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jueves, 20 de septiembre de 2018

El Testimonio de Mons. Viganò, el silencio del Papa y los comentarios del Card. Rodríguez Maradiaga (Claudio Pierantoni)



Entre la variedad de declaraciones sobre el Testimonio de Mons. Viganò, que se han sucedido durante estas tres semanas desde el estallido de la “bomba”, queremos señalar lo que ha afirmado el Card. Rodríguez Maradiaga, en una entrevista el pasado 12 de septiembre:

(https://www.periodistadigital.com/religion/america/2018/09/12/cardenal-maradiaga-el-monsenor-vigano-iglesia-religion-dios-papa-roma-mccarrick-francisco.shtml).

La entrevista comienza recordando que Rodríguez Maradiaga es “amigo y colaborador cercano del Papa”, y que el dossier Viganò “lo convierte en protector del cardenal McCarrick, el abusador”. 

Y aquí está la primera pregunta

El dossier Viganó acusa al Papa de encubrir las relaciones homosexuales del cardenal McCarrick con seminaristas y llega a pedir la renuncia de Francisco. ¿Qué le parece?

... y la respuesta que da a ella Rodríguez Maradiaga

“Hacer de algo de orden privado un titular-bomba que estalla en el mundo y cuyas esquirlas hacen daño a la fe de muchas personas no me parece correcto. Pienso que un asunto de naturaleza administrativa tendría que ser ventilado con criterios más serenos y objetivos, no con una carga negativa de expresiones muy amargas. Creo que el Mons. Viganó que yo conocí no es la misma persona que escribe y dice tales cosas.”

En estas pocas líneas, reflexionando un poco, se encontrará información mucho más importante de lo que aparece a primera vista.

- En primer lugar, hay una admisión implícita, pero muy clara, de la verdad de los hechos expuestos por Viganò. Ya cualquier lector desapasionado que haya leído el documento de Viganò difícilmente podía dudar de lo que dice. Esto se debe, por un lado, a la posición privilegiada que él ocupaba como Nuncio; por otro, al número de testigos de alto rango, ya en la Curia romana, ya en el episcopado americano, nombrados directamente por él como cómplices, que fácilmente podrían negarlo si mintiera. Además el principal interesado, el Papa, ha confirmado elocuentemente con su perfecto silencio, en lo que a él respecta, que Viganò está diciendo la verdad. (Dejaremos para otra ocasión los comentarios sobre la autocelebración del propio silencio, que el Papa ha realizado en estos días, utilizando una homilía sobre el Evangelio de Lucas). 

También por parte de Benedicto XVI, en cuanto a las sanciones que impuso a McCarrick, no se han recibido denegaciones sustanciales, salvo la aclaración de que se trataba de sanciones “privadas”, más que “canónicas” en el verdadero sentido de la palabra (de otro modo habrían sido públicas). Pero el hecho es que hubo sanciones; que McCarrick las respetó poco, con la complicidad de obispos y prelados norteamericanos y de la Curia romana; y que luego estas sanciones fueron misteriosamente dejadas de lado bajo Francisco. Ahora, esta respuesta de Rodríguez Maradiaga nos da una confirmación ulterior y definitiva de que se trataba de hechos bien conocidos por el Papa y su “círculo de amigos”, del que él mismo es un miembro destacado.

- Pero aún más instructivo es el modo en que Rodríguez Maradiaga califica la conducta de McCarrick, precisamente con estas dos expresiones: “algo de orden privado”, y: “un asunto administrativo”

Según el Cardenal hondureño (un miembro prominente del C9 y uno de los líderes, recordemos, del programa de las ventiladas “reformas” de Francisco), el comportamiento de McCarrick, que incluye la corrupción y sodomía para con generaciones enteras de seminaristas a través del continuo y notorio abuso de su poder como Obispo y Cardenal de la Iglesia Católica, así como la continua celebración sacrílega de la Santa Misa, sería “algo así como un hecho “de orden privado”, un “asunto administrativo”. 

No cabe duda de que un tal comentario nos deja un poco perplejos: un comportamiento que ha traumatizado a decenas de jóvenes, destruido vocaciones, escandalizado a miles de fieles hasta el punto de convertirse en un “secreto a voces”, pero protegido por los más altos niveles de la Curia romana y por el mismo Papa, es, para el inefable cardenal centroamericano, “algo privado”, un “asunto administrativo”.

Aquí ni siquiera sería necesario molestar a la Teología moral (parece que Rodríguez Maradiaga es un estudioso de la materia) para explicarle al Cardenal que cualquier pecado grave, incluso el más secreto, no es ciertamente nunca, para la Iglesia, algo meramente “privado”, y menos aún un mero “asunto administrativo”, sino que es siempre una infección que se extiende y contamina a todo el cuerpo eclesial. 

Pero no es necesario recordar esto, porque en el discurso del Cardenal toda referencia a algo llamado “pecado” está completamente ausente: es simplemente “algo privado”. Sin embargo, para dar la interpretación más benévola posible de las increíbles palabras de Rodríguez Maradiaga, admitamos que, si hubiera sido un asunto puntual y limitado (por ejemplo, una relación secreta, supongamos, con un solo seminarista), podría haberse corregido de una manera severa y decidida, pero también discreta, sin necesidad de informar a todo el orbe católico y al mundo entero.

Desgraciadamente, sin embargo, nuestro Cardenal olvida con demasiada facilidad que el memorial de Viganò nació precisamente de una dolorosa experiencia, que duró varias décadas, en la que el Nuncio, observando por su posición privilegiada el continuo crecimiento y la ramificación de estos abusos, después de haber esperado y confiado continuamente en que alguien en la jerarquía reaccionaría, que finalmente se le daría curso a las sanciones, tuvo que finalmente rendirse a la evidencia de que, si alguien con un verdadero conocimiento de los hechos no hablaba en público, nada cambiaría. 

Y la situación llegó a su clímax cuando el Nuncio tuvo la certeza, a partir de sus encuentros con el Papa Francisco, de que Bergoglio no sólo era consciente de la mala conducta de McCarrick, sino que, de hecho, lo había dispensado de todas las sanciones, e incluso lo había transformado en uno de sus asesores en el nombramientos de los obispos norteamericanos; y todo esto en un panorama general que veía al Papa mismo no sólo aceptar, sino también animar y promover la agenda pro-gay dentro de la Iglesia, desde los Sínodos para la familia hasta el reciente encuentro en Irlanda.

- Y aquí llegamos al siguiente punto que nos gustaría destacar. Cuando nuestro Cardenal califica la sodomía (y el abuso de poder con este fin), un mero “hecho privado”, un “asunto administrativo”, nos está revelando claramente su estándar moral sobre el tema. ¿Cuántos pasos en la escala de la depravación moral debe haber dado un hombre de la Iglesia para llegar a calificar la corrupción sexual con abuso de poder de generaciones de seminaristas como un “hecho privado”, para ser resuelto de una manera “administrativa”? 

Por supuesto, él sabe que, en el papel, todavía hay leyes canónicas que prohíben ciertas formas de comportamiento, y que éstas, además de ser pecados graves, son también, según tales leyes, verdaderos y propios crímenes. Pero sus palabras indican que estas reglas, en la práctica, deben considerarse, si no completamente letra muerta, en todo caso un mero “asunto de carácter administrativo”, que “debe ser ventilado con criterios más serenos y objetivos”.

Como vemos, el cuadro dibujado por Viganò, que es horriblemente repugnante para cualquier católico que haya mantenido un mínimo de pudor y sensus fidei, no es en absoluto negado por nuestro Cardenal hondureño: es sólo que para él se trata de un hecho “administrativo”, que debe ser evaluado con criterios “serenos y objetivos” (al fin y al cabo, en el pequeño escenario de su Honduras, de administración ordinaria han sido los escándalos, tanto sexuales como financieros, que él mismo ha “evaluado serenamente” y cubierto adecuadamente).

