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sábado, 20 de enero de 2018

A propósito de unas palabras de Fray Nelson Medina, sobre el Bautismo de Jesús (por José Martí) [1 de 2]

Haga clic aquí para leer la parte [2 de 2]



Un amigo me envió un e-mail, hace diez o doce días, diciéndome:

"Te mando este documento porque cuando lo he leído me ha impactado"

Me adjuntó un documento en el que estaba transcrito lo que Fray Nelson Medina había predicado en una homilía del 7 de enero de este año, sobre el Bautismo de Jesús, la cual puede escucharse haciendo clic aquí  (Duración 7:02 minutos).


A los dos o tres días pude leerlo y, efectivamente, es como para quedar impactado ... aunque, tal vez, con un impacto diferente del que experimentó mi amigo. 

Yo no conozco a Fray Nelson Medina, de modo que me limitaré a poner por escrito lo que él dijo y, a continuación, explicar -lo mejor que sé- aquello que, en mi opinión, puede inducir a confusión o a error en el oyente: ¡No tendría por qué ser así, puesto que quien habla es un sacerdote y yo un simple laico! ..., pero aquí lo que importa y lo que está en juego no es la persona que habla (Fray Nelson, yo o Perico de los palotes). Lo decisivo, lo único que importa, en este momento -como en todos- es la verdad de las cosas, a la cual debe estar sometido nuestro entendimiento, pues, como dice san Pablo, "nada podemos contra la verdad sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 8). 

Entre esas verdades se encuentra todo lo que siempre se ha enseñado en la Iglesia a través de los siglos y que, en este caso concreto, es, además, de sentido común, cual es la responsabilidad de la propia vida y de los propios actos, ante Dios: "Cada uno recibirá la recompensa según su trabajo" (1 Cor 3, 8). "He aquí que vengo pronto y conmigo mi recompensa para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22, 12) ... 

Hay un sinfín de citas en este sentido. ¡Y es lógico que así sea! ¿Cómo voy a responder  yo de unos pecados que no he cometido? Sería absurdo. Pues en Jesucristo, hombre como nosotros, excepto en el pecado, ocurre exactamente igual, como no podía ser de otro modo.

Voy escribiendo la Homilía de Fray Nelson en letra cursiva, tal como fue pronunciada, y debajo de algunas afirmaciones o de ciertos párrafos, escribo también -al mismo tiempo- lo que yo pienso, al respecto, con este mismo tipo de letra (aunque, a veces, use la negrita, el subrayado o el color) para que no haya confusión.

Lo que escribo aquí coincide, básicamente, con la respuesta que di a mi amigo, aunque me he explayado en algunos puntos, de tipo doctrinal, con vistas a hacerme entender mejor por un mayor número de personas. Tal es, al menos, mi deseo.


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En la fiesta del Bautismo del Señor hay una pregunta que con frecuencia nos hacemos: ¿por qué tenía que bautizarse Jesucristo? En efecto, sabemos que el bautismo de Juan era bautismo para pecadores y sabemos que en Cristo no hay pecado. Entonces ¿por qué tenía que bautizarse Jesucristo?

La respuesta la encontramos en el hecho de que la predicación de Juan aunque llamaba a conversión a cada uno era fundamentalmente un mensaje de exhortación para el pueblo como tal, porque antes de cruzar el río Jordán, camino de la tierra prometida, los israelitas con una sola voz dijeron: obedeceremos al Señor y, puesto que fue el pueblo el que dijo ese sí que luego no cumplió, también ha de ser el pueblo el que manifieste su arrepentimiento,
Esto es lo que suele llamarse pecado social: todos son culpables ... lo que, evidentemente, es falso. Desde luego, el grado de culpabilidad, en caso de haberlo, no puede ser el mismo para quien ha cometido un pecado que para aquél que no ha cometido ese pecado. Habrá cometido otros pecados, y de ésos sí que tendrá que dar cuenta ante Dios, pero de ésos y no de otros.
es decir, puesto que el pecado ha cubierto a todos, el arrepentimiento ha de cubrir a todos
En Adán todos pecamos (pecado de naturaleza) pero el pecado personal fue sólo de Adán y Eva, que -eso sí- tuvo consecuencias trágicas para toda su descendencia ... Todos nacemos en estado de pecado original (pensemos en los conocimientos de genética que hoy se tienen, en lo que se refiere a la transmisión de ciertos caracteres genéticos de padres a hijos). 

