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domingo, 8 de marzo de 2020

Cardenal Burke revela por qué no emitió la prometida “Corrección Formal”


 

Preguntado por Edward Pentin por qué el grupo de cardenales no desafía a[l papa] Francisco, el cardenal Burke respondíó (NCRegister.com, 7 de marzo):

“¿Hay un grupo?”. Explicó que “hay dos, tres o cuatro cardenales que se han expresado”.

Burke confiesa: “estoy tratando de hacer mi parte” y observa que, en la historia de la Iglesia, hubo al menos un grupo de tres o más cardenales que le dirían al Papa que algo está mal.

Gloria.tv supo por parte de varios cardenales jubilados que Burke trató hace algún tiempo de encontrar a otros cardenales para formar un grupo que emitieran la “corrección formal” anunciada en el 2017, en respuesta a los Dubia no contestados de Francisco. Pero Burke no pudo encontrar a nadie que lo acompañara. Ellos querían permanecer “leales” a Francisco.

Después fallecieron los cardenales Meisner y Caffarra, y Brandmüller perdió la valentía, rechazando ir más lejos.

También es posible dar testimonio de lo que no se ha "visto" (José Martí)



Escribo este artículo tomando como referencia otro artículo de Bruno Moreno, de Infocatólica, de título "No puedo dar testimonio de lo que no he visto", de fecha 26 de febrero de 2020. Dedica su entrada a dar una respuesta personal a la consulta que le hizo un lector de su blog. Y comienza de este modo:

Hace poco, un lector de nombre arcangélico me hizo la siguiente pregunta, que me pareció interesantísima:
“La realidad es que la gran mayoría de los cristianos/católicos creemos por fe, no por evidencia. Es decir, existirá algún Tomás que crea por haber visto signos milagrosos o eventos similares. Personalmente, yo jamás he visto nada sobrenatural, mi creencia se basa exclusivamente en la fe. El problema es ¿cómo puedo yo dar testimonio de la verdad si no la he visto?Claro que creo firmemente en ella, pero no soy testigo; luego, no puedo dar testimonio de la verdad. Puedo tratar de transmitir mi fe, pero no puedo dar testimonio de que esa fe es verdadera. En síntesis ¿no es deshonesto (exagerando un poco el término) decir que doy testimonio de la verdad cuando no he sido testigo de esa verdad? En cierto sentido, aquellos bienaventurados que creen sin haber visto, tienen la desventura de no poder dar testimonio de algo que, precisamente, no han visto. No sé si logro transmitir esta dicotomía. Tengo la esperanza de que en algunos minutos puedas “rumiarla” un poco y decirme si ves algo. Creo que debe haber un error de planteamiento, es solo que no alcanzo a ver dónde está".
Supongo que cada lector podrá dar su propia respuesta a esta pregunta, pero aquí tienen lo que yo, torpemente, alcancé a responder (su respuesta, muy sopesada y muy completa, con muchos ejemplos de la vida cotidiana, se encuentra haciendo clic en el link de arriba)

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Yo, a mi vez, intentaré dar otro tipo de respuesta al lector angélico que, tal vez, pueda servir de complemento a aquella que recibe de Bruno Moreno ... Y resumiría toda mi argumentación en la siguiente frase. Y es que: 
Ver a Jesús físicamente, con nuestros propios ojos, no es suficiente para poder decir que lo hemos visto "realmente".
Fueron muchos los que "vieron" a Jesús en su tiempo. Y, sin embargo, no todos creyeron en Él. ¡Ya entonces era necesaria la fe en Jesús, aun cuando lo "vieran"! Es más: es un hecho histórico que, ya entonces, la mayoría de la gente no creyó en Él, a pesar de que había hecho milagros de todo tipo. Sus propios discípulos, que habían convivido con Él durante tres años y lo conocían íntimamente, a la hora de la verdad lo abandonaron. E incluso cuando resucitó todavía muchos siguieron sin creer, hasta que lo vieron con sus propios ojos. Es el caso de Tomás, por ejemplo. Más todavía: sólo cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos, en forma de lenguas de fuego, alcanzaron la fortaleza que necesitaban para proclamarlo a todos los vientos, como Dios y hombre verdadero. Y es que, efectivamente: "Nadie puede decir: "Jesús es Dios" si no es en el Espíritu Santo" (1 Cor 12, 3). Eso, por una parte. Y por otra, tenemos estas palabras de Jesús: "Dichosos los que sin haber visto han creído" (Jn 20, 29) 

Ciertamente no "vemos" a Jesús con estos nuestros ojos físicos. Pero ¿y qué, si lo viéramos? Posiblemente, si ahora no tenemos fe, tampoco la tendríamos aunque lo "vieramos" ... puesto que sólo en el Espíritu podemos decir "Jesus es el Señor", es decir, Jesús es Dios

Si de los que vivieron en tiempos de Jesús y lo "vieron" con sus propios ojos, la mayoría no creyeron en Él, ¿de qué serviría "verlo" ahora para poder decir, entonces, que así sí que podríamos  dar testimonio de Él? ¿Nos consideramos mejores que los contemporáneos de Jesús? ¿Pensamos que si hubiésemos sido nosotros sí que habríamos creído? Pues si es así, es que no conocemos la naturaleza humana. Me llama la atención el hecho de que Jesús, aun cuando había hecho grandes milagros en medio de su pueblo, sin embargo, muchos seguían sin creer en Él: "hay  algunos de vosotros que no creen" (Jn 6, 64) Y dice san Marcos que el propio Jesús "se asombraba de su incredulidad" (Mc 6, 6).

Hoy en día tenemos el suficiente conocimiento para tener fe; y poder dar testimonio, con nuestras palabras y con nuestra vida, de todo lo que creemos. Los primeros cristianos, que no habían "visto" directamente al Señor, lo vieron en el testimonio de los Apóstoles y de los santos Padres ... y esto hasta el punto de dar su propia vida antes que renegar de Jesucristo. ¿Por qué? Porque tenían fe. Lo que se les había transmitido era más que suficiente y les sirvió, de hecho, para combatir contra las asechanzas del mundo y del Diablo ¡... y vencer!. La fe les daba una seguridad que el mundo no podía entender ... ¡y, sin embargo, ninguno de ellos había "visto" físicamente al Señor!.