Yerra, por lo tanto, Viganò al querer calificar este cuadro “con una carga negativa de expresiones muy amargas”. Yerra el Nuncio al amargarse por tales nimiedades; esto le sucede porque se ha quedado atrás: tiene la culpa de “ser conservador”, como han repetido a coro, como supremo insulto, todos aquellos que han intentado defender el Papa minimizando la situación. En efecto ser conservador, para los estandartes de la nueva misericordia, es el pecado más rigurosamente imperdonable.

El ex-Nuncio ya no es, dice Rodríguez Maradiaga, “el Viganò que yo conocía”, es decir, por supuesto, el diplomático correcto que (obviamente por las obligaciones de su cargo) guardaba silencio sobre lo que veía, y al Cardenal le parecía quizás que debía de aprobarlo todo y sonreír ante todo.

Sin embargo, aun demostrando con estas palabras el endurecimiento verdaderamente impresionante de su sentido moral, el Card. Rodríguez Maradiaga, como político consumado como es, sabe que nunca podría permitirse una evaluación de este tipo si no estuviera para protegerlo el paraguas seguro de su Jefe, quien implícita pero inequívocamente se ascendió a sí mismo de simple Vicario de Cristo a Líder absoluto de la Iglesia.

- Esto nos lleva al último punto que nos gustaría destacar, en relación con el hecho de que Viganò, en su Testimonio, califica la cobertura de estos crímenes como “omertà” (“silencio”), “semejante al de la mafia.” De hecho, esta cobertura tiene un punto en común importante con el silencio de la mafia: ésta no oculta los crímenes simplemente por miedo a que sean descubiertos. En cambio, los encubre porque en realidad obedece a un sistema de valores diferente, que no coincide con la ley vigente en la comunidad en la que vive (en este caso, la Iglesia Católica). 

En otras palabras, el “lobby gay” encubre estos delitos porque en realidad los justifica en nombre de una moral diferente, que una cierta élite de iluminados en el poder pretende sustituir a la Escritura y a la Tradición de la Iglesia. Y esta es, sin lugar a dudas, la forma más grave y literalmente diabólica de abuso clerical.

Ahora bien, esto es decir que es el mismo Papa quien pisotea la Escritura y la Tradición católica. Ya no lo dicen sólo los tradicionalistas habituales, ni los ultraconservadores habituales (los llamados “rigoristas” tan anatematizados), ni siquiera los conservadores moderados, mucho más numerosos, que poco a poco se han ido desilusionando con Bergoglio. Esto lo dicen ahora abiertamente sus propios colaboradores, como se desprende de las recientes palabras de uno de ellos:
« El Papa Francisco rompe con las tradiciones católicas cuando quiere, porque está libre de ‘apegos desordenados’. Nuestra Iglesia ha entrado efectivamente en una nueva fase: con el advenimiento de este primer papa jesuita, está gobernada abiertamente por un individuo en lugar de por la autoridad de la Escritura sola o incluso de la Tradición más la Escritura» 
(Cursivas mías. Citado en: https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/08/member-of-francis-inner-circle-in.html?m=1. Retomado a su vez desde el sitio Zenit, que luego eliminó –pero sin desmentirla – la increíble frase.)

Son palabras del Padre Thomas Rosica, publicadas el pasado 31 de julio, como meditación con motivo de la celebración de la fiesta de San Ignacio de Loyola, donde el autor quiere ilustrar “las cualidades ignacianas del ministerio petrino del Papa Francisco”.

Muy a propósito estas palabras, pronunciadas apenas un mes antes del dossier de Viganò, lo comentan iluminando perfectamente tanto la atmósfera doctrinal de este pontificado como las declaraciones de los otros “amigos” del círculo de los iluminados sobre el memorial del ex Nuncio. Son palabras que ciertamente no necesitan ningún comentario. Son suficientes para hacernos ver en toda su crudeza, casi momentáneamente corriendo el tenue velo de la mistificación retórica y mediática, la verdadera y siniestra naturaleza de este pontificado.

Sin embargo, incluso en un paisaje tan desolado, esperamos y creemos que el valor de un hombre y su Testimonio será un punto de inflexión que no podrá ser olvidado y que, con la ayuda de Dios, comenzará a romper este muro de corrupción y silencio.
Claudio Pierantoni

Francisco convierte los sínodos en ‘miniconcilios’ a su servicio (Carlos Esteban)



La recién proclamada constitución apostólica Episcopalis communio es probablemente el acto más genuinamente ‘revolucionario’ de Francisco hasta la fecha: con ella, los sínodos pasan de ser consultivos a deliberativos, convirtiéndose en magisterio ordinario sus conclusiones, si las acepta el Papa y podrán formar parte de la preparación de los mismos personas sin la dignidad episcopal, elegidas a dedo por el Pontífice.

Hasta ahora, los sínodos -una fórmula antiquísima en la Iglesia pero ‘normalizada’ por Pablo VI-, eran reuniones de obispos convocadas por el Papa sobre asuntos concretos cuyas conclusiones tenían carácter meramente consultivo. Pero con la nueva constitución apostólica Episcopalis communio, recién aprobada por el Papa Francisco, pasan a ser algo sustancialmente distinto.

Con el nuevo sistema, las conclusiones del sínodo, una vez aprobadas por el Papa, pasan a ser magisterio ordinario, es decir, materia de fe para el fiel católico. 

El Artículo, 18, 2 especifica: 
“Si es aprobado expresamente por el Romano Pontífice, el documento final participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”. 
Esto convierte a cada sínodo en un ‘miniconcilio’, en concilios cuasi permanentes, porque precisamente la diferencia esencial entre un concilio y un sínodo era el carácter magisterial del primero y meramente consultivo del segundo.

La medida es transcendental, revolucionaria … Y, para muchos, alarmante. Francisco ha insistido, desde el inicio de su pontificado,  en la importancia de la ‘colegialidad’, ha hablado a menudo de la conversión hacia una ‘Iglesia sinodal’, ha convocado ya varios sínodos y proyecta varios más.

Ahora, una de las discusiones más acaloradas entre partidarios y detractores de la ‘renovación’ eclesial que pretende introducir Su Santidad ha sido, precisamente, sobre la tipificación magisterial de tanto dudoso o innovador pronunciamiento, así como de su posible revocación por un pontífice posterior. Con la nueva constitución ya no queda duda, porque cita expresamente el carácter de magisterio ordinario de lo que salga de cada sínodo y apruebe el Papa.

Pero la ‘colegialidad’ en la que tanto insiste Francisco también tiene ‘truco’; de hecho, tiene varios.

- En primer lugar, un sínodo no es necesariamente la reunión de todos los obispos del mundo; es una reunión de aquellos obispos que elige el Papa, y no creo que sea innecesariamente poco respetuoso presumir que Su Santidad no va a elegir a prelados que se opongan a sus proyectos.

