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jueves, 25 de octubre de 2018

Monseñor Viganò y la hora del juicio (Roberto de Mattei)



En medio del clima de silencio e incluso de omertà que reina en la Iglesia Católica ha resonado una vez más la voz del arzobispo Carlo Maria Viganò que, respondiendo al cardenal Ouellet, ha reiterado que el escándalo de McCormick no es sino la punta de un inmenso iceberg que representa la hegemonía del lobby homosexual dentro de la Iglesia.

No quiero hablar mucho de esta trágica realidad. Por el contrario, me parece importante destacar un punto que ilumina con luz sobrenatural el testimonio de monseñor Viganò: la alusión a la responsabilidad que tendremos cada uno en el día del juicio.

Dirigiéndose a sus hermanos en el colegio episcopal y el sacerdocio, este arzobispo escribe lo siguiente: «Vosotros también os veis obligados a tomar una decisión. Podéis retiraros de la batalla permaneciendo en la conspiración de silencio y cerrar los ojos al avance de la corrupción; idear excusas, avenencias y justificaciones para posponer la hora de la verdad, y consolaros con la falsedad y el engaño de que será más fácil decir la verdad mañana, y más aún pasado mañana. O bien, podéis optar por hablar. Confiad en Aquel que dijo: «la verdad os hará libres». No dijo que sea fácil distinguir entre callar y hablar. Os exhorto a pensar de qué decisión no tendréis que arrepentiros en el lecho de muerte y ante el Justo Juez.»

Hoy en día nadie habla del destino supremo del hombre, lo que antes se conocía como novísimos: la muerte, el juicio, el infierno y el paraíso. Ahí está la causa del relativismo y el nihilismo que se propagan por la sociedad. El hombre ha perdido la conciencia de su propia identidad y su propio fin, y se precipita día tras día en el abismo de la nada.

No obstante, ningún hombre razonable puede cerrar los ojos a la realidad de que hay algo más que la vida terrena. El hombre no es un amasijo de células, sino un compuesto de alma y cuerpo, y después de la muere hay otra vida que no será igual para quien haya hecho el bien que para quien haya obrado el mal. Hoy en día, incluso al interior de la Iglesia, muchos prelados y sacerdotes viven inmersos en el ateísmo práctico, como si no hubiese una vida venidera. Pero no pueden olvidar que los aguarda un juicio supremo.

Ese juicio tendrá lugar en dos momentos. El primer juicio, llamado juicio privado, tiene lugar en el momento de la muerte. En ese instante, un rayo de luz penetra el alma hasta el fondo para hacerle ver cómo es y fijar para siempre su destino, ya sea bienaventurado o desgraciado. Se nos mostrará ante nuestros ojos toda nuestra existencia. Desde el primer momento en que Dios nos sacó de la nada para darnos el ser, nos ha mantenido vivos con infinito amor, ofreciéndonos día tras día y momento tras momento las gracias necesarias para salvarnos.

En el juicio privado veremos claramente lo que se nos pidió en nuestra vocación particular, ya se tratase de una madre, un padre o un sacerdote. Iluminada por la luz divina, la propia alma pronunciará el veredicto definitivo sobre si misma, el cual coincidirá con el juicio de Dios.

La sentencia será de vida eterna o de pena eterna. No hay tribunal superior al que apelar la sentencia porque Cristo es el Juez Supremo, no hay otro por encima de Él. Y, como enseña Santo Tomás, «iluminada por esta luz en cuanto a sus propios méritos y deméritos, el alma se va por sí misma a su destino eterno, así como los cuerpos ligeros y pesados ascienden o descienden al lugar en que culmina su movimiento» (Suma Teológica, supl. q. 69,a.2). «Esto –explica el P. Garrigou-Lagrange– acontece inmediatamente, apenas el alma se separa del cuerpo, de modo que es lo mismo decir de una persona que está muerta como decir que está juzgada» (La vida eterna y la profundidad del alma, Rialp, Madrid 1950, p. 106).

En una revelación que, con permiso de Dios, recibió una religiosa sobre una amiga que se había condenado, podemos leer: «En el momento en que morí salí bruscamente de la oscuridad. Me vi inundada por una luz deslumbrante en el mismo lugar en que yacía mi cadáver. Fue como cuando en el teatro se apaga la luz y sube el telón mostrando un escenario inesperado, terriblemente luminoso… y contemplé la escena de mi vida. Vi como en un espejo mi alma, las gracias que había pisoteado desde mi juventud hasta mi última negativa. Me sentí como un asesino al que se le hubiese mostrado su víctima: “¿Arrepentirme? ¡Jamás! ¿Avergonzarme? ¡Jamás! Sin embargo, no podía resistir la mirada de aquel Dios al que había rechazado. Sólo podía hacer una cosa: huir. Como huyó Caín de Abel, mi alma fue ahuyentada de la vista de aquel horror. Fue el juicio privado. El Juez invisible dijo: “¡Apártate de Mí!” Entonces mi alma, como una sombra amarillenta de azufre, se precipitó en el lugar de los eternos tormentos.»

Pero la enseñanza divina no se detiene aquí, y revela que nos espera un segundo juicio, el juicio universal cuando al fin de las cosas terrenas Dios, con su omnipotencia, resucitará nuestros cuerpos. En el primer juicio sólo se juzgará el alma; en el universal, se juzgará la totalidad del hombre, alma y cuerpo.

Este segundo juicio será público, porque el hombre nace y vive en sociedad, y todos sus actos tiene repercusiones en la sociedad. Se revelará la vida de todo ser humano, porque «nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada hay secreto que no haya de ser conocido» (Lc.12,2). No se omitirá la menor circunstancia: ni una acción, ni una palabra, ni un deseo. Como recuerda el P. Francesco M. Gaetani (I supremi destini dell’uomo, Università Gregoriana, Roma 1951), todos los escándalos, intrigas, maquinaciones tenebrosas y pecados secretos borrados de la memoria se harán públicos.

Caerán todas las máscaras, los hipócritas y los fariseos quedarán al descubierto. Quienes habían intentado ocultarse a sí mismos la gravedad de los propios pecados quedarán confundidos al ver la vanidad de todas sus excusas, las pasiones, las circunstancias, los obstáculos. Dará testimonio contra ellos el ejemplo de los elegidos, tal vez más débiles y agotados, menos dotados en cuanto a dones y gracias naturales, sus sin embargo lograron ser fieles a sus deberes y la virtud. Dios sólo extenderá un manto de misericordia sobre los pecados de los buenos.

En el juicio final, los buenos serán apartados públicamente de los malvados e irán con su cuerpo glorioso al Cielo con Cristo para poseer el Reino preparado por el Padre desde la creación del mundo, mientras los réprobos irán, malditos, al fuego del infierno preparado para el Diablo y los demás ángeles rebeldes. Cada uno será juzgado en base a los talentos recibidos y a la misión que Dios le haya encomendado en la sociedad.