Nosotros nos encontramos en la misma situación que los primeros cristianos; todo cuanto ellos conocían de Jesús lo podemos conocer igualmente nosotros, puesto que se nos ha transmitido, fielmente, a través de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, hablada y escrita ... Y tenemos a nuestra disposición todos los medios que necesitamos para salvarnos; porque, afortunadamente, Jesús, antes de morir, instituyó los sacramentos del sacerdocio y de la Eucaristía, tal y como viene recogido en el Nuevo Testamento. Tenemos, por una parte, su Palabra, que nos lleva hasta Él, pues "sus Palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6, 63) y por otra, para colmo de gracias, tenemos su propia Presencia física y real en la Sagrada Eucaristía (aunque venga oculta por los accidentes del pan y del vino). 

El contacto con el Señor a través de su Palabra, contenida, sobre todo, en el Nuevo Testamento; y, más aún, el poder recibirlo en la Sagrada Comunión (si estamos en gracia) hace posible que tengamos el Espíritu de Jesús y que podamos, por lo tanto, dar testimonio de Él. 

Es preciso, por supuesto, tener siempre en cuenta que la recta interpretación de los textos bíblicos corresponde al Magisterio de la Iglesia católica. Esta consideración nos librará de posibles herejías. 

Al mismo tiempo, cobramos conciencia de la importancia de la presencia efectiva  de Jesús en el mundo a través de nosotros, pues "el que crea en Mí hará las obras que Yo hago y las hará mayores que éstas" (Jn 14, 12). Estando Él en nosotros seremos para el mundo "el suave olor de Cristo" (2 Cor 2, 15). 

Y no debemos de tener miedo porque, al fin y al cabo, no somos ciudadanos de este mundo: "nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos, como Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo conforme a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene incluso para someter a sí todas las cosas" (Fil 3, 20-21)

Si bien es cierto que nada podemos hacer por nosotros mismos: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15,5), no lo es menos que nada debemos temer si Él está con nosotros, como decía san Pablo: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13) Sabemos que Dios concede su gracia a todo el que se la pide: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?" (Lc 11, 13). En otro lugar dice san Pablo: "No obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones" (Sant 4, 2b-3). Y, en el fondo, si no recibimos es porque no creemos lo suficiente,  pues, según el Señor, "todo es posible para el que cree" (Mc 9, 23). En Nazaret Jesús no hizo muchos milagros a causa de su incredulidad (Mt 13, 58).

El apóstol Santiago exhorta a sus discípulos a que oren para que la Palabra del Señor se propague y Dios sea glorificado ... y para librarse de los hombres perversos y malignos; que no de todos es la fe (Sant 3, 1-2). Por eso, sabiendo que la fe no podemos conseguirla por nosotros mismos, sino que es un don sobrenatural que Dios concede gratuitamente a todo el que se la pide, de corazón, y le da su Espíritu, algo que no hará con aquellos que lo rechacen ... es necesario y fundamental que pongamos algo de nuestra parte, haciendo uso de los medios que Dios ha puesto a nuestra disposición para que podamos salir victoriosos en nuestra lucha contra el pecado y alcancemos la salvación. Tales son la oración, la mortificación, la frecuencia de los sacramentos (especialmente confesión y comunión), la asistencia a la Santa Misa, al menos cuando lo manda la Santa Madre Iglesia, el ayuno, la limosna, etc ... y todo ello hacerlo porque somos conscientes del amor que Dios nos tiene y que lo ha manifestado haciéndose hombre en la Persona del Hijo (Jesucristo).

Merece la pena lanzarse a esa aventura de creer sin ver. Son muchos los  testigos que nos preceden. Y son testigos porque dan testimonio de lo que han recibido de sus antepasados en la fe y esto a lo largo de dos mil años. No es necesario "ver" a Jesús para ser su testigo. Somos testigos porque nos fiamos del testimonio de nuestros hermanos mayores en el Señor, que sabemos que no nos engañan. Entre ellos, hay muchos mártires ... ¡y nadie da la vida por una ilusión, sino por una realidad!.

La familia cristiana tiene una grave responsabilidad, ante Dios, en la transmisión fiel, de padres a hijos, de todas estas enseñanzas. Aunque los padres no hayan "visto" a Jesús, sin embargo, como cristianos, deben dar  testimonio de Él, tal y como hicieron los primeros cristianos.

Espero que estas reflexiones te sirvan de ayuda. 

José Martí

Si Benedicto sigue siendo papa, entonces el papado muere con él (Dan Millete en 1Peter5)



Para bien o para mal, todas las decisiones serias de la vida tienen efectos palpables. Las ideas, las palabras, las omisiones y las acciones pueden tener consecuencias catastróficas. Muchos, en la Iglesia católica, están tomando decisiones graves. La elección es creer que Benedicto, un hombre que -es innegable- aún vive en el Vaticano y viste de un blanco ominoso, permanece como el papa Benedicto XVI. 

Esta elección puede fundarse en una serie de factores, a saber: la distinción según la cual renunciar al “ministerio” versus el “oficio” es insuficiente para la renuncia; que Benedicto secretamente engañó a su grey con una falsa renuncia; o que fue presionado para que renunciara al papado, invalidando así su renuncia, aunque esta afirmación no se puede demostrar en absoluto. El propósito de escribir este artículo no es indagar en los argumentos actuales sobre la denominada no renuncia de Benedicto. Ya se ha intentado, es tedioso hacerlo y se lo dejo a quienes aún quieren debatir por nimiedades. La Iglesia ya ha sufrido bastante. Más bien, el intento aquí es examinar los efectos lógicos de adherirse a la hipótesis de que Benedicto sigue siendo el papa. Lo admito, es tentador pensar que Benedicto sigue siendo el papa. Si bien hay verdad en la paradoja de que el papa Francisco ha sacado a la luz la corrupción en la Iglesia, ¿cómo no comprender que un católico desee volver a los días del amable Benedicto? Si solo pudiéramos hacer clic sobre los zapatos rojo rubí de Benedicto, repetir que no hay lugar como Roma y tener a Benedicto como papa, el alivio sería asombroso. Desaparecerían las notas a pie de página de Amoris Laetitia, los halagos de Jeffrey Sachs a la Laudato si’ o las estupideces litúrgicas de la Amazonia de Querida Amazonia; y tampoco estaríamos apretando los puños, enojados, ante la afirmación de que Dios desea una pluralidad de religiones. No se habría dejado a la Iglesia china a merced de los caprichos del régimen comunista y, tal vez, y es lo mejor de todo, Austen Ivereigh tendría un aspecto sombrío de terror mezclado con pánico. Desde luego, es tentador. Los problemas reales se resolverían si Benedicto siguiera siendo el papa. 