- En segundo lugar, el sínodo, organizado y dirigido por la Santa Sede, es fácilmente manipulable, como se comprobó sobradamente en los dos sínodos de la familia

Como recuerda el vaticanista Marco Tossati en una columna en La Nuova Bussola Quotidiana: 
“Hemos visto que en realidad estos megaeventos están coordinados para seguir una agenda precisa, elaborada y dirigida desde arriba. Y, en última instancia, sirven meramente para crear un contexto para documentos -Amoris Laetitia es el ejemplo más obvio- que vienen en gran medida precocinados, y a los cuales las contribuciones de los padres sinodales aportan añadidos puramente cosméticos.
¿Cómo no recordar la candorosa confesión del arzobispo Forte sobre la conversación confidencial que mantuvo con el Papa? “Si hablamos de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar”, señalaba Monseñor Forte, en referencia a un comentario del Papa Francisco, “no se dan cuenta del lío en que nos metemos con eso. Así que no hablaremos de ello de forma directa, lo haremos de un modo en que queden claras las premisas, y de ellas sacaremos las conclusiones”.
- En tercer lugar, la participación de los laicos e incluso de los no católicos. No, no es que en el Sínodo vayan a participar como miembros del mismo quienes no pertenezcan al episcopado. Pero la constitución prevé formalizar nuevos métodos para consultar al Pueblo de Dios -a laicos e incluso a gente de otras religiones-; el establecimiento de una “comisión para la aplicación” constituida por expertos supervisados por el secretario general del sínodo; y “consejos del secretariado general” constituidos por miembros nombrados directamente por el Papa que se ocuparán de preparar encuentros sinodales y mantendrán sus cargos hasta cinco años después de finalizado el sínodo.
Tenemos a la vuelta de la esquina dos sínodos, el de los jóvenes y el de la Amazonía, y es de prever que, si Dios da salud al Santo Padre, nos aguarden muchos más

Pese a los epígrafes de ambos sínodos citados, los documentos previos y las declaraciones que les han rodeado hacen pensar a una mayoría de observadores que con ellos se pretende modificar partes relevantes de la práctica eclesial o incluso de la concepción antropológica tradicional

- En el primer caso, sobre la moral sexual de la Iglesia
- En el segundo, la abolición del celibato sacerdotal obligatorio.
Hasta ahora, los críticos más visibles del Pontificado de Francisco, como el cardenal americano Raymond Leo Burke, firmante de los Dubia, han evitado la confrontación directa alegando que las declaraciones más cuestionables de Francisco carecen de cualificación magisterial y son sólo “las opiniones privadas del Papa”. Después de la proclamación de Episcopalis communio, este pretexto desaparece¿Cuál será su respuesta si de los citados sínodos salen conclusiones difícilmente conciliables con la Tradición de la Iglesia y el Papa las refrenda?
Carlos Esteban

miércoles, 19 de septiembre de 2018

El “compromiso histórico” entre modernismo y catolicismo



El ultra-modernismo actual de Francisco ha liquidado, no sólo la filosofía metafísica y la teología teorética clásicas, sino también toda forma de teoría modernista, remplazándolas con el primado de la práctica.

El papa Bergoglio no se interesa por la doctrina, sino que apunta a la acción y al resultado. No quiere oír hablar de teoría, sino que quiere someter el dogma a la realización práctica y concreta.

Se puede decir que Bergoglio propone la “des-teologización” a los católicos tradicionales como Togliatti proponía en 1963 la “des-ideologización” a los cristianos progresistas.

Sin embargo, precisamente este rechazo de la teoría se convierte en el dogmatismo práctico más rígido del post-concilio (véase la destrucción de los Franciscanos de la Inmaculada).

No se habla ya de hermenéutica de la continuidad, de existencia del limbo, de ortodoxia de la Misa de Pablo VI, de “pro multis o por todos”, sino que se apunta a homologar todo mediante el “caminar juntos”.

Francisco aplica a la a-teología (“a” de alfa privativa, no nos interesamos ya por los problemas teológicos sin llegar al dogmatismo de signo contrario de quien niega a Dios y la teología; se vive como si la teología no existiera) lo que Juan XXIII (Encíclica Pacem in terris) y Pablo VI (Encíclica Ecclesiam suam) aplicaron a la nueva praxis del cristianismo en relación con el marxismo, esto es, la posibilidad de actuar juntos en vistas a la paz en el mundo y la justicia social, dejando aparte las divergencias doctrinales, lo cual aplica ahora Francisco a todas las direcciones y sensibilidades católicas, comprendidas las tradicionalistas.

La estrategia de la “mano tendida” del comunismo – con Gramsci, Togliatti e Berlinguer[1]atrapó a los cristianos ingenuos, que fueron el caballo de Troya introducido en el santuario. Los cristianos ingenuos respondieron, basándose en la presunción falsa de que toda doctrina errónea en origen puede evolucionar hacia el “bien”, no necesariamente hacia la verdad, que ya no tiene ningún interés, tanto para los pragmatistas cristianos como para los marxistas.

Santo Tomás, en cambio, enseña que “un pequeño error inicial se convierte en grande al final”. El realismo tomista choca irremediablemente con el utopismo liberal/modernista, que no tiene en cuenta la herida de la naturaleza humana después del pecado original, por la cual el hombre está más inclinado al mal y al error que al bien y a la verdad.

Lo que vincula al modernismo con el marxismo es el axioma de Hegel: “Dios sin el mundo no es Dios” (Begriff der Religion, Werke XII, 1, Leipzig, 1925, p. 148). Así, se puede decir modernistamente: “la misa sin pueblo no es Misa”; “la Iglesia sin diálogo no es Iglesia”; “el cristianismo sin mano tendida no es cristianismo”; “el nuevo Templo universal sin modernistas y tradicionalistas no es universal”. 

En resumen, del ámbito de los principios del inmanentismo kantianamente modernista (Benedicto XVI) hemos pasado al marxiano del primado absoluto de la praxis, del encuentro personal (Francisco). Por lo cual ya no se habla de continuidad del Vaticano II con la Tradición, de plena ortodoxia de la Misa de Pablo VI, sino que se hacen reuniones, se habla, se fraterniza y se termina pensando como se actúa, ya que no se actúa como se piensa (“agere sequitur esse”).

Desgraciadamente, los más frágiles, vulnerables, expuestos, son los católicos fieles, ya que, a diferencia de los modernistas, están llenos de “buenas intenciones”, mientras que el modernismo, como el marxismo, no se preocupa del bien y de la verdad, de la metafísica y de la moral, sino sólo del resultado práctico. 

Está en la naturaleza de las cosas que el pez grande se coma al pequeño, que el lobo devore a la oveja, que el modernismo edulcore y transforme poco a poco, insensiblemente, el cristianismo desde dentro, dejando de él sólo la apariencia (la hermosa Liturgia) ya sin la sustancia (la filosofía, la teología, la ascética y la mística). Y, sin embargo, en tiempos de Arrio, los católicos, por una sola iota (homousios/homoiusius) se hicieron excomulgar e incluso martirizar.

En el lejano 1945, Palmiro Togliatti (Discurso al Comité Central del PCI, 12 de abril[2]) relanzó con gran estilo la idea leninista/gramsciana del encuentro, en los Países de mayoría cristiana, de las masas comunistas y católicas, por encima de las discrepancias teóricas y en las acciones sindicales, sociales, pacifistas. Sabía perfectamente que el marxismo o la pura praxis no tenía nada que perder en ello, mientras que el cristianismo, en el cual el primado corresponde a la teoría, habría perdido la sal y se habría vuelto insípido y “cuando la sal se vuelve sosa sólo sirve para echarla al suelo y pisarla” (Mt., V, 13).

Togliatti (como Francisco) planteaba el encuentro entre comunistas y católicos (modernistas/católicos) únicamente en el plano de la acción, sin ninguna referencia a la ideología (teología). Togliatti dijo claramente: “Si se abre un debate filosófico, yo no quiero entrar en él”[3]. Lo mismo hace Francisco. Togliatti no cedió nada de la doctrina comunista como Francisco no cede nada de la teología ultra-modernista. Lo importante es actuar inicialmente juntos para llegar finalmente al liderazgo del movimiento marxista sobre el cristiano y del modernismo práctico sobre el catolicismo romano. ¿Qué ha sucedido? Pues bien, la imprudencia, la confianza, el optimismo exagerado, la presunción de sí mismo, el utopismo insano, han llevado a los cristianos a las fauces del marxismo.

Antonio Gramsci escribía en 1920: “En Italia, en Roma, está el Vaticano, está el Papa; el Estado liberal ha tenido que encontrar un sistema de equilibrio con la Iglesia, así el Estado obrero tendrá que encontrar también él un sistema de equilibrio”[4]. Bergoglio dice: hoy en el mundo ha quedado todavía una hermosa porción de católicos no modernistas, pues bien, es necesario encontrar un sistema para fagocitarla. Para ellos, como para Hegel, “la astucia de la razón es el único principio que justifica o no la acción” y Bergoglio es astutísimo. ¡Cuidado con infravalorarlo!