Pero los hijos no son responsables del pecado de sus padres. Esa es la razón por la que un niño no bautizado no puede ir al infierno, puesto que no ha cometido ningún pecado personal y, por lo tanto, no es culpable. Ciertamente, no puede ir al Cielo, puesto que no posee la gracia santificante, la cual es recibida en el sacramento del bautismo, y es necesaria para poder ir al Cielo. Su lugar en el otro mundo será así el de una situación de felicidad natural, puramente humana: es lo que llamamos Limbo. Dios no es injusto con él, puesto que lo sobrenatural -por definición- es gratuito, es un don, es pura gracia ... no es algo exigible a Dios por parte del hombre
y, aunque Cristo como persona no fuera solidario con sus hermanos en cuanto al pecado,
Decir que Cristo no tuvo pecado (como así fue, puesto que, siendo Dios, no puede conocer el pecado) no significa que no fuera "solidario" con nosotros [¡Y más que solidario! Esta palabra es un invento humano. ¡Lo suyo fue Amor en estado puro, muy superior a cualquier tipo de solidaridad!] Dice san Pablo en su carta a los corintios: "a Aquél que no conoció pecado, [Dios] le hizo pecado por nosotros [¡expresión misteriosa!] para que nos hiciéramos justicia de Dios en Él" (2 Cor 5, 21). ¿Cabe mayor solidaridad de Dios con nosotros que ésta?

Se hizo uno de nosotros, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado Se vio ante su Padre como pecador -¡no siéndolo!- para que la justicia de Dios, que exigía reparación por el pecado cometido por nuestros primeros padres, alcanzase en Él su satisfacción: Él satisfizo por nuestros pecados ante su Padre, lo cual fue posible porque se hizo uno de  nosotros, haciendo suya nuestra naturaleza humana. Y lo hizo porque al ser la ofensa infinita, en razón de la Persona ofendida, se requería de una reparación infinita. Tal reparación sólo Dios podía llevarla a cabo, porque sólo Dios es infinito. Jesucristo, al ser Dios, hizo posible que esto se hiciera realidad. Él es el nuevo Adán: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20)

[No hay que olvidar que el pecado no es algo esencial a la naturaleza humana. Dios creó al hombre sin pecado alguno. El pecado sobrevino después, como consecuencia de la desobediencia y de la soberbia de nuestros primeros padres, que se dejaron engañar por el Diablo. El pecado es, pues, algo postizo, algo añadido, pero no es un constituyente de la naturaleza humana. Insisto. No debemos olvidarlo]
sí quiso ser solidario con sus hermanos en cuanto al arrepentimiento.
Pero, ¿de qué se iba a arrepentir Aquél que no conoció pecado?
Este es un aspecto muy bello. Yo puedo arrepentirme de los pecados que yo he cometido, pero pregunta: ¿puedo arrepentirme de los pecados que otras personas han cometido?
¡Por supuesto que no puedes!
Ese es el tipo de humildad y arrepentimiento que Cristo parece manifestar en su bautismo, y la respuesta es que sí es posible ese arrepentimiento.
En realidad ésta es la frase clave de toda la homilía, la frase que impacta ... a mi amigo, a mí y pienso que a cualquiera ... 

Pero ... :  ¡"Fray Nelson dixit"! 