Los problemas surgen, también, cuando se invoca la realidad de estar atrapados entre la roca y la pared [en inglés la expresión es “between the rock and the hard place”, que sería “entre la espada y la pared”; pero para darle el sentido que el autor le da al final del artículo, hemos sustituido “espada” por “roca”, ndt]. 

Si se considera que Benedicto sigue siendo el papa los efectos son catastróficos. Algunos son menos graves, si se puede considerar menos grave el hecho de que el 99,9% de la Iglesia católica estaría siguiendo a un antipapa. Me refiero, sobre todo, a la desunión del Sagrado Sacrificio de la misa. Si Benedicto sigue siendo el papa, el 99.9% de las misas invocan a un antipapa en el Te igitur. El Sacrificio de la Unidad sería ofrecido para nuestra propia condena. El Catecismo del Concilio de Trento, citando el Optatio de Milevi, advierte que “fuese ya cismático y prevaricador, el que contra la única Cátedra [de Pedro] colocase otra” (Artículo IX). La idea del 99.9% de la Iglesia católica invocando a un antipapa en la misa es inimaginable. A este respecto, ¿es el obispo real de la diócesis el que es nombrado en la misa? Si Benedicto sigue siendo el papa, el nombramiento de obispos por parte de Francisco es nulo. ¿Sigue siendo el cardenal Donald Wuerl arzobispo de Washington? Apuesto a que le gustaría. ¿Sigue siendo el cardenal (presumiblemente no-cardenal) Blase Cupich el obispo, en una posición precaria, de Spokane, y sigue estando vacante la archidiócesis de Chicago? Muchas diócesis tendrían a un pseudopastor como su máxima autoridad. ¿Y cuántos nuevos obispos habrían sido ordenados desde 2013 sin la aprobación expresa del papa? Si Benedicto sigue siendo el papa, entonces tenemos cientos de ordenaciones episcopales ilícitas. Uno de estos obispo sería el muy amado por los medios de comunicación Robert Barron – aunque dudo que la condición cismática pudiera disuadir al Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles a rechazarle. Aun así, la autoridad de los obispos ordenados y nombrados durante el reinado del papa Francisco se vería severamente comprometida. 

Consideraciones de este tipo traicionan a una Iglesia que está en el caos, y atacan a su organización y gobierno. Pero se puede poner remedio a estas nociones. Tal vez otro papa, en un futuro, declare, con carácter retroactivo, que todos los nombramientos y ordenaciones del pasado fueron legítimas. Incluso a los obispos ordenados por Marcel Lefebvre en 1988, y que fueron excomulgados, se les levantó la excomunión en 2009. Y fue Benedicto XVI quien lo hizo. Un papa puede hacerlo. Un papa puede hacerlo, pero ¿qué papa? Debemos considerar no solo lo que está sucediendo si Benedicto sigue siendo el papa, sino también qué sucederá cuando muera. Tenemos que ser realistas. Cuando Benedicto muera, los cardenales no se reunirán en Roma para elegir a un nuevo papa. No harán el recuento de votos, anunciarán Habemus Papam o declararán su obediencia a un nuevo hombre vestido de blanco. Más bien, celebrarán un funeral por Benedicto; posiblemente dirán algunas palabras vacías en su honor y seguirán adelante con la Iglesia, libres por fin de su presencia. En otras palabras, cuando Benedicto muera, la Iglesia seguirá adelante como si nada, con Francisco como papa. Para quienes creen que Benedicto sigue siendo el papa, la sede estará vacante. Y lo que es más importante: ¿qué sucederá cuando Francisco muera? Los mismos cardenales se reunirán en Roma para elegir a un nuevo papa, porque esto es lo que siempre han hecho. Serán 124 cardenales con derecho a voto; 66 de estos han sido nombrados por Francisco. Los votos de los cardenales nombrados en fecha anterior a 2013 y los cardenales “inválidos” de Francisco se mezclarán, no será posible distinguir los unos de los otros. Después se declarará Habemus Papam y un nuevo papa tomará un nuevo nombre. Y él llevará adelante la Iglesia, independientemente de lo feliz o dañino que sea su camino

¿Qué quedará de la teoría de Benedicto-como-papa? Poco a poco desaparecerá. Los cardenales nombrados antes de 2013 fallecerán. Se nombrarán nuevos cardenales. Tal vez se realicen intentos inútiles de nombrar papas tal como hicieron algunos sedevacantistas del pasado. Pienso en el grupo de católicos que, en 1998, “eligió” a Lucian Pulvermacher como pontífice de la Iglesia. Pulvermacher “reinó” como Pío XIII desde el país de Dios en Montana. Desde luego, no hay lugar como Roma. 

¿Qué queremos decir con todo esto? Si mantenemos que Benedicto XVI sigue siendo el verdadero papa de la Iglesia católica, es necesario que algo pase. Y pronto. Tal vez ello implique que Benedicto rompa su silencio y que, contradiciendo sus palabras pasadas, explique que le obligaron a renunciar a su oficio (¿o debería decir a su ministerio?) contra su voluntad. Y tal vez ello implique también que salga a la luz nueva documentación o nuevas revelaciones que sacudan los cimientos de la Iglesia, lo que lleve a un cónclave en el que no esté presente Francisco. Tal vez. Pero sea lo “que sea”, debe cambiar profundamente a la Iglesia universal, y debe hacerlo pronto. Respecto a Benedicto, no parece tener prisa en lanzar un bombazo. En una carta fechada 7 de febrero de 2018 explicó: “Puedo solo decir que con el disminuir progresivo de mis fuerzas físicas, interiormente estoy peregrinando hacia mi Casa. Es una enorme gracia para mí estar rodeado en este último tramo del camino, a veces fatigoso, por tanto amor y tanta bondad, inimaginables… Con mis mejores deseos”. En otras palabras, con mis mejores deseos y no esperemos que él “salve” la situación. 