De nuevo Togliatti, en el discurso en el Convenio de Bérgamo (20 de marzo de 1963) dijo: “En estos momentos incluso la Iglesia [después de Juan XXIII y con Pablo VI, ndr] está de acuerdo con que ha terminado la era constantiniana, de los anatemas, de las discriminaciones religiosas”[5].

En la propuesta comunista y modernista del “compromiso histórico” se hacen públicas y concretas garantías para el ejercicio de la fe de los católicos, pero no se piensa adrede en una pregunta que surge espontánea: “¿Y después?”. Se percibe, por tanto, la falta de honestidad de la promesa marxista/modernista y la ingenuidad de la aceptación católica.

La crisis interna en el ambiente católico post-conciliar, favorable a la colaboración práctica con el marxismo es semejante a la crisis que está mostrando el mundo católico anti-modernista, cuando se muestra proclive a la unión con el super-modernismo.
En resumen, igual que en 1963 se decía que Cristo y Marx no pueden estar de acuerdo, pero los cristianos y los marxistas pueden reunirse para colaborar en la conducción de la cosa pública; así hoy se dice que modernismo y catolicismo son inconciliables, pero los católicos y los modernistas pueden caminar juntos y colaborar en la conducción de la Iglesia, ayudándole a superar este largo periodo de crisis.
Lo importante es, como decía Lenin, “no atacar frontalmente al enemigo, sino ponerlo en compromiso”[6].

Simon

[1] Cfr. A. Del Noce, L’eurocomunismo e l’Italia, Roma, Europa Informazioni, 1976; C. Fabro, La trappola del compromesso storico, Roma, Logos, 1979; G. Morra, Marxismo e religione, Milano, Rusconi, 1976; G. Napolitano, Intervista sul PCI, Bari, Laterza, 1976; E. Berlinguer, La questione comunista, Roma, Editori Riuniti, 1975; F. Rodano, La politica dei comunisti, Torino, Boringhieri, 1975; Id., Questione democristiana e compromesso storico, Roma, Editori Riuniti, 1977.

[2] P. Togliatti, Comunisti e cattolici, Roma, Editori Riuniti, 1966, p. 50.

[3] Ibidem, p. 72.

[4] A. Gramsci, Quaderni dal carcere, Roma, Editori Riuniti, 1975, p. 20.

[5] P. Togliatti, op. cit., p. 96.

[6] V. Lenin, L’estremismo, malattia infantile del comunismo, in Opere scelte, Moscú, 1948, tomo I, p. 584.

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

Vuelve el Gran Acusador a las homilías de Francisco (Carlos Esteban)



Lo del Papa con las homilías en Santa Marta desde que, publicado el Informe Viganò, volvió de Irlanda empieza a ser francamente desasosegante.

La primera fue aquella en la que, indirectamente, se atribuyó un ‘silencio crístico’ ante las acusaciones en absoluto inverosímiles que el arzobispo en paradero desconocido vertía contra él, un silencio que desconcertó a sus habituales apologetas, especialmente cuando días después anunció que preparaba una respuesta documentada.

Luego vino la del Gran Acusador, con una insólita interpretación del Libro de Job en la que identificaba a quienes denunciaban los pecados de otros -nombró, en concreto, a los obispos- de aliados de Satanás, en una referencia muy escasamente velada a quienes solo unos días antes, en su carta al pueblo de Dios había animado a denunciar.

Su interpretación se aleja, ciertamente, de los autores cristianos clásicos, para los que el Gran Acusador se valía de mentiras para difamar al justo; en las palabras del Pontífice, en cambio, su gran pecado es contar la verdad oculta “solo para escandalizar”. Hasta los teólogos más estrictos con el escándalo han insistido en que la verdad está por encima de la necesidad del escándalo, cuyo culpable no sería tanto el que denuncia como el que perpetra el acto escandaloso.

Y en la última vuelve a la carga con el mismo personaje y, por tanto, el mismo ‘leit motiv’: “Cuando la gente lo insultaba, aquel Viernes Santo, y gritaba “crucifíquenlo”, él permanecia en silencio porque tenía compasión de aquellas personas engañadas por los poderosos del dinero, del poder…”, predicó el lunes. “Él estaba en silencio. Rezaba. El pastor, en los momentos difíciles, en los momentos en que se desata el diablo, donde el pastor es acusado, pero acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos poderosos; sufre, ofrece vida y ora”.

El Evangelio que correspondía a la misa de ayer era el episodio de la viuda de Naín, cuya reciente pérdida conmueve a Jesús, que resucita a su hijo. Lo que les acabo de transcribir, convendrán conmigo, es difícil de aplicar, por decirlo suave, a este pasaje. De hecho, parece una homilía de Viernes Santo insólitamente centrada en ese silencio de Jesús.

¿Qué significa todo esto? Aparentemente, que el Santo Padre está sirviéndose de las homilías de las misas en Santa Marta para defender su posición y atacar a sus críticos, identificándose a sí mismo con Jesús y a sus detractores, con Satanás, venga o no a cuento con las lecturas del día.

Es preocupante por un número de razones. La primera sería la cuestionable impresión que da el Sumo Pontífice convirtiendo sus batallas personales en motivo central de las alocuciones piadosas dirigidas, idealmente, a edificar en la fe a sus oyentes. Por otra parte, la insistencia en este mismo mensaje durante varios días seguidos parece indicar una obsesión que, desde fuera, no parece demasiado saludable.

Incluso si se acepta su peculiarísima tesis de que denunciar el mal en hombres de autoridad en la Iglesia es hacerle el juego al Diablo, no parece tampoco un asunto que merezca tan insistente repetición, siendo así que la Escritura ofrece tantos aspectos diferentes sobre los que los cristianos debemos ser recordados por nuestros pastores.

Carlos Esteban

Consejos vendo, que para mí no tengo (José Martí) (4) Misión de los sacerdotes y de la Jerarquía: anunciar a Jesucristo. Sólo en Él es posible el reconocimiento de la dignidad de las personas


Es preciso orar en todo momento y no desfallecer (Lc 18, 1)


UNO (1) : Importancia de la razón

http://www.blogcatolico.com/2018/09/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo.html

DOS (2) El discernimiento como amor a la verdad

http://www.blogcatolico.com/2018/09/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo_13.html

TRES (3)El Nuevo Orden Mundial y el verdadero Progreso

http://www.blogcatolico.com/2018/09/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo_16.html

CUATRO (4) Misión de los sacerdotes y de la Jerarquía: anunciar a Jesucristo. Sólo en Él es posible el reconocimiento de la dignidad de las personas

http://www.blogcatolico.com/2018/09/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo_19.html

CINCO (5) Católicos perseguidos y «católicos» bien considerados

http://www.blogcatolico.com/2018/09/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo_27.html

SEIS (6) Naturaleza y gracia

http://www.blogcatolico.com/2018/10/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo.html

SIETE (7)Unidad de la Iglesia : ¿Acaso hay dos magisterios?

http://www.blogcatolico.com/2018/10/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo_18.html

OCHO (8) Incoherencias a la hora de insultar a otros.

http://www.blogcatolico.com/2018/11/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo-8_6.html

NUEVE (9)Del dicho al hecho: Concilio Vaticano II

http://www.blogcatolico.com/2018/11/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo-9.html

DIEZ (10) (José Martí) Anomalías en la Iglesia

http://www.blogcatolico.com/2018/11/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo-10_16.html

ONCE (11) "Podéis criticarme. No es pecado" -dice Francisco- ... Muy bien: pues atreveos a criticarlo ... y veréis lo que ocurre.

http://www.blogcatolico.com/2018/12/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo-11.html

DOCE (12) - Un alto en el camino para reflexionar

http://www.blogcatolico.com/2018/12/consejos- vendo-que-para-mi-no-tengo-12.html 


En las tres entradas anteriores me he referido, básicamente, a la importancia esencial de la verdad en la vida cristiana, una verdad que debe de ser conocida y amada y, en cierto modo, vivida. 