El trato más severo será para los pastores de la Iglesia que hayan traicionado a su grey. No sólo los que abrieron el redil a los lobos, sino también los que mientras los lobos devoraban el rebaño se encogieron de hombros, miraron para otro lado, alzaron los ojos al cielo y permanecieron en silencio dejando en manos de Dios una responsabilidad que era de ellos. Pero la vida consiste en asumir responsabilidades, y el testimonio de monseñor Viganò nos lo recuerda hoy.

Las palabras de este valeroso arzobispo son un reproche público a los pastores que callan. Dios les hace ver que el silencio no es una opción obligada. Se puede hablar, y a veces es obligatorio. Y el testimonio de monseñor Viganò es también una exhortación a todo católico a reflexionar sobre su futuro destino. La hora del juicio que nos espera sólo Dios la conoce. Por eso dice Jesús: «Estad en guardia, velad y orad, porque no sabéis cuando será aquel tiempo. Lo que os digo a vosotros, a todos lo digo: velad» (cf. Mt. 24, 36 ss.).

Vivimos tiempos que imponen vigilancia y obligan a elegir. Es el momento histórico de la fortaleza y la confianza en Dios, infinitamente justo, pero también de infinita misericordia para quien, a pesar de su debilidad, lo sirva a cara descubierta.

Roberto de Mattei



(Traducido por Bruno de la Inmaculada /Adelante la Fe)

Noticias varias 24 de octubre de 2018



INFOCATÓLICA

Se presenta a los Padres sinodales el borrador del documento final del Sínodo sobre los Jóvenes

IL SETTIMO CIELO


GLORIA TV

“Clérigo mujer” en el Sínodo sobre la Juventud espera “influir en las decisiones”

En Oriente hay ruptura entre Cirilo y Bartolomé. Y el Papa está más con el primero (Sandro Magister)

Selección por José Martí

La Iglesia pobre de las periferias le saca los colores a la Iglesia rica (Carlos Esteban)



¿Han visto El Sexto Sentido? Es una de esas películas que no pueden verse dos veces, porque el final lo es todo. Bueno, pues informar sobre el sínodo es un poco parecido. Nos sabemos el final, y este día a día de ruedas de prensa azucaradas, de vago lenguaje, nos parece, que Dios nos perdone, un elaborado paripé.

Más que avanzar, diríamos que el sínodo se arrastra hacia su inevitable final que, nos tememos, va a coincidir con el guión marcado desde el principio. También me recuerda, si me perdonan la acumulación de analogías, a esos rodeos que da el médico de confianza para prepararnos antes de comunicarnos el diagnóstico implacable.

No somos los únicos en advertirlo, ni de lejos. Incluso hay padres sinodales que se dan cuenta y se preocupan, como Andrew Nkea Fuanya, obispo de Mamfe, en Camerún. Lo cuenta el imprescindible Edward Pentin en el National Catholic Register, en una entrevista en el que Nkea Fuanya dice que diluir la verdad no es algo que convenza mucho a los católicos de su continente, África: “En cuanto empezamos a hablar en un lenguaje ambiguo, la juventud se siente confundida y se pierde”.

Su Ilustrísima insiste en que nunca hay que “asustarse de la verdad” y advierte que él, como todos los obispos subsaharianos, votará en contra de cualquier propuesta que contenga las siglas ‘mágicas’ de este sínodo: LGBTI.

Monseñor Fuanya estaba en la rueda de prensa de hoy, que contaba con la presencia estelar de un miembro del C9 -el consejo de cardenales del Papa-, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich (y, como tal, en las antípodas del obispo de Mamfe), además del arzobispo de Łódź (pronúnciese ‘wuch’), en Polonia, y el sacerdote maronita Toufic Bou Hadir.

Antes de entrar en harina, un poco sobre Marx. Es, además de arzobispo de Munich y miembro del C9, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, una de las más ricas del mundo católico, y también una de las más ‘progresistas’, si no la más, aunque quizá lo uno va con lo otro. Mientras en África los problemas son el avance del Islam, la hostilidad de las religiones animistas, la miseria, la emigración de la población joven, los gobiernos tiránicos, corruptos o ambas cosas, en Alemania la Iglesia se pregunta cosas como si es posible dar la comunión a los protestantes casados con católicos o cómo hacer más acogedora la doctrina para los LGTBI. ¿Les he dicho ya que entre los católicos alemanes solo un 5% asiste regularmente a la misa dominical? Bien, pues ésta es la Iglesia que tiene un peso desproporcionado en los asuntos que trata la Curia vaticana, a pesar de todo el ‘blablabla’ sobre las periferias.

Y Marx no ha defraudado. 
“La Iglesia tiene que cambiar, debe volverse diferente. Es lo que esperan los jóvenes y lo que han dicho en los encuentros presinodales. Quieren una Iglesia auténtica, abierta al diálogo, capaz de escuchar”, ha dicho el de Munich.
¡Milagro! Nosotros, septuagenarios, hemos consultado a los jóvenes de hoy y, bendita casualidad, quieren exactamente lo mismo que queríamos nosotros hace medio siglo, allá por mayo del 68. ¿No es prodigioso? Insistimos en que la juventud quiere cambio, en que su esencia está en oponerse a lo de antes, a lo de siempre… ¡Y ésta quiere exactamente lo mismo que llevamos pidiendo desde hace cincuenta años!

Ironías aparte, esta invocación al cambio que hace el cardenal alemán es una perfecta refutación del cambio. Si los jóvenes no quieren la Iglesia que ven y piden que se cambie, están oponiéndose a la Iglesia que llegó, precisamente, como exigencia de la necesidad de cambio.

Al introducir, en 1969, el Novus Ordo Missae -la misa de hoy, la normal en cualquier parroquia-, Pablo VI lo hizo con extraordinaria cautela, incluso con genuina pena a la pérdida de riqueza litúrgica y advirtiendo que el cambio molestaría e irritaría a muchos fieles. La excusa de tal sacrificio era exactamente la misma que se nos invoca ahora: la necesidad. Es un imperativo para comunicar con las nuevas generaciones, el pueblo de Dios nos exige estos dolorosos cambios que, sin embargo, tendrán como fruto una verdadera primavera eclesial.

Todos sabemos lo que vino después, ¿verdad? No les molestaré con cifras que cuentan todas una misma y desoladora historia de descristianización acelerada. El pueblo abandonó las iglesias, se secaron las vocaciones, se hundió la práctica sacramental. No me crean: compruébenlo.

Así que, una de dos: o lo que Marx está diciendo es que aquello fue un fracaso y habla de un cambio que sea una restauración, o ha caído en el delirio de todos los revolucionarios que en el mundo han sido, que ante el fracaso absoluto de sus recetas alegan que todos los males vienen de que la Revolución no se ha completado y recomiendan doblar la dosis.

Estoy seguro de que saben cuál es la respuesta correcta. Quizá por eso Su Santidad confesó a un grupo de jesuitas en Lituania que Dios le pedía que ‘completara’ el Concilio Vaticano II. Abróchense los cinturones.