La realidad es ésta: si creemos que Benedicto sigue siendo el papa, esto puede significar que él tal vez sea el último papa. ¿”El poder del infierno no la derrotará”?

Termino diciendo que sí, que el papa Francisco está causando gran sufrimiento y confusión. Una mente racional no puede negar esta evidencia. Sin embargo, un día él pasará de este mundo al Padre. Tal vez en un futuro otro papa condene algunos o todos los errores de nuestro tiempo. Dios lo quiera

Pero por esto ahora necesitamos realmente un papa, al que podamos preguntar: ¿es mejor tener un papa futuro que condene a un papa pasado, o no tener papa en absoluto? Cuando nos enfrentamos a decisiones graves, tenemos que considerar las consecuencias. Y cuando estemos atrapados entre la roca y la pared, elijamos siempre la Roca. 

Publicado por Dan Millete en 1Peter5. Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

De las pandemias y sus usos (Carlos Esteban)


 
Debo admitir que me ha llamado poderosamente la atención la reacción de la jerarquía católica y de numerosos laicos a la alarma sembrada por el temor a una epidemia de coronavirus. La primera, de la que cabría esperar cierta mesura y visión sobrenatural, ha ido más allá incluso que las autoridades civiles en sus medidas para evitar la enfermedad, recortando el culto en ocasión hasta el extremo exagerado de cerrar iglesias cuando bares y grandes superficies continúan abiertos y frecuentados.

No es mi propósito hacer un canto a la irresponsabilidad sanitaria o a la imprudencia. Pero si de alguien se espera que relativice -en el mejor de los sentidos- la cercanía de la enfermedad y la muerte es de un hombre de fe.

En buena medida, el olvido de Dios es el olvido de la muerte. No es que se haya convertido exactamente en un secreto que hemos de morir, pero se hace todo lo posible para no lo tengamos presente. Pensar en la muerte -ese ‘memento mori’ que tanto recomiendan los santos- se considera hoy ‘morboso’, y la sociedad moderna parece en ese sentido una conjura para ocultarla.

La muerte no está presente. La gente vive más y mejor, no hay cortejos fúnebres por las calles, los difuntos se velan en desangelados tanatorios en las afueras de las ciudades, los sacerdotes muy rara vez predican sobre la muerte y los medios de comunicación, con su incesante cascada de actualidad, nos distrae de la meditación de nuestro fin inevitable… Y de lo que venga después.


Así es mucho más fácil el ‘carpe diem’, que es el ‘slogan’ implícito de toda nuestra publicidad y que es lo que nos tira. Es una apuesta conmigo mismo, en absoluto falsificable, pero estoy convencido de que alguien que meditara cada día de su vida sobre su propia muerte lo tendría difícil para ser ateo, o para vivir como un ateo siendo creyente.

A lo largo de la historia, la muerte estaba casi continuamente ante los ojos de cualquiera. No solo la esperanza de vida era muy inferior, sino que no se ocultaba, casi podría decirse que se celebraba, en el sentido de solemnizarse. Uno no necesitaba tener en su escritorio una calavera para toparse con ella de continuo. Y pensar en la propia muerte lleva a pensar en el sentido de nuestra vida y en nuestro destino eterno, cosas bastante saludables.

La Iglesia no vive aparte del mundo, y este estado de cosas, esta atmósfera de negación de la muerte, también nos ha afectado, y no creo que nuestra tibieza y la apostasía generalizada, la hemorragia de fieles en las últimas décadas, sean completamente ajenas a esto.

Si el coronavirus queda en nada, perfecto. Pero sería bueno que el susto que nos ha dado sirva para algo. Si, por el contrario, va a más, junto a todas las medidas higiénicas y prudenciales que aconsejen las autoridades médicas podríamos, ya puestos, aprovechar una situación que, al fin y al cabo, es tan obra de la Providencia como cualquier otra circunstancia. Sería, por supuesto, una ocasión extraordinaria para ejercer la caridad, que posiblemente haya quedado anclada en fórmulas automáticas. Pero también para ver nuestra vida como es en realidad, un breve momento de prueba para la Vida verdadera, para nuestro destino eterno. Y, va de suyo, para relativizar o ignorar tantos detalles menores que nos distraen y nos dividen.

Carlos Esteban

Cardenal Burke: la afirmación de Francisco que Cristo está en los ríos y en los árboles “simplemente no es cierta”


 
La Querida Amazonia de Francisco es “preocupante” y ambigua, pero “hay un cierto número de intérpretes que nos dicen exactamente qué se debe entender”, dijo el 7 de marzo el cardenal Raymond Burke en el sitio web NCRegister.com.

Para Burke, las reacciones positivas al documento, por ejemplo, las del cardenal Müller, son desubicadas, porque QA contiene pasajes “que contradicen gravemente verdades teológicas”.

Un ejemplo: Francisco escribe “que Cristo está en los ríos y en los árboles, etc.”. Burke llama a esto “animismo clásico” y dice que “simplemente no es cierto”.

Lo que dice QA sobre una Iglesia laica es para Burke “una especie de idea protestante” que cuestiona el sacerdocio como sacramento.

Él sabe por parte de un obispo que vio una versión previa de QA que contenía un parágrafo que abolía el celibato: “Me pareció que se lo quería incluir”. Burke cree que Francisco retrocedió a causa del libro de Ratzinger/Sarah.

sábado, 7 de marzo de 2020

Actualidad comentada: "Coronavirus y clericalismo" - Padre Santiago Martin F.M.