Evidentemente esto, que es cierto para todo católico, lo es, con mayor razón, para aquellos miembros de la Iglesia que han consagrado toda su vida, en cuerpo y alma, al servicio de Dios, manifestado en Jesucristo; aquellos que se han creído y han hecho realidad en su vida las palabras de Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera salvar su vida, la perderá; mas quien pierda su vida por Mí, la encontrará» (Mt 16, 24-25); es decir, para los apóstoles y sus sucesores, que son los sacerdotes, los obispos y los Papas

Así dijo Jesús a san Pedro: «Simón, Simón, mira que Satanás os busca para cribaros como el trigo. Pero Yo he rogado por tí, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 31-32). 

Ésa -y no otra- es la misión del Papa: no los problemas sobre el cambio climático o el tema de las inmigraciones o el ecumenismo, sino el de confirmar a sus hermanos en la fe: Una misión, pues, de naturaleza sobrenatural y no puramente «humana», dado que el cristiano no es de este mundo. Aquí somos peregrinos y nuestra verdadera Patria es el cielo, que Dios ha prometido a los que lo aman y se dejan amar por Él. 

Evidentemente, el que ama a Dios, si lo ama de veras, amará todo aquello que Dios ama, es decir, todo cuanto ha sido creado por Él. Y, de un modo particular y especial, amará al rey de la creación, es decir, al ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó» (Gen 1, 27). 

Lo que lleva a un cristiano a amar a los demás es el amor de Dios, el amor a Jesús, Dios hecho hombre: «En verdad os digo: cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).

Esta idea la vemos también en San Pablo: Cuando iba de camino a Damasco, «respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor» (Hech 9, 1) para conducir atados, a Jerusalén, a todos los seguidores de Jesús que encontrase (todo ello con autorización del Sumo Sacerdote), cerca ya de Damasco «de repente una luz del cielo lo envolvió de resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Él respondió: «¿Quién eres, Señor?» y Él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues». Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer» (Hech 9, 3-6). 

La persecución a los discípulos de Jesús y la persecución a Jesús son lo mismo: tal es la unión que existe entre Jesús y sus discípulos, consecuencia del amor que les tiene. Podemos verlo, por ejemplo, en las palabras que le dirige a su Padre en la noche de la última cena, en la llamada oración sacerdotal, hablándole de sus discípulos

«Padre, que todos sean uno. Como Tú en Mí y Yo en Tí. Que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado» (Jn 17, 21). Y también: «Padre, quiero que los que me diste estén también conmigo, donde Yo estoy, para que contemplen mi Gloria, la que Tú me has dado, puesto que me amaste antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te conoció; pero Yo te conocí; y ellos han conocido que Tú me enviaste. Y les he manifestado tu Nombre, y se lo manifestaré, para que el Amor con el que Tú me amaste esté en ellos, y Yo en ellos» (Jn 17, 24-26)

¿Cabe un amor mayor? El amor de Jesús hacia nosotros, hacia cada uno, es total y radical; y nos ama de una manera exclusiva y única, un amor que le llevó hasta el extremo de dar su Vida por nosotros, para que así pudiéramos salvarnos. La única condición para que esta salvación sea una realidad en nuestra vida es que respondamos con amor al Amor que Él nos tiene ... porque si no hay reciprocidad entre los que dicen que se aman, no puede hablarse, entonces, de verdadero amor entre ellos. 

Dios quiere que le amemos con el mismo Amor con el que Él nos ama, a cada uno; pero como por nuestras solas fuerzas no podemos, por eso nos ha dado su Espíritu, que es el que lo hace posible, si le dejamos actuar en nosotros. Esta idea, que se corresponde con la realidad, es sumamente importante ... porque «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo» (Rom 8,9). Por eso, «este Espíritu ayuda nuestra debilidad; pues no sabiendo pedir lo que conviene,  el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8, 26)

Es precisamente el hecho de que Dios ame a las personas -y por ello las ha creado libres- lo que confiere a éstas su dignidad y las hace merecedoras de ser amadas. Por eso, los cristianos, en la misma medida en la que actuamos como tales, amamos de verdad y de corazón a todas las personas, pues son imagen de Dios, a quien amamos.

Así se explica que los primeros discípulos y sus sucesores, quisieran llevar el Mensaje de Jesús a todas las gentes, como así lo hicieron, pues ése era el mandato que habían recibido de su Maestro«Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea, se condenará» (Mc 16, 15-16). Y el hecho de que estos hombres creyeran en Jesús y se fiaran de Él fue la causa de la expansión del Cristianismo. Fueron generosos y Dios no se dejó ganar en generosidad.

Por eso, porque se trata de una obra de Dios, la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, pese a todas las dificultades que ha tenido, como bien sabemos, se ha mantenido fiel en la transmisión del Mensaje recibido, sin escamotear y sin añadir ni quitar nada a la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras y en la Tradición e interpretada correctamente, conforme a verdad, debido a la asistencia del Espíritu Santo, es decir, del Espíritu de Jesucristo, y enseñada a los fieles en razón de su Magisterio Solemne. 

Esto ha sido así durante dos mil años ... y seguirá siéndolo, pues aunque muchos apostaten de su fe y renieguen de Jesucristo, la Iglesia no desaparecerá, manteniéndose íntegramente en ese «resto de Israel» al que alude la Biblia, en aquellos que no inclinaron su cerviz ante Baal y ante los Poderes del mundo.

El mundo post-cristiano, que se ha vuelto de espaldas a Dios y que no lo conoce, en realidad, está retrocediendo en el conocimiento del hombre. No acaban de darse cuenta -por ignorancia o por mala voluntad-  de que no es el hombre sino Dios, el centro de todo, Aquel en quien tienen consistencia todas las cosas. Y es por eso que una «antropología» que prescinda de Dios en sus investigaciones está condenada, de antemano, al más rotundo fracaso ... dado que es sólo en Jesucristo donde el hombre puede conocerse, de verdad, a sí mismo, así como el sentido de toda su existencia.

Cualquier intento de conocer al ser humano, cuando se prescinde de Jesucristo, acaba siempre en desesperación. Esto lo saben muy bien -y lo han comprobado en sí mismos- los existencialistas. Podemos citar a Sartre, como el más representativo. Y según Sartre «la vida es una pasión inútil». Una afirmación que -dicha por él- tiene su lógica: Sartre era ateo y para él todo acababa aquí, en esta tierra, con la muerte. No hay un más allá.

Claro está, si se vive con esa «creencia» entonces no tenemos que responder ante nadie de nuestros actos. La vida no tiene una finalidad concreta para quienes no creen y aparece la falta de sentido y la náusea en todo cuanto se hace. Esto decía Fedor Dostoievsky, que era un gran conocedor de la naturaleza humana:  «Si Dios no existe, todo está permitido» Y es cierto. Así ha ocurrido a la largo de la historia, en las civilizaciones que se han olvidado de Dios o lo han rechazado abiertamente. Han ido a la deriva. 

Sólo en una matriz cristiana tiene sentido el esfuerzo, el estudio, el sacrificio, el amor a los demás, la fidelidad en el matrimonio, etc. Sólo ahí se puede encontrar el verdadero progreso, tanto a nivel personal como a nivel social. Si Dios no cuenta, entonces se puede aplicar aquella máxima que viene en la Sagrada Biblia: «Comamos y bebamos que mañana moriremos» (Is 22, 13; 1 Cor 15, 32). Si después de esta vida no hay nada, sólo el vacío, la misma vida está ya vacía, al carecer de una finalidad que le dé sentido. 