Fray Nelson interpreta el hecho del bautismo de Jesús como que Jesús estaba arrepentido ... Así, sin más ... sin explicaciones ... porque a él le parece. Y la respuesta correcta no es lo que le parezca a Fray Nelson, sino la enseñanza constante de la Iglesia, tanto en este punto de la Doctrina como en todos los demás. Jesús se bautizó porque quiso ser semejante a todos nosotros en todo (menos en el pecado). Es así de simple. No hay que darle tantas vueltas a la cabeza, ni hacer tantos vericuetos mentales ... máxime cuando la conclusión a la que se llega es absurda.

Jesús era un personaje extraordinario, pero no era un bicho raro. Por eso nació bajo la ley, con san José como padre "legal", fue presentado en el templo como era costumbre hacer con los primogénitos, pagó sus tributos al César (aun cuando no estaba obligado a ello (Mt 22-27), etc... ¡Y por eso mismo también se bautizó, como hacían aquellos judíos que tenían a Juan Bautista como un profeta! Bautizándose, Jesús reconoció ante todos -y en contra de los fariseos- que Juan Bautista, "esa voz que grita en el desierto" (Jn 1, 23), era realmente un profeta auténtico ... Y además, su precursor, como bien sabemos.

Se hace preciso insistir en un hecho, que es dogma de fe, y que todo católico debiera conocer ... Y es la unión hipostática que se da en Jesucristo, que es una Persona Divina (el Hijo, el Verbo de Dios) con dos naturalezas, la Divina (que no pierde al hacerse hombre) y la humana (pues asumió realmente, sobre sí, la naturaleza humana, sin dejar de ser Dios). Jesucristo es verdaderamente Dios y es verdaderamente hombre. Eso sí: su "Yo", que hace referencia a su Persona, es divino: "Os lo aseguro: antes de que Abrahán naciera, Yo soy" (Jn 8, 58). Su naturaleza divina no se deja traslucir al exterior (salvo en contadas ocasiones, como en el caso de su Transfiguración en el monte Tabor), porque no era esa la misión que el Padre le había encomendado. Así, cuando quisieron hacerle rey (Jn 6, 14-15), se retiró a un monte a orar, Él solo

Siendo Jesucristo el Dios-hombre, tal como se ha dicho, tal "arrepentimiento" de Jesús es absolutamente imposible

El conocimiento teológico de Fray Nelson, al menos en este punto concreto, deja mucho que desear; en otras palabras: comete un grave error hablando de ese modo, puesto que está dando como un hecho -porque así le parece a él- algo que es metafísicamente imposible y, por lo tanto, mentira 

[¡No juzgo sus intenciones: esa prerrogativa es sólo de Dios! Pero sí el error en el que incurre y en el que puede hacer incurrir a muchos de los que lo leen o escuchan que, por lo que he podido ver, es muchísima gente. Tiene una gran responsabilidad, ante Dios, que lo ha de juzgar, de adquirir una formación teológica ortodoxa, que esté conforme con el sentir de la Iglesia de siempre ... y no con las corrientes de tipo modernista que tanto abundan hoy en esta Iglesia nuestra que, por desgracia, navega a la deriva]

Y continúa diciendo Fray Nelson:
¿Por qué es posible? Porque lo más importante del acto del arrepentimiento es el amor con el que reconocemos, dolorosamente, que Dios ha sido ofendido.
Otra falsedad: Yo puedo darme cuenta -y reconocer- que Dios está siendo ofendido y si quiero a Dios ¿cómo no voy a sufrir por ello? ... ¡Pero no puedo estar arrepentido, aunque quisiera, del mal que otra persona ha cometido! Lo único que puedo hacer es pedirle a Dios que le conceda a esa persona la gracia actual que necesita para que sea capaz de tomar conciencia de sus pecados y pueda así arrepentirse de ellos. Puedo -y debo- orar por él. Pero no puedo "arrepentirme" por él. El arrepentimiento de los pecados es personal. Y ni siquiera Dios puede arrepentirse por mí. Estaría usurpando mi personalidad y sustituyendo mi yo, lo que sería un atentado contra mi libertad y mi consiguiente responsabilidad como persona.
Continúa