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lunes, 10 de octubre de 2016

Un colegio perseguido. Según Cifuentes, el sexo de cada uno puede coincidir o no con el de su nacimiento (Eulogio López)

Fuente: Hispanidad

Homosexualismo ‘made in’ Cristina Cifuentes: “el sexo de cada uno puede coincidir o no con el de su nacimiento”. ¿Y el color de los ojos también? ¿Y la raza? ¿Y la estatura? ¿Y la nacionalidad? ¿Y el tamaño de la cuenta corriente?
Parece una broma pero eso es lo que dice la Guía elaborada por el Gobierno popular de la Comunidad de Madrid, que lidera la popular Cristina Cifuentes, y que corre paralela a las dos leyes autonómicas sobre identidad de género aprobadas por unanimidad de Asamblea de Madrid y de la que a lideresa madrileña, aspirante a suceder a Mariano Rajoy, se siente tan orgullosa. La misma que según los obispos de Alcalá y Getafe atenta contra la libertad religiosa, la libertad de enseñanza y la libertad de cátedra.
Es la obsesión por dar razón de nuestra propia existencia, como si el hombre se hubiese creado a sí mismo. Años atrás, a esta salida de pata de banco se le llamaba soberbia pero hoy se conoce con el hombre de diversidad.
Atención a la precitada guía educativa de Cifuentes, que vienen curvas. Ella lo hace por una mejor “convivencia” en las aulas. Sin coñas, aquí están las pruebas. Por ejemplo, según la guía “la identidad sexual o de género se construye a lo largo de la vida, configurándose mediante el autoconcepto y por la percepción de las personas del entorno sobre la misma, y puede ser ya estable en la primera infancia”. Es decir, que el sexo -como la estatura- no nos viene dado al nacer sino que lo decidimos nosotros, a veces desde la primera infancia. Y con guías escolares como las de la Comunidad de Madrid y es muy posible que así ocurra. En cuanto reciban un par de clases del lobby gay de seguro que los niños/as, que no son ni niños ni ‘as’, decidirán si son hombres o mujeres.
En cuanto a la pedantería del ‘autoconcepto’, lo dejo a disposición del lector.
Además, se condena a quien intente que un homosexual deje de serlo. Es decir, se condena a tantos padres educadores, sacerdotes, a todo aquel que quiera responder a la verdad palmaria de que hay hombres y mujeres… y de que se nace hombre o se nace mujer. O sea, lo de aquel niño petardo de Poli de guardería: “Los niños tienen pene y las niñas vagina”.
Se condena a la Iglesia, a todas las religiones… y a todas las culturas y civilizaciones desde que el mundo es mundo. Que por algo Sodoma dio nombre a la sodomía.
Y ojo con esta otra perla de la Guía Cifuentes: la identidad sexual o de género consiste en que “el sexo es autopercibido por cada persona, sin que deba ser acreditado ni determinado mediante informe psicológico o médico, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado en el momento del nacimiento, y pudiendo o no involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, atendiendo a la voluntad de la persona”.
Verbigracia. Hoy me parece que soy hombre, mañana mujer. Al otro marciano, etc., etc., etc.
Hay más: con la normativa Cifuentes se condena a cualquiera que pretenda que un homosexualvuelva a la heterosexualidad.
Ni tan siquiera mediante el diálogo.
Es decir, el gobierno de la Comunidad de Madrid condena a la Iglesia, al conjunto  de las religiones… y a la casi totalidad de las culturas y civilizaciones que han existido en el mundo a lo largo de la historia. Casi todas consideraban a la homosexualidad, no como una enfermedad, sino como una perversión moral.
Con esa guía, Cifuentes no pretende otra cosa que acongojar a los católicos, además de usurpar a los padres la decisión de cómo se educa a sus hijos. Insisto, no hablamos de Podemos ni del PSOE, aunque han aplaudido con entusiasmo la progresista normativa Cifuentes: hablamos del Partido Popular, la mayoría de cuyos dirigentes se dicen católicos.
Y lo más grave es que Cifuentes ejecuta esta normativa por la fuerza, con un escarmiento contra el Colegio Juan Pablo II, de Alcorcón, porque ha tenido la suficiente valentía como para plantarle cara y asegurar que no va a aplicar la normativa Cifuentes porque lo considera una intromisión en su ideario y en el derecho de los padres a decidir cómo educan a sus hijos.
Lo que en el fondo está haciendo es amenazarle con retirarle el concierto y que tengan que cerrar por insolvencia económica (ahora denominada asfixia financiera, que suena mucho más fino). Como si el dinero de los conciertos escolares fuera propiedad de Cristina Cifuentes.
Lo que sorprende es que otros colegios, seguramente por miedo, no reaccionen contra la tiranía de Cifuentes. Y sorprende que no lo haga la jerarquía católica porque, al final, lo que busca Cifuentes es precisamente eso: finiquitar la enseñanza católica. Eso sí, por la muy progresista vía de la ideología de género. Sí, es verdad que lo han hecho Escuelas Católicas (colegios propiedad de órdenes religiosas) y la CECE, los laicos. Pero echo en falta un mayor entusiasmo, un mayor apoyo al Colegio Juan Pablo II y un enfrentamiento más directo con Cifuentes, que pretende conculcar la libertad de enseñanza, uno de los principios no negociables para un católico.
Eulogio López