Ya han oído antes a Nkea Fuanya, cómo piensa: que a los jóvenes hay que decirles, sin más, la verdad del Evangelio y la doctrina católica, sin miedo. Y en la rueda de prensa ha dicho que “mis iglesias están todas a rebosar, no tengo espacio para albergar a todos los jóvenes”. ¿Podría decir eso Marx, o algún obispo alemán? ¿Podría decirlo algún obispo occidental? Para añadir más leña a ese maravilloso fuego, Fuanya ha añadido que las iglesias africanas están rebosantes “porque nuestros valores tradicionales siguen respondiendo a los valores de la Iglesia” y porque “transmitimos a nuestros jóvenes la Tradición sin diluir ni adulterar, en un lenguaje sin ambigüedades”. Eso ha debido de doler. Pero no esperen que vaya a ser escuchado quien parece tener la ‘fórmula ganadora’, incluso hablando meramente en lenguaje comercial: ganará Marx, que es el que tiene el dinero.

Ha habido más, claro, han hablado los otros dos y ha vuelto el asunto de la homosexualidad, irritando a Marx, que asegura que éste no es un sínodo sobre sexualidad, sino sobre la juventud. Pero yo creo que este contraste resume mejor que ningún otro este sínodo y la encrucijada misma en que está la Iglesia.

Carlos Esteban

miércoles, 24 de octubre de 2018

Vatican News llama a Francisco ‘Sucesor de Cristo’ (Carlos Esteban)



Acabáramos. Todos los predecesores de Francisco en el Pontificado han sido considerados como ‘sucesores de Pedro’ y, como tales, vicarios de Cristo. Pero, al decir de Vatican News, publicación dependiente de la Secretaría de Comunicación de la Santa Sede, el actual Papa está un escalón más arriba, teológicamente difícil de justificar: el de ‘Sucesor de Cristo’.

Lo leemos en una información anodinamente titulada ‘Celebraciones presididas por el Papa en los próximos tres meses’. En el último apartado, ‘Enero: JMJ Panamá 2019’, escribe el redactor: 
“Después de la Epifanía, y como ya es tradición, el domingo 13 de enero, en la Festividad del Bautismo del Señor, el Sucesor de Cristo celebrará la Santa Misa y bautismo de algunos niños, a las 9.30 de la mañana, en la Capilla Sixtina”.
No tenemos que decirle al lector que los pontífices no son sucesores de Cristo, sino de Pedro; aunque sólo sea porque los vivos no necesitan sucesores, y la Iglesia anuncia a Cristo Resucitado.

Se admite lapsus, naturalmente. Pero eso sólo lo hace ligeramente menos problemático, por dos razones. La primera es que se trata de un error atroz, y la Santa Sede no puede permitirse equivocaciones en un asunto tan enormemente delicado y tan esencial para nuestra fe, no mejor que si el redactor se hubiera referido a la Santísima Binidad.

La segunda razón es más problemática, y es que el ‘lapsus’ parece corresponderse con una noción de la misión de Francisco que hemos leído, insinuada o explícita, infinidad de veces entre los entusiastas de la ‘renovación’ francisquista.

Recuerda, de hecho, a las palabras pronunciadas este mismo verano por el padre Thomas Rosica, asesor en lengua inglesa de esa misma secretaría de comunicación que publica Vatican News y responsable del grupo mediático de comunicación canadiense Salt and Light Television.

Sostenía Rosica
“El Papa Francisco rompe la tradición católica cada vez que quiere porque está ‘libre de apegos desordenados”
Y añadía:
“Nuestra Iglesia ha entrado ciertamente en una nueva fase. Con la llegada del primer Papa jesuita, está gobernada abiertamente por un individuo más que por la autoridad de la Escritura solo o incluso por los propios dictados de la tradición más la Escritura”.
Sorprendente, ¿verdad? No sólo que Rosica no haya sido desautorizado o, al menos, contradicho, sino que siga gozando del favor de las comunicaciones vaticanas.

Pero a Rosica tal vez sólo debamos achacarle una valentía que falta en voces más prudentes y que, sin embargo, apuntan en esa misma dirección. La idea de que la doctrina católica no sólo puede, sino que debe cambiarla el presente Papa es el subtexto permanente en cientos de comentarios de los teólogos de la renovación eclesial.

En una de las insulsas ruedas de prensa del presente sínodo, por ejemplo, ni más ni menos que el superior de los dominicos dijo que “el cambio es la marca de la Iglesia”. Ni siquiera una de las marcas de la Iglesia, sino ‘la’ marca, lo que le caracteriza. Olvídense de aquello de “cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Eso, naturalmente, no podría hacerlo un mero ‘sucesor de Pedro’, sino solo un ‘sucesor de Cristo’, como aparece nombrado en la propia publicación de la Santa Sede. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe y somos los más desgraciados de los hombres y, para completar, el Papa no nos haría ninguna falta, ni la Iglesia tampoco.

Pero Cristo ha resucitado, está vivo, es la cabeza de la Iglesia, es a quien seguimos, no a ningún Papa, que es solo su vicario, un mortal libre capaz, como todos nosotros, de lo mejor y lo peor, y la asistencia del Espíritu Santo no anula su libertad de elección.
Esperamos de todo corazón una rápida y tajante rectificación por parte de Vatican News.

Carlos Esteban

NOTA: *Tras el artículo que aquí han podido leer, la web de la Santa Sede ha rectificado y ha sustituido ‘Sucesor de Cristo’ por ‘Sucesor de Pedro (cfr. Lumen Gentium 23)’.

Veterum Sapientia y Sínodo Romano de Juan XXIII, previos al CVII, en el olvido total (Comentado por José Martí)

Padre Alfonso Gálvez Morillas


En realidad Veterum Sapientia no es una encíclica sino una constitución apostólica (22 de febrero de 1962), aunque hay que decir que Romano Amerio, en su magnífico libro IOTA UNUM, también se refiere a la Veterum Sapientia como encíclica (Apdo 31 página 52)

Respecto al Sínodo Romano de 1960, efectivamente, es imposible de encontrar. Así dice Romano Amerio: «El Sínodo Romano, que debería haber sido prefiguración y norma del Concilio, se precipitó en pocos años en el Erebo del olvido y es, en verdad, tanquam non fuerit» [Dicho sínodo no fue nombrado por el Concilio ni siquiera una vez]. Y continúa diciendo: «Para dar una idea de tal anulación, señalaré que no he podido encontrar los textos del Sínodo Romano ni en Curias ni en archivos diocesanos, teniendo que conseguirlos en Bibliotecas públicas civiles»


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La diferencia entre una carta encíclica y una constitución apostólica se puede encontrar, por ejemplo, pinchando aquí, donde se habla de una clasificación de los Documentos Pontificios. Lo copio a continuación:

Cartas Encíclicas

Del Latín Literae encyclicae, que literalmente significa "cartas circulares". Las encíclicas son cartas públicas y formales del Sumo Pontífice que expresan su enseñanza en materia de gran importancia. Pablo VI definió la encíclica como "un documento, en la forma de carta, enviado por el Papa a los obispos del mundo entero».


Las encíclicas se proponen:


- Enseñar sobre algún tema doctrinal o moral
- Avivar la devoción
- Condenar errores
- Informar a los fieles sobre peligros para la fe procedentes de corrientes culturales, amenazas del gobierno, etc.