Por otra parte, es un hecho que hoy podemos acceder a la mayoría de los textos clásicos gracias a la Iglesia católica, que los preservó durante la época de las invasiones bárbarasLa copia de los textos antiguos, como sabemos, fue uno de los objetivos de los monjes, quienes enseñaron también metalúrgica, fueron pioneros en tecnología, inventaron el champán, preservaron la educación, etc. (Thomas E. Woods).

El origen de las Universidades se encuentra igualmente en la Iglesia Católica. ¿Qué decir, por ejemplo, de la belleza de las grandes catedrales?. No deja de ser curioso que todos estos adelantos experimentaron un verdadero auge y desarrollo en la llamada «época oscura», haciendo referencia, con ello, de modo infame, a la Edad Media; cuando tuvo lugar un gran auge en los conocimientos y en la cultura, especialmente en los siglos XII y XIII. Vemos aquí, claramente, cómo una sociedad impregnada del catolicismo y de la fe en Dios, consigue grandes progresos, también en lo humano. La belleza es uno de los cánones que triunfaron en aquella época, tomando como referencia a Dios, la Suma Belleza. Para una mayor información, puede servir de gran ayuda el libro de Thomas E. Woods, titulado «Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental» (puede bajarse aquí, en formato pdf).

Y podemos seguir: Ha sido una conquista de la Iglesia el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, en general, y de la mujer, en particular. ¿De dónde proviene la dignidad que se le atribuye al ser humano? ¿Por qué es tan valioso? El mundo no tiene respuestas. Sin embargo, la razón es muy sencilla ... y es que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. 

Ésta es la razón de fondo por la que a medida que el mundo se va alejando de Dios, va disminuyendo la dignidad de las personas humanas, las cuales van siendo reducidas -de nuevo, como en los tiempos de la Prehistoria- a medios u objetos usados para conseguir bienes materiales: dinero, placer,  poder, fama, etc... Las persona pierden su dignidad y dejan de ser un fin, por sí mismas, para convertirse en un simple medio para otras cosas. Una vez perdido de vista el Amor, que es Dios, a quien claramente se ha rechazado, el mundo se dirige, de modo inevitable, hacia su autodestrucción, en todos los niveles. 

Una señal inconfundible de que esto es así la tenemos en el aumento de regímenes totalitarios, de ideología marxista la mayoría, y ateos todos ellos

Si Dios se elimina del horizonte de la vida, la persona humana va siendo cada vez más denigrada y más esclava: queda indefensa ante la maldad y la corrupción; y acaba considerándose libre, cuando «piensa» conforme a lo establecido e impuesto por el Estado, el cual se convierte en una especie de «monstruo» con afán de dominio y de Poder ... y todo «por no haberse abierto al amor de la verdad que los salvaría» (2 Tes 2, 10)

José Martí (continuará)

martes, 18 de septiembre de 2018

Papa y abusos: aquí es donde están los falsificadores de la palabra (Marco Tosatti)



Hay un hecho, muy simple, al que se debe dar una respuesta, de la que depende la credibilidad del Papa: ¿el 26 de junio de 2013 monseñor Viganò informó realmente al Papa del caso McCarrick? Tienen derecho a saber millones de católicos. Pero por el contrario, la habitual banda de falsificadores de las palabras, apenas alguien se hace esta pregunta, buscan desacreditar al que plantea las cuestiones, dándoles segundos, terceros y cuartos fines innobles.

“El papa Francisco se reunirá en el Vaticano con todos los presidentes de las Conferencias Episcopales, desde el 21 al 24 de febrero próximo, ‘para hablar de la prevención de los abusos contra los menores y los adultos vulnerables’”. De este modo, Vatican News, que informa las palabras de la vicedirectora de la sala de prensa vaticana, Paloma García Ovejero, en la sesión informativa llevada cabo al término de la reunión del C9, el Consejo de Cardenales para la reforma de la Curia romana.

Luego leemos un editorial de Avvenire, en el que Stefania Falasca recomendó, “para no permanecer desorientados por los falsificadores de la palabra que asedian la actual estación eclesial”, que es saludable “seguir el magisterio ordinario del sucesor de Pedro. El Papa no es un personaje. En su predicación ordinaria no habla de sí mismo”.

Falasca afirma que “se multiplican los síntomas de un mal que parecen propagarse como una crisis de neurastenia colectiva, donde todo se convierte en materia de denigración y recibe una interpretación de izquierda, que llega incluso a considerar normal y lícito pedir la renuncia del Papa como si fuese el jefe de una empresa o de un partido”.

Falsificadores de la palabra. Aquí, mientras leíamos esta frase, pensábamos en McCarrick, en Tegucigalpa, en Boston y su seminario, y en muchos otros casos en Alemania, Chile, Estados Unidos e incluso en Italia, aunque por ahora, para nosotros, las denuncias son sólo tenues, anónimas. Una crisis que, como ha sido afirmada por varias partes, se refiere a la “homosexualidad generalizada” del clero y de los obispos; Pero de eso la institución no habla. No lo menciona el comunicado para la reunión de febrero (¡febrero! Estamos en septiembre...) de las conferencias episcopales, ni siquiera el Papa la ha mencionado en carta a los obispos chilenos, y en las otras intervenciones, no hablan de ello las fuentes oficiales. ¿Por qué? ¿Qué es lo que no se quiere decir? ¿Somos malos si pensamos que hay “falsificadores de la palabra” por omisión, intencional? ¿Para cubrir a quién y qué?

Falasca tiene razón, que aconseja seguir el magisterio ordinario. Pero por desgracia, el Pontífice es también una persona, que como cualquiera, tiene mayor o menor credibilidad, dependiendo de la correspondencia entre lo que dice y lo que hace. Y es por eso que es tan importante, para mí, y para millones de otras personas, saber si realmente monseñor Viganò le dijo al pontífice el 26 de junio de 2013 quien era y lo que había hecho y hacía Thedore McCarrick. Porque si es verdad que el papa Bergoglio no sólo no hizo nada, sino que lo rehabilitó, y ha seguido sus consejos para las promociones y nombramientos en Estados Unidos, premiando a amigos y alumnos de McCarrick, su credibilidad, cuando en febrero presida esta enésima conferencia vaticana, no será igual a la de la que podría gozar si Viganò hubiese mentido o se hubiera equivocado.

Es por eso que se entra por defecto en la banda de los falsificadores de palabras, cuando en vez de tratar de averiguar si esto -un hecho, no una opinión- es verdad o no, se llena de palabras con complots y ataques al Papa y todo lo demás. En las democracias, donde la palabra es libre, se puede pedir cuentas a la autoridad de la realidad o no de un acontecimiento. En los regímenes, no. Y un pedido de transparencia y verdad es inmediatamente etiquetado como un asalto a la figura guía carismática, al “pequeño padre”, al “gran timonel”, y así sucesivamente. Y los falsificadores de palabras que reaccionan inmediatamente buscan desacreditar a los que plantean las cuestiones, atribuyéndoles normalmente segundos, terceros y cuartos fines innobles. También hemos visto esto.

Porque al permitir que se pierda la renuncia es la credibilidad personal y humana del pontífice la que está en juego. Y eso representa un drama para muchos católicos, y quizás también para algunos no-católicos. Por esta razón los falsificadores de la palabra evitan, en sus largas disertaciones y análisis, tocar este punto. A lo cual el silencio, de todas maneras adornado y adornado, no constituye una respuesta. Un mono vestido de seda sigue siendo un mono. De manera vaga, el C9 eclipsa la posibilidad de que la Santa Sede formule “las aclaraciones eventuales y necesarias […] frente a todo lo que ha sucedido en las últimas semanas”.