Duración 9:08 minutos

Monseñor Schneider: El rito de la Sagrada Comunión en tiempos de pandemia



Nadie puede obligarnos a recibir el cuerpo de Cristo de una manera en que exista el riesgo de que se pierdan partículas o se menoscabe la reverencia, como sucede cuando se recibe la Comunión en la mano. Aunque es cierto que se puede recibir directamente con la boca sobre un paño blanco pequeño y limpio (un purificador o corporal de pequeñas dimensiones), no siempre es factible, e incluso hay sacerdotes que se niegan a hacerlo.

En tales casos, lo mejor es hacer una comunión espiritual, que colma el alma de gracias especiales. Durante épocas de persecución, muchos católicos no han podido recibir la Sagrada Comunión de modo sacramental por periodos muy prolongados, pero hacían comuniones espirituales que les reportaban muchos beneficios espirituales.

No es más higiénico comulgar en la mano que en la boca. La verdad es que puede agravar el riesgo de contagio. Desde el punto de vista de la higiene, la mano contiene ingentes cantidades de bacterias. Las manos transmiten numerosos gérmenes patógenos. Ya sea al estrecharle la mano a alguien, al tocar constantemente diversos objetos, como manijas o tiradores de puertas, o al asirse de la barra del bus o del metro, los microbios pasan con facilidad de mano en mano, y luego la gente se lleva con frecuencia esas manos y dedos sucios a la nariz o la boca. No sólo eso; a veces los microbios pueden sobrevivir durante días en la superficie de objetos que se han tocado. Según un estudio publicado en 2006 en el boletín BMC Infectious Diseases, los virus de la gripe y otros semejantes pueden sobrevivir durante varios días en superficies como puertas, barandillas o barras del transporte público.

Muchos fieles que van a la iglesia y reciben la Comunión en la mano han tocado antes manillas de puertas o se han asido de la barra en el transporte público o de la baranda en una escalera. Llevan virus sobre la palma de la mano y los dedos, y luego durante la Misa se llevan esas mismas manos a la nariz o la boca. Con esas manos y dedos contaminados tocan la Hostia consagrada, con lo que los virus pasan a su vez a la Sagrada Forma, y luego los virus juntamente con ella a la boca.

Sin duda alguna, comulgar en la boca es menos arriesgado y más higiénico que hacerlo con la mano. Es más, si no se lavan concienzudamente, la palma de la mano y los dedos acumulan muchos microbios.

Prohibir la Comunión en la boca resulta infundado en comparación con los graves riesgos para la salud que comporta hacerlo con la mano en épocas de pandemia. Tales prohibiciones constituyen un abuso de autoridad. No sólo eso; da la impresión de que algunas autoridades eclesiásticas se aprovechan de la epidemia como pretexto. Pareciera también que algunos se regocijan cínicamente en extender cada vez más el proceso de trivialización y desacralización del Santísimo Cuerpo de Cristo en el sacramento eucarístico, poniendo con ello en riesgo el Cuerpo del propio Señor de graves de falta de respeto (pérdida de partículas) y de sacrilegio (robo de formas consagradas).

Hay que tener en cuenta además que a lo largo de los 2000 años de historia de la Iglesia no ha habido ningún caso documentado de contagio por recibir la Sagrada Comunión. En la Iglesia Bizantina, el sacerdote da de comulgar a los fieles con una cucharilla, y se utiliza la misma para todos. Terminada la Comunión, el sacerdote o el diácono se bebe el agua o el vino con el que ha purificado la cuchara, la cual tocó la lengua de algunos feligreses mientras comulgaban. Muchos fieles de iglesias de rito oriental se escandalizan por la falta de fe de los obispos y sacerdotes de rito latino cuando prohíben comulgar en la boca; prohibición que, en el fondo, obedece a falta de fe en el carácter divino y sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo-Eucaristía.

Si la Iglesia de nuestro tiempo no vuelve a esforzarse con el máximo empeño por estimular la fe, la reverencia y las medidas de protección para el Cuerpo de Cristo, toda medida de protección para los fieles será en vano. Si la Iglesia actual no se convierte y vuelve a Cristo, concediendo la primacía a Jesús, y en concreto a Jesús-Eucaristía, Dios demostrará la veracidad de sus palabras: «Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen. Si Yahvé no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano» (Sal.126, 1-2).

Recomendamos la siguiente oración para hacer comunión espiritual:

«Me postro a tus pies, Jesús mío, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, doblegado en su nada y ante tu sagrada presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la humilde morada que te ofrece mi corazón. Mientras aguardo la dicha de la Comunión sacramental, anhelo poseerte espiritualmente. ¡Ven a mí, Jesús mío, pues por mi parte me dirijo a Ti! Tu amor abrace mi corazón en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti y te amo. Amén.»

+Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

viernes, 6 de marzo de 2020

El Vaticano recordó en 2009 el derecho a recibir la comunión en la boca (Carlos Esteban)



Ante el creciente clamor para que las ‘recomendaciones’ de recibir la comunión en la mano se conviertan en prohibición de recibirla en la boca por el temor al coronavirus, la periodista de LifeSiteNews Diane Montagna rescata una comunicación de 2009 que reitera el derecho de los fieles de comulgar de este último modo.



Se trata de una carta dirigida a la Congregación para el Culto divino durante una fuerte epidemia de gripe en 2009, cuando se le consultó si las circunstancias aconsejaban que se diera la comunión exclusivamente en la mano. La respuesta fue negativa, reafirmando el derecho de los fieles a recibir el Cuerpo de Cristo de la forma tradicional.
“Este dicasterio hace notar que su Instrucción Redemptoris Sacramentum (25 de marzo de 2004) estipula claramente que “cada uno de los fieles tiene siempre el derecho a recibir la Santa Comunión en la lengua” (nº 92), y no es lícito negar la Sagrada Comunión a ningún fiel cristiano a quien no impida la ley recibir la Sagrada Eucaristía”, reza la respuesta de la congregación a la cuestión presentada.
Pero el miedo parece ser más fuerte que el derecho ratificado por el Vaticano en esa instrucción. Una serie de diócesis francesas ya han dado el paso de prohibir la comunión en la lengua, permitiendo en cambio la comunión en la mano, lo que no hace más improbable el contagio

El obispo Joseph Galea-Curmi, auxiliar de Malta, informa LifeSiteNews, también ha hecho pública una directiva dirigida a las parroquias del país prohibiendo la comunión en la lengua “hasta que se emitan nuevas directrices”

En respuesta a la epidemia, prelados católicos en Jerusalén, Singapur, Filipinas, algunas diócesis de Estados Unidos y otras partes del mundo también han hecho públicas directivas o recomendaciones a favor de dar la comunión en la mano, pero no en la lengua.