Por definición, las cartas encíclicas formalmente tienen el valor de enseñanza dirigida a la Iglesia Universal. Sin embargo, cuando tratan con cuestiones sociales, económicas o políticas, son dirigidas comúnmente no solo a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Esta práctica la inició el Papa Juan XXIII con su encíclica Pacem in terris (1963). En algunos casos, como el de la encíclica Veritatis splendor (1993) de Juan Pablo II, el Papa sólo incluye en su saludo de apertura, a los Obispos, aunque él pretenda la doctrina de la encíclica para la instrucción de todos los fieles. Esto tiene su razón de ser en el hecho de que los Obispos son los Pastores que deben enseñar a los fieles la doctrina.

Debido al peso y la verdad que contienen, todo fiel debe concederle a las encíclicas asentimiento, obediencia y respeto. El Papa Pío XII observó que las encíclicas, aunque no son la forma usual de promulgar pronunciamientos infalibles, sí reflejan el Magisterio Ordinario de la Iglesia y merecen ese respeto de parte de los fieles (Humani generis, 1950)

El título que se le da a la encíclica se deriva de sus primeras palabras en latín. Por ejemplo la encíclica del Papa Pablo VI sobre la inmoralidad de la contracepción, se tituló Humanae vitae, (Vida Humana).

Constitución Apostólica

Estos documentos son la forma más común en la que el Papa ejerce su autoridad "Petrina". A través de éstas, el Papa promulga leyes concernientes a los fieles. Tratan de la mayoría de los asuntos doctrinales, disciplinares y administrativos. La erección de una nueva diócesis, por ejemplo, se hace por medio de una Constitución Apostólica.

Mientras que al principio, dichas constituciones enunciaban normas legales (y continúan siendo principalmente documentos legislativos) tienen ahora frecuentemente un fuerte componente doctrinal. Pertenecen al magisterio ordinario del Papa.

Ejemplos:

- Sacrae disciplinae (1983), del Papa Juan Pablo II, en la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico.
- Pastor bonus (1988), del Papa Juan Pablo II sobre el ministerio y organización de la curia romana.
- Fidei depositum (1992), del Papa Juan Pablo II, en la promulgación del Catecismo Universal de la Iglesia Católica.

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Noticias varias 21 a 23 de octubre de 2018 (Sinodo jóvenes-2018, beatificación de Angelelli, Aborto en Colombia, Sustituto de la secretaria de Estado, Concilio Vaticano II (antisyllabus) y Pablo VI, etc.




INFOCATÓLICA

La diócesis de Granada promueve junto con la de Valladolid la causa de beatificación de Isabel La Católica

Obispo emérito castrense de Argentina también abriga dudas sobre la beatificación de Angelelli

200 Jóvenes católicos australianos se pronuncian en relación al Sínodo Juvenil


Colombia aprueba el aborto hasta el momento de nacer

GLORIA TV

¿Esto es “renovación”? Cientos de órdenes religiosas en su lecho de muerte

Cardenal Burke: no le está permitido a Francisco contradecir a sus predecesores

Las acusaciones contra el sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano

ADELANTE LA FE

Iglesia y Estado: asunto abominado (Antonio Caponnetto)

El lenguaje del enemigo (Germán Mazuelo-Leytón) (Relativo al Sínodo de los jóvenes-2018)

LMM Magazine

IOTA UNUM

El Vaticano II fue un “Antisyllabus”. (Ratzinger)  Explica que hay una clara ruptura con el Magisterio anterior al Concilio Vaticano II y lo argumenta. De lectura casi obligada para aclarar ideas a muchos que se consideran católicos

IPSI GLORIA


Apuntes 3: Incontinencia Verbal (Se refiere al papa Francisco y sus ocurrencias «espontáneas» en las que se manifiesta lo que realmente piensa)

SECRETUM MEUM MIHI

VATICANO

Synod18 – Discurso del Santo Padre Francisco en la 1ª Congregación General de la XV Asamblea del Sínodo de los Obispos , 03.10.2018

Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la apertura del Encuentro interreligioso anual de Oración por la paz "Puentes de Paz" (Bolonia, 14-16 de octubre de 2018), 14.10.2018

La ‘corazonada’ del cardenal Tagle (Carlos Esteban)



El cardenal Chito Tagle aseguraba hoy en la rueda de prensa tras la jornada sinodal tener el “presentimiento” de que las siglas LGTBI se citarán en el texto final del sínodo. Nosotros, también. Aún más: tenemos el presentimiento de que están ya escritas desde el principio.

Hoy hemos tenido una rueda de prensa colorida o, por emplear una palabra más a la moda, ‘diversa’, con el arzobispo de Manila, cardenal Chito Tagle, el cardenal birmano Charles Maung Bo, de Yangon, el obispo de Dolisie, en el Congo, Bienvenu Manamika Bafouakouahou, el delegado de la juventud Joseph Sapati Moeono-Kolio, de los Pacific Climate Warriors, y nuestro segundo jesuita favorito, Antonio Spadaro.

La noticia, ya sabida, la ha dado el responsable de las comunicaciones vaticanas, el laico Paolo Ruffini: el Documento Final ya está en manos de los obispos, y mañana podrán introducir enmiendas.

Lo demás ha sido una orgía de sentimentalismo y buenas vibraciones, de las que Tagle es el consumado maestro, a la que ha puesto el severo contrapunto Edward Pentin, del National Catholic Register, al hacer notar que la doctrina moral de la Iglesia parece haber estado conspicuamente ausente de este sínodo. Su comentario ha tenido la virtud de suscitar la respuesta más breve de la rueda de prensa y, juraríamos, la intervención más corta que jamás haya tenido Tagle: “En mi círculo lo hemos tratado”. Fin.

Joseph Sapati Moeono-Kolio nos ha informado de que Jesús es “lo que nos diferencia de cualquier otra ONG”. OTRA ONG. Las demás ONG, aparte de la Iglesia. Vaya.

También ha tenido a bien compartir con nosotros su noción de que “Jesús era el humanitarista definitivo, el campeón de los pobres, los vulnerables, el campeón definitivo contra la injusticia”, lo que me ha hecho recordar la anécdota de la escritora Flannery O’Connor sobre la Eucaristía en una cena de intelectuales. La resumo: O’Connor había sido invitada a una velada de escritores, todos educadamente agnósticos, uno de los cuales, probablemente en deferencia al catolicismo de la novelista sureña, empezó a recordar con lírica emoción su Primera Comunión y cómo seguía valorando la Eucaristía como un símbolo de… En ese momento, O’Connor, que se había mantenido callada toda la noche, saltó: “Pues si la Eucaristía es un símbolo, al infierno con él”.

Que es exactamente lo que se me ocurre cuando alguien presenta a Jesús como cualquier otra cosa que no sea como el Redentor, Dios hecho hombre. Si era sólo un rabino humanitario de hace dos mil años, con ideas muy interesantes sobre la conveniencia de amar al prójimo y, presumiblemente, salvar al medio ambiente, ejecutado de modo trágico por un malentendido con las autoridades, sinceramente, no me interesa lo más mínimo. Y, creo, tampoco a mis lectores. En cuanto a “campeón de los pobres y adalid contra la injusticia”, apenas ha habido en el último siglo sinvergüenza o genocida que no se haya presentado con esos títulos.