Mientras tanto, también entre los detractores más encendidos del arzobispo Viganò se admite ahora que “es evidente que el ex nuncio en Estados Unidos ha citado fechas y documentos que están en su posesión (o han pasado bajo sus ojos), sobre los cuales no hay motivo para dudar”. Una admisión importante. ¿Y si ni siquiera estuvo equivocado en la audiencia el 26 de junio de 2013 con el papa Bergoglio? Las “aclaraciones” son centrales también y, tal vez, sobre todo en esta ocasión.

Publicado originalmente en italiano en: in www.lanuovabq.it/it/papa-e-abusi-ec…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

Marco Tosatti

Europa está colapsando, defensores de Viganò, la sharia en Suecia, el sínodo macarra, un poco se sensatez (Specola).


Es más que evidente que la sociedad llamada occidental muy especialmente la Europea está colapsando. El bajísimo nivel de sus dirigentes está facilitando a ideologización de ámbitos sociales que están perdiendo su prestigio y su autonomía. Las noticias de hoy nos indican que la Iglesia Católica no es ajena a este proceso que le está afectando de lleno. El acceso a los más altos niveles de gobierno de personas indignas en su vida personal y absolutamente inadecuadas está destruyendo el sustrato social que en otro tiempo la hacía fuerte. La ausencia de vocaciones hará que en muy poco tiempo la iglesia desaparezcan en grandes ámbitos. Son muchos los fieles que se han alejado y continúan haciéndolo reduciendo las en otro tiempo florecientes parroquias e instituciones católicas a un erial.

Dentro de esta crisis sin precedentes siempre se ha mantenido un núcleo de intelectuales que quedaban como el resto de Israel y eran la esperanza de una renovación seria de tantas cosas. Hasta esto esta cayendo. Hoy tenemos algunas entrevistas muy interesantes que denotan que lo que pueda suceder en lo que quede de pontificado de Papa Francisco ya no interesa en absoluto y que ya se lanzan la mirada al cercano futuro. George Weigel nos ofrece una interesante reflexión sobre los hechos actuales. Todos esperamos las clarificaciones que no llegan, no creemos que lleguen nunca, del contenido del testimonio Viganò. Weigel se muestra muy del lado del ex nuncio y añade muchos matices sobre el estado actual de la iglesia. Steve Bannon está detrás de la academia que intenta formar los que los críticos definen como populistas conservadores. Lo cierto es que algo se está moviendo y no es precisamente en la dirección que le gusta al Papa Francisco.

Tenemos nueva constitución sobre la comunión episcopal. Cuando suenan voces de cisma tenemos que ser conscientes que la unidad en la iglesia solo se puede producir entorno a una persona que es Jesucristo. El intentar cerrar filas de otras maneras no da resultados ni los ha dado nunca. La sensación es que ante un episcopado desacreditado y de muy evidente bajo nivel se quieren diluir responsabilidades en un organismo. Al final son las personas valiosas las que cambian la historia y en la iglesia estos tienen un nombre y son los santos. Todo lo demás es hojarasca que el viento de la historia hace desaparecer con una crueldad absoluta.
Suecia es el primer país Europeo donde la sharia está siendo aplicada sin que las autoridades puedan hacer nada para impedirlo. Los curas australianos quieren casarse y piensan que con eso se arreglarán todos los problemas. Más mujeres profesoras en los seminarios para solucionar la pedofilia y la homosexualidad. La capilla Sixtina y las fiestas sacrílegas del Metropolitan. Un obispo católico inaugura una obra masónica con el argumento que no hay que ser excluyentes. La muerte de Juan Pablo I y los jesuitas. Condena a diez años de retiro en un monasterio en España a un sacerdote por abusos a menores y seminaristas. El próximo sínodo que ya se presenta como la floración del ‘macarrismo’ en estado puro. Los caballeros de Colón intentan olvidar sus antiguas devociones. El cardenal Zen que teme un cisma pero este por otros motivos.

Por salud mental nos permitimos citar al Santo Cura de Ars como un bálsamo que nos anime ante tanta locura irracional y absurda. Puede que no sea de rabiosa actualidad, o quizás sí:

“Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.

“Si desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir [a causa del pecado], ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote…¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!… Él mismo sólo lo entenderá en el cielo”.

“Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes… Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias… El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.

Era un cura de pueblo y no muy espabilado pero sus palabras siguen teniendo una enorme actualidad. Creemos que no somos del todo conscientes que es esto lo que quieren que desaparezca de la Iglesia. Por cierto, lo de adorar a las bestias ya está llegando.

“Ambicionad los carismas mejores”.

Buena lectura.
Specola

ENLACES

Il dono della sessualità, l’impegno politico, la vicinanza ai poveri. Papa Francesco a tutto tondo con i giovani francesi (di F. Gnagni)

I Cavalieri di Colombo e i rapporti con McCarrick

L’AGENDA PER LA CHIESA: NORMALITÀ DI ADULTERIO, OMOSESSUALITÀ, SESSO LIBERO E NOZZE GAY.

Accordo Vaticano-Pechino? Per Zen si rischia lo scisma

Il vescovo cattolico in Italia benedice le opere della Massoneria

Populisti in abito talare: Bannon si infiltra nella Chiesa cattolica

Nel mondo non del mondo. La fede nell’epoca post cristiana

I preti australiani chiedono il matrimonio

Cardinale propone donne insegnanti nei seminari per contrastare la pedofilia

Vaticano, Bannon dietro il progetto dell’accademia teocon con i cardinali Martino e Burke

Se Steve Bannon diventa il “professore” degli anti Bergoglio

” HO LA PROVA DELL’ONESTÀ DI VIGANÒ “

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Seis razones para temer el Sínodo de la Juventud (Carlos Esteban)



Entre el 3 y el 28 de octubre se celebrará en Roma un Sínodo de la Juventud con el título ‘Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’, pero hay buenas razones para temer que el fin último de esta reunión no sea ni la fe ni el discernimiento vocaciones, y solo marginalmente los jóvenes. Estas son las razones de mi recelo.

Es mal asunto que el anuncio de un sínodo de la Iglesia Católica, en lugar de ser motivo de gozosa expectación, se convierta en causa de temor en un fiel, pero el discernimiento, considerados los datos objetivos de que disponemos, lleva en este caso a una desconfianza que no creemos racionalmente infundada. La nueva constitución apostólica publicada hoy sobre la estructura de los sínodos, Episcopalis Communio, no hace más acentuar nuestros temores.

En definitiva, lo que tememos es que se use el sínodo para cambiar la doctrina de la Iglesia en torno a temas tan cruciales como la consideración moral sobre la sexualidad humana: licitud de la contracepción, revisión de la concepción antropológica de la homosexualidad y relajación de la indisolubilidad del matrimonio, o al menos que se introduzca la ya habitual dosis de confusión sobre todo ello.

El primer motivo de aprensión es el de los precedentes, en concreto, los dos Sínodos sobre la Familia de 2014 y 2015. Tenemos ya sobrados testimonios y pruebas de que ambos fueron planificados hasta el último detalle para llegar a conclusiones prefijadas, quedando los obispos como ‘figurantes’ y excusas para que la decisión unilateral pareceria colegiada.

Todo apuntaba a un mismo fin, el mismo ‘permiso pastoral’ a los divorciados vueltos a casar y que viven ‘more uxorio’ para recibir la comunión, tal como han entendido la mayor parte de las conferencias episcopales a partir de la exhortación papal Amoris Laetitia: el encargo al cardenal alemán Walter Kasper para que dictara el esquema principal ya en febrero de 2014, la exclusión del Pontificio Instituto Juan Pablo II de la primera sesión -reincorporado en la segunda tras numerosas protestas-, el nombramiento en la secretaría de ‘intérpretes autorizados’ de las conclusiones a gente como el padre Spadaro, director de Civiltà Cattolica, o Forte, las notas publicadas a cargo del Padre Lombardi, la prohibición a los padres sinodales de hacer declaraciones…

Los tejemanejes se hicieron, en fin, tan descarados y conocidos por todos que la intención original del Papa quedó, al menos en parte, frustrada, y el documento final fue una versión tan aguada y de compromiso que no contentó a ninguna de las partes.