El obispo auxiliar de Astaná, en Kazajstán, Athanasius Schneider, por su parte, argumenta que “la comunión en la boca es, sin duda, menos peligrosa y más higiénica que la comunión en la mano”.

“Desde el punto de vista de la higiene, la mano es portadora de una enorme cantidad de bacterias. Muchos patógenos se transmiten a través de las manos […] Según un estudio de 2006, publicado en la revista ‘BMC Infectious Diseases’, los virus de la gripe y similares pueden sobrevivir en superficies inanimadas como manillas o barras en el transporte o los edificios públicos durante algunos días”, insiste.
Schneider calificó las prohibiciones de recibir la comunión en la lengua de "infundadas" cuando se comparan con los grandes riesgos sanitarios de la comunión en la mano en tiempos de pandemia”. Para el obispo, es como si las autoridades eclesiásticas estuvieran usando el coronavirus como un “pretexto” para trivializar la recepción de la comunión. 

Carlos Esteban

jueves, 5 de marzo de 2020

Nota del Obispado de Cartagena sobre el coronavirus (comentada por José Martí)

DIÓCESIS DE CARTAGENA

 


A la espera de los protocolos que pudieran emitir las autoridades sanitarias para la prevención del contagio del coronavirus, desde el Obispado de Cartagena queremos hacer una invitación a los fieles para que, en este tiempo de Cuaresma, donde en nuestras parroquias se incrementan las celebraciones litúrgicas y los actos de piedad en torno a las imágenes de devoción, a la hora de venerar dichas imágenes, lo hagan con gestos que no supongan riesgo alguno para el contagio de dicha enfermedad, tal y como se está realizando estos días en otras regiones de nuestro país.

Se pueden, por tanto, sustituir los gestos de besapiés o besamanos por otros, como puede ser la inclinación de cabeza ante las sagradas imágenes de nuestro Señor o su Madre. De tal manera que, en orden a la prudencia y a la preocupación que en muchos fieles existe por miedo a los contagios, evitemos situaciones que puedan dar lugar a la propagación de ciertas enfermedades víricas por contagio.

En atención a esta preocupación, también es recomendable que, durante la celebración de la misa, se suprima el gesto de la paz y sugerimos, además, que la Comunión se reciba, preferiblemente, en la mano.
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De lo que aquí se dice se desprende, con relación a la comunión en la mano, que se trata sólo de una sugerencia del Episcopado, pero no de una imposición o un mandato. De manera que, a mi entender, un sacerdote no puede negar la comunión a un fiel que desee recibir la comunión en la boca. Y esto es aplicable, de una manera especial, a aquellos fieles que celebran la llamada Misa en latín, en la cual la comunión debe de ser siempre en la boca, pues en el rito tridentino sí está prohibida expresamente la comunión en la mano. Si la comunión en la mano fuese obligatoria, y resultara que el rito tridentino no puede cambiar en ese aspecto de la comunión en la boca (que no lo sé), nos encontraríamos con una situación muy lamentable: El sacerdote no podría dar a nadie la sagrada comunión.

Esto es una mera reflexión personal en la que me estoy adelantando y que, en estos momentos, todavía no ha lugar, pues el Obispo no manda sino sugiere que la comunión se reciba en la mano.

Mi pregunta, de la que todavía desconozco la respuesta, es si podría darse algún tipo de situaciones en las que el Obispo pudiese hacer ese mandato. Tendré que investigar un poco más. Conozco algunos artículos, de cuya seriedad no se puede dudar, según los cuales ningún sacerdote podría negarse a dar la comunión en la boca a un fiel si éste se la pide. A modo de ejemplo, y por si fuera de ayuda, coloco dos enlaces de Adelante la Fe ...

Motivos para recibir la Comunión en la lengua y de rodillas (Mons. Schneider)

¿En la mano o en la boca? Debate sobre la recepción Eucarística?

... y una captura de pantalla de Secretum Meum Mihi

 


Nota: He encontrado otro artículo de Infovaticana que habla sobre este tema y lo añado también. Pinchar aquí:

José Martí

Una escena vintage

 
 
De China nos han llegado en los últimos tiempos no solamente las acostumbradas baratijas sino también el coronavirus y los pactos con el Vaticano. Y sobre este tema quiero decir dos palabras, esperando que algún lector que sepa más que yo sobre el tema pueda completar la reflexión.

Es innegable que el tratado secreto firmado entre el gobierno chino y la Santa Sede significó la entrega de la iglesia católica china al partido comunista y la puesta en ridículo de cientos de miles de fieles católicos que, durante décadas, resistieron en la clandestinidad. En pocas palabras, una traición, como bien lo ha afirmado el cardenal Zen, que se está convirtiendo en una de las nuevas caras de la resistencia al Papa Francisco.
Aclarado el punto anterior —los pactos constituyen una traición a los católicos chinos—, vale la pena tener en cuenta lo siguiente a fin de no caer en un fanatismo inútil que desdibuje la realidad:
 
1. Las conversaciones para llegar a estos acuerdos comenzaron con Juan Pablo II, continuaron con Benedicto XVI y terminaron con Francisco. Difícil es decir qué tenían en mente los dos previos sumos pontífices, pero lo cierto es que fue voluntad también de ellos llegar a una solución de la cuestión china. Quien conozca mínimamente los secretos de la sinología, sabrá que cualquier arreglo con los chinos lleva años y mucha paciencia. Las conversaciones se extendieron durante dos décadas. Por tanto, no me parece justo achacar la completa responsabilidad de la traición al actual pontífice. Tal responsabilidad es compartida, al menos en parte, por los anteriores.
 