Bienvenu Manamika Bafouakouahou nos cuenta que la explotación de los recursos naturales de África por parte de las multinacionales es la causa raíz de la emigración: “Los jóvenes abandonan la tierra porque la tierra ya no les da sustento”. Me cuesta creerlo pero, aunque fuera cierto hasta la última coma, no es una opinión que un obispo esté más autorizado a ofrecer que cualquier otro mortal.

También le han preguntado por el tema estrella del sínodo, las siglas de las que hablábamos antes y de las que, me temo, tendremos que seguir hablando una buena temporada. El desventurado monseñor no sabía por dónde salir porque, como ha empezado por reconocer, eso no es “una prioridad” en África. Más bien. Cuando uno vive bajo regímenes insondablemente corruptos y violentos y en medio de la pobreza, el “acompañamiento” de los católicos gays no suele ser una prioridad de la Iglesia local. Por ahí son más de hablar de Cristo.

Tagle ha puesto la nota emotiva… Tachen eso: Tagle ha puesto la nota más emotiva, al quedar ahogado por la emoción en mitad de su intervención explicando cuánto ha aprendido personalmente en este sínodo con las experiencias de los jóvenes. De hecho, ahora que caigo, he oído tantas veces, durante la preparación de este sínodo y en su desarrollo, hablar de cómo van a escuchar a los jóvenes y aprender de ellos, de cómo los jóvenes tienen tantísimo que enseñar a la Iglesia, que me sorprende que un solo joven pueda acercarse a la Iglesia en busca de enseñanza y no de un púlpito donde adoctrinar a los prelados.

Ha acabado Tagle por decir que “el sínodo no pretende dar respuestas y soluciones claras, porque la vida no es clara”. Acabáramos. Pero para eso quizá hubiera sido mejor no montar todo este jaleo, que habrá costado lo suyo. Si ni siquiera la Iglesia tiene respuestas claras, el Esplendor de la Verdad, todo este ‘show’ resulta un tanto obsceno y fraudulento. Otra opción es que sea la mente de Su Eminencia la que no se aclare.

Spadaro ha empezado al modo Umbral, hablando de su libro ‘La Saggezza del Tempo’, que ha presentado mostrándolo a las cámaras. Bueno, en realidad el autor es el Papa Francisco, pero ustedes me entienden, ¿verdad? También sale Martin Scorsesse.

El director del órgano de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, ha pasado luego a hablar de sí mismo -otra vez-, al recordar la primera entrevista que le hizo al Papa en 2013 y cómo sólo ahora, cinco años después, empieza a vislumbrar a qué se refería con una respuesta que le dio el Santo Padre sobre su visión sinodal, cómo veía el funcionamiento de los sínodos como algo indeseablemente ‘estático’ y cómo lo quería él, como “el pueblo, los obispos y el Papa” caminando juntos.

Los más cercanos al Papa, al menos los de segunda fila, tienen a veces una tendencia a hablar de él como si lo hicieran de un oráculo o una aparición que pone los pelos de punta, como cuando el padre Thomas Rosica dijo aquello de que con Francisco se abre una etapa totalmente nueva de la Iglesia y de cómo él está por encima de la Tradición y la Escritura. O el propio Spadaro en la rueda de prensa de la que hablamos, cuando ha dicho que “este sínodo es un milagro”. Claro que, a juzgar por el nivel de los milagros que ahora se exigen en las canonizaciones modernas, quizá podría colar como uno.

Christopher Lamb, del británico The Tablet, preguntó al fin a Tagle que si las siglas, esas siglas, aparecerán en el documento final, y el filipino respondió que tiene “la corazonada” de que sí, que estará. Nosotros, sin ser cardenales ni obispos, ni siquiera diáconos, pensamos que también.

Se hace tedioso: se discutió si el sínodo era demasiado ‘eurocéntrico’, se habló de ‘diversidad’. En fin, menos de la salvación de las almas -única razón de ser de toda la estructura eclesial- se habló de casi todo. De casi todo lo políticamente correcto, al menos.

El único alivio cómico de la jornada lo ha puesto un periodista en respuesta a la tirada lírica del padre Spadaro sobre el regreso a la Iglesia Sinodal de los primeros siglos, al plantear la siguiente pregunta retórica: “¿Me permite recordarle que los sínodos diocesanos en la Roma de la Era Patrística eran un caos, en los que los padres sinodales se mataban literalmente unos a otros?”.

Buen punto.
Carlos Esteban

La ‘papolatría’ y la trampa de la ‘tentación ortodoxa’ (Carlos Esteban)



Suceden tantas cosas y tan serias en la jerarquía de la Iglesia Católica que hemos dejado pasar sin comentario el cisma de los ortodoxos, el más grave de la Iglesia Oriental, probablemente, desde su ruptura con Roma.

Se lo resumo de forma harto grosera, porque no es el asunto del que quiero ocuparme. La Iglesia Oriental es una ‘Iglesia de Iglesias’, como la España de Sánchez es una ‘nación de naciones’. Estas iglesias son autónomas y autocéfalas, es decir, tienen su propia autoridad independiente, y se agrupan más o menos por naciones, aunque todas ellas reconocen vagamente el primado de Constantinopla.

Los ortodoxos ucranianos, en su mayoría, dependían hasta hace poco del Patriarca de Moscú, pero con el reciente enfrentamiento entre Rusia y Ucrania -anexión de Crimea e intervención rusa en el Donbás-, esto no acababa de gustar a los ucranianos que, a través del primer ministro Poroshenko, solicitaron a Constantinopla la autocefalia. Bartolomé, patriarca de Constantinopla, se lo ha concedido, y Moscú, en represalia, ha roto con la Iglesia madre.

Es, ya digo, un resumen grosero, pero lo traigo a colación por lo que tiene de relato didáctico para muchos católicos en el tiempo presente. Lo que ha sucedido con las iglesias ucraniana y rusa es una consecuencia lógica de dos rasgos de la Iglesia Oriental: el cesaropapismo -la dependencia del poder político- y la ausencia de unidad orgánica e institucional.

Y, sin embargo, vengo observando cómo algunos católicos tradicionales, escandalizados con las últimas innovaciones en la Iglesia Católica, miran hacia la Ortodoxia como una tentación. Envidian la reverencia de sus ritos, su tradicionalismo formal. Y la cosa no puede ser más absurda, naturalmente.

Los católicos de nuestro tiempo estamos muy mal acostumbrados, por no hablar de que, por lo común, desconocemos nuestra propia doctrina y nuestra propia historia. Hablo, naturalmente, de quienes miramos con alarma la llamada ‘renovación’ que quiere llevar a cabo en la Iglesia Francisco; hay un grupo genuinamente entusiasmado con ella, pero me perdonarán que les ignore en este texto: son quienes se han permitido oponerse abiertamente a los papados anteriores y hoy quieren pasar por entusiastas y estrictos partidarios del ministerio petrino.