En el caso del Sínodo de la Juventud contamos, por lo demás, con antecedentes aún más próximos en el presínodo y en el Instrumentum Laboris, el documento que delinea los asuntos que se van a tratar en la reunión.

La novedad del presínodo consistía en un reunión de trabajo en la que estuvieran representados los supuestos destinatarios principales de todo el asunto, los jóvenes. Pero el elenco, que pretendía ser representativo de la juventud católica comprometida con su fe, fue cualquier cosa menos eso. Los jóvenes eran seleccionados por las conferencias episcopales que, naturalmente, enviaban la muestra que más podía estar en línea con lo que intuían que deseaba el Papa, algo difícil de ignorar escuchando sus propias palabras.

Se intentó también, en un despliegue de apertura, reuniones online de acceso cuasi libre, y precisamente muchos de los que participaron en ellas fueron los primeros en dar la voz de alarma, asegurando que muchos de los asuntos más debatidos se hurtaron por completo del documento final.

Por lo demás, la ‘opinión de los jóvenes’ reflejada en el documento tenía más que ver con las preocupaciones y obsesiones de quienes eran jóvenes en Mayo del 68 que de quienes son jóvenes en esta segunda década del siglo XXI. Hablan de apertura y flexibilidad litúrgica y, en definitiva, demandas que quizá tendría sentido hacer a la Iglesia preconciliar, pero difícilmente a la nuestra.

En cuanto al Instrumentum Laboris, se recogen exactamente esas mismas demandas de flexibilización moral aún mayor en cuestiones relativas a la sexualidad con sospechosa insistencia. De hecho, en su presentación se destacó con orgullo que es la primera vez que aparece en un documento eclesiástico oficial las siglas LGBTI, aclarándose que al incluirla no se hace más que recogerla de las actas de las discusiones, algo que es falso como puede comprobar cualquiera.

Tampoco resulta especialmente tranquilizador observar, en pleno tsunami de escándalos de abusos homosexuales iniciados con la deposición del ex cardenal McCarrick, a quiénes ha nombrado Su Santidad para participar en el sínodo. ¿Qué puede aportar en un Sínodo de los Jóvenes un cardenal Rodríguez Maradiaga que ha acusado de mentirosos y de alinearse con la ‘antiIglesia’ a 46 seminaristas que se han atrevido a denunciar en carta abierta la ‘dictadura homosexual’ que impera en el seminario mayor de Tegucigalpa, o que ha mantenido como mano derecha y frecuente sustituto a un obispo auxiliar, Juan Pineda, acusado de abusar de seminaristas y convivir en relación homosexual con un hombre, por lo que ha sido cesado?

¿Qué decir del cardenal Reinhard Marx, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y miembro del C9, que ha ignorado la decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe prohibiendo la intercomunión?

¿Cómo se le puede ocurrir a nadie que es buen momento de incluir en un sínodo hoy a los obispos americanos Blase Cupich y Joseph Tobin, ambos de la ‘escudería’ de McCarrick, elevados al episcopado por la recomendación del defenestrado arzobispo emérito cuando ni siquiera estaban entre los primeros puestos de la lista para el nombramiento?

¿Cupich, que ha declarado dos veces seguidas que el escándalo de los abusos no merece demasiada atención porque hay “una agenda más amplia”, de la que solo cita dos temas tan centrales a la fe cristiana como el medio ambiente y la inmigración masiva?

¿Tobin, que todavía no ha dado una explicación satisfactoria de su ‘resbalón’ en Twitter, ese “buenas noches, cariño, te quiero”, y que preside una de las diócesis, Newark, más ‘LGBTI-friendly’ de Estados Unidos?

Sobre todo, ¿en qué cabeza cabe dejar al Cardenal Kevin Farrell, mano derecha de McCarrick en Washington, con quien convivió seis años, y antes uno de los hombres de confianza de Marcial Maciel, a pesar de que ha declarado que las fechorías de ambos le sorprendieron absolutamente? Bastante deprimente es ya que presida el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que organizó el aquelarre de Irlanda, a donde llevó a su amigo y apóstol de los LGBIT, padre James Martin.

Sobre Farrell, por lo demás, se rumorea que corre ya por Roma una informe devastador, cuya publicación podría producirse en pleno sínodo.

Francisco tiene, de hecho, tal costumbre de convocar sínodos con un epígrafe para conseguir fines que no aparecen en él que ese ‘método’ de disfrazar de decisión colegiada una finalidad propia de su camarilla resulta ya transparente.

Lo hemos comentado en el caso de los dos Sínodos sobre la Familia, pero podíamos referirlo igualmente al cercano Sínodo de la Amazonía, en el que la región ecuatorial parece ser una mera excusa para introducir el celibato opcional o, lo que es lo mismo a la larga, la abolición del celibato sacerdotal.

De hecho, no parece que la evangelización de la Amazonía, región tan inmensa como escasamente poblada, requiera un sínodo mucho más que muchas otras regiones, incluida nuestra Europa descristianizada. Pero uno lo entiende mucho mejor tras leer que el propio Santo Padre ha insistido en que se incluya en el documento preparatorio discusiones sobre la conveniencia de ordenar ‘viri probati’, hombres casados de ‘buenas costumbres’. Lo que parece una consecuencia se revela, en definitiva, en la verdadera razón de todo el asunto.

Un motivo ulterior para sospechar que va a usarse el sínodo para cambios en el sentido de que habábamos al principio es la acumulación de detalles a lo largo de estos cinco años de pontificado que apuntan consistentemente en esa misma dirección.

¿En qué puede consistir la ‘revisión’ de la encíclica Humanae Vitae que se ha anunciado con motivo de su medio siglo de existencia?

¿Por qué, lejos de censurarse a un sacerdote como el padre James Martin, que ha expresado en incontables ocasiones su disconformidad con el Catecismo de la Iglesia Católica en lo tocante a la homosexualidad, se le hace asesor de comunicación del Vaticano y se le invita como ponente estrella en el Encuentro Mundial de las Familias?

¿Por qué se nombra prefecto del megadiscasterio para los Laicos, la Familia y la Vida al mismo obispo que escribió la introducción al libro de Martin, Kevin Farrell?

¿Por qué se pone a Monseñor Ricca, que no ha puesto demasiado esfuerzo en ocultar sus amoríos homoeróticos al frente de las finanzas vaticanas, o a José Tolentino Calaça de Mendonça como Archivista y Bibliotecario en el Vaticano?

¿Por qué el “¿quién soy yo para juzgar?” o el “Dios te ha hecho homosexual”, nunca desmentido?

La lista de preguntas que apuntan en una misma dirección podría hacerse interminable, y no se referiría solo al Santo Padre, ni siquiera a la Curia, sino a buena parte del episcopado occidental, incluido el nuestro.

Incluso ante la evidencia de que la abrumadora mayoría de los casos de abusos que han vuelto a poner la Iglesia en la picota se refieren no tanto a niñas como a niños, y no tanto a niños como a adolescentes, en una abrumadora mayoría de los casos, el Papa y sus adláteres han preferido evitar pronunciar la palabra ‘homosexual’ -el elefante en la sala de estar- y han preferido aferrarse a un vaguísimo ‘clericalismo’ que cada cual interpreta como le place.

Y en estas llega la constitución apostólica ‘Episcopalis communio‘, que en interpretación del teólogo ‘francisquista’ Massimo Faggioli, vendría a convertir lo decidido en un sínodo en solidario con la opinión papal y, por tanto, en magisterio ordinario, doctrina que debe creer todo fiel católico.

¿Entienden ahora?

Carlos Esteban