2. Resulta curioso que los medios que se escandalizan con razón, de la firma del tratado no recuerden que algo muy parecido sucedió en los ’60 y en los ’70 con varios países que se encontraban tras la Cortina de Hierro. Los artículos de Stefan Glejdura, que pueden conseguirse fácilmente en la web (aquí pueden bajar uno), son un testimonio muy interesante a tener en cuenta acerca de lo que fue la Ostpolitik vaticana, inaugurada por Pablo VI y comandada por el cardenal Agostino Casaroli, Secretario de Estado de Juan Pablo II durante once años. Esa política hacia los estados comunistas significó sacrificar en menor o mayor medida, a los fieles, sacerdotes y obispos perseguidos a fin de conseguir algunas simpatías en los regímenes de izquierda y, por cierto, para cumplir con el mandato de apertura al mundo del Concilio Vaticano II, como el mismo Casaroli no dejaba de afirmar.
 
Podemos recordar aquí la traición a la iglesia checoslovaca, pero quizás el símbolo más claro fue la ignominiosa conducta vaticana con respecto al cardenal Mindszenty, arzobispo de Budapest, el cual fue desposeído de su sede por Pablo VI, obligado a dejar Hungría y amordazado a fin de que no criticara al régimen comunista de su país. Él, que se había constituido en la defensa más importante e internacionalmente relevante de los fieles católicos húngaros, fue desautorizado y humillado por el mismísimo Vaticano. Y de esto hace más de cuarenta años.
 
El actual caso de China no es más que una escena vintage: ospolitik 2.0, realizada por aficionados, como son Francisco y Parolín y con resultados muy similares a los conseguidos en los ’70. 

Los pactos chinos no son un invento de Francisco. Francisco es un invento del Vaticano II. Y no es justo cargar las tintas en la manzana podrida y olvidarnos de quienes pudrieron el manzanar. 
 
The Wanderer


miércoles, 4 de marzo de 2020

Nuevo líder del episcopado alemán: “La cuestión de la mujer será el principal reto de mi mandato” (Carlos Esteban)



El episcopado alemán seguirá su actual senda hacia una mayor confluencia con las ideas progresistas imperantes en el mundo y que el ‘camino sinodal’ emprendido por el cardenal Marx quiere hacer ‘vinculante’, a juzgar por las opiniones de su nuevo jefe, el obispo de Limburgo, George Bätzing.

De Bätzing ya escribimos con motivo de su nombramiento su participación en algunas de las propuestas más ‘rompedoras’ -en todos los sentidos del término- del sínodo de tres años que ha emprendido el episcopado alemán, el más rico de la Iglesia universal, y en la entrevista concedida a Katholisch.de no hace más que reafirmarse.

Así, el obispo cree que la igualdad de derechos de las mujeres en la Iglesia católica es el reto más importante de su mandato al frente de los obispos de Alemania. “El tema de las mujeres en la iglesia es la cuestión más urgente del futuro que tenemos”, dijo Bätzing el miércoles en la radio pública alemana ARD. “Aquí la iglesia tiene que ponerse al día. Las mujeres católicas esperaban con impaciencia el progreso. “Ya no podremos esperar a que las mujeres tengan los mismos derechos”, dijo Bätzing.

Uno pensaría que una iglesia nacional que sufre una espectacular hemorragia de fieles cada año y que, después de todo, existe para custodiar y transmitir la verdad del Evangelio tendría alguna otra prioridad, pero no, mejor compartir la misma obsesión por los derechos de las mujeres en un momento en que las mujeres ya han alcanzado sobradamente todos los derechos salvo, en la Iglesia, uno que ni es derecho ni puede cargo eclesiástico alguno procularlo: la ordenación sacerdotal.

Bätzing no plantea eso, no todavía, solo aumentar los cargos de gestión administrativa dentro de los organismos eclesiales, lo que es una extraña prioridad para un pastor católico en una coyuntura como la que vive hoy la Iglesia.

En cuanto a la otra cuestión espinosa que se esperaba resolviese la exhortación postsinodal, la de los curas casados, Bätzing es partidario de ‘suavizar’ el celibato. Como no es posible ser moderadamente sacerdote o estar levemente casado, es de suponer que se refiere a la táctica ya habitual de la ‘renovación eclesial’: caso por caso, discerniendo, con acompañamiento y todo eso.

“Creo que no hace daño si los sacerdotes están casados ​​porque pueden traer estas experiencias a la mesa”, dijo el martes por la noche en el telediario de la televisión estatal ZDF. “Hace mucho tiempo que creo que la iglesia debería permitir “ambas formas”.

Carlos Esteban

El nuevo presidente del episcopado alemán, una apuesta por el ‘camino sinodal’ (Carlos Esteban)

 
 
Sea cual fuere la verdadera razón por la que, a una edad relativamente temprana, el poderoso arzobispo de Munich, cardenal Reinhard Marx, ha decidido abandonar la presidencia de la Conferencia Episcopal Alemana, desde luego no ha sido para dar paso a un líder más próximo a la ortodoxia. Para empezar, Bäntzing, el nuevo presidente, se decanta en casi todos los temas del día por la postura renovadora, empezando por el cuestionado asunto del celibato sacerdotal.

“Estoy convencido de que no perjudicaría a la Iglesia el que los sacerdotes tuvieran libertad de elegir si quieren vivir casados o permanecer célibes”, aseguró en una entrevista. “El celibato tiene muchísimo valor para mí, porque así es como vivió Jesús”, añadió, sin embargo.

Bäntzing fue una de las dos personas encargadas de supervisar los trabajos del comité sobre moral sexual en preparación del sínodo ahora en marcha y que muchos temen abra una brecha insalvable con Roma. El comité preparó un documento de 21 páginas que sirvió en la primera asamblea del sínodo a principios de año en Francfort como base de debate. En él se exige que la moral sexual evolucione “sobre la base de avances en las ciencias humanas, incluida la experiencia vital… de fieles que aman”.

El documento anima a la Iglesia, en definitiva, a fiarse de unas ‘ciencias humanas’ que hoy sin duda aconsejarían vivamente el abandono de la moral sexual propuesta magisterialmente por la Iglesia, “que ve lícita la actividad sexual solo dentro del matrimonio, y dirigida preferentemente a la procreación”. En consecuencia, el documento justifica el uso de anticonceptivos, la práctica de la masturbación y un estilo de vida homosexual activo.
 