En cuanto a los demás, parecen debatirse en el siguiente dilema

- si Francisco es el Papa, todo lo que diga y haga nos debe parecer genial y tenemos que dar gracias a Dios por el magnífico pontífice que nos ha concedido e ir repitiendo constantemente qué gran bendición es su presencia para la Iglesia;
- y si no podemos dejar de advertir que hace disparates o dice tonterías, entonces tenemos que concluir que no es el verdadero Papa o, como poco, que debe ‘dimitir’.

Este dilema es más falso que un euro de madera, y es consecuencia de una pésima formación doctrinal y de una absoluta ignorancia histórica

Se podría resumir diciendo que al católico practicante le resulta imposible decir, a la vez, que Francisco es el Papa y juzgar que es un mal Papa. No sé qué hubieran pensado durante la Edad de Hierro del Papado, o de un pontífice como Alejandro VI.

La Iglesia católica -la única Iglesia fundada por Cristo- no es un club social ni una empresa de la que el Papa sea el CEO, ni tampoco un gobierno de cuyo presidente pueda pedirse la dimisión cuando no nos gusta. Por otra parte, la Iglesia no es el Papa. De hecho, nunca como en esta época, con el ‘empequeñecimiento’ del mundo debido a los avances en los transportes y las comunicaciones, había tenido el Pontificado tanto peso en la práctica diaria de los católicos.

La novedad no es en sí misma una virtud, ni tenemos los católicos meramente las palabras del último Papa -el que sea- como fuente de nuestra vida espiritual. Tenemos dos mil años de doctrina estructurada y clara y una fuente inagotable de doctores y santos.

El Papa que tenemos hoy no es ni más ni menos Papa que todos sus predecesores y que todos los que vengan después, ni es su función cambiar una iota de la doctrina perenne de la Iglesia.

Carlos Esteban

martes, 23 de octubre de 2018

Intervención del cardenal Sarah en el Sínodo de los jóvenes 2018





Los jóvenes y la enseñanza sobre la doctrina moral (IL 196-197)

Los jóvenes han presentado varias peticiones en el ámbito de la doctrina moral. Por un lado, piden claridad por parte de la Iglesia sobre cuestiones que les preocupan de manera especial: libertad en todos los ámbitos y no sólo en las relaciones sexuales, la no discriminación por motivos de orientación sexual, la igualdad entre hombres y mujeres, también dentro de la Iglesia, etc. (cf. IL 53). Por otro lado, piden una discusión abierta y sin prejuicios sobre cuestiones morales, e incluso esperan un cambio radical, un giro real de la enseñanza de la Iglesia en esos ámbitos. En práctica, piden “que la Iglesia cambie su enseñanza”(Documento Final, Encuentro Presinodal, II Parte, n. 5).

Sin embargo, la doctrina de la Iglesia sobre dichas cuestiones es clara: basta con citar el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. Sección II, Capítulo II, Art. 6). La doctrina de la Iglesia es clara, sobre todo, respecto a la ampliamente discutida cuestión de la homosexualidad (cf. CCC ns. 2357-2359; los dos documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, de 1986; Algunas consideraciones acerca de la respuesta a propuestas legislativas sobre la no discriminación de las personas homosexuales, de 1992). 

Que las personas a las que hacen referencia estos documentos no compartan su contenido, es otro tema; pero la Iglesia no puede [NO DEBERÍA] ser acusada de falta de claridad. En todo caso, lo que hay es una falta de claridad por parte de algunos pastores cuando exponen la doctrina. En este caso, la persona que ejerce el munus docendi debería hacer un examen profundo de conciencia ante Dios.

Se trata, por lo tanto, de proponer con valentía y honestidad el ideal cristiano manteniendo la doctrina moral católica, y no diluyéndola escondiendo la verdad con el fin de atraer a los jóvenes en el seno de la Iglesia. Los mismos jóvenes lo expresan en el documento final del Encuentro Presinodal: “Los jóvenes tienen muchas preguntas acerca de la fe, pero desean respuestas que no sean diluidas o con fórmulas pre-fabricadas” (Documento Final, Encuentro Presinodal, III Parte, n. 11).

Tal vez deberíamos recordar el pasaje del Evangelio en el que Jesús no reduce la exigencia de su llamada al joven rico que quiere que le siga (cf. Mc 10, 17-22). Además, una característica inconfundible de los jóvenes es su deseo de continua búsqueda de ideales altos y exigentes en todos los ámbitos, no sólo en el de los sentimientos y emociones, o del trabajo, sino también en ámbitos como la justicia, la transparencia en la lucha contra la corrupción, en el respeto de la dignidad humana. Menospreciar el sano idealismo de los jóvenes puede causarles un grave daño, porque cierra las puertas a un verdadero proceso de crecimiento, madurez y santidad. Por lo tanto, respetar y fomentar el idealismo de los jóvenes puede ser el recurso más valioso para una sociedad que desea crecer y mejorar.

+Robert Cardenal Sarah

Pablo VI: ¿Un Papa impostor? (Michael Matt)

(The Remnant)


