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sábado, 15 de diciembre de 2018

El misterioso veredicto de culpabilidad contra el Cardenal Pell (Carlos Esteban)



El australiano George Pell es el primer cardenal declarado culpable de abusos a menores por un tribunal secular. Pero las sombras que rodean el caso permiten sospechar que no se ha hecho justicia.

“Era totalmente evidente para cualquiera en ese tribunal que las acusaciones carecían de base”, asegura una fuente que ha seguido todo el caso desde la sala a Catholic News Agency (CNA). “No es que Pell no hiciera aquello de lo que está acusado; es que no hubiera podido hacerlo”.

El cardenal, hasta hace poco miembro del exclusivo consejo de cardenales que asesora al Papa (C9, ahora C6) y responsable en suspenso del banco vaticano IOR, fue hallado culpable de cinco cargos de abusos a dos monaguillos menores cuando era arzobispo de Melbourne a finales de los noventa. La sentencia unánime se produce tras una deliberación fallida, según ha podido saber CNA, en la que el jurado se declaró 10 contra 2 a favor de la inocencia del prelado. “Han sentenciado a un hombre inocente”, asegura a CNA una fuente cercana al tribunal. “Y lo que es peor, lo saben”.

Es, en cualquier caso, discutir todo el asunto porque los tribunales australianos han emitido una orden de silencio para los medios que no hace más que sembrar la confusión y alimentar el recelo.

Vamos a los hechos. La acusación sostiene que los hechos delictivos protagonizados por el entonces arzobispo sobre los dos monaguillos y miembros del coro tenían lugar en la sacristía de la Catedral de Melbourne inmediatamente después de la misa dominical. Primera dificultad: la sacristía en cuestión tiene amplias habitaciones, cada una con arcadas y múltiples entradas y salidas. La defensa presentó el testimonio de múltiples testigos que declararon bajo juramento que el cardenal no estaba nunca solo en la sacristía con los monaguillos, y que en todas las ocasiones citadas por la acusación habría gente presente en la habotación. Los testigos alegaron que Pell estaba siempre rodeado de sacerdotes y otros clérigos, así como de visitantes que acudían a la misa dominical, y que los monaguillos tenían su propia habitación para revestirse, completamente separada de la sacristía.

Son muchos los observadores que hacen notar el fuerte anticlericalismo que ha dominado la opinión pública australiana en los últimos años y que se ha traducido en un fortísimo prejuicio contra el cardenal y al que se ha sumado la indignación pública por los escándalos de encubrimiento de abusos clericales este pasado verano. “Es absurdo”, señala otra fuente consultada por CNA. “Cualquier católico en Victoria sabe que nuestros medios llevan más de dos décadas rezumando prejuicios anticatólicos, anticlericales y, especialmente, contra Pell”.

De hecho, el fiscal no se privó de atizar este prejuicio anticlerical en el juicio a la menor ocasión, al punto de que cuando la defensa llamó a declarar a un perito en calidad de experto que, casualmente, era jesuita, el fiscal se refirió a él en todo momento, no por su título profesional o su nombre sino como “el hermano cristiano”.

Pell no solo ha sido uno de los primeros obispos en tomar en su día serias medidas para atajar el problema de los abusos sexuales a menores por parte de clérigos, sino que renunció voluntariamente a su puesto en la Curia para responder personalmente de los cargos que le imputaban los tribunales australianos, aparentemente seguro de su total inocencia.

La sentencia completa de Pell se espera para el próximo enero, y podrá recurrirla al Tribunal Supremo del Estado de Victoria.

Carlos Esteban