninguna otra cosa desea con más fuerza. Y aquí nosotros sí que podemos ayudar, con nuestras penitencias y oraciones por estas personas que rechazan el arrepentimiento. Unidos a Jesús, a la Virgen María y a todos los santos, podemos colaborar a la salvación eterna de estas personas.


Si llegan a arrepentirse, aprovechando la gracia que Dios les concede, entonces la Redención objetivaconseguida para nosotros por Jesucristo, mediante su muerte en la cruz, por todos los hombresse transforma en una Redención subjetiva y real para aquellos que han optado finalmente por Dios y por su Amor.


José Martí