Dicen que cuando algo sale espantosamente mal en la vida pública de alguien famoso, las personas bienintencionadas encuentran difícil aceptar que no pasa algo más en la historia que lo que se ve a simple vista. Esto sucede particularmente en este tiempo en el que las personas estamos acostumbradas a que las fuerzas poderosas del gobierno y de los medios nos mientan.
Entonces, por ejemplo, cuando asesinaron al presidente Kennedy, la nación estaba tan atónita, lógicamente, que no era raro que las personas otrora sanas aceptaran las teorías conspirativas más extrañas acerca de lo que realmente sucedió. Cualquier cosa menos la poco satisfactoria narrativa de que había sido un loco solitario con un rifle. Para muchos, debía haber una conspiración más grande detrás, grandiosa. ¡Kennedy tuvo que haber muerto por una razón más grande que esa!
Ahora bien, no tengo la intención de especular sobre quién debió haber estado en el montículo de hierba aquel día de 1963 en Dallas. Obviamente, podría haber habido más de una historia, y tal vez nunca conoceremos toda la verdad. Solo lo menciono porque, tras la totalmente ridícula canonización del papa Pablo VI (a propósito, uno de los más grandes chascos de la historia), ha reaparecido otra vieja teoría de aquella época, esta vez sobre lo que realmente debió haber sucedido en la Iglesia Católica como resultado del Concilio Vaticano Segundo. Esta teoría sostiene que no fue el Papa quien destruyó la misa y desató el caos en la Iglesia de aquel tiempo, sino un impostor pretendiendo ser el Papa.
Según esta teoría, ningún Papa escogido a dedo por el mismísimo Espíritu Santo (como nos aseguraba solemnemente la hermana María Chocolate en tercer grado), podría haber realizado semejantes cosas terribles. Debió haber sido un complot masónico que de alguna manera logró sustituir con uno falso al hombre más famoso del mundo de aquel tiempo: el papa Pablo VI.
Toda una hazaña, pero seguramente fue lo que pasó. Después de todo, miren las orejas del joven Pablo VI en comparación a las del Papa hacia fines de la década de 1970¡Miren esa nariz! ¡Esas cejas! Hasta los dientes son diferentes.
Bueno, quizás. Sin duda han ocurrido cosas aún más extrañas. Pero al fin de cuentas difícilmente resulte más que una ilusión – es decir, buenas personas queriendo creer cualquier cosa en lugar del hecho de que Dios permitió que un hombre terrible ascendiera al trono de San Pedro. Pero más probable que una teoría del estilo Príncipe y Mendigo es que la cara de un revolucionario envejecido y lleno de culpa simplemente reflejara los años y la agitación de un pontificado verdaderamente desastroso.
Los años son duros con el cuerpo humano…con cualquier cuerpo humano, pero especialmente aquellos en lugares públicos elevados. Y si el envejecido papa Pablo VI era en verdad un impostor – cosa que supuestamente puede demostrarse examinando fotos de sus orejas, nariz y dientes –entonces también lo eran muchas otras personas ancianas famosas.
Algunos buenos ejemplos: intenten adivinar la identidad de estos famosos:
Dicen que ésta última es la madre Teresa de Calcuta, créase o no.
Y sin embargo ésta es ella hacia el final de su vida:
¿Qué ocurrió con las cejas largas y tupidas, la nariz delgada, la marca de nacimiento sobre el labio superior? ¿Una impostora? Difícilmente. Solamente envejeció, tal como lo hizo el director de cine Alfred Hitchcock (segunda foto de arriba) tal como se lo ve aquí, muchos años después:
Y el gran actor americano (convertido a la fe católica en su lecho de muerte) John Wayne, casi irreconocible como el mismo hombre (primera foto de arriba) aquí en su vejez, completo con orejas más grandes y todo:
Nuevamente, la edad y el estrés son duros con nosotros. De hecho, en su conjunto, diría que el papa Montini envejeció bien:
Entonces, ¿ya podemos terminar con esto? No había un impostor papal. Montini, el galopante arzobispo modernista de Milán era el mismo papa Pablo VI que destruyó el rito romano y es ahora canonizado santo en la iglesia del Vaticano II.
Yo también quisiera que hubiese algo más detrás de esta historia…una explicación mejor. Pero muchas veces la verdad supera la ficción, y en este caso la peor teoría conspirativa es más devastadora en cuanto a que no es una teoría en absoluto. Realmente lograron instalar a un modernista revolucionario en el trono de San Pedro que por poco no destruyó el elemento humano de la Iglesia Católica y cuyo espantoso legado está, hasta este día, poniendo almas en peligro en todo el mundo.
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
Michael Matt

Tercera intervención de Monseñor Viganò (Michael Voris)


Duración 4:54 minutos

The specter of homosexuality and all its attendant evils for those who are active was brought home also last Friday as the second bombshell exploded over the Rome, the release of the third statement by the much-hunted Abp. Carlo Maria Viganò.

Viganò, recall, is the former former papal ambassador to the United States, driven by his conscience to reveal the secrets he knows about the cover-up of Theodore McCarrick's evil by Pope Francis and other cardinals, as well as the rampant homosexuality among multiple influential members of the hierarchy — what Viganò has called the homosexual current running through the Vatican and the hierarchy.

Viganò's statement is all the talk in Rome as he lashed out at critics in the Vatican for defending the evil of homosexuality and still others for maintaining their silence for the sake of their careers while souls are being lost.

He said in part, "McCarrick was part of a network of bishops promoting homosexuality who, exploiting their favor with Pope Francis, manipulated episcopal appointments so as to protect themselves from justice and to strengthen the homosexual network in the hierarchy and in the Church at large."

And then, in a direct charge against Pope Francis, he said, "Pope Francis himself has either colluded in this corruption, or, knowing what he does, is gravely negligent in failing to oppose it and uproot it."

That last charge points the finger directly at Francis as the ultimate cause of all this evil.

Francis has promoted and advanced the careers of known homosexual predators, promoted them to powerful positions, brought them into his inner circle of advisors and has likewise showered cover-up bishops and cardinals with the same praise and glory.

These men — like Wuerl, Farrell, Tobin and others — have lied about what they knew, when they knew it and continue to refuse to admit their guilt in all this.

Their hardness of heart and betrayal of office, as well as the laity, has set off a storm of justified anger among peasant Catholics now seeing that, as long as Francis is Pope, these wicked prelates are unaccountable and feel as though they can get away with murder.

"This is a crisis due to the scourge of homosexuality, in its agents, in its motives, in its resistance to reform. It is no exaggeration to say that homosexuality has become a plague in the clergy, and it can only be eradicated with spiritual weapons."

But Viganò didn't stop there. He called out the other men in the hierarchy who he says know all this is true — the McCarrick cover-up, the homosexual mob running the Vatican, all of it — he calls them out for being cowards as they remain silent, and said they have a choice to make.

You can choose to withdraw from the battle, to prop up the conspiracy of silence and avert your eyes from the spreading of corruption. You can make excuses, compromises and justification that put off the day of reckoning. You can console yourselves with the falsehood and the delusion that it will be easier to tell the truth tomorrow, and then the following day, and so on.

On the other hand, you can choose to speak. You can trust Him who told us, "the truth will set you free." I do not say it will be easy to decide between silence and speaking. I urge you to consider which choice — on your deathbed, and then before the just Judge — you will not regret having made.

This steady drip, drip, drip of disastrous news is taking its toll here at the Vatican. Around the world — especially in the United States — the Pope's popularity is plummeting as news continues to pile up that, while he was archbishop of Buenos Aires, he too covered up homosexual predator priests and repeatedly lied about it.

In fact, the damage Francis and his homosexual pals in the Vatican are doing to the Church in general and to the papacy specifically is so extensive that some in Rome are praying and quietly talking about the blessing it would be for the Pope to die or resign.

Many are wondering around the Catholic world how much more can the Church endure, and when that discussion is being freely had here in Rome itself, you know crisis has become the new normal.

There is no doubt that in the face of U.S. Justice Department starting to sniff around, the latest Viganò statement, the growing anger of the faithful and the either silence or haplessness of so many bishops, it's not going to be long before something erupts in the Church.
Michael Voris

lunes, 22 de octubre de 2018

The Difference Between Francis and Paul VI


Duración 3:04 minutos

The Difference Between Francis and Paul VI

In a lecture given in mid-October in Melbourne, Cardinal Raymond Burke compared Paul VI with Francis. Burke noticed that Francis speaks frequently and carelessly in public. In contrast, Paul VI carefully reviewed his publications. Burke told the audience that he had recently met a cardinal who, as a young priest, spoke with Paul VI about the publication of the papal sermons in the Acta Apostolicae Sedis. Paul VI said to the priest that as Christ's representative he was responsible that none of his words could be interpreted in contradiction to the doctrine of the Church.

Confusion Instead of Clarity at the Top of the Church

Marco Tosatti, a veteran Vaticanista, told LaFedeQuotidiana in an exclusive interview that never before has he seen so much confusion and division in the Church. He agrees with Pope Francis that the Church needs prayers, but – quote – “first we need clarity and the answer to many things.” But, Tosatti admits that at the moment, he does not see clarity at the top of the Church. He tells Pope Francis – quote, “It is part of the job of every leader to give clear and distinct indications, especially regarding doctrine.”