Carlos Esteban

Sobre el acuerdo entre China y el Vaticano: el diáglogo entre los dos cardenales es urgente (Bernardo Cervellera)



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[De “Asia News” del 3 de marzo de 2020]


Escribo esta palabras con dolor, al ver a dos cardenales - a quienes tengo el honor de conocer, dos testigo de la fe y colaboradores del pontífice en la misión de la Iglesia - que se lanzan a debatir públicamente sin siquiera haber hablado, quizás, directamente entre ellos. (véase cartas del Card. Giovanni Battista Re y del Card. Joseph Zen Zekiun). Mi impresión es que, tanto en el Vaticano como en el mundo, se prefiere afirmar la propia verdad, o mejor dicho el propio punto de vista, sin procurar la escucha del otro, realizando el esfuerzo de llegar a una síntesis.

El Card. Zen me ha dicho que en sus viajes a Roma muchas veces se ha topado con un muro de silencio.

Precisamente durante el pontificado de Francisco, quien suele subrayar que “el todo es superior a la parte” (E.G. nn. 234-237), sucede que en la Iglesia se constituyen dos frentes antagónicos e impermeables; tradicionales y liberales, pro-China y anti-China; pro-Acuerdo y anti-Acuerdo… Todo, por tanto, es asimilado a dos partidos fundamentales: pro-Bergoglio y anti-Bergoglio; por lo cual una mínima sorpresa sobre un hecho o sobre la vida de la Iglesia enseguida es enjaulada a priori: ¿es pro o contra Bergoglio?

La carta del Card. Re también arriesga caer en este esquema cuando afirma que “las afirmaciones muy duras” del Card. Zen “cuestionan la guía pastoral del Santo Padre”. Aún así, el Card. Re reconoce que en China “en el plano doctrinal” y “en el plano práctico… sigue habiendo tensiones y situaciones dolorosas”, que el obispo emérito de Hong Kong saca a la luz.

El punto, según me parece, es que se pueda entablar un diálogo y hallar una síntesis entre la posición del Card. Re, para el cual el Acuerdo sino-vaticano es positivo “y en el momento actual, pareció ser el único posible”, y la del Card. Zen, que está cerca “de todos los hermanos desolados” que todos los días padecen las presiones, violaciones, expulsiones, la represión y las destrucciones. Estos incluyen a los fieles de las comunidades no-oficiales, pero también a muchos sacerdotes y obispos de la Iglesia oficial, que no ven ninguna mejoría respecto a la libertad religiosa, luego del Acuerdo.

Es tiempo de que los dos partidos, pro-Acuerdo y anti-Acuerdo hablen entre sí, y lleguen a una posición común, sobre todo en vista del próximo 21 de septiembre del 2020, fecha en que vence el acuerdo, Si fuera necesario renovarlo, éste debe ser fuertemente mejorado, corrigiendo algunas discrepancias presentes en aquél firmado con anterioridad, en el 2018.

1. Como ya he dicho otras veces, el Acuerdo – que prevé “la última palabra” del Papa sobre el nombramiento de nuevos obispos – tiene un aspecto positivo, pues de alguna manera conecta el nombramiento de los prelados chinos al pontífice. Y este es un dato nuevo, que no aparecía en los tiempos de Mao. Sin embargo, sigue habiendo dudas respecto a si ese lazo es una mera “bendición” del exterior, pues no queda claro si el Papa tiene derecho a veto, y si ese derecho es permanente o temporario.

También vale la pena explicar que desde la firma del Acuerdo, no ha habido ninguna ordenación episcopal en China. Las dos ordenaciones que hubo fueron en el 2019, y en realidad ya habían sido decididas mucho tiempo antes, y no podemos mentir -como ha hecho la llamada prensa “pro-Bergoglio” - diciendo que ellos “son fruto del acuerdo”. Desde este punto de vista, hay que decir que el Acuerdo, si bien tiene un aspecto positivo, jamás fue puesto en práctica.

2. La legitimación de la pertenencia a una “Iglesia independiente”, como fue sugerido por las “Orientaciones pastorales” precisa de mayores detalles. Si, en efecto, para el Vaticano es claro que solo se alude a la “independencia” de tipo político, la ambigüedad reside en todo caso en el Partido, que continúa exigiendo una independencia “tout court”, sin distinciones. Esto es a tal punto cierto, que en la adhesión a la Iglesia “independiente” se exige que obispos y curas se abstengan de “contactar potencias extranjeras, alojar extranjeros y aceptar delegaciones de la comunidades o instituciones religiosas extranjeras”. Incluso más, en el “paquete” de la “Iglesia independiente” se incluye “la negativa a la formación religiosa de los menores de edad” así como a cumplir cualquier acto religioso fuera de los confines del lugar registrado para tal fin (nada de extrema unción en los hospitales, ni oraciones o bendiciones en las casas,...). Que los obispos y sacerdotes acepten estas cosas como algo obvio resulta preocupante.

3. Es evidente que la situación de la Iglesia en China, después del Acuerdo ha empeorado: iglesias clausuradas o destruidas; cruces destrozadas, arrancadas de los campanarios o de los muros de las iglesias, cúpulas arrasadas, antiguas estatuas de santuarios, secuestradas; signos religiosos que han sido eliminados de los hogares o del exterior de las casas; sacerdotes, expulsados de su ministerio. ¿Es posible que la Iglesia Católica y el Vaticano permanezcan en silencio mientras tantos hermanos y hermanas sufren semejante violencia? Muchas veces, la denuncia es la única forma para salvar a estos hermanos y hermanas nuestros.

Una vez, pregunté a un miembro del Partido comunista chino cómo era posible que emplearan tantos recursos para controlar a un pequeño grupo de católicos en China (menos del 1% de la población). Me respondió: “Tenemos miedo de vuestra unidad”. En la medida en que callemos, nos dividamos y enfrentemos, entramos en el juego del “divide y reinarás” del Partido.

Sandro Magister