Pope Francis: Secrecy Instead of Open Dialogue

Tosatti admits that Pope Francis encourages an open dialogue. But, - quote- “Between what he says and what he does, I find some contradictions. He invokes transparency and does not respond to the legitimate questions of a bishop and cardinals, and makes secret agreements with China ".

An Uplifting Ceremony

Last Saturday, famous Archbishop Wolfgang Haas of Vaduz, Liechtenstein, conferred the tonsure and handed over the cassock to 11 seminarians of the Priestly Fraternity of Saint Peter. The seminarians are in their second year of formation in Wigratzbad, Germany. The ceremony took place in the splendid baroque church in Lindau, Germany. Archbishop Haas became famous as the Bishop of Chur, Switzerland. He undertook a successful reform of this corrupt diocese, but was removed by John Paul II who capitulated in front of the modernists, the oligarch media and the Swiss politicians who all plotted against Bishop Haas.

Cardenal Raymond Burke: Colegio de Cardenales en serios problemas



El Colegio de Cardenales que eventualmente elegirá al próximo Papa está “en una situación muy mala”, dijo el 21 de octubre el cardenal Raymond Burke al sitio web TheAustralian.com.au.

Mencionó que el papa Francisco no ha convocado a un encuentro de cardenales durante cuatro años [aunque a él le gusta hablar de “diálogo” y “colegialidad”].

La última vez que Francisco reunió a los cardenales – que se supone son sus más íntimos colaboradores – fue en febrero del 2014, para brindarles una charla en la que el cardenal Walter Kasper difundió el sacrilegio de la Comunión para los adúlteros.

Además, Burke llamó al acuerdo secreto de Francisco con los comunistas chinos “absolutamente inadmisible” y “una traición de tantos confesores [de la fe] y mártires que sufrieron durante años y años y fueron llevados a la muerte”.

¿El sínodo de la homosexualidad? (Carlos Esteban)



Lo que por ahora ha salido del Sínodo que tiene lugar en Roma es un cúmulo de frases hechas copiadas al pensamiento progresista mundano y la sospecha de que se trata de ‘normalizar’ las relaciones homosexuales por la vía ‘pastoral’.

Lo único que importa es salvarse. Todo lo demás, por importante que nos parezca, es secundario, pasajero, y debe estar ordenado a ese fin absolutamente crucial: la familia, la patria, el trabajo, la civilización o el propio planeta. Todo eso pasará algún día; el ser humano, en cambio, es coeterno, y su destino será una eternidad en el Cielo o en el Infierno.

Y para eso está la Iglesia; para eso están concilios y encíclicas, el Papa y toda la jerarquía. Todo su mensaje se encierra en la Buena Noticia de que Dios se ha hecho hombre para salvarnos del pecado con Su Pasión y Muerte. Todo el novedoso vocabulario actual tiene sentido solo si nos acerca a la salvación eterna; si el ‘acompañamiento’ nos acompaña hacia Cristo, si el ‘discernimiento’ nos sirve para evitar el pecado, si la ‘apertura’ es una apertura a la Gracia.

Si no hay pecado, la Redención no tiene sentido; sin Redención, no se necesita un Redentor. Sin el anuncio del Redentor, la Iglesia sería un club social, una gigantesca ONG redundante.

Teniendo esto en mente, querría que compararan estos dos textos, absolutamente actuales:
“No se trata de ajustar las cuentas o de una cuestión de carreras eclesiásticas. No es una cuestión de política. No es una cuestión de cómo los historiadores de la Iglesia puedan valorar este o ese papado. ¡Estamos hablando de almas! La salvación eterna de muchas almas ha sido puesta en peligro; y siguen estando en peligro”.
Y éste: 
“Creo que el Documento Final del Sínodo debería hablar a todos los jóvenes. Incluso los jóvenes homosexuales, por tanto, deben sentirse incluidos en lo que propondremos con el documento sinodal”.
El primero es un párrafo de la última carta del arzobispo Carlo María Viganò; el segundo, unas declaraciones sobre el actual sínodo del cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago.

Naturalmente, nada impide que Viganò sea un villano hipócrita, o que Cupich crea de buena fe que existe un grupo de católicos definido por sus tentaciones sexuales que requieren una especialísima dedicación pastoral para salvar sus almas. Pero el primero ‘suena’ católico y el segundo, no.

Sobre eso gira toda nuestra posible alarma, en eso, y sólo en eso, se basa cualquier recelo sobre los mensajes de renovación.

Es inevitable sospechar, no sin abundantes indicios que se han ido acumulando desde hace ya meses, que la jerarquía eclesiástica tiene un grave problema de infiltración homosexual, y que de esta reunión salga algo parecido a una ‘normalización’ de las relaciones homosexuales. Sin tocar la doctrina, naturalmente, que es inalterable, sino mediante ese ‘cajón de sastre’ para los cambios prácticos en que se ha convertido la ‘acción pastoral’.

Lo hemos visto en los dos sínodos de la familia y su corolario, la exhortación Amoris Laetitia, con respecto a las segundas nupcias cuando el primer cónyuge sigue vivo o, como se ha llamado siempre, el adulterio. El lenguaje es lo bastante ambiguo como para que pueda sostenerse que su Capítulo VIII no contradice la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la Sagrada Eucaristía o la objetividad del mal moral. Pero la aplicación ‘pastoral’ de esa exhortación, la explícitamente preferida por Su Santidad, lleva, como muy poco, a la confusión de los fieles en este sentido y a un debilitamiento de hecho de esos tres conceptos esenciales.

De igual modo, estamos seguros de que en el documento final del presente sínodo -que es ‘final’, nos tememos, sólo en el sentido de que se presentará como tal- no va a bendecir la sodomía ni declarar que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son moralmente buenas. No pueden hacerlo. Pero sí pueden aprobarla indirectamente mediante la ‘acción pastoral’.

En realidad es ya práctica corriente, como pueden testificar abundantemente autores católicos que luchan contra esa particular tentación -Joseph Sciambra, Daniel Mattson-, o los feligreses de Nuestra Señora de Madrid. Los ‘apóstoles’ que buscan ‘construir puentes’ con el mundo LGTBI son, por lo que podemos comprobar, muy reacios a hablar de pecado, de arrepentimiento, de castidad.
Si la preocupación por los LGTBI es la preocupación por sus almas, por su salvación eterna, entonces esa pastoral específica será similar a un apostolado con pandilleros de barrio, a quienes lo primero que hay que decirles es que deben abandonar su modo de vida.
No parece que vayan por ahí los tiros. En la ‘relatio’ del sínodo de la familia se leía: “Los homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana”. La pregunta obvia es: ¿como cuales? Los homosexuales concretos, seguramente, como cualquier persona, pero, ¿qué dones, qué cualidades específicas, propias, exclusivas, puede ofrecer a la Iglesia la atracción por las personas del mismo sexo?

Carlos Esteban